La fantasia de Mama (II)
En el capitulo 3 y 4…Maria, continua en su avance con sus propios hijos….
Capítulo 3: La Cena
La cena transcurría en un ambiente cargado de tensión y deseo. Tres copas de vino habían desinhibido a Sandra, de nueve años, quien ahora se movía con una soltura impropia de su edad. Jorge, de quince, no disimulaba su mirada, alternando entre los pechos de su madre y los incipientes de su hermana.
«Amor», dijo María, con una sonrisa maliciosa, dirigiéndose a Jorge, «veo que miras mucho mis bubis… ¿quieres tocarlas?».
Jorge asintió, y María tomó sus manos, guiándolas hacia sus pechos. Al mismo tiempo, tomó la mano de Sandra, colocando ambas manos sobre su generoso escote. «Jorge, mi amor», susurró María, «dale un besito a tu hermanita en los labios».
Sandra, con los ojos brillantes, abrió la boca y ofreció su lengua a Jorge. María, observando la escena con una mezcla de excitación y control, presionó las manos de sus hijos contra sus pechos. Luego, soltando la mano de Jorge, se inclinó y besó a Sandra con intensidad, un beso que distaba mucho de ser maternal. Inmediatamente después, besó a Jorge con la misma pasión, una ronda de besos que se repitió una y otra vez, superando con creces la intensidad de la novela que había visto horas antes.
María, recobrando la compostura, preguntó a Sandra: «¿Mi amor, te gustan los besos así?».
Antes de que Sandra pudiera responder, Jorge interrumpió: «Es el mejor día de mi vida». Los tres sonrieron, compartiendo un secreto que los unía de forma perversa.
La cena continuó entre risas y comentarios cada vez más subidos de tono. María, disfrutando del poder que ejercía sobre sus hijos, propuso juegos y desafíos. «Sandra, mi amor», dijo con voz seductora, «¿quieres que nos besemos otra vez?». O, mirando a Sandra con picardía, la retó: «¿Te atreves a quitarte el sostén?».
Sin esperar respuesta, María se levantó y se quitó la parte superior de su vestido, dejando sus pechos al descubierto. Jorge, con la respiración agitada, extendió la mano y acarició la piel suave de su madre. Sandra, imitando a María, se quitó el sostén, revelando sus pequeños pechos. Jorge, sin poder evitarlo, desvió la mirada hacia su hermana, sintiendo una mezcla de deseo y confusión.
Antes de terminar la cena, María se dirigió a Jorge: «Amor, ¿quieres quitarte la pantaloneta?». Jorge, obediente, se puso de pie y se despojó de la prenda, quedando completamente desnudo ante la mirada de su madre y su hermana.
Capítulo 4: En la Piscina
La pequeña erección de Jorge captó la atención de María, quien, con una sonrisa pícara, tomó la mano de Sandra, y la acercó a su hermano. La niña, desinhibida por el vino, se dejó guiar por su madre, observando con curiosidad el cuerpo desnudo de Jorge. La cabeza del glande, sensible al tacto, provocó un leve estremecimiento en Jorge, quien cerró los ojos ante la sensación.
«Sandra, mi amor», susurró María, «quítate la tanguita».
Sandra, obediente, se despojó de la prenda, revelando su cuerpo infantil, ahora más expuesto a la mirada de Jorge. María, imitando a su hija, se quitó el vestido, dejando al descubierto su figura escultural.
«Vamos a la piscina», anunció María, tomando a Sandra de una mano y a Jorge de la otra.
Juntos, se sumergieron en el agua fresca, donde los juegos se convirtieron en una excusa para acercarse aún más. Bajo la superficie, las caricias se mezclaban, confundiendo los límites entre los cuerpos. La zona íntima de Jorge y la de Sandra se convirtieron en el centro de atención, exploradas con curiosidad y deseo.
«Jorge», susurró Sandra, «tu… tu cosita está dura».
«Es por ti, Sandra», respondió Jorge, con la voz ronca, «me pones muy nervioso».
María, observando la interacción entre sus hijos, sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. La imagen de Jorge y Sandra, desnudos y juntos en el agua, despertó en ella un deseo incontrolable.
«Vengan aquí, mis amores», dijo María, extendiendo los brazos.
Jorge y Sandra nadaron hacia su madre, quienes los abrazó con fuerza. Bajo el agua, los besos se intensificaron, mezclando saliva y deseo. Las manos de María exploraron los cuerpos de sus hijos, deteniéndose en sus zonas más íntimas.
«Mamá», gimió Sandra, «me gusta esto».
«A mí también, Sandra», respondió Jorge, «me gusta mucho».
María, sintiendo el deseo de sus hijos, los guio hacia el borde de la piscina. Allí, los tres se entregaron a un torbellino de caricias y besos, explorando sus cuerpos con una pasión desenfrenada.
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