La perversión de Vanessa II
De cómo tras su primer encuentro Vanessa comienza a descubrir el placer junto a su padre.
Vanessa II
Desperté temprano para ir al colegio. Tuve miedo de bajar a la cocina. No quería verlo a la cara. Me estuve abotonando la camisa blanca con la mirada en el infinito, me abroche mal dos veces y tuve que hacer varias veces el moño de mi cuello. Simplemente no podía concentrarme. Las imágenes de ese momento volvían con violencia, los gemidos, las peticiones y su cara roja de placer…
Pude bajar a la cocina y aun así tuve que acomodar mi falda. Estaba hecha bolas. Mi padre estaba a la mesa, con una taza entre los labios y una mirada extraña en sus ojos.
-Te hice un par de huevos -señaló al plato y a mí me pareció una broma de mal gusto.
-Gracias -dije y tomé asiento en el otro extremo de la mesa. ¿Qué debería decir? ¿Preguntar por qué? ¿O quizás preguntar si le gustó?…
-Voy a ir a casa de Camila, tenemos un trabajo de equipo qué hacer.
-¿En serio? ¿Y a qué hora regresas? -tomó los cubiertos y comenzó a comer con toda calma.
-Como a las seis -bebí jugo, todo el que pude para llenarme rápido y poder irme.
-No llegues tarde -dijo entre bocados.
La comida me seguía cabiendo. Pero estaba demasiado incómodo el ambiente. Salí de la mesa y agradecí la comida con un pequeño asentimiento.
-Te amo -me dijo.
Me quedé de piedra. No quería saber eso. Parecía como si la noche de ayer no hubiera pasado y eso me hizo enfadar. Una sensación de frustración me llenó el pecho.
-Claro…. También yo -tome mi mochila y salí dando largas y veloces zancadas. Cerré la puerta tras de mí. El corazón casi se me salía del pecho, tuve que quedarme unos minutos recargada en la pared de la entrada hasta que por fin tuve la suficiente fuerza de caminar hacia el colegio.
No pude hacer nada. Me quedaba con el lápiz en la mano, Camila me dictaba, pero mis dedos simplemente no se movían y muchas veces me atrapó con la mirada perdida. Quise decirle todo, lo que había pasado, todo para que pudiera sacármelo del pecho pero… Estaba muy consciente de lo que le pasaba a las personas que hacían “ese” tipo de cosas con sus hijas, claro que quizás, solo quizás, no me haya forzado del todo y así puede que sean indulgentes con él… Si él desaparece, estaré verdaderamente sola.
Volví a casa cuarto para las seis de la tarde. Con el sol a medio camino de esconderse. Sus rayos proyectaban cálidas sombras anaranjadas; no me atreví a tocar a la puerta. ¿Estará en casa?, pensé, quizás se haya quedado dormido. Abrí la puerta muy despacio, entré como una ladrona, dejé mi mochila sobre la mesa de la entrada y justo cuando creí que podría subir corriendo las escaleras hacia mi habitación, me lo topé de frente, sentado en la sala, unapP pierna sobre otra y sus sandalias puestas.
-Bienvenida.
-Ya llegué, terminamos el trabajo.
-Qué bueno saberlo -descruzó las piernas y se estiró cuan largo era sobre el sillón de tres plazas.
-Voy a mi cuarto, estoy un poco cansada -enfilé hacia las escaleras.
-Vanessa -hizo una seña para que me quedara otro momento.
-Mande -tenía las manos sudorosas, solo quería ir a mi cuarto.
-Te estuve esperando un rato aquí, ven más cerca de la luz.
Di tres tímidos pasos hacia delante hasta que mis pies estuvieron sobre la alfombra. Mi padre me recorrió con la mirada un momento, lo miré a los ojos, para ver si allí podría ver alguna respuesta, pero nada, parecía muy al tanto de lo que estaba pensando.
-Realmente eres muy bonita, realmente bonita.
Sus palabras calentaron un poco mi pecho pero aun así tenía mucho frío.
-Quítate el suéter -me dijo desparramándose sobre el sillón. No tenía calor, simplemente no entendí su instrucción pero igual me saqué el suéter. La atención de mi padre pareció ser robada por otra cosa, algo más instintivo.
-La camisa -dijo después.
Y yo quería decirle “estás pendejo”. Pero mis dedos buscaron los botones de mi camisa, peleé con el moño un poco hasta poder sacarlo y saqué todos los botones de mi camisa que quedó colgando de mis hombros. Me la quité y cayó al suelo, dejando expuesto mi sostén púrpura.
Me cubrí con los brazos, su mirada parecía querer hacerme un agujero en el pecho.
-Tu falda Vanessa, quítatela por favor.
Pero negué rápidamente.
-Vane, sácate la falda, quiero verte… -se desabrochó el cierre de los pantalones y metió su mano dentro para tocarse.
¿Tanto le gusta verme? Bajé las manos hasta los broches de mi falda y con todo cuidado, los saqué. El peso de la prenda la hizo caer hasta el piso donde aterrizó con un sonido amortiguado, dejando ver mis pantys moradas. Mi papá sacó su pene del pantalón y comenzó a jalarlo como el día de ayer. Yo sólo me quedé parada allí, clavada al suelo como un árbol mientras se masturbaba, con los ojos fijos en sus gestos, cómo gemía y de vez en cuando cambiaba de mano, se bajó completamente los pantalones.
-Necesito tu ayuda Vanessa, hazlo como ayer -soltó su pene. Se quedó con las piernas abiertas y su cosa completamente dura y apuntando hacia el aire.
No fui capaz de moverme pero me abracé el cuerpo y retrocedí medio paso.
-No está bien -fue lo único que alcancé a decirle antes de salir corriendo escaleras arriba. Escuché que me siguió unos segundos después pero fui más rápida y logré encerrarme en el baño. Mi corazón golpeaba mi pecho con fuerza y me sentía muy confundida: estaba semi desnuda en el baño de mi casa huyendo de los coqueteos de mi propio padre… Un día muy loco. Escuché cómo se paró tras la puerta, podía ver su sombra moviéndose detrás.
-Vane, abre la puerta -su voz, amortiguada oírla madera, no se escuchaba enojada, sino casi preocupada. Me senté en el taza del inodoro y abracé mis rodillas- déjame entrar por favor.
Miré otra vez la puerta pero no me moví para nada.
-Sé que está mal, pero te necesito, tienes un buen cuerpo. Realmente te necesito, extraño a tu madre todos los días, eres todo lo que me queda de ella -no estaba llorando pero casi lo hacía.
Suspiré y bajé las piernas al suelo. Luego me puse de pie y anduve hasta la puerta para agarrar el seguro. ¿En serio me necesita?, pensé mientras apretaba en seguro ¿En serio tengo un buen cuerpo? ¿Le gusta?… Quité el seguro de la puerta y volví a la taza del baño a sentarme. El abrió la puerta, se había vestido nuevamente y volvió a poner sus ojos en mí, el bulto en sus pantalones se formó casi de inmediato.
Se metió en el baño y de paró junto a mí. Lleve mis manos para desabrocharle la bragueta pero me detuvo. De un tirón me puso de pie, perdí mis zapatos escolares que quedaron desparramados en el área de la regadera y sin decir nada metió sus dedos entre mis piernas.
Ni yo misma me había tocado mucho que digamos. Pero él me estaba rozando un área muy sensible, un punto que parecía conocer de sobra, cada vez que su uña me rozaba, un intenso chispazo eléctrico me bajaba a las piernas y mis rodillas comenzaron a temblar. No sé qué hacía, se sentía extraño, tenía la sensación de querer orinar pero… no salía nada. Una enorme tensión de acumuló en mis músculos y tuve la necesidad de cerrar los ojos.
Me recargue contra él pues me estaba cayendo. Sus dedos esquivaron mi panty y cuando me tocó directamente no pude evitar un grito. Lo aparté por instinto, tomé su mano, tratando de alejarla, estaba demasiado sensible y cada roce me dolía. Me exploró como quiso. Apartó mis labios y puso dentro la punta de su dedo índice. Eso me hizo caer. La fuerza de mis rodillas desapareció completamente y colapsé. La sensación de querer orinar se hizo súper intensa y una explosión de placer me llenó. Mi cuerpo soltó la tensión de golpe y casi me ahogó. No podía tomar nada de aire, seguía gimiendo desesperadamente y con la boca bien abierta como un pescado fuera del agua.
Me agarró por un brazo para que no me cayera y me llevó casi a rastras hasta mi cama donde medio me acomodó. Apenas respiraba pero me sentía extrañamente cómoda, aún a pesar de que tenía todos los muslos empapados y mis pantys eran un desastre. Pude ver los dedos de mi padre, brillantes de mi humedad.
¿En serio pasó?… Lo miré un momento.
-Ya duérmete -dijo y salió de la habitación.
Vi cómo se alejaba con una enorme carpa de circo en sus pantalones y di una sonrisa de medio lado. Para que se te quite, pensé. Jale la cobija como pude y medio me cubrí. No tenía ganas de vestirme.
Fin de la segunda parte.
Me deja con ganas de saber que más pasará.
Me encanto, síguelo 💞