La parcela de mi abuelo: mi primera vez
mi abuelo continúa enseñándome y disfrutando de su nieta favorita .
Parte 2.
Después de la primera visita a la parcela, los juegos se repitieron muchas veces. Durante 6 o 8 meses aproximadamente estuve yendo a la parcela con él, con el pretexto de alimentar animales. Siempre me esperaba después de la escuela para que lo acompañara. Iba 2 o 3 veces por semana con él. Cambió su rutina de trabajo nada más para que yo pudiera irme con él en las tardes, ya que normalmente él se iba desde temprano y regresaba en la noche. Ahora, para que pudiera llevarme, se iba temprano, regresaba a la casa para almorzar y después nos íbamos a jugar a la parcela.
Durante ese tiempo me convertí en su consentida; en mi cumpleaños 11 me regaló lo que le pedí, cumplía todos mis caprichos, me compraba lo que yo quería; a cambio, él me pedía que siguiera jugando en las tardes cuando lo acompañaba y, claro, guardar nuestros juegos secretos. Sentía cierta tensión entre mi abuela y yo, pues ella comenzó a tratarme mal porque él me defendía siempre. Hubo ocasiones en las que llegó a golpearme muy fuerte por no obedecerla.
Los juegos seguían siendo los mismos; las lamidas de cuerpo (sexo oral) entre los dos eran casi obligatorias cuando él terminaba de trabajar en su milpa. Me fui acostumbrando a lamerle el pene, sus testículos y en algunas ocasiones su ano; según sus palabras, ya había mejorado mucho y ya era experta «bañándolo». Comencé a disfrutar que él comiera mi vagina, ya que lubricaba bastante cuando él me daba sexo oral. Ahora, cada que él terminaba de trabajar en el campo, me llamaba para que entrara a acostarme a descansar con él, obviamente desnudos.
Ya me había aprendido la rutina; cuando me gritaba, yo corría hacia la pequeña choza. Al entrar, él siempre estaba sentado en la hamaca desnudo. Lo primero que hacía era quitarme el calzón mientras me besaba la boca y los pechos, para después acostarme en la hamaca y abrir mis piernas para que pudiera meter su cabeza entre ellas, ya que siempre comenzaba lamiendo mi vagina y mi ano. Cuando ya tenía bien duro su pene, me arrodillaba para lamerlo centímetro a centímetro; mientras se lo lamía, él se masturbaba. Muchas veces fue algo brusco, ya que ahora hundía hasta el final de mi garganta su miembro, Igual en muchas ocasiones apenas estaba comenzando a lamérselo cuando le salía semen, bañándome la cara y la boca de su rica leche, para que al finalizar nos quedemos desnudos durmiendo en la hamaca.
Uno de los juegos nuevos era «el caballito», donde yo me ponía encima de él, su pene lo acomodaba entre mis labios vaginales, para que se frotara mientras los dos nos movíamos en la hamaca. Ese juego me gustaba mucho, pues la fricción de su miembro en mi vagina hacía que lubricara mucho, a tal grado que a veces mi lubricante hacía espuma en el cuerpo de su pene. Mientras estaba encima, me besaba los pechos o me daba besos de boca. De igual forma, en varias ocasiones mientras lo cabalgaba, su pene tiraba chorros de semen, los cuales, por la posición, caían en su estómago y entre mi vagina. Cuando sucedía eso, le gustaba que lo limpiara con mi lengua para tomarme el semen. Él, por su parte, me abría las piernas y lamía mi vagina para dejarla limpia.
Otra costumbre que fui agarrando fue la de bañarnos juntos, pues, como he dicho, en la esquina de la construcción ponía unas cubetas con agua y ahí nos bañamos. Me tallaba todo el cuerpo y yo también a él. Me enseñó a lavarle el pene, lo cual era similar a cuando él se masturbaba; ponía jabón a su pene y con mis manos comenzaba a tallarlo, le bajaba su prepucio y con mi otra mano limpiaba la cabeza de su miembro. Igual, mientras nos bañábamos, le gustaba cargarme. Cuando eso pasaba, me alzaba y ponía mis piernas en sus brazos; yo me sujetaba a su cuello con las manos. Él me besaba y yo me reía. Cuando eso sucedía, muchas veces, por error, su pene picaba mi culo o mi vagina, pero sin penetrar, pues en la mayoría de las ocasiones su pene estaba duro.
Poco a poco fue preparándome para el siguiente paso, penetrarme y hacerme suya. En muchas ocasiones, mientras jugábamos, por accidente su pene rozaba con la entrada de mi vagina o mi ano. También le gustaba pasar su pene por mi vagina mientras yo estuviera acostada con las piernas abiertas. Me decía que abriera las piernas y con mis manos las mantuviera así, mientras él agarraba su pene y lo ponía encima de mi vagina, o lo agarraba y con su miembro abría mis labios vaginales; eso igual me comenzó a gustar mucho, pues era una mezcla de sensaciones y cosquillas nuevas.
En la casa teníamos una perrita; recuerdo que entró en celo y muchos perros comenzaron a fastidiarla. Entonces mi abuelo la llevó a la parcela para ponerla en un corral y evitar que algún perro la preñara; sin embargo, no fue exitoso. En una ocasión llegamos y vimos que un perro estaba encima de la perrita. Él no hizo nada para espantarlos; al contrario, me agarró y dijo: «Ese juego no lo hemos hecho». Hizo que viera toda la escena de sexo de los perros, hasta que quedaron pegados, mientras observabamos el comenzó a besarme, tocar mis pechos y meter su mano dentro de mi ropa y frotar mi vagina. No sé si por la escena o el manoseo, terminé mojada. Habremos visto unas 3 veces en esos días que los perros tuvieran sexo y, en todas las situaciones, terminaba muy lubricada.
Mi abuelo, después de nuestros juegos sexuales cotidianos, comenzó a explicarme que su pene estaba diseñado para entrar en mi vagina y mi culo. Lo primero que dije fue: «Está muy grande, no creo que me entre todo». Entonces él respondió: «Así como poco a poco aprendiste a meterte completa la verga, así vas a aprender a coger». Siempre decía que terminaría gustándome más que jugar con él. Un día dijo: «Esta semana lo intentamos, para que aprendas, porque esa es tu obligación como mujer y debes aprender». Además, señaló que era algo privado y que no debía contárselo a nadie.
Días antes, tal vez a propósito o sin querer, me tocó verlo tener sexo con mi abuela. Normalmente, cuando tenían relaciones, intentaban que fuera cuando estaba dormida o de plano me decían que no entrara al cuarto; sin embargo, ese día apenas nos habíamos acostado a dormir (los tres dormíamos en la misma recámara), cuando comencé a escuchar los gemidos de ambos. Lo extraño fue que tenían la luz encendida y pude verlos desnudos. No fue nada extraordinario; mi abuela estaba de pie con la falda en los pies y detrás de ella estaba él. Veía cómo la piel de sus nalgas se movía cada que el cuerpo de él se impactaba contra el de ella. Los estuve observando un rato hasta que me dormí.
Por fin llegó el día. Un lunes, después de llegar de la escuela, fuimos a la parcela como de costumbre, pero a diferencia de un día normal, él no realizó ningún trabajo. Entramos directo a la choza; al entrar, él comenzó a quitarme la ropa. Ambos quedamos desnudos, comenzó a besarme y tocarme como de costumbre, me pidió que le chupara el pene para que pudiera tener una buena erección. Después de estar un rato hincada mamando, me acostó en la hamaca, abrió mis piernas y comenzó a succionar mi vagina. Cuando ya me encontraba bien lubricada, se puso encima de mí y comenzó a besar mis pechos.
Mientras él estaba encima, dijo: «Te va a doler un poquito, es normal, pero al final vas a ver que te va a gustar». Mientras decía eso, seguía besando mi cuerpo y vagina. Después acomodó su pene hacia mi vagina, y únicamente lo pasaba por mi vagina, hasta que se detuvo, agarró su pene y lo encaminó hacia mi vagina. Poco a poco la punta fue entrando; sentía que dolía y le pedía que parara. Él se detuvo y comenzó a besarme, y a decir que ya mero entraba. Mientras nos besábamos, inició de nuevo, hasta que logró meter casi la mitad de su pene. Sentía que mi vagina se estiraba y ardía leve.
Él estaba disfrutando penetrarme, sacaba y metía su verga hasta la mitad, preguntaba si me dolía; yo le decía que un poco. Estuvo repitiendo meter y sacar la mitad; se escuchaba el sonido de entrada y salida de su pene en mi vagina; estaba muy lubricada, hasta que su pene entró por completo en mi vagina. Cuando entró, sentí que todo mi estómago se movió, sentía cómo se movían mis tripas; también sentía cómo sus testículos se aporreaban en mi vagina. Él comenzó a meter y sacar más rápido. Al principio, cuando su pene entraba al fondo, por inercia yo hacía un pequeño gemido y permanecía inmóvil. Él decía: «Ya ves que te está gustando, mira cómo estás mojada»; mientras me hablaba, besaba mis pechos, mi cuello y mi boca. A los pocos minutos, mis gemidos ya eran de placer, porque era una sensación rica, pero algo incómoda por el dolor.
Él seguía penetrándome, preguntaba si me gustaba y yo le decía que sí; él se reía y decía: «Viste que te iba a gustar, es muy rico coger». Yo le respondía que sí, que se sentía rico. Él me besaba con desesperación la boca y los pechos mientras metía y sacaba su pene de mi vagina; estuvo encima de mí hasta que estuvo a punto de terminar, sacó su pene y tiró toda la leche en mi estómago, lo exprimió hasta que salió la última gota de semen; después se acostó a mi lado y comenzó a decir: «Estás bien apretadita, se ve que te va a gustar la verga como a tu mamá, pero de ahora en adelante solo yo puedo cogerte; te voy a cuidar para que no te me vayas a escapar con cualquier chamaco». Recuerdo ver su pene y verlo con algo de sangre; le pregunté por qué estaba así y él me dijo que era normal porque «me había hecho mujer».
Estuvimos acostados en la hamaca hasta que se levantó y dijo que nos bañaríamos para irnos. Mientras nos echábamos agua, él dijo que me compraría una bicicleta por portarme bien; recuerdo que lo abracé y comenzó a besarme y tocarme. Después me levantó con sus brazos; yo me sostuve de su cuello con ambas manos, mis piernas quedaron en el aire y abiertas por sus brazos. Su pene estaba duro otra vez. Me dijo que lo acomodara para que me entrara. Bajé mi mano y acomodé su pene para que entrara en mi vagina; tal vez por la posición o el agua de nuestros cuerpos, pero su pene se deslizó sin trabajo dentro de mí, emitió un largo gemido cuando su pene entró por completo. Yo sentí cómo su miembro entró de un solo golpe en mi vagina; sentía que llegaba al final de mi cuerpo. Mi abuelo comenzó a penetrarme en el aire; con facilidad columpiaba mi pequeño cuerpo para que su pene entrara y saliera. Comenzó a escucharse el sonido de mi vagina recibiendo la verga de mi abuelo; estaba muy lubricada. Los sonidos de nuestros cuerpos chocar se intensificaron por el ritmo que él llevaba. Al principio hacía pequeños gemidos, pero después aumentaron por el placer que sentía el ser penetrada por mi abuelo.
Estuvimos teniendo sexo un momento más, hasta que estuvo a punto de terminar. Poco a poco fue bajando la intensidad del movimiento de columpio; en ocasiones únicamente me movía sin sacar su miembro. Sentía en esos movimientos que su pene tocaba el fondo de mi vagina, hasta que sacó su pene y me bajó de nuevo al suelo. Pidió que me arrodillara para tomar el semen que brotaría. Obediente como siempre, abrí la boca y saqué la lengua para recibir las descargas de leche mientras él se masturbaba para terminar, y después darle una sesión de sexo oral para dejar limpio su pene. Terminamos de «bañarnos» y nos acostamos en la hamaca a descansar un rato.
Él seguía besándome y prometiendo comprarme cosas. Preguntó de nuevo si me había dolido y si me había gustado. Yo respondí diciendo que me dolía poco, pero que me había gustado muchísimo. Él se reía y me besaba. Me dijo que llegando haría que mi abuela me diera una pastilla para el dolor y que si llegase a preguntar, dijera que me dolía la panza. Nos dormimos desnudoshasta que él me despertó para regresar a la casa de nuevo.
Al día siguiente, después del almuerzo, mi abuelo me llamó y dijo que iríamos a la parcela a buscar unas cosas, así que me subí a su triciclo y nos fuimos hacia la parcela. Ni permiso le pedía a mi abuela para ir con él. En el camino estuvo preguntando cómo seguía mi vagina, si me dolía o no, si quería repetir lo que hicimos el día anterior. Le contesté diciendo que me dolía un poco y que sí quería repetir. Él aseguró que con el tiempo me acostumbraría y también me dijo: «Cuando te la meta por el culo te va a doler un poquito más, pero vas a ver que igual te va a gustar, hasta vas a preferir hacerlo por atrás, pero todavía no te voy a enseñar eso; primero tienes que aprender bien a coger y después te voy a enseñar cómo es coger por el culo».
Llegamos a la choza. De nuevo él no hizo ningún trabajo; entramos directo a besarnos y jugar, nos desnudamos, comenzamos con sexo oral. Después se puso encima de mí, acomodó su pene en la entrada de mi vagina y comenzó a meterlo lentamente. Al principio dolió y apretaba con mis manos su brazo, pero a los minutos era casi nulo el dolor; mi cuerpo lubricaba bastante, así que su pene ya entraba y salía fácil de mi vagina. Él fue aumentando los movimientos; sentía como sus testículos topaban con mis labios vaginales. En la habitación se escuchaba el sonido de su pene entrando y saliendo de mi vagina, junto con los gemidos de él y los míos; en el aire se sentía el olor a sexo.
Recuerdo bajar la vista por ocasiones cuando sacaba su pene de mi vagina; su miembro salía brilloso y con espuma blanca. Toda la parte que su pene tenía cubierta con bello se encontraba mojada con mi lubricante. Él se detuvo, sacó su pene y me alzó las piernas con ambas manos; entonces comenzó a lamer mi vagina y mi culo, pasaba su lengua por todas partes. Después, con una mano, comenzó a meterme los dedos para después seguir lamiendo. En algún momento metió sus dedos y después me los puso en la boca para que «sintiera mi propio sabor», yo me retorcía y me reía de lo rica que era esa nueva sensación. Tengo que admitir que el olor a sexo era algo que me gustaba; incluso darle sexo oral a él con su pene oliendo a sudor era algo que me gustaba.
Después me levanto de la hamaca y él se acostó. Me pidió que me montara encima de él. Al principio los movimientos eran como nuestro juego del caballito; yo estaba encima y su pene se deslizaba entre mis piernas y vagina. Él apretaba mis pequeños pechos y cadera mientras yo cabalgaba, hasta que me detuvo, hizo que me levantara un poco y procedió a acomodar su pene en la entrada de mi vagina. Poco a poco comenzó a acomodarme para que entrara dentro de mí; sentía cada centímetro que avanzaba en mi vagina. Una vez que entró completo, me tomó de la cadera y comenzó a moverme; él movía sus caderas empujando su pene dentro y fuera; mis manos se encontraban apoyándose sobre su pecho.
Lo estuve cabalgando un momento; veía la cara de placer de mi abuelo, su cuerpo se retorcía cada que su pene entraba en mi vagina; estaba disfrutando cogerse a su nieta. Después se detuvo y me dijo que me pusiera en 4 en la silla que había en la habitación. Me subí e intenté ponerme como él me decía. Se inclinó, abrió mis nalgas con ambas manos y comenzó a lamer mi vagina y culo. Introducía sus dedos y me los ponía en la boca. Después me tomó de las caderas y comenzó a penetrarme. Comenzó lento y después fue aumentando el ritmo. De nuevo tenía la sensación de que todo mi interior se movía, pero era algo que me gustaba y disfrutaba.
Mientras me penetraba, me tenía apretadas las caderas y jalaba del cabello; después subió una pierna y comenzó a darme más fuerte. Por momentos sacaba su pene de mi vagina para comerme el culo y dedearme. Mis nalgas ya habían quedado rojas, pues cada que metía su lengua en mi raya, las apretaba con fuerza para abrirlas. Esa sensación de tener su lengua deslizándose entre mi ano y mi vagina me gustaba muchísimo; disfrutaba sentir como la punta de su lengua jugaba con mis labios vaginales, clítoris y después con la entrada de mi ano. En ocasiones, mientras estaba en 4, acercaba su pene a mi boca para que le diera sexo oral. Su miembro estaba cubierto de líquido blanco y espeso.
Estuvo penetrándome en esa posición hasta que sintió que ya estaba a punto de expulsar su rica leche. Como de costumbre, me pidió hincarme, mientras con su mano terminaba de darse placer para que los chorros de semen cayeran sobre mi cara, y así fue, salieron disparados sobre mi cara y pecho. Quedé cubierta de semen como siempre. Me pidió que lo limpiara y me tomara la leche. Él seguía con una pierna encima de la silla; por lo tanto, podía lamerle bien la verga y sus testículos, así que lo obedecí, pues ya me había acostumbrado a recibir regalos de su parte si le daba placer.
Después de bañarnos, me dio una última sesión de sexo oral, y yo a él, pero no logró mantener su erección, entonces solo nos acostamos en la hamaca a dormir. Después de descansar, regresamos de nuevo a la casa; le dije que me dolía el cuerpo para que le diga a mi abuela que me dé una pastilla para el dolor, recuerdo que esa semana que perdí mi virginidad, casi todos los días fuimos a la parcela, con excepción del fin de semana. Me quitó mi virginidad el día lunes y hasta el día sábado me dejó descansar. Después del tercer día, ya duraba menos su erección y también sacaba menos leche, por lo cual no tardaba en penetrarme; sin embargo, el sexo oral era obligatorio y era algo que se había vuelto cotidiano para mí.
Tuvimos sexo casi toda la semana; de ir 2 veces a la parcela, pasamos a ir 4 días a la semana. En esos meses no hubo semana alguna en la que no tuviéramos largas sesiones de sexo. Mi abuelo me disfrutó en todas las posiciones que le pasaron por su cabeza, me enseñó a montarlo, a moverme para que su pene quedara duro, a darle sentones y acomodar su pene en mi vagina cuando salía. También hizo que el olor y sabor a su verga recién salida de mi vagina me gustara. Tengo que admitir que de igual forma disfrutaba, pues lubricaba bastante, aunque una de las consecuencias de que me estuviera cogiendo seguido fue la de dejarme rozada, sin embargo, para él no fue impedimento, pues le decía a mi abuela que me rozaba por manejar bicicleta, así que mi abuela me compró una crema para que me ayudara con esa sensación.
Nuestras sesiones de sexo se redujeron a los 2 meses; íbamos a la parcela 2 o 3 de nuevo, pues a él ya no le tardaba la erección, además de que en varias ocasiones tuvimos relaciones sexuales en la casa cuando mi abuela salía a comprar. Recuerdo que la primera vez fue cuando mi abuela viajó a Mérida a comprar algunas cosas que necesitaba; el viaje tardaba aproximadamente 2 horas de ida y 2 de regreso, más el tiempo que tardara comprando y viendo lo que necesitaba.Regularmente me llevaba con ella, pero por temas de la escuela ese día no me llevó, por lo que al regresar de la escuela mi abuelo ya me esperaba. Ese día me dijo que no iríamos al terreno porque mi abuela llegaba tarde y podríamos aprovechar para hacerlo más cómodos en la casa.
Él comenzó a besarme como de costumbre; yo traía el uniforme de la escuela (falda de tablones, blusa blanca y el cabello con cola). Me dijo que no quería que me cambiara de ropa, comenzó a desabrochar mi blusa escolar para poder quitarme el sport que llevaba de abajo; después levantó mi falda y me bajó el short y el calzón que llevaba, entonces me quedé únicamente con la falda, sin nada debajo. Él ya había comenzado a meter sus dedos en mí vagina, mientras sucedía todo eso; él llevaba puesto únicamente un short de tela, el cual ya había bajado para que lo comenzara a masturbar.
Cuando su pene logró quedar duro, me jaló hacia el sofá que había en la sala. Ahí me abrió las piernas, levantó mi falda, comenzó a darme sexo oral y a dedearme. Después puso su pene en mi boca para que lo chupara. Minutos después, él se sentó y me pidió que me montara encima de él. Estuve brincando encima de su pene hasta que me pidió parar para cambiar de posición. Me puso en 4 ahí en el sofá, se colocó detrás de mí y comenzó a penetrarme; metía y sacaba su pene de mi vagina. De nuevo en la casa se escuchaba el sonido cuando remojaba su miembro dentro de mí; en ocasiones se inclinaba a lamerme y nalguearme.
Cuando se cansó, nos fuimos al cuarto; yo seguía únicamente con mi falda y mis pequeños pechos al aire; él ya se había quitado la ropa. En la habitación me subió a la cama y me pidió acostarme boca abajo; él se subió encima de mí y comenzó a besarme la espalda y el culo, agarró mis nalgas y las levantó. Sentía cómo su pene buscaba entrar en mi vagina, hasta que lo consiguió. Comenzó a penetrarme en esa posición; yo jalaba la colcha y en cada embestida que él me daba emitía un pujido. En esa posición tardó un poco hasta que por fin chorreo su semen en mi espalda. Paramos y me dijo que me metiera a bañar mientras él acomodaba todo.
Con el pasar de los meses, en las ocasiones en las que mi abuela salía a comprar a la tienda o al mercado y tardaba minutos, mi abuelo los aprovechaba para que yo le diera sexo oral. Apenas mi abuela salía, él me buscaba y sacaba la verga; yo estaba acostumbrada, entonces me hincaba o me acomodaba de tal forma que pudiera lamer bien ese trozo de carne que ya me gustaba mucho. Había días en los que, cuando mi abuela se iba, yo buscaba a mi abuelo para mamarle su verga. Muchas veces él me decía que no porque no tardaba en regresar ella; sin embargo, siempre metía su mano bajo mi ropa para «sentir» si estaba mojada.
Mi abuelo disfrutaba que yo fuera su puta personal y a mí me encantaban los beneficios que obtenía siendo su favorita. Por su parte, mi abuela seguía con el odio hacia mí, pues ya no podía regañarme ni pegarme si no quería obedecerla. Mi abuelo siempre intercedía por mí; después de decirle cosas a mi abuela y pelearse con ella para defenderme, se acercaba a mí y me abrazaba para burlarse, y ella, por molestia, salía del lugar donde nos encontramos para irse a hacer otra cosa en la casa mientras me insultaba y decía que me estaba malcriando. Apenas ella salía, él metía rápidamente su mano entre mi ropa y acariciaba mi vagina o metía sus dedos para después pasarlos a su boca o a la mía. Yo únicamente me reía y disfrutaba ser tocada por él.
Agradezco sus comentarios, intentaré subir seguido las demás partes.
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