LA CURIOSIDAD (MIS PRIMERAS PAJAS)
Como me fascino una polla en mi infancia.
A mucha gente le resultara escandaloso y depravado lo que a continuación les relatare.
Pero créanme no soy la única que ha experimentado estas situaciones.
Según yo creo todo se remonta a la situación de año y localización.
Nos trasladamos a finales de los años 80, en un pueblo muy pequeño de Andalucía y en la época del verano.
Como en todas las casas, después de comer todo el mundo se echaba la siesta. Mi padre salía a su trabajo y mi madre nos obligaba a mis hermanos y a mí a echarnos la siesta.
Mi hermano mayor contaba en aquel entonces con 14 años, yo 9 y el mas peque tenía 1 año solamente. Yo en aquel tiempo tenía mi pelo largo moreno, siempre recogido en una cola. Mis tetas apenas despuntaban y tenía un buen culo respingón.
Vivíamos en una casa de dos plantas, arriba estaba prácticamente toda la vivienda, pero al nacer mi hermano pequeño, mis padres le hicieron un dormitorio a mi hermano en la planta baja.
Una de aquellas tardes que se supone que tenemos que echarnos la siesta, me salí de mi habitación y teniendo mucho cuidado, ya que había que pasar por la puerta del dormitorio de mis padres, me baje sin hacer ruido hacia la planta de abajo para jugar con mi hermano. Abriendo despacio la puerta por si estaba dormido, me quede de piedra al ver a mi hermano desnudo, encima de la cama y tocándose su polla.
A pesar de que alguna vez se la había visto, nunca la tenia así de grande. Como si una estatua fuera, casi sin respirar, me quede mirando lo que hacía. Mi hermano subía y bajaba su mano a través de ella. Me fascinaba aquella escena.
De repente aumento el ritmo y oí como jadeaba, de pronto un liquido blanquecino salía de su pene, que me parecía enorme.
Me subí corriendo para que no se diera cuenta que estaba allí. Me metí en mi habitación con una sensación entre asustada y curiosidad. No se iba de mi cabeza su polla. No paraba de preguntarme porque se hacía eso. Porque salía un liquido blanco de ahí. Aquella noche apenas pude dormir pensando en todo eso.
Al día siguiente me envalentone y baje a la misma hora. Nuevamente el estaba otra vez igual.
Esta vez entre y me quede mirándolo. Al verme se asusto e intento rápidamente echarse una sabana por encima.
Empezó a regañarme que porque estaba allí y que me fuera.
Yo le respondí que me enseñara lo que estaba haciendo, a lo que él me respondió que no que me fuera.
Yo insistí a la vez que me metía en su cama. A pesar de que el seguía diciéndome que no, yo lleve mi mano hasta su polla y se la cogí. El no oponía resistencia a la vez que me decía que la dejara y me fuera a mi cuarto.
Aquella sensación no se me olvidara nunca. Tenía la polla de mi hermano en mi mano, me sentía poderosa con ella. Le dije que me enseñara lo que se estaba haciendo. Cogió mi mano y empezó a dirigirla, al poco la soltó y yo seguí el ritmo. Yo estaba disfrutando, veía la cara de placer de mi hermano y eso me encantaba. De pronto me pidió que acelerara, así lo hice y no tardo mucho en empezar a salir ese liquido de su pene. Mi mano, mi brazo, su pecho y una gotita que me salto a la cara. Yo me reía mientras mi hermano se retorcía de placer.
Al acabar me explico que lo que acababa de hacerle era una paja y que lo que salía era la leche de los hombres.
Me dijo que si le había gustado todas las tardes podría hacerle una. Algo que no me negó.
Así empecé a ser la pajeadora oficial de mi hermano, todas las tardes me deslizaba sigilosamente a su dormitorio para hacerle su paja. No solo le pajeaba por las tardes. Muchas mañanas si mi madre salía a hacer la compra y nos quedábamos solo, aprovechaba para ordeñarle y sacarle la leche. Aunque por la tarde volvía a salirle.
Mi hermano me decía que había aprendido muy bien y que le encantaba que le pajeara, ya no era lo mismo hacérselo el solo.
Pero llego el invierno y las tardes se acabaron. A causa de la escuela, apenas teníamos ratos que estuviéramos solos. Mi hermano se aliviaba el solo, al no poder estar juntos sin llamar la atención. Viendo que no había manera de quedarme a solas con él, le pedí a mis padres el quedarme en casa los sábados, cuando iban a hacer la compra semanal. Me dejaron siempre que mi hermano cuidara de mi y él quisiera hacerse cargo. El claramente no se opuso.
La primera vez que nos quedamos solos, se quito los pantalones y se sentó el sofá. Me dijo que para que no mancháramos cuando fuera a correrse, me lo diría y yo tenía que poner la boca para bebérmela. Así lo hice, cogí su polla y empecé a meneársela con mucho entusiasmo. Cada vez se la notaba más dura, él le encantaba decirme que era su putita mientras yo no paraba de subir y pajar la piel de su polla. De repente me dijo que ya y acerque mi boca a su capullo, note la leche caliente saltando en mi boca, apenas podía tragar la que entraba debido a los correazos que soltaba. Pero al final pude tragármela. Ese sabor y esa sensación me gusto muchísimo. Desde aquel día, no desperdicie ni una gota de la leche de mi hermano.
Muy bien, sigue escribiendo, por favor. Antes de enviar el relato, hazle una lectura con calma para pulir algunas frases incompletas o errores de concordancia. Los dos primeros capítulos me han encantado, me gustan los relatos de masturbaciones, de jovencitas y de incestos.