La Plantación 10
Nuestra primer orgía.
Parte 10
(Nota: este relato es parte de una saga que comienza bajo el título de Náufragos y continúa como La Plantación. Sugiero empezar la lectura desde el primer título)
Todo estaba decidido para la noche. Raquel se iba a ocupar de que tuviéramos una noche para recordar y sin la menor duda ella lo haría mejor que nadie. Yo me sentía realmente cansado, y ni siquiera tenía fuerzas para prestar atención a Inge y Mia, mis noviecitas de siete años. Por eso las mandé a jugar al parque por más que se pusieron un poco tristes e hicieron cara de pucherito. Subí a mi habitación y me desplomé sobre la cama. En minutos estaba durmiendo y soñé las cosas más extrañas: en mis sueños se me presentaban imágenes confusas del naufragio, pero ocurría en otro barco y con otras personas, también la imagen de Don Julio que se me aparecía amenazadoramente, y hasta el Perro que ladraba trepado al techo de la casona! Me desperté un poco asustado, pero enseguida me volví a dormir. Por suerte los sueños cambiaron a situaciones más placenteras… siendo lo mejor cuando soñé que lograba penetrar a mis nuevas chiquitas, que las podía gozar por delante y por detrás a mi antojo! Qué placer!!! O la parte en que Raquel quedaba embarazada…. todo esto mezclado con escenas totalmente disparatadas, como cuando los caballos comenzaban a hablar entre ellos como si fueran personas, mientras tiraban trabajosamente de una carreta!!! Cuando finalmente desperté ya estaba completamente oscuro salvo por la luz del candelabro, y había una personita de pie junto a mi cama. Fue de lo más inesperado, ya que se trataba de la niña oriental! Sí, aquella de quién ni siquiera conocíamos el nombre. La niña aparentaba nueve años, y su rostro era angelical. Con esos ojos rasgados, cabello oscuro y lacio, la piel suave y clara como la seda. Su cuerpito era hermoso y bien proporcionado, su pechito era plano, bien de niña y se veía dulce y apetecible a mis ojos… pero siempre tan vestida! La miré a los ojos como tratando de desentrañar al menos algo en su mirada. Pero no…. Nada. Finalmente ella señaló el centro del pecho con su dedo índice y dijo: “kumiko”. Supuse que debía ser su nombre, le sonreí y lo repetí. Luego hice lo mismo que ella y señalándome a mí mismo dije “Héctor”. Al menos era un avance. ¿Tal vez? Tomé su manito y la puse sobre mi corazón y dije “amor”, pero ella retiró la mano llena de timidez. Me sentí un poco estúpido ante mis infructuosos intentos y decidí llevarla de la mano al comedor. Algo habría que hacer con esta niña ya que la comunicación era casi imposible. Y no era la única, ya que también teníamos dos nenas nórdicas, dos italianas, y unos mellizos sobre los cuales ignoraba todo, salvo que ya tenían unas lindas pijitas en desarrollo para el placer de hombres y mujeres.
En el comedor la cena estaba a punto de ser servida. Me senté con mis noviecitas una a cada lado. Nadia se aseguró que todos tomáramos vino, incluso los niños y las niñas, mientras le guiñaba un ojo a Raquel. Se notaba que las dos guachas habían estado ultimando detalles. La comida transcurrió alegremente y Rafael, nuestro nuevo invitado, pudo relajarse de los momentos de angustia vividos durante el día. Además era clarísimo cómo se le iban los ojos, con toda la carnecita tierna que había a la mesa, no sobre la mesa, sino la carne humana bien tiernita!
Después de los postres Raquel nos invitó a los adultos a ponernos cómodos en la sala, mientras ella se llevaba a los pequeños a la cocina.
Yo me senté junto a Graciela, atraído por su estado de gravidez.
“Cuánta leche tenés en los pechos Graciela!” le dije aduladoramente.
“Sí. Mucha! El bebé está durmiendo arriba pero cuando se despierte tengo mucho para darle…” me dijo sonriendo.
“Mucho pero mucho? Me contó Raquel que a mis hijos les encanta tu leche…. Que ya la estuvieron probando.” Le dije, acariciando su panza. Ella apenas si se sonrojó y muy por el contrario parecía disfrutar de mi atención.
“Sí! Nat y Sandrita me chuparon los pezones muy rico! Mirá, sentí cuánta leche tengo.” Me dijo, llevando mi mano a una de sus tetas sobre el vestido.
Ya me estaba excitando al palpar esa ubre de hembra humana tan llena de leche tibiecita cuando se abrió la puerta de la cocina y comenzaron a entrar los pequeños y pequeñas a la sala. Raquel los había vestido con tan solo unas túnicas semitransparentes, al estilo de la antigua Roma, y se notaba muy bien que no llevaban ninguna ropa debajo. Las nenas y los varoncitos también se pararon en el medio de la sala, rodeados por los sillones, donde los adultos nos deleitamos observándolos. Como no podía ser de otra forma, fue la putita de mi hija adoptiva, la primera en levantarse la túnica para dejarnos ver su rajita y su culito al aire.
Rafael estaba sentado en un sillón junto a Nadia, que provocativamente le puso una mano en la entrepierna. Rafael se comía con los ojos a Sandrita y las demás nenas que empezaron a provocarnos descaradamente, mostrando cada vez más piel desnuda para nuestro placer! Kumiko, también estaba semivestida como los demás, pero su timidez le impedía imitar a los otros, y pronto fue a sentarse un poco apartada del resto.
Mis dos rubiecitas de siete años, Inge y Mía, fueron en su inocencia las primeras en dejar caer completamente sus túnicas, y vinieron completamente desnudas hacia donde yo estaba con Graciela.
“Ellas son tus nuevas noviecitas Héctor? Me dijo tu esposa que están muy apegadas a vos…” me dijo ella, mientras las nenas se subían al sillón, una a mi lado y la otra junto a Graciela
“Qué cuerpitos divinos y tan pequeñas que son! Seguro que vos también estarás muy interesado en ellas, no?” siguió diciendo, mientras yo, a esta altura, ya le manoseaba descaradamente las tetas y ella posaba su mano sobre mi pantalón, arriba de mi verga que ya estaba bien alzada!
“Cómo me gustaría verte cogiéndolas! Esta pija dura me dice que tenés ganas…” murmuró, bajando el cierre de mi pantalón y agarrándomela sin el menor reparo! No cabía duda, Graciela era igual o aún más depravada que mi mujer. Y seguía incitándome la desgraciada! Inge se sentó a horcajadas sobre mi pierna derecha, con esa conchita sedosa frotándose sobre la tela. Mía hizo lo propio sobre la falda de Graciela, y las dos nenas buscaron nuestras bocas, queriendo besos! Era natural que quisieran probar nuestras bocas y lenguas! Ya se habían desinhibido todos y se sucedían varias escenas morbosas delante de nuestros ojos!
Sandrita se la había tomado con Rafael y estaba arriba de su vientre, buscando ser penetrada! La nena quería probar una nueva verga! El hombre me miró por un momento, como pidiendo permiso, y yo le hice un gesto de asentimiento. Tenía una pija bien grande, larga y gruesa, y mi nena estaba deseosa por probarla.
El resto de las niñas se había amontonado sobre una gran sofá y estaban acosando a Raquel, Saria y Nadia! Pronto comenzó una orgía de solo hembras y hembritas que llenó la sala de deliciosos gemidos y grititos de placer! Las dos tanitas, Danae y Daniela gozaban con los manoseos descarados de las mujeres adultas, que además estaban a los besos entre ellas! Pronto estuvimos todos completamente desnudos y gozándonos unos a otros. Todos menos la triste niña Kumiko.
En el centro de la sala, los mellizos habían tomado a Nat como su juguete sexual y era una delicia ver como se preparaban para cogerlo! Las tres pijitas paradas, los chupones que se daban! Tanto los mellizos entre sí como a Nat.
Trastornado de ver tantas escenas volcánicas, me concentré en mis hembras. Graciela ya se había bajado el vestido y un par de tetas rebosantes quedaron al aire para placer mío y de mis nenitas nórdicas!
“Quieren la leche?” preguntó a las chiquitas, tomado un pecho en cada mano y ofreciendo los pezones, que ya estaban goteando. Aunque las nenas no entendieron la pregunta, el gesto corporal fue inequívoco y se prendieron una a cada teta, chupando con ganas! Yo me saqué toda la ropa y me puse detrás de Inge, para frotarle la verga sobre esas nalguitas irresistibles!
Ella separó las rodillas y levantó el culito, invitándome a disfrutarla. Yo le pasaba la chota parada hacia arriba y hacia abajo entre los cachetes y le rozaba la entrada de su conchita con el glande. La tentación de empujar y desvirgarla era tremenda! Estaba bien mojadita la nena pero yo no me animaba. Tenía miedo de lastimar a mi preciosura. Graciela tenía los ojos cerrados. Disfrutaba de esas boquitas mamonas, y se mordía el labio inferior llena de deseo sexual! Se escuchaban detrás nuestro roncos gemidos de placer. Era que Rafael había echado a Sandrita sobre la alfombra y montado sobre su cuerpito se la estaba cogiendo como uno toro! Mía vio eso, y soltando la teta de Graciela, se bajó del sillón y fue a mirar bien de cerca como era que un hombre tan grandote se la metía a una chiquita.
“Perdimos una amante!” me dijo Graciela entre gemidos y risas. Como yo no me animaba a penetrarla a Inge, la coloqué sobre el sillón.
“Graciela…. No podrías estrujarte una teta y llenarle esta conchita de leche?” le pedí mientras le abría bien las piernas a Inge.
La mujer se acomodó con el pezón chorreante sobre el pubis de Inge y apretándose el pecho largó chorritos de leche dentro de esa cuevita rosada. Levanté a la nena con mis manos bajo sus nalgas y metí mi boca en su rajita para probar la leche de Graciela mezclada con los jugos de Inge. Por primera vez, la escuche lanzar unos ricos gemidos de gusto, mi lengua sorbiendo la dulce leche, y se la pasaba por el clítoris salidito. Era delicioso!
“Esta nena va a ser toda una putita! Y no sé qué estás esperando para meterla toda esa pija!” me decía Graciela.
“Sí… ya sé, pero es chiquita! Sandri tenía ocho años la primera vez que me la cogí en la isla… Pero esta tiene un años menos, creo…. Pero está tan rica!!! No me aguanto las ganas….” Le decía yo, casi como hablando conmigo mismo. Graciela ya estaba toda desnuda con la panza de ocho meses al aire, y las tetas rebosantes. Se recostó sobre el sillón abriendo las piernas. Yo la dí vuelta a Inge, la puse en cuatro como perrita y le bajé la cabeza para que su carita quedara cerca de la concha de la mujer. Me volví a colocar detrás de la nena, con la verga hambrienta de placer! No aguanté más y se la apoyé en el culito, en su pequeño ano, y con mi arma toda lubricada de leche materna, se la fui metiendo! La rubiecita pegó un gritito de dolor, pero Gra, le agarró la carita y la hizo pegarse a su concha. Quería sentir la boquita de la nena en su sexo de hembra insaciable! La sostuvo fuerte y la apretó contra su sexo. Yo aproveché y teniéndola de la cinturita, se la metí bien a fondo, mi verga llenándole el recto y seguramente más adentro, penetrando sus tripitas! Dejó de protestar y noté que lamía la concha peluda de Raquel! Yo se la metía y se la sacaba, ya tenía el culito bien abierto y después de un rato gocé como un animal soltando varios chorros de semen dentro de su cuerpito!!! Fue un placer tremendo!
La verga se me puso floja y salió de su culito, chorreando semen y un poco de sangre! Me puse mal pensando que la había lastimado tal vez. Graciela la agarró y se la puso sobre ella, acariciándole el pelo para consolarla y dándole muchos besitos y caricias.
“Vamos arriba a lavarla..” me dijo.
Cargué a la nena en mis brazos y subimos a la habitación de Raquel. La tina de plata estaba llena de agua tibia, y la metimos ahí para lavarla. Entonces se despertó el bebé y lloraba de hambre.
La mamá se fue a la cama a darle la teta, y yo me metí en la tina con Inge. Me puse a lavarla con cuidado y cariño, un poco arrepentido de haberla penetrado así! Pero había sido un impulso más fuerte que yo! Le limpié el culito con cuidado y me di cuenta que ya casi no sangraba.
Luego la saqué de la tina, la sequé y me la llevé a la cama donde Graciela estaba dando la leche. La abracé cariñosamente y enjugué las lágrimas de su carita. Poco a poco ella se tranquilizó y volvió a ponerse dulce y cariñosa conmigo. Ufff! Menos mal! Si algo no quería era que la niña dejara de quererme. Me prometí que nunca más me cogería una niña de ese modo, casi por la fuerza. Pero había sido tan excitante!!! Mientras nos relajábamos en la cama, ocurría de todo en la sala.
Los mellizos se estaban cogiendo a Nat, tomando turnos mientras él chupaba la pijita del mellizo que estaba libre. Los dos hermanos le acabaron uno en el culito y el otro en la boca!
Rafael, después de cansarse de la conchita de Sandri, se la cogió por detrás y ahí fue que tuvo su orgasmo! Los gritos de placer los escuchamos desde la habitación de arriba!
Raquel, Nadia y Saria se comían a las nenas en las posiciones más morbosas, mientras se animaban una a otras, gozando de esos cuerpitos desnudos, tocándolas y lamiéndolas por todas partes. Todas fueron teniendo orgasmos, incluso metiendo las manitos de las pendejas enteras de sus conchas de mujeres adultas!
Pero…. ¿y Pablo? ¿Qué hacía? Me contó Raquel, que se pasó la noche sentado junto a Kumiko, tratando de seducirla. Él desnudo y al palo, la nena toda vestidita y resistiéndose cuando el trataba de besarla o quitarle la ropa…
Mi otra noviecita, Mía, se fue junto a él y le chupaba la pija mientras Pablo trataba de desvestir a Kumiko. Mi capataz finalmente se fue en seco dentro de esa boquita endiablada y se quedó sin poder estrenar a la chinita.
Cuando los varoncitos se recuperaron, se fueron a participar de la orgía lésbica, y metieron su pijitas en todos los agujeros que pudieron!
Fue una noche donde, salvo Kumiko, todos nos desinhibimos por completo. Ahora quedaba claro que para esta familia ampliada, el placer del sexo era casi el centro de nuestras vidas, y lo que más disfrutábamos.
A eso de las dos o tres de la madrugada, todos se fueron quedando dormidos en la gran sala, algunos sobre los sillones, otros sobre las alfombras, los cuerpos embadurnados de semen o flujos femeninos… ¡No podíamos pedir más de la vida!
Continuará.
Papi… Donde estás?
Ya volvere, no tengo telegr por ahora
Excelentes relatos los tuyos amigos
todos los he leido y me parecen deliciosos
con ansias espero la continuacion
genial relato cada vez se ponen mejor