La hija de mi amante.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Tengo una amante desde hace más de 15 años que llamaré Isela.
Nuestro punto en común fue, desde el principio, nuestros hijos.
Yo tenía en aquel entonces una nena recien nacida e Isela una niña de 1 año.
Con el tiempo fuimos platicando acerca de las parejas cuando sin pensarlo, empecé a cachondearla en el elevador.
Al principio, se indignó y mi reacción fue ofrecer una disculpa y alejarme un poco.
Unos pocos días después me llamó para preguntar si estaba enojado y contesté que no.
No tenía porqué y una vez más le ofrecí una disculpa por mi atrevimiento.
Al otro día, fue a mi oficina y quedamos como amigos.
Con el paso del tiempo, terminamos cogiendo y teniendo sexo con regularidad.
Así pasó el tiempo; se divorció del animal de su marido y de alguna manera, empecé a tener un poco más de cercanía con su hija Silvia a petición de Isela.
Andaba muy mal en la escuela y mi deber como "padrino" era tratar de hacerla entrar en razón.
Ella es bajita, no más de 1.
55, morena clara, cabello quebrado, delgadita, con poco pecho, pero unas nalguitas muy bonitas.
Chiquitas pero paraditas como si fueran hechas para mí.
Su rostro, muy bonito.
Tiene 17 años y proximamante 18.
Todo empezó una vez que me dijo Isela que había reñido con Silvia porque la sorprendio en su recámara tomándose selfies con ropa interior de Isela.
Ya saben: tangas, ligueros, baby doll y esas cosas bonitas que suelen usar las hermosas mujeres.
Al instante, imaginé a Silvia con la vestimenta y experimenté una erección.
Ni caso hice a la queja de Isela.
Como si yo lo hubiera pedido, me llamó Isela al trabajo y me dijo:
– Hola.
Tengo mucho que hacer y tengo que pasar por Silvia al trabajo.
¿Me haces favor de ir por ella a la plaza comercial donde trabaja?
– Pues claro que voy! Dime en qué plaza está y dile que yo pasaré por ella.
Me dio la ubicación y llame a Silvia para confirmar que yo iría por ella para llevarla a su casa.
La esperé en el estacionamiento, bastante oscuro y feo por cierto.
A las 9:30 PM bajó y la percibí un poco mareada.
Antes de encender el auto, le pregunté:
– Vienes un poco ebria?
– Ah, sólo tomé una cerveza en la comida.
Contestó.
– Pues para una cerveza y a la hora de la comida, te ves un poco mal.
Repliqué: a ver si no te regaña tu madre.
Y sin más que me suelta la pregunta:
– Oye ¿Que tal coge mi madre?
– No lo sé.
Tendrías que preguntar a tu padre.
Le contesté.
– Porqué te haces guey? Preguntó.
– Crees que no sé que desde hace mucho tiempo te la andas cogiendo?
Sin querer, empecé a reir.
– No me la ando cogiendo, contesté Tu sabes que somos buenos amigos y tú eres amiga de mi hija.
– Te haces guey, me contestó.
Ya van varias veces que los he sorprendido en pleno cachondeo en mi casa mientras "duermo".
– No.
Te equivocas, le contesté.
– Bueno, ese no es mi pedo.
Me dijo.
– ¿Crees que soy bonita? preguntó.
– Por supuesto, mi niña.
Eres guapisima y con la ropa interior de tu madre, debes verte muy espectacular.
– Ah, ya fue con el chisme.
– Si.
Me platicó.
¿Qué hiciste con esas fotos? ¿A quién las mandaste?
– ¿Quieres verlas? Me preguntó.
– No manches.
Que va a decir tu madre.
– No seas mamón.
¿Quieres verlas o no? Casi me grito.
– Está bien.
Muéstramelas.
Contesté.
Y así sin mayor preámbulo empezó a mostrarlas en su teléfono.
– Que linda te ves, mi niña.
Y mientras yo veía las fotos empezó a acariciar mi pierna.
Yo hice como que no sentía nada y sin más, empezó a acariciar mi pene.
En seguida empezó a levantarse y sin más, que me baja el cierre y salió a relucir mi miembro.
Bajó su cabecita y empezó a lenguetarlo poco a poco.
Lamía desde mis huevos hasta la punta y saboreaba mi líquido preseminal.
Yo empecé a acariciar sus hermosas nalguitas y en lo que podía su diminuto pecho.
Bajé mi pantalón hasta las rodillas para tener una mejor sensación.
Que rico era mirar su lindo rostro mientras se entretiene con mi pene.
Sabiendo lo que hacía, lengueteaba mi tronco, mi glande y succionaba un poco mi cabeza.
Le dije: -quiero meterte la verga.
Negó con la cabeza y siguío mamando.
Percibió mi incipiente orgasmo y empezó a concentrarse en hacerme venir.
Mamó como una experta para su corta edad y al sentir que me venía, sentí que era mi obligación avisarle.
Quise retirarla y ella golosamente, no me dejaba.
Seguía mamando como si en ello le fuera la vida.
Le dejé continuar cuando le dije.
– Ahi va mi leche, cariño.
Ahi va.
Ahi va.
Ahhhhhhhhh.
Mis pene lanzó varios chorros de semen en su hermosa boquita.
No reparé siquiera en observar si lo había tragado.
Mamó, mamó y mamó hasta dejar mi pene completamente seco.
Separó su rostro de mi entrepierna y sorpresivamante besó mi boca con todo el semen adentro.
Al principio, no supe que hacer y lo recibí gustoso.
Fue un beso tan tierno y tan depravado a la vez.
Ambos tragamos mi semen y debo admitir que fue lo más rico que he experimentado.
– Te gustó? Pregunto.
– Así te lo hace mi mamá?
– Quien lo hace mejor? Ella o yo?
– Debo admitir que ha sido la mejor sesión de mamadas que he recibido y el mejor beso de toda mi vida.
Contesté.
– Seguimos besándonos y comencé a desabrochar su pantaloncito, talla 5.
No quiso continuar en el auto.
Propuse nos fueramos a un motel, pero en seguida, recibió la llamada de su madre.
– Ya pasó por ti Fernando? Le preguntó.
– Si, ya vengo con él, contestó.
– Bueno, dile que voy a tardar un rato más.
Me esperan en casa, si?
– Está bien, mami.
Le contestó Silvia.
Volteamos a vernos con aires de complicidad y le dije.
– ¿Vamos a tu casa o a un motel?
– Mejor a la casa.
De pasada, te modelaré la ropa de mi mami.
NI tardo ni perezoso, puse en marcha el auto y nos dirigimos a su casa.
Al llegar quise empezar a acariciarla y me detuvo.
– Espera, no seas ansioso.
¿Quieres verme en ropa sexi o no?
– Si, claro que si.
Contesté.
– Pero no quiero que vaya a llegar antes tu madre.
– Usa el baby doll rosa con negro.
Por el momento, con ese me conformo.
Le dije.
– Está bien.
Espera en mi recámara.
No quiero usar la cama de mi mamá.
Me dijo muy respetuosa.
Sin tiempo qué perder, me quité la ropa imaginando estar entre sus delgadas y bien torneadas piernas.
No tardó ni 10 minutos, cuando salió, enseguida me avalancé sobre su hermoso cuerpo.
Besé su lindo rostro y bajé poco a poco desde su cuello, su pecho su lindo y terso abdomen sin un gramo de grasa.
– ¿Te han mamado tu panochita? Le pregunté.
– No.
Mi novio no quiere hacerlo.
Le da asco al muy pendejo.
– Pues por ahí empezaré, mi vida.
Le dije.
Sin retirar ninguna prenda, hice a un lado la tanguita y comencé a pasar la lengua por su entre pierna sin llegar a su vulva.
Mordsiquée en forma suave sus labios vaginales y con movimientos circulares, llegué a su clítoris.
La niña estaba muy mojada y su jugo es exquisito.
Con mi lengua recogí su jugo y le di un beso en su boca.
Compensando lo que hace algún rato ella había hecho por mí.
Al probar su propio jugo, reaccionó de manera muy excitante.
Metía su lengua en mi boca como queriendo sacar más jugo vaginal No me hice del rogar y bajé otra vez a su vagina a recoger más de su jugo.
Mientras estaba en eso, coloqué un condón para apresurarme a penetrarla y hacerla mia.
Seguí mamando su vagina y dando de beber su jugo.
Al bajar una vez más, note como su vientre empezaba a contraerse.
Ya no quite mi boca de ahi empecé a arremeter contra su clítoris.
Lamía hacia arriba y succionaba su clítoris al bajar.
Así estuve un minuto o menos cuando dio un excitante grito y alarido.
– Ahhhhhhhhhhhhh.
– Con razón te adora mi madre, cabron.
Me dijo.
– La abracé y seguí besándola mientras todo su cuerpo se estremecía.
Mi pene ansiaba tenerla ensartada cuando nos dimos cuenta que ya había pasado mucho tiempo.
– Dejamos para otro día una gran cogida? Pregunté.
– Por supuesto, me contestó.
Rapido se vistió, se lavó la boca y me regaló un chicle que usé no sin antes hacer gargaras con enguaje bucal.
Nos sentamos en la sala y estábamos viendo la TV cuando en 10 minutos, se abrío la puerta del departamento.
Entró Isela y nos besamos en la mejilla como los buenos amigos que somos.
– Hueles a enjuage bucal.
Me dijo
En forma inmediata, Silvia contestó.
– Es que me invitó unos tacos y quedamos muy olorosos a cebolla.
– Ricos los tacos, verdad Fer?
– Muuuuy buenos.
Le contesté.
Silvia fue a su recámara e Isela me preguntó cómo había estado el camino a casa.
– Con tráfico.
Le contesté.
Luego platicaré cómo fue la primera vez que cogimos como debe ser.
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