La perversión de Vanessa I
Una historia de como el deseo de un padre por su hija cambia el mundo de su hija para siempre. No olvide comentar si les ha gustado..
Vanessa I
Recuerdo haber dado vueltas y vueltas en mi cama. Mirando el techo como si aquellas
blancas paredes fueran a darme la respuesta que necesitaba. Aún tenía la sensación de su dureza entre mis manos. La calidez y el olor desagradable. Salado y agrio. Por error mi mano rozo mi nariz, de nuevo el olor. Aparté la mano rápidamente, me he lavado tres veces y aun así sigo teniendo esa peste. Meto las manos bajo la manta y trató de conciliar el sueño pero al
poco rato las imágenes vuelven a mí en cascada: el forcejeo, sus resoplidos y sus palabras sucias. Nadie me había dicho jamás así. Nadie. Tuve un torrente de emociones encontradas: por un lado había unas que casi habían Sido un insulto, pero otras más, me habían dejado una sensación de especialidad, quizás si era cierto y a nadie le había dicho como a mí hacía un par de horas.
No escuché nada tras la puerta cuando toqué. Quería hablar con él de mamá. Pero al empujar
la puerta lo vi reclinado sobre su cama, su mano se deslizaba de arriba a abajo sobre su pene,
estirando la piel hacia atrás; cada roce parecía llenarlo de mucho placer pues arqueaba la
cabeza un poco, mirando hacia arriba cada vez que sus dedos apretaban la punta. Tenía la piel
muy oscura en esa área y de aspecto muy suave. Cerré la puerta, pero demasiado rápido presa
de pánico, alcance a ver cómo volteaba a mirar. Volví corriendo a mi habitación y me encerré.
Al poco rato entró en mi habitación. Tenía los ojos bien abiertos pero mira en otra dirección.
Pude sentir como se sentaba en el borde de mi colchón y aunque tenía una idea de lo que estaba haciendo, jamás pensé que lo vería así.. Me acarició el cabello, luego la frente y
finalmente un poco en las mejillas y allí fue donde noté por primera vez ese olor: no se había lavado antes de venir. Me aguante la respiración mientras su palma pasaba sobre mí; luego sentí sus dedos jugueteando sobre mi espalda a través de la fina manta que tenía encima,
luego sobre mis muslos y debía hacer acopio de toda mi fuerza para no temblar. ¿Qué está haciendo? ¿Porque a mí? pensaba mientras sus dedos se paseaban sigilosos debajo de la cobija y me repetía las mismas caricias, pero ahora un tanto más rápidas, siempre intentando
encontrar su camino entre mis piernas. Las apreté discretamente. Luego su mano se deslizó
bajo mi fina blusa y se sujetó del broche de mi sostén amarillo, estiró como pudo y al final se salió, dejando caer mis pechos un poco. Poco a poco tuve que apretar los brazos para que no me tocara los pechos, sus dedos se encontraba contra el obstáculo de mis antebrazos y al no poder seguir, colocó su barbilla en mi hombro.
-Sé que estas despierta -dijo en mi oído.
Estaba temblando como una gelatina y aun así, una extraña sensación de calidez se agolpaba en mi vientre. Muy pequeña, muy tenue como para decir que eso me empujó a hacerlo.
No tenía sentido aquella farsa. Me giré para mirarlo a los ojos y medio pude incorporarme y mi sostén de resbaló ligeramente de mis hombros.
-Dime porque estabas mirando.
-Yo… -las palabras no me salían. ¿Qué se supone que debería decir de todas maneras? Me sentía incómoda y un poco temerosa.
-Te pregunté porque estabas mirando.
-No sé -dije finalmente.
Se pasó la mano por la cara como si no creyera en mi respuesta. Luego se frotó el mentón y anduvo un par de pasos de lado a lado de mi habitación. Luego de sacó el fajo de pantalón y lo enrolló.
-No tenías porque estás mirando cosas de adultos, pero supongo que de todas maneras te ibas a enterar tarde que temprano -ondeaba el fajo hacia mí. Jamás me había puesto una mano encima, ni siquiera cuando hice cosas verdaderamente tontas cuando era niña, pero ahora, parecía muy dispuesto a golpearme. La idea de ser azotada me hizo estremecer, no quería que me lastimara, pero…
Iba a reclamarle sus caricias que no eran el típico beso para ir a dormir, quería que también se quedara sin habla, pero el fajo me mantuvo callada.
-Por tu culpa no terminé.
¿Terminar? ¿Terminar qué? No pude evitar torcer la cabeza confundida.
-Se ve que no entiendes mucho, no hay problema, ya lo harás después -se quedó cerca de donde estaba sentada, con ambas piernas a los costados de las mías- bájame los pantalones.
-Pero…
Le dio un fajazo a mi cama. Bajarle los pantalones no valía un fajazo así. Me reventaría sin lugar a dudas. Con la manos temblorosas, le baje la bragueta del pantalón, y estaba tan nerviosa que no podía sacar el botón. Lo miraba de cuando en vez, esperando que no perdiera la paciencia y me diera en un golpe en la cara. Por fin la prenda se deslizó hasta sus tobillos.
¿Porque no llevaba calzones? Su “cosa” quedó apuntando hacia mí cara. Firme y dura.
Parecía estar a punto de explotar pues palpitaba y se movía de vez en cuando en extraños espasmos. La miré unos instantes completamente confundida.
-Ahora quiero terminar -dijo relajando los hombros- tómalo con la mano y haz lo mismos que me viste hacer a mí.
No fui capaz de mover un músculo durante unos instantes. ¿En serio quería que yo tocara esa cosa? Estiró nuevamente el fajo y dejando salir un suspiro, tomé su pene con mucha delicadeza y timidez con mi mano derecha. Mi toque lo hizo estremecer y tuvo que sujetarse de la cabecera para que las rodillas no le fallaran. Comencé a mover mi mano de arriba hacia abajo, descubriendo la piel que cubría la punta, eso parecía gustarle pues hacía caras extrañas cada vez que mi mano lograba llegar más lejos que la ves anterior. No podía mirarlo a la cara. Tuve todo el tiempo la mirada en otra dirección.
-Más rápido -ordenó entre resoplidos.
Yo aceleré mi mano un poco, otorgándole placer y nuevos suspiros. Me agarró del cabello para sujetarme más cerca de su pene.
-Mételo a tu boca -pidió acercando mis labios con un tirón en mi cabello. Pero yo apreté los labios y negué rápidamente. El orina con eso, de ninguna manera, jamás, nunca, voy a poner esa cosa en mi boca. No podía siquiera soportar el olor que desprendía.
Enrolló el fajo nuevamente pero yo estaba dispuesta a recibir el fajazo esta vez. Cómo se dio cuenta de que no iba a ceder, soltó mi cabello y pidió que acariciara sus bolas con mi otra mano. De mala gana lo hice. Las tomé entre mis dedos y las jugué como si fueran canicas, sin dejar de mover mi otra mano aunque fuera torpemente. Cada vez que mis dedos acariciaban la punta descubierta, se retorcía un poco, parecía dolerle y gustarle al mismo tiempo.
-Ya casi -dijo- más rápido, no te detengas.
Aceleré un poco más sin dejar de apretar sus bolas. Su pene palpitaba debajo de mis manos, parecía estar a punto de explotar pues podía sentir la circulación debajo de la suave piel y cómo aumentaba de tamaño. La punta estaba roja por la fricción de mis dedos pero él seguía insistiendo en que lo hiciera más rápido.
Finalmente, estire la piel todo lo que pude hacia atrás y pude sentir como sus pelotas de contrajeron rápidamente antes de que me cayera en la ropa esa cosa blanca y pegajosa. Varios chorros aterrizaron en mi pijama, cubriéndome del olor de su sexo. Mi mano aún estaba alrededor de su miembro que empezaba a ponerse flácido, algo de ese líquido me cayó en los dedos. Me miró unos instantes sin decir nada, luego de subió los pantalones.
-Límpiate -y sin más salió de mi habitación.
Mire mi camisa manchada y mi sostén desabrochado. Mi ropa desaliñada y mi cabello todo enredado. Me quité la ropa, la arrojé al cesto en el baño de mi habitación y me lavé las manos varias veces. Cepille mi cabello castaño y volví a la cama para no poder dormir. Tuve que cambiar mis pantys también, por alguna razón, se habían mojado durante ese momento…
Fin de la primera parte
Que buen relato a a dejado al borde del suspenso.