La primera vez con mi tía
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Como ya he comentado en la introducción no fue mi primera experiencia incestuosa, aunque fue la primera con esta mujer a la que vamos a llamar C..
C. es prima carnal de mi padre, por lo que sería algo así como "tía segunda" mía. C. vive en un pequeño pueblo del norte, en una casa enorme. Es una solterona, aunque se le han conocido varios novios. Actualmente estará cerca de los 50 años, siempre ha sido muy coqueta, y lo cierto es que se mantiene muy muy bien. Sobre su forma de vida ella siempre ha sido muy liberal, recuerdo de pequeño lo escandalizada que se mostraba mi familia porque C. acudía en verano a playas nudistas o porque hacía topless en el jardín de su casa.
Mi relación con ella, pues siempre fue como una relación cualquiera dentro del ámbito familiar, imagino. Alguna vez, de pequeño, me llevó al cine, otra, siendo yo más mozalbete, de copas, y a medida que fui creciendo (ahora tengo 27 años) encontré en ella una persona de confianza con la que hablar de cosas "más íntimas", ella siempre me asesoró bien, hablándome con la voz de la experiencia contándome alguna anécdota suya que pudiera ilustrarme.
El caso es que alguna vez al año vamos a pasar unos días a su casa, como ya comenté es enorme (tres plantas) y cada uno tiene su propia habitación, la habitación de C. está en la última planta, la mía en la segunda, y la de mis padres y mi hermana en la primera.
Un buen día, me desperté temprano, pongamos que sobre las nueve de la mañana, y al levantarme me doy cuenta de que mi entrepierna llevaba rato "levantada". La noche anterior mi familia me preguntó si quería ir con ellos a la capital, a la playa, a hacer algunas compras y a comer, en definitiva a pasar el día, yo les comenté que prefería dormir todo cuanto pudiese. Así pues, ya sabía que no había nadie en casa, pero por si las moscas, me dí una vuelta por toda la casa. En gayumbos paseé por todas las estancias, y efectivamente no había nadie.
Dado que me desperté con la tienda de campaña, pues me pareció bien masturbarme un rato. Así que volví a mi habitación encendí el portátil y me dispuse a ver una película porno mientras le daba al onanismo. Y en ello estaba, tan alegre tan feliz, cuando de repente una mano se posó en mi hombro provocando que casi me diera un ataque al corazón. Inmediantamente las palabras que escuché: "¿Qué? Cómo te lo estás pasando, ¿eh?" acompañadas del rápido giro de cabeza que me llevó a ver a la persona que me había descubierto en plena faena, me indicaron que era C. quien con bastante coña preguntaba por mi sesión autoplacentera.
Daros cuenta de la situación, allí estaba yo, desnudito, con mi miembro viril erecto de la mano, una película hardcore a pantalla completa en el portátil y mi tía contemplando el panorama. Durante milésimas de segundo, que me parecieron siglos, estuve buscando alguna palabra, alguna excusa, algo que decir, lo que fuera, pero sólo pude balbucear sílabas sin sentido. Fue C. quien rompió ese incómodo silencio, que ya digo duró milisegundos, advirtiéndome: "Cuando te vayas a hacer una paja lo menos que debes hacer, es cerrar la puerta." Yo, aun con el corazón en un puño, comenté que había dado un paseo por la casa y que había visto que no había nadie. "Claro, tu familia se ha ido a la capital, y yo estaba tendiendo la ropa" dijo mi tía, que no paraba de mirarme de arriba a abajo. "Lo siento, de verdad" dije avergonzado, "Tienes que tener más cuidado con estas cosas. Vaya como le están poniendo el culo a esa pobre muchacha" dijo C. cambiando de tema, en referencia a la película porno que estaba viendo, y que aun conservo con cariño por la situación que os estoy relatando.
– Vaya polla se gasta el tío, ya quisiera yo una así que me quite las penas. – Dijo mi tía.
– Hombre, en estas películas… – intenté decir algo coherente, ya que todavía no sabía donde
esconderme.
– Si, claro, nunca en mi vida me he encontrado con un pollón así. Y créeme, que he visto
muchos. Y ahora, que he visto la tuya, te puedo decir que no andas mal, no es de las grandes,
pero no andas mal. Ya me hubiese gustado en más de una ocasión y en más de dos tener una
polla como la tuya a mi disposición.
– Gracias. – balbuceé.
Claro, a estas alturas del cuento mi erección se había ido a tomar vientos.
– Bueno, te dejo que termines, que veo que se te va la alegría… Andaaaa. – Dijo C.
encaminándose hacia la puerta, cuando se paró y me suelta: "O me dejas que te haga un
poco de compañía, no lo vas a pasar bien tu sólo".
– Va… Bue… Va… Vale. – susurré.
En estas, C. cogió otra silla de la habitación y la acercó a la mesa donde estaba el portátil, situándose justo a mi izquierda. Sin decir ni "pío", se desabrochó el pantalón, y con un suave gemido se metió la mano dentro de su ropa interior. Yo aun no daba mucho crédito a lo que estaba viviendo, pero tener a mi tía masturbándose a mi lado provocó que la erección que había perdido volviera casi sin darme cuenta. Mi tía comenzó a gemir suavemente mientras se masturbaba con la mano derecha y se acariciaba los pechos con la izquierda por encima de la camiseta. Yo ya me olvidé de la película, yo prefería masturbarme con el show en directo que me estaba ofreciendo mi tía. Tras aguantar un rato la tentación, no pude más y dirigí mi mano izquierda hacia a sus tetas.
– Piensa bien lo que quieres hacer y las consecuencias que puede tener. – Dijo C. mientras me
sostenía la mano con la que quería tocarla, eso sí, si dejar de menear la mano que tenía
metida en su entrepierna.
– Déjame, por favor. – supliqué.
– ¿Estás seguro de lo que quieres hacer? – Me preguntó mi tía.
– Si. – en ese estado, yo no estaba más seguro de otra cosa.
– Vale, pero voy a quitarme un poco la ropa. – Dijo a la par que se levantaba.
Ahora, no entiendo muy bien lo de "un poco la ropa", teniendo en cuenta que se quedó completamente desnuda ante mí. Mi tía tenía entonces (y ahora también, aunque ya han pasado 6 años) un cuerpo precioso, para una mujer de su edad, tendría unos 43 ó 45 años, no lo sé muy bien. Delgadita, un poco ancha de caderas, uno pechos normales ni grandes ni pequeños, un poco caídos y con unos pezones perfectamente proporcionados de color rosado oscuro, y el pubis totalmente depilado. Se volvió a sentar junto a mí esta vez más cerca y ligeramente girada hacia mí. Comenzó a masturbarse otra vez, pero con la mano izquierda, con la mano derecha me acariciaba la nuca. Yo le pellizcaba los pezones y me masturbaba a la par. No tardé mucho en dirigir mi boca hacia sus preciosas tetas, ella no puso ningún impedimento simplemente hechó la cabeza hacia atrás. Pude deleitarme un rato perdido en sus senos que eran suaves y sus pezones que se pusieron duros, disfruté mucho escuchando como se le aceleraba la respiración a mi tía.
Tras un rato, C. me apartó suavemente con las manos, me agarró de los brazos y me hizo levantar con mucha delicadeza mientras ella permanecía sentada, agarró mi polla y comenzó a darme besos en los testículos, cambiando a lametones de vez en cuando, parecía que le agradaban mis pelotas porque se pasó un rato largo jugando con ellas. Luego fue recorriendo todo mi pene con su lengua, cuando parecía que se la iba a meter en la boca, me engañaba jugueteando de nuevo con su lengua y mi glande, me estaba poniendo a mil, empecé a pensar que la explosión era inminente de lo dura que se me había puesto la polla, desde luego sabía lo que hacía, y además se le daba bien. Por fin, se metió mi falo en su boca, me han hecho muchas mamadas, me la han chupado chicas jóvenes, chicas no tan jóvenes, pagando, incluso algún hombre me la chupado, pero como las mamadas de C. ninguna en la vida. No sé si será por los jueguecitos preliminares de la felación o qué, pero ciertamente como ella, nadie.
Tras un ratito en el que no pronunciamos palabra, se mi tía se levantó y se tumbó en mi cama.
– Venga, devuélveme el favor. – dijo a la par que se acomodaba en la cama abriendo la piernas.
Me lancé a por su vagina, comencé a lamer como si estuviera endemoniado.
– ¡Para, para! ¿Pero qué haces? ¿Tú te crees que esa es manera de comer un coño? – me
espetó mi tía – Vete despacio, y no tan al grano, comienza besándome los muslos, vas
subiendo poco a poco hasta el pubis, das suaves lamentoncitos sobre mi vagina… poco a poco
hombre.
Como ya dije mi tía siempre me dio buenos consejos, y en esta ocasión también le hice caso. Comencé lamiendo y chupando los dedos de sus pies, le lamí los pies, sin prisa, poco a poco como ella me dijo fui subiendo por su cuerpo. Llegué a las rodillas, seguí por la cara interna de los muslos, donde me entretuve un rato y ya me dirigí al meollo de la cuestión. Ella estaba bastante excitada, y su vagina estaba muy húmeda, sus labios estaban muy abiertos y su clítoris muy duro, recuerdo especialmente su clítoris, nunca había visto uno tan grande (y después tampoco) y tan "fuera" de su capuchón, y recuerdo que me pedía que se lo mordiera suavemente "con cuidadito" fueron sus palabras. En ello estaba cuando, noté que su espalda se arqueaba, y que sus jadeos aumentaban, "estará teniendo un orgasmo" pensé mientras seguía a lo mío.
– ¡Mmmm! El tiempo que hacía que no me corría mientras me lo comen, ¡mmm! ¡Qué bueno! –
dijo C. entre jadeos.
Tras un poco más de cunnilingus, me pareció que era el momento de darle al fornicio propiamente dicho, pero en ese instante caí en la cuenta, "mierda, no tengo condones". Al fin de cuentas quien iba a pensar que en mi breve estancia en su casa iba yo a echar un kiki.
– ¿Tienes condones? – pregunté, y entonces me desveló un secreto que según ella nadie de la
familia sabía.
– No se lo comentes a nadie… soy estéril, puedes correrte dentro. No se lo digas a nadie. – me
pidió C..
– Como para comentar con alguien la juerguita que nos estamos dando. – como ya supondréis
la vergüenza se me fue hacía tiempo.
Desconozco los motivos que tiene mi tía para no decir a la familia que es estéril, no me lo dijo entonces ni ahora, pero siempre lo respeté. Pero bueno, a lo que íbamos, levanté sus piernas y las puse sobre mis hombros, y apliqué los consejos que me había dado con la comida de su vagina, lentamente me puse a acariciar sus labios con mi glande, froté un poco mi capullo con su clítoris y metía un poco de mi polla en su coño para sacarla enseguida, así estuve un poco hasta que ya se la metí del todo, probamos con varias posturas, de la que os acabo de comentar, pasamos a la del misionero, se me pasó por la cabeza preguntarle si le apetecía algo de sexo anal, yo ya sabía que lo había practicado por una historia que me contó en una de esas charlas íntimas de las que os hacía referencia hace unos cuantos párrafos, pero lo cierto es que estaba disfrutando mucho y me apetecía seguir así. Finalmente C. me apartó hacía un lado con mucho cariño, se puso de rodillas y me indicó que se iba a poner encima mío. Tengo grabado en mi mente el momento exacto en que se puso encima de mí en la cama, se agachó, agarró mi polla y se la metió en su vagina, casi eyaculo en ese mismo momento de pura excitación. Comenzó a cabalgarme lentamente, de arriba a abajo, fue aumentando la velocidad poco a poco, y cambiando los movimientos, alguna de arriba a abajo, otra con movimientos circulares, otra moviéndose hacia adelante y hacia atrás… Su respiración volvió a ser fuerte, sus jadeos dieron lugar a fuertes gemidos, yo estaba hipnotizado por el movimiento de sus pechos, de nuevo su espalda se arqueó, echó la cabeza hacia atrás, y su respiración se empezó a entrecortar acompañada de pequeños espasmos.
– ¡Ooooh!… ¡Ahhhh!… ¡Ooohh!… ¡Mmmmm!…
Deducí, que estaba teniendo otro orgasmo, me dejé llevar por la pasión, así que empecé a mover la pelvis como nunca antes lo había hecho, metiendo mi ya durísimo miembro, dentro de su caliente y cada vez más húmedo coño, a una velocidad tal que el climax no tardó en llegar,
– Me voy a correr, me corro, me corro… – dije entre jadeos.
Como una explosión me corrí dentro de mi tía, eyaculé unas cuantas veces, más de las que acostumbraba y con una cantidad mayor de semen, pero claro, como para no, no había vivido algo así nunca.
C. se tumbó sobre mí, aun con mi polla y mi corrida dentro y así permanecimos un poco para retomar el aliento.
– Vaya pasada. – exclamé.
– Si, ha estado de puta madre, no esperaba menos tampoco. – dijo mientras se levantaba – por
cierto, ¿te has dado cuenta, que hemos estado casi una hora follando? Y yo con la casa sin
hacer. Me voy a dar una ducha, haz tu lo mismo y recoge un poco todo esto. – apostillaba
mientras recogía su ropa.
Mis sentimientos en ese momento eran extraños, yo ya había tenido sexo con otra tía en una ocasión, C. no lo sabía ni lo sabe aun, pero no fue lo mismo, esto fue completamente distinto.
El resto del día siguió con normalidad, al menos por lo que respecta a mi tía, que prosiguió el resto de nuestra estancia con una naturalidad pasmosa, yo me relajé al día siguiente al ver que nada de lo ocurrido había trascendido.
Mi trato con C. no ha cambiado, sigue siendo el mismo que tenía de antes, con la salvedad de que cuando hay posibilidad (muy de cuando en cuando) yacemos juntos.
Y esta fue la primera vez que me acosté con mi tía C. tal vez en otra ocasión os relate otros encuentros con C. o la que fue mi primera experiencia incestuosa, con la hermana de mi padre, mi tía a la que vamos a llamar G.
Y esto es todo espero que os haya gustado la experiencia. Un saludo a todos y todas.
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