La sopresa de la abuela
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por tila_ra9.
Ya habían pasado varios meses desde la primera vez que follé con mi madre, incluso había comprado una cama de matrimonio para estar juntos por las noches. Aún recuerdo el estreno que le dimos aquel día.
Mi madre había puesto como excusa para comprar aquella cama el poco espacio que había en la habitación, con una sola podríamos tener más espacio alrededor de la cama. Y era verdad, había más espacio a nuestro alrededor, pero menos espacio entre nuestros sexos que siempre estaban deseando rozarse el uno contra el otro.
Ella se había acostado con el camisón de siempre y yo dormía con el pantalón de mi pijama. Estábamos de lado mirándonos. Su cara era preciosa. Puse una mano en su muslo y subí la tela del camisón hasta sentir su piel. Acariciaba su muslo y acerqué mi boca para besarla. Me causaba un tremendo placer sentir su lengua dentro de mi boca, jugando con la mía. Subí mi mano por su muslo y la colé por debajo de la tela hasta tocar su redondo culo. Mi polla se puso erecta al comprobar que no tenía bragas, estaba preparada para tener sexo.
Una de sus manos bajó por mi pecho y se metió por dentro de mi pijama. Una sonrisa se dibujó en su cara al comprobar que yo no tenía calzoncillos y que el pantalón era lo único que impedía que mi polla buscara su maduro coño. Empezó a acariciar toda la longitud de mi sexo. Nuestras bocas volvían a unirse en un largo y apasionado beso.
Me separé un poco de ella y me quité los pantalones, mi polla estaba dispuesta a satisfacer todos sus deseos. Ella se colocó boca arriba y volví a besarla. Con la mano le subí el camisón hasta la barriga, acaricié su vientre y sentí el suave tacto de los pelos que custodiaban su húmeda y caliente entrada al placer. Sus piernas se abrieron un poco para permitirme que tocara su intimidad. Así fue como mis dedos separaron los labios que mantenían sellada su vagina. Sentí como los flujos empezaban a emanar cuando dos de mis dedos la acariciaban por dentro, buscando su clítoris para darle placer y encontrándolo duro y erecto.
Besé su cuello y me disponía a bajar por su cuerpo para comerle su maduro coño, pero sus manos agarraron mi cabeza y me forzaron a seguir besándola para jugar con nuestras lenguas.
Mi polla descansaba en su costado y me coloqué sobre ella. Sus piernas se abrieron más para recibirme… nuestros sexos volvían a tocarse como en las noches anteriores. Moví mis caderas y podía sentir como mi polla se deslizaba a lo largo de su raja, mojándome y poniéndome más dura la polla. Nuestras lenguas no paraban de jugar.
Me moví para intentar penetrarla, pero mi polla se pasó de su destino y cayó por debajo de su raja, sin duda le había tocado su ano con la punta de mi polla pues dio un pequeño respingo al sentir la presión. Me moví de nuevo e intenté apuntar. Sentí el calor de su interior en mi glande y empecé a empujar. ¡Ahora si la estaba penetrando!
Sentí como sus labios envolvían mi polla y poco a poco iba entrando. Metía un poco y sus manos apretaban sobre mi espalda sin dejar que nuestras bocas se separaran. Como si mi polla fuera un ariete, lo hacía retroceder un poco para clavársela un poco más, de nuevo su abrazo de placer. Poco a poco la iba invadiendo más y su boca permaneció abierta mientras yo metía mi lengua y mi polla en ella. Sentía el calor de su respiración entrecortada; el calor de sus flujos que salían. Estaba gozando y yo gozaba de su maduro cuerpo. Un último empujón de mis caderas, el más fuerte de todos y mi polla se hundió por completo en ella. Su cuello se echó atrás y su cabeza se clavó en la almohada, su boca abierta y sus ojos cerrados me indicaban que estaba conteniendo un gran gemido de placer que no podía liberal.
De nuevo retiré mi polla hasta que sentí que mi glande quedaba en su entrada, esperé y sus ojos miraron a los míos, esperando más placer. La besé de nuevo en la boca y hundí fuertemente mi polla en su vagina. Sentí como su cuerpo se tensaba de nuevo y como quería gemir de placer, pero mi boca no la dejaba emitir sonidos.
Agarré su pelo por la nuca con una mano y tiré, forzándola a doblar el cuello hacia atrás para dejar su cuello al descubierto para que mi boca lo mordiera. Gruñía levemente mientras mis dientes la mordisqueaban y mi polla enloquecida entraba y salía de su mojado coño. Estaba enloquecido al tener a mi madre bajo mi cuerpo, retorciéndose de placer, intentando no emitir sus gemidos, clavando sus uñas en mi cuerpo, acariciando todo mi cuerpo que se movía para darle todo el placer posible… y sentí como sus piernas se convulsionaban al tener aquel gran orgasmo, pero no paré, seguí castigándola sin parar de penetrarla.
No pude aguantar mucho y sentí que me iba a correr. No alcancé más de dos o tres penetraciones y tuve que sacar mi polla de su interior. Torpemente me puse de rodillas sobre ella, mientras salió el primer chorro de semen que cayó por algún lado. Agarré mi polla y la apunté hacia ella que me esperaba con la boca abierta. La agité y otro chorro salió para caer sobre su cara, su lengua esperaba mi leche y el tercero pude acertar a depositarlo allí.
Ella se movió hacia abajo hasta que mi polla estuvo a su alcance y mi glande se perdió dentro. Mis piernas flaquearon al sentir como su boca succionaba para sacar todo mi semen. Acaricié su cabeza hasta que caí rendido a su lado. Nos abrazamos para dormir, sintiendo el mayor de los placeres que he sentido en mi vida, follar con mi madre.
Tiempo después, mi madre volvió a retomar una vieja amistad, una amiga de la juventud que se marchó cuando ellas tenían dieciocho años. Por lo visto se la encontró hacía una semana y habían quedado aquella tarde del sábado.
Mis tías Laura y Paula decidieron llevarme a la piscina y en casa quedarían mi madre y mi abuela Lucía. La vi durante unos instantes en los que mi madre nos presentó. Su nombre era Leticia, una rubia madura de hermosa cara y cuyos pechos eran extraordinarios, por lo menos en volumen que resaltaban dada su fina figura. Si poder evitarlo me asaltó el pensamiento de que sería impresionante verla desnuda y mi polla empezó a excitarse.
-¡Vamos campeón! – La voz de Laura me sacó de mis lujuriosos pensamientos.
Estaba en el césped de la piscina sentado y veía a mis tías que estaban juntos a mí. Sus cuerpos eran bonitos, Laura recostada de lado ofrecía una bonita imagen de su pubis y sus caderas. Paula estaba boca abajo y su redondo culo era el objetivo de mis ojos. Pero las tetas de Leticia eran impresionantes y me habían marcado… ¿Cómo sería tenerlas en las manos? ¿Cómo sería lamer sus pezones?
Pasó la tarde y ya estábamos de vuelta. Mis tías me devolvían a mi madre que estaba allí, sentada en el sillón junto a mi abuela. Y aquella vez fue la primera vez que me fijé en mi abuela como en una mujer. Tenía ya los cincuenta y uno y la verdad es que estaba bastante apetecible. "¡Dios Paco! ¡Deja de pensar así de todas las mujeres! ¡Te estás convirtiendo en un pervertido!" Pensé mientras miraba a mi alrededor y podía ver a las cuatro mujeres que me rodeaban.
-¡Paco, cariño! – Habló mi madre. – El lunes nos iremos a visitar a Leticia, no ha invitado a pasar el día a su casa de la sierra. Allí podrás bañarte en la piscina que tiene.
"¡La veré en bañador!" Pensé mientras miraba a todas las mujeres que había por mi casa.
-¡Voy a ducharme! – Dije pues sentía la necesidad de hacerme una paja por la excitación que estaba creciendo en mí.
Cogí ropa de mi habitación y me dirigí al baño. Allí estaba mi madre, sentada en el sillón. Deseé llamarla para follarla en la ducha, pero las demás mujeres impedían esto. Caminaba por el pasillo con la imagen de las tetas de Leticia en mi mente, pensando en poner mi polla en medio para que me hiciera una paja con ellas. Abrí la puerta del baño.
-¡Hola hijo, espera que acabe! – Mi abuela estaba de pie, con la falda levantada y las bragas a medio muslo.
No pude decir nada, ni siquiera fui capaz de reaccionar y salirme. Por el contrario me quedé mirándola. Era evidente que estaba mirando su coño. ¡No tenía ni un pelo! Paralizado por la visión del sexo de mi abuela y la excitación que aquello me produjo, permanecí parado en la puerta.
-¿Nunca has visto el sexo de una mujer? – Me preguntó mientras subía las bragas y aquella preciosidad desaparecía. – ¡Pues ya eres grandecito para saber cómo son! – Tenía una hermosa sonrisa en su boca.
-¿Qué haces ahí parado? – La voz de mi madre sonó a mis espaldas. – ¡Déjame entrar que quiero orinar!
-¡Es que me ha visto desnuda y se ha impresionado! – Dijo mi abuela.
-¡Mamá! – Contestó. – ¿Qué haces ahí?
-Acababa de orinar cuando me sorprendió tu hijo medio desnuda. – En ningún momento desapareció la sonrisa de su cara, se estaba divirtiendo con aquello. – ¡Parece que se ha impresionado con lo que ha visto! ¿No le enseñas nada a tu hijo?
Si mi abuela hubiera imaginado lo que mi madre me enseñaba casi todos los días, se hubiera llevado las manos a la cabeza y nos hubiera echado de allí. Mi madre me empujó a un lado y corrió para sentarse a orinar. Mientras mi madre se aliviaba, mi abuela acabó de colocarse bien la ropa.
-¡Hija, este chico está en una edad que hay que echarle una mano! – Dijo mi abuela.
-Ahora tiene todas las hormonas alteradas. – Contestó mi madre no dándole importancia para no descubrir su secreto. – ¡Ya se le pasará!
-Pero el pobre pasa todo el día rodeado de mujeres… y tus hermanas siempre van medio desnudas, el pobre estará machacándose demasiado con lo que ve.
-¡Pues enséñale tú, mamá! – Le contestó mi madre.
-Si no te importa lo haré, pero cierra la puerta que tus hermanas andan por ahí.
Mi madre se quedó mirando y cerró la puerta. Mi abuela me agarró de la mano y me hizo sentar en un taburete, se colocó delante de mí. Mientras me hablaba del cuerpo de una mujer, se destapaba el suyo y me lo mostraba. ¡Nunca imaginé que tuviera aquellas tetas con esos pezones. Estaba excitada con aquello y los tenía erectos… yo deseaba mamarlos. Se desabrochó la falda y la dejó caer. Hablaba y hablaba y yo no la escuchaba, yo sólo quería tenerla.
-¿Sabes hacerte pajas? – Me preguntó y esa pregunta me sacó del éxtasis que estaba sintiendo al ver el cuerpo de mi abuela.
-Sí… claro. – Contesté. – La agarro con la mano y la muevo… – Le dije sin saber bien que contestar.
-¡A ver! – Dijo tirando de mis manos para que me levantara. – ¡Sácatela y muéstranos como lo haces!
Miré a mi madre un poco asombrado por la petición. Una cosa era imaginar y desear el cuerpo de mi abuela y otra muy diferente era masturbarme delante de ella. Mi madre hizo un gesto como diciendo "has lo que quieras".
-¡Vamos hijo, no tengas vergüenza! – Me animó mi abuela.
Me bajé los pantalones y el bañador que tenía y mi polla apareció medio erecta. Iba agarrarla con la mano y mi abuela me detuvo.
-¡Espera cariño! – Me agarró la mano para que la detuviera. – ¡Raquel, has visto que cosa tiene tu hijo!
-¡Es grande! – Dijo ella y pensó "y entra en lo más profundo de mí todas las noches".
-¡Hijo, yo creo que con eso lo mejor es que te ayude yo a hacerte una paja! – Mi abuela estaba dispuesta a masturbarme, sin duda el tamaño de mi polla le había gustado.
Mi madre la miraba con expresión confusa. Nunca había imaginado que su madre podía ser tan caliente como para masturbar a su propio nieto, pero que iba a decir si ella me follaba todas las noches.
-¡Ven! – Mi abuela me colocó delante de ella.
Yo estaba justo delante de Lucía, de mi abuela. Mi polla había crecido aún más y apuntaba directamente a su cara. Los dos estábamos de lado a mi madre que aún estaba sentada en el inodoro y podía verlo todo perfectamente.
-¡Para una cosa como esta creo que es mejor que te ayude una mujer con experiencia! – Dijo mientras su mano agarraba mi endurecida polla. – ¡Hija, no pienses malamente de mí, creo que es nuestra obligación ayudar a tu hijo! – Estaba hablando y su mano empezó a acariciarme dulcemente. – ¡Si quieres ayudarme!
Mi madre se levantó y bajó la tapa, se quitó las bragas y se sentó de nuevo con las piernas bien abiertas.
-¡Yo le ofreceré una buena visión de mi sexo para excitarlo más! – Dijo mi madre y me ofrecía una maravillosa imagen de su coño peludo que abrió de par en par con los dedos para que viera su rosado y húmedo interior. – ¡Mamá, di la verdad! ¡Estás disfrutando con esto!
-La verdad es que tu hijo el otro día en el patio me puso muy caliente.
-Pues aprovecha y date placer, abuela. – Le dije mirándola.
Sus ojos miraron a mi madre y después se clavaron en los míos. La mano que tenía libre se metió por debajo de sus bragas y empezó a tocarse. Yo disfrutaba de las caricias de mi abuela y de la visión del coño de mi madre. ¡Quería follarlas allí! No tardó mucho en tener un orgasmo. Fue maravilloso y excitante verla correrse con mi polla en su mano.
-¡Oh, Dios, cuanto tiempo que no sentía algo así! – Comentó con una voz muy dulce.
-¡Pues tengo una sorpresa para ti, abuela! – Le dije y le hice soltarme la polla. – ¡Ahora te enseñaré lo que sé de las mujeres!
Mi madre nos miraba cuando levanté a mi abuela y la coloqué delante del lavabo, la agarré por detrás y podía ver nuestra imagen en el espejo.
-¿Quieres sentirla dentro de ti? – Le dije al oído.
-¡No hijo, era sólo una masturbación! – Pareció asustada y quiso marcharse. – ¡Eso que dices está mal!
Agarré a mi abuela por la cintura para que no se marchara y le hice una señal a mi madre para que se colocara junto a nosotros.
-Mami, colócate para enseñarle a la abuela lo que esta mal y bien… – Mi madre se agarró con las manos en el lavabo y se inclinó para poner su culo en pompa. – Mira abuela el culo de tu hija. – Le levanté las ropas y allí estaba el desnudo y redondo culo, esperándome. – ¡Esto está bien! – Le dije pasando mi lengua por su oreja y sin me coloqué detrás de mi madre.
Restregué mi polla por su culo y mi abuela nos miraba con la boca abierta. Los dos la mirábamos y mi madre pasó su mano bajo su coño para dirigir mi polla a su interior. Sentí el calor que salía del interior de ella.
-¿La quieres dentro Raquel? – Le dije a mi madre.
-¡Clávala hasta el fondo hijo mío!
Empujé y mi polla fue separando las paredes de su vagina, entrando hasta lo más hondo de mi madre que estaba totalmente mojada por la excitación. La follaba y mi abuela nos miraba, su mano se fue de nuevo a su coño para tocarse.
-¿Quieres que te penetre ahora a ti? – Le pregunté mientras mi polla salía de mi madre.
No hubo respuesta, me acerqué a ella que no dejaba de mirar mi polla y la giré para que se agarrara en el lavabo. Ella se colocó de forma que su culo quedó en pompa, subí su falda y allí estaba su redondo culo. Bajé sus bragas hasta las rodillas y ella separó sus piernas para ofrecerme su coño. Nos mirábamos por el espejo y dirigí mi polla hasta su depilado coño. Sentí que se hundía entre sus labios y empujé para clavársela. Su cara era excitante mientras mi polla entraba poco a poco en su vagina en la que hacía mucho tiempo que no entraba nadie.
-¡Qué maravilla, hijo! – Mi abuela ronroneaba mientras mi polla la invadía. – ¡Porqué no habré hecho esto antes!
Estaba agarrado a las caderas de mi abuela cuando mi madre se colocó junto a mí. Sentí como su mano acariciaba mi culo, disfrutando de su dureza cada vez que se la clavaba a su madre. La miré y ella me ofreció su boca, la besé apasionadamente sin dejar de darle placer a mi abuela que se retorcía y gemía.
-¡Calla mamá! – Dijo mi madre. – ¡Laura y Paula están ahí fuera! ¡Acabad ya los dos que nos van a pillar!
-¡Pues que entren y prueben esta maravilla! – Contestó mi abuela como si no le importara, pero bajó el volumen. – ¡Dios, cómo folla tu hijo!
-¡Vamos cariño! – Me dijo mi madre al oído. – ¡Fóllala fuerte para que se corra ya!
Y así lo hice, aceleré mis penetraciones, hundiéndola todo lo posible en aquella madura mujer de culo redondo. Veía como los cachetes de su culo se agitaban con las embestidas que le daba. El golpear de mis caderas en ella se hacía más fuerte y más rápido. Mi abuela me miraba implorando que le diera todo lo posible para obtener su deseado orgasmo.
-¡Mamá, no puedo más! – Le dije desesperado. – ¡Me voy a correr!
Escuchar aquello fue el detonante del tremendo orgasmo que sintió mi abuela. Sus piernas temblaban por el placer. Tomó una toalla y se la llevó a la boca para apagar los gritos de placer que no podía contener.
-¡Me corro! – Dije sin poder aguantar mucho.
-¡Sácala! – Me ordenó mi madre y me retiré para liberal el contenido de mis huevos.
-¡En las bragas, por favor, échalo en las bragas! – Imploró mi abuela.
La mano de mi madre empezó a masturbarme mientras mi abuela permanecía con su culo en pompa delante de mí. Estaba a punto, sólo me faltaba una o dos sacudidas más de las expertas manos de mi madre y por fin salió el primer chorro de semen que fue a caer en la raja del culo de mi abuela, resbalando poco a poco en dirección a su coño. Los demás chorros cayeron por las bragas y las piernas de ella.
Siempre recordaré la imagen que podía ver en el espejo, mi abuela apoyada en el lavabo con aquella cara de pervertida que tenía, mi madre de rodillas junto a mí haciéndome una paja para que me corriera sobre su madre y yo disfrutando de aquellas dos maduras mujeres que eran mi abuela y mi madre.
Cuando terminé, mi abuela se subió las bragas y colocó todo mi semen sobre su coño.
-¡Las guardaré para oler a mi nieto cada vez que lo necesite!
Mi madre me lavaba la polla bajo el grifo.
-¡Mamá, no seas guarra! Cada vez que lo necesites lo puedes usar, yo lo tengo todas las noches…
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