La Plantación 7
El Perro de Danaé.
Parte 7
(Nota: este relato es parte de una saga que comienza bajo el título de Náufragos y continúa como La Plantación. Sugiero empezar la lectura desde el primer título)
EL PERRO DE DANAÉ
Aquél repentino cambio de actitud de la pequeña provocó una sorpresa total, de modo que quedamos en silencio no sabiendo qué hacer o decir. Todos miraban la escena preguntándose en qué iría a parar aquello hasta que Raquel se acercó a la nena, que abrazada a su papá le imploraba por la vida de aquel asesino.
“Danaé querida… este miserable mató a tu mami, y además estuvo azotándote con su látigo. ¿Estás segura de querer perdonarle?” le preguntó mi mujer, tomándola suavemente del brazo para separarla del padre.
“Perdonarlo no… pero tampoco quiero que lo maten” dijo con voz dubitativa.
“Bueno… pero algún castigo se merece. ¿Qué tal si lo hacemos tu esclavo, le ponemos una cadena y….”
“¿Puede ser mi perrito? Así lo tengo con correa y si se porta mal le pego con un látigo como el me hizo?” sugirió de pronto la niña iluminándosele la cara. Al oír esto todos nos miramos y explotamos en carcajadas!
“Bueno…. no veo por qué no amor. Entonces él será tu perro a partir de ahora.” le dijo Raquel, tratando de no reírse ella misma ante semejante ocurrencia. Mandé desatarlo mientras todos se dispersaban comentando, y ordené hacerle un collar para cuello y una cadena, más un mascara de cuero tipo bozal para que no mordiera. Danaé se volvió a vestir como si nada hubiese ocurrido y Pablo dejó el machete a un costado, lamentando no haber podido usarlo. Antes que se lo llevaran, Ezequiel “el perro” a partir de ahora, se puso a gritar como loco:
“Me las van a pagar todos ustedes! Me voy a vengar! Y especialmente de esa nena… no voy a parar hasta terminar con ella!” amenazó con voz desaforada. Sus palabras no me parecieron otra cosa que el grito de un desesperado, pero por un momento, y muy en el fondo de mi alma, un presentimiento ominoso se apoderó de mí. Desechando rápidamente la idea me dirigí a Pablo para tratar de distraerlo.
“Pablo, por qué no vamos a caballo con los niños, y me mostrás bien los palmares?” le dije. Él asintió por supuesto y se fue a ensillar dos caballos.
Raquel y Graciela con el bebé en brazos, se fueron a pasear juntas hacia el lado del mar mientras charlaban animadamente. A unos doscientos metros, junto a la playa había un sector que Don Julio había hecho parquizar, y allí se sentaron ambas mujeres sobre un gran tronco caído. Era temprano y se disfrutaba una suave brisa del mar.
“Estás feliz acá Graciela, te gusta?” empezó Raquel.
“Sí señora, es hermoso!” le contestó la bella hembra preñada.
“Te dije que no me llames señora!” le reprendió cariñosamente mi mujer, ante lo cual Graciela se sonrojó un tanto.
“Yo te siento como la hermana que no tuve… sos tan dulce! Y este bebito que estás esperando me llena de ternura! Ojalá que sea una niña…” seguía ella. Graciela se rendía ante las cariñosas palabras de Raquel y apoyó su cabeza sobre el hombro de ella. Sosegadas y relajadas por las olas del mar, sus ojos se encontraron y como movidas por un imán, volvieron a besarse como en el carruaje. Graciela seguía sosteniendo al bebito que estaba dormido, y por eso fue Raquel, la que empezó con las caricias. Sobre el vestido le palpó los pechos, a la par que los besos por parte de ambas se volvían más hambrientos, más urgentes. Las lenguas totalmente liberadas para lamer y disfrutar la sensualidad de los labios… Graciela abrió las piernas y exhaló el primer gemido de placer.
“Pongamos a tu bebito en el césped!” le pidió Raquel. Lo hicieron con cuidado, y ambas como leyendo la mente de la otra, se desnudaron por completo, sin preocuparse que pudiera acercarse alguien. Se acostaron de lado sobre la suave gramilla y comenzaron a tocarse la una a la otra. Manos temblorosas de excitación que acariciaban y palpaban las tetas, dedos en la concha, lenguas recorriendo la piel desnuda, gemidos de placer. Fue Graciela la que buscó chupar concha primero, y lo hizo con tal abandono y deseo que Raquel tuvo un tremendo orgasmo! Le acabó en la boca y fue aún mejor que el orgasmo de la noche anterior, cuando nuestras dos vergas la empalaban. Sin dejar de jadear, puso a Graciela de espaldas y le besó la panza redonda con amor. La beba que iba a nacer, dio entonces una patadita en el útero de su madre, como presintiendo algo agradable! Raquel recorrió con su boca el camino hasta la cueva de placer de su nuevo amor, y literalmente se la comió toda! Graciela abrió bien sus piernas, deseosa de sentir a su señora, halagada por sentirse tan deseada. Esa lengua y esos labios de la mujer que un día antes la había comprado como mercadería humana en un sórdido mercado de esclavos, estaban ahora dándole el más delicioso placer, la lengua caliente que pasaba desde su clítoris y bajaba por sus labios vaginales, por su sexo y que luego, para ponerla salvajemente excitada, llegaba hasta su ano y la provocaba con suaves lamidas, y ese aliento caliente, la forma en que su señora jadeaba! Pero ya no le llamaría señora, no más…
“Sí Raquel, sí!!! Así por favor! Comeme toda! Haceme lo que quieras!!!! Siento las pataditas de la beba…. Me mueeeero de placeeeer!!!” gimió desesperada en medio de un orgasmo volcánico, como es típico en las embarazadas. Con la boca llena de flujos, mi mujer volvió a recorrer la piel de su nueva amante hasta llegar a sus pechos, y luego a su cuello, llenándola de besos apasionados.
“A partir de ahora sos mi nuevo amor!” le dijo. “Algo increíble me pasa con vos, quiero entregarte todo lo que tengo, mi cuerpo, mi alma, mis niños….” le decía ahora hablándole al oído.
“Sí Raquel… quiero, te quiero a vos y a tus niños también, tan lindos que son!”
“Son hermosos! Cierto? Y cómo les gustás!!! Ayer amaron tomar la leche de tus pezones. ¿Lo notaste?”
“Sí, sí! Me gustó mucho!” respondía Graciela recordando cómo se había excitado.
“A mi marido y a mí nos gustan mucho nuestros niños…. y ellos aman meterse a la cama con nosotros… Te molesta eso?” le preguntaba Raquel, otra vez poseída por su morbo favorito.
“No, no me molesta…. Esas boquitas, la forma que me chuparon….. parece que están acostumbrados!” decía mirándole a los ojos. Una mirada de “decime la verdad ya que me muero de placer”… eso decían sus ojos!
“Si querés, esta noche…. esta noche voy con Nat y Sandrita a tu habitación…. ¿Te gustaría? Hará calor así que podemos dormir todos sin ropa….” le dijo llena ya de lujuria… Graciela respondió zampándole un besote en la boca, mientras sus ojos le daban la respuesta. Se quedaron hasta el mediodía en ese lugar, tomando sol desnudas, dándole pecho al bebito, gozando de esa hermosa vida que les había caído del cielo!
Al tiempo que ellas disfrutaban de tantas cosas esa mañana, nosotros habíamos partido a caballo para recorrer la plantación. Pablo llevaba en su potro a Nat y Sandrita, el nene en las ancas, y la nena delante de suyo, mientras yo tenía el placer de llevar a Danaé con su espalda apoyada contra mi pecho.
Recorrimos los palmares desiertos por un largo rato, ya que era día de descanso. Pude notar como Nat se agarraba fuerte de Pablo, rodeando con sus brazos la cintura del hombre, y cada tanto el muy guachito bajaba sus manos para agarrarse de más abajo, para palpar la pija del capataz sobre la tela de su pantalón! Me daba cuenta que se le había parado por como trataba de menear su pelvis el hombre, apoyándola también sobre las nalgas de la nena. Danaé y yo nos miramos con una sonrisa cómplice al notar lo que estaba pasando sobre el otro caballo.
Llegamos junto a un arroyo y les propuse apearnos y descansar un poco.
“Podemos bañarnos en el arroyito pa?” me preguntó Sandri. Por supuesto le dije que sí. Danaé se les unió y en breve estábamos los dos hombres mirando a nuestros hijos, retozando desnudos en el agua.
“Pablo, verlos así me produce ganas de cogérmelos! Desnudémonos también! Me parece que Nat te tiene ganas porque la única pija que disfrutó hasta ahora ha sido la mía….” seguí diciéndole.
“Sí Héctor! Me la estuvo manoseando todo el tiempo mientras montábamos.” me confesó bajándose los pantalones. Yo me desnudé por completo y así quedamos los dos, con las vergas apuntando al cielo, mostrándolas impúdicamente a los niños!
Nat tenía los ojos clavados en la pija de Pablo, y Danaé miraba la mía. Sandri…. ella nos miraba a los dos la muy zorrita! Los tres se rieron y salieron corriendo del agua, abalanzándose sobre nosotros! Mis hijos se montaron sobre el capataz y Danaé se apretó contra mi cuerpo, frotando su pecho plano de niña contra mi erección. Se puso en puntitas de pie, tratando de alzarse para buscar mis besos. Yo me tiré sobre la hierba con la nena encima y empezamos a los chupones y los toqueteos. Me abrí de piernas como un perrito, ofreciéndole mi carne de macho hambriento. La nena entendió enseguida, y acostada boca abajo entre mis piernas se dedicó a mamármela como un bebé su biberón. Me pasaba la lengua calentita de arriba abajo mientras me metía un dedo en el ano. Eso me dejaba ver y disfrutar de lo que Pablo hacía con mis chicos.
Él estaba sobre sus rodillas para tener su cara a la altura de ellos, y tanto Nat como su hermanita lo besaban juntos en la boca. Le daban sus lengüitas al mismo tiempo y le acariciaban la verga juntos! Las manos grandotas de Pablo estaban entretenidas con esos dos culitos irresistibles, pero de a poco fue dedicándole su atención más y más al nene. Estaba claro que para él la novedad eran la pijita y los huevitos de Nat. El chico se agachó y se la metió todo lo que pudo en su boca. Estaba hambriento de carne de hombre! Entonces mi hija, sintiéndose un poco dejada de lado, se encogió de hombros y volvió a jugar sola en el arroyo. Yo la estaba por llamar, pero en ese momento Danaé se montó sobre mi cara y se puso a frotar su conchita sobre mi boca no dejándome hablar!
Pablo frotaba su pija contra la de Nat, y luego lo puso boca abajo. El niño separó las rodillas y levantó el culito, invitando, rogando ser penetrado por ese enorme falo! Pegó un gritito cuando el capataz se la clavó toda, de un golpe! Se lo cogía con desesperación, como hacen los animales, gemía de placer y se agarraba de su pelo, lo disfrutaba como si fuera lo último que le quedara en la vida! Después se la sacó y poniéndose en posición de yoga, se montó al nene sobre su verga. De ese modo quedaron cara a cara, hombre con niño, a los puros besos y la verguita del chico, durita y apretada entre los dos cuerpos! La bajé a Danaé de mi cara para poder ver. Me excitaba contemplar cómo se hundía esa gruesa pija venosa y desaparecía dentro del culito de Nat! En eso volvió Sandrita del agua y se paró al lado de ellos. Abrió bien las piernas mi nena, y para mi sorpresa, se abrió los labios de su vaginita y empezó a mearlos mientras se reía de gusto! Esto excitó demasiado a Pablo, que empapado con el pis de Sandri, eyaculó todo su semen adentro del culito de Nat! Al ver eso, yo también me vine, dentro de la boca de Danaé! Fue un momento de pasión descontrolada! Los dos hombres quedamos jadeando tirados boca arriba sobre la hierba! Víctimas de los encantos irresistibles de estos chiquillos! Nat todavía tenía una rica erección de niño y se acostó sobre Pablo. El capataz se giró quedando boca abajo. Quería tentar a Nat, y el chico no se hizo rogar, acostado sobre el hombre le metió su pedacito de carne en ese culo peludo, lo mejor que podía y disfrutó también aunque casi no le salía semen, apenas un líquido transparente.
La orgía siguió cuando las dos nenas se juntaron frente a nosotros y nos deleitaron con un espectáculo morboso! Las dos metieron sus dedos en la conchita de la otra, y dándose ricos besos de lengua, se pajearon hasta quedar satisfechas!
Para terminar esa mañana de placer, nos metimos todos a refrescarnos en el agua, felices por la libertad total de que gozábamos, sin tabúes ni límite alguno.
Ya era casi mediodía cuando regresamos a la casa. En ese momento estaba llegando una caravana como de unas diez carretas, trayendo del pueblo muebles, utensilios, ropas, y cuanta cosa se pueda uno imaginar.
“Parece que vamos a tener que trabajar duro esta tarde Pablo.” Le dije y nos dirigimos a las carretas.
Continuará.
Muy exitante
Y el perro? Cuenta como lo usaron…