La relación con mi hermana y mis sobrinas (II)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Al día siguiente, dormí mas de lo habitual. Cuando desperté, mi hermana ya no estaba a mi lado. La llamé y no respondió. Llamé a las nenas y tampoco lo hicieron. Aprovechando que ya no estaban y siendo que estaba desnudo en la sala, tomé mi ropa y me fui al baño. Me duché y al terminar, me asomé, para comprobar que no estaban y de ahí, pasé a mi habitación para vestirme. Cuando estaba terminando de vestirme, sentí abrirse la puerta de calle y las primeras voces de mis sobrinas.
– El Tío ya se despertó, dijo Floppy.
Y de inmediato, la sentí correr y acercarse diciendo:
– Tío, Tío, donde estás?
– Acá en mi cuarto, dije fuerte.
Y de inmediato traspasó la puerta.
– Holaaaa, dijo mientras tendía los brazos para tomarse de mí.
– Hola mis amores, respondí yo.
Yo siempre las saludaba de igual modo. "Hola mis amores", tanto fuera que llegaran o que una de las tres, atendiera mis llamados telefónicos.
Alcé a Floppy y vinimos donde la sala, junto a Silvia y Luciana. Las saludé con un beso a cada una. Venían de hacer las compras que restaban para completar el desayuno.
– Todos a la mesa, dijo mi hermana. Que ya llevo el desayuno.
Me senté y Floppy y Luci lo hicieron a mis lados. De inmediato vino Silvia con una bandeja, la apoyó y se sentó enfrente mio. Me entregó mi taza de café. Ella bien me conocía. Y a cada niña, una taza de café con leche. Ella, en cambio, tomaría té.
Comenzó a repartir galletitas con manteca, con mermelada, con dulce.
– Como durmieron mis amores? pregunté con amplitud, sin referirme a ninguna de las tres en particular.
– Nosotras, divino, dijo Luci. Y Floppy asintió.
– Yo, hacía meses que no dormía tan bien, contestó Silvia.
– Me alegro, concluí yo.
Ya estábamos en fin de semana. Era sábado, más precisamente. Y se acercaba el medio día. La miré a Silvia y le dije: Tengo un vecino que me había ofrecido unas camitas marineras, de esas que se guardan una dentro de la otra, mientras no se usan. Tengo ganas de llamarlo para ver si todavía las tiene. Si Ustedes se van a quedar algunos días, tendremos que ver la forma de estar cómodos.
Mi hermana, lejos de contrariarme, mostró alegría.
– Nos podemos quedar unos días? dijo Luci.
– Claro, le respondí. Ya están acá.
– Que bueno, acotó Floppy.
Y Silvia, sonrió. "Ellas te aman, hermanito". "Lo se", les dije. "Yo, también" concluí. De inmediato, tomé el teléfono y llamé a mi vecino. "Hola, soy yo, tu vecino de arriba". "Bien, por suerte. Como estás vos?" Me habías ofrecido unas camas. Todavía las tienes? “Si”, me dijo. Y sin dudarlo, le contesté: Las compro. Miré la cara de las tres y era de una satisfacción total. En un rato voy por ellas. Corté y les dije: "Asunto solucionado". En mi mente, pensaba como debería disponer del mobiliario para hacer lugar a las nuevas camas. Seguimos conversando de otras cosas y así concluyo el desayuno.
La mamá ordenó a las nenas levantar tazas, platos y demás y llevarlos a la cocina. Ellas lo hicieron sin reproches. Me paré y fui hacia mi hermana. La abracé y ella se abandonó en mi. "Tranquila" le dije. Nos vamos a arreglar. "Gracias" me respondió. Juntos, y abrazados, empezamos a caminar hacia mi habitación. Al llegar a ella, le dije: "Te parece mal que armemos acá, las camas?". "No, está perfecto", contestó mi hermana. Y yo seguí: Mi cama puede ir mas allá (estaba al medio de la habitación), y sobre esta pared van las camitas. Todavía no me atrevía a destinar cada cama (entre la mía y las dos que llegarían), a cada una de ellas y a mi, también. Para eso, ya habría tiempo.
Mis sobrinas estaban en la sala. Luego de levantar las cosas del desayuno, se pusieron a mirar la tele. En mi habitación, Silvia y yo, mirábamos como quedaría todo. Aún estábamos abrazados. Corrí mi cama hacia una de las paredes y quedó un espacio suficiente, como para las camas marineras y un corredor entre ellas y la mía. Me senté sobre el borde de mi cama y Silvia se paró delante mio. La volví a abrazar y ella lo hizo conmigo. Como ella no es muy alta y yo estaba sentado, mi cara quedó entre sus tetas y su cuello. Nuestras manos, deslizaban mutuas caricias. Y mi excitación, volvía una vez más. Ella tenía una remera ajustada, una pollerita que cortaba mucho antes de llegar a las rodillas, zoquetes y zapatillas. Mis brazos la habían tomado por la cintura, mientras los suyo, me rodeaban por encima de mis hombros. Me vino a la memoria la noche anterior, y las veces que de chico la espiaba y tal vez, aprovechando la dependencia que en ese momento tenía de mi, y mi tentación no pudo esperar.
Llevé mis manos a su cola, por debajo de la pollerita. Si se va a enojar, que lo haga ahora, y se termine todo. Pero nada dijo. Ella llenó de caricias mi espalda, aún por sobre la remera. De la sala, llegaban las voces y risas de las niñas. Nada hacía suponer que estuvieran viniéndose. Volví a deleitarme con esas hermosas nalgas en mis manos. Ella, levantó mi remera y empezó a acariciarme directamente sobre mi torso. Levanté mi cara y la miré. Otra vez, corrían lagrimas por sus mejillas. Le dije que ya no lo hiciera. Que no llorara más. Que se quedarían unos días, hasta que pasara la tormenta. Pero ella me miró y con la voz mas que cortada me dijo:
– "La tor-mee-taa, noo pa-saa-ráa". Y con dificultades, siguió diciendo: "Jorge y yo, nos vamos a separar. El quedó de buscar una casa para nosotras. Pero las cosas en su empresa, no están de todo bien. Y me advirtió que se puede demorar.”
– No te preocupes, me apresuré a cortarla y decirle. Te quedarás acá, con ellas, hasta que se soluciones todo.
– Gracias, volvió a decirme, no se en que grado de repetición.
– Nada, le dije. Vete al baño, lávate la cara y no llores más. No quiero que la nenas te vean así.
– Ya están tan acostumbradas, me dijo.
– Bueno, entonces no lo quiero más, de ahora en adelante.
Cuando hizo el intento de marcharse al baño, la retuve. Se alejó un poco de mi, pero no totalmente. Mis manos seguían sobre su cola. Y antes de liberarla por completo, levanté su pollerita. La tanguita no era la roja de ayer. Ahora era blanca, inmaculada y brillosa. Por debajo, resaltaba un hermoso papito. Llevé mi mano y me la llene de su conchita. Ella acarició mi cara y sonrió. Lejos de enojarse, mostraba una inmensa satisfacción. Volvió sobre mi, y me besó en la boca. Su lengua recorrió mi interior bucal. Y se desprendió, marchando hacia el baño. Me dirigí al ropero, abrí la caja de seguridad y saqué dinero para pagar las camitas.
Al pasar por el baño, la puerta estaba recostada pero sin cerrarse. "Bajo a buscar las camitas", le dije a mi hermana. Y mientras me dirigía a las sala, sentí: "Te podemos acompañar?". Hablaba Floppy, la mas chica, en representación de ambas. "Si, claro", les dije. "Pórtense bien. Y hagan caso", dijo la madre, saliendo del baño. Y fuimos donde mi vecino.
Unos minutos después, volvimos a casa. Yo traía las camas, una dentro de la otra y mi vecino venia detrás, con los colchones unidos por una cuerda. "Déjalos ahí. Gracias" le dije a mi vecino. Mi hermana se ofreció para ayudar, pero ya no era necesario. Yo seguí con las camas camino a mi habitación. Mientras las nenas despedían al vecino y cerraban la puerta. Un vez que dejé las camas, vine por los colchones. Detrás mio, vinieron las nenas y mi hermana. Ya estaba la habitación acondicionada. Restaba tender las camitas, pero eso era lo de menos. Me volví a sentar sobre mi cama, mirando ahora las camas abiertas, quedaba un pequeño espacio para pasar. Durante el día, con las camas guardadas, una dentro de la otra, el lugar sería más amplio.
Para distraerlas de los días convulsionados que habían pasado se me ocurrió invitarlas a salir a las tres. "Tengo una idea", les dije. "Cual?" preguntó Floppy. Luci y Silvia, no hablaron pero prestaban atención. Y yo seguí: "Se me ocurre que podríamos ir a dar un paseo. Al parque, divertirnos un poco en los juegos. Comer algo, allí mismo. Que opinan? Que les parece?" Las tres se miraron. Y Silvia habló. "No quiero crearte tantos problemas. No quiero generarte más gastos. No me hagas sentir mal."
– Nada de problemas, nada de gastos, nada de sentirse mal, le dije.
– Si, yo quiero ir, contestó Floppy.
– Yo también, le siguió Luci.
– Y tú? nos vas a acompañar? le pregunté a Silvia.
– Si, yo también, respondió mi hermanita.
– Bieeeen, explotaron las nenas.
– Pero para salir, hay que bañarse, les condicionó la mamá.
– Si, si, aceptaron las niñas.
Y casi sin dudarlo comenzaron a sacarse la ropa, con absoluta naturalidad. "Bueno, esperen que me vaya a la sala", interrumpí. "No hay problema" dijo mi hermana. Y siguió. Ellas son así de impulsivas. Te vas a tener que acostumbrar. En menos de un minuto, Floppy estaba totalmente desnuda. Con una piel que transmitía suavidad. Las tetitas, pequeñas, pero ya estaban explotando. Una conchita, también chiquita, pero prominente. Y tal vez, para su edad, la colita, bien redonda, era lo más destacable de su cuerpo. Mi hermana es una mujer de poco más de un metro sesenta centímetros. Con unas buenas tetas, talle 90 o más y unas caderas, entre 95 y 100. Y las nenas, eran nobles herederas de su cuerpo. Con menos velocidad, pero finalmente, también Luci se había quitado totalmente la ropa. Sus tetas ya eran una realidad. Si no la conociera, diría que tenía 14 o 15 años, pero recién había cumplido los 11. Su conchita también se destacaba y tal vez la cola, tenía el mismo tamaño que la de su hermana, dos años menor. Yo quería disimular, pero no podía dejar de mirarlas. Eran hermosas, casi perfectas. Y nadie acertaría la edad, de acuerdo a lo que expresaban sus cuerpos.
La mamá se fue al baño, a preparar la ducha. Mientras, las nenas se mostraban todas para mi. Había una lucha interna en mi. Mientras el inconsciente me decía no dejes de mirar; el cerebro me presionaba para cerrar mis ojos. Sentado sobre la cama, me dejé caer hacia atrás, sobre la cama. Floppy saltó a la cama y se tiró sobre mi. Y cuando quise separarla ya tenía a Luci. Ambas, sentada sobre mi, con sus piernas a cada lado de mi cuerpo. Cual si yo fuera un caballito, pero con el lomo invertido. Por un lado pedía que mi hermana las llamara. Por otro, quería que ese llamado no llegara nunca. No podía verla, pero estaba seguro que mi pija sobresalía enorme a través de mi pantalón.
Mi hermanita volvió a la habitación. En el baño, soñaba la ducha ya cayendo. Vayan a bañarse. Luci, ayuda a Floppy a lavarse bien. Yo voy preparando la ropa, dijo mirando un bolso que estaba sobre el rincón. Y ellas se empezaron a parar, para dirigirse al baño.
No vamos a bañar, tío. Dijo Luci.
Pero volvemos, acotó Floppy.
Y comenzaron a caminar hacia el baño.
Momento, dijo la madre.
Ellas se miraron, me miraron y los tres miramos a su mamá, es decir, mi hermana. Ella dejó el rincón donde estaba el bolso con la ropa y se vino delante mio. Las niñas, desnudas, se acercaron.
Se acuerdan lo que les dije mas temprano?, les dijo mi hermana.
Si, respondieron juntas.
Ahora el sorprendido era yo. Las miré a ellas, la miré a mi hermana. Que fue lo que dijiste?
“No, le dije a ellas”, respondió Silvia. Y mirándome a la cara, siguió: “Tú, eres muy bueno con nosotras. Lo has sido siempre conmigo y desde que ellas nacieron. Lo estas siendo ahora, al darnos un lugar en tú casa. Y no tengo dudas, que siempre serás lo mas importante para mi y para ellas”.
“Yo les devuelvo a Ustedes, el amor que me brindan. A ti, hermanita, te quiero como a mi vida misma. Y a ellas, naturalmente. Son mis amores, mi vida, son parte de ti.”
Pero seguía sin saber lo que les había dicho a sus nenas. Pero mi hermana volvió a hablar.
“De todas formas, nosotras estamos muy felices de tenerte. Y queremos seguir dándote el amor que hasta ahora. Y ofrecerte mucho más. Sabía que siempre podía contar contigo, pero ahora, dejó de ser un pensamiento para convertirse en realidad”.
Y siguió:
Yo les dije que ellas no comenten que estamos acá. En el Colegio a nadie le interesa. En cada familia, cada uno hace lo que tiene ganas de hacer y eso no le importa a los demás.
Me parecía bien. No sería bueno que le contaran a sus compañeros, que se vinieron a vivir con su tío. Y que dormían todas juntas, con su tío, en la misma habitación. Ni que se desnudaban delante del tío. Ni que el tío les acariciaba las tetitas y las conchitas, y les daba besitos. Mi mente volaba y quería terminar de interpretar las palabras de su madre.
Ella, mi hermana o su madre, se puso delante mio y se arrodilló sobre la alfombra. Las niñas, desnudas, la observaban. Yo atónito, no sabía que hacer.
“Esto que van a ver, no se lo cuenten a nadie”, le dijo mi hermana a sus hijas. “Ni a las amigas más íntimas”. “Esto debe quedar entre Ustedes, Mamá y el Tío”.
Mi corazón latía a mil. Mi imaginación no paraba de volar. Y mi excitación llegaba a la máxima expresión. Yo no me miraba, pero podía sentir la fuerza de mi pija entre el boxer y pantalón. Mi hermana, desde el piso me pidió que me parara. Yo lo hice. Que me desabrochara el cinturón y al pantalon. Y también lo hice. Ella empezó a bajarlo hasta dejarlo en el piso. También bajó mi boxer. Mi pija era algo impresionante. No soy nada fuera de lo normal, pero en la máxima erección, estaba en los veinte centímetros, milímetros más, milímetros menos. Mi hermana tomó mi pija con una mano y se llevó su largo cabello, por un lado hacia atrás. Empezó a darle besitos en la cabeza, a pasarle la lengua, hasta que la llevó al interior de su boca. Mis sobrinas la miraban. No le quitaban ni los ojos ni la atención. Mi hermana comenzó una fabulosa mamada. Algo hermoso. Yo me relajé por completo y empecé a disfrutar. Llevaba la cabeza de mi pija hasta su garganta, para provocarse arcadas. Y la sacaba y lo volvía a repetir, una vez, dos, tres. Me miró desde el piso y yo respondí a su mirada. Me la volvió a mamar. Yo tomé su cabeza con mis manos. Me senté bien sobre le borde de la cama. Quería pararla, pero no quería que parara. Quería que dejara de hacerme esa terrible mamada delante de sus hijas. Pero ella y yo, estábamos disfrutando. Y nada parecía molestar a las niñas. Mi hermanita empezó a pajearme. Ella me miraba la pija, me miraba a la cara y miraba a sus hijas.
“Esto no se lo contamos a nadie”. “Esto es un secretito, entre Ustedes, el Tío y Mamá, y nadie lo debe saber.”
La niñas no hablaban pero asentían. Mi hermana me seguía pajeando. Yo volví mis manos a su cabeza. Yo no hablaba. No podía hacerlo. No me salían las palabras. Disfrutaba, gozaba. Mi respiración fue en aumento. Mi excitación no paraba de crecer. Mi ritmo cardíaco estaba a punto de estallar. Mi hermana advirtió que ya estaba por acabar y volvió a meter mi pija en su boca. Y casi al instante, descargué un torrente de leche en su boca. Ella apretó mi pija, pero ya un chorro grande entró, lo tragó y algo quedó en el interior de su boca. Sacó mi pija y con leves aflojes de la presión de sus manos, largó leche sobre su cara. Se retiró un poco, sin soltar mi pija y mirándolas, les dijo:
“Quieren?”
“Si” dijo Luci y se acercó.
Mi hermana descargó un chorro mas sobre la boca entre abierta de mi sobrina mayor. Ella tomó, saboreó y se pasó la lengua por la parte exterior de su boca.
“Yo también quiero”, dijo la chiquita.
Y también se acercó, haciendo a un lado a su hermana. La mamá volvió a aflojar la presión que ejercía sobre mi pija y otro chorro, ahora más corto, entró en su boca. La nena, llevó su lengua a la cabeza de mi pija. Lamió y sacó un chorrito más. Y se metió casi toda mi pija en su boca. Al menos todo lo que le entraba. Abrí mis brazos y busqué juntarlas a las tres. Ellas mi facilitaron la tarea y se vinieron hacia mí. Lo que me habían hecho sentir, era de las cosas más impresionantes y maravillosas que recordaría por el resto de mi vida. Primero besé a Luci, en su mismísima boca. Naturalmente había algo de mi leche en sus labios y su lengua. Luego fui a Floppy e hice lo mismo. Y por último, llegué a mi hermana. El beso fue más prolongado, pero del mismo tenor. Las abracé mas y ellas lo hicieron conmigo. Floppy quedó al medio, justo delante de mi pija. Mi hermana a su izquierda y Luci a la derecha de la mas chiquita. No podía quitar mis brazos de mis nuevas tres amantes. De mis nuevas tres mujeres. De mis nuevas tres esposas.
Un silencio inmenso y extenso se cortó con mis palabras:
Gracias. Gracias, mis amores. Las amo infinitamente. Te amo, hermanita. Las amo, sobrinitas. Las amo, mis amores.
Nosotras, también. Dijo la mamá.
Te amamos, siguió Floppy.
Te amo, Tío, concluyo Luci.
Gracias, gracias, gracias. Yo las amo, como a mi vida misma.
Poco a poco nos fuimos separando. Volví a entregar un beso a cada una. “Bueno, vamos a bañarnos” les dije. Tenemos que salir y disfrutar de este hermoso, recordable e inolvidable día. “Vamos”, repetí. Mi hermana se paró y se dirigió al baño, y mis sobrinas la siguieron.
Entren, entren a la ducha. Dijo mi hermana. El agua está calentita.
Si, que calentita, respondió Floppy.
Si, muy calentita, acotó Luci.
Ayudala a Floppy, le dijo la mamá a Luci.
Si, quédate tranquila, le respondió la mayor de la niñas.
Mi hermana se vino para la habitación. Yo no salía del asombro. Entró y fue hacia el bolso del rincón, para terminar de buscar la ropa de la niñas. Yo me paré, levanté mis pies, para dejar el pantalón y el boxer en el piso y fui donde mi hermana. Levanté su pollera, miré su cola, bajé la tanguita, me arrodillé y comencé a besarle y chuparle la colita. Ella abrió sus piernas. Yo bajé mas y llegué hasta su conchita. Le extendí un inmenso lenguetazo, y beso, pasé una vez mas la lengua. Y me separé. “Gracias, hermana”, le dije. “Gracias, a ti”, me respondió.
(continuará)
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