¡LA SORPRENDÍ!
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Lo que voy a contar es totalmente real… me sucedió cuando tenía trece bien aprovechados años, hoy tengo 30…, sigo amando y cogiendo con…
Mis padres se casaron bien chavos, ella apenas de 15 años, él un año más. Me tuvieron de inmediato, por eso se casaron. Desde que tuve uso de razón me di cuenta de los frecuentes pleitos de ellos. Incluso, al tener yo diez años dormían en camas separadas, aunque en la misma habitación, me contó mi madre. Desde los once vi a mamá con ojos de niño púber necesitado de conocer la sexualidad: bella mi santa mamacita. A pesar de eso nunca tuve pensamientos eróticos con ella. Ambos trabajaban fuera de casa, mamá por las tardes; en las mañanas arreglaba la casa y hacía de comer; nunca tuvimos una economía boyante.
Buen adolescente ansiaba coger. Esto auspiciado por las clases de información sexual, y las conversaciones con mis compañeros. Era un puñetero de marca, siempre pensando en las puchas pero sin conocerlas en vivo, vamos, ni siquiera en buenas fotos.
Una mañana suspendieron clases dijeron los inspectores porque iban a hacer evaluación de la escuela. Nos mandaron a nuestras casas. Un tanto desconsolado, me encantaba la escuela, volví a casa. Desde mi ingreso a la secundaria mamá me dio llave de la casa, por eso entré con mi llave. La casa en silencio. Me extrañó. Mamá ha de haber salido al mercado, pensé. La casa es de una planta, al fondo las recámaras. En medio del pasillo un cuartito, sala de TV. Dejé mi mochila en la sala, y caminé con la idea de ir a mi recámara. Al pasar por la dicha salita de TV me sorprendí… ahí estaba mi madre, tirada en el piso con la falda subida hasta la cintura y los pelos de la pucha al aire. Con la boca abierta, mi corazón marchando marcial, vi en el piso objetos raros, al verlos con más atención identifiqué uno de ellos: era una verga de color natural y claramente de hule, eso pensé.
A esas alturas mi verga estaba parada a más no poder. Vi a mamá. Aparentaba dormir. Con las piernas temblando me fui acercando paso a paso hasta llegar al lado del hermoso cuerpo de mi madre y más por la pucha desnuda, de la cual no podía apartar mis ojos. Un fuerte olor se metió hasta mi cerebro, no supe de qué se trataba. Vi la verga de hule y un objeto pequeñito, después supe que se trataba de un súper vibrador sensacional, claro, con esos juguetes se masturbaba mi bella mamacita. Recogí la verga, la sentí temblar, la mía temblaba más. La olí y carajo, olía al olor que antes habían detectado mis narinas.
Sacudí la verga falsa, y quise sacudir la mía. Vi la pucha, saqué mi verga. Jadeaba; mi mente empezó a pensar que bien podría meter mi verga en esa pucha tan peluda. Mi corazón tembló más que mi verga, no me amilané. Sin pensar en la terrible trasgresión que iba a cometer, me acuclillé, puse mi mano en el muslo desnudo de mi madre, el muslo hizo un pequeño movimiento, movimiento que en lugar de asustarme me calentó más. Los lindos muslos estaban abiertos, aunque no a cabalidad, por eso, sin pensar en el riesgo de despertarla, jalé del muslo con suavidad, y el muslo se arrastró por el piso y la pucha quedó abierta también; se metió la verga de hule, pensé. La comparé con la mía. NO es mentira, la mía era más gruesa y larga que la falsa. Al abrir los muslos los olores se hicieron más intensos y yo, con mi fiebre encima, pensé que ese delicioso olor no podía salir sino de la peluda pucha que tenía al alcance de mi mano y de mi… verga.
Sin pensarlo más acerqué mi nariz, y carajo, sí, de ahí salían los olores que tanto y tanto me estaban gustando, incluso pensé que no sabía que las puchas olieran así de rico. Quise lamer los pelos, pero no, me dije, mejor le meto la verga. Estaba por completo inconsciente por la enorme excitación; no razonaba, no tenía en cuenta que esa pucha era la pucha de mi madre, sólo quería, y ya necesitaba, meter mi verga allí, entre los pelos, de donde salían tan preciosos olores. De plano bien loco. Me quité los pantalones; me arrodillé entre los preciosos muslos, tomé la verga con la mano, gruesa y larga, y la acerqué a los pelos. Jadeé. Puse la verga sobre los pelos, donde se veía que estaba medio abierto, ¡y empujé con fuerza!, la verga se hundió entre los pelos hasta que mis huevos tocaron las nalgas de mi madre. En ese momento ella abrió los ojos, y gritó:
¡Dios mío!, ¿qué haces…?
No contesté, mi verga entraba y salía del estrecho guante de la pucha de mi madre bien lubricada, seguro por la masturbada. Quiso sacudirse, con las manos en las chichis la sujeté al piso. La verga entraba y salía a ritmo endemoniado. Mis manos en las chichis apretaban para sentirlas, no para continuar sujetándola. Y de pronto vi los labios de mi madre, y la besé con ardor, y ella gemía, no supe si de coraje, impotencia, o excitación, lo cierto es que la resistencia inicial se retiró, al menos no la sentía. A poco, sin dejar de besarla y acariciar las chichis dentro de la bata de mamá, es decir directamente en las chichis encueradas, sentí que las nalgas de mi mamacita se empezaban a mover y que de su boca salían los mismos jadeos que yo emitía. Y sentí que la lengua de mamá picaba entre mis labios como para abrirse paso, cosa que permití y entonces sentí la lengua de mi madre jugueteando con la mía.
A partir de ahí la cogida se sincronizó, bueno, los movimientos de sus nalgas y los míos. Sus manos tomaron mi cabeza como para que el beso fuera más profundo, restregaba los labios en los míos, y una de sus manos apretó las mías que estrujaba una preciosa chichi materna. La otra se apoyó en mis nalgas para hacer que más me apretará contra ella. De pronto mamá suspendió el beso y empezó a gritar como loca. Me asustó, pero eso no impidió que mi verga siguiera dura, entrando y saliendo de la preciosa pucha de mamá. Entre los gritos decía:
No pares hijo, no pares… sigue, sigue metiendo esa gran verga… Dios, cómo deseaba una verga viva… sigue, sigue, no pares…
Sus nalgas se movían a mayor velocidad. Después, y escuchando los grandes y gorjeantes gritos de mi cogida madre sentí que mi eyaculación se iniciaba, y al mismo tiempo mis gritos intentaron igualarse a los de mi madre, pero los de ella eran más sentidos indicando mayor placer. En medio de gemidos monumentales, y grititos apagados, la escuchaba decir:
Así, así, hijo de mi alma, dame tu leche, dámela… no dejes nada sin echar dentro de mi… ¡pucha!, esta última palabra la gritó muy fuerte, como que con eso aumentó su placer pues sus nalgas se movieron más intensamente. Sus dos manos se fueron a mis nalgas como intentando que no pudiera sacar la verga de tan preciosa y deliciosa pucha. Mi gran verga no perdía potencia, al contrario, sentir las manos de mamá en mis nalgas, escuchar sus gritos que sin saberlo identifiqué de placer, sentir las chichis de mamá con mis manos, sobre todo sentir los movimientos de sus nalgas y la excitante fricción de mi verga en el guante de esa preciosa pucha me hacían meter y sacar la gran verga con más ganas, mayor ritmo y más placer. Así seguimos hasta que nuevos y más potentes gritos de mi madre, acompañados de los míos anunciaron el nuevo colosal incremento del orgasmo de mi madre, orgasmo que no había dejado de estar sacudiendo a mi mamacita, y la enorme eyaculación inundó más, como si esto fuera posible dado el gran lago que ya era la pucha de mi madre.
Jadeando, con el vaivén lentificándose, las nalgas de mi madre también moviéndose a menor velocidad, la volví a besar, pero ahora sin la fiebre, sino con ternura, ternura que sentí era tan o más placentera que el beso febril. Ella respondió a mi beso con igual o mayor ternura. Mientras las nalgas de ella y las mías casi se habían parado. Suspendió el beso, me vio, sus ojos reflejaron no supe qué sentimientos, después la sonrisa me dijo que los ojos y esa sonrisa indicaban alegría, contento y satisfacción. Suspiró. Me beso leve, sonrió, y dijo:
Ay, hijo de mi vida… nos vamos a ir directitos al infierno… pero qué importa, en este momento estoy en la gloria… creo que también tú, ¿verdad mi amor?
Sí, mamacita, sí… esto es más padre que la gloria que dicen.
Canalla, me asaltaste… ¡pero qué bello asalto, mi amor!
Me veía con la misma sonrisa de contento en los ojos, dijo:
¿Por qué lo hiciste?
Pues… no sé… te vi… miré tus… pelitos… vi la verga… de hule… y… no sé, quise… sentirte… y te sentí con una mano… olías bien rico… y… vi tu… tus pelos… y quise… meter mi… verga entre ellos… y… Ay, mamacita, fue padrísimo sentir que mi… verga se metía…
¿No te dio miedo?
Pos sí, pero… ver tu… ¿puedo decirle por su nombre?
Claro, mi amor, ese nombre me gusta… y más me gustará que tú lo digas… vamos, dilo.
Tu ¡pucha!… lindo, lindo decirlo… sí, sentí la gloria cuando mi verga se metió a tu pucha… qué bueno que estás… contenta mamacita… cuando se acabaron los gritos… me dio mucho miedo de lo que me ibas a decir…
Hijo de mi alma, amor de mis amores… sí, te quise matar cuando abrí los ojos, más bien cuando sentí que tu enorme verga me penetraba… pero, Dios del Cielo, sentir entrar y salir la grandiosa verga de mi pucha… me hizo ver bizco… empecé a gozar como nunca había gozado… hijo de mi vida, mi amor… tienes una verga riquísima, fabulosa… ¿no te arrepientes?
Noooooooooo, al contrario, me estaría colgando del cuello si no lo hubiera… hecho, digo, meterte la verga… ¡qué lindo se oye!, pero más lindo fue… meterte la verga. Tú, ¿te arrepientes?
No hijo, cómo habría de arrepentirme si fue tan lindo, si me diste tanto placer… carajo, echaste litros de lechita… ¿te gustó poner tu lechita en mi puchita peludita?
¡Me encantó!, no creo que haya nada en el mundo que se parezca a… meterte la verga y echarte la lechita.
Me estaba calentando de nuevo. Quise ver las esculturales chichis, besarlas, acariciarlas, quizá mamarlas, dije:
Oye, mamacita… ¿me enseñas tus… chichis?
Por supuesto mi vida, mis chichis ya son tuyas desde que te alimentaron… y hoy tú me das alimento… deseando verlas… ¿qué más quiere mi amor?
Besarlas, acariciarlas con mis manos… ¿me dejas mamarlas?
Claro, mi amor… son tuyas, ya te dije. Espera.
Se enderezó para sacarse la bata, y sus hermosas chichis quedaron delante de mis ojos. Pasé minutos arrobado gozándolas con los ojos, las besé, después las lamí y por último las mamé una y otra, mamá acariciaba mi verga mientras empezaba a jadear, lo mismo que yo. Así empezamos una nueva y prolongada cogida donde tuvo varios orgasmos, el final largo, permanente, al menos por los muchos minutos que duré para aventar nuevamente mi gruesa leche dentro de la primorosa pucha de mi madre. Y así también iniciamos nuestro gran amor incestuoso que dura hasta la fecha. Claro, en la siguiente ocasión, esa misma noche, casi en las barbas de mi padre, exploramos las mamadas, ella de mi gran verga, yo de su bella, peluda y olorosa pucha, no se diga las chichis, a estas las dejé rojas de tantas mamadas que les di, y también le besé el culo, aunque al culo se la metí varios meses después de estar metiendo los dedos cada que cogíamos, al menos dos veces diarias. De vez en cuando usábamos los “juguetes” de mi bella mamá, adminículos que propiciaron nuestro amor incestuoso con riquísimas cogidas. Lo cabrón, y delicioso, fue cuando mi madre se empecinó en meterme la verga de hule, claro, en el culo, luego de abrochársela en la cintura. Dijo que esa cogida fue de poca madre y que, incluso, rebasó con mucho el placer que esa misma verga le producía cuando ella se la metía en la pucha, o en el culo.
Nunca la embaracé aunque yo sí lo deseaba. Lo más amoroso fue cuando mamá conquistó una chavita de escasos quince años; se la cogió varias veces. Me dijo que nunca había pensado en cogerse una mujer, pero que deseó como loca verme metérsela a otra chava, y por eso, dijo, me la cogí, pero aquí la tienes para que le metas tu linda y gran verga. La chavita se había enamorado de mamá, pero para satisfacerla admitió que me la cogiera, cosa que hice, claro, mientras le mamaba la pucha a mi santa madrecita. Esta chica siguió viniendo a casa por años, hasta que se prendó de otra mujer.
Somos felices, pésele a quién le pese.
Luis.
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