La Plantacion I
Es continuación de Náufragos. Advertencia: Incluye algunas escenas extremas de violencia por el contexto del relato.
La Plantación
La isla de Borneo… un lugar bastante inexplorado. La Plantación famosa, de qué sería? Preguntándole y preguntándole a Raquel, mientras ella me pajeaba despacito para convencerme, pude saber que ella había vivido allí con su padre cuando era pequeña. Luego su madre se la llevó a San Francisco, pero era claro que tenía muchos recuerdos de aquel lugar. Supe también de sus labios que su padre, sabiéndola ahora viuda y con dos niños, la había invitado a irse a vivir todos con él. También supe que, al menos por los recuerdos que ella tenía, en aquel lugar su padre tenía muchos trabajadores, con sus familias, que trabajaban en los campos, y que él era como una especie de ser superior para ellos, que todos le obedecían ciegamente.
Finalmente, asentí en acompañarla, principalmente por no perder el placer de disfrutarla a ella, a Nat, pero muy especialmente a mi pequeña novia de nueve años!
“Raquel…. “ le dije, “no tenemos un centavo, perdimos todo al hundirse el barco. Cómo vamos a hacer para pagarle al capitán este favor? O sea, vos me proponés de convencerlo que desvíe el barco de su destino en la India, para dejarnos en Borneo! Nos va a querés cobrar de algún modo, ya que para él esto será un gasto extra…” intenté explicarle.
“No hay problema Héctor. Estoy segura que habrá algo que le podamos ofrecer como pago o agradecimiento…” me susurró al oído, con esa voz irresistible cuando estaba caliente. Conociéndola, me había quedado claro que no tendría problema de entregar la concha o el culo para convencer al capitán, ¿o algo más también?
La guacha me hizo acabar con su mano experta, y enseguida se dio vuelta y se durmió, aparentemente despreocupada y muy segura de si misma.
A la mañana siguiente fuimos despertados por Nat y Sandrita que saltaban alegres sobre nuestra cama, contándonos entusiasmados lo divertido que había sido dormir en hamacas colgantes! Nos vestimos y fuimos a desayunar al compartimento del capitán, para quien éramos los huéspedes de honor. Smith era su apellido, y todos le llamaban así, casi solemnemente: Capitán Smith.
Nos sentamos a su mesa, el barco se mecía un poco y yo senté a Sandrita sobre mis piernas. Raquel hizo lo mismo con Nat. Enseguida quedó claro el interés con que el respetable capitán miraba a los niños…
Raquel le expresó al hombre, sin muchos rodeos, que necesitábamos llegar a Borneo, a la finca de su padre. El marino ponía cara de difícil.
“Mi padre le podrá pagar por la molestia cuando lleguemos.” Le aseguró ella.
“Oh! El dinero no es problema!” exclamó finalmente el hombre. “Me podrían pagar de otras formas en todo caso…” continuó, mirando con interés cómo yo acariciaba el pechito plano de la nena por sobre su ropa raída. Noté que se acomodaba en su silla y que claramente la nena le gustaba.
“Raquel, por qué no llevás a Nat a pasear por la cubierta del barco? Yo me quedo acá con el capitán y Sandri para hablar un poquito más sobre el viaje…” le dije a mi hembra adulta, guiñándole un ojo. Raquel salió y el capitán se puso de pie, acompañándola hasta la puerta, la cual, al irse ella, el hombre cerró con cerrojo y luego se volvió hacia nosotros.
Sandrita sabía muy bien cuando un hombre la deseaba. La pendeja lo había aprendido de mí, de mis miradas y de mi verga parada. Yo eché la silla hacia atrás, y mirando hacia Smith, que estaba con su espalda contra la puerta, comencé a desabotonarle la camisita. El capitán tomó su silla y se sentó frente a nosotros.
“Le gusta esta niña capitán?” le pregunté sin vueltas, ya con toda la camisita de la nena abierta, mi mano derecha acariciando ese suave pechito, los pezoncitos a la vista. El hombre no se anduvo con vueltas tampoco, y empezó a tocarse sobre la tela de sus pantalones. Tenía un bulto enorme ahí abajo.
“Desnudate mi amor” le dije en el oído a mi chica, “quédate desnudita como en la isla, que el capitán quiere jugar con vos…” le dije.
Sandrita se bajó de mis rodillas, y con bastante gracia, se fue quitando la poca ropa que tenía.
Verla desnudarse me excitó, y para romper el hielo y ayudar al amable Capitán Smith, me empecé a quitar la ropa yo también. Un par de minutos pasaron y ya estaba la nena paradita en medio del compartimento, con dos hombres completamente desnudos y al palo, apoyando sus pijas sobre esa pielcita suave y deliciosa. Yo le apoyé la pija contra su espaldita, y el capitán la apoyó sobre su pechito. Sandri sabía qué hacer y se la empezó a lamer. El pobre hombre, trataba de no gemir en voz alta, para que nadie fuera a escuchar, mientras la lengüita de Sandri le lamía el falo con ganas. Entonces la tomé de las axilas y la coloqué sobre la mesa, de espaldas, ella abrió bien las piernas, como nena buena que era. Sacamos las cosas que había sobre la mesa, y los dos nos inclinamos sobre la chiquita, para comérnosla a besos y lametones! Parecíamos dos lobos hambrientos, devorándonos a nuestra presa. Ella era como una comida sobre la mesa y la mordisqueamos, besamos y lamimos a nuestro antojo! A la guachita le encantaba! Arqueaba su cuerpito delicioso para ofrecerse a nuestras bocas y nuestras manos. Abría las piernas para que le chupáramos bien la conchita y ya estaba dando gemiditos de placer la muy putita! La puse boca abajo sobre la mesa de madera y al instante levantó el culito, como pidiendo pija.
“Disfrútela capitán!” Le dije, dando un paso atrás para disfrutar del espectáculo.
El hombre se subió a la mesa, tembloroso de excitación y le apoyó la pija en el culito. Pensé que la iba a sodomizar, pero enseguida se agarró la verga enorme que tenía, y se la fue metiendo por la rajita! Hasta esa mañana yo solo había visto a Nat cogiéndose a su hermanita, y debo confesar que verla siendo penetrada por ese hombre rudo y peludo, me dio mucho morbo. Me senté en la silla y empecé a pajearme viendo a mi nena tan menuda y blanquita, siendo cogida de forma bastante bruta por nuestro respetable capitán! Un rato más, y el hombre eyaculó como un toro dentro de la conchita rosada y deliciosa de Sandri. Yo no aguanté, y como me estaba pajeando con ganas, la leche me saltó, salpicándome todo el pecho! El hombre se quedó jadeando, recuperando el aliento, todo su cuerpo cubriendo a la nena, sobre esa mesa donde un rato antes habíamos desayunado.
No hubo que hablar mucho más. El Capitán Smith se vistió con cara de satisfecho, mientras la nena y yo hacíamos lo propio, y dijo:
“En tres días estaremos en Borneo….”
Continuará…
Llegada a Borneo
(Advertencia: a partir de ahora este relato contiene escenas extremas que además de sexo, pueden incluir flagelaciones y muertes)
Era una mañana fresca cuando llegamos al pequeño puerto de Samarinda al este de la gran isla de Borneo. El capitán fue bastante generoso al regalarnos algún dinero para que pudiéramos trasladarnos del puerto hasta la plantación y para algunos gastos extra. Al hombre se lo veía agradecido por aquel momento de placer prohibido que le habíamos regalado con Sandrita. Seguramente nunca lo olvidaría y tal vez terminara siendo su única experiencia de ese tipo. Algo inolvidable para él! En definitiva quiso demostrar de algún modo el valor que había tenido aquello.
Ya en tierra nos despedimos, y fuimos al mercado a comprar algo de ropa presentable para nosotros y los chicos. Luego contratamos una carreta para que nos trasladara hasta la finca, que estaba al menos a medio día de camino desde el pueblo, yendo por la costa hacia el norte.
Cuando llegamos finalmente pudimos apreciar que se trataba de un establecimiento importante. Había una casa de estilo inglés bastante grande, casi una mansión, rodeada de un bien cuidado parque, y a cierta distancia gran cantidad de chozas metidas entre palmares, las cuales supuse serían las casas de los trabajadores.
Fuimos recibidos por una señora rechoncha a quien le informamos quiénes éramos y que salió corriendo inmediatamente, como alma que lleva el diablo, para avisarle a su patrón.
Julio se llamaba el padre de Raquel quien, según luego pude comprobar, se hacía llamar “Su Excelencia”. Qué pedazo de cretino! pensé en ese momento. Muy pronto iba a descubrir que aquel adjetivo no le hacía ni remotamente justicia, ya que la maldad que su alma encerraba era incalificable.
En instantes salió a recibirnos haciendo espamentos, y dando grandes muestras de supuesta alegría. En seguida noté como relojeaba a los niños, o sea a sus nietos, y también como la miraba a Raquel.
“Como creciste mi chiquita!” exclamó abrazando efusivamente a mi mujer. “Si la última vez que te vi tenías apenas nueve añitos!” siguió.
Nos hizo pasar a la casa “Su Excelencia Don Julio”, y pronto nos acomodaron en un gran aposento para nosotros y los chicos. Por supuesto le dijimos que nos habíamos casado en San Francisco antes de partir, y aparentemente él se lo creyó.
La señora gordita nos preparó un rico té y merienda que todos disfrutamos enormemente.
Don Julio, me sugirió que fuese a dar una vuelta con los chicos, “para conocer la plantación” me dijo, mientras él se quedaba charlando con su hija.
Una vez que accedimos y comenzamos nuestra recorrida, Don Julio invitó a Raquel a su habitación para charlar más tranquilos los dos. Voy a relatar lo que me contó ella más tarde, durante la noche:
“Mi padre me llevó a su habitación del piso alto, Héctor. Y en cuanto cerró puerta, me tomó con fuerza de la cintura sin más rodeos y me besó en la boca! Y no solo eso sino que me empezó a apoyar el muy guacho! Me hablaba de cuando yo era chiquita, y de cómo le gustaba desnudarme y manosearme! Y quería saber si yo me acordaba. Por supuesto que me acordaba! Ahora que sos grande, toda una mujer, quiero que pasemos a cosas más serias, decía, mientras me daba besos de lengua. Decidí seguirle la corriente y le devolví los besos. Empezó a desnudarme con manos temblorosas de la excitación. Estaba al palo! Yo sabía que me quería coger, y no pensé ni por un minuto en negarle el placer. Pronto estuvimos en la cama y me garchó por la concha y por el culo! Mi padre es una verdadera bestia, parece un toro y no se calmó hasta echarse dos o tres polvos! Espero que no me haya embarazado el turro!” Siguió contándome. “Pero eso no fue lo peor… cuando ya estuvo satisfecho, y descansábamos los dos desnudos en la cama, me contó algunas cosas que no las vas a poder creer!
Resulta que me contó que las familias que trabajan en esta plantación, en la extracción de aceite de palma, están bajo una condición de servidumbre! Sí, son esclavos. Y no solo hay familias nativas sino también algunas europeas, personas que fueron secuestradas por piratas, y que él compró como esclavos! Con mucho orgullo y dándose importancia, me informó que había establecido unas estrictas normas o leyes que se debían cumplir, y que los castigos a quienes no las cumplían podían incluir flagelaciones y hasta la pena de muerte! No paraba de hablar. Siguió diciéndome que casi todos los años se veía en la obligación de ejecutar a alguna familia. Que si un miembro cometía una falta grave, toda la familia era condenada! Que este era su reino, y que él disponía de la vida de todos. Generalmente los hacía ahorcar a la vista de todos los demás siervos! Hasta llegó a confesarme cómo disfrutaba presenciar las flagelaciones, especialmente las aplicadas a niños y niñas, y que él mismo había ejecutado a algunos siervos! Luego dudó un momento, pero finalmente siguió hablando para contarme que era muy excitante para él matar personalmente a las niñas cuando una familia era condenada. Que le daba gusto cortar una suave gargantita o hundir su puñal en el pecho desnudo de alguna chiquita! Que eso servía de lección a los demás y que él lo hacía por placer!”
“Raquel… en serio me estás hablando? No me extraña que te haya cogido, pero lo demás me suena increíble! Tu padre no es solo un déspota sino un asesino también!” le dije en la oscuridad de la habitación, mientras sentía que habíamos llegado a un lugar siniestro y peligroso.
A esa altura de la noche Nat y Sandrita ya estaban dormidos. Se habían acostado juntitos sobre un colchón y durante parte del relato de Raquel, pude escuchar claramente como estaban teniendo sexo entre ellos, unos gemiditos deliciosos tanto del nene como de su hermanita.
A la mañana siguiente me levanté muy preocupado y antes que los demás se despertaran, me fui a dar otra vuelta por ahí. Quería averiguar más. ¿Podía ser cierto lo que Raquel me había contado?
Continuará…
Buenísimo.. ya esperando la continuación amigo!