La criada
DonCarlos un hombremayor se queda sin la mujer que durante 20 años le hacía los quehaceres domésticos y contrata una nueva chica. .
La historia de Don Carlos es bastante simple, aunque también bastante interesante, nunca se casó, aunque tuvo varias mujeres, algunas de las cuales le duraron varios años de relación sentimental. Cuando era joven casi siempre salió con mujeres de más edad, le gustaban las damas con experiencia sexual y porque, según sus propias palabras, eran más dulces que las jovencitas; y, porque, sobre todo, eran más pasionales.
De todos modos, nunca pudo tener una relación que se mantuviera en el tiempo. Digamos, además, que Don Carlos era un hombre que nunca fue de una sola mujer, lo que le acarreó algunos inconvenientes y varios dolores de cabeza, sobre todos en dos ocasiones en donde se juntaron dos chicas en un mismo lugar. Aunque convengamos que siempre tuvo la singularidad de salir airoso de esos contratiempos.
Por lo general sus mujeres tenían todas las mismas particularidades corporales, era un enamorado de las caderas ampulosas, los senos le resultaban atractivos todos y no era demasiado exigente en cuanto algunos kilos de más o de menos, pero lo que siempre evitó es mujeres que fueron demasiado delgadas, las encontraba insulsas y consideraba que eran incapaces de dar placer sexual acabadamente.
Ahora, se había jubilado hacía seis meses, se encontraba solo. Tenía una casa bastante amplia y cómoda, es como que casi le sobraba lugar. Una mujer de nombre Matilde le hacía los quehaceres de la casa y venía de lunes a viernes. Durante algo más de veintidós años durante seis horas diarias, pero que en realidad dos de esas seis horas eran de charlas con Don Carlos. Matilde le aconsejaba sobre muchas cosas, eran pedidos que él le hacía, consideraba que una mujer de su calidad podía darle una visión sobre las cosas que quizá no podía ver.
Cerca de fin de año, en una de esas charlas Matilde le dijo que no iba a trabajar más, porque su hijo que estaba en Canadá le dijo que se fuera para allá, era hijo único, estaba casado y tenía dos niños. Matilde quería estar con su hijo y con sus nietos, era atendible el pedido. Don Carlos le dijo que no sabía qué hacer sin ella. Matilde le contestó que le recomendaba a una joven que vivía en la casa contigua, con su madre y con su pequeña hija, que era una joven muy centrada, seria, que sabía darse su lugar y que era la mujer adecuada para reemplazarla.
Don Carlos le dijo que la iba a tener a prueba y que luego la iba a registrar tal como había hecho con ella. Matilde asintió con la cabeza y le dijo que un día antes que ella dejara de venir la iba a traer para presentársela y le iba a decir qué era lo que tenía que hacer y cómo hacerlo. Matilde era una mujer muy minuciosa, eso era lo que más le agradaba a Don Carlos.
Una mañana Matilde llega a casa de Don Carlos con Emma, la joven de veinte años que va a reemplazarla. Una mujercita de casi un metro 65, de ojos color café, cabellos hasta la mitad de la espalda, sus manos muy cuidadas, su cuerpo era verdaderamente llamativo, con senos relativamente pequeños, una cintura bastante atractiva, a pesar de tener una niña de siete años casi ocho, sus caderas eran prominentes, muy bien formadas, con piernas acordes a su cuerpo. Era una mujer bastante inquietante, pero claro, su vestimenta tiraba por tierra esas cualidades corporales.
La joven fue entrevistada por Don Carlos en forma muy escueta, le preguntó los años y básicamente como era su vida en líneas muy generales sin meterse, por cierto, en cuestiones privadas, salvo lo que la joven quiso contarle, que vivía con su hija y con su madre, nada más, y eso ocurre desde que tiene usa de razón y que necesitaba el trabajo.
Así fue que pasó el tiempo, Matilde se fue a Canadá con su familia y la joven Emma trabajó durante los primeros tres mesas los días lunes, miércoles y viernes, y desde el cuarto mes todos los días, de lunes a viernes y ya estaba registrada. Emma agradeció ese gesto de Don Carlos, quien respondió con una sonrisa. Emma era una trabajadora hacendosa, muy meticulosa, tal como lo era Matilde, cosa que agradaba al dueño de casa.
Durante esos meses su hija cumplió el octavo año de vida, don Carlos le hizo un regalo a la niña que entregó a su madre para que se lo llevara cuando volviera a su casa. También fue el cumpleaños veintiuno de Emma, don Carlos le regaló un vestido muy negro, pegado al cuerpo, se lo hizo probar en la habitación y le dijo que si no le gustaba podía cambiarlo por algo que le gustara realmente. Emma agradeció y le dijo a su patrón que estaba muy conforme y le gustaba mucho el presente.
Emma le contaba todos los días a su madre, con quien tenía una relación muy estrecha, todo lo que ocurría en la casa en donde trabaja. Emma tiene una opinión muy buena de su patrón. Esto le agradaba a Isabel, quien tenía una obsesión con proteger a su hija.
Se acercaban las fiestas, Emma, como siempre llegó a término, cerca de las 9 de la mañana, a realizar las tareas del hogar en la casa de Don Carlos, quien estaba abstraído en la lectura de un libro en el que estaba muy interesado. En un momento determinado le dijo a la joven:
-Emma, podes, venir un momento.
-Sí, respondió Emma, ya voy don Carlos.
-Hoy es viernes, le dijo Don Carlos, te invito a pasar el fin de semana conmigo.
La verdad es que la propuesta dejó boquiabierta a la joven, nunca el patrón había tenido una actitud semejante. Por cierto, que Carlos le expresó la invitación en un tono mesurado de voz y si moverse del sillón en el que estaba leyendo el libro.
-La verdad es que no puedo, debo atender a mi hija, dijo la joven, con tono de voz suave pero firme.
-Bueno, dijo Carlos, cuando puedas y si te parece bien y aceptas la invitación te pido que me lo hagas saber.
-Así lo haré, dijo Emma.
Cuando la joven llegó a su casa le contó a su madre la invitación que le había hecho Don Carlos, Isabel se quedó pensativa, hizo un profundo silencio y le dijo:
-Hacé como te guste hija, si te agrada ese hombre podés quedarte, no veo cuál es el inconveniente. ¿Te gusta don Carlos?, la preguntó su madre a la joven.
-Es un tipo agradable, bien puesto, alto, delgado, a pesar de sus años entrena de lunes a sábado, y cuando se va al gimnasio me deja la casa y hago y deshago como quiero.
-No me interesa lo que deja hacer o no al nivel del trabajo, te pregunto si te gusta como hombre, dijo Isabel.
-Está interesante el maduro, dijo la joven con una sonrisa en la boca.
-Perfecto, dijo su madre, pero acordate de lo que hemos vivido, no me dejes de lado. Sentenció Isabel.
-Nunca te voy a dejar de lado, mami, dijo Emma.
Esta conversación daba a entender que en el fin de semana que venía, Emma se iba a quedar en la casa de Don Carlos. Y así fue. La joven al terminar las tareas de hogar, el viernes por la tarde, le dijo a don Carlos que aceptaba su propuesta y que iba hasta su casa a cambiarse y luego vendría a eso de las 19.00 horas. Carlos asintió con la cabeza y la acompañó hasta la puerta de salida de su casa.
Emma se puso el vestido que le había regalado Carlos, había comprado unos zapatos de color negro con tacos medianos, se puso ropa interior muy sutil y erótica y llegó a la casa la hora indicada. Carlos la recibió, la hizo pasar y la invitó con un whiskey, Emma declinó la invitación, dijo que no bebía, a lo que Carlos le dijo que debía algún día robar un poco para ver si le gustaba. Bajos esas perspectivas Emma aceptó la copa. Bebieron juntos.
Charlaron un rato de temas intrascendentes, Carlos le preguntó por su hija y la joven respondió que se había quedado al cuidado de su madre. Carlos avanzó en las preguntas familiares hasta que de golpe le dijo que les gustaba mucho, que se trataba de una joven muy singular y muy bella, al menos a sus ojos.
La joven se levantó del sillón, y le preguntó:
– ¿Le gusta cómo me queda el vestido que me ha reglado?, y dio una vuelta entera mostrándose, casi desenfadada.
-Me encanta, dijo Don Carlos, se puso de pie y le rodeó la cintura con los brazos.
-Me gusta mucho que le guste Don Carlos, dijo la joven al tiempo que le rodeaba el cuello con sus brazos.
Carlos bajó sus manos y las puso sobre los glúteos de la joven, ella buscó su boca con la suya y le introdujo la lengua. Carlos respondió rápidamente a ese beso. Levantó la falda y comenzó a hurgar debajo de la tanga buscando el hueco vaginal de la joven, lo encontró e introdujo un dedo dentro de ella. Estaba mojada. La joven gimió levemente y le dio otro beso mientras que apretó su cuerpo contra el de Don Carlos, quien ya estaba con el miembro erecto y lo tenía apoyado a la altura del ombligo de la joven.
Fueron besándose hasta la habitación, Carlos le quitó el vestido, ella quedo en una tanga blanca con un soutien que le hacía juego en color y modelo, se sentó al borde de la cama, Carlos se arrimó, ella le bajó el cierre del pantalón, sacó el pene duro y comenzó a succionarlo lentamente, variaba las formas de mamar, su lengua fue yendo por toda la cabeza del miembro, luego se lo tragó casi hasta el fondo, Don Carlos estaba muy excitado, mientras se sacaba la camisa al tiempo que desabrochaba el soutien de la joven, quedaron a la vista dos hermosos senos con bellísimos pezones, con amplias aureolas, a pesar de que los mismos no eran demasiado grandes, los pezones eran asimétricos a las tetas.
Ya desnudos en la cama, Carlos fue hasta abajó y sacó la tanga, quedó en un primer plano ante sus ojos una vagina peluda, con labios normales, mojada y comenzó a pasarle la lengua desde abajo hacia arriba buscando el clítoris, Emma gemía como una meretriz en celo, caliente, ardiente, casi morbosa le pidió que le introdujera la lengua en el agujero, así hizo Carlos y ella gritó desaforadamente, se había corrido con una fuerza inusitada, hizo una exclamación de placidez al tiempo que tomó la cabeza de Carlos de ambos lados y dio a entender que quería que siguiera con su tarea de lamer esa vagina que no dejaba de emanar fluidos transparentes y viscosos.
Don Carlos dejó de lamer y le ingresó su pene en la cavidad vaginal de Emma, se removió en la cama, gimió y clavó sus uñas sobre la espalda de don Carlos, mientras le decía casi con un halito de vos que siguiera con más fuerza. Eso fue lo que hizo el hombre, quien, al rato de cumplir con el deseo de la joven, se salió de ella, la dio vuelta, colocándola boca abajo, descendió hasta la cintura, abrió sus glúteos y comenzó a lamer el agujero del culo de Emma, luego se arrodilló y le colocó el miembro duro en la cavidad anal. Emma siguió con sus gemidos y sus suspiros, mientas Don Carlos ingresaba y salía con cadencia de ese agujero glotón.
Al rato, la joven le pidió montarlo, a lo que Carlos accedió rápidamente, si había algo que le gustaba sobremanera era que la mujer se colocara encima de él e hiciera todo el trabajo. Emma comenzó a subir y bajar con el pene adentro, pero no lo hizo mucho tiempo, Don Carlos no puedo aguantar con los movimientos habilidosos de la joven y derramó su semen en interior de su vulva. Carlos estaba extenuado de una relación caliente y ardiente, la joven siguió con sus movimientos de ingreso y egreso del pene en su hueco fresco, Carlos le pidió que se detuviera, ella le dijo:
-Ya, dejame acabar una vez más, y así fue.
-Te gustó, le dijo Don Carlos.
-Por supuesto, me acabe un montón de veces tanto cuando me la puso por el culo como por la concha. Dijo Emma.
-Qué bueno, exclamó don Carlos. Y me podés tutear querida.
-Bueno, así lo haré, ¿te puedo pedir una cosa para la próxima? Preguntó la joven.
-Seguro, dijo Carlos.
-Me gusta el sexo hablado suciamente. Me excita mucho.
-Bien, así lo haré, pero mirá que no tengo tapujos, ni en hablar ni en pedir. Advirtió don Carlos.
-Podés hablar todo lo que quieras y podés pedir también todo lo que quieras, dijo Emma. Pero yo también, ¿verdad?
-Sin dudas, dijo Don Carlos.
14 años atrás.
Isabel fue abandonada por su pareja cuando estaba del séptimo mes de embarazo de Emma, se juró en ese momento que no estaría ya más con ningún hombre. Se iba a dedicar por completo a su hija que estaba al nacer y de la que ya tenía nombre elegido: Emma.
La niña nación con perfecta salud y ambas se volvieron a su casa a los dos días del hospital. Isabel se ocupó de la niña con mucho esmero, estaba pendiente de todo lo que ella hacía, comenzó a mirar por sus ojos, fue y es aún una madre sobreprotectora. Isabel es una mujer de casi un metro 70 de estatura, con un cuerpo que tiene algún kilo de más, pero es muy bella, de cabellos negros largo hasta la mitad de la espalda, con senos llamativos y unas caderas que no pasan desparecido. De manera que ha tenido y tiene innumerables oportunidades con los hombres. Sobre todo, teniendo en cuenta que se trata de una mujer muy ardorosa, pero que fue muy consecuente con su postura de no mezclarse con hombres. De todos modos, su calor corporal no pudo lo contener, de modo que comenzó por las noches a masturbarse, primero, fue una vez a la semana; luego tres; y, más tarde una o dos veces por días.
El grado de protección que Isabel ejercía sobre hija llegaba hasta bañar a la niña todos los días, ambas se desnudaban y entraban al baño, ella la aseaba perfectamente, la niña estaba siempre de punta en blanco. En una ocasión estando ambas en el baño, Isabel se tentó y comenzó a jugar con los pezoncitos de su pequeña hija, la niña se rio, Isabel también, luego enjabonó su cuerpo hasta llegar a la vulva y comenzó a meter su mano entre las piernas de la jovencita, dejo caer el jabón y siguió con esos masajes sobre los labios vaginales de la pequeña, hasta que introdujo un dedo en ese hueco pequeño, entraba y salía, la nena le dijo:
-Mami, ¿qué haces?
-Solo juego con vos y también conmigo, dijo.
Isabel también se frotaba la vagina y metía sus dedos dentro de ella, mientras continuaba haciéndoselo a la jovencita, ambas siguieron con ese juego hasta el final de la ducha. Todo siguió en los días siguientes del mismo modo, pero agregando cosas, Isabel introdujo un dedo en el ano de la niña, y le pidió a su hija que acariciara su entrepierna, la tenía muy peluda, cosa que llamó la atención a la niña porque ella la tenía pelada, su madre le explicó que tenía que crecer para que los bellos le crecieran. Luego la cosa agregó el uso de la lengua en las partes más erógenas de ambas y así fue pasando el tiempo y la joven fue creciendo con esa rutina sexual caliente, ardiente y provocadora que le proponía su madre y que ella respondía con la misma fogosidad.
Cuando Emma tenía 13 años solía ir a bailar con sus amigas a un club que se encontraba cerca de su casa. Allí conoció a un joven, tres años mayor que ella, con él bailó durante varias semanas hasta que terminaron en la casa de una amiga de Emma y tuvieron relaciones sexuales. Cosa que ocurrió en varias ocasiones, esto duró al menos medio año, a los tres meses Emma le informo al joven que estaba embarazada. El muchacho le dijo que no se encontraba preparado para ser padre, que no iba a reconocer al niño y que no lo buscara porque él iba a desparecer de los lugares que solía frecuentar. Y que, por supuesto, no se enojar y que tuviera la sensibilidad para comprenderlo.
Emma no le dijo nada y se fue a su casa, estuvo dos días pensando cómo le iba a decir a su madre lo que le había ocurrido.
-Mami tengo que hablar con vos. Le dijo con voz suave a Isabel.
– ¿Qué pasa hija, decime?
-Estuve con un chico y me quedé embarazada y no quiere saber nada. Dijo Emma.
-No hay problema hija, le dijo su madre. Te he ocurrido lo mismo que me ha pasado a mí. ¿A vos no te gustó como nos ha ido en la vida?
-Sí, mami, mucho. Dijo Emma.
-entonces hacé lo que hico yo con vos. ¿Qué te parece?
– Me parece bien.
-Entonces no hay nada más que hablar, no te preocupes, yo te voy a acompañar siempre, hija.
Así fue que fue pasando el tiempo, Emma tuvo a un niño hermoso, regordete y muy saludable. Le puso de nombre Elián. El niño fue creciendo y se convirtió en un jovencito estilizado corporalmente, su rostro era muy parecido al de su madre, tenía un toque femenino, incluso en sus formas de moverse y de caminar, era sumamente delicado, aunque si en su crecimiento seguía por ese camino iba a ser un joven requerido por las mujeres.
Emma tenía la misma postura de su madre para con ella, era una madre sobreprotectora, incluso repetía lo de bañarse juntos aun cuando ya Elián tenía 4 años, en una ocasión ella se quedó un poco atrasada en la ducha y luego se dirigió desnuda hacia la habitación en donde estaba Elián jugando con su ropa interior.
– ¿Qué hacés, hijo?, dijo su madre.
-Nada, miro, le contestó el niño.
-¿Te gusta?, preguntó Emma.
-Sí, me gusta. ¿Me regalas ropa así, mami?
– ¿Eso querés?
-Sí, mami. Me gusta ponerme esa ropa.
-Bueno, para tu cumpleaños te regalo esa ropa.
Emma se vistió, tenía que salir a una entrevista de trabajo, antes de ello acomodó unas cosas en su cartera y le dijo a su madre.
-Elián me pidió que le regale ropa interior femenina. ¿Qué te parece mami?
-Me parece bien, dijo Isabel, está con nosotras todo el día y puede le guste como nos vestimos, yo le voy a reglar al jovencito. Vos andá tranquila ahora a la entrevista. Dijo Isabel.
Isabel se fue hasta el centro de la ciudad y compró ropa interior pequeña para que se adecuara al niño, de varios colores y de texturas diferentes y modelos distintos. También pasó por una tienda y vio un vestido muy bonito de color rosado, que también compró y al que acompañó con unos zapatos para niña, de color negro y unos zoquetes rosados con volados. Verdaderamente muy lindos.
Al volver a la casa vistió a Elián con todo lo que había comprado, el chico estaba verdaderamente muy bonito, en realidad estaba muy linda, incluso su abuela le había puesto un sobre nombre para que complementara adecuadamente con su nueva figura: Nina. Cuando llegó Emma vio a su hijo convertido en una nena, en ese momento se puso muy contenta con verla de ese modo, le dio un beso a su madre y otro a Nina.
El tiempo siguió pasando, Nina siguió creciendo y como siempre continuaba bañándose con su madre, la que en una ocasión se vio tentada de tocar al niño, tomo el jabón y y se pasó por el pecho hasta llegar a su pequeño pene y sus testículos, dejó caer el jabón y comenzó a acariciarlo, mientras con su otra mano se estaba masturbando, frotándose el clítoris, estaba ardiendo, el jovencito terminó por tener una erección, se puso duro su pito, al verlo, Emma se tentó y arrimó su boca y se lo metió en ella succionándolo, el jovencito le dijo:
-Mami, me hacés cosquillas… dijo Elián.
– ¿No te gusta?, le preguntó su madre.
-Sí, mami.
-¿Sigo?
-Sí, mami.
Emma continuó con su tarea a la que le puso una gran atención, pasión y calentura era lo que envolvía el cuerpo de esa joven mujer, dio vuelta al pequeño y enjabonó su espalda hasta llegar a sus glúteos, abandonó nuevamente el jabón y cayó al suelo, abrió los cantos del niño y le metió un dedo enjabonado en el recto.
-Si te gusta ser una mujercita como tu abuela y como yo, tenés que dejar que mami te abra la colita, a nosotras las mujeres nos gusta que nos metan cositas allí. Dijo Emma con suavidad y cada vez más caliente.
-Sí, mami, asintió Elián, allí también tengo cosquillas.
Emma le pidió al niño que hiciera lo mismo con ella, tal como hizo ella con él; se paró, se puso delante del jovencito, abrió sus piernas y con sus manos abrió sus labios vaginales y le dijo que le metiera la lengua y la moviera. Ella le fue indicando como hacerlo hasta que el niño fue mejorando su performance. Una vez que se satisfizo Emma comenzó a tocarle el pene al jovencito hasta que salió un líquido casi transparente y semi viscoso de su pijita.
-Después te voy a decir cómo hacer la próxima vez con mi cola, vas a ver que te va a gustar, le dijo su madre al niño.
Elián asintió con la cabeza, dejaron el cuarto de baño y llegaron hasta la habitación para cambiarse. Elián se quedó en la pieza, Emma fue hasta la cocina, allí estaba Isabel, le dijo:
-Mami recién estuve bañándome con Elián.
-Como siempre dijo su madre.
-No, no fue como siempre, me calenté tuve sexo con él. Y me gustó.
-Bueno, dijo Isabel, ahora cuando estemos cenando le vamos a decir que vamos a tener ese tipo de encuentros, pero entre los tres. ¿Te parece bien, hija?
-Claro, mamá, me parece muy bien.
-Bueno, pero si se va a vestir como una nena, digámosle Nina, creo que es lo mejor.
-Es verdad, mami, tenés razón.
Y así siguió la cosa y también fue pasando el tiempo. La relación entre los tres continuó a todo vapor, el joven se hizo un experto en estas lides y sus mujeres estaban realmente encantadas con la pequeña, era un varón y una mujercita al mismo tiempo, lo que excitaba a ambas. El sexo era cada vez más pervertido, con inclusión de juguetes eróticos, palabras soeces, lluvias plateadas y doradas, todo era como un mundo ideal de los sentidos. Un micro mundo de sexo de tres.
Don Carlos y Emma ya hacía al más de tres meses que mantenían la relación. Emma le solicitó a Don Carlos que era tiempo de conocer a su madre y a su pequeña hija. A lo que el hombre se mostró un poco reticente todavía y le dijo que esperaran un par de meses más.
Emma fue a visitar a su madre y le contó lo que le había propuesto a su hombre, Isabel le dijo que ella iba a estar encantada de recibirlo, le parecía un hombre leal y sincero y que trataba a su hija como ella hubiera soñado alguna vez. Emma se mostró preocupada:
-Mami cómo te parece que hagamos con Nina cuando venga don Carlos.
-No sé, dijo Isabel, ya se me va a ocurrir algo.
-Bueno que no sean cosas raras como a vos se te ocurren.
¿Por qué no?, respondió Isabel, en el fondo va a ocurrir lo que he estado pensando en estos días.
– ¿Qué es mami?, dijo Emma, porque vos sos un peligro.
-Vamos a terminar los cuatro en una gran fiesta de sexo. ¿O acaso no le vas a prestar a la hembra de tu madre la verga de tu macho?
-Por supuesto, mami, dijo Emma, con una sonrisa, lo que no quiero es que le resulte desagradable a Don Carlos.
-Eso no va a ocurrir. También podés pensar algo vos. Le dijo Isabel a su hija.
-No te das una idea mami de lo que es don Carlos, un verdadero macho, me trata como una hembra puta, que es lo que me gusta, le dijo Emma a su madre.
– Mmmmmmm, que interesante, dijo Isabel. Estoy segura que le debe gustar de todo a ese viejito piola.
-No te quepan dudas, ma, dijo Emma, le gusta todo y sin límites.
Emma, su madre y Nina tuvieron una sección de sexo turbulento, como siempre ha sucedido entre los tres y al cabo de un par de horas, Emma se volvía a la casa de don Carlos.
Estaba por llegar el cumpleaños de don Carlos y Emma le preguntó que le gustaría que le regalara para el mismo, don Carlos dijo que le alcanzaba con ella.
-Vos sos el regalo más lindo que tengo. Me encanta mucho que estés conmigo.
– ¿En serio?, dijo Emma.
-Claro, dijo Carlos, mirándola con ojos lascivos. Me gusta comerte toda y en la noche de mi cumpleaños quiero que me des una sorpresa.
– ¿Una sorpresa querés?, pregunto la joven con una sonrisa maliciosa en su rostro angelical.
-Sí, así que andá pensando algo nena. Y comportate como una puta, como lo que sos.
-Me encanta ser putona, es una cosa que me calienta mucho, cuando más puta soy más me caliento y mejor actúo.
-Mejor así, dijo Don Carlos.
– ¿Y si te doy una sorpresa, algo así como rara, me asegurás que no te vas a disgustar y que la vas a aceptar tal como la he preparado? Dijo Emma.
Sí, ¿por qué me preguntás eso? Todo lo que vos hagas me gusta, por tanto, lo que me vayas a preparar me va a gustar. Expresó Don Carlos con una sonrisa de oreja a oreja.
-Entonces quedamos en que tengo permitido preparar la sorpresa que yo quiera, ¿verdad?
-Por supuesto dijo don Carlos.
Emma se puso manos a la obra, lo primero que hizo fue llamar por teléfono a su madre, sin que Don Carlos estuviera presente. Le contó que tenía una idea que quería llevar adelante y que ella la tendría que ayudar y también Nina. Por supuesto que Emma consiguió lo que quería y entonces se puso a trabajar en las prendas que levaría puesta ese día. No faltaba tanto solo unos tres días.
Y el día llegó. Emma estaba vestida con ua pantalón amplio y una remera de color blanco. Don Carlos estaba sentado en un sillón mirando la televisión, eran algo así como cerca de las siete de la tarde. Emma le dijo a Carlos que debía subir a la habitación, fueron. Allí ella lo sentó en un pequeño, pero cómodo sillón que se encuentra en uno de los ángulos de la amplia habitación. Se colocó detrás de él y le vendó los ojos.
-Ahora ven la sorpresa, ya vas a ver lo que te ha preparado tu yegua putita.
Don Carlos estaba más que inquietado y casi ansioso por saber quera lo que iba a ocurrir. En ese momento se abrió la puerta, ingresaron su madre, con un desabillé transparente con una pequeña tanga que apenas tapaba su vulva y la pequeña Nina, vestida con un conjunto de lencería rosa, una pequeña tanga y un soutien del mismo color. Emma ya estaba totalmente desnuda, tal como le gusta verla a don Carlos.
Entre las tres mujeres iniciaron una sesión de sexo salvaje como era su costumbre, don Carlos escuchaba solamente sus gemidos y las palabrotas que se decían entre las personas que él no podía ver, solo reconocía la voz de Emma. Eso habrá durado algo así como unos cinco minutos, al cabo de ellos Emma se dirigió hacia el sillón, y mientras desataba la venda se colocó delante de él, y lo primero que vio fue a la joven desnuda, le tapaba todo el panorama, se corrió y dejó ver a su madre y a Nina, ambos en bolas, la jovencita le chupaba la concha a Isabel mientras esta se retorcía en la cama lanzando unos pequeños grititos de placer.
– ¿Te gusta lo que ves? Esta es la sorpresa.
-Sin duda, me encanta, quién es esa chiquita, aun no le había visto la pija el jovencito, que ya estaba por cumplir los 8 años, y esa mujer.
-No te hagás problemas, después lo vemos ahora a disfrutar de las tres, dijo Emma y agregó, ¿qué te parece?
-Sí, vamos.
Don Carlos se desnudó casi como un rayo de luz, y se fue directamente a la chiquita, cuando la sacó de la concha de Isabel, pudo comprobar que tenía una verga dura, pequeña, pero dura.
-Vos sos una nena trans, me encanta, vení que te voy a chupar la pija pendejo putito.
A todo esto, Emma e Isabel comenzaron sus juegos sexuales perversos de siempre con aparatos y puggs que se introdujeron en el culo y en la concha, estaban totalmente húmedas y con ganas de coger. Don Carlos no se hizo esperar y le puso la verga en la boca al jovencito que comenzó a mamársela con delicadeza y esmero, incluso le chupaba los huevos. Don Carlos lo dio vuelta y le apuntó al hueco del culo, Emma e Isabel se detuvieron en sus juegos y se pusieron una a cada lado de Carlos, querían ver como perdía la virginidad el jovencito, Carlos tomó de la mesa de noche un pote de aceite y embadurnó su verga y el culo del joven, y le introdujo la pija hasta el fondo, Nina se quejó con un grito de dolor, pero rápidamente empezó a contonearse y a disfrutar de la verga adentro de su culo por primera vez.
Ambas mujeres comenzaron a acariciar a don Carlos mientras este seguía dándole a la pequeña Nina sin asco.
-No sabía que te gustaba la pija, le dijo Emma a don Carlos.
-Me gusta todo y ahora les voy a dar a ustedes por el culo y por la concha y después las voy a mear enteritas a las dos. Y también a ese pendejito puto.
Y, por supuesto, que Carlos hizo todo lo que había dicho que haría, trató a las mujeres como putas que solo pensaban en la pija y en la leche, que necesitaban tener llenos sus agujeros. La madre y la hija respondieron con la misma perversidad que Carlos, ellas se dejaron hacer todo lo que el macho quería, pero ellas pusieron también sus lujurias en juego, como hembras calientes y ardorosas. Don Carlos derramo su semen en la concha de Isabel.
Más tarde se enteró que era la madre de su joven pareja y que el jovencito era el hijo de Emma. Sin duda que eso lo dejó un poco perplejo, pero lo puso más caliente todavía. Le encantó la posibilidad de haber experimentado con una familia un sexo exótico y ardoroso. Además, se enteró que en algunos meses iba a ser padre. Emma estaba embarazada. Sin duda, que, como buen perverso, preguntó si eso se podía repetir. Las mujeres al unísono dijeron que sí. Don Carlos pensó para sí: “estas mujeres son terribles.” Sin embargo, todavía le faltaba una noticia más. A los tres meses de haber ocurrido este primer encuentro de sexo salvaje, se enteró que iba a ser padre, pero con la madre de su ………. ¿novia?, ¿mujer?, ¿amante?, ¿criada?, ¿chica de la limpieza?
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