La gemela de mi esposa
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Estimados lectores, quiero compartir con uds. como cumplí mi obseción más querida, para algunos puede que la consideren enfermiza, pero quien no ha tenido alguna obseción enfermiza alguna vez.
Soy casado con Amanda desde hace 10 años, hemos criado un hijo de siete. Mi esposa es gemela, su hermana es Marisa, quien desde unos cinco años había sido mi obseción, yo quería llevarmela a mi cama y follarla y cumplir mi fantasía de cogerme a dos hermanas y siendo ellas gemelas identicas. Marisa, a diferencia de mi esposa es más liberal en todo, para hablar, para vestir y en su accionar, mi esposa es más conservadora, pero creo que su estatus de mujer casada fue lo que la convirtió, ya que de novios nos entregamos al sexo sin reparo, fueron unos magnificos polvos. Ahora su figura es un poco más gruesa que la de su hermana, quien me recuerda a mi mujer en sus mejores momentos.
Mi fantasía estaba muy lejana hace cinco años, ya que Marisa se mudó a otra ciudad. Pero hace un año y medio regresó y le pidió a mi mujer espacio en nuestra casa mientras arreglaba lo de un trabajo y la busqueda de un apartamento. Marisa en una rica hembra, de 1.70 mt de altura, trigueña, ojos avellanados, piernas largas pero bien formadas, delicioso culo parado y un par de muy buenas tetas sin ser exageradas en tamaño, como dije, asi era mi esposa cuando anduvimos de novios.
Desde el inicio nos llevamos bien con Marisa. Ella solía vestirse con ropa muy sexy, destacando sus bellas piernas y su busto parado, me gustaba tanto su look que sentía muy agradable verla por toda la casa. Cuando mi esposa no estaba cerca, le decía que era una mujer muy atractiva y que era raro que no estuviera casada (ya que tenía un poco más de treinta). Pero ella me decía que aún quería disfrutar más la vida antes de entregarse a un solo hombre. La atracción por mi cuñada comenzó a ser más fuerte, como lo era ya mi obsesión. Durante las fiestas o salidas a la disco, ya que nos llevabamos a mi cuñadita, yo la sacaba a bailar y creo que nos acoplamos muy bien, en ocasiones yo la apretaba contra mi y podía sentir su caliente cuerpo contra mi, muchas veces retregué mi voluminoso paquete contra sus nalgas y más de una vez metí mi pierna entre las suyas (todo eso bailando). Marisa se dejaba y nunca hubo una queja.
Aunque no nos deciamos nada, el lenguaje de lo que haciamos en el baile era claro. Hasta que cierta ocasión bailamos una pieza romántica, y a la mitad la apreté contra mi torso y mis labios tocaron los suyos, por un segundo nuestras lenguas se tocaron, pero rapidamente ella se desprendió de mi. Me dijo que no era correcto, que yo era el esposo de su hermana gemela, esa noche la vi muy nerviosa por eso. Como ella dormía en una habitación al lado de la nuestra, antes de despedirme de ella para pasar a dormirme, le dije al oido que yo le haría el amor a mi esposa esa noche pensando en ella. Ella me miró a los ojos sorpendida y se entró a su habitación. Más tarde le estaba pegando a mi mujer una fuerte cogida como en meses no se la daba, pensando en Marisa, me sujetaba contra la cabecera de la cama y arremetía contra el coño de mi esposa con fuerza, tanto que la cabecera golpeaba la pared, yo quería que Marisa oyera no solo los quejidos que lanzaba Amanda, sino el movimento de la cama contra la pared, y estoy seguro que ella lo estaba oyendo y pensaba que debia estarse masturbando.
A los dos días de eso, se hizo realidad mi obsesión. Mi esposa saldría con mi hijo a una actividad del colegio donde estudia. Cuando estuvimos solos con Marisa, le dije que le tenía un regalito, ya que el día de su cumpleaños número 31 (hacía un mes de eso), no le había dado nada. Y realmente era cierto, le había comprado una mini de tela jeans azul, cortisima. Se la entregué y antes que la abriera le dije que quería versela puesta. Ella abrió el presente y vió lo que era, dijo que estaba bello y que con gusto se pondría para mi. Yo me quedé en la sala de estar esperándola, pasaron diez minutos, luego veinte minutos y ella no salía, yo la esperaba con dos copas de vino. Al fin se apareció, se había cambiado totalmente, además de la mini, que apenas le llegaba donde terminaban sus nalgas, se había puesto un top, con hombros y ombligo desnudos, además se había colocado zapatos de tacón, se veía divina. Mi verga no tardó en erectarse al verla.
-Te gusta?- me dijo, preguntándo por la mini.
-me encanta!, y no solo por la mini!- le contesté.
Bebimos la copa de vino, le serví otra, luego como no tenía todo el tiempo, mi esposa se tardaría dos o tres horas más. Asi que puse el equipo de sónido y la invité a bailar allí en la sala. La música fue romántica a propósito. La envolví contra mi pecho, le susurré al oido que estaba bellisima y que yo la deseaba, pensé que me rechazaría, pero no lo hizo, eso me armó de valor. Mis manos le acariciaban la espalda y luego fui bajando hasta poner mis dos manos en sus nalgas de forma delicada. Ella no dijo nada de nuevo. Al rato me lancé a seducirla, le lamí el lóbulo de su oreja, ella reaccionó quitándo el oido. –Recuerda que somos cuñados!- me dijo alli bailando. –No me importa!-, le dije y volvi a lamer, ahora su cuello.
A los dos minutos más, mis manos ya acariciaban sus duras nalgas de forma lujuriosa. Vino Marisa y me tomó una las manos y la quitó de su nalga, al principio crei que me estaba rechazando, pero sin soltarme la mano ella la dirigió al frente y la metió debajo de su mini, -ohhh, la nena no traía bragas!, mi mano tocó su escasa pelambre y su coñito, rapidamente busqué sus labios y nos empezamos besar apasionadamente, nuestras lenguas se envolvieron en una lucha por trenzarse.
Mi mano estaba sobre su raja y mis dedos jugaban con sus labios vaginales. Seguimos allí parados besándonos y tocándonos con pasión. Dos de mis dedos exploraban su chuchita, -ohhh, la chica estaba mojadísima!-, uno de mis dedos se fue deslizando entre su vagina, Marisa se estremeció y soltó mi boca para emitir varios gemidos, entonces fui pajeando mi dedo dentro de su caliente vagina que estilaba sus jugos vaginales, con el dedo pulgar le frotaba el clítoris. Ella se abrazó contra mi con su cabeza en mi hombro, deslicé el cierre de la mini hacía abajo y la prenda cayó de su cuerpo hasta tocar el piso. Luego la fui llevando hasta el sofá, la senté sobre el y me hinqué frente a ella, mi intención era hacerle sexo oral, ella entendió perfectamente eso y subió las piernas al sofá y abrio sus piernas como una clara invitación hacia su raja.
Su sexo estaba mojadisimo, lamí sus labios impregnados de sus flujos vaginales, metí mi lengua entre ellos, inmediatamente sentí sus manos en mi cabeza como dirigiendo la mamada de coño que le daba, con ambas manos le abrí su raja, me quedé viendolo un segundo, era la copia del de mi mujer, lamí con la punta de mi lengua la entrada de su vagina y subí para acariciar su clítoris. Marisa gemía y se quejaba, era obvio que la estaba pasando de maravilla. De su clítoris fui bajando por su raja y llegué al ojito de su culo, lo lamí varias veces, ella aumentó el tono de sus gemidos. Como vi que le gustó el tratamiento a su culito, metí las manos debajo de sus nalgas y la levanté para comerle con más propiedad y mejor ángulo, Marisa comenzó a decir –que ricoo!!, sigue asi, no pares!!-.
Luego comencé a mover mi lengua de su culito a su clítoris y de regreso a su ojete. De pronto siento que sus manos sobre mi cabeza se tensan y ella emite un quejido más largo, Marisa acaba de llegar un rico orgasmo. –Ahora me toca!- me dice. La ayudo a levantarse, ella me dice que me siente en el sofá, pero antes yo me quitó el pantalón y quedo en calzones y con camisa, ya sentado ella me zafa mi ropa interior, toma mi pene con una mano, lo envuelve y se lo lleva para ponerlo entre sus labios. Luego comienza a chuparlo con ricos chupnes secos. Mientras lo hace yo me desabotono mi camisa y me la sacó. Marisa lame el largo del tronco de mi verga y termina lamiendo mis cojones, que rico tratamiento!. Mi verga esta extremadamente erecta. Luego comienza a darme una rica paja con su mano cerrada alrededor de mi verga y con mi glande dentro de su boca. Siento que algunas gotitas de semen salen de mi pene, pero ella las bebe sin mesura.
Más adelante la tengo de detener, lo que menos quiero en venirme en su boca muy apresurado. Le digo que quiero cogerla, la pongo de rodillas sobre el sofa con su torso sobre el resplado, dándome las nalgas de frente, pongo la cabeza de mi verga en su sexo y empujo para penetrarla sin dificultad, es tanto la lubricación que tiene que solo necesito de otro empujón para metersela toda, la tomo de la cintura y comienzo a bombearle mi verga en su raja, ella comienza a gemir casi inmediatamente. Sus nalgas son un agasajo a mi vista, duras, paradas, como alguna vez las tuvo mi mujer. Su vagina envuelve mi verga casi a la medida, las paredes vaginales de Marisa me la aprietan, algo diferente de una gemela a otra. Mi mujer nunca tuvo esa habilidad. Marisa llega otro orgasmo
Antes que logré llevarme al climax, mejor decido cambiar de posición a Marisa, primero ella se da vuelta y se hinca para darme otra rica rapida felación, no le importa que mi verga esté brillosa de sus fluidos vaginales. Luego la pongo horizontal ahora en el piso alfombrado de la sala y me sumerjo entre sus piernas clavándola al estilo misionero. Me apoyé con los brazos rectos sobre la alfombra para penetrarla con fuerza en su coño, ella sube sus piernas para aprisionarme los costados y moverse al mismo ritmo de la follada. Marisa de nuevo comienza a gemir, yo también emito gemidos pero de fuerza cada vez que embisto el coño de Marisa. Ella cierra los ojos para degustar mi verga entrar y salir de su vagina mojada. Nuestros gemidos llenan la sala de estar.
Nuestros cuerpos siguen fusionados y el sonido de carne golpeandose acompañan nuestros quejidos de placer. Casi estoy llegando al punto de no retorno, siento que mis cojones estan congestionados de leche, pero no quiero dejar de coger a Marisa, me recuerda a mi esposa cuando solíamos coger de novios, todo eso es ingrediente mental que me hace gozar increíblemente esta follada. Como me encanta hacerle sexo anal a mi esposa Amanda, ahora coloco los pies de Marisa en mis hombros de modo que se levanta su trasero a una altura que puedo manipular mi verga para llevarla a su orificio del culo. Ella intuye lo que me propongo, me pide con voz melosa que se lo haga despacio, ya que hace meses que no coge por el ano, con sus propios fluidos vaginales le unto su arrugado orificio, luego con la mano guió mi verga hacia su hoyito negro, luego presiono fuerte y mi glande abre su rico recto. Ella gime un poco mientras mi pene se desliza hacia adentro lentamente. Cuando ya le llevo la mitad de mi verga comienzo a bombearselo, de modo que poco a poco va quedando todo adentro.
Cuando ya todo esta adentro, comienzo a cogerla de nuevo, su recto es demasiado estrecho y yo ya estoy por venirme, por ello mis bombeos bajan de velocidad y de intensidad, ahora me dedico a acariciar y sentir cada centimetro de su culito. Marisa tiene un delicioso culito y eso me excita tanto que siento que no tardaré más de unos minutos más. Le anunció que ya pronto me vendré, ella me dice que quiere que acabe en su boca, empujo duro una, dos, tres, cuatro y mi leche ya esta por salir, se la sacó del culo y me voy rapidamente hasta su boca, ella engullé mi glande y yo comienzo a gritar mi orgasmo, un enorme chorro cae en su boca, labios y mejillas, ella lo toma con la mano y ya no deja salir más leche, toda la toma en su garganta. Mi respiración comienza a relajarse. Veo mi reloj, ha pasado una hora y media aproximadamente, el tiempo justo para terminar y asearnos antes de que venga mi mujer y mi hijo.
Por fin mi obsesión y mi fantasía estan cumplidas. Y resultó mejor, a Marisa le gustó tanto que a las dos semanas lo repetimos pero en un motel cercano, luego cinco días después de eso. Marisa sigue siendo mi amante, a pesar que ya tiene novio. Es delicioso fornicar a estas lindas gemelas. Espero no termine nunca y que nunca se entere mi mujercita.
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