La Plantación V
Héctor y Raquel comienzan a cambiar todo.
Parte 5
(Nota: este relato es una saga que comienza bajo el título de Náufragos. Humildemente sugiero empezar la lectura desde ese título)
Me desperté al alba, me vestí, y dejé a mis tres amores en la cama, donde dormían profundamente todos entrelazados entre si. Tenía que ver a Pablo urgentemente y tomar acciones respecto del antiguo capataz. Antes de salir de la casa fui hasta el gabinete donde sabía que Don Julio guardaba sus armas de fuego. Tomé dos pistolas asegurándome que estuvieran cargadas.
A toda prisa me dirigí a la choza de Pablo, entré sin pedir permiso y lo encontré, todavía dormido, abrazado a su hija, los dos desnudos y muy pegaditos. Lo sacudí para despertarlo.
“Pablo! Pablo!! Levantáte! Recién está amaneciendo y es nuestra oportunidad de sorprender a Ezequiel!”
Él se restregó los ojos y sacudió la cabeza como para desperezarse. Le hice vestirse rápidamente, le entregué una de las pistolas y nos dirigimos con precaución hacia la casa del antiguo capataz, la que era mucho mejor que las chozas de los siervos; era una casa decente. Entramos a lo bruto pateando la puerta y lo encontramos meando en el baño! Le apuntamos con las armas y él imbécil hizo ademán de ir hacia la ventana para escapar. Pablo me dio su arma y lo agarró de los pelos para después darle un puñetazo en el estómago que lo dejó doblado y sin aire! Cayó de costado sobre el piso, retorciéndose de dolor. Me incliné sobre el tipo y le apoyé el caño de la pistola en la sien.
“Señor Azota-niñas… queremos que nos cuentes todo!” empecé.
“No tengo nada que contar!” contestó con esa voz tan desagradable que tenía.
“Vos mataste a la mamá de Danaé, cierto?” le pregunté, gatillando el arma. El hombre vio que la cosa venía en serio y empezó a hablar…
“Bueno, sí! Pero fue un accidente! Ella quería coger conmigo y se cayó acá en el baño… y se desnucó!” dijo a los apurones y titubeando. Estaba claro que mentía.
“Ah sí? Seguro? No será que la estabas violando y se resistía?” siguió el interrogatorio, y ya veía yo que Pablo estaba por meterle un tiro ahí nomás! Le hice una señal a mi nuevo capataz para que se calmara.
“Bueno, está bien, está bien! Pero no fue la primera vez. Ella me provocaba todo el tiempo, ya hace como once años desde la primera vez, y me seguía y me seguía provocando! Esta vez, hace unos días, se resistió la muy puta y por eso la tuve que estrangular mientras me la cogía!” exclamó por fin, casi como que orgulloso de sus actos.
“La verdad no te creo nada! Para mí que la mataste porque querías la joyas que Danaé había tomado de la casa como una travesura!” le dije furioso.
Al tiempo que le gritaba tuve un flash e hice un rápido cálculo mental. Once años atrás se la había garchado por primera vez a la madre… y Danaé tiene diez años….. hummmm! Pensé en la posibilidad que este tipo fuese el padre biológico pero no dije nada, y no sé si a Pablo se le habrá cruzado por la cabeza.
El hombre no quería contestar más y, aprovechando que todavía no había mucha luz, lo sacamos de su casa a empellones, siempre amenazando con dispararle.
“Mostranos qué hiciste con el cuerpo.” Le ordené. El infeliz caminó hacia un sector algo alejado donde había perros enjaulados, perros bravos de varias razas diferentes. Se detuvo frente a la jaula grande y señaló con el dedo.
Para mi horror pude constatar que sobre el piso inmundo y barroso había un esqueleto medio desmembrado, solo huesos quedaban!
“Ahí está!” dijo, encogiéndose de hombros como si nada. Estaba todo claro. Ezequiel la había estrangulado y luego había arrojado el cuerpo allí para alimentar a los perros! Un escalofrío me recorrió la espalda, pero la cosa no terminó ahí. Pude notar más al fondo en la jaula muchos huesos más pero pequeños en comparación, y varios cráneos que claramente eran de niños o niñas!
“Y eso de allá? Qué es eso hijo de puta??!!” le grité desaforadamente.
“Eso no lo hice yo! Era Don Julio que disfrutaba matando nenas después de violarlas!” gritó desesperado, creyendo que ya le íbamos a disparar.
No le contesté nada pero recordé al instante lo que Raquel me había contado, aquello que el padre le había confesado mientras ella lo seducía! Sería verdad también lo de las tribus corta cabezas? Me quedé un minuto absorto hasta que Pablo me preguntó:
“Qué hacemos Patrón, le puedo meter un tiro en la cabeza?”
“Todavía no Pablo, encerrémoslo en la jaula vacía que está al lado. No merece una muerte rápida, sino algo peor. Ya vamos a discutir cómo lo haremos” le dije pensativamente. El antiguo capataz quedó encerrado en la jaula contigua a la de los perros, y en mi cabeza hasta se parecía a uno de ellos.
Volvimos a la choza de Pablo para buscar a su nena. La despertamos, su papá la ayudó a vestirse y nos fuimos a la casona principal a desayunar. Ya se levantaba el sol en toda su gloria.
Al entrar en la cocina encontramos a toda la familia desayunando alegremente! Lidia servía y su hijita Daniela de once años estaba sentada a la mesa junto a mis niños, sonriendo feliz y con una dulzura y ternura en su rostro que me derretían!
Pablo se sentó junto a mí. Se mostraba callado y taciturno.
“Tenemos que ir ya mismo al pueblo a comprar cantidad de cosas, para la casona y para nosotros!” empezó a decirme entusiasmada Raquel. “Podemos ir a caballo y comprar carretas allá para ir trayendo algo…” seguía como cotorra.
“Bueno, y qué más?” le pregunté
“También nuevos siervos para la casa mi amor! Mujeres, niños, niñas….” me dijo guiñándome un ojo.
Yo no podía estar más de acuerdo y en media hora habíamos organizado todo. Iríamos a caballo mi mujer y yo, junto con nuestros dos hijos, y también con Pablo ya que planeaba regresar con un carruaje y una carreta. Necesitábamos dos hombres para conducirlas.
Raquel y yo bajamos al sótano en busca de monedas de oro de los cofres. Tomamos apenas una ínfima parte, pero fue suficiente para llenar nuestras bolsitas de dinero hechas de cuero. A Lidia la dejé a cargo de la propiedad por el día, y le encomendé cuidar a Danaé además de a su hija Daniela. Esto la puso muy orgullosa. Estábamos a punto de partir en tres caballos, cuando de pronto me asaltó un temor. Llamé a mi nuevo capataz a un lado para hablar en secreto.
“Pablo… va a ser mejor que te quedes vos a cuidar de La Plantación. No le puedo cargar semejante responsabilidad a Lidia….y me preocupan dos cosas: que Ezequiel trate de escaparse y…. esa historia de las tribus corta cabezas. Por favor tomá las armas que necesites de la casa.” le dije con cara de preocupación.
“Entiendo…. busquemos a mi amigo Rafael entonces patrón para que los acompañe.” me sugirió.
Fue así como finalmente partimos más confiados. Yo cargaba a Sandrita en mi caballo y Raquel a Nat. Rafael que era alto y fuerte como Pablo nos seguía a corta distancia. Durante la cabalgata, mi mujer me dio todas las indicaciones de lo que se necesitaba para la casa, muebles nuevos, sofás, cortinas y la mar en coche, más todo tipo de atuendos para nosotros y los siervos, etc, etc!
Nos tomó sólo dos horas llegar a Samarinda, y entonces nos dividimos las tareas. Rafael debía encargarse de conseguir un carruaje de lujo con sus correspondientes caballos, y adicionalmente una carreta con jaula para llevar la mercancía humana, como se decía en aquel ambiente infame. También comprar vino, agua y provisiones para el viaje de regreso.
Yo me iba a encargar de ir al puerto para encargar en la oficina de aduanas que enviaran un barco a la India a buscar materiales de lujo para las reformas de la casona y también debía encargar ropa especial y otras cosas que había pedido mi mujer.
Al mismo tiempo Raquel iría con Nat y Sandrita a la subasta de esclavos, para ver si había algo interesante. Quedamos en encontrarnos los tres en el mercado de esclavos cuando termináramos nuestras encomiendas.
Raquel cargó a Sandrita en su caballo y partieron para el mercado. Al llegar se encontraron con un lugar sórdido, lleno de gente que compraba y vendía todo tipo de cosas, incluyendo animales y personas! Raquel se apeó del caballo, lo ató a un poste y se lo encargó a un viejito para cuidar que nadie lo robara. Entonces se dirigió con los niños de la mano hacia un sector donde había una subasta de carne humana! Los pezones se le pusieron duros y se le mojó la concha a la calentona de mi mujer cuando vio lo que había en exposición sobre una tarima de madera.
Decenas de mujeres jóvenes y hermosas de diferentes razas, niños y niñas de todas las edades, apenas vestidos en harapos. Era triste. Se acercó a uno de los tratantes y le dijo:
“Quiero comprar tres mujeres, dos niños y cinco niñas! le dijo con aire de autoridad y como si para ella fuese algo habitual. El hombre, barbudo y de aspecto repulsivo, se sonrió y la llevó hacia el grupo que le pertenecía.
“Tendrá dinero para pagarlos supongo!” le dijo sarcásticamente frotándose las manos de gusto.
“Más de lo que usted pueda ganar en toda su maldita vida!” le contestó ella, que cuando estaba excitada se podía poner como una furia.
“Aquella mujer africana, la más alta. Cuánto pide por ella?” preguntó.
“Dos doblones de oro.” le contestó el hombre.
“No hay problema… Cómo se llama la esclava?” preguntó inocentemente.
“Que cómo se llama? No tengo idea ni me importa!” le contestó el rufián.
Mi mujer se subió a la tarima, donde la hermosa hembra estaba de pie, con las manos atadas a la espalda. Le habló suavemente y aunque ella no hablaba castellano logró hacerse entender y averiguó que se llamaba Siara. Debía tener unos veintidós años calculó Raquel, y la agarró del vestido mugroso para bajarla de la tarima.
“Me llevo esta para empezar.” le dijo al tratante.
Luego siguió mirando. Nat le señaló con el dedo a una belleza de aspecto hispánico, de generosas tetas y que sostenía un bebé en sus brazos. Además estaba en avanzado estado de embarazo.
“Estás seguro Nat?” le preguntó al niño, que miraba fascinado la panza de aquella belleza. El asintió con la cabecita. Esta mujer que resultó llamarse Graciela, no estaba atada de ninguna forma, seguramente resignada a su cruel destino. También debía tener unos veinte años.
Fue el turno de Sandrita y señaló tímidamente con su dedito a una jovencita de unos diecisiete años. Hermosa como pocas, de formas juveniles y armoniosas y una cara preciosa. Tampoco hablaba castellano, estaba atada como la africana y se llamaba Nadia.
“Bueno! Cuánto llevo gastado hasta ahora?” le preguntó con cara de asco al hombre.
“Seis doblones de oro!” le contestó él mientras ella se encogía de hombros.
“Ahora quiero niños y niñas, los más hermosos, y no más de trece años.” Le indicó.
El hombre la condujo unos metros hasta una jaula donde había montones de niñas apiñadas, sucias y en harapos. Raquel fue eligiendo mientras las desnudaba morbosamente con la mirada! Fue indicándole al hombre. Eligió dos niñas de seis o siete años, rubias, obviamente de origen nórdico, luego una de nueve años de rasgos orientales, y para finalizar dos lindas nenas de unos 10 años, de tez algo más oscura, tipo mediterráneo.
Los siervos del tratante, juntaron a todo el grupo a un costado, como si fueran cosas. Las niñas sollozaban despacito cuidando de no enojar a estos malditos.
“Me faltan dos niños!” le espetó al hombre la loca de mi mujer.
“Ahí tiene los únicos que me quedan!” le contestó el hombre, ya cansado de los malos modos de Raquel, que eran simplemente su forma de protegerse en un ambiente tan peligroso.
Pudo ver, para su sorpresa que se trataba de dos jovencitos de unos doce años, que claramente eran mellizos. Altos para su edad y apetecibles a los ojos de mi mujer. También estaban en harapos y se les veían asustados.
“Me gustan mami!” exclamó Sandrita con una sonrisa picarona.
Los mellizos también estaban atados con las manos detrás de su espalda. Raquel los hizo llevar junto con el resto del grupo. Pagó con trece monedas de oro, y se quedó allí esperando que Rafael y yo llegáramos. Nadie hablaba y había tensión en el grupo.
Afortunadamente no tuvo que esperar mucho. En media hora llegamos Rafael y yo, con el carruaje y la carreta. Con dolor en el alma hice entrar a esos once seres humanos dentro de la jaula del carretón que conducía Rafael, y cerré la jaula con llave. Los sollozos de las niñas me partían el alma, pero no podía decir ni hacer nada en medio de ese mercado bochornoso.
Teníamos atados los caballos detrás del carruaje. Raquel fue a buscar su propio caballo y le pagó al viejito con una moneda de oro. El pobre hombre casi se desmaya al ver lo que había recibido!
De inmediato partimos hacia La Plantación. Después de alejarnos una buena distancia del pueblo, como en media hora, detuvimos la marcha a un costado del camino, en un sitio con muchos árboles y sombra. Me fui hasta el carretón y abrí la jaula. Las mujeres, las niñas y los muchachos, todos me miraban con miedo.
“Pueden bajar si quieren, para que tomemos agua y comamos algo. Hace demasiado calor!” les dije, al tiempo que me metía en la jaula y comencé a desatar las manos de la hermosa africana. Ella me miraba extrañada. Yo le sonreí para tranquilizarla. Tenía unos ojos hermosos!
Raquel, con su vestido fino y elegante, también se metió en la jaula para ayudarme. Las niñas dejaron de llorar! Fuimos ayudándoles a bajar y los llevamos al costado del camino, bajo la sombra, donde Rafael había tendido una capa y la había cubierto con jarrones de agua fresca, frutas y otras cosas ricas. Todos habían sido desatados.
“Les quiero pedir perdón a todos por hacerlos viajar así!” empezó Raquel, aunque algunos no le entendían.
“Nosotros no tenemos intención de esclavizarlos. Es solo que en este momento lo único que podemos hacer, por su propia seguridad, es llevarlos a nuestra plantación, a unas dos horas de aquí.” siguió diciendo. La única que con toda seguridad le entendía perfectamente era Graciela, la mamá hispana.
“Si les dejamos volver a Samarinda serán capturados nuevamente y vendidos quien sabe a quién. Por favor confíen en nosotros, que vamos a cuidarles y quererles como a nuestra familia…” concluyo con un tono suave y maternal.
A Graciela, que sostenía su bebé en brazos, se le llenaron los ojos con lágrimas de alegría, y en un rapto de espontaneidad se acercó a Raquel y le dio un beso en la mejilla, de todo corazón.
Al ver ese gesto, todos los demás se tranquilizaron y las dos niñas más pequeñas, las rubiecitas, comenzaron a sonreir tímidamente. Todos comieron lo que quisieron hasta saciarse.
Raquel invitó a Graciela a viajar en el carruaje con ella y nuestros hijos. El resto tuvo que volver a la jaula, pero tenían agua y frutas, y además esta vez no cerré la puerta con llave.
“Bueno amor, espero que todos estén más tranquilos ahora.” me dijo ella. Yo le sonreí y me subí a conducir el carruaje. Rafael se hizo cargo del carretón y retomamos la marcha.
Raquel se sentó junto a Graciela, que le sonreía, y como el bebé lloraba le pidió permiso para darle el pecho.
“Por supuesto amorosa!” le dijo mi mujer, mientras Nat y Sandrita sentados en el asiento contrario miraban con curiosidad. Graciela se bajó un poco la tela tosca y harapienta, y sacó una teta deliciosa y llena de leche para alimentar al bebé que era un varoncito.
“Cuánto tiempo tiene tu bebé?”
“Casi un añito…” dijo ella
“Es precioso!”
El carruaje se sacudía un poco pero Nat y Sandrita se acercaron a mirar llenos de curiosidad.
“Mami, así nos dabas la leche a nosotros cuando éramos bebés?” preguntó Sandri.
“Sí mi amor, así”
La nena se acercó a Graciela para ver de cerca. Y enseguida se levantó la blusa de seda para mostrarle su pechito desnudo a la mujer.
“Yo todavía no tengo tetas!” le dijo sonriendo inocentemente, mientras le mostraba los pezoncitos.
A Graciela se le dibujó una amplia sonrisa al escuchar a nuestra nena. Raquel, presa de un impulso irreprimible, le estampó un beso en la mejilla a la bella mamá, y ella se sonrojó, pero parecía que de gusto. Las dos se miraban con amor a los ojos. Parecía que Cupido les había metido un flechazo a las dos!
“Mami? Puedo probar que gusto tiene? La leche?” preguntó Nat ansiosamente. Graciela miró a Nat con dulzura y bajándose más la tela, sacó la otra teta. Raquel se las miraba con ganas, y Nat, con toda naturalidad apoyó su boquita sobre la carne suave y le pasó la lengua al pezón que ya largaba gotitas de leche. Enseguida se puso a chuparlo tratando de sacar algo!”
“Es rica!” exclamó después de unas chupaditas.
“Yo quiero, yo también quiero!” exclamó Sandrita, pegando esos saltitos que siempre daba cuando estaba entusiasmada.
Nat quitó su boca dándole lugar a la hermanita. Graciela tenía los dos pezones bien salidos y cruzaba las piernas, claramente excitada por la lengua del bebé y de Nat. Raquel le volvió a dar un beso en la mejilla, esta vez muy cerca de esa boca sensual y deseable. Sandrita se subió sobre la falda de Graciela y puso su boquita sobre la teta. Con lo acostumbrada que estaba a chupar las de su mamá y también a chupar mi verga y la de Nat, pronto logró con sus labios y su lengüita caliente excitar aún más a Graciela! Ella exhaló un delicioso gemido de placer, y mi mujer, no pudiendo resistir más la besó apasionadamente en la boca! La mujer, estaba en fuego y le devolvió el beso a Raquel. Delante de los niños, que lo veían como lo más natural, las dos mujeres se daban apasionados besos de lengua!
“Mami? Graciela va a ser nuestra mamá también?” preguntó Sandrita, que pasaba sus dedos juguetonamente por la teta y por el pezón viendo como chorreaba la lechita tibia.
“Bueno mi amor, solamente si ella quiere…” le contestó.
Graciela no podía en si de alegría! Se sentía amada y protegida por estos extraños que la acababan de comprar en un mercado de esclavos y se preguntaba si no estaría tal vez soñando.
“Ojalá decidas quedarte con nosotros, sos muy dulce!” le dijo Raquel mirándola a los ojos.
Graciela asintió con la cabeza y apretó con fuerza a su bebé y a Sandrita para que le siguieran succionando la leche. Durante el resto del viaje se formó un lazo de amor y de erotismo entre los cuatro y al llegar a la Plantación todos bajaron del carruaje, con los rostros llenos de felicidad!
Continuará.
que delicia de saga amigo, llevo esperando cada nuevo relato y cada vez me sorprende y me calienta mas, ojala el próximo sea mas largo y lleno de lujuria y morbo sin limites ni tabú.
Gracias amigo! Este capítulo tuvo poco sexo porque era necesario describir toda la nueva situación, pero los siguientes estarán recargados de sexo sin ningún tipo de tabú!
Saludos!