La Plantación – Parte 8
Todo parece perfecto o casi. Placeres y más placeres….
(Nota: este relato es parte de una saga que comienza bajo el título de Náufragos y continúa como La Plantación. Sugiero empezar la lectura desde el primer título)
Fue un día agitadísimo. Toda la carga fue dejada en el parque frente a la casa. Luego de un delicioso y almuerzo en un clima despreocupado y feliz, Rafael llegó con varios hombres para ayudar con el trabajo. Lo más difícil fue subir las dos camas de lujo con sus cuatro columnas de madera de ébano y un espejo superior del mismo tamaño que la cama. Al verlas, a mi mujer se le hizo agua la boca… vaya uno a saber las cosas que estaría imaginando la muy zorra mientras las admiraba! Primero quitamos los muebles viejos de las habitaciones y de la gran sala para comenzar luego todo el proceso de poner a nuevo la casona. Los hombres hacían el trabajo pesado bajo mi supervisión, mientras las mujeres se ocupaban de los detalles de buen gusto. Todas se llevaban de maravilla! También fue amoblada a nuevo la casa de Pablo mi capataz. Las niñas y los niños se fueron a jugar al parque y a los palmares a excepción de las pequeñas, Inge y Mia, que estaban muy apegadas a mí. Yo las llevaba de la mano y ellas con sus bellos ojitos bien abiertos y llenos de asombro, miraban cómo se iba transformando la casona. Yo solo había podido averiguar sus nombres, ya que su lengua que parecía ser nórdica, me resultaba incomprensible. A medida que pasaba la tarde les fui enseñando sus primeras palabras en español y era una delicia escucharlas tratando de repetirlas y pronunciar correctamente. Yo me preguntaba de dónde habrían venido, qué habría sido de sus padres y en qué circunstancias estas dos inocentes criaturitas habrían sido hechas cautivas. Se me estrujaba el corazón al recordarlas vestidas en harapos dentro del carretón jaula de camino a casa. Ahora en cambio lucían dos preciosos vestidos, y zapatitos blancos. A medida que pasaba la tarde yo también me fui encariñando más y más con ellas, y no dejaba de recordar el placer que había sentido al lavarlas en la fuente, cuando recién llegaron. Un rato antes de la cena, Sandrita entró corriendo a la casa perseguida por su hermano y los mellizos, todos con el pelo alborotado y sucios de la cabeza a los pies!
“Papá, papá! Los chicos me quieren agarrar entre los tres!” me dijo agitadamente. Ahí mismo noté cómo miraba un poco celosa a mis dos nuevas protegidas.
“Te quieren agarrar? Y por qué?” le pregunté haciéndome el tonto.
“Y yo que sé!” me respondió, encogiéndose de hombros y con una mirada pícara.
Entonces intervino Raquel que estaba cerca con Graciela, y se llevaron a Nat, los mellizos y Sandri a la fuente, a darles un buen baño al aire libre. Yo me quedé con mis nuevos amorcitos, mientras me imaginaba la escena en la fuente…
Habíamos dejado la planta baja a nuevo. Una gran mesa para el comedor, y en la sala colocamos una decena de hermosas camas de terciopelo contra las paredes. Más al centro, cómodos y mullidos sillones, cubiertos con infinidad de almohadones y dispuestos en círculo. En el medio de ellos una mullida alfombra de hilos blancos que parecían de seda.
Las habitaciones de arriba quedaron como aposentos de reyes, con esas grandes camas refinadas, sofás, cortinados y alfombras, además de una tina de plata en un rincón de ambas habitaciones.
Todo había quedado de maravilla e invitamos a los hombres que tanto habían trabajado a cenar con nosotros. Ellos se mostraron sorprendidos y agradecidos de recibir un trato así.
Luego de la cena se fueron los hombres a sus chozas, a excepción de Pablo, y nos quedamos un rato en la sala para estrenar los nuevos sillones que se veían tan cómodos! Yo me arrojé literalmente sobre uno de ellos, y como no podía ser de otra manera Inge y Mia se acomodaron a mi lado, apoyando sus cabecitas sobre mi pecho. Mi mujer y Graciela se acomodaron en otro y pronto se les unieron Nat y Sandri. Pablo hizo lo propio y Danaé se acurrucó junto a su papá. Pablo entonces llamó a las niñas italianas, Rita de 10 años y Francesca de 12, para que se conocieran con Danaé. Charlábamos tranquilamente y Lidia trajo unas copitas de licor para los mayores.
El corazón comenzó a palpitarme fuerte cuando me puse a pensar cómo o con quién pasaríamos la noche. De a poco, empezó a ponerse más claro este asunto. Los mellizos, que estaban con Siara y Nadia, empezaron a ser besados impúdicamente por las dos mujeres. Sosteniendo a mis dos chiquitas, empecé a excitarme viendo como esos niños de doce años respondían con entusiasmo a los avances de aquellas dos hembras que hurgaban entre las piernas de los muchachitos buscando calentarlos.
Pablo sobre su sillón había sentado a su hija sobre sus rodillas, y le acariciaba las piernas levantándole tranquilamente la falda. Danaé giró su cuerpo para besar a su padre en la boca mientras él la manoseaba en sus partes íntimas. Las niñas italianas miraban y se sonreían pícaramente.
Raquel y Graciela se besaban mientras Nat y su hermanita, las miraban embobados. Los besos eran completamente apasionados y desvergonzados. Lo hacían de forma descarada buscando que todos pudieran ver como se daban lengua, que todos vieran como se deseaban!
Yo por mi parte acariciaba las cabecitas de mis nuevas nenas que miraban como hipnotizadas la forma en que las hembras adultas se comían la boca mutuamente. Pero yo no me atrevía a más, porque eran tan pequeñas e inocentes. Igual ya estaba calentándome por todo lo que veía y los gemidos de placer que empezaban a llenar el salón.
Desde la puerta entreabierta que daba a la gran cocina, una bellísima niña, esto es Daniela la hija de Lidia, espiaba lo que ocurría movida por su natural curiosidad. Su madre, al verla espiándonos, le tiró de manera brusca del cabello y la metió en la cocina, reprendiéndola de mala manera, al punto que hizo llorar a la niña! Pero de esto no nos enteramos nosotros en aquel momento.
La única que parecía no saber qué hacer, era la niña asiática, que se quedó tímidamente de pie junto a una ventana. Tal vez fuera porque no se podía comunicar con nadie? No lo sabía en ese momento pero lo iba a averiguar.
Al rato Raquel se levantó con alguna excusa y pasando por detrás de mi sillón, me tocó el hombro como invitándome a seguirla. Dejé solas a las pequeñas y me fui con mi mujer a hablar detrás de una columna de la sala.
Ella rodeó mi cuello con sus brazos y me besó. Podía sentir el aliento de Graciela en su boca. Entonces comenzó a hablarme al oído.
“Cómo te gustan esas chiquitas amor… Te estás enamorando tal vez mi Romeo?” me dijo en forma provocativa y algo burlona. Yo no pude evitar ruborizarme un poco, y no supe que decirle, pero ella siguió.
“Seguro que ya estás pensando en cogértelas… ¿no? mi querido degenerado. Tan chiquitas que son! Siete añitos solamente y ya les queres a meter toda esa pija? “ decía tratando de causarme culpa.
“Raquel… no seas cínica! Vos misma me incitaste a cogerme a Sandri cuando tenía solamente ocho añitos, en la isla” le respondí tratando de defenderme.
“Sí, eso es verdad… además, qué importa un año más o menos, no? Mmm… bueno, tal vez tu deseo se cumpla porque yo tengo pensado pasar la noche en la habitación de Graciela, y me voy a llevar a Nat y Sandri conmigo… Podrías estrenar la cama con tus nuevas noviecitas entonces amor…” me dijo con esa voz seductora, mientras bajaba una mano para palpar mi entrepierna.
“Sí, veo que la idea te agrada!” remató, guiñándome un ojo al sentir mi erección.
Yo miré al techo, como agradeciéndole al cielo y caminando al centro de la sala hablé para todos:
“Es hora que vayamos a descansar. Pueden dormir donde y con quien ustedes deseen. Quiero que sepan que en esta casa son libres y a mí me hará feliz saber que disfrutan de la vida como bien se lo merecen…” dije, tratando de disimular mi ansiedad y que no se me notara la verga parada.
Sin detenerme siquiera a ver la reacción, me di media vuelta y tomando a Inge y Mia de las manos, me las llevé a mi habitación.
Raquel se fue con nuestros hijos a la habitación de Graciela.
Pablo se llevó a Rita y Francesca para pasar la noche con él y Danae.
Siara y Nadia se quedaron en la sala, donde sobraban camas, con los mellizos y la niña asiática.
Era seguro que todos pasaríamos una noche deliciosa! Todos menos Daniela, cuya madre la había mandado a dormir sobre el duro piso de la cocina y no paraba de maltratarla.
“¡Ya te voy a dar yo! ¿Qué es eso de querer estar con el amo y todas esas putitas? Te prohíbo juntarte con ellos! Te lo prohíbo!” le gritaba, mientras la zarandeaba de los cabellos de mala manera. La niña se quedó dormida sobre las frías baldosas, sollozando y sin entender el por qué su madre la trataba así. Todo esto me lo contaría después la propia niña.
Al cerrar la puerta de mi habitación Inge y Mia se quedaron mirando fascinadas el lugar. Hablándoles dulcemente, aunque no me entendieran ni jota, fui haciendo que se quitaran sus lindos vestidos y que se quedaran solo con sus blancas bombachitas puestas. Yo apagué las velas del candelabro de plata, salvo una para que hubiese una tenue luz. Bajé las sábanas de la cama, y quedándome solo en ropa interior las invité a acostarse conmigo. No quería asustarlas con lo que tenía debajo del calzoncillo, una cosa grande, dura y caliente que pugnaba por salirse a toda costa. Las chiquillas eran la personificación misma de la dulzura y la inocencia. Bellas como ángeles se acurrucaron contra mi cuerpo. Parecían haberme adoptado como su nuevo padre, y yo las amaba por eso, como a las hijas que nunca tuve.
Inge, que tenía el cabello un poco más corto que Mia, me miraba a los ojos clavando su tierna mirada en la mía. Sus ojos parecían preguntar si era verdad que yo la quería! Con su boquita tan cerca de mi cara no pude contenerme y le dí un besito en los labios. Ella sonrió feliz y se encaramó un poco más sobre mi cuerpo. Podía sentir su piel suave como seda y tibia como el sol del atardecer, rozándose contra mi piel tosca de hombre adulto. La otra niña, al ver esto, quiso la misma atención y al rato ya estaba yo besando castamente esas dos boquitas, un beso para cada una, después alguna caricia en la espalda, mis manos fueron bajando para acariciarles suavemente. Yo les decía que las quería mucho y supongo que ellas me entendían por el lenguaje del cuerpo y el sonido de mi voz. Todo esto me puso la verga dura como una rama y mis dedos, que yo no podía controlar, se metieron dentro de sus calzoncitos, por atrás, para acariciar esas colitas deliciosas! Las nenas se dejaban y respondían con más besitos. En un momento dado me besaron las dos al mismo tiempo y, entonces mi lengua, que ya tampoco podía controlar, se metió entre esos labios infantiles, humedeciéndoles. Cerré los ojos por un momento y sentí entonces dos lengüitas que tímidamente al principio, se entregaban al jueguito! Fue como una corriente eléctrica que recorrió mi cuerpo por la espalda y no pude contenerme más! Me incorporé un poco y les saqué la poca ropa que tenían. Luego me quité todo también y me volvía a acostar boca arriba entre ellas. Así estaba mejor, los tres desnudos y solos sobre la nueva cama. Miré hacia arriba, al espejo qué hacía las veces de techo, y me excité aún más con nuestra propia morbosa imagen! Dos preciosas rubiecitas de solo siete años, completamente desnudas, abrazadas a un hombre adulto con su pija tan parada que le llegaba hasta arriba del ombligo!
“Más besos, más besos!” les dije, haciendo el gesto con los labios. Ellas, apoyadas sobre mi pecho me dieron tantos y más de los que esperaba! Luego junté sus caritas y les dije lo mismo. Las niñas comenzaron a darse besos entre ellas, y como yo sacaba mi lengua para indicarles que las usaran también, al rato se estaban besando como habían visto hacerlo a Raquel y Graciela. Mis gemidos de placer hicieron que las niñas, percibiendo que me estaban haciendo sentir bien, se esmerasen aún más en hacer lo que yo les indicaba. Les tomé las manitos a ambas y se las bajé por mi pecho hasta mi vientre, apoyándolas luego sobre mi carne de hombre, sobre mi falo palpitante. Ambas lo tomaron como una parte más de mi cuerpo y me lo acariciaron como si fuera lo más natural. Pero eran pequeñas, y al rato se fueron quedando dormidas.
Las acomodé sobre la cama y me levanté un momento. Me las quedé mirando. Eran irresistibles para mí, lo más bello que jamás había visto ni tocado! Me quedé un rato, contemplando sus cuerpitos y pajeándome de pie junto a la cama. Luego me subí y coloque a Inge boca abajo. Estaba profundamente dormida! Entonces alcé un poco a Mia que se sentía como una pluma en mis brazos y la coloqué boca arriba, su cuerpito cruzado sobre el de la otra niña, como en cruz, con su espalda apoyada sobre el culito de Inge. En esa posición tan erótica la cabecita la caía hacia atrás, el pechito plano quedaba bien expuesto, tan solo adornado por sus pezoncitos rosados, esa gargantita blanca y tentadora, un ombligo precioso y esa rajita sedosa al aire. Le abrí bien las piernas…. me agarré la pija y ya estaba a punto de metérsela, pero me di cuenta que sería imposible! Con mis rodillas a cada lado de ella, me seguía masturbando hasta que comenzaron a brotar los chorros de semen calentito! Le bañé el pechito y el vientre con mi leche de hombre, la salpiqué por todas partes gimiendo de placer y también lancé los últimos espasmos sobre la espalda de Inge! Miraba como se resbalaba mi esperma sobre su piel de terciopelo hasta ir cayendo sobre las sábanas. Jadeando como toro encerrado, me dejé caer, al borde del desmayo junto a las nenas! Fue el orgasmo más intenso de mi vida, sin siquiera haberles metido la verga! Pronto me quedé dormido y soñé con la noche o el día en que me las pudiera coger como dios manda…
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Un par de horas antes, en la sala, Pablo le había preguntado a su hija Danaé si le gustaría llevar a sus nuevas amiguitas a su casa para pasar la noche juntos los cuatro. La muy guachita le había contestado que sí a su papa, pero se lo dijo al oído, y aprovechó para preguntarle sin vueltas si las iba a coger, y si iba a poder con tantas conchitas, y que cómo lo iba a hacer, y así seguía preguntándole esto y lo otro, hasta que Pablo la hizo callarse y tomó de las manos a Rita y Francesca saliendo de la casona y enfilando para su propia morada. Danae, se puso un poco celosa, tal como le había pasado a Sandrita, y los siguió caminando detrás.
Al entrar en la casa Pablo descubre que las dos italianitas de inocentes no tienen nada! Francesca de inmediato se quitó el vestido, todo el tiempo mirando provocativamente al hombre! Esta niña de doce años ya tenía dos ricas tetitas, del tamaño de naranjas cortadas al medio y los pezones bien duritos! El capataz se desnudó apresuradamente quedando con la pija como lanza apuntando al culito de la pendeja. Ella le pedía algo en italiano, mientras se apoyaba con las manos sobre la mesa del pequeño comedor, sacando la cola para atrás, como pidiendo verga! Pablo no tardó ni diez segundos en pararse detrás y metérsela hasta los huevos por el culo! Rita, la menor y Danaé se desnudaron las dos también y empezaron a acariciar, manosear y besar sensualmente a los que ya estaban cogiendo.
“Y nosotras para cuándo papá? También queremos que nos metas la pija papito, daleeee, cuándo, cuándo?” insistía Danae, mientras pasaba un dedo por el ano de su padre para excitarlo más y más. Pablo la sacudía a Francesca a puros vergazos, hasta que se rindió ante la insistencia de su hija. Sacó la chota de ese rico y apretadito ano, y la agarró a Rita, la de diez años. La tiró sobre la mesa, boca arriba y subiéndose también a la mesa se la empezó a coger por la conchita. La nena no sangró en ningún momento. Otra que empezó de muy niña!!! Gritaba Pablo, mientras su hija esperaba turno, y mientras la mesa corría peligro de romperse por la forma salvaje en que se sacudía! El hombre no tuvo ningún cuidado y se la clavaba a fondo y era muy larga esa pija!!! Totalmente descontrolado, se corrió dentro de esa vagina inmadura de niña, pegando un verdadero alarido de placer.
Danaé se quedó mirando, un poco o tal vez bastante celosa viendo que su papi había preferido descargar su semen dentro de otra conchita. Pero como la noche recién empezaba no se amilanó. Se puso a besuquear a la mayor y a chuparle la concha, las dos tiradas sobre el piso del comedor.
La noche siguió con juegos de toda clase. Pablo perseguía a las niñas por la casa y donde las atrapaba, las penetraba a su antojo. Danae recibió la verga de su papi por delante y por detrás y para terminar la pequeña orgía, se fueron a la cama donde entre las tres chiquillas le chuparon la pija, los huevos y el culo hasta hacerlo correrse finalmente en sus caritas, como un desesperado llenando la habitación con gemidos roncos de macho adulto! Se durmieron los cuatro todos apretaditos sobre la cama, un poco incomodos pero felices!
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En la habitación de Graciela, ella y Raquel se acomodaron sobre la cama con sus espaldas sobre el respaldo cubiertos de sedosos almohadones. Miraron arriba para verse reflejadas en el espejo y eso les dio mucho gusto. Raquel le acariciaba la panza amorosamente. El bebe había quedado sobre la cama durmiendo plácidamente. Raquel entonces, hambrienta de carne de niños empezó:
“Mirá como son de curiosos mis chicos! Ya los viste sin nada de ropa mi amor? Te gustaría?”
“Ya los ví cuando los lavamos antes de la cena en la fuente” le contestó Graciela.
“Sí claro! Pero esto sería distinto… mirarlos pero de verdad, y tocarlos…. y… “ la voz de mi mujer se ponía ronca cuando se calentaba.
Por toda respuesta Graciela se levanta el vestido para acariciarse la concha. Se ve la lujuria en sus bellos ojos color café!
“No querés que nos muestren bien sus cuerpitos desnudos, te calentaría eso? Te gustaría tocarlos, pasarles tu lengua?” seguía tentándola.
La mami lactante, se bajó la parte de arriba del vestido, dejando al aire sus tetas rebosantes de leche y unas gotitas empiezan a salir de sus pezones erectos.
¡Nat , Sandrita! Vengan a la cama que Graciela quiere verlos desnudos!”
Los nenes se vienen a la cama, se sacan los zapatos y suben. Pícaramente se agarran cada uno de un poste a los pies de la cama y se empiezan a desvestir. Nat se baja el pantalón y salta a la vista su pijita ya dura!
“Qué linda que la tiene!” dice Graciela mordiéndose los labios….
“Te gusta amor? Y la nena? Mirá lo que hace para darte el gusto!”
Sandri ya estaba completamente desnuda y levantó una pierna para mostrar bien su rajita rosada! Las dos mujeres ya bien excitadas, se desnudaron para disfrutar mejor, y se dedeaban las conchas la una a la otra mientras disfrutaban del pequeño espectáculo! La forma en que Nat y Sandri se movían, como se ponían en cuatro, mostrando sus culitos para esas hembras calentonas!
“Chicos, vengan a chuparnos las tetas!” gimió Raquel.
La nena fue con su mamá y Nat eligió las tetas lechosas de Graciela. Succionó hasta sacar chorritos de leche dulce y tibia. Tenía la verguita parada rozando esa panza con bebé y se la frotaba excitadamente. Graciela quitó su mano derecha de la concha babosa de Raquel para manosear la pija del varoncito. Con gusto le bajaba la pielcita y jugaba con sus pequeños testículos.
“Mami? Y cuándo vas a tener leche en las tetas vos?” le preguntó la chiquilla a mi mujer.
“Leche? Mmmm… cuando algún hombre me coja bien cogida y me deje embarazada, mi amor.”
“ Y cuando va a ser eso mami? Quiero que tengas leche también y un bebé!”
“Ya ya mi amor, un día de estos cuando sea la fecha correcta, voy a reunir a todos los papás de la plantación, para que me cojan entre todos, si me meten muchas pijas, y me llenan bien de semen, seguro que voy a quedar embarazada!” Le dice gimiendo mientras Sandri le mordisquea los pezones.
Un rato después los hermanitos estaban acostados boca arriba y las dos mujeres, con las rodillas abiertas sobre esas caritas angelicales, bajaron sus cuerpos para frotarse las conchas mojadas sobre esa boquitas deliciosas! Nat con Graciela y Sandrita con su mami. Los dos peques lamieron, mordieron y chuparon cuanto quisieron, saboreando los flujos de esas vaginas en fuego, mientras ya le salía mucha leche a Graciela. Las dos hembras tuvieron un orgasmo simultáneo mientras gozaban besándose y siendo devoradas entre las piernas por nuestros niños.
El bebé se despertó y se puso a llorar, seguramente de hambre, y Graciela, todavía jadeando, se puso sobre él como gateando, dejando una teta apoyarse sobre su boquita. El bebé chupaba y Raquel le quitó el pañal, para verlo desnudo. Sandrita se dedicó a chuparle el penecito al bebé mientras acostadito de espaldas tomaba la teta. Nat se arrodilló detrás de Graciela que estaba como perra sobre la cama y le metió la pijita en la concha…. Se la cogió lo mejor que pudo mientras Raquel miraba la escena recostada sobre los almohadones y se masturbaba obscenamente gimiendo y diciendo morbosidades!
Eventualmente todos quedaron rendidos y los cinco se durmieron, entrelazados, desnudos, cada cuerpo a disposición de quien quisiera disfrutarlo!
Continuará…
Muy exitante.