La Plantación II
Las cosas se complican – Momentos de decisión.
Salí sigilosamente de la casa. Ni rastros de Don Julio. Bien!
Fui hacia la zona de las chozas, y tampoco había nadie. Seguramente habrían ya salido todos a trabajar en los campos. Seguí caminando y divisé en la parte más lejana lo que parecía ser un sector cercado por altas cañas de bambú. Al acercarme escuché unos ruidos que me inquietaron. Parecían gritos. Llegué hasta la cerca y espiando entre las cañas pude ver una escena terrible!
En medio de ese corral, por así llamarlo, se encontraba una niña colgada con sogas de sus muñecas a un travesaño de madera. Estaba completamente desnuda la chiquita y era hermosa!
Sus piecitos no llegaban a tocar el suelo de tierra, y parado cerca de ella un hombre corpulento, pelirrojo y barbudo, blandía un látigo, y con total crueldad la estaba flagelando! Ví las marcas rojas en su cuerpito, en la espalda, el pecho y el vientre. Así vas a aprender a no robar putita! Le gritaba mientras la seguía flagelando. Había marcas rojas por todo su cuerpito! Me excitaba ver a la nena, pero me indignaba que la trataran así. De todos modos no pude evitar calentarme. Se me paró la pija por la escena ante mis ojos y noté que el capataz también estaba al palo.
Decidí que ya era suficiente y me la jugué. Di una vuelta corriendo hasta encontrar la entrada y lo encaré al hombre, que tenía pinta de ser el capataz.
“Deje ya de lastimar a esa chica!” le grité.
El hombre me miró sorprendido y trató de lanzarme un latigazo a mí, pero lo esquivé y abalanzándome sobre él pude quitarle el látigo.
“Pero usted quién es??!! me echó en cara, humillado y furioso.
“Soy el esposo de Raquel, el yerno de Don Julio!” le dije.
El hombre sólo se encogió de hombros, como indicando que eso no le importaba, pero luego de un cruce de palabras lo convencí que interrumpiera el castigo y hasta le di un par de monedas de plata para que no mencionara el asunto a nadie.
El dinero pareció terminar de convencerlo. Yo me acerqué a la nena y estirándome le desaté las manos y la descolgué. Cuando la tuve en mis brazos, ella se acurrucó contra mí sollozando.
“Que disfrute a la nena don!” me dijo el capataz, con una sonrisita cínica y pude notar el bulto bajo sus pantalones. Era claro que había estado disfrutando su trabajo. Otro hijo de puta más… pensé para mis adentros.
Salí del cerco, con mi preciosa carga en brazos, y asegurándome que nadie nos viera la llevé hasta la casa, entrando por la parte de atrás donde estaba la cocina.
Al entrar nos topamos con la señora gordita, Lidia el ama de casa. Se puso pálida al ver que traía una de las niñas siervas en mis brazos.
“De esto ni una palabra a nadie!” le dije con tono amenazante.
“Pe…pero don Julio….” empezó ella.
“Olvídese Lidia, le puedo asegurar que todo acá va a cambiar muy pronto. Espero que usted sea inteligente y esté del lado correcto…” le dije, esperando que a buen entendedor pocas palabras. Ella hizo silencio como una forma de asentir. Me disponía a llevarla arriba a nuestra habitación, cuando Lidia me dijo:
“Tome esto don Héctor, es un ungüento para sanar las heridas de Danaé, la nena que usted rescató.” me dijo, y así fue supe su nombre.
“Confío en usted Lidia, no se va a arrepentir.” Le dije al salir de la cocina.
Crucé el comedor y subí la escalera con cuidado. Al entrar en nuestro cuarto, encontré a Raquel con Nat y Sandrita en la cama, los tres totalmente desnudos, excitados y gozando. Nat estaba a los chupones con la mamá, saboreándole la lengua y ella le hacía una rica paja al nene, pasándole los dedos por los huevitos también, mientras Sandrita chupaba con ganas una teta de su mami y le trataba de apretujar la otra. Raquel gemía de placer, con los ojos cerrados, gozando de las atenciones de sus hijos! Fueron los chicos los que notaron mi presencia, nuestra presencia, y dejando a la mamá con las ganas se bajaron de la cama para ver qué había traído el papá en sus brazos.
“Qué le pasa a esta nena papá? Por qué está toda lastimada?” me preguntaba Sandrita, con sus tiernos ojitos clavados en las crueles marcas sobre la piel morenita de la chica.
Raquel reaccionó en ese momento y se acercó también.
“Esta nena se llama Danaé y un hombre malo le estaba dando latigazos!” expliqué.
Raquel me miró con ojos de fuego, llenos de odio.
“Te lo dije Héctor! Mi padre es un sádico, está torturando a sus siervos, incluyendo niñas como esta!” me encaró Raquel, como aseverando lo que me había contado a la noche.
Coloqué a la niña con cuidado sobre el tapete de fieltro que había en el medio de la habitación.
“Chicos. Esto es un secreto! Nadie puede saber que Danaé está acá. La vamos a esconder un tiempo, porque su vida corre peligro.” Ellos asintieron con su caritas radiantes, contentos de hacer algo aventurero y secreto.
Danaé dejó de sollozar al escuchar todo y entender que íbamos a protegerla.
Les mostré a los chicos como pasarle el ungüento curativo a las heridas, y la coloqué de costado sobre el colchón donde ellos habían dormido. Nat y Sandrita se subieron al colchón y empezaron a pasarle la medicina sobre las heridas a la pequeña, que debía tener tal vez diez añitos, no más.
Me aparté con mi mujer adulta a un rincón de la habitación para hablar, mientras veíamos como nuestros niños le prodigaban cuidados y hasta amor a la pobrecita.
“Tenemos que hacer algo para parar esto Héctor!” me decía ella.
Yo no tuve más remedio que asentir, el hombre era un déspota y seguramente un asesino también. Raquel empezó a bajarme los pantalones. La guacha se había quedado caliente después de los toqueteos con los niños.
“Cogeme mientras planeamos algo!” me dijo sin más, y un momento después estábamos garchando delante de los niños. La puse boca abajo y le metí la pija por el culo. Ella gemía como una perra en celo.
“Tenemos que acabar con mi viejo!” siguió… “Todavía me acuerdo cómo me abusaba de chiquita, porque yo no quería eh?, y a mamá le pegaba! Lo odio!” me decía entre gemidos, y levantaba el orto para que la penetrara bien a fondo”
“No creo que lo podamos convencer de volverse bueno….” Le decía yo, tratando de concentrarme en el tema. Y eso era algo difícil, con Raquel clavada abajo mío, más tres niños desnudos ahí cerquita, los nuestros ya haciéndole cariñitos a Danaé.
“La solución es que lo matemos Raquel. Tenemos que matar a tu viejo y que parezca un accidente, o que murió de muerte natural.” le terminé diciendo.
“Siiii…. “ Gimió ella. “No esperaba menos de vos! No va a ser difícil, yo lo podría envenenar la próxima vez que me quiera coger!” dijo excitada.
Mientras ella y yo discutíamos como llevar a cabo nuestro plan, Nat y su hermanita se ocupaban de pasar el ungüento curativo sobre las marcas de los latigazos en el cuerpito de Danaé. Enseguida noté lo muy amigos que se estaban volviendo. La nena estaba de costado, y Nat detrás de ella. Pude notar que él todavía tenía la pijita bien parada, desde que había estado a los besos con su mamá. Sandrita se acostó de frente a su nueva amiguita, y también le pasaba la medicina. La tenían como sandwichito! En un momento pude ver que nuestra nena le daba besitos en la cara a Danaé, y que la niña sierva se los devolvía pero buscando su boca. Nat le apoyó la verga en el culito, y Sandri, como le salía naturalmente, le metió un dedo en la conchita.
Raquel y yo los vimos, y los dejamos disfrutar, excitándonos también de verlos haciéndose cositas… siempre y cuando no lastimaran a nuestra protegida.
Danaé también actuaba naturalmente dejándose tocar, echaba para atrás la cola cuando sentía la verguita de Nat, y abría sus piernitas para que Sandri la acariciara mejor. Nat tuvo un orgasmo seco, frotándose contra el nuevo culito de la familia.
Pensando en que Danaé acababa de ser flagelada, me levanté de la cama, luego de llenarle el recto de semen a Raquel, y me acerqué a los chicos para explicarles que la nueva amiguita necesitaba descansar. Ellos pusieron cara de pucherito pero me hicieron caso. Yo me incliné entonces sobre la pobre niña y la besé con cariño en su frente.
“Danaé, ahora vamos a tener que bajar a desayunar con Don Julio, y aparentar que todo está normal. Vos te tenés que quedar acá escondida.” le dije persuasivamente. Ella me sonrió y me miró con ojitos llenos de amor.
Corrimos el biombo para tapar el colchón donde yacía la nena. Les expliqué a mis niños que ni una palabra de esto, que actuaran normal y no hicieran enojar a su abuelo Julio. Y que fueran cariñosos con él.
Luego de lavarnos y vestirnos, bajamos a desayunar aparentando normalidad.
Al llegar al comedor ya estaba servido el desayuno y don Julio parecía un poco impaciente. Había café, pan y manteca elaborados en la finca, y frutas en abundancia.
Tratamos que nuestras sonrisas no fuesen demasiado fingidas, hablamos de todo un poco, y el abuelo explicó que tenía que irse al pueblo por el día, temas de negocios.
Después se puso a hablar de cosas que asustaban:
“Sabían ustedes que en Borneo hay tribus peligrosas? En el interior de la isla?” empezó diciendo.
“¿Qué tribus son esas?” le pregunté con un tono escéptico.
“Principalmente se trata de la tribu Dayak, los cortadores de cabezas.” dijo, mientras Sandrita abría bien grandes sus ojos, asustada por lo que contaba su abuelo.
“En varias zonas de la isla, debajo de la maleza, se han encontrado brazos, piernas y vértebras. De camino a Samarinda yo mismo encontré cinco esqueletos, todos de mujeres. Pero faltaba algo: las cabezas de los cinco esqueletos!”
Al llegar a ese punto, Sandrita se bajó de su silla y se fue a sentar en las piernas de Don Julio! La nena había entendido bien eso de ser cariñosa con el abuelo. El muy turro la agarró bien de la cinturita y se la apoyó contra él. Me imaginé que estaría al palo teniendo así a la nena. El siguió contando, parecía disfrutar asustándonos.
“Y hay otra cosa extraña que me contaron, además de la ausencia de cabezas, cada cuerpo presenta una herida profunda a través de la que le sacaron el corazón! Cuerpos mutilados de mujeres, hombres e incluso niños, sin cabezas, se han encontrado al lado de la carretera. Dicen que son bandas armadas con lanzas y cuchillos de la tribu Dayak, con pintadas de guerra en las caras!”
Nat se puso pálido escuchando todo eso, y el abuelo ya le estaba acariciando el vientre y el pechito a su nieta, arriba del vestido y a la vista de todos! Como mandando el mensaje de “acá yo hago lo que quiero!”
Terminamos de desayunar. El bajó a Sandrita y se le notaba la verga parada abajo del pantalón. No parecía importarle, al contrario! Dio media vuelta y se fue para el pueblo.
Todo el día nos dedicamos a inspeccionar la plantación, las chozas, los corrales y galpones. Conseguimos ropa para Danae. La señora Lidia nos ayudó a bañarla y vestirla y las familias en servidumbre vieron que éramos amables y buenos con ellos.
Al llegar la noche volvió don Julio. Cenamos y luego yo me llevé a Nat a nuestro cuarto. Raquel se quedó charlando con su padre, teniendo a Sandrita sentada en su regazo.
“Y papá? Disfrutaste mucho anoche, no?” le decía Raquel.
“Por fin te diste el placer de cogerme… desde pendejita que me tenías ganas! No te gustaría disfrutar de dos hembras esta noche? Una grande y una chiquita?” seguía ella, experta en calentar a los hombres, mientras le subía la pollera a Sandrita. La nena abrió un poco las piernas, entendiendo perfectamente lo que quería hacer su mamá.
Mientras tanto yo ya estaba en nuestro cuarto y había cerrado la puerta con llave. Me dieron ganas de cogerme a la nenita nueva, a Danae, junto con Nat. Cruzando los dedos para que todo fuera bien en la otra habitación, la invité a la chiquita a subirse a la cama con nosotros. Ella se había escondido atrás del biombo cuando nos oyó llegar. Se la veía bien y feliz!
Me senté en medio de la cama con mi espalda contra el respaldo y los chicos a cada lado.
“Estás contenta Danae?” le pregunté, acariciando su carita. Ella sonrió feliz y asintió con la cabecita. Nat sabía lo que yo quería y puso su mano en mi pantalón entre mis piernas para excitarme, después acercó su cara a la mía buscando besos calientes! Nos dimos varios, hombre con niño, calentándonos y despertando la curiosidad de la nena.
“Te gustan los besos?” le pregunté, mientras Nat pasaba su mano sobre mi verga que estaba bien dura y grande. El guachito sabía bien como pajear a su papá.
“No sé…. nunca me dieron besos así..” me dijo en voz bajita y dulce, como toda ella.
“Bueno, ahora podés aprender…. Pero primero quiero ver cómo están tus heridas. Sacate la ropita así te revisamos.” Le dije. Ya había dos pijas paradas en esa habitación.
Danae se bajó de la cama y se desnudó toda, completa. Dando unas palmaditas ´sobre el colchón con la mano, la invité a subirse de vuelta. Tenía un cuerpito divino, apenas le empezaban a crecer un par de pechitos, casi imperceptibles, su ombliguito se hundía ya para adentro, y sobre la conchita no tenía nada de vello. Su culito era tentador, bien paradito! Era imposible no excitarse con una belleza así!
La chiquita se tendió en la cama para que la revisemos, y Nat empezó a trabajar de doctor mientras yo me bajaba un momento y me puse en bolas, con la pija adelante apuntando al techo, dura y grande como una lanza! Me puse a trabajar de doctor yo, revisando el cuerpito de la nena, y entonces Nat aprovechó para sacarse toda la ropa.
Nuestros dedos sobre la piel de Danae, revisando las marcas que había dejado el látigo, pronto empezaron a acariciarla de otra forma. Ella exhalaba deliciosos gemiditos, porque ya mis dedos le estaban estimulando los pezoncitos! Nat le acariciaba la conchita por afuera.
“Te enseño a besar?” le pregunté. Ella asintió, con su carita sonrosada. Después de varios piquitos, le pasé la lengua húmeda por los labios, y ella, instintivamente, abrió la boquita para darme su lengua. Empecé a frotar mi pija contra su costado. Nat se le puso entre las piernas y ella se las abrió bien, estaba caliente la guachita. Mi hijo se puso a chuparle la concha mientras yo le comía la boquita.
“Ahora te vamos a coger entre los dos guachita!” le dije, olvidándome de la dulzura por el momento de la calentura que tenía.
Me la subí encima, y la hice apoyar su rajita sobre mi chota. Nat se arrodilló atrás de la nena, para penetrarla por el culito.
Un instante después se la había metido toda! Hasta los huevos! No sé qué me agarró pero no tuve cuidado y la desvirgué de una. Danae dio un gemidito de dolor, pero no mucho más. Nat ya le estaba metiendo su pija de nene en el ano cerradito también!
Nos la cogimos con ganas, yo le mordisqueaba las tetitas y la besaba todo lo que podía! Ella empezó a disfrutar, y al ratito la llené de semen, gimiendo de placer!
En ese momento, mientras jadeábamos con la nena entre nuestros cuerpos, sentimos un golpe fuerte que venía de la habitación de Don Julio, un ruido como de algo que había caído al piso…
Continuará
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