La Familia de Hugo – Capítulo 1
Hugo tiene una familia de puras mujeres que han crecido entre el placer y el deseo. Este es su día a día. .
Hola! Les dejo el capítulo de una obra en la que estoy trabajando, si les gusta pajeense y dejenme comentarios si la quieren que siga, gracias 🙂
Capítulo 1
Hugo la observó con discreción. Toda una vida deleitándose con la belleza infantil le había dado la habilidad de posar su mirada de forma desapercibida sobre las piernas de sus alumnas. Tenía que agradecer a los descuidados padres que enviaban a sus hijas vistiendo faldas escolares más cortas que lo que marcaba el reglamento, y sólo por eso era que él podía gozar con esos hermosos muslos de las crías de diez años.
Había una que más le llamaba la atención, y su nombre era Stacy. Se trataba de una niña de cabello castaño, piel clara y unos ojos curiosos que eran propios de las nenas de su edad. Usaba la falda más corta de todas las niñas del salón, con las calcetas hasta los tobillos y zapatos negros. Llevaba listones rojos en el pelo y su mirada coqueta apuntaba a que pronto, dentro de algunos años tal vez, ella empezaría a notar la delicia que era y no dudaría en usar sus encantos para seducir a los hombres.
Bajó la mirada y se centró en el cuaderno que estaba calificando. Ser profesor de escuela primaria le venía bien a un amante de las niñas como Hugo. Las amaba, incluso más allá de lo que los otros pervertidos podían comprender. Su deseo no se limitaba a querer hacerles el amor, sino que en realidad pensaba que las niñas eran la cumbre de la inocencia femenina y por eso él las consentía, les hablaba con afecto, era empático y bromeaba sólo para ver sus risitas cándidas y sus voces cantarinas.
Tenía suerte de que en su familia hubiera puras mujeres. Además, estaba casado con Emilie, una mujer que, al igual que él, amaba a las niñas y era una adepta al sexo infantil incestuoso. Sabía que muchos hombres querían una esposa como ella, y matarían para conseguirla. Había procreado con Emilie cuatro hijas y en cierta manera, todas ellas tenían sus encantos y él las admiraba por eso.
De repente alzó la vista y vio a Stacy dando giros como si bailara. Su faldita se alzó, revelando sus maravillosas piernas y unos diminutos shorts de licra que se le ajustaban como una segunda piel. Sonrió y gozó con esa imagen durante unos segundos y recreó en su mente lo rico que sería comerle el coño a esa pequeña. Hugo no podía esperar para llegar a casa y beber de la vagina de sus propias hijas.
—¿Maestro? —Preguntó Stacy y se acercó al escritorio. Hugo sintió que su corazón se alteraba al tenerla tan cerca. La nena tenía unas figuritas en las mejillas y su blusa blanca, bastante apretadita a sus pechos planos, tenía manchas de jugo.
—¿Qué pasa, linda?
—No entendí lo de las multiplicaciones —dijo apoyando los codos sobre la mesa—. ¿Me lo puede explicar mejor? Es que mi mamá me dijo que si no aprendía, pues no me iba a llevar de paseo.
Hugo aspiró el agradable perfume de Stacy. Era una de las pocas niñas de la escuela que ya empezaba a cuidar su aspecto. Detectó en su boca los restos de un pequeño brillo labial, y no pudo evitar mencionarlo.
—¿Tienes labial?
Stacy rio y se tocó la boca con los dedos.
—Mi mamá me dio permiso de pintarme la boca y las unas. Mire.
Era cierto. Tenía las unas pintadas de rosado y se había hecho la manicura. Hugo agradeció a la madre de la niña y le hizo un cumplido.
—Te vez hermosa.
Stacy rio, sonrojada e incapaz de comprender que Hugo pensaba en desnudarla y hacerle el mejor sexo oral de su joven vida.
—¿Me explica?
—Claro. Acércate.
Stacy rodeó la mesa y Hugo experimentó un subidón de adrenalina. Le sonrió a la pequeña y le enseñó cómo se debía multiplicar adecuadamente.
***
Llegó a casa por la tarde, cansado como de costumbre después de dar clases. Llamó para ver quién salía a recibirlo y para su agradable sorpresa, la primera en aparecerse por la cocina fue Sarah, su hija mayor. Era una chica de 15 años, bastante alta para su edad y con un cuerpo esbelto, pechos medianos y piernas largas. El cabello lo llevaba suelto y era de un tono cobrizo.
—Hola, papá —dijo acercándose a Hugo. Él la tomó de la cintura y le dio un beso en la boca. Sarah respondió con naturalidad porque había aprendido a besar a su padre desde que era una niña—. Estaba preparando un pastel.
—¿Cuál es la ocasión? —Preguntó Hugo. Se aflojó la cortaba y se quitó la camisa. Tenía un torso formado y algo peludo.
Sarah se dio la vuelta. Vestía unos shortcitos muy cortos con estampado de flores y una blusa verde. Andaba con naturalidad por la casa.
—Mamá tenía antojo.
—¿En dónde está ella?
—En su cuarto, dándole leche a Mary.
Mary era la hija más pequeña de Hugo y Emilie. Se trataba de una niñita feliz que apenas estaba aprendiendo a caminar. Era la princesa de la casa y todo mundo la adoraba y la protegía.
Hugo le dio un último vistazo al culo de Sarah y de repente recordó la primera vez que la penetró, cuando ella apenas tenía nueve años. Desde entonces Sarah se había convertido en una gran hija y excelente amante.
Hugo subió por las escaleras y antes de entrar al cuarto que compartía con su esposa, se asomó al de su otra hija, Melody. Esta tenía doce años recién cumplidos y era tan bella como Sarah. En cuanto Hugo abrió la puerta, la encontró completamente desnuda frente al espejo. Vio su trasero de nalgas respingonas y suspiró enamorado de la jovencita.
—¿Mirando los encantos? —Preguntó.
Melody se dio la vuelta y se tapó los pechos con un brazo.
—¡Ash! ¡No espíes! —Exclamó, tirándole la almohada a la puerta. Hugo rio y cerró enseguida. A Melody no le gustaba ser espiada y era la más tímida de todas.
Hugo entró al cuarto y entonces vio al amor de su vida. Era una diosa de hermoso cuerpo y tierna mirada. Emilie no era como otras mujeres porque no tenía un rostro sensual ni salvaje. En lugar de eso, era dueña de una expresión juvenil, ingenua. Nadie podría adivinar que detrás de esa sonrisa se escondía una pedófila que había sido criada en el incesto desde pequeña, y que había transmitido esa vida a su familia. De hecho, había sido ella quien había enseñado a su esposo el matrimonio que ella quería, y Hugo había aceptado.
—Llegaste temprano —dijo la mujer. Estaba desnuda sobre la cama, con la pequeña Mary de nueve meses en su regazo. Los pechos de Emilie lucían grandes debido a las hormonas, y estaban llenos de leche todavía.
—Hubo una junta y salimos antes —Hugo se desnudó y contempló su cuerpo desnudo delante del espejo. Tenía bastantito músculo y era un hombre alto, de casi metro setenta. Su miembro estaba flácido y completamente afeitado como le gustaba a su esposa e hijas.
—Ven aquí —sonrió Emilie, llamándolo con un dedo.
Él se acercó y se tiró sobre la cama. Su mujer colocó a la pequeña Mary entre las piernas de su esposo y con mucho cuidado, como si le enseñara un juguete, puso la mano de la bebé sobre el miembro de Hugo. La polla del hombre empezó a levantarse, ganando un buen tamaño con un capuchón rosado y unas venas llenas de sangre.
Mary rio, como si de alguna manera entendiera qué estaba pasando. Emilie pasó la lengua sobre la espalda desnuda de la bebé y siguió sujetándola de la mano, moviéndola de arriba hacia abajo para que masturbara a Hugo.
—¿No crees que es muy pequeña todavía? —Preguntó él. Cerró los ojos y gozó con la caricia de esa diminuta mano. Mary sujetaba su verga como si fuera un juguete.
—No pasa nada —dijo Emilie—. Debemos enseñarla desde niña para que se acostumbre. Mis papás me estimularon desde bebé y a mi hermana mayor la hicieron a partir de los doce, y por eso ella le dio la espalda a la familia.
Aquel era un dato que Hugo no conocía de su esposa. Ciertamente sabía que Lourdes, su cuñada y hermana de Emilie, también vivía en el incesto, pero no se llevaba con nadie más de la familia y se dedicaba a lo suyo con sus propios hijos. Era como si guardara rencor a sus padres por haberla metido en ese mundo del sexo infantil y el amor entre familia.
De cualquier manera, ya no pudo seguir pensando, porque su esposa decidió entrar en acción y se metió la pija de Hugo a su boca. Mamó con rapidez, hundiendo ese trozo de carne en su garganta. Mary jaló el cabello de su mamá y le causó risas a la mujer, que se sacó la verga de la garganta y le dio a su bebé un beso en los labios, asegurándose también de verterle una pequeña cantidad de saliva.
Hugo ya no resistió la tentación, así que jaló a Mary con él y apoyó la espalda en la cabecera de la cama. Orientó a la niña hacia su madre y le abrió las piernas. Emilie vio el coño apretado y diminuto de su hija, sabiendo que meterle algo sería imposible y además, una completa salvajada. Ella era pedófila, no una abusadora de niños. Sonriendo, la mujer se metió entre las piernas de la bebé y le brindó una serie de lamidas a su coñito. El tacto de su lengua le causó a Mary una serie de risas de bebé que encendieron los corazones de ambos padres.
Hugo no tuvo más remedio que contemplar a su bella esposa devorándole el coño a la niña. Después de eso, volvió a su verga y siguió chupándola con gran fuerza y velocidad. Una mano usó para acariciarle los huevos y la otra la alargó cariñosamente hacia la vagina de Mary y la frotó en círculos, teniendo muchísimo cuidado de no herirla. Era una simple caricia sutil que para Mary no significó nada, pues era imposible que comprendiera. Sin embargo, las cosquillas la hicieron reír. Hugo le dio un beso a la cabecita de la niña y siguió gozando con la mamada que le daba su esposa.
—Dámela —dijo Emilie.
Hugo se la entregó y la mujer la sentó sobre el pene de su esposo. La verga dura de Hugo hizo un poco de fricción y con mucho cuidado, Emilie empezó a mover a la niña y a hacerle cosquillas en los costados. Los dos esposos se miraron a los ojos, totalmente enamorados y divertidos por lo que estaban haciendo.
—Te… te amo —jadeó Hugo—. Eres la mejor esposa del mundo.
Emilie se inclinó sobre su hija y le arañó cariñosamente la espalda, sin dejarle ninguna clase de marca en su blanca piel. Su coñito se frotaba contra la caliente verga de su papá, y ante las sacudidas, la bebé seguía riendo y riendo.
Sarah, la mayor, se asomó con naturalidad. No era la primera vez que sus padres jugaban con la pequeña Mary. Sonriendo, llamó a la puerta.
—El pastel está en el horno —dijo.
—Gracias, amor —contestó Emilie.
—¿Está aprendiendo? —Preguntó Sarah y se acercó para ver cómo su hermanita se divertía montando la verga de su papá—. Qué linda está.
—Preciosa —dijo Hugo—. ¡Dios mío! —sujetó la cinturita de la bebé.
Sarah giró la cabecita de su hermana menor y le dio un piquito en los labios. Después frotó la espalda de su mamá.
—¿No es algo pequeña para los juegos? —Preguntó—. A mí me iniciaron ¿A los ocho o nueve años?
—Mientras más pequeñas, mejor —dijo Emilie, pasándose el cabello detrás de las orejas. Estaba sudando y tenía la hermosa cara sonrojada.
Sarah sonrió y se acercó para comerle la boca a su mamá. Aquella imagen fue demasiado para Hugo. Tenía a su bebé de nueve meses sobre su miembro, a su esposa sacudiéndose encima y a su hija mayor jugando con la lengua de Emilie. Ya no se pudo controlar, así que, de repente, sintió que se corría.
—Sobre Mary —dijo Emilie.
Acostaron a la bebé bocarriba. Sarah sujetó el miembro de su papá y tuvo que masturbarlo con fuerza. La verga caliente escupió una descarga de leche sobre el vientre de Mary y Emilie se encargó de esparcir todo ese semen sobre su pecho para dejarla bien empapada. Una vez que la piel tierna y blanca de la niña estuvo cubierta, Sarah la lamió con mucha lentitud. Le gustaba pasarle la lengua a Mary porque su piel era exageradamente delicada como la seda. La dejó bien limpia.
Mary rio. El juego había acabado y estaba rodeada de sus padres y su hermana mayor. Pasarían unos años antes de que comprendiera lo que pasaba, pero no había duda de que, pese a su edad cortísima, había sido divertido.
—Listo —suspiró Emilie, abrazando a su hija—. Sin heridas, sin traumas y con mucho amor. Así debe ser.
Hugo suspiró encantado. Se había corrido con fuerza y estaba en las nubes.
—Ahora vamos a bañarte —dijo Emilie a su bebé y desnuda, la llevó al baño.
Sarah se quedó a solas con su papá. Sonrió, se bajó los shortcitos y montó en él.
—¿Quieres cogerme, papi?
—Sólo espera a que me vuelva a poner duro.
No pasó mucho tiempo para eso. Hugo se puso erecto y la diversión volvió a comenzar.
Muy buen relato. Me gustaría muchos leer la continuación
Exelente relato, espero y subas segunda parte.
Excelente el relato, espero con ansias la contestación