LA LECHE MATERNA DE MI HERMANA
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Qué tal, gente, mi nombre es Javier, soy el mayor de 4 hermanos, pero con ellos somos hermanos por parte de mamá, ya que ella me tuvo y al poco tiempo se separó de mi padre, casándose posteriormente con el padre de mis dos hermanas y mi hermano menor.
Vengo de una familia clase media baja, y somos de un pueblo de los llanos orientales de Colombia.
Como muchos de los protagonistas de algunos relatos que he leído, a mí también me tocó salir muy joven de casa, al 2do año siguiente de que terminara mis estudios de secundaria, a la edad de 19 años, y como la mayoría de jóvenes de provincia, mi destino fue Bogotá.
En mi aventura me ayudó una amiga de mamá, quien me alojó en su casa los 2 primeros años, durante los cuales pasé por un par de trabajos, hasta que llegué a una pequeña microempresa que fabrica muebles modulares en donde desde entonces me va muy bien, ganando lo suficiente para pagar un apartamento pequeño y tener algunas comodidades.
Ahora los pondré en contexto para el momento en que ocurrieron los hechos.
Yo tenía entonces 28 años, mis hermanas Rosalba y Evelin tenían 23 y 21 respectivamente, y mi hermano menor, Julio, tenía 16 años.
Rosalba tenía 3 años de casada y una parejita de hijos, una niña de 2 y un bebé de 6 meses.
Evelin también tenía un bebé, pero era madre soltera porque el fulano que le hizo la “vuelta” se desapareció del mapa tan pronto como supo la noticia de su embarazo.
A raíz de esta situación, mi hermana se mantenía riñendo con mi madre por su descuido, después de tanto decirle que ese tipo no era de fiar.
Sucedió entonces que en una de mis pocas visitas a casa, una noche mi hermana Evelin esperó que todos se fueran a dormir y al poco fue a mi habitación a pedirme que la ayudara a salir de casa y con un trabajo en Bogotá.
Mi relación con mis hermanos siempre ha sido buena, y siempre he estado muy solícito a ayudarlos en la medida de mis posibilidades, así que me comprometí en ayudarle.
Pero en vista de su maternidad no encontré nada que le beneficiara, pero entendiendo que su situación no era nada cómoda, decidí llamarle y proponerle que se viniera a vivir conmigo y atendiera los quehaceres de la casa mientras el nene crecía lo suficiente para dejarlo en un jardín y que le permitiera a ella quedar libre para buscar un trabajo.
Evelin aceptó encantada y un día domingo llegó a la capital cuando mi sobrino cumplía su 4to mes de vida.
En adelante se mejoró mi vida, pues dejé el aseo habitual, lavar mi ropa y comer siempre en la calle, además porque ella tiene buena sazón.
Ella estuvo muy dispuesta en ayudar con las cosas de la casa y nuestra convivencia era muy buena.
Cuando tenía la oportunidad la sacaba a comer o íbamos a cine, pues resultó ser uno de sus hobbies.
A veces llegaba tarde en la noche y ella tenía la paciencia de levantarse y servirme, cosa que valoré mucho, al punto de decirle que el padre de mi sobrino fue muy idiota al dejar pasar una buena mujer, y además porque la maternidad le estaba sentando muy bien, viéndose más bonita, y a todos estos halagos Evelin me agradecía dándome abrazos y besos bajo mi oreja.
Era raro que lo hiciera ahí pero me gustaba.
En conjunto es una mujer bonita, como buena llanera, de piel morena, cabello a la cintura, boca pequeña de labios delgados y ojos miel, de estatura media, un culito normal, nada proporcionado, mientras sus tetas son de infarto, paraditas y rellenas, de buen tamaño para producir la leche que mi sobrino devoraba sin contemplación.
Siempre hemos tenido mucha confianza, pero reconozco que cuando estábamos en casa los primeros días y ella sacaba su hermosa teta para alimentar a su bebe, yo no podía reprimir cierta excitación al ver en la mujer en que se había convertido, cuando salí por primera vez de casa y ella tan solo tenía 12 años, sumado a que hacía más de un año que había terminado con mi novia, y ante esa sequía, pues no era fácil ver a una mujer tan cercana como ella en esa situación.
Pero todo quedaba en una simple reacción “normal” ante dichas escenas, sin darle largas al asunto.
Algunos sábados me quedaba con mis amigos bebiendo unas 3 o 4 cervezas, y uno de esos sábados, dos meses después de su llegada, llegué a casa a eso de las 9 de la noche.
Aunque ya le había dicho a mi hermana que no tenía que venir a servirme la cena, ella insistía en hacerlo.
Así que mientras ella calentaba la cena yo me duché y me puse una pantaloneta para estar cómodo.
Al sentarme a la mesa no pude evitar seguir los movimientos de Evelin, quien tenía un short cortico y una camiseta de tiras de pijama.
Advertí que no llevaba brassier, como otras veces, por lo que se le notaban las puntas de los pezones.
Me acompañó mientras comía y hablábamos de tonterías.
Después de descansar un poco le dije que me iría a dormir, pero ella me invitó a su habitación a mirar la TV.
Le dije que iría siempre y cuando me dejara recostarme en la cama, condición que aceptó, desde luego.
Ya metidos en su cama mirábamos una película cuando mi sobrino despertó en su cuna, y mi hermana lo trajo a la cama para alimentarlo.
Yo evité mirar en el momento que sacaba su teta y disponía su grueso pezón al bebé.
Me sentía un poco extraño que me ocurriera aquello.
Hubo comerciales en la tele y me quedé de pronto observando cómo mi sobrino mamaba tranquilo su leche, y estando en estas de pronto se me ocurrió decirle que siempre me había preguntado a qué sabía la leche materna.
Lo hice sin ninguna intensión, más que por un mero comentario.
Mi hermana sonrió y me dijo que si acaso no recordaba la de nuestra madre.
-Claro que no, cómo crees, si ya ha pasado mucho tiempo –le dije.
-Bueno, eso sí es cierto, y con la memoria de pollo que tienes, no te alcanza para recordar nada –se burló.
Callamos luego de las risas correspondientes, y al poco le dije que supiera como supiera debía de ser muy buena para que al bebé se le viera plácido pegado a su pezón.
Ella acarició la cabecita del niño y entonces me dijo que si quería salir de dudas que por qué no la tomaba.
-Qué va; ya estoy muy grande para eso –le dije.
-Entonces cuál era la curiosidad –dijo Evelin.
Yo me alcé de hombros y le dije que era eso, mera curiosidad.
-Sea como sea, después no digas que no se te dio la oportunidad –agregó ella.
-Cómo así, Evi –que era su diminutivo y así la llamábamos-, no me digas que me vas a dar esa oportunidad.
-Pues no veo otra mujer en esta habitación que esté lactando –dijo ella echando una mirada de estudio.
Entonces me ladeé mejor sobre ellos y le dije si en verdad estaba hablando en serio.
-Claro que sí, tontico, no que te gustaría saber a qué sabe la leche, y yo no veo nada malo en que pruebes de la mía, a menos que no la quieras –dijo ella sin la menor vergüenza.
Hasta ese momento no había creído que llegáramos a tanto, y ante la posibilidad atrapada sin querer, comencé a experimentar los nervios propios de la excitación.
Le dije que cómo sería eso, y ella me miró a los ojos y me dijo que si quería me daba directamente de su pezón porque no había un vaso a la mano para ordeñarse un poco.
Mi corazón aceleró con su propuesta, y le dije que temía hacerle daño, además de que creía que no era buena idea.
Ella quiso saber por qué.
-Porque… qué tal si me emociono un poco y… paso por una situación un tanto incómoda…
Evelin soltó la risa y se sonrojó nerviosa.
-En ese caso, hermanito, tendrás que saltar de la cama e ir directamente a una ducha de agua fría.
Sonreí, admitiendo que así sería de ocurrir algo imprevisto.
En medio de todo las risas nos ayudaban a distensionar la red que estábamos tejiendo.
-¿Y entonces? ¿Te vas a animar, mi otro bebecito? –volvió a decir burlona mi hermana.
En ese momento volví a mirar a mi sobrino, que se había vuelto a dormir con el pezón en su boquita.
Entonces le dije que sí, pero que antes me dijera cómo debía de hacerlo para no lastimarla.
Ella me miró y volvió a sonreír, divertida con nuestra osadía.
Dejó luego al bebé en su cuna, y como yo había estado a su izquierda, alimentando a mi sobrino del seno de aquel lado, me pidió que cambiáramos de lado a fin de ofrecerme la teta llena, es decir la derecha.
Nos acomodamos y ella me dijo que no tenía que utilizar los dientes, y que solo tenía que chupar como lo haría con una paleta.
-Está bien –le dije ansioso-.
¿Y cuánto tiempo duro?
-El que quieras, siempre y cuando no me tengas en estas toda la noche –volvió a decir divertida.
Luego tomó aire y me miró a los ojos.
En su mirada había todo un mensaje de complicidad-.
Aquí vamos –concluyó, y se levantó la camisetilla dejando al descubierto su hermosa teta a la altura de mi cara, la cual se me hizo más grande que nunca.
No pude evitar sonrojarme y me quedé lelo por un instante, con esa areola marrón enorme, hinchada de esos puntitos que sobresalen, y con ese pezón grueso y largo, para mi sorpresa, como un pequeño pene en erección.
-Son tan hermosas tus téticas, Evi, que sigo pensando que ese tipejo se perdió de una diosa como tú –le dije nervioso.
Ella me abrazó llevando mi cabeza contra su cuerpo, dando mi cara inevitablemente contra su voluptuosa teta que sentí tibia y suave.
-Gracias, hermanito, eres lindo conmigo.
Ahora sal de dudas de una vez por todas.
Yo tragué saliva y pasé mi lengua por mis labios antes de entregarme a la dulce experiencia de mamar la leche de mi hermana.
Tan pronto como sentí invadir mi boca por su pezón, fue como si este esperara el mínimo contacto para que comenzara a aventar a propulsión la más rica, dulce, suave y tibia leche materna.
Cerré mis ojos y en un parpadeo mi boca estaba inundada y no pude evitar que un poco se regara por mi barbilla.
Así que me dediqué a tragarla para no desperdiciar tan preciado manjar, y me impresionaba que una mujer soltara una buena cantidad de leche en tan pocos segundos.
Mi emoción fue tanto en alza que fue inevitable que mi pene se estirara y templara la pantaloneta como carpa de circo.
Yo trataba de esconder la evidencia empujándola hacia abajo, pero en la posición que estaba lo que lograba era chocarla contra la pierna de mi hermana, que de pronto sentí que la empujaba contra mi falo.
Mi hermana había mantenido su teta con la mano, presionando un poco, y en un momento en que abrí los ojos vi que ya no estaba, pues ahora agarraba tensa las cobijas con fuerza, lo que me hizo suponer que también la estaba pasando bien.
Levanté entonces la mirada y la vi con los ojos cerrados, con la boca entreabierta y con la respiración agitada.
Me desprendí de su pezón y ella medio abrió los ojos y con un susurro me preguntó si me gustaba su lechita.
Yo tomé por primera vez su teta por la base y la apretaba suavemente al tiempo que le daba unos chupones y le estrujaba su pezón con mi lengua, lo que provocaba la disparada de algunos chorritos de rica leche que iban a parar sobre sus rollizas piernas.
-Tienes la leche más rica que haya probado jamás –le dije.
Ella aprobó con la cabeza y hacía un esfuerzo por no cerrar los ojos de lleno.
Entonces volvió a acariciar mi entrepierna con su rodilla.
-¿Y eso? –dijo.
-No soy de piedra, Evi, y te dije que temía de que pudiera ocurrir algo así, por lo cual te ofrezco disculpas, pero es que todo esto ha sido tan excitante para mí.
-No importa, Javi, yo también no he sido ajena a lo que dices porque también me he calentado un poco.
Además hace ya un buen tiempo que no estoy de faena, y creo que tú también –dijo sin poder reprimir una sonrisa que la hizo sonrojar.
-Entonces estamos igual –le dije volviendo a mamarle su pezón.
Al poco ella me llamó por mi nombre, y al mirarla pude advertir por sus gestos de su cara que luchaba contra los nervios.
Parecía indecisa con lo que tenía que decirme, pero finalmente lo hizo.
-Qué tal si… me lo dejas ver –dijo.
Yo no entendí a qué se refería, por lo que le pedí que me lo aclarara, y ella, luchando contra todo pudor, me dijo que se refería a mi pene.
Yo sentí que me quemaban las tripas y accedí a bajarme la pantaloneta para dejar al descubierto mi miembro tieso como un garrote.
Mi hermana apenas si lanzó un largo suspiro al verlo, y como obsesionada se incorporó con dirección hacia él.
-Déjame que te lo mame hermanito, para que te baje un poco la calentura, además para que quedemos a mano: tú me mamas y yo también te mamo.
¿Quieres? Será nuestro secreto –dijo completamente agitada.
Yo que me moría porque lo hiciera se lo ofrecí sin rechistar, y ella comenzó por darle chupitos tímidos en mi grande y de a poco se lo fue tragando haciéndome retorcer de gozo.
Cuando sentí que no demoraría en venirme, la detuve suavemente para retardar la venida.
-Ahora déjame devolverte el favor, Evelin.
Y le pedí que se acostara y con todo el tacto le acaricié su vientre que parecía hervir de inquietud, y le fui corriendo su diminuto shorcito hasta que quedó con una tanguita azul celeste que me prendió más, y metiéndome entre sus piernas las aparté con delicadeza y acto seguido me dispuse a quitarle su tanguita con mis manos temblorosas por la excitación.
Mi hermana se mantenía con la respiración agitada y se dejaba hacer, cerrando los ojos por intervalos.
Al verle su chochito en toda su gloria, con esa imponente mata de vellos y con su cuevita que rezumaba fluidos que se perdían entre la raja de su culito, mi pene lanzó un respingón como diciendo esa cueva es mía, y sin perder tiempo me clavé entre sus piernas y comencé a chuparle su chochito con desespero, dejando que sus dulces jugos inundaran mi boca para tragarlos con apremio.
Mi hermana ahora clavaba suavemente mi cabeza en su vagina y se retorcía y ya no luchaba por acallar sus gemidos que fueron subiendo de tono hasta que explotó con su primer orgasmo que mojó por completo mi cara.
Era toda una delicia saborear sus cálidos fluidos que tragaba sin contratiempo, mientras mi miembro lanceteaba y ya botaba abundante líquido preseminal.
Tan pronto como mi hermana tuvo un respiro me acarició la espalda y me dijo que me deseaba tanto que quería que se la clavara.
Le dije que también lo deseaba pero que no tenía condones.
-¡No importa, Javi! Si fueras otro hombre exigiría protegernos, pero eres mi hermano y si hemos de hacer el amor que sea a pelo, sin obstáculos –dijo ella un tanto desesperada.
No fue sino escucharla y acercar mi pene a la entrada de su vagina, y para que nuestro desespero se hiciera mayor, comencé a rosárselo por sus labios hinchados y su clítoris, y ella se retorcía desesperada, gimiendo en voz alta y clamando que ya se la clavara.
Así que pare nuestra agonía de placer y se lo dejé en la entrada de su coñito y de a poco se lo dejé hundir hasta que trancaron mis bolas.
Evelin solo tuvo tiempo de agradecer a Dios por tan rico placer mientras yo sentía que se me iba la vida en su caliente vagina.
Me estuve un instante quieto degustando del placer de sentirme dentro del cuerpo de mi hermana, y acomodé mejor mis brazos sobre la cama en la clásica posición del misionero, y le pedí que me dejara ver sus tetas por lo que se quitó en un santiamén su camisilla, y al estar esos magníficos globos a mi altura los besé mientras nuestras caderas comenzaban un lento y delicioso vaivén acompasado.
De pronto se encontraron nuestras miradas lujuriosas y por primera vez nos besamos en la boca.
Éramos tan sincronizados, que parecía que nos hubiéramos besado toda la vida, disfrutando de sus labios dulces y su lengua húmeda que devoraba con delicia, mientras seguía dándole clavo que nos ponía a volar de gusto.
Deseaba que aquello durara toda la vida porque nunca antes había experimentado tanto placer con mujer alguna, y por más que me esforzaba en prolongar mi venida, el placer inmenso me lo impedía, así que aceleramos las acometidas y les juro que era tan insoportable la dicha que no tuve fuerzas para decirle que me venía, por lo que comencé a disparar chorros y chorros de semen dentro de Evelin.
Ella también consiguió su orgasmo a la par, y juntos nos desahogamos con sendos gritos que de seguro pudieron escuchar nuestros vecinos.
Quedé como muerto sobre ella, dichoso con el mejor orgasmo de mi vida, y cuando poco a poco recuperé el aliento, le dije que lo sentía por haberme venido dentro suyo, ante lo cual Evelin me abrazó fuerte diciéndome que no me preocupara porque ella también lo deseaba.
Esa noche tuve el mejor sexo de mi vida porque lo hicimos 5 veces más, acabando siempre dentro de ella, y la imagen con la que me quedé de aquella juerga, la que me produjo el más inmenso placer fue cuando ella acaballada sobre mí, y meciéndose como toda una jinete profesional, alcanzó su orgasmo, y aunque de sus pezones había estado manando leche por la calentura que nos embargaba, en aquel instante supremo se soltaron como regaderas cayendo su tibia y rica leche sobre mi como el maná del cielo, lanzando chorros tan largos que pude atrapar unos en mi boca, y dicha imagen disparó de inmediato mi venida con una fuerza inimaginable.
Esa noche Evelin quedó embarazada de mí a raíz de nuestra osadía, pero solo lo vinimos a saber cuándo su regla no le llegó en su fecha prevista.
Como suele pasar en estos casos, en los días siguientes nos costó hasta mirarnos a los ojos, completamente avergonzados por el peso de nuestras conciencias, pero como decimos por aquí “la sangre tira” y a los 10 días de nuestro encuentro estábamos dándole nuevamente a la follada, haciéndolo todos los días porque no podíamos con las ganas que muchas veces bastaba con solo cerrar la puerta de la casa cuando regresaba del trabajo, para que ella se tirara sobre mi como una gata en celo.
Al enterarnos de su embarazo fue un duro golpe, pensando hasta en abortar, pero supimos reponernos de nuestra consecuencia y decidimos tener nuestro hijo porque lo deseábamos.
Esta noticia nos alejó un poco, pero tan pronto como decidimos enfrentarlo volvimos como una pareja a la cama porque nos era difícil concebir la vida sexual el uno sin el otro, por lo que tuvimos sexo hasta el final de su embarazo.
El niño nació con un problema pulmonar, pero con el tiempo se recuperó y le dijimos a la familia que ella lo había tenido con un amigo de paso.
La enfermedad de nuestro hijo le dio muy duro a ella y solo quiso volver a estar conmigo un par de veces más y luego se fue de la casa a vivir con una amiga.
Con el paso del tiempo Evelin encontró un buen hombre y se casó con él.
Ahora tiene dos hijos con él y viven también en Bogotá.
Yo también me casé y tengo una niña de 8 años.
Después de nuestro tiempo juntos pensé que nunca más volvería a pasar algo entre ella y yo, pero un buen día que me tocó ir a su casa por unos papeles, y aprovechando que su primer hijo y que nuestro hijo iban a la escuela, y que su otro hijo estaba en el jardín, lo volvimos a hacer 4 veces cuando ya tenía su cuarto mes de gestación de mi otro sobrino, por lo que me dejó venirme dentro de ella.
Ese día me dijo que a veces le provocaba mandar todo al carajo y venirse a vivir conmigo, pero que aún le quedaba algo de cordura que eran sus hijos y que entonces desistía.
Yo sé que he sido el mejor sexo que ha tenido en su vida porque me lo ha dicho y porque cada vez que estuvimos juntos lo disfrutábamos como nunca, es por eso que después de nuestro último encuentro ella ha estado huidiza y casi no se deja ver en reuniones familiares a menos que sepa que yo no estoy, porque sabe que en cualquier posible encuentro vuelve a perder la fuerza de voluntad porque es tremenda nuestra atracción sexual.
De mi parte puedo decir que es lo mejor que me ha pasado en la vida, al punto que se me venía una eyaculación involuntaria cada vez que la veía, y hoy día que está tan alejada de mí recurro a menudo a los recuerdos de aquella noche cuando todo empezó, a modo de consuelo, con la esperanza de que en un futuro pueda volver a estar con ella.
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