La madre de mi esposa, mi suegra. – Primera parte.
No responde, pero se deja acariciar, recorro su cuerpo de arriba abajo, rozando suavemente sus partes más íntimas. .
Hola, soy Alberto, desde que conocí a Luisa, mi mujer, mi suegra me ha llamado la atención, realmente me he sentido atraído por ella. Su nombre es Magdalena, en ese tiempo ella tenía apenas cuarenta años, pero lucía estupenda, una mujer madura en toda su belleza y con unas enormes tetas, un culo amplio y con ese aire arrogante que tienen las mujeres con experiencia y que les gusta mostrar lo que tienen.
Por su exuberancia y personalidad, me sentía un poco cohibido ante ella en esos tiempos cuando recién la estaba conociendo. La espiaba cada vez que podía, no podía dejar de admirar sus sinuosidades y voluptuosidad, ese cuerpo pleno y ese pecho majestuoso, sus piernas parecían columnas de mármol, me provocaba y estremecía tanto bien de Dios. Muchas veces mientras follaba a su hija, imaginaba que la tenía a ella bajo mi vientre con sus caderas anchas y esos muslos marmóreos ampliamente abiertos para mí, soñaba con poseerla y someterla y descargar hectolitros de esperma en su coño estrecho y caliente.
Después de casarme con su hija, mis visitas a su casa se hicieron más frecuentes, la visitábamos con mi esposa prácticamente todas las semanas. Poco a poco fui ganando más confianza con ella, lo que me permitió expresarle mi admiración en más de una oportunidad y me di cuenta de que se sentía muy halagada de que un hombre joven la mirara y admirara, pero cada vez que intenté avanzar en la conquista a su mórbido castillo de piel, ella se encargaba de ponerme decentemente en mi lugar, dejándome en un estado de frustración y humillación de macho. Un día mientras la miraba caminar hacia mí, inconscientemente me agarré la pija para acomodar una incipiente erección, ella se percató de ello e inmediatamente me interpeló diciendo:
—¡Alberto! … ¿Te parece eso un gesto elegante? … ¿A tu edad? …
Por supuesto que con fingida vergüenza le pedí las disculpas del caso. Pero todo esto me hizo desarrollar una especie de rencor por mi orgullo herido. Mi pasión no era correspondida y más de una vez quise vengarme de ella. Me parecía que ella disfrutaba al verme enamoradizo y subyugado por su desbordada y opulenta belleza.
No había forma de penetrar esa especie de coraza que la protegía y la hacía cada vez más fuerte ante mis ojos. Hasta la navidad del año pasado, nos habíamos reunido a cenar como siempre, mi esposa y mi hijo recién nacido en casa de ella. Durante la cena bebimos vino blanco, excepto mi esposa que debía dar de mamar a nuestro hijo, cenamos pescados y mariscos, luego brindamos con espumante y nos colocamos delante de la Tv a esperar la medianoche y abrir los regalos conversando de cosas fútiles y recuerdos de fiestas pasadas. Magdalena tiene ahora cuarenta y dos años, pero su belleza no decae ni siquiera un poco, cada año que pasa yo la encuentro más linda que el anterior. Ciertamente su cuerpo se hace más llenito y pesado, sus sinuosidades aumentan, es como la Diosa Juno, reina de los Dioses y de la fertilidad con ese cuerpo maternal, insinuante e invitante.
Cuantas veces me he imaginado acariciando sus pechos voluptuosos, hundiéndome en su carne cálida y abundante, gozando de sus glúteos generosos, empujando mi pija en su coño haciéndola gritar de placer, y por qué no, también de dolor mientras follo su culo engurruñado y apretado.
En las idas y venidas de la cocina para traer bocadillos, me la había encontrado de espalda y casualmente le hice sentir mi dura erección en sus pompis, ante ese contacto fortuito, ella no había dado señales de incomodidad o intolerancia. Pensé que era como una señal, una buena señal. Después de abrir los regalos mi mujer dijo que iría a dar de mamar a nuestro hijo y luego iría a la cama porque se sentía un poco cansada.
Nos sentamos mi suegra y yo en la sala, ella admiraba un chal de fina alpaca que yo le había regalado, lo tenía sobre su regazo y acariciaba la sedosa tela, mi mujer ya se había ido y yo apagué la luz central y nos quedamos en penumbras, solo con las luces del árbol que titilaban con diferentes colores, me acerqué a donde estaba sentada ella y casualmente apoyé mi mano en su rodilla. No mostró ninguna reacción adversa, así que metí mi mano bajo el chal en contacto directo con sus piernas envueltas en medias negras, supuse que era otra buena señal alentadora, entonces con su voz de terciopelo me pregunto:
—¿Desde cuándo que estás en ayunas? …
—¿Qué? … ¿Cómo? …
—Mira que yo soy mujer … el bebé tiene tres semanas, pienso que mi hija no te deja hacerle nada por la cuarentena … así que andas con esa cosa dura por todas partes … no creas que no me he dado cuenta …
—¡Ah! … bueno … sí … Luisa no puede y entonces yo me ayudo solito para no molestarla …
—¿Entonces, te pajeas? …
—Sí … no lo puedo negar …
—¿Y ahora qué haces? …
—Cómo … ¿Qué, que hago? …
—Bueno … me estás tocando las piernas …
—Sí … perdona, pero es más fuerte que yo … y tus piernas son hermosísimas …
Me sonríe enigmáticamente, pero en tanto empuja mi mano con su mano alejándola de sus muslos. Yo también sonrío, pero no me amilano y suavemente vuelvo a poner mis manos entres sus muslos y empiezo un lento movimiento hacia el centro de su feminidad. Ahora suspira, vuelve a mirarme con cierta impaciencia y una ligera molestia y me dice:
—Quieres detenerte, por favor … mi hija está en la otra habitación …
No sé de dónde, pero encuentro el valor de responderle.
—Sí … lo sé que estoy siendo un poco imprudente … pero ¿Cuándo tendré una oportunidad mejor que esta? …
Desaparece el ceño fruncido de su frente y me sonríe divertida, lanzando una furtiva mirada hacía el pasillo y al cuarto donde se encuentra mi esposa.
—¡Que cosas que se te ocurren! … ¿Olvidas que soy tu suegra? …
A estas alturas ya me había lanzado y le respondo confiado:
—¡No! … para nada … pero me he estado reteniendo durante todos estos años … y ahora en la necesidad … que mejor que recurrir a la familia …
A todo esto, las yemas de mis dedos habían alcanzado la delgada tela de encajes y bordados de su pequeña tanga. Lo estaba arriesgando el todo por el todo, me acompañaban las penumbras del cuarto y la atmosfera cargada de vino y espumante, se veía que ella no podía reaccionar en modo visible ni coherente. Me lanza una lasciva mirada mordiéndose su labio inferior, cuando mis dedos apartan los bordes de su calzoncito tocando su coño desnudo, sintiendo la tersura de su tez mojada, caliente y lampiña.
—¡Vamos! … ¡Por favor! … ¡Detente! …
Me acerco a su lóbulo, lo muerdo delicadamente y le susurro.
—¡Ya! … ¡Déjame! … ¡Solo por un momento! …
Ella respira en forma afanosa y gime en silencio, inconscientemente abre sus muslos, yo aparto sus labios mayores encontrándome su chocho como una laguna. Tiro un poco de sus bragas y muevo mis dedos hacia su clítoris, lanza una especie de bramido y cierra sus muslos defensivamente, pero no puede evitar que mis dedos continúen a moverse sobre su botoncito al extremo de su conchita brindándole un placer irresistible. Ya no tiene voluntad ni siquiera para protestar, se vuelve hacia mí con una mirada suplicante:
—Por favor detente … me da vergüenza … no podemos …
No pienso ni respondo nada, solo continúo a estimularla y viéndola a punto de gozar, cínicamente le digo a baja voz:
—Ya no puedes negarlo … te gusta … tu coño te delata … estás toda mojada … di que quieres mi pija …
Me mira con ojos brillosos y llenos de lujuria:
—Sí … la quiero … pero no aquí …
Aferro uno de sus pechos por sobre su vestido y entierro dos mis dedos en su encharcado coño, mientras con el pulgar no dejo de masajear su clítoris.
—¡Ahhh! … ¡Hmmm! … ¡Ummm! … ¡Ooohhh! …
Agarra mi mano y la empuja con fuerza contra su chocho, su vientre se hunde y su pelvis se mueve en forma demencial, siento sus convulsiones y sus piernas se cierran alrededor de mi mano y con un movimiento retrae su coño y hace salir mis dedos de su conchita que se contrae y aprieta mis falanges con sus muslos. Está con la cabeza hacia atrás bufando y gruñendo su orgasmo, no hace mucho ruido, disfruta en silencio y, mi polla también está a punto de explotar.
La dejo que se recupere de sus convulsiones y espasmos, luego se levanta y enciende las luces y va al pasillo en dirección de muestro cuarto y abriendo un poco la puerta, husmea sigilosamente hacia el interior, luego regresa sin hacer ruido alguno, me levanto y mientras ella se sienta y vierte espumante en nuestros vasos, vuelvo a apagar las luces, mientras se acomoda en el sofá me dice:
—¡Eres un cerdo! … ¿Lo sabes? …
—¿Solo yo? … Mira que tú también tienes ganas … de la forma en que te corriste, parece que de mucho tiempo que no lo hacías …
—Sí … mucho más que tu … desde que mi esposo se fue no he tenido ningún hombre …
Me acerco a ella y esta vez deslizo mi mano lentamente bajo su blusa y toco su sujetador por debajo de sus grandes tetas, levanto su sostén y mis dedos atrapan uno a la vez sus endurecidos pezones que parecen dos pitorros prontos para ser chupados, acariciando sus pechos le digo.
—Tus pezones me dicen que estás caliente … están tan duros como mi pija … toma mi polla en tus manos … tómala …
—¡¡Estas loco!! …
Me arrodillo en el sofá a su lado, me bajo la cremallera de mi pantalón, tomo su mano y la pongo sobre mi verga, al principio se resiste, pero luego cierra sus dedos alrededor de mi pene y comienza a jalarlo poco a poco. La sensación es increíble y abrumadora, no me parecía posible tener la mano de mi suegra magreando mi pija, ni menos tirándome una paja en su sala de estar. Con una mano comienzo a presionar y pellizcar suavemente sus oscuros pezones, ella gime y su mano intensifica los movimientos, es demasiado para mí. Tenso mis glúteos y disparo un potente chorro que vuela en medio a la sala, ella se apresura a apuntar mi pene lejos de ella mientras en silencio continuo a disparar violentos borbotones de esperma.
—¡Argh! … ¡Ummm! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Que rriiiicooo! … ¡Lámelo! …
Le digo casi al oído y ella casi rechinando los dientes replica:
—¡No, cerdo! … ¡Eres un cerdo! …
Luego saca dos pañuelos de su bolso, con uno limpia su mano llena de semen y con el otro limpia mi polla que aún gotea esperma, después vuelve a guardar los pañuelos en su bolso, se va al interruptor y enciende la luz central diciéndome:
—¡Ya! … te has descargado … vete ahora con tu esposa …
Me acerco a ella, la beso en la mejilla y le digo:
—Gracias … eres muy buena … la próxima vez lo haremos en la cama …
Después de esa noche de navidad no hubo ninguna otra ocasión propicia, luego comenzamos a llevar una vida matrimonial más normalizada con mi esposa y follábamos de dos a cuatro veces por semana dependiendo del tiempo disponible, así que no tenía el acicate de la abstinencia como para arrimarme a mi suegra en busca de sexo. Pero las fantasías estaban siempre ahí latentes, cuando estaba junto a mi mujer, a menudo ensoñaba con su voluptuoso cuerpo e imaginaba de poseerla a ella.
Pero cuando el diablo mete la cola.
Un domingo fuimos a visitarla, mi esposa y mi hijo de cuatro meses, Luisa dijo que iría al parque cercano para llevar a pasear a nuestro pequeño bebé. Magdalena me había solicitado de ayudarla a ordenar algunos anaqueles de su alacena, así que nos quedamos solos en casa, la oportunidad era demasiado tentadora como para no aprovecharla. Rápidamente reparo las repisas, ella entra a la estrecha alacena para inspeccionar el trabajo y yo me acerco a ella con mi pene duro, la aferro por la cintura y le hago sentir mi miembro endurecido en sus glúteos.
—¿Sientes lo duro que está? … ¡Está así para ti desde la Navidad! …
Ella se libera y con aire molesto me dice:
—Pero ¿estás loco? … ¿Te das cuenta de que mi hija puede volver en cualquier momento? …
Finjo no haberla escuchado y con voz melosa le respondo:
—Pero te deseo … ¿Lo entiendes? …
Mientras vuelvo a rodearla con mi brazos y comienzo a bajar la cremallera de su vestido, beso su cuello, su lóbulo y arrimo mi pene a su trasero, ella reacciona con enojo:
—¡Ya! … ¡Basta, por favor! … ¡Qué te has imaginado! …
Lucha y mueve su trasero, movimientos que no hacen más que excitarme, cuando se voltea para empujarme, la agarro y le meto la lengua en la boca, ella trata de resistirse, pero poco a poco afloja su lucha y responde a mi beso con su propia lengua. A este punto, mis manos vuelan y desabrocho la blusa, le saco las tetas del sostén y empiezo a chupar sus endurecidos pezones, contemporáneamente deslizo una mano dentro de sus bragas, ella intenta alejarse otra vez echando su culo para atrás y me dice:
—¡Cerdo! … ¡Cerdo! … ¡Cerdo! … ¡Eres un cerdo! …
—Sí … soy un cerdo … y hoy te follaré antes del almuerzo … verás cuanto te gustará mi polla …
Enceguecido por la lujuria de sus tetas maduras y exuberantes, le tiró los calzones hasta rajárselos, luego me boto de rodillas ante ella y me lanzo desaforado a comerle su chocho caliente que ya está bastante mojado. Bastan unos pocos minutos de lamidas y chupetones y se derrumba en convulsiones y espasmos en un orgasmo que le hace temblar las piernas, esto la deja más indefensa a mis ataques. Mi polla está a punto de reventar, la empujo y la siento en un taburete, saco mi pija y la coloco frente a sus ojos:
—¡Vamos! … ¡Chúpala! … ¡Tú también lo quieres! …
Ella mueve la cabeza negativamente, entonces agarro mi pene y lo golpeo contra sus mejillas, ella se estremece, hace una mueca y yo aprovecho de empujar mi pija en su boca:
—¡Vamos, como una buena puta! … ¡Chúpalo que estoy a punto de explotar! …
Empujo mi pene hasta el fondo de sus boca y comienzo a follarla, ella intenta oponerse, pero yo no suelto su rostro, solo tengo cuidado de dejarla respirar libremente, cuando siento el cosquilleo en mis bolas le aviso:
—¡Me voy a correr, tesoro! … ¡Bébela! … ¡Bébela toda! …
Ella traga un poco y luego tose dejando escapar algo por su barbilla y sobre sus senos bamboleantes. Me separo de ella y le ordeno:
—¡Desnúdate! … ¡Quiero verte desnuda! …
Ella me mira enojada:
—¡Eres un cabrón! …
Y yo insisto con dureza:
—¡No jodas! … o te desvistes tú, o te desvisto yo …
Reticente y con algunos arrechuchos, finalmente accede, la observo de pies a cabeza:
—¡Uuhhmmm! … ¡Eres fantástica! … ¿Sabes que eres más linda que tú hija? …
Me inclino a lamer sus pezones y vuelvo a acariciar la hendedura entre sus muslos, está totalmente mojada, tiembla cuando mis dedos rozan su clítoris. Me siento en el taburete y la atraigo hacia mí, ella separa sus piernas y queda a horcajadas rozando su panocha con mi verga enhiesta, la tiro más estrechándola a mí, tomo uno de sus muslos y luego el otro, prácticamente mi polla apunta amenazante su empapado agujerito, la escucho gemir, se mantiene en vilo con su chocho bañado, la beso intensamente y ella balbucea:
—¡No! … No lo hagas …
—Lo siento … pero ya no puedo parar …
Le digo haciéndola descender centímetro a centímetro sobre mi glande que resbala dentro de ella, la escucho gemir y apretarse a mí, mi pene la penetra suavemente, su sedoso y cálido coño envuelve mi pija y ella se estremece. Relajo la toma a sus muslos y la siento acomodarse sobre mi polla, no hago ningún movimiento dejándola acostumbrarse a mi envergadura. Mi pija se ha enterrado en ella hasta mis bolas, entonces ella aprieta sus tetas a mi pecho:
—Bueno … entonces fóllame … fóllame duro …
Magdalena sacude su pelvis contra mí y frota sus opulentos pechos casi en mi rostro, cuando aumento la velocidad de mis embistes la siento chillar y temblar en un mini orgasmo. Tomo sus pezones entre mis labios y chupo sus tetas una a la vez.
—Te gusta chupar mis tetas … ¿eh? …
—Y tú … ¿Sientes lo hermosa que es mi polla? …
—¡Sí, cabrón! … ¡Mételo más fuerte! … ¡Hasta el fondo! …
La sostuve lo mejor que pude cuando ella comenzó a sacudirse y cada musculo de su cuerpo se tensó y tembló como si una descarga eléctrica atravesaba toda su humanidad, besé su cuello sintiéndola correrse en un potente orgasmo, chilló y sollozó apretada a mí. El efecto de succión de los músculos de su coño fue demasiado para mí y mis borbotones calientes de esperma comenzaron a bañar sus entrañas, ella lo sintió y su cuerpo volvió a electrizarse:
—¡Lléname! … ¡Déjame llenita! … ¡Dámelo todo! …
Decía comiéndome a besos, mi verga se había inflado como un globo y continuaba a descargar semen en su chocho enardecido que me atrapaba y ordeñaba hasta la última gota. Con un movimiento repentino ella se baja de mi regazo y lo prende en su boca, su lengua vaporosa se enrolla como un ofidio en torno a mi glande, me hace estremecer, la siento tragar los últimos disparos de semen. Luego con su boca brillando de saliva y esperma me da un apasionado beso y me dice:
—Vistámonos … mi hija está por regresar …
Nos vestimos lo más rápido posible, habíamos perdido la noción del tiempo, apenas salió de la alacena hacía la cocina, mi esposa entró por la puerta principal. Ella termino de preparar el almuerzo junto a mi mujer y luego nos sentamos todos a la mesa. Magdalena tenía un brillo especial en su rostro, pero rehuía mi mirada.
Ese domingo fue memorable para mí, pero no sucedió nada más hasta el verano siguiente. Alquilamos una casita en un sector balneario e invitamos a Magdalena. Ella apenas me vio me dijo:
—Ni te me acerques … si vuelves a comportarte como un estúpido conmigo, le contaré todo a mi hija … así que ni te atrevas …
Le sonrío socarronamente y no le respondo nada, solo encojo mis hombros y continúo haciendo mis cosas. Pasan unos días, una mañana me levanto temprano a orinar, mi esposa duerme y mi hijo también. Me asomo a la terraza y veo a mi queridísima suegra sentada en la tumbona tomando un poco de sol cerca del quitasol, esta vestida solo con su bikini blanco que sobresalta sobre su tez bronceada. Después de fisgar en nuestro dormitorio para cerciorarme de que mi mujer duerme, me meto mi traje de baño y me voy silenciosamente a la terraza, me acerco a la sombrilla y la saludo:
—¡Buenos días! … Sí que estás hermosa esta mañana … ¿Puedo ponerte un poco de protector solar? … El sol está muy fuerte a esta hora …
Se vuelve a mirarme y con un tono severo me dice:
—Mira … ya te lo advertí … te dije que me tienes que dejar en paz … de lo contrario se lo diré todo a mi hija y así terminaremos esta historia …
Imperturbable, finjo de no haberla escuchado, ella esta boca abajo, le deshago el lazo de la parte superior de su bikini diciéndole:
—Perdona, suegrita … pero si no tienes atención, esto te dejara unas feas marcas si te pones algún vestido sin espalda … se verán las marcas de tu traje de baño …
Enseguida tomo el bronceador y empiezo a untar su espalda:
—Por favor, Alberto … mi hija nos puede ver …
—No te preocupes, porque ella aún duerme … además, te estoy solo metiendo un poco de protector solar … ¿Quién podría pensar que hay algo de malo en ello? … tranquilízate mujer y déjame hacerlo …
Luego meto abundante crema en su espalda y bajo hasta sobajear sus nalgas, comprimiéndolas y masajeándolas acuciosamente, después meto mis manos por sus flancos y acaricio sus senos que sobresalen con el peso de su cuerpo, poco a poco las hago deslizar hasta tocar sus pezones, me acerco a su oído y le susurro:
—¡Uy! … pero como están duros estos pezoncitos … ¿Acaso mi perrita hermosa se está calentando? …
No me dice nada, solo suspira y esconde su cara entre sus brazos. Me pongo a horcajadas sobre sus muslos y continuo a masajear su espalda y bajo su bikini a la mitad de sus nalgas, meto mi mano entre sus piernas y acaricio su coño hasta alcanzar con mis dedos su clítoris, se estremece y mueve su ingle, aprieta sus glúteos y folla mi dedo con cortos movimientos, gime. Mis dedos están dentro de su encharcado chocho, mueve su cuerpo cada vez más rápido y retuerce su espalda jadeando y bramando en un orgasmo silencioso.
—¡Eres un cerdo y estás loco! …
Me dice haciendo rechinar sus dientes y le respondo:
—¡No! … soy solo tú yerno y a ti te gusta lo que te hago … ¿eh? …
—¡Eres solo un cerdo bastardo! … No sé como mi hija no se ha dado cuenta de lo depravado que eres … solo te aprovechas porque soy viuda …
Su tono me hace enojar y le contesto:
—Mira me tienes harto de tanta mojigatería … esa actitud de señora respetable no se condice con las reacciones de tú cuerpo … eres una puta … hasta ahora siempre lo has disfrutado … deja de moralizarme y diviértete … te espero en el garaje para follarte como la puta que eres … si no vienes … vengo y te follo aquí delante de tu hija …
Me levanto y me voy al garaje, a los tres o cuatro minutos siento que se abre la puerta del garaje, estamos en penumbras, solo se filtra un poco de luz solar.
—¡Hey! … soy yo …
Dice mi suegra adentrándose en las penumbras del garaje y cerrando la puerta a sus espaldas, inmediatamente me abalanzo sobre ella abrazándola, rodeo su espalda con mis brazos y le quito la parte superior de su bikini, lamo un poco sus tetas y luego viene la parte inferior de su traje de baño que hago descender rápidamente entre sus esculturales piernas, de frente a ella, la aferro por sus nalgas y hundo mi cabeza en su entrepierna, siento sus manos en mis cabellos, se relaja y abre sus muslos, empujando su conchita contra mi boca, la siento temblar repetidas veces, no puede reprimir su goce, está empapada y sus fluidos escurren por mi barbilla, tira de mis cabellos cuando se corre con mis labios aprisionando su clítoris.
—¡Eres un sucio demonio! … ¡Has lo que quieras de mí! …
Sin esperar otro invito, pongo mi mano en su cabeza y ella se arrodilla para tomar mi pene en su boca, me mira con ojos brillantes y vidriosos de lujuria, me quito rápidamente mi traje de baño y paseo con orgullo mi pija endurecida al máximo delante de ella qué cierra sus ojos y engulle mi longaniza dura como mármol:
—¡Vamos! … ¡Chúpame! … ¡Hazme una buena mamada! …
Ella estira su mano delicadamente y con dos dedos aferra mi prepucio afelpado, lo hace deslizarse hacia atrás, abre sus labios a forma de “O” y se traga toda mi pija de una sola vez, tomo su nuca y se la empujo hasta su garganta e inicio a follar sus cálidos labios. No resisto mucho, tensando mis piernas y apretando mis glúteos, lanzo chorros de semen en su garganta, me lame y chupa tratando de no perder nada, pero invariablemente un poco escurre de su mentón sobre sus tetas, donde ella acoge mi verga palpitante mientras termina de descargarse mi tibio esperma.
La hago levantar y la empujo retrocediendo hacia la mesa de Pin-Pon, la ayudo a recostarse de espalda y me sumerjo en el océano vaginal de su coño, lamo y trago todo lo que puedo de su exquisito néctar, ella brama y se retuerce, pero no emite reclamo alguno, sigo chupándosela hasta que la siento vibrar otra vez, la hago descender y girar, apoyando sus tetas en la mesa, me agacho y le beso el culo insertando un dedito y luego dos en su estrecho ano, ella gime y se menea, a ratos empujando su trasero contra mis falanges.
Me alzo y hago navegar mi mástil enhiesto en el mar de los cachetes, le abro las nalgas y su engurruñado culo parece ser como un remolino que arrastra mi verga hacia su precipicio, empujo mi glande forzando su enjuto orificio apenas humedecido por mi saliva, ella se mueve nerviosa, reacciona, pero mi glande ha ya perforado su cuevita y se adentra en su intestino caliente, comienzo a follarla delicadamente mientras ella se debate tratando de girarse sin mucha voluntad ni fuerza, soporta esos primeros momentos y luego apoya sus manos en la mesa sacando sus tetas orgullosas hacia adelante, gime y mueve sus muslos acompasadamente a mis embistes, le follo el culo por una decena de minutos, ya nada indica que no lo esté disfrutando, le gusta, está con sus ojos cerrados, su nariz respingada bien alzada y su pechos que se bambolean al ritmo frenético de mis empujes. Mi verga aparece y desaparece profundamente incrustada en su estrecho ano. La tomo por sus cabellos y luego paso mi mano izquierda bajo sus tetas, mi mano derecha encuentra via libre hacia su coño, restregó su botoncito encallecido hasta que trata de voltear su cara para morderme, gime y se contorsiona, no hace mucho ruido, sabe que estamos escondidos y sabe lo que estamos haciendo. Se lleva sus manos a su boca para no gritar cuando mis borbotones comienzan a llenar su recto. Follar su culo fue una cosa sublime, el placer más exquisito jamás experimentado, tomé la virginidad de su trasero. Ella se da vuelta finalmente, me abraza y me dice:
—¡Eres un maldito cerdo degenerado! … ¡Vicioso! … ¡Puerco! …
Recoge su bikini, se lo vuelve a poner y se va a su tumbona con el culo adolorido y lleno de leche.
No me habló en dos días. Mi esposa me dice que quizás su madre tiene algún problema de hemorroides, ya que camina con cierto grado de dificultad, yo me río para mis adentros y la acompaño a preguntárselo. Ella estaba sentada a mirar la televisión.
—Mami … quieres que te llevemos a un doctor … parece que no caminas muy bien …
Me da una mirada asesina y responde:
—No, no es nada … creo que me quedé dormida boca abajo y el sol anduvo quemando mis glúteos … ahora me arden un poco …
Mi mujer me mira y se encoge de hombros, yo solo me volteo y me voy ocultando mi sonrisa.
Un par de noches después, me quedé dormido mirando la televisión, mi mujer ya se había ido a acostar, mi suegra estaba también un poco traspuesta, me acerqué a ella y dio un brinco:
—¡Alberto! … ¿Qué más quieres de mí? … ¡Al parecer nada te basta! … ¡Déjame en paz! …
—No puedo … tu hija me había prometido una mamada … ahora duerme y no quiero molestarla … y yo no podré dormir con la sensación que siento en mis pesadas bolas … quiero saber si tú …
—¡Olvídalo! … ¿Acaso has enloquecido? …
—Bueno … ya sabes … tu hija mama divinamente … también tú … ¿Qué te cuesta? …
Me acerco a ella y saco mi verga de mis shorts, ella la mira escandalizada, mira hacia el pasillo y luego estira su mano, se endereza en el sillón y se traga mi pija. La sensación de lo prohibido, y el peligro de ser descubiertos aumenta mi excitación y después de algunos minutos descargo una copiosa cantidad de semen en su boca, me mira abre su boca y me muestra todo el semen que conserva en su cavidad bucal, luego lo traga con un sonido seco de su guargüero, mientras me acomodo los shorts y me siento en la poltrona frente a ella, escuchamos que mi esposa entra en la sala:
—¡Alberto! … ¿A que esperas? … ¡Vente a la cama! … ¡Se hace tarde! …
Mi suegra me mira como si quisiera crucificarme ahí mismo en la sala y a baja voz me dice:
—¡Eres un puerco inmoral! … ¡Anda a que te la mamen de nuevo! …
Solo le sonrío y la saludo:
—¡Buenas noches, suegrita! …
Me evitó por un par de días, pero no podía durar mucho pues no veíamos a cada rato dentro de casa. Mi esposa dijo que iría al consultorio para controlar a nuestro hijo, la acompañé a la puerta y luego volví donde estaba Magdalena bebiendo un refresco. Me fui detrás de ella y le acaricie los brazos y los hombros, me incline y bese su cuello, mordisqueando suavemente sus lóbulos:
—¿Por qué me rehúyes? … ¡Por qué negarnos a esto que nos gusta tanto a ti como a mí? …
No responde, pero se deja acariciar, recorro su cuerpo de arriba abajo, rozando suavemente sus partes más íntimas. Ella cierra sus ojos, no hace nada, está vencida y entregada a mis caricias. Tomo su mano inmóvil y la llevo a mis shorts para hacerle sentir mi pija dura:
—¿Cómo puedo estar perennemente en estas condiciones? …
Me mira sin pestañear y me responde poco convencida:
—Pues tienes mujer … desahógate con ella …
Inmediatamente le retruco:
—Pero esto … no es por ella … es por ti … mi pene enloquece solo por ti …
Sonríe levemente, veo un destello de suficiencia y placer en ella, sus ojos brillan. Mis palabras dieron en el blanco, ella es una mujer madura y sentirse en grado trastornar a un hombre joven seguramente alimenta su ego femenino, todavía está atractiva para el sexo opuesto y ella lo sabe. Además, su difunto marido jamás la valoró como hembra, mi esposa me contaba que prefería quedarse de juerga con sus amigos y no en la cama con ella.
Me sorprende cuando me agarra de mis shorts y extrae mi pija y me tira hacia ella:
—¡Cabrón! … ¡Esta pija también es mía ahora! …
Rápidamente comienza a chuparla y hace que me corra en su boca. Creo que lo he logrado, mi audaz atrevimiento venció su resistencia. Al día siguiente regresamos a la ciudad, las vacaciones han terminado, ella volvió a su casa y nosotros a la nuestra, pero el camino estaba abierto y solo tenía que buscar las oportunidades adecuadas para estar a solas con ella y colocar mis manos en su curvilíneo cuerpo, para volver a follarla como a ella le gusta.
(Continuará …)
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Delicioso, bien escrito y la suegra es la milf ideal, todavía está en edad de embarazo así que espero que la haga suya de esa manera también