La relación con mi hermana y mis sobrinas (I)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Tengo una hermana, Silvia 8 años mayor que yo, casada y que tiene 2 hijas.
Yo tenía 20 años y ya había empezado a trabajar, porque que decidí comprar un departamento y vivir solo.
Por esos momentos, mi hermana empezó a tener algunas diferencias con su esposo y venía muchos días a pasar la tarde en mi casa.
Ya tenía las llaves de mi casa, por si un día venía y yo aún no estaba. Sucedió un día, de tantos, que cuando ella llegó yo ya estaba en casa, acostado en mi habitación. Los sentí llegar y le dije que estaba en el cuarto, que ya iría para la sala. De todas formas, Florencia, mi sobrina mas chica (por entonces de 9 años) vino a la habitación. Hola Tío, cómo estás? te vinimos a visitar.
– Hola Floppy. Esperame con Silvia que yo me visto y estoy con Ustedes.
– No, te espero a que te vista, me respondió.
Insistí en que fuera con la madre, pero no quiería. Y opté por levantarme. Pero sucede que yo duermo totalmente desnudo, y cuando salí de la cama, así estaba. Ella miraba mientras yo me vestía y no dijo nada. Pensé que esa experiencia, le serviría para otra vez. Terminé de vestirme, fui al baño para lavarme la cara y vine con Floppy donde estaba mi hermana, con mi otra sobrina, Luciana de 11 años, entonces.
Mi hermana empezó a contarme de las discusiones con su esposo, hechos que ya se venían reiterando en los últimos meses.
Al rato de ya hablar bastante, mi hermana se puso a preparar algo para comer. Luciana se fue con ella a la cocina para ayudarla y yo me quedé en el sillón, con Floppy mirando la tele. Floppy se sentó en mi falda. Luego de unos minutos, tomó mi mano y la llevó debajo de su remera, para que yo le hiciera caricias. A pesar de sus 9 añitos, tal vez herencia de su madre, ya tenía algo de tetitas. Y yo, como jugando, las empece a tocar. Poco después, baje mi mano hasta su shortcito y por encima de la tela, hice caricias en su conchita. Ella, no solo no decía nada, sino que por el contrario me sostenía la mano, cuando yo quería dejar de hacerlo.
En un momento, mi hermana me pidió que prepara la mesa para comer, pues en minutos, ya estaría la cena pronta. Efectivamente, en cuanto terminé de ordenar la mesa y poner los platos y los cubiertos, vinieron Silvia y Luciana con la comida. Mientras cenabamos, mi hermana siguió hablandome de sus conflictos.
Cuando terminamos de comer, le dije si querían que las acompañara, a ella y las nenas, hasta la casa. Pero ella, me pidió si podría quedarse por esa noche. Naturalmente, le dije que si.
En mi habitación, tengo una cama de doble plaza y en la sala un sillón largo. Me pareció que lo más adecuado sería que ellas tres durmieran en mi cama y yo lo hiciera en el sillón. Y así lo hicimos. Seguimos conversando un poco más. Primero se durmió Luciana y un poco después, lo hizo Florencia. Y yo las fui llevando a la habitación, primero a una y luego a la otra.
Aunque yo estaba cansado, mi hermana seguía hablando y yo no quería cortarla. Por lo que como ya había traído una manta para taparme, me acosté en el sillón largo sin dejar de escucharla. Pero luego de unos minutos, ella también se vino al sillón y se acostó a mi lado, cubriéndose con la misma manta.
Para estar los dos en el sillón eran necesario estar muy juntos el uno con el otro. Yo estaba con mi espalda pegada al respaldo de sillon y ella pegó su espalda a mi pecho y parte delantera. Comencé a hacerle caricias, en el pelo y debo reconocer que empecé a excitarme. Poco a poco, fue extendiendo las caricias a sus brazos y luego a sus pechos. No se si por su preocupación o porque le gustaba, nunca me dijo que sacara las manos de donde las iba yo llebando.
Luego de un tiempo, se volteó y se puso frente a frente conmigo. La miré a la cara y sus ojitos estaban brillando, pues ya no podía evitar sus lagrimas. Primero quise secarle las lagrimas, luego le dí unos besitos en las mejillas. Ella me abrazada y se pegaba a mi. No se como me tenté y besé sus labios. Esperaba su enojo y que se levantar y se fuera a la habitación, pero no lo hizo.
Recuerdo que cuando era mis chico, un par de veces me encontró mientras la espiaba al cambiarse de ropa y se enojaba, amenazando con contarle a mi padre. Pero ahora no reaccionó y tampoco estaba mi padre para contarle.
Lejos de rechazar mis besos en sus labios, lanzó su lengua hacia el interior de mi boca y empezó a besarme con pasión.
Si algo ya me había excitado con mi sobrina y algo más cuando mi hermana se acostó a mi lado, ahora mi calentura iba en aumento. Mis manos empezaron a recorrer su cuerpo. Su espalda, bajaron a sus piernas, se fueron a su cola y volvieron para transitar la entrepierna.
– Dejame ir a ver como están las nenas, le dije.
– Andá, y fijate que estén tapadas, me respondió.
Cuando fuí a la habitación, las vi muy acaloradas, pues estaban con la ropa puesta y metidas dentro de la cama. Tratando de no desperatarlas, les quité la ropa para que durmieran mas cómodas y las tape. Si les conté que Florencia ya tenía tetitas, como herencia de su madre, Luciana dos años mayor, tenía mucho más. Y ambas, usaban unas tanguitas muy chiquitas, que no puede evitar acariciar. Y antes de cubrirlas con las frazadas, les dí un besito a cada conchita por sobre las bombachitas.
De ahí, me fui al baño, para tratar de relajarme y cuando volvia para la sala, mi hermana me dijo que si tenía trajera otra manta o frazadas. Volví a la habitación y traje dos. Un mas gruesa y un acolchado.
Cuando volví junto a mi hermana, ella estaba acostada sobre la alfombra y la manta que yo había traído. Se había quitado la remera, el corpiño y el jeans. Y solo conservaba la tanguita. Chiquita como la de sus hijas.
Vení, tapame y acostate acá, conmigo. Cuando me acerqué me dijo: Esperá. Sacate la ropa.
Me quité el pantalón y la camisa y solo conservé mi boxer.
Ya había pasado mucho tiempo desde que la espiaba y si su cuerpo era bueno, antes, estaba mejor ahora, a pesar de sus embarazos y su matrimonio. De tanto en tanto, se copa y va por un par de meses al gym. Pero luego deja y al tiempo vuelve.
Mi mente, tenía demasiadas sensaciones nuevas. Descubrir que mis sobrinas eran nenas pero con cuerpitos que crecían. La chiquita, gustaba de verme desnudo y me impulsaba a acariciarla. Y ahora mi hermana, se desnudaba casi totalmente, y me llamaba a su lado. Al quitarme la ropa, era fácil apreciar mi excitación.
Déjame poner este acolchado mas gordo debajo y nos tapamos con la manta y la frazada. Se corrió para que lo extendiera y de una se acostó encima. Me acosté junto a ella y nos tapamos.
Ahora ya no hablaba. En cuanto me acosté, empezó a besarme nuevamente, pero ella tomó la iniciativa. Yo me puse con la espalda sobre el piso y boca para arriba y ella se puso encima mío, pero boca para abajo. Lo primero que hice fue llevar mis manos a su cola y empezar a tocarla y traela hacia mi. Y ella empezó a refregar su conchita sobre mi pija.
Lo único que atiné a decir, fue: Estás segura?
Y ella me miró, y me tapó la boca con su mano.
Seguimos besandonos y yo metí las manos dentro de su tanguita y comence a bajarla. Ella, me ayudó y se la terminó de quitar. Antes de volverse encima mío, hizo lo mismo con mi boxer.
Ahora, estabamos completamente desnudos. Ella sobre mi. Sus tetas sobre mi pecho. Miraba sus tetas y recordaba las tetitas de mis sobrinas. Así serían en poco tiempo más. Llevaba mis manos a su cola y volvia a imaginarme a mis sobrinas.
Metí la mano entre su cuerpo y el mio y fui directo hasta su conchita. La empecé a acariciar, primero con toda mi mano, luego con los tres dedos centrales y por último, con mi dedo mayor, recorrí un par de veces su rayita hasta que le empece a introducir todo el dedo dentro de su concha.
Ella se apoyaba sobre sus rodillas, para abrir más sus piernas y facilitarme el trabajo de mi mano.
De pronto se vino hacia adelante. Con sus rodillas sobre la alfombra y el acolchado, dejó su concha encima de mi pecho. Se tocó ella la concha y se metió sus dedos, que salieron mojados en leche y los llevó a mi boca. Y yo me fui por debajo de ella y quedé con la cara justo debajo de su concha, para iniciar una hermosa chupada. Ella empezó a gozar. Me tomaba la cabeza con sus manos y me apretaba. Yo me afirmaba con mis manos en sus muslos y metía más y mas lengua. Hasta que ella se vino con toda su fuerza y llenó de leche mi boca y parte de mi cara.
Aunque había hecho esto otras veces, nunca había sido tan abundante la descarga. Y no se si porque era mi hermana, eran una leche por demás exquisita.
La miré, todavía con leche en la boca y algo en la cara y ella me miró, algo sorprendida y muy gozante. Se bajó a besarme y pasar la lengua sobre la leche de mi cara.
– Nunca había acabado así, me dijo. Me encantó como lo hiciste, concluyó.
Y acostándose nuevamente sobre mi, tomó mi pija y la llevó a su concha. Empezó a buscar con la cabeza, para ponerla. Estaba más que lubricada. Tenía leche dentro y fuera. Y en cuanto la acercó, la empezó a meter ella misma. Luego se terminó de acostar y se empezó a mover. Yo también lo hacía. Agarré mas y mas fuerte sus nalgas y las traje hacía mi, y con todas mis ganas, llevé mi pija hasta el fondo de su concha.
No hablábamos. No decíamos nada. Nos mirábamos y en las miradas nos dijimos todo.
Fuimos aumentando la intensidad, los movimientos. Ella, yo, los dos.
En un segundo pensé sacarla y acabar afuera, pero ya no era posible.
La apreté mas y mas y mucho mas y le mandé mi pija más y mas adentro. Ella respondió moviéndose mas y mas. Hasta que sin pensarlo, sin desearlo y sin evitarlo, le acabe y todo fue adentro. Que fuera lo que tuviera que ser y que pasara lo que tuviera que pasar.
Ella se relajó y se dejó caer sobre mi. Buscó mi boca y me volvió a besar. Ahora mas largo y mas lleno de lengua que los primeros besos. Yo la abrace fuerte, haciéndola más mía de lo que la quería como hermana.
En unos segundos, en parte por el agotamiento que ya traía, en parte por el polvazo que acabábamos de echarnos, nos abrazamos y nos quedamos dormidos.
(continuará)
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