La fruta prohibida siempre es la más deliciosa: Deseos de una madre
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Nos remontamos 3 meses atrás, cuando los problemas entre mis padres continuaban creciendo, las mentiras e incoherencias de mi padre para encubrir un casi evidente engaño eran el pan de cada día en mi casa.
Además de mis padres, tengo un hermanito de 7 años, y siempre trato de salir con él para que mis padres intenten arreglar esa situación.
Desde que surgió aquel problema, mi madre ha estado constantemente conmigo, pidiendo consejo y apoyo, tratando de averiguar cómo es que atraparía a mi padre con las manos en la masa.
Así mismo, no dejaba de pensar en mi madre, de cómo ayudarla, pues cada día se notaba más deprimida y agobiada, el trabajo y esto la consumían totalmente.
Y es que no podía creer que estuviese sucediendo esto entre mis padres, ¿por qué mi papá teniendo a mi bella madre se atrevería a buscar a alguien más? Es decir, mide 1.
75, castaña, piel blanca como la luna, unos senos ni grandes ni chicos, sino perfectos, unos labios siempre rosados que todos los hombres deseaban después de mirar fijamente su culo.
Algo tengo que admitir, desde que nos tuvo a mi hermanito y a mí, ha perdido su esbelta figura, pero no dejaba de tener ese.
no sé cómo decirlo, esa presencia que hace que a una señora de 40 años la llames MILF, que sin dudarlo te la follarías una y otra vez.
Finalmente, mis padres decidieron darse un tiempo, porque no querían arruinar muchos años de matrimonio; mi padre decidió irse a su tierra por unos meses o el tiempo necesario; y mi madre se quedaría con nosotros, a continuar nuestras vidas, pues yo tenía que empezar la universidad en otro estado.
Como dije, no podía dejar de pensar en mi madre, pero ahora dejé a un lado los sentimientos y cuestionamientos, la vi como una mujer, una mujer soltera, vaya, me sentía muy raro, ya que jamás la había visto así, siempre fue mi madre, y tuvo que pasar esto para darme cuenta de la exquisita mujer que me había dado la vida.
Sin papá las cosas al principio fueron muy deprimentes y difíciles.
Desgraciadamente tuve que dejar a mi madre poco tiempo después debido a que la universidad empezaba sus cursos y yo tenía que estar a tiempo.
Los últimos dos días trate de estar lo más cerca que podía estar a mi madre, literalmente, y es que ella desde hace tiempo que mi mira y trata extraño, aún antes de lo de papá, pasaba por mi mente "oh dios, creo que le gusto a mi madre" porque créanme, me lo demostraba cada vez que "intencionalmente" me tocaba en la entrepierna mordiéndose los labios mientras reía, en cierto punto me parecía muy extraño, pero ahora estaba totalmente decidido a hacer algo, pero ya hacía tiempo no sucedía eso.
Ella solía acostarse por ratos, y yo aproveché para estar junto a ella en uno de esos últimos días.
-Mamá.
— le dije mientras me daba la espalda, coloqué mi brazo en su espalda.
-Tengo la espalda muy tensa, dame unas palmadas — me dijo algo desmotivada y evidentemente triste.
Empecé a darle golpecitos al mismo tiempo que admiraba más de cerca su cuerpo, con más detalle, como nunca lo había hecho.
Aquel día vestía unos leggins negros ajustados, los tirantes de su brazier se asomaban por la playera de tirantes, y su cabello largo lo había acomodado ella pasando sobre su cuello hasta delante de sus pechos.
-Necesitas relajarte, estás realmente cansada — le dije para acercarme más y empezar a masajear su espalda.
-Si, mi amor — me respondió algo dominada por el sueño.
Una erección surgía sobre mi pantalón mientras más me acercaba a mi madre, no podía evitarlo, esas piernas formadas que se movían para acomodar ese culo cubierto de leggins color negro, las pecas sobre su espalda me excitaban de alguna forma al momento de tocarlas con mis dedos.
Me acerqué más a modo que quedé a no más de 10 cm de mi madre.
-Relájate, hermosa — le dije.
Respondió con unos quejidos afirmativos.
Mi respiración se volvía más intensa.
Baje mis manos por su espalda, masajeando cerca de su culo.
Mi pene estaba a tope y yo realmente no podía más, acerqué mi pene cubierto de mi pantalón, pero duro como una piedra hacia su culo, y lentamente empecé a frotarlo.
Así estuve aproximadamente 2 minutos, no sabía si mi madre se percataba de esto, en momentos dejaba de hacerlo y de nuevo me acercaba.
Por fin, mis manos llegaron a su culo tocándolo suavemente, con delicadeza, apretaba un poco a veces, me empecé a frotar la verga mientras con la otra mano acariciaba ese culo cubierto de leggins.
-¿Mamá? — pregunté algo temeroso, y no recibí respuesta pues ella ya estaba profundamente dormida.
Decidí entonces a pasar mi brazo sobre ella rodeándola y replegándola a mi haciendo que su culo quedase totalmente pegado a mi pene, la abrace y ahí frote aún más.
La excitación me invadió con locura, jamás imaginé llegaría hasta este punto.
El frotamiento se convierto en un movimiento más veloz puesto que mi pene se movía con placer en el culo de mi madre, más rápido, más intenso, en ese momento no me importaba nada, la repegue más hacia mí y finalmente la lujuria incestuosa hizo lo suyo, expulse como nunca ese semen dejando mi pantalón empapado.
Me quede unos minutos ahí acostado, para asegurarme que cuando mi madre se levantara no se haya enterado de lo que acababa de hacer.
Sin embargo, el agotamiento físico me venció, cerré mis ojos por un momento y quedé dormido, como cuando uno duerme placenteramente después de descargar todo el amor sobre una grande cama.
Desperté, alarmado pues ella ya no se encontraba a mi lado, e inmediatamente con mucha prudencia busqué a mi madre por la casa.
Ella estaba lavando la ropa.
-Amor, oye, pásame la ropa sucia que tenga — me dijo como de costumbre.
-Si mamá — respondí algo tímido, intentando averiguar si se había dado cuenta de lo que hice.
-Oye.
— balbuce — ¿qué cenaremos hoy? — improvise finalmente esta pregunta para entablarme con ella.
-No lo sé, creo que quedo comida de ayer, así que eso será, sino ya veremos que — me contesto sin sospecha alguna.
El alivio me invadió por completo.
Pasé ese último día y el siguiente con mis amigos, haciendo tonterías y saliendo para aprovechar esas últimas horas de vacaciones.
Claro, por las noches en casa me masturbaba con prendas de mi madre, recordando lo ocurrido.
Soñaba ese cuerpo al que llamamos "Gordi-bueno", esos pedazos de carne que se asomaban a las orillas de su cadera, quería estrujarlos mientras ella me montaba ferozmente; y besar sus labios rosados, pasar mis manos por ese culo mientras el placer sale por los gemidos de su voz.
Evidentemente, empecé a mirar aún más diferente a mamá.
Llegó por fin el día en que tenía que irme de la ciudad para empezar la universidad.
Según mis estimaciones pasaría un mes fuera de casa, sin ver a mamá ni a mi hermanito.
La despedida con ambos fue algo monótono, puesto a que la situación con papá todavía resonaba en nuestras memorias.
Pasó el tiempo, los cursos fueron superados y entré el primer semestre de ingeniera.
Para no centrarme tanto en esto, les resumo: como toda institución estatal mexicana, los problemas salariales, sociales y burocráticos no tardaron en aparecer; las clases fueron suspendidas y las huelgas explotaron por todos lados.
Yo como novato en universidad, pensé se arreglaría pronto, por lo cual esperar aproximadamente tres semanas más para ver si se presentaba alguna solución, pero no, la situación empeoró.
Se optó por regresar a casa, y entre esos estaba yo, desilusionado por perder mi primer semestre, ¿pero ¿qué se le va a hacer? uno no controla las instituciones.
Habían transcurrido alrededor de dos meses desde que dejé mi casa.
Lo único que me reconfortaba era el regresar a ver a mamá y a mi hermanito, pero al mismo tiempo recordaba lo de papá y el pseudo ambiente depresivo que vivíamos.
Sin embargo, me llevaría una grata sorpresa al llegar a casa.
Mi madre y mi hermanito se alegraron mucho de volver a verme después de tiempo, pero esta vez, mamá estaba diferente, realmente diferente.
Se tiñó el cabello de un castaño rojizo, su rostro reflejaba años de juventud pues algunas imperfecciones por la edad habían desaparecido, la figura algo robusta se había convertido en un cuerpo ideal, con caderas anchas y unas piernas formadas, sus pechos resaltaban aún más, y su culo se alzaba apretado por unos jeans color marino.
Era una diosa la que me había dado la vida, deduje en aquel momento.
Ahora, daré otro gran salto de tiempo, ya que ocurrieron muchas cosas similares a aquella vez, pero jamás logré tener sexo con ella.
Me dediqué a reanimar nuestra relación madre hijo, e intencionalmente, encender un deseo de lujuria hacia mi dentro de ella.
Llegó entonces mi oportunidad, esa noche.
En la cual por ciertas circunstancias tuvimos que compartir la misma recamara, y por ende la misma cama.
Para ese tiempo nuestra relación familiar había dado sus frutos, mamá confiaba en mí, era algo así como su mujer amigo, nos contábamos todo, salíamos, etc.
Todo culminaría esa noche, y, como se darán cuenta, no medimos las consecuencias de lo que está a punto de suceder:
Arribe a la habitación de mamá, todo estaba como lo quería para ese momento.
Cerré la puerta y coloqué el seguro.
Me acerqué y me senté al filo de la cama para quitarme los zapatos.
Mi madre seguía en el baño, colocándose la Pijama, y de solo imaginar su cuerpo la misma erección se hizo presente en mi bóxer, no había pantalón ahora que pudiera censurar mí excitación.
Me metí entre las cobijas, y me senté, para así ocultar lo evidente, pero aún pensaba ¿cómo lograría dormir? Es decir, ella se convirtió en la musa de mis pajas, en la mujer que deseo, en mi ideal hecho carne y hueso; este era el verdadero desafío.
Por fin se abrió la puerta del baño, y ella salió.
-Vaya, por fin a descansar — dijo mientras colocaba más crema en sus largas piernas.
Para mi deleite y empeorándolo todo, vestía una Pijama en vestido, no sé cómo decirlo, o sea, de esos que son una sola prenda, era color negro con bordes morados, sus enormes pechos eran contenidos por la parte superior, bajé los ojos y mire su cintura al momento que sus anchas caderas me hacían babear, noté su pantie entre sus dos piernas.
No les miento que pensé en entrar al baño a masturbarme para bajar la calentura, pero algo me hacía estar así, se sentía bien.
-Bueno amor, fue un gran día hoy — se sentó sobre la cama dejando a un lado el frasco de crema.
-No puedo imaginar un día más perfecto que este, mamá — le respondí.
En ese momento me volteó a ver con una mirada donde pude ver agradecimiento y ternura, tomé su mano y dije -Y no puedo imaginar tal día sin la persona perfecta — mi rostro sonreía vívidamente.
Acariciaba su mano con mis dedos, y nos seguíamos mirando.
-No puede ser — bajó la mirada de mis ojos con un desplante de arrepentimiento, y pensé "Si, quizás un deseo insestuoso le ha nacido del corazón y se ha arrepentido de eso, le gusto".
¿Qué sucede, mamá? — pregunté, ella empezó a reírse.
Estaba confundido, ella continuaba riéndose levemente y yo solo miraba, hasta que respondió.
Es que no puedo creer que no hayas tenido novia jamás — mis pensamientos insestuosos habían bajado con esa respuesta.
Si quería obtener algo debía entonces concentrarme para llegar a mi objetivo.
Me esforcé por no verme tan obvio, la ereccion bajó considerablemente y pasé media hora hablando con mi mamá de mi por qué de no tener novia.
Durante la plática ella soltó mi mano y por fin se sentó junto a mi lado, echándose las cobijas sobre la cintura y estirando las piernas, tal como yo estaba.
Su cabello castaño intenso se secó pronto durante la charla, estaba perfecto, como a mí me gustaba: esa melena que se extendía un poco más de su cuello.
Sus piernas tocaban casi con las mías, y su aroma me excitaba aún más.
-Algún día encontrarás a esa mujer, hijo, y te hará muy feliz – me dijo.
-Y yo me encargaré de hacerla feliz, mamá – le respondí.
-Eso no lo dudo — bajó su rostro y hubo un breve silencio.
-¿Qué pasa, hermosa? – le pregunté.
-Es que, se que algún día te irás, y vivirás tu vida lejos de aquí, porque así debe ser – contestó.
Dio un pequeño suspiro y continuó — eres un hombre brillante, más que tu padre, más que cualquier otro hombre que haya conocido.
No quiero que te apartes de mí.
que te aparten de mi -.
-Eso jamás pasará, mamá, te prometo que nunca sucederá.
Aún yo viva en otro lugar, otro estado, país, planeta yo siempre estaré contigo de una u otra forma, jamás te dejaré – su mirada seguía perdida en una creciente tristeza.
Coloqué mis dedos sobre su barbilla y la volví hacia mis ojos – escúchame, mamá — le dije – tú eres mi familia, eres quien me amamantó y crío, mi inspiración, y no hay nada mejor que tú para mí, sería un mal agradecido, un mal hijo, si me apartara de tu lado, eres mi madre, y lo nuestro es fuerte.
-¿Lo nuestro? — preguntó sorprendida.
Mi mente se quedó en blanco.
"Mierda, que acabo de decir" me dije en voz alta dentro del pensamiento.
-Nuestra relación madre hijo, mamá, solo eso — respondí improvisando cada palabra.
-Claro, si.
solo eso — se dijo como a ella misma, pero alcance a escucharlo.
-No mamá, en serio, ¿qué sucede? Cuéntame.
-¡Ya te dije, hijo! Es que no quiero estar sola, tu estos últimos días me has demostrado ser un hijo maravilloso: tu compañía me da consuelo, me siento segura contigo.
no lo sé.
Solo no quiero que te vayas, pero quiero que crezcas, que tengas una familia.
Envidio a la mujer que te tenga.
Pero tienes que salir.
— interrumpí de inmediato.
-Espera espera, ¿envidiaras a la mujer que me tenga? — ahora fue ella quien se quedó perpleja ahora.
"¡Si! Maldita sea, este es el momento" proclame en mi mente.
Mi semblante se tornó más serio, seductivo, tenía que conseguirlo ya.
El momento había llegado.
Sin embargo, ella no dijo nada, ni una palabra.
Estaba ahí, arrepentida por haber arremetido con aquella declaración, noté que su respiración se tornaba cada vez más rápida, jadeante.
Ella se estaba excitando.
-Mamá, ¿por qué dijiste eso? — apartó su mirada de la mía.
Su rostro reflejaba su propia humillación — Ma, por favor, no pasa nada, quizás hayas dicho lo primero que se te vino a la cabeza — intente que nuestras miradas se cruzaran interceptando la suya con la mía, pero desviaba la mirada o movía su cabeza.
Coloqué mi mano sobre su pierna pero por encima de la cobija y empecé a acariciarla — Mamá, oye — por fin logré encerrarla en un punto donde ella podía verme a los ojos — Te amo, ¿sí? Dejemos toda esta charla extraña.
No te dejaré.
Yo te amo por encima de todo.
Nada va a cambiar eso.
–
-Ay mi amor, tengo la cabeza hecha un caos — y me abrazó rodeándome con sus brazos de extremo a extremo.
Quite mi mano de la cobija y la rodee con mis brazos— Te amo, te amo — le susurraba al oído.
Te amo más, mi amor — me respondió.
Mi pene comenzaba a despertar de nuevo, sus manos tan suaves, su melena tan hermosa y su aroma avivaron mi pasión.
No sé qué haría sin ti, vida mía — me dijo.
Pasé mis manos por su espalda, sentí su brazier y un deseo enorme de arrancarlo y mamar de sus senos me invadió, pero tenía que calmar mi lujuria.
La abracé con más fuerza, nuestros rostros quedaron mejilla a mejilla.
-Eres una mujer maravillosa, no sé cómo papá te cambio— le seguía susurrando.
-¿En verdad lo crees, amor?
-Si, con muchas cualidades.
-Dime cuales — podía notar su respiración agitada, sentir su corazón al máximo, y un deseo entre los dos.
Tomó mis brazos para aferrarse más a mí.
Y así pase hablándole al oído, susurrándole lo que más admiraba de ella.
Aproveché para pasar más mis brazos por su brazier, pasando por su espalda baja, casi a su enorme culo.
-Ay, hijo si tu padre me hubiese visto como tú lo haces — me dijo jadeando levemente, exhalaba constantemente, y sus ojos estaban cerrados.
-No pienses en él, mamá.
Eres una madre perfecta.
-¿Si, mi amor? — continuó con esa respiración agitada, sus manos se aferraron a mi cuerpo, y su voz sonaba cada vez más excitada.
Hasta que los gemidos empezaron a ser evidentes.
-Si, amor mío — metí mi mano por debajo su pierna lentamente.
-¿Soy una buena mamá?
-Una perfecta.
-¿Me ves como una mujer perfecta, mi amor? — y clavó sus uñas en mi espalda, acercó más sus rostro hasta quedar su mejilla apoyada sobre la mía, lejos del oído aún escuchaba sus jadeos y susurros.
-Si — por fin llegue a su tocar su culo.
-¿Amor, si te pidiera que me mires como mujer, lo harías? – preguntó insinuando.
-Lo que sea por ti – respondí.
El olor de su melena rojiza me llegaba hasta el último pensamiento.
-Pues hoy no me mires como a una madre, te pido que me mires como mujer — finalmente dio el primer gran gemido.
Su cabeza se recargó hacia atrás para expresar esa sensación de placer total, de excitación.
La tomé del cabello y llevé sus labios a los míos donde nuestras lenguas se batieron en un beso desenfrenado de pasión.
Mi mano apretaba su culo con fuerza mientras con la otra la tomaba del cuello para sostener aquel beso.
Sus labios eran suaves y el aroma de su perfume me hizo bajar a besar su cuello, provocando que sus gemidos aumentaran.
No quería dejar la oportunidad de seguir probando sus labios, y de tocar su cuerpo que por fin eran mío.
Mientras nos besábamos ella empezaba a sacarse la remera hasta quedar en brazier, después se concentró en sus besos y caricias.
-¿Amor, te gusta mamá? ¿Quieres más de mamá? — decía entre jadeos, gemidos y gritos de placer.
No respondí a sus primeras preguntas, bajando a besar su pecho mientras me jalaba del cabello empecé a quitarle el brazier con una mano al mismo tiempo que con la otra apretujaba su enorme culo.
Me detuve un poco y la miré a los ojos tomándola del cabello.
-Quiero hacerte el amor, mamá, quiero estar dentro de ti hasta que sientas lo que provocas en mi — y sus ojos se llenaron de alegría al escuchar esto.
-No me dejes nunca mi amor — me dijo gimiendo al momento que recibía besos en su cuello.
Desprendí el brazier dejando a flote sus enormes pechos, admiré por unos cuantos segundos aquellas bellezas, y empecé a mamar de ellos como cuando era un crío.
Sus pezones estaban rígidos, fuertes, al igual que mi pene.
Me dirigí de nuevo a su boca, era un festival de saliva, de un deseo lujurioso desenfrenado, me excitaba al solo sentir su respiración sobre mi nariz, sintiendo sus besos y escuchándola gemir.
Terminamos casi desvistiéndonos con los pies.
Me quité el bóxer, dejando mi pene erecto al descubierto.
Mi madre lo miró con deseo mientras mordía sus labios.
-Ven acá, quiero que me llenes de tu lechita amor, quiero que estés dentro mío — agarro mi pene y empezó a masturbarme mientras me besaba.
Frente a mí, entre besos expresó sus deseos de aquel momento.
-Ay mi vida, no sé si lo que hacemos esté bien, pero me gustas tanto, te amo, estoy muy excitada.
Siento mal por todo, por tu hermano, tu padre, todos.
Pero ahora quiero que me hagas el amor, quiero que entres de nuevo por donde saliste una vez, quiero sentirte y verte a los ojos cuando lo hagamos.
La tomé de los brazos, y la coloqué boca arriba, yo sobre ella.
Mi pene erecto, salpicado con semen rozaba contra su abdomen, continúe besándola.
Mis labios bajaron por su rostro, su cuello, bajando por sus pechos rígidos, ella gemía y tiraba de mi cabello, llegue a su abdomen, mordía sus cinturas, y por fin llegue a esos labios, esos labios calientes, suaves, con un color rosado.
Metí dos dedos primero.
-¡AY MI VIDA! — dijo mamá.
Entre más escuchaba su voz ahogada en lujuria, más excitado me sentía.
Dejé los dedos para sumergir mis labios enteros en sus labios vaginales.
No me fue difícil encontrar su clítoris.
-¡ASÍ MI AMOR! ¡ASÍ! Quiero que tú me hagas sentir mujer de nuevo —.
Mi lengua se batía taladro al pavimento.
Jamás había escuchado a nadie gemir así.
Juro casi arranca mi cabello mientras tiraba de él.
-¿Te gusta, mi amor? ¿Se siente rico? — susurre rápidamente a su oído sin perder el ritmo sustituyendo mi lengua por mis dedos.
-Házmelo, ya.
Por favor.
Voy a venirme.
Quiero tu verga, amor — jadeaba lentamente, entre frases.
-Entonces quiero probar de ti — conteste.
Regresé con el sexo oral, y al momento un fluido llenó mi rostro.
Bebí de ellos como agua en desierto, del elixir de una diosa.
-Te haré mía esta noche, mamá.
Quiero ser tu hombre.
-Mi macho, de nadie más.
Besé con ternura sus labios, y con delicadeza, disfrutando el momento, fui introduciendo mi pene a su vagina.
-Ay amor, que grande.
Así, más adentro — dijo mientras levantaba más las piernas.
Finalmente me introduje por completo.
Sus piernas me rodeaban, pero sin encerrarme.
Empecé con movimientos despacios.
Estábamos cara a cara.
-¿Nos arrepentiremos de esto, amor?
-Yo me encargaré de que ninguno de los dos se arrepienta de esto, amor.
-La lujuria me ha segado —dijo y dio un fuerte gemido, tomó de mis brazos — pero yo soy tu madre.
-Lo sé, pero me has dicho que te vea como mujer — comencé acelerando mi ritmo de penetración.
-Si hijo, pero no creí me llevaras tan lejos.
-Hemos sido los dos quienes conciliamos esta relación.
-Así es — cerró sus ojos y su cabeza se rindió contra el colchón dejándose llevar por el placer que mi pene le daba a su cuerpo.
-¿Entonces, mi amor? — y aceleré más.
-Estoy enamorada de ti — me contestó — de mi propio hijo– Me acerqué a besar su mejilla.
Una sonrisa satisfecha se dibujó en su rostro.
-Yo lo he hecho durante estos días, mamá.
De mi propia madre.
Y ¿sabes?
-Dime, cielo mío.
-La fruta prohibida siempre es la más deliciosa.
Me concentré en mi ritmo, empecé a acelerar más y más.
Mi mamá solo mi miraba a los ojos, con una furia rogando por placer, aferrada a mis brazos.
Más rápido.
Sus labios me hipnotizaron de nuevo.
Y más rápido.
Nos movíamos al compás de los resortes de la cama.
Sentía su vagina muy caliente y mi pene a punto de estallar.
-Ay mamá te amo, te amo, te amo, estás bien rica — estaba en mi clímax, gritando a todo pulmón mis pensamientos más obscenos, pues ya no importaba nada – mi amor, eres mi mujer.
-Métemela más mi amor, ay, así así.
Te amo más mi amor.
Métesela a mamita.
Soy tuya por siempre – miraba su rostro tan perfecto, tan hermoso, excitado por mi mismo.
Sus piernas me encerraron, era una posición perfecta del misionero.
Más rápido.
Entraba y salía de su vagina.
Por un momento creí la cama se quebraría en dos, por un momento sentí que el mundo entero nos escuchaba, y por un momento creí mi cuerpo iba a desfallecer por completo cuando, finalmente, en un momento donde los dos éramos una sola carne, nuestras miradas, nuestro aliento, y mi semen entraba a chorros dentro de mamá.
Con la libertad de que ya no podía quedar embarazada, me vine sin preocuparme de un horrible futuro.
-¡No mames, mamá! ¡Ay, si, si! ¡Para ti, mami! – exclame tomándola de esa melena que tanto deseaba, y que ahora era mía.
Ella terminó el orgasmo con un último gemido.
El ritmo cesó.
El aire nos faltaba a ambos, el sudor corría por nuestros cuerpos desnudos.
Estábamos cubiertos de fluidos corporales, dentro y fuera.
Solo nos quedamos ahí, mirándonos el uno al otro.
No se que corría por la mente de mi madre, pero por mí, no podía creerlo acababa de tener sexo con mi madre, la persona que me dio la vida, quien me crio desde pequeño.
Creo que uno no solo muestra quien es cuando está a punto de morir, sino también cuando el deseo y la lujuria le invade, es ahí cuando podemos decir de lo que el corazón desea en verdad.
Y eso había sucedido.
Yo solo quería follarme a mamá, tener una experiencia incestuosa.
Pero no medimos las consecuencias, porque en efecto, no la miraba más como madre, la miré desde entonces como mujer.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!