La relación con mi hermana y mis sobrinas (IV)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Ya hacía varios días que mi hermana y mis sobrinas, se habían venido a vivir a mi casa. Ver a mis chiquitas desnudas, era algo de todos los días, pero no dejaba de sorprenderme. Y luego de aquellos estrenos con mi hermana, habíamos tenido relaciones tres o cuatro veces más. Casi siempre, una vez que las nenas se dormían.
Sucedió uno de estos días, que estando en mi trabajo, sonó el teléfono interno. Miré el display y era mi jefe. Desde hacía ya unos años, trabajaba en una empresa financiera, con presencia en casi todo el mundo. Mi rol, era la instrumentación de productos para las diferentes tarjetas de crédito que representábamos.
Hola, dijo mi jefe en cuanto atendí el teléfono.
Si, Ruben, respondí.
Estás muy ocupado?, señaló.
Mas o menos. Que precisa?
Ven a mi escritorio. Tengo que hablar contigo.
Ya voy para ahí.
Corté la comunicación, me paré y tomando mi saco, mientras me lo iba poniendo, me dirigía a uno de los despachos, que distaba unos seis metros del mio. Golpee y de inmediato sentí: “Pasa”. Mi jefe no estaba en su escritorio, sino en uno de los sillones de un rincón de reuniones. “Vení, dejá el saco en el perchero y sentate”. Y siguió: “Tenemos que hablar. Te pido un café?, un cortado?”. Ya tenía el auricular del teléfono junto a su oreja, para ordenarle a la Secretaria. “Un cortado” le dije. “Me traes dos cortados”, y casi sin escuchar lo que le pudieran decir, colgó el teléfono.
La relación con mi jefe era muy buena. De respeto, de jefe a empleado, pero bien. Mas de una vez, nos habíamos ido a almorzar o cenar juntos, fuera de la oficina. Y un par de veces, fui invitado a su casa, en presencia de su esposa y sus dos hijos, una chica la mayor y un varón, el más chico. El llamado a conversar, no me sorprendía, pero no tenía la más mínima idea de por donde podía venir.
Dentro de la representación que teníamos en nuestro país, yo venía a ocupar un tercer o cuarto lugar, detrás de mi jefe, del Gerente Operativo y casi al mismo nivel, que el Auditor interno. “Te voy a hacer un planteo, es importante para mi, para vos, y de alguna forma, para nuestra representación”, comenzó diciendo. Yo escuchaba con atención y en mi cabeza se activaban las alarmas de por donde vendría.
“Tú sabes muy bien, que te considero un pilar de nuestra representación nacional, y cuentas con mi plena confianza para desarrollar tu trabajo. Pero como tú también sabes, hemos hecho un acuerdo para instalarnos en Costa Rica y el Vice Presidente Regional tiene toda su atención puesta allí. Ayer estuve hablando más de una hora por teléfono y me fue contando todos los detalles. La idea que el tiene es iniciar las actividades en 45 o 60 días, para hacer los primeros lanzamientos, antes de que transcurran 4 meses.” Golperon la puerta y el volvío a ordenar pasar. Era su Secretaria, con una bandeja y los dos cortados. Mónica dejó uno delante de mi jefe y el segundo delante mío. Cuando se encaminó a la puerta, para dejar la oficina, el jefe le dijo: “No me pases llamadas, ni me interrumpas por nada, hasta que yo te avise”. “Prefecto”, respondió, mientras abría la puerta, salía y la volvía a cerrar.
Y mi jefe siguió con el uso de la palabra. “Estuve pensando en vos. Costa Rica está necesitando un Representante. Ya está casi completa la plantilla inicial, pero el Vice Presidente Regional aún no ha dado con el Representante para la nueva oficina. Tu, has visto mi accionar, hasta has ocupado de forma interina mi puesto, en mis vacaciones o algún viaje. Eres competente y puedes hacerlo con éxito. Aunque será difícil reemplazarte, creo que significa una oportunidad inmejorable para tu futuro. No te pido una respuesta ya, pero que te parece?”
“Si a Usted, le parece, creo que podría seducirme la oferta”. Hacía dos años que había fallecido mi madre y un año antes, perdí a mi padre. No tenía una familia muy grande. Lo más cercano era mi hermana y mis sobrinas. Y un par de tíos, por cada rama, que veía muy de tanto en tanto. “Naturalmente, debo instalarme en Costa Rica?” le dije, sabiendo claramente cual sería la respuesta.
Si, Claro. Me contestó.
Pero además de un buen salario, tendrás tu casa, tu auto, y una compensación extraordinaria por desarraigo. Tal vez, debas tomarlo como una etapa previa, antes de volver al país para ocupar definitivamente mi lugar, el día que yo me retire. Hacete la idea, de entre 5 o 10 años más.
La oferta no era mala. Solo que se activó en mi, la alarma de mi hermana y mis sobrinas. Y antes de decir que si o que no, le pregunté: “Tengo que irme solo”.
Se sorprendió y me dijo: “No”. Y siguió: “Puedes llevar a quién quieras. Pero, vos estás en pareja?” Mi jefe conocía todo o casi todo de mi. Incluso conoció una novia que tuve durante más de seis meses. Pero también sabía que aquello había terminado. “No, no estoy en pareja. Pero es que hace unos días, mi hermana se separó y está viviendo en mi casa, con mis dos sobrinas.”
“No tienes problemas” me dijo. “A la hora de buscar la casa donde vivir, y dentro de la asignación ofrecida, tendrás que pensar en ellas.” Hizo una pausa, me miró y con una sonrisa dibujada en su rostro, expresó: “Mucho mejor. No tengo dudas en tu capacidad para ocupar el cargo, pero hasta cumplir la adaptación al país, serán una buena compañía.” Por ahora, todo iba cerrando. Incluso, sería bueno para mi hermana y mis sobrinas, cambiar de aire. Aunque estaría el inconveniente de ver regularmente a su padre. Pero bueno, todo era cuestión de plantearlo.
Mi jefe volvió a hablar: “Te reitero, no te pido una respuesta hoy. Pero tampoco puede pasar un mes. Y quiero tu autorización para comunicarle al VicePresidente regional, que estás estudiando la oferta.” “Si, lo autorizo” le dije. “Quiero hablarlo con mi hermana. Y analizarlo un poco más.” “Me parece perfecto”, acotó mi jefe. “Si ella está en tu casa, tal vez puedas hablarlo esta misma noche”. “Si”, le dije. “Hoy mismo lo haré”. “Bueno, teneme al tanto.” dijo mi jefe. “Yo voy a llamar al Vice para contarle que hablé contigo”. “Bien”, le dije. Y seguí: “Algo más?” refiriendome a si había otro tema. “No”, me dijo. “Si no tienes nada urgente y quieres irte, hazlo sin problemas”. “No, quiero terminar algo que tengo empezado y luego me voy”. Mientras me paraba, me extendió la mano, para que yo hiciera lo propio. “Te va a ir bien, estoy seguro”, concluyó. Nos dimos las manos y yo inicie el camino hacia mi oficina. En el camino tomé mi celular y busqué entre los llamados. Silvia estaba allí, en el segundo lugar. Y la empecé a llamar. Sonó una vez, dos.
Mi hermana no atendía de inmediato. Pero antes de sonar tres veces, sentí: “Hola”. Y hablé yo: “Hola, mis amores. Cómo están?. “Hola, hermanito. Todo bien”, dijo ella. “La nenas ya volvieron del Colegio?” “Si, están acá, haciendo las tareas”. “Bueno, tengo algo que decirte”. “Si, que pasó?”. “Aceptan que las invite a cenar afuera? Tengo una buena noticia para comunicarles”, le dije. “Cual es la buena noticia?” preguntó mi hermana. “Si aceptan la invitación, la conocerán”, le dije mientras me sonreía. “Si, aceptamos”, me contestó. “A que hora?, decime para aprontarnos”. “Yo voy a terminar unas cosas mas. Y cuando salga para ahí, te aviso. Pero prepárense tranquilas. De todas formas, yo llegaré y me daré una ducha, antes de irnos”. “Perfecto” me respondió. “Nos empezamos a duchar, para esperarte ya prontas”. “Dale”, le dije. “Besitos, hermanita. Te quiero mucho. Y besitos a las nenas. Las quiero a las tres”. “Besos, hermanito”. Y corté.
Tenía algunos papeles sobre el escritorio y algunas paginas de internet y documentos abiertos en la computadora. Pero mi mente ya estaba pensando en la oferta de mi jefe. Quise retomar el trabajo pendiente, pero ya no era posible. Me tiré para atrás, en mi asiento y miré a la distancia. Volví a la realidad de mi escritorio. Empecé a cerrar los archivos informáticos, para terminar la sesión. Ordenar los papeles que tenía desparramados y guardar todo lo que iba dentro de los cajones del escritorio. Ya no podía seguir allí en mi oficina. Y empecé a irme, pasé por el escritorio de la Secretaria de mi jefe, y nuevamente golpee la puerta de mi jefe. El volvió a ordenarme pasar. “Me voy”, le dije mientras le sonreía. “No puedo prestarle atención a otra cosa que no sea la oferta”. “Perfecto”, devolvió mi jefe. “Suerte con tu hermana”. “Si, todo saldrá bien”, se lo aseguro.
Y cuando ya me aprestaba a dejar el despacho de mi jefe, sonó su teléfono. Mi jefe me miró y me dijo: “El Vice Presidente regional” refiriéndose a quién lo llamaba. “Suerte, hasta mañana” concluyó y yo cerraba la puerta para iniciar la retirada. Volví a tomar mi móvil y llamé a mi hermana. Ahora si, sonó dos, tres y más veces. Cuando ya supuse que entraría el contestador, atendió mi sobrina Luci: “Hola Tio”. “Hola, mis amores. Cómo están?” respondí yo. “Bien Tio. Mamá se está duchando. Nosotras ya lo hicimos.” “Decile a mamá que ya salí de la oficina. En 20 minutos estaré ahí. Pero no hay apuros. Yo también me voy a duchar antes de irnos a cenar”. Mientras yo le hablaba, ella se había acercado a su madre y le iba transmitiendo casi textualmente mis palabra. “Bueno, mis amores, el tío le manda besitos a las tres. Ya estoy en viaje para casita”. “Dale Tío, te estamos esperando. Besitos.”
Mientras hablaba ya había tomado el ascensor y estaba llegando al subsuelo, donde estaban los estacionamientos. Tomé mi coche, prendí la radio, casi automáticamente y emprendí el viaje a casa. Tal como la había marcado a mi sobrina, antes de la media hora, estaba llegando. Felizmente el transito no estaba tan complicado. O mejor dicho, digamos que me estaba adelantando a la hora de congestionamientos.
Llegué a casa, abrí la puerta e hice un anuncio bastante amplio. “Lleguéee”. De inmediato, escuché la voz de mi hermana: “Estamos en la habitación”. Y hacia la misma, empecé a dirigirme. La puerta estaba entre abierta. Y aunque era mi casa y mi habitación, pregunté: “Se puede”. “Claro”, volvió a hablar mi hermana.
Mi hermana estaba en ropa interior, secando el pelo de Luci. Mi sobrina también estaba en ropa interior. Y Floppy, la mas chica, ya estaba pronta. Vestida, con una remerita, un shortcito, sandalias sin medias y un saquito de hilo, muy liviano. El pelo ya seco y recogido en dos colitas hacia atrás. Fui repartiendo besitos, primero a Floppy, luego a Luci y terminé en Silvia. Floppy fue la primera en romper el silencio: “Como estoy?, Tio”. “Divina”, mi amorcito. Y ella acotó: “Mamá nos dijo que teníamos que ponernos muy lindas, para salir con el Tio”. La madre y su hermana mayor, se rieron. Y Luci acotó: “Todo tienes que contar?” refiriéndose claramente a la chiquita y su infidencia. “Ahora me voy a duchar yo”, le dije. Mi hermana se adelantó a decirme: “Perdóname que no terminé de arreglar el baño”. “No te preocupes”, le dije. “Todavía falto yo -seguí-, que soy parte de este cuarteto” y nos reímos todos.
Sin quitarme la ropa, ni tampoco buscar la nueva, me fui al baño. Me desvestí y me metí en la ducha. Mi pija estaba excitada. Ver a mi hermana en ropa interior, por mas que ya no era una novedad, ni era necesario espiarla, me excitaba sobre manera. Lo mismo cualquiera de mis sobrinas. Mientras el agua de la ducha empezaba a recorrerme desde la cabeza para abajo, llevé mi mano derecha a la pija, y casi sin quererlo, me empecé a masturbar. Cerré mis ojos y dejé volar mi imaginación. Mi hermana, mis sobrinas, aquellas primeras caricias a Floppy, la primera noche con Silvia, aquella paja donde las tres compartieron mi leche, eran imágenes que iban y venían. Sentí la voz de mi hermana, que entrando al baño me avisaba: “Las nenas ya están prontas.” Abrí los ojos y ella ya estaba dentro del baño y mirándome. “Perdón”, me dijo. No era posible dar explicaciones. “No, perdóname tu”, le dije yo. Ella cerró la puerta y me volvió a mirar. “Es hermoso verte, hermanito”. “Soy un tonto” le dije. “Podrían haber entrado las nenas” seguí. “No hermanito, está todo bien. Estás en tu casa. Fui yo, pero si eran ellas, hubiera sido igual de hermoso.” Quise relajarme y a lo único que atiné a decir fue: “Créeme que pensaba en Ustedes, y en todo esto que estamos pasando”. Ella me volvió a mirar, volvió a dibujar esa sonrisa hermosa, de los últimos días y ahora lanzó: “Eso es todavía más hermoso”. Yo había interrumpido la paja y ella me dijo: “Habrá un poquito de leche para una hermanita deseosa?”. Y mientras, se tocaba con una mano las tetas y con la otra, la conchita. Mi pija, todavía estaba excitada y bien dura, a pasar del agua que le caía de la ducha. Y yo volví a pajearme. Entre cerraba mis ojos para que las imágenes volviera, pero no quería perderme la imagen de mi hermana, allí presente.
Apreté fuerte mi pija, y salí de debajo de la ducha. Había unas remeras en el piso del baño. Me acerqué a mi hermana y ella se puso de rodillas. Con una mano, recogió el pelo y lo volvió a llevar a su espalda. “Ya voy a acabarme” le dije. Y ella no tardó en llevar su boca a mi pija, abrirla y meterse mi cabeza dentro. Yo aflojé la presión que ejercía sobre mi pija y largué un chorro de leche que inundó su cavidad bucal. Ella cerró su boca, para que nada se le fuera a escapar. Sin verla, pues me tapaba su cabeza, puede darme cuenta por el movimiento de su cuerpo, que tragó un buen buche de leche. Abrió algo la boca y recorrió la cabeza de mi pija con su lengua, todavía sin quitarla de su boca. Luego si, se alejó algo de mi pija, la agarró con su mano y me volvió a pajear un poco mas.
En el centro de la cabeza de mi pija, asomó una inmensa gota de leche, que ella quitó con su lengua. Todavía de rodillas, me miró desde abajo y me dijo: “Te amo. Te amo, hermanito. No sabes cuanto te amo. Me haces muy feliz. Y haces feliz a mis hijas”. Yo tomé su cabeza con mis dos manos y a la vez que yo bajaba, ella empezaba a pararse y nos confundimos en un hermoso beso. Un beso que podría haber demorado millones de años. Pero ella se apresuró a quitar la boca. Y yo a decirle: “Si no me ducho, iremos mañana a cenar”. “Si, dale” dijo ella. Y mientras se miraba al espejo, preguntó si se podía peinar ahí conmigo. “Si, hazlo”. Yo me metí de nuevo en la ducha y ahora cerré la puerta de acrílico transparente, cosa que no había hecho antes.
“No me vas a contar nada, sobre la noticia que tienes para darnos”, me dijo ella. “Si, durante la cena les contaré todo, a tí y a mis otros amores”. Ella se rió y me dijo: “Estoy intrigada. Será algo malo?”. “Quédate tranquila”, le dije. “Es algo hermoso, y que te hará feliz. Ojalá que te guste”, concluí. Ella se siguió peinando y yo bañándome. Tras unos minutos, cerré la ducha, abrí la puerta transparente y me asomé. Ella seguía en bombacha y corpiño. Llevé mi ojos a su cola y le dije: “Hermanita, es culito me está volviendo loco”. Ella mi miró y sus palabras me terminaron de enloquecer: “Es todo tuyo, hermanito”. Junté mis dedos indice y mayor, los extendí, cerré los restante y mandé un chirlo sobre su nalga. “Ayyyy, puto”, me dijo. “Es tuyo para que lo cojas, no para que lo maltrates”, concluyo. Los dos reímos. “Perdón” dije yo. “Por que?” preguntó ella. “Por el chirlo”, devolví. “Me encantó”, me dijo. “Sobre todo por que no me lo esperaba”. Me cubrí con la toalla, me sequé un poco y le dije: “No me traje la ropa. Las nenas están en la Sala?”.
Mi hermana me miró a través del espejo y me dijo: “Ellas saben que no te trajiste la ropa y están en la habitación esperando que aparezcas así. No le quites la ilusión”. Yo me terminé de cubrir con la toalla y me fui para el cuarto. Al llegar, me quité la toalla. Y las miré. Luci estaba sentada en la cama marinera, que tenía la otra cama guardada dentro. Y Floppy sentada en la cama grande. Las dos mirándome y dibujando una sonrisa en sus caras. Yo me dirigí al ropero y empecé a tomar la ropa que me iba poniendo. Cuando ya estaba por concluir, volvió Silvia. Estaba perfectamente peinada hacia atrás. Y su largo pelo, recogido en una cola de caballo, con una colita elástica y una cinta roja con un moño y su extremos colgando. La miré y estaba aún, mas hermosa. Fue hasta la cama grande, donde estaba extendido un vestido. Lo tomó y se lo puso por la cabeza. Era rojo, brilloso, tenia una manguitas cortas, un escote importante y terminaba cuatro o cinco dedos extendidos, antes de llegar a las rodillas. Me miró y me dijo: “Como me queda?”. “Maravilloso” le devolví. “Lo había comprado hace mucho tiempo y nunca encontré la ocasión para estrenarlo”. La niñas, también le dijeron que le quedaba hermoso.
Yo terminé de subirme el pantalón. Metí la camisa blanca por dentro, me lo prendí y lo ajusté con un cinturón. Me agaché para ponerme las medias y luego los zapatos. Miré a la puerta del ropero, de donde colgaban las corbatas y las volví a mirar a ellas. “No, no está para corbata”, dije. Luci tenía un blusa blanca, con botones delante y una pollerita a cuadritos, donde se destacaban los colores verde y rojo, con algunos tonos de ocre y azul. Las tres, tenían puestas sandalias. Las volví a mirar y les dije: “Estamos prontos?” “Si, Tío” respondieron las nenas. “Yo tengo que terminar de ordenar el baño” dijo mi hermana. “Eso cuando volvamos” respondí yo. “Vamos, no se imaginan la buena noticia que tengo para darles”. “Vamos, vamos, vamos” dijeron las nenas y los cuatro emprendimos la marcha hacia la sala.
Silvia tomó un sobre plateado, donde llevaba no se que. Yo busque en el saco, que había dejado sobre el sillón, mis documentos y mi billetera. Y sobre la mesa, estaban las llaves del auto y las del apartamento. “Vamos, … a conquistar la noche, que ya es nuestra” les dije a manera de consigna y Floppy, lanzó: “Vamos, … que el Tío está a punto de enloquecer”. Todos nos reímos y empezamos a salir. Yo quedé último, para cerrar la puerta y pasar la segunda llave.
Ya en el auto, tomamos las posiciones que ya eran propias de aquella cuaterna familiar. Yo conducía, Silvia adelante, al lado mío, y las nenas atrás. Floppy de mi lado y Luci del lado de la mamá. Tomé mi teléfono y busqué entre los contactos. Leí: “Resto PuertoYatch”. Puse a llamar y se lo pasé a Silvia. “Te van a atender por nuestro apellido” le dije. “Pedile una mesa para cuatro, dos mayores y dos niñas”. Efectivamente al atenderla, sentí que del otro lado le decían: “Buenas noches, Señor Mariani”. Silvia contestó: “Buenas noches. La Señora, habla. Quería pedir una mesa para cuatro. Los dos mayores y las dos nenas?” Del otro lado de la comunicación, se escucho: “Perdón, Señora. Si, ya nos ponemos a prepararla. En cuanto estarán por acá?” Silvia me miró y yo le dije: “20 minutos”. Silvia repitió: “20 minutos”. Su interlocutor, dijo: “Los estaremos esperando, Señora Mariani”. “Gracias”, dijo Silvia y cortó.
Efectivamente, en veinte minutos, estuvimos en el restaurant del Yatch Club. Al llegar, y para justo delante de la puerta, un señor se acercó. Esperó que se destrabaran las puertas y abrió primero la de adelante. Extendió su mano para ayudar a Silvia a bajar. Antes de cerrarla, abrió la puerta de atrás. Y ayudo ahora a Luci. Yo abrí mi puerta y bajé dejándola abierta. Abrí la de atrás y tomé la mano de Floppy para que bajara. El Señor que las asistió a ellas, cerró las puertas de aquel lado. Pasó por detrás del coche. Me estendió la mano para saludarnos. “Buenas noches”. “Buenas noches, Señor Mariani”, me respondió. Y mientras nosotros ibamos con Floppy al encuentro de Silvia y Luci, el señor cerraba la puerta de atrás, de mi lado y se metía en el auto para llevarlo al estacionamiento.
Al entrar al restaurant, nos recibí una moza. “Buenas noches, Señora Mariani” le dijo a Silvia. “Si me siguen, los llevo donde su mesa reservada”. “La seguimos”, le dije yo, en nombre de los cuatro. Caminamos diez metros y estuvimos delante de una muy prolija mesa. La moza, sacó una silla y luego la siguiente, del mismo lado. Luci pasó por detrás de Silvia y fue donde la moza. Yo me acerque a la silla de Silvia y ella se puso delante para que yo la terminara de ayudar a sentarse. La moza ayudó a sentarse a Floppy y yo me dirigí a mi silla, justo enfrente de Silvia. La moza tomó cuatro cartas y le entregó una Silvia, otra a mi, y luego una a cada niña.
Silvia y las nenas, eran de salir a comer afuera, pues mi cuñado está en una buena posición. Con altibajos económicos, pero gustos refinados. Solo que en los últimos tiempos, aquellas salidas, por el conflicto de la pareja, habían disminuido y sencillamente se habían cortado. Yo había venido algunas veces con mi jefe y algunos ejecutivos que nos circunstancialmente nos visitaban. No era un habitué, pero tampoco era la segunda o la tercera vez que venía. Además, por la relación de nuestra representación con el restaurant, ya me conocían.
Mientras miraba la carta, con atención noté un movimiento en el centro del salón y al levantar la vista, era mi jefe que venía hacia nosotros. Cuando quise ponerme de pié, Ruben ya estaba a un paso. “Quédense sentados” me dijo, dirigiéndose a los cuatro. “No sabía que vendría por acá”, dije yo. “Que problema hay”, me contestó. Yo lo miré y le dije: “Mi hermana Silvia, y mis sobrinas Luci y Floppy”. Miré a Silvia y le dije: “El Señor Ruben, es mi jefe”. Mi jefe le dio la mano a Silvia y miró a las niñas. “Que estén bien y tengan una muy linda cena” les dijo. Yo lo miré nuevamente y sonriente, le dije: “Tengo una muy buena noticia que transmitirle a mi hermana y mis sobrinitas y quise que el lugar fuera el mas apropiado”. El también sonrió y respondió: “Me parece una genial idea. Como muchas otras tuyas”. Yo miré a lo lejos, y estaba su Señora y sus hijos. Y pensé que sería correcto ir a saludarlos. Y cuando me iba a parar, mi jefe me dijo: “Quédate tranquilo. Disfruta de tu hermana y tus sobrinas. Yo le transmito tus saludos a mi familia. Que tengan una muy buena noche” repitió y se encaminó nuevamente a su mesa.
Nuestra cena transcurrió en armonía. Le conté a mi hermana y mis sobrinas que me estaban ofreciendo una oportunidad de crecimiento que implicaba irme a vivir a otro país. Casi sin pausa, les dije que podían ir conmigo. Y que tal vez lo único, sería conseguir el consentimiento de su padre. No te a tanto a mi hermana, como a mis sobrinas les gustaba la idea. Y mi hermana me dijo que mañana mismo se lo plantearía a mi cuñado. Habíamos comido mucho y muy bien. A diferencia de casi todas las noches, incluida la tarde que fuimos al parque, esta vez las niñas se mantenían atentas. Me hacían preguntas, una y la otra, sobre lo que les había contado. Y Silvia, lejos de sentirse triste, estaba por demás sonriente y conversaba, tanto con las niñas como conmigo.
Llamé a la moza, para ordenarle que me trajera la cuenta. Pero la sorpresa fue mayor, cuando ella me dijo que toda la cena ya estaba paga. “Como?” “Si, me dice mi jefe que Usted y su familia han sido invitados.”. No correspondía seguir insistiendo, por lo que tomé mi billetera, saque dinero y se lo mostré a la moza que quedaba como propina para ella. Y comenzamos a levantarnos para emprender la vuelta a casa. Mi jefe ya se había retirado. En cuanto llegamos a la puerta de salida, pude apreciar que nuestro auto ya venía desde el estacionamiento. El mismo señor que nos había recibido, fue quien abrió las puertas, primero de mi lado y luego del lado donde subirían Silvia y Luci. Yo tomé la mano de Floppy y cruzamos el auto por detrás para subirnos nosotros también.
Silvia bajó el vidrio de ella y yo me estiré para entregarle también al señor, una merecida propina y nos marchamos.
“Como pasaron mis amores?” pregunté sin referirme a ninguna de las tres en particular.
“Divino” dijo Silvia.
“Estuvo divertida la cena afuera”, le siguió Floppy.
“Gracias Tío. Pasamos muy lindo”, concluyó Luci.
“Muchas gracias”, reiteró mi hermana.
“Gracias a Ustedes, por llenarme de alegría”, le dije.
No era muy tarde, pero el día de la semana, no ofrecía demasiado tránsito, por lo que prontamente estuvimos en nuestro hogar. En cuanto entramos al departamento, la mamá dijo a las niñas: “Beso al Tío. Se van al cuarto y se sacan la ropa y la dejan ordenada sobre la cama grande y se acuestan.” Mis sobrinas eran muy obedientes y le hicieron caso a mi hermana. Yo me senté en el sillón largo y Silvia se fue al baño, donde habíamos dejado un gran desorden. Básicamente, ropa tirada en el piso. Yo seguía con mi cabeza, trabajando todos y cada unos de los detalles de la oferta laboral de mi jefe, que acababa de comunicar a mi hermana y sobrinas.
Sin darme vuelta, sentí que Silvia había salido del baño y se había metido en la habitación. Terminó de hacerles algunas indicaciones a las nenas y todo quedó en un absoluto silencio. Había sido un largo día, pero cargado de importantes noticias. Sin llegar a dormirme, me había lanzado para atrás y había cerrado los ojos. Por detrás mio, las manos de Silvia tomaron mi cara y su boca besó la mía.
“Cómo estás?” dijo ella. “Muy cansado?”.
“No. Estoy bien. Feliz. Lo que pasa es que mi cabeza vuela mas lejos que mi cuerpo”.
“Todo va a salir bien, mi amor”, siguió Silvia.
“No tengas dudas”, completé yo.
“Quieres irte a dormir?, me preguntó.
“Si, vamos. Mañana hay que madrugar para llevar a las nenas al Colegio e irme a trabajar”.
“Vamos, amor, vamos”, concluyó mi hermana.
Y así, nos tomamos de las manos, nos abrazamos y empezamos a caminar hacia la habitación. Silvia me dijo que iba al baño y yo fui directo a nuestro cuarto. Las niñas, no estaban dormidas aún. Y me vieron cuando entré. Yo comencé a quitarme la ropa. Antes de terminar de hacerlo, entró mi hermana. También se dio cuenta que las niñas no dormían pero nada les dijo al respecto. Silvia se quitó el vestido, casi de la misma forma como se lo había puesto y en un muy breve movimiento. Yo quedé solamente con mi boxer y fui al baño, para orinar.
Cuando retorné, Silvia ya estaba acostada, como siempre en la cama grande. La veladora estaba encendida. Me acerqué a cada niña y les dí un besito y también me acosté. Silvia estaba cubierta por la sábana y una manta, pero al meterme yo en la cama, me dí cuenta que no tenía corpiño, tampoco babydoll y solamente la bombacha. Cuando besé a las niñas y les extendí las sabanas y manta, también me pareció que no tenían sus habituales pijamas, pero no estaba totalmente seguro. Me terminé de acostar y por la nueva disposición del cuarto, la veladora había quedado contra la pared, del lado donde dormía Silvia. Ella sería la encargada de apagar la luz. Hubo un silencio y de pronto, habló mi hermana. “Amor”, dijo refiriéndose a mi, “creo que las niñas quieren hacerte un pedido”. “Un pedido? Cuál?”, dije yo. Y esta vez fue Luci quien habló. “Podemos ir un ratito a la cama grande, con Ustedes?”. Yo la miré a Silvia y con una sonrisa cómplice, me movió la cabeza de arriba hacia abajo, dando la aceptación. “Si”, les dije yo.
Primero se paró Luci y luego Floppy y se vinieron. Entre Silvia y yo, se acostó Floppy y de mi lado Luci. “Gracias, Tío”, me dijo mi sobrina mayor. Se acostó y empezó a hacerme caricias. Yo también les hacia caricias a ellas. Y Silvia lo hacía con Floppy. Mi excitación se puso en marcha y rápidamente pude darme cuenta que mi pija estaba al palo otra vez. Luci empezó a pasarme su suave mano, primero por el pecho, pero luego fue bajando, pasó mi panzita, mi ombligo y llegó hasta mi pija. La tocó por sobre el boxer y después metió su mano y lo toco para finalmente agarrarlo. Mientras yo le acariciaba la espalda a Luci y llegaba hasta su colita, todavía con la bombacha chiquita que solían usar. Floppy estaba acostada boca arriba y con mi otra mano, acariciaba sus pechitos, su barriguita y llegaba hasta la conchita. También las manos de Silvia, le hacían caricias a Florencia. Y Floppy me acariciaba a mi. Todo esto por debajo de las sábanas y mantas que aún nos cubrían. Yo seguía acostado boca arriba, mas o menos del medio de la cama hacia la cama de las nenas. Luci, fue metiendo por la cabeza por debajo de las sábanas y se dirigía a mi pija, a la vez que empezaba a acostarse encima mio, pero boca hacia abajo.
Cuando llegó con su cara y su boca hasta donde mi pija, se terminó de acostar sobre mi. Agarró la pija con sus dos manos y la empezó a besar y pasarle la lengua. Su conchita estaba sobre mi pecho y abría algo las piernitas para no ponerlas sobre mi cara. Aunque ella ya había tomado mi pija con sus manos, yo estiré las mias y me bajé algo más el boxer. Cuando volví con mis manos, le bajé su bombachita. Ahí me incorporé. Sus piernas, sobre mis hombros, la inclinaban lijeramente y le empecé a lamer su conchita y también su cola. Abría lo suficiente sus piernas para pasar entre ellas. Floppy empezó a hacer lo mismo que Luci, pero sobre su madre. Se metió bajo las sabana y fué hasta su concha y se extendió sobre Silvia. Yo tomé las sábanas y las mantas y las largué hacia los pies de la cama. También Silvia se incorporó y empezó a chupara la conchita de Floppy, que le correspondía chupándole la concha a la madre. También Silvia se había bajado su bombacha. Mientras yo chupaba la conchita de Luci con mi mano tocaba la cabeza de Silvia y la colita de Floppy. Luci me chupaba la pija con una genialidad que solo podría haber aprendido por instrucción de Silvia. Poco a poco, me empezó a pajear. No lo hacía como lo había hecho su madre, pero tampoco a mi me faltaba demasiado para terminar de acabarme. Luci era todo delicadeza. Pasaba la lengua por la cabeza de mi pija, se la mentía en la boca, la sacaba y me pajeaba.
Y volvía a repetir todo esto. Volvimos a acostarnos los dos, boca hacia arriba, con Silvia y nos tomamos de la mano. Nos miramos. La cara de Silvia era de absoluto placer. Y la mía sería igual. Silvia me preguntó cuanto me faltaba. “Casi nada”, le dije. Silvia le tocó la cola a Floppy y le dije que fuera con Luci. Luci estiro su mano y la acercó a Floppy a ella y a mi pija. Yo me agarré la pija y la presioné. Luci y Floppy se arrodillaron sobre la cama y se pusieron frente a mi, una a cada lado. Silvia también de arrodillada sobre la cama se puso en mi espalda, ahora que yo me había sentado en la cama. Silvia me apoyaba las tetas en mi espalda y con su manos me acariciaba el pecho. Yo me pejee un poco mas y me apreté la pija. Silvia se dio cuenta que estaba para acabar. “Acércate un poquito a la pija, Luci. Y abrí la boca.” Yo solté un chorro de leche, entre su boca, sus labios, sus mejillas. Luci me miró a la cara, saboreó la leche y se pasó la lengua por los labios. Algunos restitos de leche, había todavía en su cara. “Ahora vos”, le dijo Silvia a Floppy y esta hizo lo mismo que su hermana.
Yo afloje mi pija y otro chorro entró en su boca y bañó algo de su cara. Floppy también mi miró y saboreó la leche. Silvia me abrazó fuerte y me beso en el cuello. Yo torcí algo mi cara y le dije casi al oído: “Y la mamita?”. Ella me dijo: “ahora no. Es de ellas”. Y siguió: “Tienes mas?”. “Si”, le contesté. Ella le dijo a Luci si quería chupar de vuelta y Luci dijo que si y se acercó otra vez. Yo hice lo mismo. Solté un chorro, primero sobre Luci y luego otro sobre Floppy. Ellas se vinieron hacia mi y me abrazaron. Las nenas por delante y la mamí por detrás. Era algo hermoso. Silvia las miró y les dijo: “les gustó?”. Ellas la miraron y moviendo la cabeza, les dijeron que si. Nos seguimos haciendo unas caricias más, todos a todos. Luego Silvia le dijo: “Y ahora?” Luci contestó: “Ahora a dormir”. Me dieron un beso cada una y se fueron hacia su cama. Pero Silvia les dijo, vengan conmigo al baño, un momento. Cuando estaban en el baño, sentí que les dijo, lávense la cara y enjuáguense la boca. Luego les dijo que se secaran, la cara y se fueran a acostar. Las niñas lo hicieron. Yo me volví a acostar y Silvia vino a acostarse también y apagó la luz. Nos tapamos, nos volvimos a abrazar y nos dormimos.
(continuará)
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