LA TRANSFORMACIÓN DE MI NOVIA Y UNA HIJA CURIOSA
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Hansolcer.
Hola de nuevo, hoy tratare de contar algo que me paso hace un par de años.
A mis 42 años tengo bastante suerte con las mujeres, trato de mantener mi cuerpo en forma y llevo una vida un tanto sana, nada de cigarro o alcohol. A la par de ser maestro de educación física tengo un pequeño negocio de computadoras, podría decirse que algunos (as) me considerarían buen partido jajajaja.
Hace unos meses conocí a una guapa mujer que frecuentaba mi negocio, joven de no más de 32 y según supe casada con alguien mucho mayor que ella. Creo que nos flechamos a la primera, pero nada sucedió. Ella empezó a ser uno de mis clientes VIP jajaja.
Maritza (Así la llamare) llegaba todos los días, y casi siempre hallaba una excusa para acercarse e iniciar conversación conmigo. Que tenía problemas con su máquina, que el celular se le des configuraba, que no podía usar cierto programa etc. etc. Ella era todo un rollo y yo alegre trataba de ayudarle en sus “problemas”.
Como es natural nos hicimos amigos, hablábamos de todo y nada. Fue así como me entere que asistía a cierta denominación religiosa, que no era del todo feliz con su esposo y que tenía una hija de 15 de una relación anterior.
Fue producto de un comentario suyo a un amigo común que la invite a salir por ahí, a distraerse un poco. Solo como amigos – le dije al oído mientras sonreía -, eso si no va en contra de su religión y no afecta su matrimonio. Usted es todo un pícaro – contesto también sonriendo -. Total quedamos de vernos esa misma tarde.
Llego muy puntual a nuestra cita. Iba vestida tan recatada como siempre, falda abajo de las rodillas con una blusa que solo dejaba adivinar su bonito cuerpo. Maritza sabía combinar su atuendo, mas no podía ocultar que bajo sus ropas escondía un culo bien formado, unas tetas medianas y unas piernas esculturales.
Ya en nuestra cita fuimos a comer algo y sin mucho hablar acordamos ir a un motel cercano. Éramos adultos y como tal la galantería de novios paso desapercibida, íbamos a lo que íbamos y en cuando menos sentimos estábamos totalmente desnudos junto al lecho donde ella iba a ser infiel a su marido.
Nos besamos apasionadamente y vaya que lo era. Maritza era delicada en el arte del amar, se dejaba guiar y trataba de poner el mayor empeño posible. Su cuerpo se erizaba ante el mas mínimo roce de mis caricias, aun parados como estábamos pude sentir que su panocha dejaba escapar una gran cantidad de líquidos con solo el contacto de mis manos sobre su espalda y mis besos en su cuello.
– Estabas caliente – le dije -.
– Ah, es que hace mucho tiempo que no tengo sexo.
– Jajaja mentirosa. Eso lo puedo decir yo que estoy soltero, pero usted tiene quien la consuele cuando está en casa.
– Cójame papi. Que lo estoy deseando. De verdad hace mucho que no tengo quien me haga sentir mujer.
Nos recostamos en la cama uno junto al otro, me recosté sobre ella y empecé a darle mordiditas en sus pezones que parecían enloquecerla. Con una de mis manos empecé a rosarle su clítoris y con la otra le acariciaba desde su ombligo hasta llegar al pecho que no tenía en mi boca. Su cuerpo arqueado y sus piernas apretándome la mano me indicaban que estaba gozando como jamás imagine que podía una mujer con solo tocarla un poco.
Acerque mis labios a los suyos y la bese introduciendo mi lengua para palpar la de ella. Fue un beso fuerte, con ganas, con pasión y deseo. Sutilmente deslice mis labios por todo su cuerpo, pasando desde sus pechos hasta llegar a una vulva totalmente depilada, de labios rosados y una pepita mediana de color oscuro. Estaba completamente mojada.
Así como estaba, Maritza levanto su cabecita y mirándome entre sus piernas se dejó caer hacia atrás como adivinando que yo estaba ahí para mamarle su chocho. La vi deslizarse para darme una mejor postura, su vulva frente a mis labios me mostro una rajita no muy abierta que mis dedos empezaron a hurgar dejándome sentir un olor a sexo riquísimo.
Mi lengua trabajaba su cosita y mis manos se encargaban de recorrer las partes sensibles, sus piernas, abdomen y tetas. Maritza suspiraba encantada mientras apoyaba sus manos en mi cabeza.
– Rico – Repetía -, eso es mi amor. Que rico, que rico.
Sin necesidad de más pude recibir una tremenda descarga de fluidos, Maritza casi se desmaya del orgasmo. Se contorsionaba sudorosa, jadeaba y balbuceaba que se iba a morir, grandes gemidos de placer me indicaron que estaba en su máximo clímax sexual.
– Que paso – le pregunte ya recostado a su lado-.
Me beso suavemente sobre mis labios para decirme:
– Es que usted si me sabe coger.
– Pero si yo no le hecho nada – dije mirando mi verga y mostrándosela -.
– Ah no sea malo, que usted ya sabe lo que quiero decir. Usted no sabe cuánto he deseado que un hombre me mame la panocha, que me coja así de rico, que me haga sentir mujer, que me trate como se debe
– No me diga que su esposo…..
– A él no lo mencione. Solo cójame, hágame sentir lo que nunca he sentido papi rico.
Con muchas ideas en mi cabeza solo la bese. Mis manos se deslizaron hacia su culo y le di vuelta dejándola de espaldas a mí, abrí sus cachetes y trate de meter mi lengua para besarle su ojete. Ella se giró bruscamente y me miro:
– Por ahí no – dijo -.
– Que – dije con cara divertida -, a poco me va a negar que disfrute algo que usted misma dice disfrutar.
– Sí, pero por ahí no. No sea malito porfis.
Me miraba y apretaba sus nalguitas.
– Venga para acá mi degenerado – dijo mientras me halaba hasta darme un beso -.
Nos besamos y como estábamos uno junto al otro aproveche para bajarle su mano hasta mi verga. Ella me tocaba y con mano experta descubría la cabeza deslizando sus dedos hasta el tronco.
– Esta grande – dijo entre dientes -. Ha de estar rica como su dueño. Esta cabezota no me va caber en mi cosita jijijiji.
No conteste sino que apoyando mi mano en su cabecita la guie hasta llegar a mi verga, estuvo largos minutos solo contemplando mi instrumento, luego sin pensarlo se metió cuanto pudo en su boquita y empezó a darme una mamada de infarto. Era salvaje su forma de hacer un oral, su lengua recorría cada palmo de mi tronco hasta llegar a mis huevos, se introducía mis bolas para luego preguntarme si me gustaba. Era divina, Maritza sí que sabía cómo darme placer.
Tras habernos lamido nuestros sexos ya que hicimos un 69, fue ella quien me dijo:
– Amor déjeme comerme esta verga, pero permítame disfrutarla yo sentada arriba y usted abajo ok.
Me recosté en el espaldar de la cama y vi como Maritza se colocó con sus piernas entre mi cuerpo, fue ella misma quien puso la cabeza de mi polla en la entrada de su vulva, ella controlaba el galope, esa vagina parecía un horno de lo caliente que estaba. No sé cuánto estuvimos así, cogiendo como dos grandes amantes, pero el orgasmo fue genial, ella era divina en cuestión de sexo.
Ya recostados en la cama, ella mirándome y yo deleitando de ver su rostro de satisfacción.
– Sabe – me dijo -. Aunque usted no me crea, esto que acabamos de hacer hace mucho que no lo vivía.
Mi marido es muy bueno conmigo, pero no puede hacerme sentir una mujer. Él tiene un problema en su cosa, que le causa dolor al tener sexo. Casi no tenemos relaciones, y cuando lo hacemos no llegamos a esto.
Bendito Dios, ¡Que rico coge usted¡ – dijo riéndose -.
– Y me va decir que solo él ha sido quien se ha comido este bizcochito – dije tocándole su panocha -.
– No, pero fue hace tanto tiempo que ni me acuerdo. Fue con el papa de mi hija, el si me cogía rico pero no así. Usted si es una delicia – aseguro mientras me besaba – .
Quédese conmigo toda la noche, sí. Hágame su mujer, hágame lo que quiera.
– ¿Lo que quiera?
– Si papi. Lo que usted quiera
Adivinaran que nos quedamos toda la noche, cogimos como se nos antojo. Me regalo su culito y me prometió que desde ese momento yo sería su único amante, prácticamente mi marido – dijo -, pues quien vive conmigo solo es mi acompañante ya que no tenemos nada de sexo.
Maritza y yo nos volvimos adictos a nuestros cuerpos, cogíamos casi a diario, ella sufrió una transformación total en su manera de comportarse tanto sexualmente como en su vida diaria. Se vestía y diferente con ropa provocativa y sexi, en la parte meramente sexual era complaciente y le gustaba experimentar todo cuando se nos ocurría. En las noches que su esposo no estaba en casa por su trabajo de guardia de seguridad hablábamos de todo, de sus cosas, de su hija, de su madre, de todo. Éramos amantes, casi perfectos diría yo, sin obligaciones ni responsabilidades jejejeje.
– ¿Dónde esta? – pregunto – un noche mientras hablábamos por teléfono.
– En mi cama
– ¿Está desnudo?
– Obvio
– ¿Cómo está mi verga rica?
– Bien, está pensando en usted – dije sin dudar-.
– ¿Esta parada?, ¿Esta grandota?
– Si – dije –
– Ah, que rica. ¿Y los huevitos? ¿Están chicos o grandes?
Como quisiera estar ahí para mamarle su verga rica. Y usted no quisiera venir donde mi para darle verga a esta panocha que se muere por usted.
– Claro – dije -.
– Sabe, me estoy metiendo el dedo pensando que usted me coge.
– Jajajaja ¿De verdad?
– ¿No me cree?
– Sí, claro.
– ¿Y usted papi? ¿Por qué no se toca la verga pensando en que me la está metiendo. Si papi rico, imagínese que me esta dando por el culo, duro como solo usted sabe hacerlo, sí.
Papi rico, tóquese la verga y piense que se la estoy mamando. Piense que tengo sus bolas en mis huevos y que mi lengua recorre cada palmo de su tronco, si.
Sin imaginarlo estábamos excitados, jadeantes y cachondos. Cuando menos lo esperamos terminamos masturbándonos a full clímax, mi verga como si estuviese conectada con mi mente en menos de lo que canta un gallo término echando grandes chorros de semen que inundaron la cama donde estaba.
– Ah – se escucho gemir a Maritza – Que rico, hasta por teléfono me hace acabar.
Por irreal que parezca esto lo hacíamos casi todos los días que no nos veíamos, o sea cogíamos hoy y mañana nos masturbábamos mientras hablábamos.
Así pasaron los meses, sin más preocupaciones que satisfacernos el uno al otro. Un día Maritza llego a mi negocio cabizbaja y pensativa. Según me dijo había tenido una discusión con su pequeña hija de 15, al parecer la joven se había enterado de nuestra relación y estaba a favor de que esto terminara pues aunque el esposo de su madre no era su verdadero padre, esta lo quería como tal.
Es que ella – dijo Maritza – encontró una grabación en el teléfono de cuando usted y yo nos masturbamos. Si – afirmo – , sé que es mi error porque me gusta tanto oír su voz cuando hacemos el amor que he grabado algunas conversaciones y Tania (nombre de su hija) las hallo cuando checaba por curiosidad el teléfono.
– Qué le vamos hacer – pregunte-.
– No sé, ella quiere conocerlo a usted.
– A mí ¿Para qué?
– No sé, pero eso me dijo.
– Bueno, preséntemela.
– Mañana está bien
– Ok
Continuará…..
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