La verdad sobre el Padrino (primera parte)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por MadeInChile.
Fue una tarde de febrero, el calor asomaba por las ventanas e inundaba toda la casa. La mayoría de la familia dormía después de un contundente almuerzo, así que decidí ponerme el bikini e ir a la piscina. Era una estructura rectangular en medio del patio trasero, cubierto levemente por un quitasol retráctil blanco, el cual proporcionaba una rica sombra para descansar en esa fría agua.
La casa era de mi padrino. Mis papás lo habían elegido por una amistad de toda la vida más que el lazo sanguíneo en segundo grado que lo unía con papá, su nombre es Sergio, un tipo maduro de –en ese entonces – 49 años, una piel con un tostado caribeño debido a sus viajes, un pelo corto pero con airosas canas, un físico tonificado pero con destellos de madurez y despreocupación que lo hacían interesante.
Ese verano, fuimos invitados por mi padrino a su casa, ya que su esposa e hijo no se encontrarían por un par de meses debido a un viaje a tierras extranjeras. Papá dijo que sí y que iríamos toda la familia
Allí estaba, nadando de una esquina a otra, mi bikini fue un regalo de mamá que en público jamás habría ocupado, pero en esa ocasión estaba en familia y sola: era un conjunto de dos piezas, blanco, la cual la parte inferior era una colaless bañador que mostraba sin tapujos mis nalgas y la superior un sostén con diseño de flores que encontraba algo tierno.
Era delicioso el sol, el agua, el suave aire que me erizaba la piel: estaba feliz, tranquila. Era algo que necesitaba en esos momentos.
Pasó la hora, volví al cuarto en el que dormía: era el cuarto/estudio de Soledad, mi madrina, que estaba en el primer piso, al lado de la cocina y lejos de las otras habitaciones, era genial: buena señal de internet, cero ruido, con ducha propia y me quedaba directo a la piscina.
Iba llegando y encuentro entre abierta la puerta, escucho un sonido y veo allí parado frente al sofá cama a mi padrino, con sus shorts abajo, sin camiseta, semi encorvado, masturbándose. Tenía ropa interior mía enrollada en su pene y otra en su mano la cual la llevaba a su rostro para olerla. Me quede mirándolo curiosamente, su rostro de placer, ver mi pantaleta de encaje rosa en su pene inundó mi mente de pensamientos. Mordí mi labio, di media vuelta y camine unos pasos hasta un mesón y moví varios vasos para hacer ruido, saqué uno de esos vasos y lo llené de agua. Mi padrino asomó su cabeza, sus ojos redondos de impresión me miraban, estaba rojo y su voz entre cortada
-Feña, oye…este, ¿no estabas en la piscina? , o sea, -tragaba saliva e intentaba coordinar las palabras-
-Sí, estaba allí –le respondí- pero ya pasó una hora y me dio sed, así que vine por agua. ¿y usted qué hacía en la pieza? –intentaba no reírme-
-yo, emm – con duda pensaba su respuesta- vine a buscar unos documentos de la Sole (su esposa) sobre unas cuentas y escuché ruido. –tragó saliva muy notoriamente, pero su rostro dejaba de estar rojo y por fin asomó todo el resto del cuerpo y los shorts bien puestos.
Giré para dejar el vaso sobre el mesón, pero, sin darme cuenta, con el codo paso a llevar el conjunto de posa vasos que allí estaban, botándolos todos.
-¡Cresta! – maldije de otras formas en mi mente. Giro para darle la espalda a mi padrino y luego me inclino para recoger lo que había botado. Al hacerlo escucho una especie de sonido entre sorpresa y dolor
-Uy…ssss – mi tío bufó-
Levanto mi cabeza por sobre mi hombro y caigo en razón: olvidé que andaba con el bañador y mi padrino vio todo mi trasero, vio sin problemas y con tranquilidad como al agacharme mi trasero quedaba expuesto a su vista para que fantaseara como y cuanto quisiera. La imagen de él masturbándose me volvió.
Me levanto en dos tiempos y doy vuelta, me intento tapar con la toalla que llevaba en el brazo y siento como el calor empieza a gobernar mi cuello y rostro, rápidamente me pongo roja de vergüenza.
-Ehh me voy a bañar, perm…permiso…o sea, después levanto esto, o –ahora era yo quien no podía juntar palabras-
-No, no, tranquila –mi padrino sale del umbral de la puerta, levanta sus manos en señal de tranquilidad y camina hacia mí- no tengas vergüenza, estamos en familia y te ves muy bien con ese bikini
Llevo la vista hacia otro costado, trago saliva –gracias, me lo regaló mamá- no se me ocurrió nada más que decir cuando siento que posa sus manos en mis hombros y empieza a acariciármelos
-No pasa nada, eres una muchacha muy guapa. Deja que tu belleza salga a la vista, no la escondas –me posa su palma en la mejilla –
Levanté la vista y por primera vez noté la altura y diferencia de cuerpos entre mi padrino y yo: mi cabeza le llegaba al inicio de su pecho, sus hombros eran el doble de los míos, su mano cubría casi por completo el costado de mi cabeza. Y allí estaba, de brazos cruzados, roja de nervios y vergüenza, sonriendo malamente y escuchando como mi belleza era única.
-Bueno, me iré a bañar –le dije y rodeé su ser para entrar a la habitación. No contaba con que me seguiría y tendría la excusa de:
-Creo que dejé esos documentos por algún lado ¿no hay problema si los busco?
-Pero me quiero bañar –le miraba semi bajo-
-Descuida, no demoraré –se me acerca, nuevamente coloca sus manos en mis hombros, pero esta vez una la lleva de inmediato a mi cintura – además, soy tu padrino, te conozco desde que naciste, te he visto desnuda mil veces – Sin saber cómo, lentamente me empieza a empujar hacia la pared, dejando mi cuerpo entre esta y el. Extiende su brazo y cierra con mucha lentitud la puerta. Siento el girar del seguro, miro su mano regresar hasta mi hombro y luego lo miro a él.
-Pa…padrino…sergio ¿qué haces? –estaba nerviosísima, mordía mi labio al punto de que casi dolía-
-Ahora nada –acerca su boca a mi cuello y empieza a besarlo y luego lamerlo – pero pronto haré mucho.
Sentí un estallido en mi estómago cuando posó su lengua sobre mi piel. Mordí más mi lengua y presioné con fuerza sus hombros, fuertes, duros, morenos.
Con sus manos atravesó desde la cintura hasta la parte baja de mi espalda y luego con fuerza, agarra mis nalgas: las presiona, manosea, mueve en todas direcciones, presiona aún más
-Que delicia, eres tan suave como imagine, eres tan preciosa, te deseo –me hablaba suavemente-
-Yo…ay – mi abdomen se apretaba instintivamente, no sabía dónde posar mis manos, pero, ya sabría.
Siento que pone una mano sobre mi hombro y la otra en mi cadera, con fuerza delicada me hace girar en 180°, dejándome así, con las manos en la pared y mi cuerpo haciendo presión a esta.
Mi padrino se agacha para apoyar sus rodillas en el suelo, quedando su rostro frente a mi trasero. Con sus manos coge mis nalgas y las separa para acercar su cabeza a este y con la boca mi ano, parte de mi vagina.
¡Dios!, no podía quedarme callada, el sólo sentir su lengua en mi trasero me produjo una chispa que me hizo soltar un gemido –Ah! Padrino, ah…ay…- quería decirle que era delicioso, era una delicia como movía su lengua entre mi ano y mi vagina, como con la lengua separó el bañador dejando a su vista y paciencia todo mi ser, como se sentía su barba rasparme el interior de mis nalgas.
¿Por qué me gustaba?, ¿era normal lo que estaba pasando?
De improvisto, siento que se coloca de pie, me agarra de la cintura y me lleva hasta el sofá cama. Guiándome hace que me apoye en las rodillas abierta de piernas, mi cabeza descansara en un almohadón: mi trasero queda levantado para su disposición.
Escucho como rápido se baja los shorts. Encorvo un poco la espalda para lograr mirarlo hacia atrás y veo un hombre, moreno, en su rostro está la decisión, en su cuerpo la experiencia y en su pene la lujuria. Lo veo, erecto, duro, venoso, apuntando hacia mí:
-Tranquila mi amor – con sutil cariño, baja mi colaless bañador hasta las rodillas, me levanta por la cadera y logra zafarme de esa ropa. Siento como el aire que entra por la ventana me llega hasta mí ser húmedo, gracias a su saliva, gracias a mí.
-Ya ya, – posa su mano sobre mi cabeza y la hace reposar en el almohadón. No deja de presionarla hacia este, negándome le poder levantarla.
En ese momento, siento como con su glande, suave, muy suave, empieza a masajear la entrada de mi vagina hacia arriba y abajo, repetidas veces lo hace para luego, hacerlo:
Empieza con lentitud a introducir su pene dentro de mí, su glande, cual conquistador, se empieza a abrir paso entre mis paredes delicadas, su pene empieza a dominar cada centímetro de mi humanidad, su presión, la siento en todo mi cuerpo. Me produce dolor, placer, sensaciones diversas. Grito, gimo, sonrío…no sé por qué. Siento como me topa hasta el fondo, duele.
-¡AAAAAAAAAH! –Gimo, cierro fuerte mis ojos y apretó la almohada-
-Ya ya…sssss que delicia aah – no sé si me habla o lo hace como un ritual-
Coloca ambas manos en mis caderas, sin moverse, sin sacar su pene. Está quiero, disfruta del momento, no lo veo, sólo lo siento.
Lentamente empieza a separarse de mí para luego penetrarme por segunda vez. Siento sus manos gobernar el movimiento de mis caderas, una y otra vez, hacia delante y hacia atrás, a un ritmo suave, a un ritmo placentero. Siento su pene entrar y salir de mí, una y otra vez, una y otra vez: me está follando, estamos follando. No lo creía, mi mente trabajaba al 100 y mi cuerpo al 1000, imágenes que no creía, mi padrino follándome, haciéndome suya, con mi familia en la misma casa ¿escucharán mis gemidos? ¿Sentirán como su hija menor, como su hermana menor está follando con su padrino?, ¿imaginan siquiera, que esos fuertes gemidos son a causa de que su hija esté follando con su padrino, le esté dando por atrás, la esté dominando?
Mientras pensaba eso, mi padrino me embiste con más fuerza y ese sonido característico de las pieles al chocar, mi trasero con su abdomen…una, dos, tres, cuatro…repetitivamente, suena, suena, suena, los cuerpos chocas, el sofá cama chocar con la pared.
Me empuja hacia delante, caigo completamente y quedo acostada boca abajo, el sobre mí. Siento la presión de todo su cuerpo ejerciendo sobre el mío, mi trasero rebota en el sofá cuando él me embiste, me penetra. Duele, duele, duele, me gusta. Gimo, grito, muerdo, reboto.
Entre mi pelo cubriéndome un poco la vista, almohadones y ropa, abro los ojos y miro hacia la pared, veo un espejo de cuerpo completo que yacía paralelo a nosotros, veo la escena:
Un hombre mayor, sobre una muchacha mucho menor, follándola bestialmente, saltando en su trasero, penetrándola, haciéndola rebotar, moviéndola una y otra vez, una y otra vez, a su disposición, a su ritmo. Veo como levanto mi trasero para que me penetre más profundo, más duro. Veo esa escena, siento esa escena. Me miro a los ojos, veo en mi rostro reflejado el dolor, la pasión, la sumisión, el no poder hacer nada, el poder que tiene sobre mi: yo, allí, acostada boca abajo, indefensa, mis muñecas eran presa de sus manos, mi trasero era presa de su abdomen, mi vagina, era presa de su pene. Sentía todo su cuerpo embestir al mío, sentía cada embestida, sentía los rebotes, el sudo que empezaba a rodar por mi espalda mezclado con el de él.
Cerré los ojos, me dejé llevar.
Embestía, embestía, hasta que empecé a sentir su voz gemir más y continuo, al punto de ahogar mis fuertes gemidos. Apretó más mis muñecas y dolió, embistió varias veces muy rápidamente y fuerte hasta que, sentí su pene enancharse un poco más y presionar todo su cuerpo sobre mí, al punto de hundirme en el sofá cama y se dio, dentro de mi vagina sentí el bombeo de su pene, ese bombeo característico, el bombeo delicioso que me decía que había eyaculado dentro mío. Bombeaba y bombeaba, sentí la calidez de aquél líquido, sentí la calidez inundarme por dentro. Su cuerpo lentamente empezaba a aletargarse, la presión ya no era la misma, nuestras respiraciones agitadas empezaban a coordinarse. El reía y sin saberlo, yo sonreía.
Al sacar su pene de mí, dolió. Al separar su cuerpo del mío, sentí el frío aire que entraba por la ventana. Al acostarse a mi lado, sentí como su semen salía de mí y un delicado hilo descendía de mi interior hasta el sofá cama.
Allí estábamos: ambos sudados, cansados. El a mi costado derecho, acariciándome la cabeza, con una pierna flexionada. Yo, en la misma posición, boca abajo, cansada, sudada, sin voz, pero con su semen dentro de mí.
-Te fuiste dentro mío- le dije mientras intentaba colocarme de espalda.
-Tranquila – ya respiraba más normal – tengo pastillas.
Abrí mis piernas de par en par, llevé mi mano hacia mi vagina y con dos dedos toqué su semen. Era de un blanco transparentoso y estaba por mi vagina, mis piernas –esta bien, pero ¿qué pasó acá? No entiendo…no sé cómo…o sea – no entendía nada de lo que había pasado.
-Shh shh – se sentó más a mi costado y me abrazó – no entiendas, no pienses. Solo pasó y sé que lo disfrutaste ¿o no?
-Ssssi…la verdad si –era sincera- pero me dolió un carajo.
-Es que estas muy apretada, demasiado para mi –sonreía gloriosamente haciendo gala de su pene-
-Supongo –le miré-
-Hace tiempo no disfrutaba tanto del sexo, fue exquisito
-¿Y por qué no lo hacías?
-Pues, el sexo normal me aburre…ya entenderás, además la última que me dio tanto placer, fue tu madre…creo que de ahí lo sacas… -paró en seco, palideció y me miró con grandes y redondos ojos, en señal de que había hablado de más-
-¿MI MAMÁ? – no lo podía creer-
Chicos, chicas
Acá dejo otro relatito mitad ficción mitad real, voy a dejar que uds juzguen y disfruten.
Planeo seguir esta historia si les gusta, tengo muchas ideas, en próximos relatos que serán mezcla de cosas que realmente me pasaron endulzadas con detallitos que no les cansarán.
Un enorme beso, gracias por leerlo!!
Suertuda