La hija de nuestra vecina
Relato sobre una de esas historias que me han llegado de las personas que siguen mis relatos…….
Relato sobre una de esas historias que me han llegado de las personas que siguen mis relatos y que desearían que sus experiencias fueran contadas por mí, porque creen interesante que sean conocidas, por morbo o porque haya otras personas que se puedan identificar con ellas, por haber vivido situaciones parecidas.
Y así me lo contaron:
“Somos un matrimonio que ya supera los 60 años, nuestros hijos son mayores, por lo que ya no viven con nosotros, así que cuando nuestra vecina nos dijo que si podíamos quedarnos con su hija mientras ella iba a trabajar, nos vino muy bien para estar entretenidos y mantenernos activos, ya que mi marido a causa de una enfermedad, tenía una especie de depresión por lo que andaba siempre decaído sin ganas de nada.
Nuestra vecina era de Colombia y había venido a España a trabajar con su hija pequeña, dejando a su marido en su país, como otras tantas personas de esos países que vienen para buscarse un futuro mejor, dedicándose a trabajos de limpieza en casas, cuidado de ancianos y lo que le surgiera.
Hicimos amistad con ella por nuestros encuentros en la escalera o el ascensor, porque tanto ella como su hija eran muy simpáticas y abiertas y siempre me daba gusto hablar con ella de cosas de su país, de su vida y también, ya con más confianza, de sus intimidades de las que hablaba con total naturalidad, llegando a ofrecerse alguna vez para venir a mi casa a ayudarme en las tareas de limpieza del hogar.
Nosotros no tuvimos ningún problema en quedarnos con su hija Nadia, que en esos momentos tenía 5 años, a la que criamos casi como una hija debido al tiempo que se pasaba en nuestra casa, y así fue creciendo hasta convertirse en una preciosa mujercita de 12 años, siendo su madre joven todavía, con 34 años, porque la había tenido de muy jovencita, como suele pasarles a muchas chicas de esos países.
Eran las dos muy guapas, con ese exotismo de las mujeres caribeñas de piel tostada, pelo negro y formas voluptuosas que ya empezaba a tener también su hija, ya que prácticamente con 10 años ya tenía pechos y un buen culo, por lo que llamaba la atención, quizás también por la forma de vestir con prendas ajustadas, o escotes, como es costumbre en su país, lo que les hace parecer mayores a las niñas, debido a su precoz desarrollo también.
Nadia era muy cariñosa y simpática y desde que empezó a estar en nuestra casa, mi marido fue cambiando, se le veía mucho más animado y se entretenía mucho con ella, por lo que yo también estaba muy contenta, y no le daba importancia cuando la niña se sentaba encima de él y las manos de mi marido parecía como si acariciaran sus muslos por debajo de su ropa. Las consideraba caricias inocentes, pero también me daba cuenta de que cada vez iban a más y eran más frecuentes, y notaba como mi marido tenía erecciones cuando estaba con ella, lo que me sorprendió bastante, porque hacía años que nuestra vida sexual era casi nula por la dificultad que tenía para tener erecciones a causa de su enfermedad.
Todo esto me dejaba bastante confusa, ya que por un lado me alegraba de esa mejoría que estaba teniendo mi marido en todos los sentidos y por otra, me preocupaba que la niña pudiera llegar a sentirse incomoda con esas caricias y se lo dijera a su madre metiéndonos en un problema.
En una de las ocasiones en que la niña estaba sentada con mi marido en el ordenador, vi como prácticamente la estaba sobando por todos lados, con una mano masajeando sus pechos y la otra entre sus piernas, separándoselas y apartando sus bragas hacia un lado para acariciarle directamente su vagina en movimientos circulares, haciendo que la niña tuviera la cabeza echada hacia atrás y gimiera como si estuviera llegando a un orgasmo.
Cuando veía como mi marido se excitaba con la niña, yo intentaba hacerme la distraída como si no viera nada, y menos decirle algo a él, pero al ver esto me quedé paralizada sin saber qué hacer, aunque también muy excitada, por la situación tan morbosa que había presenciado, sin que pudiera imaginarme que me fuera a excitar tanto el ver algo así, pero de todas formas, cuando estuve a solas con mi marido, no pude aguantarme y se lo comenté:
—¡Oye!, antes te vi con la niña, como la sobabas y todo lo que le hacías y me preocupa que ella se lo pueda contar a su madre y nos meta en un problema. Ya se que te viene bien estar con ella y no me importa que disfrutes tocándola, si ella se deja y le gusta también.
—Lo siento, pero no pude evitarlo. Es que es una cría muy caliente y me excito mucho con ella, con ese cuerpo tan rico que tiene y además es tan cariñosa que a veces pienso que ella me provoca para que se lo haga y ya ves lo dura que me la pone.
—Sí, ya me fije como te pones, pero como te va a provocar ella si es una niña y no sabrá nada de sexo.
—No sé si sabe o no, pero cuando le meto mano, ella se deja y se pone toda contenta y mimosa conmigo, pero créeme, que yo nunca había imaginado que pudiera hacer estas cosas con una niña. Cuando nuestra hija tenía su edad, nunca se me ocurrió hacerla esto, aunque ya sabes que muchos lo hacen.
—Sí, ya lo sé, pero tienes que tener cuidado. No quiero tener problemas con su madre si se lo dice.
A pesar de tener estos miedos, yo la verdad es que en parte entendía a mi marido, porque la madre siempre me traía a casa a la cría con unos modelitos que aquí no son muy habituales en unas niñas, pero en Nadia hacían resaltar más su voluptuoso cuerpo y por lo que parecía, a su madre le gustaba que ella atrajera la miradas de los hombres, algo incomprensible para mi forma de pensar, pero en esos países tienen otra mentalidad y parece ser que les gusta ese juego de seducción para atraer la atención masculina.
En una de mis conversaciones con nuestra vecina, aproveché para comentarle esto:
—¿No crees que llevas a la nena demasiado llamativa para su edad? ¿Te gusta que se la queden mirando?
—Yo intento ponerla lo más guapa que puedo y que esté muy femenina, ya me entiendes, a nosotras nos gusta el coqueteo y el juego de las miradas:
—Me parece muy bien, pero Nadia es una niña todavía para todo eso, ¿no?.
—Allá no tanto. Las crías van así vestidas al Cole y lo ven normal, pero aquí ya me llamaron del Colegio para decirme que no vistiera así a mi hija, que los niños se distraían en clase y hasta los profesores no podían evitar echarle miradas, y que eso estaba mal.
—Claro, ya me lo imagino. Y las demás madres también te la criticarían y te cotillearán por envidias, porque sus maridos también se fijarán en la cría.
—Sí, jaja, los papás no pueden evitar comérsela con los ojos, pero a mí me dan igual las demás mamás. Y a la Directora del Colegio tuve que decirle que eso no era tan importante, que se dedicaran a enseñar y dejaran a mi hija en paz.
—Yo no te lo critico, pero ya sabes que aquí hay otra mentalidad y miran más estos detalles en los Colegios. Todo eso que me contaste de que en tu país muchos maestros hacían cosas con las niñas, aquí no pasa, y las veces que pasa, pueden tener un grave problema.
—Lo sé. Allá las toquetean todo lo que pueden y ellas les camelan para que les suban la nota, jaja. A mí me pasaba también.
Hablando de otras cosas, también le pregunté como le iba el trabajo en las casas donde limpiaba:
—Bueno, pues ya sabes, hay que aguantar de todo. Hay una casa, que en cuanto la señora se da la vuelta o se va a otra habitación, ya está su marido metiéndome mano y diciéndome guarradas, y yo tengo que dejarme, pero con mucho miedo de que nos descubra su esposa. Además, acabo calentándome y no veas las ganas que me dan de abrirme de piernas y que me la meta allí mismo, así que siempre me quedo a medias con un calentón que tengo que acabar en el baño tocándome yo sola.
—¡Vaya!, todos los hombres son unos cerdos, siempre pensando en lo mismo y aprovechándose de nosotras.
—Encima, como está casado, puede meterme en un lio con su mujer y perder el trabajo. Y nunca me dio ninguna propina por dejarme meter mano, no como otro señor que está separado y cuando voy a su casa, siempre me da más dinero cuando me acuesto con él. O como otro señor mayor al que cuido y saco a pasear, que no veas la mano tan larga que tiene, en cuanto me descuido, ya me la está poniendo en el culo, tocándome toda, cuando no le ve su hija. Una vez me dijo que le enseñara el coño y ahí me tuve que bajar las bragas y enseñárselo todo.
—Ya veo que tienes de todo, como dices tú, pero si te vale para ganar dinero para ti y para tú hija, pues no tengo nada que criticarte. Debe ser muy duro estar sola con una hija, y aquí en España sin tu marido, necesitaras tener una pareja también y me supongo que al tener una hija pequeña les echará para atrás a ellos.
—De mi marido, ya ni hablar, cuando vine ya estaban las cosas mal y ahora, él está con otra allá, así que ya me puedo buscar a uno sin problema. Y eso que dices de tener una hija, yo creo que es al contrario. Si supieras la cantidad de hombres que se acercan a mí al saber que estoy sola con una nena.
—¡No me digas! ¿Qué les pasa? ¿Qué quieren ser papás?
—Sí, papis, como les llamamos allá. Quieren tener a dos por el precio de una, jajaja.
—No me lo puedo creer. ¿Van contigo para estar con tu hija?
—Pues sí, créetelo, cantidad de ellos. Amigas mías que trajeron a sus hijas también, están así con alguno, y yo con esta última pareja que tuve, cuando venía por casa, pues lo mismo.
—¿Así que él también se metía en la cama con Nadia?
—Sí, me la pedía que la llevase, y bueno, como Nadia se lo pasaba bien con él, no puse impedimento.
—Ahora me explico algunas cosas. Verás, es que había notado a tu hija muy suelta con mi marido y yo echándole la culpa a él, el pobre.
—¡Ah!, ya me imagino, que la niña le ponía caliente, ¿no?
—Y no veas como. Hacía años que no le veía así, pero me dejas más tranquila, porque tenía miedo de que la niña te dijera algo a ti y te pareciera mal.
—No, mujer, para nada. Si a tu marido le viene bien estar con ella, por mí no hay problema, además con vosotros, que os tiene tanto cariño. Yo os estoy tan agradecida por cuidar de ella estos años, que estoy encantada de que disfrute con ella, y también me quedo más tranquila, dejándola con vosotros sabiendo lo que la queréis y que no la vais a hacer nada malo.
—Te lo agradezco, porque tenía bastante miedo cuando veía a mi marido meterle mano a la nena.
—Pues que esté tranquilo. Además, si quieres, se lo puedes decir a tus amigas españolas, que dicen que nosotras venimos a España a romper sus matrimonios, porque sus maridos se vienen con nosotras, y nos dicen que utilizamos a nuestras hijas para retener a los hombres.
—Bueno, esa fama tenéis, sí.
—Pues ya puedes ver que en tu caso, ha sido al contrario. Mi hija está sirviendo para unir más vuestro matrimonio. Nosotras tenemos otra mentalidad distinta que las de aquí y vemos el sexo de forma más natural porque lo vivimos así. Ya viste todas las anécdotas que te conté sobre las cosas que pasan allí.
—Sí. Me sorprendieron mucho. Me encanta que me cuentes todo eso.
Cuando le comenté esta conversación a mi marido, no podía creérselo y la verdad es que se le alegró la cara y me dijo:
—Ves, ahora ya puedes estar tranquila, ya me parecía a mí que le gustaba mucho lo que le hacía y no se sorprendía de nada.
—Pues sí, me dijo que a Nadia le encantaba que la acariciasen y que en su país muchas nenas se dejan tocar y se divierten con ello. Que a ella misma la pasó también de pequeña, porque ya sabes que nos dijo que allí es habitual que duerman muchos de la familia en cada habitación y cuando son pequeños varios en una cama, con los papás, con los primos, los tíos….., ya que vivían varias familias en cada casa. Así que a ella siempre le tocaba alguno que se le arrimaba y aprovechaba la situación, o se cambiaban de cama con otros para ir probando a todas. Que eso le pasaba a Nadia también antes de venir a España y así se fue acostumbrando a los toqueteos desde tan pequeña.
—Sí, todo eso me contó Nadia. A mí me gustaba preguntarle porque me ponía muy caliente todo lo que me contaba. Un día me dijo que cuando estuvo allá de vacaciones, había visto como a una prima suya, que tenía 12 años, se la metían dos chicos a la vez, por el culo y el coño, imagínate la situación. Yo me ponía malo y acababa masturbándola, como me vistes el otro día.
Así que al siguiente día que volvió Nadia a nuestra casa, todo iba normal hasta que me di cuenta de que mi marido ya se estaba calentando con ella, y esta vez, sin tantos temores, le había levantado la camiseta y le estaba chupando las tetas mientras yo veía a Nadia como disfrutaba por la cara que ponía
Después, mi marido se bajó el pantalón y le mostró su pene completamente erecto, como hacía mucho tiempo que yo no se lo veía y le dijo a la nena que se pusiera sobre él para empezar a metérsela, y en cuanto Nadia se sentó sobre él, la polla de mi marido desapareció dentro de su coño al instante, viendo la cara de gusto de los dos, lo que me puso a 100 y empecé a tocarme viendo la escena, pero no pude aguantarme más y me acerqué a ellos, para decirle a mi marido:
—Llévatela a la cama.
Mi marido se levantó llevando a la nena en brazos, sin dejar que su pene saliera de su coño, y se la llevó a nuestra habitación. La tumbó sobre la cama y se puso sobre ella. Yo me puse a su lado y empecé a besar a Nadia en la boca, metiéndole toda la lengua, mientras acariciaba su suave piel, acompañando las embestidas de mi marido, al que veía disfrutar como nunca le había visto, hasta que de pronto, sacó su miembro de la vagina de la niña y derramó su abundante semen sobre su barriga y sus pechos.
Nadia, al ver la brillante polla de mi marido, por los jugos de su coño y los restos de semen, se levantó al instante y se lanzó sobre ella tragándosela, como si quisiera saborear todo el néctar resultante de la mezcla de los fluidos sexuales, lo que hizo que la erección de mi marido no bajara, por lo que le pedí que me la metiera a mí también, aprovechando la situación y disfrutando de algo que ya tenía olvidado con una excitación que me contaba soportar.
Después de varios años, volví a sentir la polla de mi marido en mi coño, sintiéndola como si fuera la primera vez que me la metía, quizás por la morbosa sensación de estar acompañados por Nadia, que miraba divertida la situación, escuchando mis gemidos y exclamaciones de placer que acabaron llevándome finalmente a uno de los orgasmos más intensos que recuerdo en mi vida.
Cuando la madre de Nadia vino a recogerla, no pude evitar contarle lo que había pasado, debido a la confianza que me había dado, pero ella no le dio importancia y me dijo:
—Ya habrás notado que no es virgen. La última vez que estuvimos en mi país se la metieron y aquí, un amigo que viene por casa, también.
—Desde luego, la nena lo disfruta como una mujer, y yo nunca me hubiera creído estar hablando contigo de esto con toda naturalidad, y mi marido está deseando que llegue Nadia para llevársela a la cama, pero no te creas que me siento celosa ni nada. Estoy encantada con todo esto.
—Jaja, veis como las latinas somos las mejores…..
Después de esta experiencia, única en nuestra vida, estas situaciones se repitieron muchas más veces, devolviéndonos a nosotros el vigor y la juventud de otros años y actuando Nadia en mi marido como la mejor pastilla estimulante para conseguir erecciones fuertes y duraderas, lo que nos hizo volver a disfrutar del sexo como matrimonio, cuando creía que esos momentos, ya no volverían.
Ufff, menudo relato!!!! Escribirás más como este?
Muy buen relato. ya te merecías un buen descanso. Gracias por volver. Siempre tuve la duda de cómo te inspiras para escribir tus relatos, si tienes algún «ritual» o alguna forma de organizarte para escribir los relatos. si los escribes sola o escribes en pareja o algo?
Todo es natural. La inspiración surge de la vida misma, solo es cuestión de observar y contar lo que ves…..
Que rico relato muy exitante
Amigo, los relatos españoles son demasiado aburridos para nosotros. Ni siquiera pude comenzar a pajearme, estuvo horrible
Excelente me pone a mil
Que bello relato, me mantuvo con una erección e principió a fin, acariciandome mientras leía, muy erótico relató
Un relato de lo más morboso, donde esa cría les devuelve a esa pareja mayor el vigor y la juventud de años mejores, haciéndolos disfrutar a plenitud del sexo con una de las más deliciosas y placenteras experiencias de la vida. Algo que caracteriza a esta autora, es el intenso morbo delincuente y pecador como hilo conductor de sus transgresoras historias… Es muy buena. ¡Me gusta!