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Fantasías / Parodias, Incestos en Familia, Voyeur / Exhibicionismo

La máscara escarlata – parte 7

Continuación .

Kai, el guardián milenario atrapado en la forma de un adolescente por una antigua maldición, cargaba el cuerpo inconsciente de Clara en sus brazos. Mientras ella, con su máscara escarlata intacta, yacía desnuda y vulnerable, con sus tetas firmes que subían y bajaban con las respiraciones débiles que daba. Kai, la había estado observando hace tiempo, pues gracias a su rol como estudiante en el colegio donde Clara enseñaba, el se había dado cuenta que ella era una chica de corazón noble. Y precisamente por eso, le otorgó la máscara y sus poderes.

Pero mientras intentaba avanzar en dirección a la cueva, cargando a su protegida. Unas voces rudas lo sorprendieron por detrás.

—¡Miren quién es! ¡Es el rarito de Kai, y ahora anda disfrazado cavernícola!

—Jajaja, es cierto, ¿Y ese trapo que llevas? ¿Te crees Tarzán o qué?

Y Kai, tropezó con una roca tambaleándose como un borracho. Intentó mantener a Clara estable, pero un movimiento en falso lo traicionó, y cayó de rodillas, dejando el cuerpo inconsciente de la heroína tirado en el suelo.

Al volverse, vio a sus «compañeros» del colegio: con sus sonrisas crueles y ojos llenos de malicia. Eran los mismos que lo acosaban a diario por su aspecto tímido y su origen «misterioso», llamándolo «el perdedor indio».

—¿Qué mierda estás haces Kai? —se burló el líder, llamado Alex

—¿Acaso te pillamos en plena selva haciendo tus cositas?

—Oh, miren ese bulto… ¿Qué tratas de esconder ahí?

Decían mientras se acercaban más, y el pobre Kai, trataba de ponerse en pie para intentar ocultar a Clara detrás de su cuerpo delgado. El sabía perfectamente, que podía aplastarlos con su fuerza sobrenatural —como guardián de las portadoras de la máscara escarlata—, pero no podía arriesgarse a exponer su verdadera naturaleza. Así que se dejó sujetar por los brazos, fingiendo debilidad.

—Oigan, no, aléjense… Déjenla en paz, no es asunto suyo.

Pero fue inútil. Alex lo empujó a un lado con facilidad, y los tres se acercaron a Clara, y con su mirada, ya la devoraban. Además, como habían sido ajenos a los acontecimientos en el ministerio de defensa, al estar ahí; pudieron confirmar los rumores que corrían por las calles. Eso de que en la cuidad habitaba una heroína desnuda, una mujer con tetas voluptuosas que invitaban a ser apretadas, con una cintura estrecha que llevaba a caderas anchas y un culo redondo que merecía ser azotado.

—Joder, es la Máscara Escarlata… ¡Mira esas tetas! Podría metérsela entre ellas y correrme en un minuto —gruñó Jake, bajándose el pantalón sin pudor. Su pene erecto saltó libre, grueso y venoso, y ya goteando.

Mike lo imitó, sacando su miembro más largo pero delgado, frotándolo con urgencia.

—Sí, y ese coño… Apuesto a que está apretadito. Imagínense como gemirá si la follamos ¡Vamos, chicos, creo que hot es nuestro día de suerte!

Decían, mientas Alex también se apresuraba a quitarse el pantalón, mostrando su polla dura y curvada apuntando directamente a ella.

—Mírenla, inconsciente y lista para nosotros. Hoy voy a correrme en esas tetas perfectas, imaginando que me la chupa con esa boca.

Y así, se masturbaron con furia. Sus manos subían y bajaban mientras imaginaban cosas explícitas: «Imagínate la cara que pondría si se la metiera por el culo… No no, mejor piensen en la expresión que pondría si le lamiéramos el clítoris hasta que nos suplique… Mierda, es toda una diosa, esta desnudita y lista para ser llenada de leche»

Finalmente, entre sus risas y gemidos se corrieron. Y chorros calientes de semen aterrizaron sobre los senos de Clara, salpicando sus pezones y bajando por su abdomen plano, cubriendo su piel con un calor pegajoso.

Ese calor, fue despertando de a poco a Clara, y cuando apenas abrió los ojos, vio a tres muchachos de espaldas,  con los pantalones abajo, molestando a un chico al que llamaban Kai.

—Vete de aquí, perdedor. Esta tarde la vamos hacer nuestra. La follaremos hasta que grite y se despierte, si quieres quédate pero tú solo mirarás como el marica que eres.

Clara recobró el aliento, se levantó suavemente sin que la notaran, y se dio cuenta de todo, y reconoció a Kai como el estudiante tímido que sufría bullying en su colegio, el que los profesores compadecían por su reputación de «el débil». Con una sonrisa pícara, decidió encararlos con su estilo característico: ardiente y sensual, para avergonzarlos y dejarlos sin aliento.

—Ey, chicos… ¿Ya terminaron de jugar con sus cositas? Porque si eso es todo lo que tienen para ofrecer, no me extraña que necesiten masturbarse en grupo.

Los tres se giraron de golpe y sus ojos se abrieron de par en par al verla de pie, con sus tetas cubiertas de su semen pero erguida como una diosa.

—Miren nada más…  Me han dejado un regalito en mis tetas. Qué tiernos. Pero déjenme decirles, amores: si creen que con esas pollas patéticas van a «hacerme suya», están soñando. Pues mi cosita —rozó su vagina con un dedo, y se  lo lamió después— está acostumbrada a cosas de verdad, no a eyaculaciones prematuras. ¿Quieren intentarlo? Vengan, que les muestro cómo una heroína chupa hasta dejarlos secos… ¿Cómo pudieron correrse antes de tocarme un poquito?

Ellos balbucearon, rojos de vergüenza, cubriéndose torpemente. —¡E-es… es la heroína! ¡Mierda, estamos fritos!

Clara rió, pasando un dedo por el semen en su abdomen y untándolo en sus labios.

—Sí, y ahora que lo pruebo… sabe a fracaso. Vayan a casa a practicar, chicos. Vean esas peliculitas que tanto les gusta, y quizás así, algún día den la talla.

Y sin darles tiempo a nada, Clara avanzó hacia Alex, con un caminar deliberadamente lento y provocador. Sus caderas se balanceaban, haciendo que sus glúteos firmes se contrajeran con cada paso, mientras sus tetas rebotaban ligeramente, y el semen le resbalaba entre sus pezones endurecidos.

Al estar frente a Alex, su polla estaba flácida, pero aún tenía restos de su corrida anterior. Con una sonrisa pícara, Clara extendió su índice, levantando el pene de Alex con un toque suave pero firme, como si estuviera inspeccionando un juguete roto.

—Mira esto… ¿Qué pretendías hacerme con ese soldado caído? —dijo, mientras lo miraba directamente a los ojos. Y su sostenía con su dedo su glande.

Alex tembló, su rostro enrojeció aún más, y de repente, su polla se contrajo y eyaculó de nuevo, un chorro débil salpicó en el suelo.

—¡Guau! ¿ya?

— Mierda, dijo Alex al instante, y retrocedió cubriéndose, humillado. Jake y Mike se quedaron congelados, sus rostros también estaban pálidos de vergüenza.

Y Clara, soltó una carcajada, echando la cabeza hacia atrás, dejando que sus tetas se agitaran con el movimiento.

—¿En serio, Alex? ¿Te corres solo porque te toco con un dedito? ¡Patético! Chicos, si quieren impresionarme, van a necesitar más que estas… —hizo una pausa, señalando sus entrepiernas con desprecio— cositas de niños. Vayan a masturbarse a casa, que aquí no hay nada para ustedes. ¡Ni siquiera saben manejar lo que tienen!

Los tres estaban mudos, sudando, con los pantalones abajo y la vergüenza quemándoles la piel. Clara, sin perder el ritmo, giró sobre sus botas, y les mostro su culo perfecto moviéndose. Mientras se dirigía a Kai, aún en el suelo, fingiendo debilidad bajo su taparrabo. Sus ojos ámbar la miraron con una mezcla de admiración y alivio.

—Vamos, amiguito —susurró ella, inclinándose para que sus tetas rozaran su pecho mientras lo levantaba en sus brazos con facilidad. Su piel morena contrastaba con la suya, y el bulto bajo el taparrabo de Kai se tensó al sentir su cercanía. Y antes de que los bullies pudieran reaccionar, Clara sonrió con picardía, guiñó un ojo y, en un parpadeo, desapareció con Kai, esfumándose a supervelocidad en un borrón que dejó solo una brisa cálida y el eco de su risa burlona.

Los tres chicos se quedaron parados, boquiabiertos y sus rostros humillados. —¡Maldita zorra! —dijo Alex.

Entonces, cuando Clara y Kai se alejaron de ellos, hasta una parte del bosque donde nadie los viera. Clara puso a Kai  a salvo, dejándolo en el suelo con gentileza, y apartándose un poco.

—Tranquilo… Sé la época del colegio puede ser difícil, y más cuando te molestan. Pero mírate ahora: esta aquí en taparrabo, junto a mí. Eso a mí, me pone caliente. ¿Quieres que te ayude a relajar ese bulto?

Kai se sonrojó pero sonrió. —No gracias, mejor dime ¿Qué recuerdas antes de desmayarte?

Clara parpadeó, recordando: el gato, la transformación.

—Espera… ¿Eras tú? El gato que salvé el día que yo… y… y… y ahora estás aquí? ¡Cómo no pude olvidarlo!

—No temas. Soy el guardián de las portadoras de la máscara escarlata. Tengo mil años, y estoy maldito en esta forma de adolescente. Pero eso no importa por ahora… Mira, fui yo quién te elegí por tu corazón. Pronto te diré la verdad completa, pero por hoy es suficiente. Sigue protegiendo la ciudad; yo te buscaré cuando más me necesites. Eres fuerte, la mejor heroína que antes haya portado la máscara.

Y antes de que ella respondiera, se transformó en el gato gris, desapareciendo entre las hierbas del bosque a una velocidad que ni Clara pudo seguir.

Clara suspiró, limpiándose el semen residual con una hoja.

—Pero qué día de locos… —murmuró, mientras se dispuso regresar a casa.

Al llegar ahí. Su padre aún estaba sentado en la sala, con el rostro preocupado. Clara sonrió.

—¿Papá? ¿Por qué no volviste a casa?

Él se levantó, voz tierna:

—Estaba preocupado, hija. Vi todo por la TV: la explosión, tu heroísmo. No me iría sin asegurarme de que mi pequeña regrese sana y salva.

El momento fue emotivo; se abrazaron fuerte. Pero entonces, su padre le agarró las nalgas con picardía. Clara se apartó, avergonzada pero riendo.

—¡Papá!

—Lo siento, tenía que hacerlo. Eres tan hermosa… Además, no es como si tocara tu cuerpo real; es prestado por la máscara, ya sabes.

Ambos rieron como cómplices. Y antes de que Clara se quitara la máscara, su padre le dijo:

—Déjame contemplarte un poco más. Date una vuelta para mí, por fa…

Clara lo entendió al instante, captando el brillo juguetón en los ojos de su padre. Con una risita, giró lentamente sobre sus botas, dejando que su cuerpo hablara por sí solo. Sus tetas rebotaban ligeramente con el movimiento y con sus pezones rosados aún endurecidos. Sus caderas se balanceaban como un péndulo sensual, y su culo perfecto parecía esculpido para provocar suspiros. Su vagina, suave y depilada, con labios carnosos, relucían bajo la luz, era una visión que cortaba el aliento.

Su padre la miró embelesado, murmurando:

—Mira esas tetas firmes, como si desafiaran la gravedad. Y esa cintura… te invita a abrazarla, a perderte en ella. Esas caderas anchas, uff, y ese culo tan perfecto que dan ganas de… bueno, ya sabes ¡Por Dios, eres una obra maestra, aunque sea un cuerpo prestado por la máscara!

Clara, deteniendo su giro, plantó una mano en la cadera y ladeó la cabeza, dejando que su cabello cayera seductoramente sobre un hombro. Con una sonrisa burlona y un tono exageradamente sensual, respondió:

—¡Papá, por favor! ¡Si sigues así, voy a tener que cobrarte por mirar!

Su padre soltó una carcajada, levantando las manos en rendición. —¡Vale, vale, me rindo! Pero es que eres demasiado, pequeña. No todos los días se tiene una hija que parece sacada de una fantasía.

Clara rió, sacudiendo la cabeza, y con un movimiento elegante, se quitó la máscara escarlata. En un instante, su ropa habitual volvió a cubrirla: una camiseta ajustada y unos jeans que, aunque menos reveladores, aún abrazaban sus curvas. Sus ojos brillaron con complicidad mientras miraba a su padre, ahora de vuelta a su yo cotidiano, pero con la chispa de la heroína aún latente.

—Anda, papá, pon el café —dijo con un guiño—. Que después de salvar la ciudad y lidiar con tus cumplidos subidos de tono, me merezco una ducha y un descanso.

Su padre rió, sacudiendo la cabeza mientras se dirigía a la cocina. —¡Eres imposible, pequeña! Pero está bien, café para la heroína. Eso sí, no me culpes si me quedo mirando esas curvas tuyas aunque estés vestida ahora —bromeó, encendiendo la cafetera con un guiño cómplice.

Clara puso los ojos en blanco, pero no pudo evitar soltar una risita mientras subía a ducharse. Bajo el agua caliente, dejó que el calor relajara sus músculos, ya menos doloridos por la explosión. Se miró en el espejo empañado, trazando con un dedo las curvas de su cuerpo, ahora sin la máscara. “Heroína o no, sigo siendo yo”, pensó, recordando el caos de la plaza, la humillación de los bullies y la misteriosa revelación de Kai. Se envolvió en una toalla, dejando que gotas resbalaran por su piel, y bajó a la sala, donde el aroma del café llenaba el aire.

Sentados en el sofá, padre e hija charlaron como confidentes hasta las siete de la noche. Entre sorbos de café, hablaron de todo: desde los titulares sensacionalistas que ya circulaban sobre la “heroína desnuda” hasta las anécdotas de la infancia de Clara, cuando su padre la sorprendía trepando árboles para “salvar gatos”. Él la miró con orgullo, su voz suavizándose.

—Siempre supe que eras especial, Clara. Pero esto… la Máscara Escarlata, salvar la ciudad, enfrentarte a tipos con bombas mientras… bueno, luces así —hizo un gesto vago hacia ella, sonriendo—. Eres más valiente de lo que nunca imaginé.

Clara se sonrojó, dándole un codazo juguetón.

—¡Papá, para! Pero gracias… significa mucho que estés aquí, aunque sea para babear un poco —bromeó, guiñándole un ojo.

El momento se tornó cálido, pero Clara miró el reloj y suspiró.

—Papá, es hora de que marches. Solo me queda un día de permiso de mis vacaciones adelantadas; debo volver al colegio, y tú debes estar con mamá. No quiero que ella piense que te secuestré.

Su padre asintió, con una sonrisa melancólica.

—Tienes razón, pequeña. Pero no me voy sin asegurarme de que estarás bien. Prométeme que cuidarás ese cuerpito perfecto… es decir, ¡a ti misma! —añadió con una risa, esquivando el cojín que Clara le lanzó.

Se alistaron rápidamente, riendo como si fueran cómplices de una travesura. Juntos, caminaron hasta el terminal bajo el cielo ya oscuro, con las luces de la ciudad parpadeando como testigos de sus aventuras. En el terminal, compraron un boleto para el próximo autobús. Clara insistió en pagar, sacando dinero de su bolso con un gesto teatral. —Esto es por ser el mejor papá, aunque tengas la manía de agarrarme el culo —dijo, haciéndolo reír.

En la parada, el autobús llegó. Su padre subió, pero antes de que la puerta se cerrara, se volvió desde su asiento, mirándola a través del espejo. Sus ojos brillaban con una mezcla de orgullo y nostalgia. Clara, de pie en la acera, agitó la mano, su cabello ondeando con la brisa nocturna.

—¡Vuelve pronto, papá! ¡Y no le cuentes a mamá sobre lo que te mostré! —gritó, sacándole una última carcajada.

El autobús se alejó, sus luces traseras se desvanecían en la distancia. Y Clara se quedó allí un momento, sola bajo las estrellas, sintiendo el peso de la máscara en su bolso. La ciudad aún zumbaba con rumores sobre la Máscara Escarlata, y en algún lugar, Kai, el guardián milenario, la vigilaba desde las sombras.

—“Fue un día de locos”, murmuró para sí misma, sonriendo. Pero sabía que esto era solo el comienzo.

Continuará…

47 Lecturas/15 agosto, 2025/0 Comentarios/por PetterG
Etiquetas: amiguito, colegio, culo, hija, padre, semen, vacaciones, vagina
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