La lechita de mamá
El secreto que guardé por más de 20 años, me llevaría a vivir los encuentros más deliciosos con mi yerno..
Hola, mi nombre es Olivia y tengo 45 años, mido 1.50m, soy de piel morena, cabello rizado, pechos grandes y un lunar hermoso en la mejilla. Vivo sola, desde que mi única hija se casó, su nombre es Helena, de 25 años, alta (1.70m) y hermosa, piel blanca, ojos de miel, su esposo Carlo, de la misma edad, 1.85m, atlético, labios carnosos, voz gruesa y muy fuerte, al parecer.
Era un sábado por la noche, nos reunimos en mi casa para ver el Super Bowl, preparé la comida favorita de mi princesa Helena y compré las cervezas favoritas de mi yerno Carlo, aunque lo mío es el whisky escocés; todo iba «normal», hasta que terminó el partido, resultando ganador nuestro equipo, estábamos contentos, brincamos de alegría y nos abrazamos con fuerza; mi yerno me cargó y me apretó de tal modo que ocurrió lo que no quería que me pasara nunca, ya que moría de vergüenza…
Mis pechos nunca dejaron de producir leche, mi niña había alargado la lactancia materna hasta los 5 años y yo esperaba a que la leche «secara», pero nunca pasó. Era mi secreto, no quería que nadie supiera, llevaba guardándolo por 20 años…
Mi blusa se empapó de aquel líquido, mi hija y mi yerno estaban desconcertados, tuve que explicarles lo que sucedía; les conté que aquello no era nada malo, era sólo una rica y calentita leche de mamá, se sorprendieron mucho, pero seguimos tomando después de que me fui a cambiar.
Se nos dieron las 4:00 a.m.
Mi hija Helena fue al baño y decidió recostarse en su antigua habitación, el sueño, el cansancio y el alcohol terminaron por rendirla, se quedó profundamente dormida, como cuando era niña.
Mi yerno Carlo y yo, seguimos bebiendo y charlando, no podía creer aún que a mis 45 años aún produjera leche materna, me dijo que le daba curiosidad, tanta curiosidad que algún día podría probarla, yo reí y le dije que estaba loco, pero que si quería le podía servir en un vaso, para mi sorpresa me dijo que sí. Ya no me podía arrepentir, así que me dirigí a la cocina por un vaso, regresé, saqué mi pecho izquierdo del sostén, froté un poco mi pequeño pezón y poco a poco salía aquel líquido, mi yerno me veía anonadado, poco a poco se fue acercando y me dijo que prefería beberla del envase natural… Puso su boca en mi pecho, yo lo veía, aquel muchachito lleno de juventud, con esos labios carnosos y esa mirada perversa, tenía la boca más húmeda y cálida que jamás había sentido, con sus mamadas en mi seno hacía vibrar todo mi cuerpo, mi clítoris brincoteaba deseoso de ser frotado; Carlo bebía gustoso de mi lechita materna y mi vulva cada vez me pedía más, mi vagina exigía tener un pene dentro, exigía sentir la virilidad de mi yerno.
En mi mente no había nada más que acostarme con Carlo y dejarlo derramar su leche dentro de mí, que no se desperdisiase ni una gota, que me empotrara suave y salvajemente como me gusta ser cogida; lo que nunca recordé es que ese hombre era prohibido, era el esposo de mi hija, la misma verga que yo deseaba sentir, era la que le metía a mi hija…
CONTINUARÁ.
Si te gustaría saber qué más pasa en esta caliente historia, déjame un comentario, necesito motivación para seguir escribiendo, ya que es mi primer relato erótico de incesto.
Esta bastante interesante saber cómo tú yerno te dejo llena de su leche mientras tú le dabas de la tuya, uff ya se me paro de solo pensarlo
Que rico ya quisiera una suegra como tu
Saludos de Aguascalientes México