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Fantasías / Parodias, Incestos en Familia

La desgracia del COVID y mí nueva realidad

La pandemia hace de mí vida un caos muy lujurioso. Y mí hija pequeña disfruta.
En la primer oleada de COVID perdí a mí esposa. Fue además de horrible, devastador para mí hija Pauline de seis años.

Cómo debíamos quedarnos en casa, me dedique de lleno al cuidado de mí hija y que no sienta la ausencia de su madre.

Nos costó, pero nos amoldamos. A lo que no podía amoldarme era para el quehacer de la casa, por eso un día me quedé sin ropa limpia. Bañé a mí hija como siempre después del almuerzo y como no tenia ropa, le puse una remera nueva que le quedaba larga y la mandé al sillón mientras yo limpiaba el baño y ponía un lavarropa.

Al terminar mí quehacer, pase por el living y vi a mí nena acostada en el sillón mirando sus dibujitos, y como siempre abierta de piernas. No sé si fue la morbosidad, la calentura de ver una vagina después de meses sin nada o porque era Pauline. Pero me senté a sus pies, sin poder dejar de ver esa vaginita rosa, delicada, lampiña, cerradita. Ella miraba la tablet como su costumbre, cómodamente abierta en el sillón, como siempre sin sospechar que su padre había quedado embelesado con su concha. No lo pensé, porque no podía pensar en nada en ese momento más que en esa vagina. Pase mí dedo suavemente por los labios mayores, como las alas de una mariposa. Ella aparto la mirada de la pantalla y me miró, puse dos dedos en el botoncito de su clítoris y apreté suavemente mientras le daba suaves círculos.

¿Que estás haciendo, papi? — Pregunto.

Me sorprendió que no intentara cerrar las piernas, que no se asustara como algo prohibido y al ver su carita de inocente supe que no entendía que lo que estaba haciendo estaba mal, según los estándares del mundo.

¿No te gusta? — susurré mientras la masturbaba despacito.

Si. — Dijo.

Sigue mirando tus dibujitos.

Murmuré y ella continuo mientras yo estaba babeando por lo que le hacía. No me contuve y no quería hacerlo, Simplemente me acomode y comencé a chupársela. Era la gloria, el sabor… no pueden imaginárselo. Solo un hombre que ha probado la inocencia de esa edad, puede entender el sabor. Con asombro sentí como esa conchita se humedecía.

¿Te gusta lo que te hace papá?

Si, papi. — dijo mí nena con la voz sin aliento.

Me aboque a ello, la chupe, metí mí lengua suavemente en ese hoyito cerrado, chupe y chupe ese clítoris hasta que la sentí jadear y con deleite me trague su orgasmo.

Quería seguir, quería más y más, pero mí hija había bajado sus rodillas y cuando la miré estaba con las piernas abiertas, colorada y con la expresión extasiada, sus ojos entrecerrados. Su primer orgasmo la había dejado fuera de combate.

Era una diosa ahí abierta. Le saque la tablet que había quedado olvidada en su costado y me saque la verga que estaba que explotaba. Me masturbe ahí, no me importaba nada. Simplemente me di un par de jalones y llene de leche la vagina de mí hija, sus piernas. Ella simplemente estaba volando en su orgasmo, asique me quite la remera, le di una limpieza y la dejé dormir la siesta.

Después de la siesta seguimos como si nada pasará. La dejé así desnudita, mí morbosidad no me permitía pensar en nada más. No podía dejar de pensar en lo que había pasado en ese sillón unas horas antes. Mí hija simplemente despertó de su siesta y continuó jugando sin ningún problema. A su madre no le gustaba que use pantallas, por eso las tenía en contadas horas en el día, solía jugar mucho con sus muñecas y en el piso, dibujaba mucho y sobre todo hablaba y jugaba conmigo.

Comencé a aprovechar esos juegos para tocarla, acariciarla de manera más sensual. Siempre fue cariñosa, y cuando venía a abrazarme le acariciaba la espalda y bajaba a sus nalguitas y sus piernas. Mientras me hablaba le sobaba las nalgas y le dedeaba la vagina. Despacito, no de manera insistente, simplemente como si le acariciara el pelo o el brazo. Cuando la acosté en la noche le leí un cuento, pero como aún no sabía leer, me tomé la libertad de inventar lo que quería.

Hansel miró a su hermano y le sonrió. Habían finalmente escapado de la bruja. Gretel abrazo a su hermano y se besaron largamente. Hansel se bajó los pantalones y Gretel le dio los besos que tanto le gustaba a su hermano.

Ella simplemente escuchaba con atención y luego cuando la volví a ver ya estaba dormida.

Cuando finalmente estuve solo en el sillón donde había pasado todo comencé a darme cuenta de lo que realmente había hecho.

Le había hecho sexo oral a mí hija de seis años, había toqueteado a mí hija de seis años de manera incorrecta, pero mí pija seguía dura. Ningún tipo de pensamiento lógico que tenía podía bajar la calentura que eso generaba en mí. ¿Que era lo que me motivaba? ¿La morbosidad, el hecho de que no había cogido ni tocado a ninguna mujer en meses? No lo sabía, lo único que sabía es que si alguien se enteraba no solo me quitarían a mí hija sino que también me meterían preso. Lo único bueno a mí favor era que estábamos en vacaciones, en pandemia y no veníamos ni hablábamos con nadie.

Debía hacer que mí hija, a quien le encantaba hablar, guardara este secreto. Pase por su habitación y estaba dormida profundamente con su remera media levantada, mostrando sus nalgas, deseaba meter mí cara en esa rayita, pero simplemente me di la vuelta y con la mano en la verga me fui a mí habitación. Después de tremenda paja, me quedé dormido.

Me desperté con mí hija encima mío, saltando sobre mí vientre y mí verga, que ya estaba dura debido al despertar matutino, se puso más dura al sentir el calor de esa vaginita sobre mí vientre. Finalmente puse mis enormes manos en sus nalgas y la dejé quieta, aún seguía desnuda como la había dejado el día anterior.

Ya tengo hambre, papá.

Papi dime, Pauline.

Ya tengo hambre, papi.

Ahora me levanto.

Se iba a bajar, pero no le solté las piernas.

Quédate un ratito más así, a papá le gusta sentirte así.

Ella se acostó sobre mí y me abrazo.

¿La ropa ya está seca? Estoy sin bombacha. — Dijo levantándose.

¿No te gusta estar así?

Ella levanto los hombros. Pase mis manos por sus brazos y luego pase a su cintura, baje a sus piernas y comencé a subir despacio acariciándola y termine con mis manos sobando sus nalgas.

A mí me gusta verte así. ¿Te gusto lo que te hizo papi ayer?

Mientras hablaba puse mis pulgares por sus labios vaginales que estaban sobre mí vientre, acariciándola.

Si.

¿Querés que lo haga otra vez?

Ella asintió y me sonrió.

Siiiii.

Grito saltando sobre mí.

Con una condición.

¿Cual?

Ella se paró sobre sus rodillas, dejándome más lugar para que la toque.

No debemos decirle a nadie lo que te hago.

¿Por qué?

No quería inventar nada, porque no se me ocurria nada. No podía pensar mientras la tocaba y su vagina comenzaba a estar húmeda y su cara se transformaba en placer sin diluir.

Porque no. Si no puedes guardar el secreto de papi, no te haré más nada.

Está bien.

La tome de las axilas y la baje a la cama, me acomode entre sus piernas abiertas y comencé a besarle nuevamente la vagina, sus labios pequeños y lampiños simplemente eran deliciosos, suaves, dulces. Me sumergí a chupársela pasando la lengua por ese botoncito que comenzaba a aparecer y ella jadeaba extasiada. Pero quería más, asique me arrodille y me tomé la pija mientras la veía abierta de piernas, una nenita inocente con la vagina brillante y mojada y el pecho plano. Me masturbe mientras ella me miraba fijamente la pija.

¿Querés tocarle a papi?

Quiero lo que hiciste ayer.

Primero tocalo a papi, y después lo hago.

Se arrodilló y tome sus manitos y las puse sobre mí pija, casi le lleno las manos de leche al sentir sus manos. Pero me contuve, le quite la remera y le acaricie los pezones que ni siquiera se notaban.

Arriba y abajo. — Instrui mientras le enseñaba con mis manos sobre las suyas.

Simplemente me deje llevar y le llene el pecho con mí leche, ella se rió y cuando la miré, ella tocó la leche de su pecho curiosa.

Tómalo. — Le dije. Tomé su mano con mí leche y la lleve a sus labios.

Ella simplemente abrió la boca y su cara de asco me dio risa.

Ya te va a gustar. — Susurré mientras le acariciaba el pelo.

Ella se tiró de espaldas a la cama y se abrió de piernas, ofreciéndose.

Ahora me toca.

Chupe, succione con fervor y también metí mí lengua en su agujero cerradito y mí verga volvió a endurecerse cuando la sentí latir alrededor. Mí nena jadeaba, y su pecho se movía sin poder evitarlo. Me tomé todo sus líquidos y cuando me arrodille la vi, igual que el día anterior, estaba toda abierta, con la vagina mojada, brillante, rosada y su cara de placer demostraba lo bien que la había pasado. Pase mis manos por sus piernas abiertas y mí dedo índice se perdió entre sus pliegues, luego seguí bajando hasta su anito y se lo sobe sin dejar de mirarla, ella se estaba recuperando, su pecho plano que estaba agitado estaba bajando sus respiraciones y le sonreí mientras me mojaba el dedo y luego pasaba la yema en su agujero y eso demostraba lo perverso que me había convertido. Mí pija pensaba igual, porque estaba igual de dura como si no hubiera eyaculado hacía instantes, baje un poco y me fregue sobre sus labios vaginales, puntee suavemente y nuevamente le llene la vagina de mí leche.

No había forma de escapar, me había sumergido en un pozo de lujuria y depravación, quería más y no iba

a parar hasta meter mí pija en el cuerpo de mí propia hija.

 

89 Lecturas/28 junio, 2025/0 Comentarios/por Elain123
Etiquetas: baño, hermano, hija, madre, mayores, padre, sexo, vacaciones
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