La perversa Carmen y su hijo Armando
La historia comienza a tomar forma y continúa dónde se quedó..
Armando tiene 15 años, el control sobre su madre, sobre su vida y su sexualidad. A sus 15 años tiene un historial sexual extenso y perverso, se ha acostado no solo con su madre y jovencitas, también con las madres de las jovencitas y alguno mozo desafortunado que cede ante los encantos del hermoso jóven que doblega la voluntad de la gente del mismo modo que lo hace su madre.
El joven tiene un apetito sexual desmesurado típico de su edad, pero también tiene un interés innato por los temas académicos, es brillante y augura un gran futuro para manejar los negocios de su padre.
Pero por ahora, tiene un asunto que le atañe, una pequeña de 10 años, hija de inmigrantes, piel oscura, ojos negros como la noche, un acento extraño que le causa gracia. La niña es delgada, sus rasgos son diferentes a todo lo que ha tenido en su vida, su rostro es encantador, o al menos a Armando le parece, contempla la fotografía del expediente, su cabello negro rizado, su sonrisa mostrando sus dientitos blancos.
El día transcurre con normalidad, las clases terminan, los chicos que tienen la fortuna de contar un hogar a donde volver se retiran del colegio, los niños que no tienen tan buena fortuna se retiran a su dormitorio o a atender sus deberes, ese es el caso de la pequeña Marala, sus padres fueron deportados, pero ella nació en ese país, acudieron a la casa hogar que Carmen controla para pedirle ayuda, cuidar de la menor hasta que tenga edad para valerse sola o que ellos puedan regresar al país.
Ilusos, no sabían el destino que le esperaba a su pequeña Marala de 8 años.
La chica a tenido conversaciones con Carmen desde que llegó al orfanato, ella es un caso especial, pues en realidad no es huérfana, desde su llegada se ha sentado en el sillón con la sensual y hermosa mujer a conversar sobre su estadía, cómo la tratan los niños, profesores, todo parece normal, pero Carmen en realidad se sienta muy cerca de la nena, le da muestras de afecto innecesarias con la excusa de que puede extrañar a sus padres, con este pretexto la lujuriosa mujer ha acariciado a la niña en todo su cuerpo, le ha besado sus manos, brazos, mejillas, cuello y labios a una triste y solitaria niña que extraña a sus padres, pero sobre todo, a su madre que siempre la colmó de mimos.
Marala ve en Carmen una madre sustituta, una extremadamente hermosa, voluptuosa y cariñosa, no deja de sorprenderse por el enorme tamaño de sus senos, más grandes que los de su madre o cualquier profesora, la chiquilla disfruta de las suaves manos que recorren su cuerpo, el calor de su cuerpo cuando la abraza, sonríe feliz al tener a tan hermosa mujer viendo por ella, la confunde con los ángeles de la biblia que sus compañeros mencionan ocasionalmente.
Lo que la nena no sabe es que se trata de un demonio, el demonio de la lujuria y la perversión, o de su personificación en la tierra.
Desde la primera visita la niña ha bebido gustosa un té de jengibre con arándano y Damiana tibio con unas gotas de miel.
Sin saber por qué, cuando está con Carmen se siente relajada, algunas veces su almejita le ha llegado a picar, pero no se lo cuenta a nadie, solo disfruta de la compañía y atenciones de Carmen.
La lujuriosa mujer si nota los cambios en la nena, sus pupilas se dilatan, su respiración es agitada, sus pequeños pezones se erectan debajo de la camisa de algodon, disfruta mucho cuando pasa las yemas de sus dedos suavemente por la piel oscura de la niña, le encanta verla crisparse, aunque lo que más disfruta es la calma de la niña y de su hermosa sonrisa.
Dos años han pasado desde su llegada, Marala de 10 años busca la compañía de Carmen, aprendió a disfrutar las caricias, los labios que ahora besan más que su cuello y mejillas.
Marala suspira con las atenciones, su almejita escurre jugos producto de las atenciones y el té que se bebe todas las tardes, incluso los días que no ve a Carmen.
Pobre criatura, lejos de sus padres, sola, en las garras de una mujer lujuriosa, el ángel de la perversión, que la posee por encima de sus prendas, preparándola.
Una boca recorre la tersa y suave piel de una niña hindú de 10 años, perdida, excitada, semidesnuda, sus pequeños pezones escurren saliva de la lascivia mujer, su cuello presenta hematomas, las mejillas sonrojadas, sus ojos cerrados contienen sus lágrimas de placer, respiración bradicardia, hace un esfuerzo enorme por no gemir, su pecho sigue el ritmo y tiembla.
Debajo de su ropa la nena suda, un néctar para la mujer que recoge las gruesas gotas de saliva con su lengua, «eres un manjar» repite Carmen constantemente.
Sus experimentados y suaves dedos tocan la inmadura vulva sabiendo que es virgen. Palpa los labios exteriores, recoge sus jugos para comprobar la viscosidad.
Un hilo transparente une los dedos de la mujer, los lleva a su boca, degusta el néctar de la vida y gime.
- Veo que te lo estás pasando bien Marala.
- Si.
La niña tiene los ojos cerrados, respira lentamente como le enseño Carmen, así se puede concentrar en el placer del encuentro. Carmen abraza a la víctima de 10 años, la niña recuesta su cabeza sobre los grandes pechos de su victimaria que la desnuda.
Con astucia y pericia, producto de años de experiencia, las bragas de la nena se deslizan hacía abajo jaladas por los pilgares mientras el resto de la mano recorre la suave piel de la niña de 10 años.
Carmen aspira el aroma de las empapadas bragas de la niña. El aroma es una descarga de adrenalina para la excitada mujer que gime debajo de la prenda. La camisa está totalmente desabotonada, los pechitos, parte del tórax, pancita.
Totalmente recostada a merced de Carmen, con las piernas abiertas, Marala suspira con los dedos que tocan su vulva dedicando principal atención al clítoris. Es un charco ahí abajo, maravillada Carmen alterna de mano degustando el sabor de la nena.
En algún punto ambas manos entran en acción, el tronco superior es estimulado por la lujuriosa mujer a la par que su vulva…
- Hoy es el día Marala, hoy se vence el tiempo de espera de tus padres, pero, no te quiero apartar de mi lado ¿Quieres seguir a mi lado, Marala mi amor?
- Siiii, quiero seguir a tu lado.
- Entonces ya sabes que tienes que hacer…
- Tengo miedo.
- ¿Miedo? Yo estaré aquí, contigo, a tu lado…
- ¿No me vas a dejar?
- ¿Cómo podría dejarte en un momento tan especial mi amor? Mi pequeña Kali, mi pequeña destructora…
- Si lo llamo ¿Me podré quedar aquí, contigo?
- Si mi amor… Ahora, llámalo, solo debes llamarlo…
- Aaaah, uhmmm, esta bien… Armando, desvirgador de 1000 vaginas ¿Puedes pasar?
Del otro lado del cuarto, esperando pacientemente está Armando. Esperaba por eso, será su primera niña de este color, ha estado con negras y blancas, está será su primera mujer fuera de esos dos grupos tan comunes en su entorno.
Armando ingresó a la habitación desnudo con su pene erecto, babeando, sin darse, cuenta la pequeña ha sido observada todo este tiempo por el chico 5 años mayor que le robará su virginidad.
Marala se asusta de verlo así, su pene es grande para su pequeño cuerpo. Carmen mantiene todo bajo control, sus labios besan a la chica, sus brazos la abrazan, susurra en su oído «tranquila entrégate a él y estarás conmigo para siempre».
Parte de eso es verdad, Carmen siente atracción por la nena, la desea para ella, pero antes de poder poseerla, se la va a entregar a su hijo.
Armando está delante de Marala, la desea, sus facciones parecen fuera de este mundo, lo hipnotizan sus ojos negros como la noche, su rostro le parece hermoso, considera que rivaliza con la belleza de su madre, su amante favorita.
Carmen cede el control de las piernas y vulva de la niña a su hijo que asegura las extremidades con sus manos.
Marala sorprendida contempla con el hermoso joven de ojos verdes se arrodilla ante ella con la boca abierta. La chica puede ver su lengua y dientes. Desvía su mirada un segundo para ver a su amante original, aprecia la belleza de la mujer que aprovecha para besarla.
La niña de 10 años está muy confundida, excitada. Suspira al sentir la lengua del chico recorrer el exterior de su vulva, la respiración del chico le quema, arquea su espalda del placer que está experimentando.
La boca de Carmen se apodera de la suya, es devorada con parsimonia y devoción. Su pequeña lengua responde por instinto, ambos labios escurren, su boca la saliva de ambas mujeres, su vagina los jugos producto de la excitación devorados por el joven de 15 años.
Por instinto la niña mueve su cadera de una forma extraña, son movimientos que su madre le enseñó, Carmen observa maravillada, empuja su cadera al encuentro con la boca que la posee.
Unos minutos de esto y la chiquilla explota en un orgasmo. No es el primero de su vida, ese honor lo tiene Carmen, pero Armando agradece el néctar que degusta sujetando a la menor de sus nalguitas permitiendo un movimiento más libre.
Carmen sujeta con fuerza a la agitada y laxa niña de 10 años, lo que viene va a tensar su cuerpo, ella lo sabe.
Armando levanta a la menor que ahora descansa sobre el monte de venus de su madre.
Marala tiene las piernas abiertas, muy abiertas. En una trampa de carne Carmen sujeta sus piernas con las propias, pero la niña se siente bien, relajada, feliz. Un sentimiento de satisfacción y placer la inunda, ha olvidado por completo lo que está por venir, la parte importe, el momento en que ese hombre con un pene enorme en contraste con su pequeño cuerpo penetre su tierna y virgen vulvita de 10 años, inmadura, imberbe, pero empapada, relajada, lo suficiente para permitir el acceso del pene de 18 centímetros que tiene en frente, más grueso que su muñeca.
Armando ofrece más té a la niña que lo bebe hasta el fondo. Con sus ojos cerrados descansa incapaz de moverse. El contacto de su vulva con el glande le recuerdan que aún falta, el sentimiento de un mal augurio la invade, pero es demasiado tarde, ya ha comenzado.
Sujetando a la nena con fuerza de su cintura, el chico empuja su pene a través de la caverna virgen inexplorada frente a él, lo húmedo y relajado permite el acceso hasta el fondo, 9 centímetros de pene empujan el interior de la niña, sus órganos internos están apretados, la vulva se expande de manera grotesca ante el invasor de carne que quema todo a su paso.
Una sola estocada, rápida, sin clemencia, no alcanzó a reaccionar, apenas si exhaló, pero ahora, con todo su interior estirado más de lo que debería, la niña de 10 años recién desvirgada comienza a llorar.
Su interior le arde como si haya sido desgarrado, sacude su cuerpo en busca de su libertad pero sólo consigue que el pene en su interior la lastime, el dolor de sus órganos empujados hacía los lados la sofoca, poco a poco se va quedando inmóvil, quieta, respira como puede, sabía le dolería, pero no esperaba está tortura.
Carmen besa a la niña pero no responde, está en shock tratando de lidiar con su dolor, una mano de su hijo recorre la piel, pero no hay respuesta.
No obstante, no pasa nada, la pareja incestuosa está acostumbrada a esto, seguirán con su asedio hasta que la niña vuelva en sí, por ahora dejó de llorar, respira con dificultad, pero está despierta con los ojos rojos por el llanto. Sus lágrimas se las bebió Carmen, el llanto de su primera vez.
- No olvides respirar mi amor… Lo hiciste bien… Ya está dentro… Te necesita relajada o dolerá más… Él no se detendrá hasta llenarte de semen caliente… Cuando eso pase… Tú y yo estaremos juntas…
Los besos, caricias y palabras de Carmen trajeron de vuelta a Marala que ahora suspira recuperándose del llanto, gira su cabecita y ve a los ojos a la mujer que la abraza, es hermosa, sus carnosos labios la atraen cómo el polen a las abejas, es ahora la niña quien busca los labios de su amante que besa y muerde con cariño.
- Este hombre es mi hijo, si quieres estar conmigo, debes darle tu cuerpo y devoción pequeña, ahora no lo entiendes, pero algún día estarás dispuesta a dar tu vida por él.
Las mujeres se besan en un acto lésbico lascivo, Armando habituado a esto ataca el diminuto clítoris con sus dedos que al estar completamente estirado es fácil de abordar.
La niña hindú de 10 años gime de placer y dolor, sin darse cuenta ha retomado el movimiento de caderas que le enseñó su madre, dándole placer al hombre que la desvirgó y no saldrá de su interior hasta llenarla de semen caliente.
Armando forzó un poco más de su grueso pene, la niña gruñe de dolor pero acepta la invasión con sus piernitas abiertas.
- Lo estas haciendo muy bien mi amor… Acepta el hermoso pene de mi hijo en tu interior… Su semen inundará tus entrañas… Y yo me lo voy a beber todo…
Marala respira como le enseñó su maestra Carmen, mueve su cadera como le enseñó su madre, disfruta de los labios de su mentora que ahora con libertad recorre su cuerpo colmandolo de caricias.
Armando disfruta del ajustado interior que masajea su pene, toca las piernas de la niña y su madre, se balancea sacando y metiendo solo un poco, lo suficiente para que sus pesados testículos impacten contra el inflamado clítoris de su madre que gime con cada impacto.
La niña gime de dolor y placer, no disfruta ni por asomo el grueso pene que la invade más allá de su límite empujando su tierno útero con cada embate, pero el beso, caricias y contacto de su amante con su inmaduro y estirado clítoris la ayudan a sobrellevarlo.
Armando es un jóven amante excepcional, pero más que eso, aprendió a disfrutar lentamente estos encuentros como si fuera una copa de vino tinto cara y exquisito queso. La presión en su cilindro de carne es exquisita, los jugos de la niña de 10 años que lo reciben hacen maravillas, su prepucio se mueve al ritmo de la cadera de la menor, su glande aprisionado en el fondo del útero es masajeado con fuerza, respira como su madre le enseñó alargando su propio placer.
- No importa cuantas veces lo haga, es exquisito.
Su madre sonríe con perversión, sabe que su hijo disfruta de la virgen vagina, una más a su lista.
- ¿Te gusta la vagina de Marala?
- Me encanta, aprisiona mi pene con su interior con fuerza, estruja todo, deseo ir mas adentro, pero es imposible.
- Con calma, la pequeña Kali se quedará con nosotros para siempre, será mía el resto de su vida.
La niña suspira al saber que su maestra la reclama como suya, ha sido tanto el placer que la confundida niña siente un inmenso cariño por su perversa amante, la niña no sabe que se está enamorando ¿Cómo podría saberlo? Tiene 10 años, y aún así, recibe en su interior un pene más grande que el promedio por amor.
Armando empuja su cadera en el cuerpo de una niña de 10 años que está llorando de nuevo, mueve su cadera como su madre le enseñó, Carmen se bebe sus lágrimas, 11 centímetros de pene entran y salen de la inmadura vagina estirada más allá de los límites permitidos. Unas gotitas de sangre pintan de rojo el pene invasor.
Armando acelera su respiración, resopla, gime… Carmen le dice a su pequeña amante que aguarde, está cerca… Marala sufre, el ardor en su vagina es intenso, pero coopera, desea que acabe para poder irse con sus compañeritas…
Con un gruñido ahogado, como siempre, Armando escupe su esperma en el inmaduro útero incapaz de quedar preñado, descarga tras descarga el canal se llena con el caliente esperma que el jóven de 15 años inyecta en la niña de 10 recién desvirgada.
El pene se va desinflando y Armando se retira lentamente, detrás dejó todo su esperma tan profundo, que no sale del interior de la niña.
Con cuidado la pareja incestuosa se incorpora sin permitir que Marala se levante. Aterrorizada observa a madre e hijo besarse, su terror se agudiza cuando ve el pene erecto de nuevo.
Carmen en cuclillas frente a su hijo limpia con su boca el ensangrentado pene, el sabor de los jugos de la niña, el semen de su hijo y la sangre le excita tanto que su vagina gotea.
- Es hora de atender a mi pequeña Kali, ¿Estás lista mi pequeña destructora?
- ¿Para qué? – pregunta la asustada niña.
Con una risa genuina, conmovida por la inocencia de su pequeña amante, la perversa mujer le recuerda lo que sigue.
- Me voy a beber todo el semen que mi hijo vertió en tu interior, a partir de hoy, podré comerme tu vagina todo lo que quiera mi amor.
A cuatro, postrada sobre la vulva de su amante, Carmen degusta el sabor del pene de su hijo pero ahora en la abierta e irritada vagina de 10 años frente a ella. Instruye a la menor para que expulse de su interior el tan delicioso néctar que su hijo vertió.
Detrás de ella está Armando que embiste contra la lubricada y excitada vagina de su madre de la cuál salió hace más de 15 años. El chico no se cansa de su madre, pese a poder degustar vaginas extremadamente apretadas y estrechas, la vulva de su madre es especial, lo exprime con maestría, lo alberga sin problemas, soporta sus embates sin importar cuán violentos sean, sujeta con fuerza su cintura y ella inclina su pelvis hacia atrás en búsqueda de la penetración del pene de su hijo.
La mujer al estar tan excitada tiene su orgasmo pronto, no tiene caso luchar, su hijo la ha superado, es más fácil y satisfactorio entregarse al placer.
Su hijo sabe cuando su madre ha tenido un orgasmo, su vagina se tensa y es extremadamente húmeda. Con la señal tan clara, Armando saca su pene y lo introduce por la uretra de su madre con dificultad.
Carmen gime de dolor, pese a no ser la primera vez, siempre le duele cuando su hijo hace eso. La perversa mujer se queda inmovil dejando maniobrar a su hijo que necesita un par de intentos antes de poder introducir apenas unos centímetros de su grueso miembro.
De todas las mujeres con las que ha estado desde los 8 que tuvo su primera erección, su madre es la única que ha podido penetrar por ahí desde entonces. Esa vez su pequeño panecillo entro sin problemas, pero 7 años después las cosas son diferentes, la uretra de su madre se expande grotescamente como la pequeña vagina de Marla dándole un placer indescriptible, la orina de su madre limpia su pene cayendo al piso, eso es lo que Armando busca, remover la lubricación de su pene, su madre lo sabe y está dispuesta a aceptar el castigo doble.
La pequeña Marala no sabe lo que pasa, ella disfruta de la atención oral que Carmen le da, con los ojos cerrados disfruta de la lengua que meticulosamente recorre su interior por primera vez. Lo irritado le impide disfrutar al máximo, pero la niña se deja hacer entregada al placer que experimenta.
Armando abandonó la uretra de Carmen dándole paz, una paz que duró unos segundos, el pene de su hijo presiona ahora contra su ano que cede incapaz de ofrecer resistencia, ha sido penetrado demasiadas veces por tantos penes que le resulta imposible resistirse.
El chico de 15 años no se detiene hasta no sentir sus testículos chocando contra la abierta vagina de su madre, y una vez que lo consigue, inicia uno de los más violentos asaltos que la mujer ha experimentado en su vida.
Marala escucha a su mentora quejarse, si bien ha sido profanado un sin número de veces, la violencia del chico y la ausencia de lubricante la tortura. Por suerte para la mujer esto no dura mucho, ella sabe que violar el ano de su madre lo lleva casi de manera instantanea al orgasmo, sobre todo cuando ella se queja.
Carmen está preparada, sabe que cuando su hijo salga de su interior deberá moverse a un lado. Armando envite presa del placer que siente al violar a su madre, le encanta ver sus glúteos sacudirse con cada choque, sus testículos se estrellan contra la vagina y los mojan con sus jugos.
- Maldita puta que tengo por madre… Cerda asquerosa que disfruta cuando su hijo la monta… ¿Te gusta cómo te rompo el ano enferma de mierda?
- Sí hijo, lo disfruto.
- Te voy a dar gusto… Te voy a dar placer… Voy a resuplir esa pequeña vagina… La vagina de tu nueva putita… La voy a llenar de mi semen caliente… Quítate puta asquerosa…
Acatando la instrucción de su hijo Carmen se hace a un lado sujetando las piernas de Marala, la niña asustada y confundida se deja hacer, pero teme que la penetren de nuevo.
Por suerte para la niña no durará mucho, ayudado por la relajación del placer que siente con su mentora, sus jugos, semen y la saliva de Carmen, el pene de Armando entra de nuevo hasta lo más profundo de la niña que gruñe ante la nueva invasión.
Esta vez el jóven no es tranquilo, tampoco espera que la niña mueva sus caderas, él simplemente asalta la vagina buscando su propio placer y en cuestión de minutos que le parecen eternos a la niña, una nueva descarga de semen inunda a la menor que respira aliviada sabiendo que ya terminó.
Carmen soba la espalda de su hijo y masajea sus testículos, besa su cuello desde atrás.
- ¿Estás saciando mi amor?
- Si madre, totalmente.
- Muy bien, ahora se buen chico y déjanos a solas, deseo disfrutar de mi pequeña amante.
- Si madre, te lo has ganado.
Armando se viste y se retira dejando a su perversa madre, piensa en su situación, es conciente de lo que hace con su madre, el sexo incestuoso es aberrante para la sociedad, pero no le importa, no va a permitir que ningún hombre la toque por placer, solo él puede beneficiarse del cuerpo de su madre y algún otro afortunado con poder e influencia de quién necesiten algún favor.
También sabe que es un crimen lo que hacen, afortunadamente las redes de corruptos que los rodean encubren sus fechorías a cambio de un rato de placer con alguna de las niñas o niños que él ha desvirgado.
Él mismo se ha tenido que sacrificar en pos de su estilo de vida acostándose con algún hombre que lo encuentre irresistible y esté dispuesto a ofrecerle su poder e influencia. Armando no es tonto, al contrario, es inteligente, hermoso y carismático, usará esto a su favor siempre que pueda.
En el cuarto Marala gime tímidamente con el primer orgasmo de su vida con la boca de Carmen. Su vagina impecable gracias a las atenciones de su amante expulsan un chorrito de orina que se bebe la hermosa mujer.
Carmen siente un cariño especial por esta niña que será hermosa, será una poderosa aliada, la usará para engatuzar y enredar a hombres cuando ella ya no pueda, pero por ahora debe ser capaz de recibir a su hijo con placer, si Armando no está de acuerdo y satisfecho, Marala estará fuera del cuadro y pasará a ser una más.
- Marala, mi amor, mi pequeña Kali, destructora de mis enemigos… Te prometí que estaremos juntas, siempre… Pero debes saber una cosa… Por encima de mi, está él… Es tu deber disfrutar y darle placer a él… De lo contrario… Te perderás en un mar de personas usadas.
- Duele…
- Lo sée mi amor, pero debes ser fuerte, serás mi azote, mi látigo y todo lo que harás por mí será en beneficio de él.
- No entiendo, tengo miedo…
- Lo entenderás, por ahora, bésame antes de irte mi amor.
En el cuarto de las niñas, Marala está acostada en su cuarto «serás mi azote, mi látigo y todo lo que harás por mí, será en beneficio de él».
La niña piensa en eso una y otra vez, recuerda el rostro de Carmen y se sonroja, aprieta fuerte su almohada pensando en ella, luego se acuerda de ÉL y su cuerpo tiembla, su vagina le arde y llora al recordar el sufrimiento de Carmen causado por él.
En la cama de al lado hay otra chica, una jovencita de 15 años, una pequeña prostituta que es explotada en pos del beneficio de Carmen y su hijo, ella ve con ojos de envidia a Marala, desea su lugar, quisiera ella entregarse a Armando y su madre, pero no se atreve a hacer nada, solo aguarda en silencio, espera la mañana siguiente para intentar envenenar la cabeza de Marala…
Continuará.
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