Las Confesiones de Nelson… La tentación de la sobrina
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Eventualmente_Sexual.
Camino al trabajo, iba pensando en lo que ha escuchado en casa. Sergio no daba con tanto; una tía de él, supuestamente llegaron los chisme, que está viviendo con un sobrino. Él trabaja en la construcción de un edificio, en un sector llamado San Blas. Al bajarse en la parada, se detuvo y compro la cena, allá en el edificio lo esperaba Nelson. Ellos trabajan en el día, pero en las noches, trabajaban de vigilante. Era un lunes, y ese fin de semana pasado, Sergio estuvo libre hasta la tarde.
Cuando llegue, estaba Nelson abajo, limpiando las botas del cemento. Pongos las arepas rellenas, en la mesa y en un tobo me siento. Después de hablar otras cosas, al estar comiendo, le digo a Nelson, lo que he oído en la casa.
– Compa, va creer usted que sobrino y tía viven junto, como marido y mujer –
– ¿Verga y quiénes son esos? –Pregunta –
Pues una tía mía, con el hijo mayor de otro tío mío. –Supuestamente, eso dicen, pero tú sabes, cuando el rio suena, es que piedras trae.
– Compadre no se crea, a veces eso, es más común de lo que parece –me dice él.
– Coño men, yo vengo sorprendido por la vaina esa –le respondo.
Terminamos de comernos las arepas, nosotros dormimos en el segundo piso; no es tan alto, pero tampoco estábamos abajo, era la zona segura.
Había una camita individual, y un colchón ancho en el suelo. Nelson se está acomodando en el colchón y yo me acomodo en la camita, prácticamente lo tengo a un lado, pero él esta abajo.
– Ve, yo te voy a decir algo, ya que me removiste recuerdos, con lo de tu tía y tu sobrino –me dice Nelson, en eso desconecta el cable de la bombilla, y todo queda oscuro. Oigo cuando se tira al colchón, y acomodándose, vuelve a decirme, que va confesarme algo.
– ¿Sabe porque le digo, que esto es común? Compadre yo también lo he hecho –
– ¿Qué? Compadre ¿usted también se cogió a una tía? – le pregunto todo emocionado.
– Una tía no, una sobrina –.
Se me vino a la mente, fue que era una menor de edad, y Nelson debió sentir mi incomodo silencio.
– Eso fue hace cuatro años atrás –dice él – ¿le cuento compadre? – pregunta.
– Si claro que si –le respondo.
– Compadre pero que esto no se sepa en el barrio ¿oyó? –
– Me crees tú a mí ¿un chismoso? –
– Para nada, por eso, quiero decirle esto–
Yo me acomode, de lado en la cama, hacia al lado que esta acostado Nelson. Por un momento no me sentía tan emocionado, pero aun así estuve atento a lo que me iba a decir. Nelson comienza relatarme…
II
Tú sabes que, cuando el viejo Esteban se metió en el lio ese, que lo estaban buscando para matarlo; de la casa de mi hermana, salieron piraos. La que se quedó fue Graciela, y eso fue porque, cuando paso eso, ella no estaba ahí viviendo en la casa.
Güebón, yo me aleje de ahí también, tu sabe uno nunca sabe. Bueno como te decía; a mí una tarde, me escribe mi hermana… coño Nelson, porque no vas y le das una vuelta a la casa, que Graciela esta allá sola.
Mire compa, yo le digo que sí, pero de verdad, que nunca me paso por la mente de ir con la malicia. Se lo juro por mi madre que está bajo tierra.
Yo en ese año, trabaje con Alonzo, y al llegar del trabajo, me bañe y después de comer, me lanzo para allá. Llego normal, y me abre la puerta Graciela. Compa la diabla, estaba con una licra gris, bien ajustada. Me senté en el porche, y ella fue a la cocina, me trae un vaso de jugo, y yo comienzo a decirle, lo que había hecho su padre y ahora como tenía a mí hermana dando bandazos por allá tan lejos, metía en un campo.
Sergio, tu sabes, ¿cuándo una mujer esta con una risita? y la coñoemadre estaba así conmigo. Pero yo muy lejos de imaginarlo, ignoraba la cosa pues. Pero hubo un momento que la demonia, se estiraba la licra hacia arriba, y coño men, uno es hombre; me quedo viendo como tiene ese cucón marcado. Unos labios gruesos, ese papo se le marcaba divino.
– Yo comenzaba a excitarme, con lo que me está diciendo Nelson, meto mis manos entre las piernas, y siento mi verga dura.
Compa, ya a mí se me puso el güebo tieso, de tanto verle el papo de Graciela. Y ahí si le digo de verdad, que ya ahí yo estaba con la malicia. Pero compadre, no es por culparla, pero ella era la que quería.
Cuando ella se va a la cocina, antes de eso me estuvo sobando el brazo, porque me ve un rasguño profundo que me hice en el trabajo. Ella agarrando los vasos de los jugos, y cuando fue a agarrar el de ella, que está en el suelo, pana… me puso el culo en pompa.
Compadre, yo sentía que estaba hirviendo, el güebo lo tenía bien apretado con el pantalón. La sigo con la mirada hasta que se pierde en la cocina. Estábamos solos, aun así me quedo viendo hacia afuera, me levanto de esa silla y voy a seguirla; al llegar, ella estaba lavando los vaso, pero cuando voltea hacia atrás, con esa mirada de puta, se me queda viendo y sonríe.
Pana, yo me dije; es ahora o nunca. Me acerco por detrás, y con la excusa que voy a agarrar un vaso, le pongo la mano en la cintura y apenas le pongo mi paquete en las nalgas. Ella de una se voltea, y me da un beso…
– ¿Y qué hicieron luego? – le pregunto, porque se queda cayado.
– ¿Le sigo contando compa? –
– A pues, vas a dejar el cuento hasta ahí –.
La monto sobre el mesón, y al jalarle la licra hacia abajo, eso se enrollo sola y se le bajo de inmediato. La demonia estaba sin pantaletas, compa. Con razón se le marcaba ese papo todo jugoso. Mire Sergio, yo soy de poco, de mamarle la cuca a una mujer, pero ese papo de Graciela, estaba regordete, como para meter la nariz ahí, y hacerle como dice la canción de Juan Luis Guerra; hacer burbujas de amor en tu pecera.
Chamo, yo le pasaba la lengua y me la comía toda. Estaba aguadita, y con ese papo caliente. Aun montada en el mesón, le abro bien esas piernas; saco mi güebo, que está a punto de reventarme el pantalón… uff compa, no sé si es, el morbo de hacer algo prohibido, pero eso fue como si nunca hubiese tirado con una tipa. Mira Sergio, cuando yo le pongo la cabeza de mi machete en el coño de Graciela, le hacía puchero. Y yo, si me jalaba el güebo hacia atrás, le hubiese acabado ahí mismo. Para no correrme tan rápido, le paso la cabeza entre los labios de la cuca; pana, eso estaba babosito. Al clavarla, esa cuca me apretaba el güebo. Yo me movía lento, le llegaba hasta al fondo, pero esa cuca estaba demasiado lubricada, cada sensación que sentía, me hacía temblar compa.
–Sergio se imagina todo, y ahora mismo tenía el interior todo húmedo. No sabía que era lo que más le daba morbo, pero en su mente imaginaba todo. Nelson no es nada feo, siempre desde joven ha tenido un cuerpo marcado y bronceado. Se lo imaginaba, verlo, con los glúteos contraídos, casi podía saber cómo era el güebo de su compadre, imaginado como la vagina de Graciela se lo apretaba, era un morbo sin igual. Se queda calladito, y teme tocarse la verga, Sergio sigue oyendo a su compadre hablar…
Mire compa, si yo estaba por acabar, la diabla de mi sobrina lo estaba más. Yo apenas le metía medio güebo, cuando veo y siento como esa cuca se contraía; me lo absorbe, y luego me lo empujaba hacia afuera. Chamo, yo acabe, y le eyacule adentro; cada espasmo que me daba, era como si me estuviera dando un ataque epiléptico. Para terminarle de llenarle la cuca de leche, se lo metí hasta al fondo, y la cuca de esa demonia me lo apretaba con una fuerza compadre, que de verdad, yo no sé si usted ha sentido eso una vez, pero era algo único, en como esa mujer estaba tan caliente.
– ¿Y después que pasó? ¿No sintieron vergüenza? –le pregunto.
– Ah pues compadre ¿usted qué cree? –.
Claro yo me sentía era fatal. El remordimiento, la vergüenza de hacer eso. Ella se levantó y se fue al baño a bañarse. Yo me asome y lo único que le dije es que me iba. Y ella también quería eso.
Compadre, por la noche, yo pensaba en ir al otro día a una iglesia, para rezar por mi pecado, pero era algo estúpido, cada vez que me acordaba, el güebo se me ponía tieso.
III
Esa noche, Sergio se acostó todo tenso. Tardó mucho en dormir, después de eso, la amistad entre Nelson y Sergio se hizo el lazo más fuerte.
En la mañana llegaron otros dos trabajadores, y el maestro de obra. Arriba en los pisos más altos del edificio, iban a frisar las paredes de una oficina. Nelson estaba batiendo pega de cemento, usaba un pantalón, que le queda pegado, la camisa se la enrolló como un turbante en la cabeza, Sergio se le queda viendo; un cuerpo ancho, bronceado y con músculos hechos por el trabajo fuerte de la construcción. El sol pegaba fuerte, Nelson se sacude el sudor de la frente, él tiene un bigote suave, que se le ve más bien como una sombra, y cuando sonríe se le forman los hoyuelos en las mejillas. Nelson se queda mirando a Sergio y este sonríe, porque el compadre, le giña el ojo; como diciendo que esta mamado por el sol.
A la tarde se fueron los demás, esta noche también le tocaba quedarse a Nelson y a Sergio. Repetían lo mismo de siempre, primero pasaban la tarde en la azotea del edificio, mirando hacia la calle; viendo como los huele pegas, buscaban entre las basuras, y si tenían suerte, veía como dos se pelaban por un pote de pegamento de zapato.
Bajaron, y al acostarse, Nelson va y apaga la luz. Sergio oye como se acomoda en el colchón. Y estaba pensado en cómo hacerle más preguntas, de lo que le ha contado anoche.
– ¿Compa y lo volvieron hacer? –pregunta. Nelson se queda en silencio, y le responde que no. Sergio piensa que ya no le quiere decir nada, pero al ratico comienza hablar Nelson, y le dice; compa yo le voy a contar todo bien, porque todo tiene un principio.
– ¿Te lo cuento o ya tienes sueño? –le dice Nelson a Sergio.
– si contame, que paso más –Sergio se acomoda de lado, y disimula la emoción de que su compadre le confiese muchas cosas más.
–Compa, Graciela decía lo iba hacer, desde que era una chamita, ya te digo porque. Tú sabes que, cuando mi madre falleció de cáncer, la mayor era Anabela, y ya ella vivía con el viejo Esteban, en ese entonces yo era un chamito, me veía viejo, pero un mente pollo todavía. A nosotros nos tocó irnos con Anabela, mi otro hermano el que le sigue a Anabel, él nos prometió que nos buscaría pronto, hasta que consiguiera un lugar estable, porque a igual que nosotros, tampoco nos queríamos quedar ahí, el viejo coñoemadre ese, fue malo conmigo, mi hermano el menor y con luisa, que era la del medio.
Como te decía, yo en ese tiempo debía tener unos 17 o 16 años, aun no era mayor de edad todavía. Tú sabes que la generación de nosotros fue diferente; con 13 años, ya parecíamos un hombre de 20. Bueno te sigo diciendo, ya en aquel tiempo, Graciela se le estaba desarrollando los pechitos, se le formaba la cola, y andaba de resuelta en la calle. Una vez, salió con la excusa que iba hacer una tarea con una amiga, mi hermana Anabela, ella era una sometida más del mamaguebo de Esteban, y todavía le dice; no te vengas tarde, porque si no tu papá te va pegar. Bueno, la carajita llego tardísimo, y ya Esteban tenía rato de haber llegado del trabajo. Mire compa, imagínese que ese viejo fue malo con sus hijos, con nosotros fue peor.
A pesar que le dio una paliza, yo pensaba que ella se lo había buscado, porque llego de realenga…
Como te dije antes, todo tiene su principio y su fin. Con el viejo en el trabajo, nosotros teníamos un respiro. Yo estaba acostado en la cama, ladillado sin hacer nada. La chamita entra al cuarto, y empieza a jugarse conmigo; ella tenía una galleta sin destapar en la mano, yo se la arrebato y me echo de nuevo en la cama, Graciela se lanza sobre mí, para quitármela. A toda esta, nosotros estábamos jugando, y riéndonos, y en el forcejeo, ella está sobre mí. Esa mañana Graciela tenía una blusa sin mangas, y una falda blue jean, corta. Yo cuando me levantaba, de una me ponía el único pantalón que tenía.
Ah bueno, ella brincando sobre mí, y tratando de recuperar la galleta, abre las piernas y se sienta en mi entrepierna. Coño men, tu sabes que uno en esa edad, te medio tocabas, y ya se te ponía tiesa la verga. Ella usaba una panti rosada, y al poner su chochito en mi bulto, la reacción que tuve fue inmediata. Ya ahí, no te lo voy a negar, que yo estaba malicioso. No me dejaba quitar la galleta, para que siguiera con lo mismo. Pero compa, no sé si lo que digo es excusa; pero ella se dio cuenta, y siguió saltando sobre mí. Hasta se tallaba sola, contra mi verga, que a cada rato le palpitaba en su coño.
Ya cuando se me bajo, y eso fue porque Anabela la llamaba, yo me quede con el pao bien apretado, me lo aprieto, y disimulando me fui al baño, ahí me hice tremenda paja. Y sí, claro imaginaba que me estaba cogiendo a Graciela, después de acabar, me sentía terrible. Pero bueno, no había pasado más nada.
– ¿Cómo qué edad tenia? –le pregunto.
Compa creo, que ya en ese entonces Graciela, tenía 13 años.
Al otro día, Anabela tenía un huerto en el patio, y estaba removiendo las matas. Me ofrezco ayudarla, pero mi hermana que sufría mucho por nosotros, ella sabía que yo tenía ese único pantalón. Fue y me busco un short del hijo mayor de ella. Eran des eso, que bastante salieron en esa época – ¿no sé si tú lo usaste compa? –era de polilicra, y venían en colores chillones, rojo verde, amarillo y azul. Bueno lo cierto es que el short me quedo ajustado, y era un rojo, y ya estaba bastante gastado.
Termínanos al mediodía, yo me lave los brazos, y mi hermana se va a la cocina. Luego voy y me recuesto en la cama, con los pies en el piso, porque los tenía lleno de tierra. Graciela andaba para la bodega, y cuando la veo entrar al cuarto, hincando los hombros, me enseña un caramelo. Antes de acercarse a la cama, ella cierra la puerta. Y empieza a decir; –a que no me lo quitas, a que no me lo quitas –coño men, yo me doy cuenta lo que está tratando de hacer la chamita. Me lanzo sobre ella, y se dejó quitar así de fácil el caramelo, después que me acuesto en la cama, ahí se pone a quitármelo, pero la chamita era caliente compa, de una abrió las piernas y se me sienta encima.
Coño men, tu sabes… güebo parao, no respeta ningún hueco. Chamo, no es por aladear, pero ya esa edad, yo me gastaba tremenda macana de güebo, y mira eso se me puso duro al instante.
–Sergio apretó los ojos, y titirito ahí en silencio. Cuando Nelson dijo que tenía una macana de güebo, pensó; << si es que lo debes tener, ese bultote lo dice todo >>.
Imagínate, con esos shores de sádico de antes, y de paso yo sin un buen interior, el güebo levanto una carpa, no era como con el pantalón que me lo apretaba. Esa chamita se dio cuenta, y la muy descarada, toda la cuca me la restregaba. Llego un momento, que ya ni siquiera disimulábamos, ella dejo de luchar por el caramelo, sin verme a la cara se restregaba mi güebo ella sola. Yo no sabía qué hacer, si ponerle las manos en la cintura o ¿Qué? Cuando esa chamita tembló sobre mí, compa… mire me di cuenta que había acabado, porque al bajarse, se acomodó la falda, y le vi que en la panti blanca la tenía toda mojada.
–Y nunca le dijiste algo, ¿o ella te dijo algo? – lo interrumpo, quería saber ese detalle.
No compa, como te digo, cuando ella se apoyó sobre mi verga y se masturbo rozando su vagina por encima nada más, ella se quedó viendo al espaldar de la cama, yo no la vi a la cara, solo me quede viendo como movía la pelvis.
Después ella salió de la habitación como si nada. Y luego actuaba igual, como si no hiciera nada. Yo también hacia lo mismo, pero eso men, me ponía cabezón por las noches, y también bastante paja que le dedicaba en el baño.
– ¿Pero nunca te la cogiste en ese entonces? –
– A eso voy compadre–.
Estuvo alejada ella, no me busco más, aunque yo me acotaba solo en la cama, para ver si se llegaba como las otras dos veces. Pero nada.
Esos fue en unas vacaciones, llegaron un familión del viejo, dos hermanas con un poco de muchachos. A mí y a mis hermanos, nos acomodaban en una habitación que estaba cerca de la sala, pero cuando llego ese gentío, nos sacó el viejo de ahí, y nos tuvimos que acomodar en una habitación del fondo; no estaba mal, lo único era que el piso era rustico y nosotros dormíamos era en colchoneta, también no tenías las paredes frisadas, estaba en el bloque puro.
A la segunda noche, creo, Graciela estaba hablando con los primos, y así tuvieron hasta tarde, hasta que se fueron acostar.
Mis otros dos hermanos se acostaron en el colchón más grueso, y al otro lado del cuarto, me acosté en una colchoneta. Esa habitación no tenía puerta, estaba todo escueto. Yo estaba despierto aun, y veo que sigue la luz prendida de la sala, hasta que la apagaron, cuando veo que viene entrando alguien, y se acuesta a mi lado. Me doy cuenta que es Graciela, porque reconozco el olor del champú que usaba para el cabello, le pregunto; – ¿qué haces aquí? –. No, yo voy a dormir aquí, no me dejaron espacio.
Mentira compadre, si mi hermana o peor, si el viejo se hubiese dado cuenta que Graciela iba a dormir ahí con nosotros, la hubiese matado a palo, y tal vez no hubiera botado de la casa a mí, y a mis hermanos.
No y de paso, ya tenía el güebo requeté parado. Yo me quitaba el pantalón, y dormía en interior. Graciela se pone de lado, y se arropa con la misma cobija mía. Ella de cucharita, se pega hacia a mí, y coño men, entiendo que es lo que quiere, que yo también me ponga de lado, para que le recueste mi güebo en las nalgas.
Compadre, yo estaba temblando más que ella, con saber que mi otros dos hermanos dormían al otro extremo de la habitación, eso me tenía totalmente excitado. La chamita, al sentir mi güebo latiéndole en el culo, sin vergüenza alguna, mete la mano, me lo aprieta, y lo saca de mi interior. No sé, si es que estaba midiendo los centímetros de mi verga, pero me la tanteo desde las bolas hasta la cabecita del güebo. Ella abrió un poco las piernas, cuando yo le voy a meter la mano por debajo de la falda, la caraja estaba sin nada güebón. Chamo, yo al poner mis dedos en ese chochito caliente y requeté húmedo… uff eso me prendió a mil, yo tenía la cabeza del machete burda de mojada también.
Le subo la falda, y ella monta la pierna en las mías, con esa cuquita al aire, pongo mi güebo entre el medio de sus dos piernas. Mi verga le cruzaba toda la cuca, me lo agarro y le paso el glande en los labios. Chamo, no sé si me vas a creer, pero ese coño le estaba palpitando cuando le pasaba la cabeza por encima. Para serte sincero Sergio, yo no tenía pensado cogérmela, solo me iba a frotar en su chocho, y le acabaría afuera. Pero no, esa chamita quería güebo esa noche, mire compa ella solita se desvirgo.
Me agarro el güebo, y se lo pasaba por toda la raja, hacia presión y cuando le dolía, lo volvía a pasar como un pincel tallándose ella sola. Hizo el intento, yo iba a pararle, pero cuando se metió el glande mío, chamo, aquella apretad que me dio, casi me hace acabarle ahí mismo. La sentía cuando pujaba, y se iba metiendo todo el trozo de carne mía. Y como te digo compadre, yo soy güebón, y esa chamita se estaba clavando con mi mazo duro. Cuando ya ella se había metido casi la mitad de mi verga, ella creía que hasta ahí me llegaba, y comienza a moverse, pero chamo, yo estaba con la temperatura que me ensordecía los oídos; el mal ya estaba hecho, acomodándome arriba de ella, Graciela quedo boca abajo, y así se la mande toda hasta dentro. Ella dio un respingo, y se aguantó el dolor como las buenas. Compa yo ya había tenido una experiencia con una jeva, que deje del pueblo donde somos nosotros. Pero con esta, creo que se lo metí, y al metérselo la segunda vez, me quede dentro, prensándola me corrí adentro de su chochito… compa, yo no solo acabe con mi verga, sino con todo mi cuerpo, y hasta con un vahído en el estómago, que después de haberme pasado el efecto, el temor que sentía fue algo arrecho…
–Cada detalle que contaba su compadre, estuvo a punto de correrse. Sergio sentía las sensaciones que describía Nelson… era igual a lo que quería sentir con él. Sergio sacude la cabeza, por haber tenido ese pensamiento homosexual, y sigue escuchando.
IV
Al otro día, en la tarde cuando salimos del trabajo. No, nos tocaba vigilar la noche a nosotros. Nos vinimos juntos al barrio. Él se fue por la calle, donde vive con su mujer, y yo me fui a la casa de mi madre.
Nelson tiene como sus 37 años, y aun está demasiado bueno, yo tengo 25 y no me veo como él. Esa noche fui a la casa de mi novia. Di gracia porque ella estaba caliente. Cuando llegaba a su casa, nos íbamos a un callejón por los lados de la casa. Nos sentábamos en una silla, ella sobre mí, besándome. Le afinco con toda las ganas mi güebo en su cuca, la licra nos favoreció todo, se la estiro por la pierna y yo con mi güebo afuera, me la cogí ahí rapidito, sin que nadie nos viera…
Continuara…
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