La Vida es un Sueño
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por ioelmejor69.
La Vida es un Sueño.
Del cual no quiero despertar a pesar de todo.
Primero que nada, quiero darles una idea de la situación que pasaba antes del momento en que ahora me encuentro para ver si la relación de los acontecimientos me hacen sentir menos culpable.
Me llamo Andrea, tengo en este momento 37 años y como muchas madres solteras, la razón e impulso en mi vida me lo dio en todo momento mi pequeño hijo Alberto, quien recientemente cumplió los 21 años, justo cuando las cosas empezaron a cambiar en nuestras vidas.
Cuando quede embarazada, su padre, el que creí el amor de mi vida, se espantó y salió huyendo de mi vida, con solo dieciséis años, me sentí morir pero me dejo con el mejor regalo, un hijo por nacer y miles de penurias por venir.
Ninguna mujer está preparada para ese tipo de vida, asistí a un hospital asistencial ya que no podía pagar ningún tipo de consulta, al nacer mi hijo, fui la mujer más feliz, tenerlo entre mis brazos, amamantarlo, bañarlo, vestirlo era emocionante, a pesar que veía dificultades en el futuro inmediato sola con él bebe en los brazos me sentía fuerte y poderosa, capaz de lograr todo lo que me propusiera, la realidad de la vida siempre me sometió a pruebas bastante severas.
Para poder trabajar y mantenerlo, tuve que dejarlo en una especie de hospicio donde me permitían pasar a darle el pecho por las tardes, mi bebe se pegaba con firmeza a chupar hasta que dejaba mi seno vacío, lo pasaba al otro y con la misma fruición lo vaciaba, así como si adivinara que no lo vería hasta el día siguiente, así sin pensarlo paso un año y mi bebe, comenzó a caminar, me recibía siempre con mucha alegría y de inmediato se prendía a mis pechos que aún tenían leche, de repente sentí un pequeño mordisco y eso basto para que como una señal eléctrica la sensación de su mamada y mordisco, llegara por dentro de mí a mi clítoris, volví a sentirme mujer aunque solo fue por breves momentos.
Dos o tres meses después, una de las monjas que cuidaban a los niños, llego cuando mi bebe mamaba, se nos quedó mirando y me dijo que esta situación tenía que terminar, que el niño era muy grande y ya no era propio que yo siguiera asistiendo a alimentarlo, por tanto, ahora solo lo veía unas pocas horas el domingo, la primera vez el niño se mostró arisco conmigo y solo me permitió abrazarlo después de muchos ruegos, cuando así lo hice, subió sus manitas y atrapo mis senos, rebusco con las manos hasta que localizo el pezón y así sobre la ropa, se puso a mamar de mí, consiguió sacar leche y puso una enorme sonrisa sobre su rostro, como nos encontrábamos en el jardín, busque esconder su maniobra a los ojos de otras madres y de las monjas, para el siguiente fin de semana, ya no pudo encontrar igual cantidad de leche pero continuo mamando, después de dos meses, mis senos estaban secos ya no había leche, seguí permitiendo su maniobra porque creí que así le mostraba mi amor y mi grandísimo afecto con palabras le trate de explicar que extrañaba su presencia y que me hacía falta durante la semana pero que tenía que trabajar, no me confesé en ese entonces, que yo también echaba de menos sus caricias y el endurecimiento de mis pezones que producían un grato calorcillo en mi entrepierna, los domingos, cuando llegaba al cuartucho donde vivía, quedaba dormida en cuanto ponía la cabeza en la almohada, ayudaba en mi mente el recuerdo reciente de mi bebe y sus caricias.
Pronto pasaron los cuatro años y las monjas me advirtieron que era necesario ir pensando en la educación del niño, me auxiliaron buscando un kínder, que aceptara al niño y que accediera a regresarlo diariamente al hogar de las monjas, como todos los domingos, corría a ver a mi bebe quien me presumía sus nuevos conocimientos, dibujaba sobre mis senos, las primeras letras y las figuras geométricas que aprendía, al hacerlo en mi cuerpo se despertaban esas gratas experiencias que me daban sus manipulaciones, al despedirnos, siempre le pedía que besara y chupara mis pezones y en pago lo abrazaba y daba un beso en sus mejillas, así con esa rutina termino su educación elemental y junto con las monjas, empezamos a buscar una escuela de educación primaria.
Paulatinamente, había logrado hacer un ahorro y estaba dispuesta a gastarlo todo en la educación de mi hijo, por tanto, yo no tenía limite en mis aspiraciones, las monjas por su parte, me hicieron ver la conveniencia de acudir a una institución religiosa o bien a institución militar, en ambos casos, el grueso de los gastos quedarían reducidos a una mínima parte, fue así que accedí a que mi niño, fuera a hacer la educación primaria al seminario.
En este sitio privilegiaban la educación religiosa pero eran exigentes en el resto de los conocimientos de otras materias, el problema era que ahora yo tendría que compartir el tiempo de mi visita con la enorme cantidad de tarea que le dejaban, mi niño, me recibió con un beso y un abrazo, se empezó a quejar conmigo de las exigencias que le hacían los sacerdotes maestros, nunca, permití que la queja fuera permanente, siempre que pude, lo motive a que se esforzara, siempre lo impulse para que fuera el mejor y destacara por sus propios medios y conocimientos, como premio al esfuerzo a los estudios que yo hacía junto con él, siempre le pedí un beso y un abrazo, el aprovechaba para deslizar su mano por mis senos hasta que sentía salir a mis pezones a saludarle.
Así pasaron cinco años, mi niño cumpliría pronto los doce años, las monjas me llamaron para avisarme que habría una festividad para que los niños hicieran la primera comunión, ya tenía bastante dinero ahorrado y me lo prestaron una tarde para llevarlo a comprar un traje, me dejo sorprendida la empleada de la tienda cuando me dijo que la talla de mi hijo era la equivalente de un joven de 16 años, al momento de la prueba, no pude evitar conmoverme, los días corrían y mi hijo se estaba convirtiendo en un hombre.
Al domingo siguiente, no me beso ni abrazo, me dijo que no podría hacerlo porque ya se había confesado, yo le dije: ¡Olvida eso, yo soy tu madre y no hay ningún pecado en lo que hacemos!
Me sonreía y yo le devolví la sonrisa, lo abrace y al oído le dije: Y, si hay pecado, ese será nuestro secreto, tú, yo y Dios que todo lo mira, sonrió, me abrazo y terminamos con nuestra caricia de siempre.
Por muchas razones, me di a pensar que no fuera más a escuelas confesionales, buscando ayuda un día me encontré con una oferta de empleo que me pareció excelente, el anuncio ofrecía casa independiente y buen salario por cuidar una persona mayor, había dos mujeres antes de mí y las mire salir sin mostrar cara de haber sido contratadas, me toco pasar a la entrevista y me enfrente con un señor de cerca a los setenta años que al solo verme mostro más interés por conocer detalles de mi vida que las experiencias de trabajo, guiado por sus preguntas, termine contándole toda mi vida, me pidió que me pusiera de pie y me pidió que me diera una vuelta a su alrededor, obedecí y camine rodeando el sillón donde se encontraba, pregunte a que persona debía de cuidar y el me contesto que a el mismo, la verdad se veía fuerte para su edad y cuando termino la entrevista, se puso de pie y su enorme tamaño, me intimido un poco, me ofreció su mano al tiempo que me repetía la oferta de una muy buena cantidad de dinero, poder usar de la casita anexa con un pequeño cuarto, salita, comedor y cocina, la única desventaja, lo era el que para servicio de baño había que acudir a la casa principal, por todo lo demás quede encantada y acepte de inmediato, ese fin de semana, le platique a mi hijo y le comente que iba a platicar con mi nuevo patrón para ver si aceptaba que mi hijo viviera conmigo, con esa esperanza, nos despedimos no sin antes permitirle a mi hijo sus caricias acostumbradas que me daban ánimo para enfrentar cualquier cosa.
El trabajo, lejos de ser rutinario, se convirtió en una gran escuela para mi pues el señor Benjamín, que era su nombre, desde el primer día, siempre que me pedía algo, me preguntaba si sabía yo hacerlo, cuando llegue a decir que no, siempre se tomó tiempo para explicarme como se debían hacer las cosas y cuál era el origen de las mismas, al día siguiente me pidió ir a un Banco que estaba cerca de casa, una vez que me explico el tramite fui a realizarlo, ahí, me entere que Don Benjamín era viudo desde hace más de 20 años y que sus hijos, hombre y mujer, lo visitaban muy poco o casi nada y si lo hacían era para pedirle dinero que según el banco no se lo acabaría aunque volviera a tener 30 años.
Cuando volví a casa, entregue lo de su encargo, me sentía acalorada y agobiada, desee tomar un baño y le pregunte si no disponía de otra cosa, para poder hacerlo, como no hubo necesidad de algo más, me prepare a tomar el baño, fui a mi cuarto que empezaba a apreciar por su independencia, prepare mi toalla y mi ropa de cambio, cuando entre al baño, me sorprendió el lujo con el que estaba hecho, nunca había visto un baño que contara con tantas facilidades, una gran tina donde seguro cabrían dos personas se situaba en una esquina, a un costado de esta, un espacio amplio para regadera, rodeada de puerta y costados de cristal, por el otro lado, un lavamanos con mesa de mármol rosado, un gran espejo, a un lado la taza del wáter y un aparato similar el cual después sabría que se llamaba bidet, un closet angosto para varias toallas también con puertas de cristal y como dominándolo todo una tumbona tipo otomana cubierta de afelpado de toalla en color vino, a espaldas de esta se encontraba un espejo de piso a techo de por lo menos metro y medio de ancho, al ver tanta suntuosidad, me sentí cohibida y decidí salir para hablar con Don Benjamín, lo encontré en su gran sillón y le dije: -Don Benjamín, ¿De verdad puedo utilizar ese baño? Es muy lujoso y me sentiría mal de solo usarlo sin más.
-Por favor, siéntete en confianza de usarlo, lo único que te pido es que me avises a qué hora lo vas a utilizar, para no ser molestada, de hecho, puedes tomarte todo el tiempo que quieras, el baño es casi un santuario y debe ser un lugar grato en todos sentidos, por lo mismo te recomiendo no fallar en avisarme pues nunca quisiera molestarte.
Con esa respuesta, no me quedo otra más que hacer uso de ese baño, regrese a este y empecé a desnudar, note percheros de cristal en los muros, a pesar de ellos, hice un pequeño bulto con todas mis prendas, me sentí rara al contemplarme reflejada en ese gran espejo, si giraba la cabeza, también me veía en el espejo del lavamanos, la experiencia no dejaba de ser excitante.
Junto al lavamanos, en la pared se encontraban varios controles, con curiosidad de mujer, los fui moviendo uno a uno, el primero cambiaba la intensidad de la luz pero nunca la apagaba, el segundo fue para un aparato de música que no era radio pues no tenía anuncios, un tercero, permitía cambiar la música a escuchar, sin saber bien porque, deje música clásica, no sé de qué autor pero sonaba deliciosamente alegre, así me sentía yo en ese momento, sentía que todo había cambiado para bien.
Opte por la regadera y realmente disfrute de ella, no perdí mucho tiempo pero le di un poco de este a acariciar mis senos y pezones, lave y enjuague prolijamente mi centro de placer y no me prive de mirarme en el espejo al hacerlo, no sé porque pero me estremecí un poco, me seque y vestí sin demora, al salir quise buscar a Don Benjamín pero no le encontré a la vista, fui a mi cuarto y me di crema en las piernas y cambie de zapatos, regrese a la casa grande y me dispuse a preparar la comida y hacer otras tareas, estaba empezando a trapear la cocina cuando llego Don Benjamín.
-¿Por qué te diste un baño tan rápido? Ya te dije que es algo que debes disfrutar, para mañana tomate una hora al menos.
Conteste que así lo haría y se terminó el asunto.
Durante la comida, Don Benjamín me exigió que le acompañara por lo que puse mi plato a un costado del de él.
Me pregunto muchas cosas que quería saber de mí, yo respondiendo y comiendo, la hora nos pasó rápidamente, me pidió café e insistió en que le acompañara a tomarlo en la sala y la verdad me sentí muy bien de poder hacerlo, como sus preguntas cesaron temporalmente, fui yo la que pregunto, así hiso de mi saber que no debía preocuparme mucho por los quehaceres, para él, siempre seria mas importante ser bien atendido, desayunar y comer sano y abundante, para la cena siempre comería lo mismo, rebanadas de panque, café, leche y dos copas de coñac.
Después de haber servido su cena, me fui a mi cuarto y me deje caer sobre la cama y de inmediato me quede dormida, soñé que era Domingo y que estaba con mi hijo, goce dentro del sueño con sus caricias.
Al continuar con mi tercer día, me lleve una sorpresa adicional, Don Benjamín me ordeno salir a comprar víveres, para ello me entrego una cantidad sobrada de dinero, sobre todo si consideraba que solo era para alimentos para él y míos, después de decirle que era mucho el dinero, me ordeno que comprara ropa para mí, que había notado lo escaso de mis pertenencias y que comprara de todo hasta sentirme a gusto y feliz.
Compre primero los comestibles, lleve una buena cantidad de productos y de lo mejor, después pase a una tienda departamental y seleccione dos o tres prendas de vestir siempre fijando en los precios, adquirí también tres juegos de ropa interior que le combinaran y un par de zapatos adicionales, cuando volví a casa, deje para el final llevar mis adquisiciones a mi cuarto, en ese momento llego Don Benjamín y me apresure a devolver el dinero sobrante, era más de la mitad de lo que me había dado, sonriendo me lo recibió y me dijo -¡Pasaste la prueba! ¡Muchas gracias! Se ve que con poco te conformas para ser feliz, muchas gracias por ser como esperaba, ¡Qué bueno que no me equivoque contigo!
La semana transcurrió sin contratiempos y el sábado por la tarde, avise a Don Benjamín que utilizaría el baño, aproveche para decirle que la mañana del Domingo saldría temprano para ir a ver a mi hijo, que le dejaría el desayuno servido y regresaría por la tarde a preparar su comida y su cena, como no objeto nada, nos despedimos y entre a bañarme, esta vez me tome más de una hora, el baño me hiso bien sexualmente, me acaricie y goce hasta relajarme, sabía que al día siguiente cargaría pilas cuando viera a mi hijo.
La plática con mi hijo fue maravillosa, llene su mente de expectativas, incluso hasta le prometí que en unas semanas, podría yo llevarle a casa, tenía muchos años sin tener la oportunidad de estar con él, hasta prometí que le podría comprar su propia cama, al despedirnos, le abrace fuertemente contra mis senos y nuestros corazones se llenaron de una mágica esperanza.
Al volver a casa todo me parecía irreal, estaba mucho más que feliz, me sentía satisfecha y esperanzada de tiempos mucho mejores.
El lunes por la mañana, comencé a hacer limpieza, deje el desayuno listo y fui a la habitación de Don Benjamín mientras él estaba en el jardín, barría, sacudía y trapeaba con rapidez confiando que al acabar pronto pudiera hacer la comida, de repente, entre en su vestidor y encontré en el centro de este un cómodo sillón que miraba a una gran cortina de color gris obscuro, cuando la muevo y trato de descorrer encuentro con que es un gran cristal que permite observar con lujo de detalle el baño, como ya dije, este siempre mantenía encendidas sus luces, mi primera reacción fue de indignación luego de una profunda pena, me avergonzaba el pensar que Don Benjamín, había podido mirar mis abluciones dentro del baño, pudo más mi coraje y decidí salir a enfrentarle y dejar el trabajo antes de darme cuenta de alguna otra perversión.
Don Benjamín estaba sentado en el jardín leyendo el periódico del día, frente a él, le dije: – Señor, creo que me debe una explicación y quiero que me la brinde antes de dejar este empleo, acabo de comprobar que usted me observaba a través del espejo cristal que tiene en su vestidor, ¿Se complace mucho de verme desnuda? No creí que usted fuera un viejo asqueroso, No sé cómo me deje engañar,.
-¡Calma, hija, calma! Dijo Don Benjamín al tiempo que se quitó las gafas y me miro de frente a los ojos, por favor siéntate a mi lado y déjame explicarte, anda, ¡por favor!
-Escúchame con atención y con la mente abierta, reconozco que te he observado, pero no soy un enfermo, no te he ofendido ni te he faltado al respeto, no tienes idea de cuan feliz me has hecho, soy un hombre solo y abandonado, mi placer es lo único que tengo, por favor, escúchame y déjame explicarte,.
-No me quedo más remedio que escucharle mientras que trate de recordar el tiempo que había vivido en soledad y los juegos íntimos que me procuraba con mi hijo y sintiéndome también culpable quede más receptiva para escuchar su punto de vista.
Don Benjamín, en todo momento mantuvo su mirada fija en mis rostro, continuo hablando en cuanto vio que mi mirada ocultaba algo de culpa, -Estoy a punto de morir, tengo un cáncer en el cerebro que progresivamente me matara, por mi propia naturaleza, no pienso confesarlo a mis hijos que solo quieren mi dinero, nunca les ha importado mi bienestar, antes de saber lo de mi enfermedad, cada semana alquilaba una acompañante que venía a casa a hacerme compañía, siempre utilizaba alguna pastilla estimulante y podía mantener relaciones sexuales por horas, quedaba agotado pero satisfecho, pagaba bien y era bien atendido, más de una hubiera querido una relación más frecuente, algunas más con ambición desmedida, trataban de sonsacarme para una relación diferente, jamás lo permití pues en el fondo siempre fui un hombre para solo una mujer, a mi esposa le fui fiel por muchos años, aun extraño su partida, los doctores me prohibieron el uso de viagra o de cualquier otra pastilla similar pues por el efecto que tienen en la circulación, aceleran el proceso de crecimiento del tumor en mi cerebro, estoy resignado a morir y no me preocupaba morir solo, hasta el día que llegaste a buscar empleo, Ni yo mismo se decir porque pero en cuanto te vi, me provocaste una gran excitación, tienes una belleza distintiva, se te mira calma y feliz, no transmites erotismo pero eres una mujer harto sensible y después de observarte en el baño, sé que tienes el fuego por dentro.
Te confieso, que la primera vez que te vi desnuda, -continúo Don Benjamín, pude confirmar que algo en ti hace que me excite, lamentablemente no pasaste de acariciar tu sexo y un breve tiempo tus senos, cuando empezaba a excitarme, dejaste de bañarte.
La siguiente ocasión, fui testigo de los momentos de satisfacción que te diste, como si estuvieras soñando con alguien o tal vez siendo acariciada por esa ensoñación, que te provoco un derrame ya que tu cuerpo se sacudía rítmicamente mientras mantenías tu mano metida entre tus piernas, te confieso que casi logro una erección y que logre derramarme entre mis dedos mientras me acariciaba, sentí que te acompañaba en el gozo, si esta confesión te parece demasiado cruda, lo lamento, soy culpable.
No supe que contestar, pobre hombre, había sido crudamente obsceno pero era verdad, era muy poco lo que pedía, además, no podía yo confesarle que el fruto de mi gozo era la pasión irrefrenable por mi hijo y el pensar en sus caricias hizo que me sacudiera desde el fondo de mi corazón mientras mis senos se endurecían al igual que mis pezones.
Don Benjamín, suplico y rogo para que no abandonara su casa y casi llora cuando me pidió que no le privara de los últimos placeres que la vida le ofrecía, prometió recompensarme y dentro de mi egoísmo, por interés termine aceptando quedarme.
Fuimos muy claros al decir que no hablaríamos más al respecto, y solo puso de condición que siguiera avisando de las veces que ocupara el baño y que este debía al menos durar una hora.
Mentiría al decir que la siguiente oportunidad de bañarme no me éxito nada, de hecho saber que estaba ahí para ser observada y provocar placer me provoco una serie de estremecimientos previos desde la preparación de la ropa que habría de utilizar para cambiarme, en el fondo de mi ser, me agradaba la sensación de ser admirada, de sentirme mujer, una vez que entre al baño, el saber que estaba siendo mirada, me hizo empezar a desnudarme en forma lenta, empecé por desprenderme de las medias subiendo cada una de mis piernas y deslizando lentamente la media hasta retirar de mis tobillos, después baje mi falda girándome para ofrecer una vista de mi trasero, removí la blusa y sin moverme casi desprendí el sujetador desabrochando por atrás el seguro del mismo, al tomar entre mis manos el frente del sujetador sentí a mis pezones sobresalir de mi piel, me gire y solo deje caer la prenda para que mis senos se mostraran a plenitud, no sé porque lo hice pero tome cada uno entre mis manos y los sopese y apreté suavemente hasta hacer notable el crecimiento y endurecimiento de mis pezones, muy lentamente deslice mis bragas por mis muslos termine de removerlas subiendo una pierna en la otomana y como en desgano acaricie mi entrepierna para mostrar por un segundo la amplitud de mi abertura.
Toda estas acciones, sabía que estaban siendo un estímulo para el erotismo y satisfacción del señor Benjamín a pesar de ello llevaron humedad a mi entrepierna.
Continúe con el ritual natural del baño, en forma normal seguí mi rutina de limpieza, lavar mi cabello, tallar con intensidad brazos y piernas, aclarar el cuerpo dejando correr el agua por el frente y por detrás, cuidadosa y lentamente lave mi entrepierna, deje correr mis dedos al interior lave mis agujeros y me encontré sorprendida de reaccionar en forma receptiva pues mis interiores apretaron mis dedos, me sentí deseosa de hacer más profunda la penetración, con la regadera de mano, dirigí el chorro a mi entrepierna y el resultado me sorprendió, miles de pequeños toques llegaron a mi clítoris, una sensación jamás experimentada por mí y por mi cuerpo, la velocidad era incomparable aun con la que mis dedos me daban, me sacudí , pequeños espasmos corrieron por todo mi cuerpo y mis pezones se endurecieron y crecieron más en mis senos, casi me derramo cuando mi mano libre fue a ellos y los acaricio como lo hacía mi hijo, cerré los ojos y pensé en él.
Pensando en él y en sus caricias me deje llevar y continúe hasta que las gotas de agua me provocaron un orgasmo de medianas dimensiones que me sacudió hasta hacerme doblar mi cuerpo por el medio.
Corte el flujo del agua en ese momento, me sentía laxa y medianamente satisfecha, Salí y empecé a secarme, estaba relajada y me tendí en la otomana cubriendo mi cuerpo con la toalla, debo decir que el gozar me provoco somnolencia, cerré mis ojos y empecé a recordar a mi hijo, sus caricias a mis senos fueron replicadas por mis manos una en cada seno y en forma simultánea, tire de los pezones y acaricie su turgencia, sentí como me mojaba.
Desperté de la ensoñación cuando mi mano derecha bajo a alojarse a mi entrepierna para acariciar mi clítoris, me di cuenta que la toalla había caído de mi cuerpo y que estaba con las piernas abiertas, por un segundo pensé en el señor Benjamín, cerré mis ojos y me deje ir.
No me importo más allá de mi placer y en volver a ver a mi hijo, sabía que todo lo que hacía era para él y por él.
Al salir del baño siempre iba a mi recamara, ahí siempre tenía la muda de ropa de cambio preparada, me vestí con algunas prendas de las compras recientes, a toda mujer le gusta estrenar y ahí estaba yo, satisfecha y feliz por tener nueva ropa.
Así pasaron varias semanas, hasta deje de pensar en el señor Benjamín al momento del baño, me sentía cada vez más dueña de mí y más segura, al paso de los meses, había olvidado casi por completo la presencia del cristal y la segura existencia de mi espectador.
Por lo demás, nunca hubo ninguna insinuación ni ofensa de palabras o de obras de parte del señor Benjamín, podría decirse que empecé a tomarle un poco o un mucho de afecto, siempre tenía un detalle novedoso que nos hacía platicar de diferentes temas llegando incluso a que ambos riéramos por cualquier ocurrencia, un día, al término de su cena y después de haber pedido un coñac adicional, me dijo que me sentara pues necesitaba hablar conmigo.
En resumen me dijo que los médicos habían detectado que el tumor parecía que había remitido un poco puesto que no había crecido igual que en meses anteriores, no obstante el mal seguía latente puesto que el no consentía en ser sometido a ningún tipo de radiaciones que mermaran más sus condiciones de salud.
El atribuía el cese en el crecimiento del tumor al placer que lograba al mirarme por lo que me solicitaba que a modo de prueba me bañara a partir de esa noche, todos los días, en principio me negué pues, según mis argumentos, me vería impedida de cumplir con todas mis tareas en la casa y por otro lado era acostumbrarme a una vida cómoda y holgada y que no estaba bien pues en otros trabajos, no podría gozar los mismos privilegios.
-No tendrás que trabajar más, y de eso es de lo que quiero hablarte, estoy dispuesto a dejarte la tercera parte de mi herencia y algo más, siempre y cuando seas totalmente sincera conmigo y me cuentes en detalle en que piensas cuando estas en el baño acariciándote.
Su planteamiento me dejo perpleja y enmudecida, no sabía ni quería contestar para no permitir que supiera mi grande y obscuro secreto y por otro lado, el interés y el solo medir las consecuencias del hecho, me ilusionaron en poder dar un excelente futuro a mi hijo.
No supe que decir y preferí callar, como pude me disculpe y quede de pensar en mi respuesta, dije buenas noches y fui presurosa a mi habitación, definitivamente no pude conciliar el sueño, toda la noche mi mente fue un torbellino de ideas, la cual más descabelladas, trate de poner un valor a lo que recibiría, era imposible, no sabría yo cuanto era un tercio de algo que desconocía, pensé en las consecuencias, en lo grave de mi confesión, pensé y pensé todas las horas, la mañana me sorprendió pensando y sin ninguna decisión tomada.
Ojerosa y cansada me encontró en la cocina y sonriente me sugirió que necesitaba un baño para despertar, sonreí ante su ocurrencia y le dije: -Primero Desayune sr.
Benjamín, luego platicamos.
Al termino del desayuno, el sr.
Benjamín dijo que iría a bañarse pues tenía cita con los médicos para un estudio especial esa tarde, me entretuve lavando los platos del desayuno y mi corazón se aceleró y tome la decisión de ver y observar el baño de mi patrón.
Sin hacer ruido, camine hasta su vestidor y descorrí la cortina, el sr.
Benjamín estaba de pie en la regadera, su cuerpo desnudo lucía una tonicidad que yo no sospechaba, debió de haber sido mucho más firme y fuerte cuando joven, el bello en su cuerpo era de un castaño claro y en su entrepierna era abundante dejando ver un miembro de buenas dimensiones que balanceaba con naturalidad, no me provoco ninguna excitación, pero de inmediato pensé en ofrecerme a él con tal de no contar la realidad y motivos de mi gozo y del placer solitario al que me entregaba, para mí era imposible platicar siquiera de mis fantasías incestuosas en donde mi hijo solo era la herramienta.
Pensando en cómo hacerlo me di cuenta que el sr.
Benjamín empezaba a secarse vigorosamente con una toalla y se enfundaba en su bata, Salí del cuarto pensando cómo hacerlo.
Esa misma noche, platicando en la sobremesa, el sr.
Benjamín sonriente me dijo: -Esta mañana me observaste mientras me bañaba, ¿Por qué lo hiciste? ¿Te pareció algo interesante?
Garraspé y casi tosí, se había dado cuenta porque con las prisas por salir de su habitación no había yo recorrido la cortina, no sabía que contestar, simplemente dije: -Si lo hice, quería yo ver si lograba despertar en mí el deseo por un hombre y así poder ver si puedo llegar a bañarme con usted y compartir un poco más que el baño.
-No, no es lo que yo deseo, contesto de inmediato, Solo quiero que me des el placer de mirarte, no dijo más, se puso de pie y se retiró a sus habitaciones.
Ahí me quede, sentada y pensando en el error que había cometido, pensando si sería capaz de seguir complaciéndolo.
A pesar de todo, acepte el bañarme diariamente y haciendo de este un momento de más de una hora, ahora, tratando de estimularme, me di cuenta que si bien fantaseaba con las caricias de mi hijo, tenía años de no ver a mi hijo desnudo, comencé a pensar en cómo seria y como poder llegar a verlo.
Transcurrieron varios meses y una tarde después de haberme bañado, el sr.
Benjamín me llamo para pedirme que le hiciera o comprara un pastel, Salí a comprarlo, al cenar me dijo que este día cumplíamos un año de nuestra relación tan especial y que había decidido festejarlo, reímos y bromeábamos hasta que insistió en que para hacerlo mejor, lo único que faltaba era que lo hiciera yo participe de mis fantasías y le compartiera la causa y origen de las sensaciones que podían provocar mi goce diario.
Después de reflexionar brevemente, me decidí a confesar mis obscuros sentimientos, al fin tenía la fuerza de hacerlo y sin pensar empecé.
-Es por mi hijo, dije por lo bajo.
-¡Es por mi hijo que me mojo y me estimulo!
Rápidamente, conté como me aficione a las caricias inocentes de mi hijo y como estas al paso de los años, habían sido el estímulo de mis fantasías masturbatorias, mientras contaba, el sr.
Benjamín, apretó una de mis manos en señal de apoyo y comprensión.
Durante el tiempo de la plática, sentí un particular desahogo, por fin después de tantos años, dejaba salir el enorme sentimiento de culpa que la idea del incesto me consumía, al exteriorizar los sentimientos y la turbación natural de el origen de esa oculta pasión, reflexione que en si no era nada, tal vez para mi hijo, no fuera nada significativo y era solo algo que el hacía en forma inconsciente y sin malicia.
El sr.
Benjamín, durante todo el tiempo miro a mis ojos, sentí su mirada escrutadora pero en cierto punto también con comprensión, simpatía y tal vez hasta empatía con mis sentimientos y emociones.
-¡Quiero conocerle! Fue lo único que dijo.
-¡Debes traerlo a casa! ¡Platicaremos con él, sobre su futuro!
Se puso de pie, puso una mano sobre mi hombro y me dijo: -Ve a descansar, buenas noches.
Quede un poco sacada de sitio, tal vez porque esperaba otro tipo de reacción, condena o rechazo, escandalo, recriminación, pero no la que en final había dado.
Con la fatiga acumulada, el llanto durante mi confesión, el desahogo, caí rendida en cuanto puse la cabeza en la almohada.
Así, sin pensarlo, pasaron casi tres años, había habido de todo en nuestra relación, ahora nos unía una gran camaradería, cada día me preocupaba por su bienestar y el por el mío y por el de mi hijo, siempre insistía en querer conocerle y yo me negaba a ello no queriendo que mi hijo se percatara del precio que pagaba por nuestra mejor forma de vida.
Una noche tuve un sueño muy vivido, donde de las caricias a mis senos, mi hijo pasaba a besarlos y lamerlos, morder mis pezones y besar mi boca que también ansiosa lo recibía, desperté agitada encontrando que la humedad en mi entrepierna era notable, volví a dormir con una agitación casi constante.
Le platique al señor Benjamín y el solo volvió a insistir en lo que ya muchas veces me había dicho, necesitas traerle a casa, debemos hablar sobre su futuro, pensé mucho en ello y volví a pensar en mi hijo.
Fin de la Primera Parte.
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