La relación con mi hermana y mis sobrinas (VII)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por jacosta.
Por la actividad deportiva de las nenas, Silvia había empezado a tener una actividad dirigencial dentro del Club y había estrechado vínculos con otra mamá, casualmente, también separada de su esposo. Algunas veces, se reunían en casa, para planificar acciones, antes de llevarlas a la Comisión Directiva, en el Club. Si yo llegaba y Florencia (la amiga de Silvia), estaba en casa, nos comportábamos como verdaderos hermanos que eramos. Además, que muchas veces, incluso en la intimidad, yo le decía a Silvia hermanita y ella a mi, hermanito.
Silvia me contó, que Florencia (su amiga) le había confesado que yo le gustaba. Y ella le insistía para que le entregara a su hermano. Pero Silvia, siempre salía con que ella era muy celosa, de su hermano y que las niñas, lo eran mucho más, de su tío. También me contó mi hermana que Florencia era muy calentona y que por las relaciones de su ex-esposo y algunas costumbres propias del país, le resultaba muy difícil tener pareja. Además, que sus 2 hijas y su hijo varón, también la celaban. Otra de las cosas que Silvia me había contado, fue que una vez le insinuó alguna tendencia hacia el lesbianismo. “No se. No me animo, pero creo que me encantaría estar con una mujer. A ti, nunca te pasó”, esas fueron las palabras de Florencia a Silvia. “No, nunca me lo plantee. Ni lo deseo, ni lo descarto”, le contestó Silvia. En verdad, mi hermana prefería acostarse con Florencia, antes que entregarle a su hermano-esposo.
Silvia y Florencia tenían una relación muy estrecha. Se reunían por lo menos dos veces a la semana, en nuestra casa o en la de ella. Y se veían en el Club, día por medio y a veces, dos y tres días seguidos. Cuando las nenas y el hijo de Florencia se iban con su padre, cosa que sucedía fin de semana por medio, Florencia pasaba en casa, y solo se iba a la noche a dormir a la suya.
En una oportunidad, Jorge el ex esposo de Silvia, le comunicó que estaría unos días de vacaciones en Acapulco, México. Y pidió poder llevar a las nenas, a lo que Silvia respondió que no tendría problemas. Por los vínculos que yo tenía con la aerolínea nacional, la ejecutiva de cuenta que me atendía, me aseguró que las niñas podrían viajar solas a Acapulco, bajo la tutela del Comandante y ser entregadas directamente al padre. Y así lo hicimos. Las niñas viajarían en el mediodía del jueves, y regresarían el miércoles siguiente. Aunque perderían unos días de clases y de actividad deportiva, se justificaba que estuvieran con su padre. Casualmente, ese fin de semana, los niños de Florencia, estarían con su padre.
Ese viernes, cuando salí de la oficina llamé a Silvia desde el coche.
Hola, hernanito. Cómo estás?, dijo ella al atender.
Hola. Ya estoy en viaje. Si quieres, te invito al cine y comer afuera, le propuse, aprovechando que estábamos solos.
Está Florencia, conmigo. Le podemos extender la invitación?
Si, claro. No hay problemas.
Dale. Te esperamos.
Mas de una vez, fuimos a cenar con Florencia, pero con nuestras niñas o las nuestras y sus hijas e hijo. Pero esta vez, no estaban los chicos. Era una mujer educada, interesante y con la que se podía sostener una conversación entretenida. También ella se había quedado a cenar en casa y un par de veces, Silvia le decía que me quería mucho, a pesar de mi homosexualidad. Cosa que no era cierta, pero que a Silvia le divertía y a Florencia, le intrigaba. Un hombre joven, que elija vivir con su hermana y sus sobrinas, por más que esté en el exterior, lleva a la especulación. Pero la realidad era que yo no era homosexual.
Mi oficina quedaba en el centro de la ciudad y mi casa, en las afueras. Y el viernes, al caer la tarde, el transito se hacía algo pesado. Pero de todas formas, una media hora después del llamado, estaba llegando. Silvia y Florencia estaban en el living, con algunas carpetas y papeles sobre la mesa ratona. Yo llegué y las saludé a ambas y me quedé conversando. Hasta que les pregunté:
A que hora nos iremos? Yo todavía me tengo que dar un baño, les dije.
“Nosotras ya terminamos. Voy a buscar algo para prestarle a Flo. Dice que así esta muy chula, para salir contigo”. Fueron las palabras de Silvia y tomándola de la mano, se la llevó.
“Bueno, yo también subo a bañarme”, le dije.
“Espérame un poco. Porque yo tengo ropa en mi habitación, pero también en la tuya. Y lo que creo que le va a Flo, está en la tuya”, dijo Silvia, como justificando que la ropa estaba en la habitación “matrimonial”.
“Es que tienes tanta ropa, que no entra en una sola habitación. En un tiempo, tampoco entrará en una sola casa”, le dije yo, y reímos los tres. “Vayan, vayan y me avisan cuando hayan terminado”.
Encendí la televisión y me puse a recorrer, control remoto mediante, todos los canales. Busqué algo de noticias, deportes, entretenimientos. Hasta que sentí la voz de Silvia. “Subí cuando quieras. Nosotras estaremos en mi baño, no vayas a entrar. Usa el de tú habitación.” “Claro, eso haré”, le respondí y me fui a mi cuarto.
Unos minutos mas tarde, yo me bañé, me vestí y bajé a la sala. Tenía un pantalón de gabardina, de color negro y una camisa blanca, sin corbata. En la mano, traje un saco sport, color negro que dejé en el perchero. La televisión había quedado encendida y seguí mirando. Poco después, bajaron Silvia y Florencia. Las dos vestían polleras, por encima de la rodilla. La de Silvia era una roja con bolados de puntilla, blancos. La de su amiga, también de fondo rojo pero estampada con rayas horizontales y verticales, verdes las más gruesas, azules y ocres las que le seguían en grosor descendiente. Silvia tenía una blusa negra y Flo una blanca, donde transparentaba el corpiño negro. Ambas tenían zapatos de taco. Y unos sobres de mano, que hacían juego con su ropa. Vestían muy elegantes.
Ustedes van a salir conmigo o me dejaron afuera?, les pregunté.
Vamos contigo, hermanito. Tu, también estás muy bonito.
Si, estás muy elegante, me dijo también Florencia.
Y tú, estás preciosa. Espero que no te conquistes a alguno y nos dejes solos.
No, eso no pasará, acotó ella.
Bueno, cuando Ustedes digan, nos podemos ir?, pregunté yo.
Si, nos vamos, nos vamos, dijo Silvia y comenzamos a salir.
Ya en el coche, Silvia fue delante y Florencia detrás. A través del espejo retrovisor interno, podía verla y lucía maravillosa. Con un escote, por demás tentador. Primero fuimos al cine, a ver una historia de amor juvenil, que sin ser porno, tenía algunas escenas subidas de tono. Silvia se sentó en el medio y nosotros a sus lados. Casi dos horas después, salimos del cine y fuimos a un restaurant de buen nivel y poca asistencia, cuyas reservas había hecho Silvia desde el móvil, cuando íbamos camino al cine.
Empezamos con una entrada de frutos del mar, quesos y jamón crudo, acompañándolo con whisky para los tres. Luego vinieron las carnes asadas y pasamos a tomar vino tinto. La cena fue por demás agradable. No faltaron las bromas de Silvia, en relación a mi supuesta homosexualidad. Florencia tomaba vino, cuando iba a casa, pero no se si estaba acostumbrada a tanto como lo hacía esa noche. Luego llegó el postre, helados almendrados, con un chorro de cogñac.
El café lo tomamos acá o en nuestra casa?, le pregunté a Silvia.
Mejor en casa, respondió mi hermana. La llevamos a Florencia por que la invité a quedarse.
Bueno, dije yo. Y llamé al mozo, para pedir la cuenta.
Del restaurant nos fuimos a casa. Y tuve la leve impresión que Florencia había tomado de más, pero no al punto de hacer papelones. Reía mucho, pero sin perder la clase que tenía. Y Silvia también hacía gracias. Tanto en la cena, como en el viaje de vuelta a nuestra casa, la conversación fue por diferentes temas. En el restaurant, había una mesa cercana donde cenaban cuatro hombres jóvenes y Silvia dijo que uno de ellos la miraba a Florencia y otro me miraba a mi. Yo le dije: “por suerte, ninguno te mira a ti, que eres lesbiana” y Flo se rió mucho.
Cuando llegamos a casa, Florencia y yo nos sentamos en el sillón largo, uno en cada extremo y Silvia fue por el café. A traerlo, simulaba ser la sirvienta, y que nosotros eramos los amos de casa. Dejó la bandeja con los pocillos en la mesa, le pasó uno a Flo, me dió uno a mi y dejó el suyo, delante de uno de los sillones chicos. Luego, siguiendo con la broma, dijo: “Necesitan algo más? Me puedo retirar?”. “Si, vaya. Esté atenta, cualquier cosa, la llamo”, le dije yo. Ella se dio vuelta, tiró el cuerpo y la cabeza para adelante, sacando cola y se levantó la pollera, mostrando que no tenía la tanga puesta. Flo y yo, reímos. “Vaya, vaya”, le dije yo. Y la próxima vez, no olvide ponerse la ropa interior. Silvia se sentó en el sillón donde había dejado su pocillo, y su pollera dejaba ver bien las piernas y algo su entrepierna. Luego del café, seguimos conversando y haciendo bromas. Mas tarde, fui al bar y traje una botella de whisky con tres vaso y un copon con hielo. Ofrecí y las dos aceptaron. Luego, Florencia seguía en el sillón largo pero no tan en el extremo y yo sin estar pegado a ella, estaba mas cerca. En un momento de la conversación, Flo que acostumbraba a mover las manos mientras hablaba, puso su mano sobre mi pierna. Y sumado a que ya estaba excitado porque mi hermana entrecruzaba las piernas y me dejaba ver o me insinuaba su conchita, yo estaba a punto de estallar.
En un momento fui al baño, saqué la pija para orinar y la cabeza tenía un manto de semen mal distribuido. Luego de mear, me seque y me limpie la pija con el papel higiénico, me lavé las manos y volví donde las mujeres. Al pasar por la cocina, recogí más hielo, para los whisky. Cuando aparecí en el living, Florencia seguía sentada en el sillón, pero Silvia estaba delante y enfrentada a ella, sobre la mesa ratona. Mi hermana tenía su pollera totalmente levantada, sus piernas abiertas y su blusa desprendida. Y ya no tenía le corpiño puesto. Florencia, estaba tirada sobre su concha, acariciando sus muslos. Al notar mi presencia, nada hizo cambiar su actitud. Yo volví a servir los vasos con whisky y les puse hielo y me senté en donde estaba antes de ir al baño. Silvia se corrió muy poco, para quedar delante nuestro, en medio de Florencia y de mi. Nuestra visitante siguió pasando la lengua por la conchita de Silvia y mi hermana comenzó a desprenderme la camisa, a la vez que acariciaba mi pecho. Luego me largué para atrás y Silvia terminó de abrir mi pantalón y sacar la pija. Después envolvió un buen mechón del pelo de Florencia en su mano y le levantó la cabeza. La cara de Flo estaba húmeda, por la temperatura y los sudores de la concha de Silvia. Pero igual Silvia la beso en la boca. Cuando la volvió a alejar, ahora de su boca, tirando de su pelo, le dijo: “Ahí tienes a mi hermano. Hazlo tuyo. Quitale esa maldita homosexualidad que lleva dentro.”
Flo vino sobre mi pija y la comenzó a mamar de un modo extraordinario. Le pasó la lengua por la cabeza, la recorrió a lo largo y llegó hasta mis huevos. Volvió sobre la cabeza y se la metió en la boca y la mandó hasta el fondo, autoprovocandose fuertes arcadas. Después la metía y la sacaba, una y otra vez. Yo me acosté a lo largo del sillón y Florencia se puso en cuatro, enfrentada a mi, en el otro extremo, sin dejar de chuparme la pija. Silvia fue por su cola, le quitó la tanga y le empezó a lamer, siguiendo hasta su conchita. Silvia iba ordenando las acciones. Comenzó a palmear la cola de Flo, primero suavemente y luego más fuerte. Flo gritó. Silvia le dijo: “Ahora dale de tu concha, a mi hermano le gustará.” Yo me terminé de quitar la camisa y me acosté a lo largo del sillón y Silvia puso a Florencia con su concha sobre mi cara. “Chupa hermano, chupa esa concha, como solo tú sabes chupar conchas”. Flo la miró y juntas se rieron. Silvia se sentó sobre mi pija, detrás de Florencia, le terminó de quitar la blusa y apoyando su tetas en la espalda del Florencia, pasó sus brazos por debajo de los de Flo, para tocarle sus tetas. Yo empecé a lenguetear la concha de Flo, sin terminar de apoyar mi boca sobre su concha. Así le gustaba a Silvia, a la vez que le daba bronca y la excitaba. Florencia presionaba hacia abajo, para apretar mi cabeza sobre el sillón y que yo mantuviera mi boca sobre su concha. Entonces empecé a recorrer con mi lengua su rayita, para luego penetrar su cavidad y llegar hasta su clítoris. Florencia gemía, gritaba. Silvia le decía: “Estás gozando, putita. Estas gozando”. Flo le respondía: “Como hacía mucho tiempo no me pasaba”. Silvia seguía refregando mi pija, y manoseando las tetas de Florencia. Yo metí toda mi lengua en la concha de Flo, tomé sus nalgas con mis manos y empecé a trabajar, como Silvia me dijo que solo yo, sabía hacerlo. Silvia seguía hablando, y regenteando al trió. Florencia empezó a temblar y contorsionar todo su cuerpo. Yo seguía chupando y revolviendo su concha y su clítoris, con mi lengua. Hasta que Florencia acabó con un torrente inmenso de leche. Inundó mi boca, bañó mi cara y algo de leche corrió hasta el sillón. Florencia gritó y se lanzó para atrás, donde la abrazó Silvia, torció su cabeza y mi hermana la esperó con su boca para besarla. Yo quedé bajo las dos, con mi cara empapada en aquella leche abundante y deliciosa.
Silvia la volvió a tomar por los pelos y la empezó a levantar. “Te gustó, putita?. Te gustó la chupada de mi hermanito?”. “Me encantó, me volvió loca”, contestó Flo. Y comenzó a caminar Silvia, llevando del pelo a Flo. Ven, hermanito. Ven con nosotras. Ellas y yo, ya estábamos totalmente desnudos. Yo tomé un vaso, la botella de whisky y el copón de hielo. Mi hermana empezó a subir la escalera. Flo la seguía. Y yo iba más atrás. Ella entraron en mi habitación y yo también. Silvia empujó a Flo sobre la cama y esta se acostó boca arriba, Silvia le abrió los brazos y las piernas. Le empezó a hacer caricias, muy suaves y muy dulces. Luego fue y se sentó sobre su cabeza, sin terminar de apoyar su cola sobre la cara de Flo. Silvia quedó mirando hacia los pies de Flo, viéndome a mi. Yo empecé a acariciarles las piernas a Flo y baje con mi cara hasta la concha, para darle besitos. Silvia apoyó su concha sobre la cara de Florencia. Ella seguía boca arriba. Yo seguí besando y chupando la concha de Flo. Florencia empezó a chuparle la concha a Silvia yo empecé a meterle los dedos en la concha. Luego levanté sus piernas y también busqué el hoyito de su cola y también le metí mis dedos. Flo se contorcionaba. Y Silvia la volvía a estimular con sus palabras. “Te gusta, putita. Como te gustan estos hermanitos. Verdad?” Flo dejó un instante de chupar la concha de Silvia y dijo: “Si, los amo. Los amo a los dos”.
Silvia se levantó y si hizo a un lado. “Dale, hermanito. Cógela, cógela que te está pidiendo a gritos que lo haga”. Flo miró a Silvia, me miró a mi y me dijo: “Cógeme, hazle caso a tu hermanita. Cógeme, hazme tuya”. Y yo me acosté sobre ella. Flo agarró mi pija y se la empezó a meter. Su concha estaba por demás lubricada. Entre sus jugos, mi saliva, la transpiración, todo era muy fácilmente deslizable. Mi pija entró en su concha y los dos empezamos a movernos. Yo masajeaba sus tetas y ella acariciaba mi espalda. Silvia se arrodilló al costado de la cama, a disfrutar de aquella cogida, sin dejar de hacer sus arengas. “Te gusta, putita. Como te gusta.” Flo la miraba y le mostraba su cara de satisfacción. Yo no dejaba de cogerla a Flo. Ella no dejaba de gozar. Silvia me miró y me dijo: “Le vas a acabar”. Yo le dije que si. Flo la miró a Silvia y le dijo: “Déjalo. Que me acabe todo adentro. Eso quiero.” En segundos me vine, y llene su concha con mi semen. Florencia me abrazó fuerte y me llevó hacia ella. Silvia me empezó a acariciar la espalda, llegando hasta mi cola. Poco a poco, nos fuimos separando. Nos sentamos sobre la cama, sin dejarnos de hacer caricias mutuas, yo a ellas y ellas entre si y a mi.
Yo fui por un vaso, le puse hielo y lo cargue de whisky. Vine y lo fuimos pasando. Florencia tomó un gran trago, Silvia otro y finalmente volvió el vaso a mi. Silvia preguntó a Flo, como estaba, como se sentía. Florencia respondió: Feliz. Feliz, como hacía mucho tiempo no estaba. Gracias amiga, por esto, le dijo mirando al Silvia. Gracias amigo, por esto, me dijo mirándome a mi. “Hazte a un lado” le dijo Silvia a Florencia y ella se arrodilló al costado de la cama. Silvia me acostó sobre la cama, con mi cara hacia arriba. Y le siguió hablando a Florencia. “Amiga, tu eres mi mejor amiga. Tu me pediste a mi hermano y yo te lo entregué. Tu me confesaste tus deseos lésbicos y yo te los hice realidad. Ahora tu tienes que conocer una confesión que nadie sabe, de las puertas de esta casa para afuera”.
Y Silvia se fue sentando sobre mi pija y me empezó a acariciar el pecho, en tanto la tomaba por la cintura. “Mi hermanito no es homosexual, como yo te dije, haciendo bromas. Mi hermanito es también mi esposo”. Florencia la miraba y no salía de su asombro, a la vez que se sonreía. Silvia tomó mi pija con su mano y la aproximó a su conchita. Y comenzó a cabalgar sobre mi. “Cógeme hermanito, cógeme como solo tu sabes hacerlo.” Y volviendo a mirar a Flo, le dijo: “Nunca le contarás esto a nadie. Nunca jamás, a absolutamente nadie. Porque me perderás para siempre, como tu amiga”. “No Silvia, quédate tranquila que nunca nadie lo sabrá por mi parte”. Y yo seguí cogiendo a Silvia, hasta que los dos acabamos juntos, como casi siempre lo hacíamos. Silvia se acostó sobre mi. Y tomó la mano de Flo, y ella con la otra mano, me volvió a hacer caricias. Yo les devolví con caricias y mimos a una y otra. Yo me corrí, Silvia terminó de abrir las sábanas y mantas de la cama y los tres nos metimos dentro. Yo me acosté al medio, con mis dos mujeres a los costados. Ellas me tocaban a mi y se tocaban entre ellas.
Silvia le volví a preguntar a Florencia, como estaba y como había pasado. Flo le contestó. “Estoy muy bien, me están haciendo pasar hermoso. Yo les aseguro que guardaré el silencio. Pero Ustedes deben asegurarme que esta no fue la única vez.” Silvia habló y dijo: “Yo creo que no. Verdad, hermanito, que no será la única vez?”.
(continuará).
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