LAS MUJERES DE PAPA 3
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Hansolcer.
Como ya se estaba haciendo costumbre, otra vez más la maestra de Inglés no se presentó a clases y como no había maestro sustituto en la escuela una vez más nos dejaron ir a casa.
Algunos compañeros optaban por irse de rata, que no era a otra cosa que irse a cualquier parte, ya sea con sus amigos o sus novias.
Se iban experimentar cosas, a conocer, a socializar en aquel mundo en el que hasta la fecha vivíamos como adolecentes.
El sexo también era parte de lo que experimentaban según ellos mismos contaban, ante el asombro de los que todavía no se decidían a probar.
– Vamos de cacería – me había dicho un amigo en clara alusión a que fuéramos a ver chicas.
– No – le había dicho.
Estoy trabajando en mi proyecto de fin de curso.
Sin esperar más, mochila al hombro me encamine hacía mi casa.
Estaba cansado, el hecho de estar yendo a aprender un oficio por las mañanas era algo a lo que todavía mi cuerpo no se acostumbraba.
También contemple la posibilidad de que pudiera coger a mi hermana Beatriz , quien de un tiempo acá se hacía de rogar, pero que luego de algunas caricias y algo de exhibicionismo de mi parte siempre acababa con mis 17 cm en su interior.
Le gustaba la verga, eso ni que dudarlo.
La sola idea de llegar a despatarrar a mi hermana había despertado a mi amiguito bajo los pantalones.
La verdad ya necesitaba meterla, llevaba más de 12 horas sin sexo, cuando por aquella época mínimo cogía 3 ó 2 veces al día.
Con mis hermanas era casi obligatorio tener sexo en la noche.
Pero en aquella vecindad había encontrado otro chocho al que debía satisfacer.
Doña Vicky, la amante de papá.
Esa con la que cuando tenía oportunidad me buscaba para que le echara un buen polvo.
El sol brillaba enseñoreándose en aquel cielo azul y sin nubes.
Era media tarde.
La vecindad parecía estar deshabitada.
Algún perro dormitaba al amparo de las sombras en el corredor de aquellos cuartos de adobe alineados uno frente al otro.
Era la hora de la novela de tarde, hora en que las pocas mujeres que se quedaban a cuidar de los pequeños parecían desconectarse de la realidad de la vida en aquella vecindad.
Por un instante pensé que mejor hubiera sido quedarme con mis compañeros de escuela.
Irme de rata como ellos decían.
Quizá hasta pudiera participar en las supuestas sesiones de sexo que decían tener.
Pensando en ello coloque mi mochila sobre una mesa, me quite el uniforme y aunque no debía me saque los calzoncillos.
Mi verga estaba semi flácida, colgando, balanceándose con aquella gotita de líquido en la boca como si también le frustrara el no haber encontrado a mis hermanas para darles placer.
Supe que debía consolarla.
Hacerme una paja, está esta vez pensando en aquella chica de primer año.
Esa morena de piernas gruesas como a mi gustaban, buen culo, alta y con aquel rostro siempre sonriente cuando me encontraba.
Sabía que ella misma confesaba que yo era su príncipe azul (literalmente así lo decía) y aunque apenas nos saludábamos ahora sería mi fantasía.
Me haría una chaqueta en su honor.
De paso también pensando en Maritza, otra chica.
Compañera de la morena, quien a su vez tenía igual o mejor culo que la primera.
Ella si era mi novia, aunque sólo nos hubiéramos besado una vez.
Tenía unos hermosos ojos verdes por lo que le apodaban la gata.
Quizá ya me la hubiera cogido pero yo era demasiado tímido para pedirle de una vez que me diera su pucha y meterle estos 17 cm que hoy tenía en mi mano.
Hoy me las follaría ambas.
A la morena le daría de perrito para que cuando me la cogiera pudiera darle palmadas en aquel culo que debía tener firme y sin un ápice de grasa.
¿A Maritza? Ella que me montará.
Quería ver su rostro, sus hermosos ojos viéndome mientras saboreaba toda mi verga.
A las dos les chuparía las tetas, se me antojaban hermosas.
Maritza no las tenía tan grandes pero igual se la iba a chupar hasta hacerla retorcer y que me pidiera más verga.
Con esas fantasías en mente muy despacio ya me la jalaba, los ojos cerrados como si con ello pudiera sentir más real aquello que no sólo estaba en mi cabeza, porque todo mi cuerpo percibía aquellas dos chicas que aunque ausentes me estaban dando el placer de mi vida.
Podía sentir los suaves labios de Maritza mamando mi verga.
Gloria la morena de tetas grandes sentada en la cama, totalmente abierta, tocándose el chocho como si estuviera preparándose para recibirme en su interior.
Las dos irradiando lujuria, a las dos lo único que parecía importarles era darme placer, Maritza y Gloria en mi fantasía eran dos pervertidas con ganas de coger, entregarme sus chochos para que los hiciera acabar, que los hiciera una y otra vez, contraerse de orgasmo en orgasmo.
Decidido a llevar aquello a lo más sublime le quite mi verga a Maritza de la boca y fui acostarme junto a Gloria, quien no dejó de masturbarse, me miraba sonriente aunque sabía que no sería ella la primera en probar mi verga.
Maritza pareció entender lo que deseaba y camino hacia donde yo estaba y subiéndose sobre mi me beso para luego ella misma colocarse la cabeza de mi polla en la entrada y tras restregarla un poco entre sus labios vaginales empezó a bajar lentamente, como si al igual que yo quisiera sentir como mi intruso pedazo de carne se abría paso entre las paredes de su vagina.
Mi mano era la mejor copia de como debía ser aquella cueva, apretaba.
Mis dedos rodeaban mi palo de tal manera que aquella penetración era algo digno de superar a la realidad.
Con Maritza totalmente ensartada, mi mano izquierda fue colocarse sobre su cadera e iba a comenzar a culearla pero llegó a nosotros aquel ruido.
Eran voces, alguien llegaba al corredor.
Primeramente creí que serían Beatriz y Lily mis hermanas, mis cómplices de sexo.
Muy conveniente para dejar mi fantasía y ahora fueran ellas las que disfrutarán de mi polla parada al exceso.
Había tenido a bien cerrar la puerta.
Esa vieja puerta como todas las de la vecindad, de madera y con hendiduras que permitía ver lo que pasaba tras de sí.
Era papá quien estaba del otro lado.
Se besaba con Nataly la hija de Doña Vicky de una manera que delataba cuán urgidos estaban por follar en cualquier parte y quizá había elegido el cuarto donde yo noches tras noche cogía con mis hermanos.
Tanto ella como mi padre no dejaban de acariciarse el cuerpo, ella la espalda, lo apretaba como si con ello quisiera decirle cuanto deseaba sexo.
Papá le magreaba las tetas, le besaba el cuello y su mano derecha poco a poco empezó a interesarse por ir en busca de la parte baja de aquella chica que aunque tenía 17 igual que yo, su manera de besar decía cuanta experiencia tenía en el arte de satisfacer a los hombres.
Cógeme papi – le había escuchado decir entre gemidos y aquella respiración agitada por la excitación.
Desnudo como estaba por un momento pensé que la cerradura pudiera anunciar que iban a entrar.
Papá tenía llave y aunque nunca entraba cuando mis hermanos y yo estábamos hoy creyendo no había nadie si podría hacerlo.
Una sensación extraña se había apoderado de mi ser.
Por una lado estaba el hecho de que sería obvio de que me estaba pajeando, por el otro el poder descubrir una vez más a mi padre siendo infiel a mamá era algo que hacía que mi corazón latiera tan fuerte que por un instante creí que sus latidos pudieran escucharse desde fuera.
Papi métete la vergota – habló otra vez aquella chiquilla como si no tuviera tiempo de esperar.
Sabía que no podía delatarme o al menos eso pensé.
Seguía parado junto a la puerta, congelado.
La verga a medio parar, porque si bien era erótico saber que afuera alguien estaba a punto de tener sexo, el hecho mismo me hacia sentir culpable.
Ay papi – dijo por tercera vez Nataly.
Quiero que me cojas.
Quiero tu verga adentro, quiero me llenes la cuevita de leche papi.
Quieres que me hagas acabar rico como tu me haces sentir.
Estaba claro que no era la primera vez.
Quizá follaban desde el momento mismo cuando había coqueteado conmigo, porque Nataly era la chica que no había perdido oportunidad de insinuárseme desde que habíamos llegado a vivir a aquella vecindad.
La última petición parecía haber convencido a papá y por un instante quizá creyó conveniente entrar a cogerse a Nataly al cuarto donde yo estaba.
El sonido de la llave entrando a la cerradura me dijo que cualquier intento de mi parte por no delatarme había sido en vano.
Fue la misma voz quien por cuarta vez se escuchó, dándole sin saber un nuevo giro a la historia.
Le pidió a mi padre que la llevara a su cuarto, – quiero que me hagas el amor a donde coges con tu esposa – le había dicho.
Quiero sentirme tu mujer.
Otra vez aquel sonido, la llave saliendo.
Los pasos alejándose al “apartamento” donde vivían mis padres.
Estaba a escasos metros del nuestro, ellos ocupaban uno de los tres que tenían acceso a la calle, mis hermanos y yo el primero de la línea.
El número 4 decía en el contrato de arrendamiento.
Mi corazón poco a poco iba normalizando sus latidos, aspire tanto aire como me era posible y lo dejé salir tan fuerte como pude.
Cualquiera diría que había sobrevivido a una situación de vida y muerte.
Seguía desnudo pero me sentía seguro, ya papá debería estar dándole el sexo que le había pedido la vecina.
¿Le aguantará la verga? -Pensé.
Con esa idea me puse unos short deportivos y una playera para luego salir.
Yo había visto a mi padre desnudo y le había visto aquel camote que se manejaba por polla.
De seguro Nataly no sería la excepción a los pujidos que normalmente le sacaba a las mujeres que se cogía.
De puntitas me deslice pegado a la pared.
Habían dejado abierta la puerta que daba acceso a la cocina/comedor.
Podía escucharlos, leves gemidos, susurros y hasta la voz de Nataly hablando como si le sorprenderá la verga de papá.
¡Qué grande estar papi! ¡Qué gruesa la tienes¡ – decía con alguna dificultad como si algo que tuviera en la boca le impidiera hablar.
Con mucho cuidado me asome, estaban a mitad del cuarto que era utilizado como dormitorio.
Papá de espaldas a donde yo estaba, Nataly prácticamente en cuclillas frente a él.
Mi padre con los pantalones a los talones dejando ver su culo chupado y sus piernas flacas.
Ella aún no se había quitado ropa alguna, por ahora parecía que sólo le importaba amamantarse en la polla de mi padre.
Debía estar ganosa, la manera como se movía lo decía todo.
Inquieta, su cabecita de atrás hacía adelante tratando de engullir aquel mazo como si quisiera perforarse la garganta.
Mi progenitor suspiraba exhalando aire y dejándolo escapar con fuerza; como si con ello pudiera disimular el gusto que sentía al tener a aquella pequeña de 17 años disfrutando de su verga.
A riesgo de que pudieran verme, entré al primer cuarto, ese que estaba destinado como cocina comedor.
Con gran sigilo me coloque detrás de la puerta, las hendiduras me permitían ver casi a la perfección todo lo que pasaba más allá.
Los gemidos y pujidos de mi padre y Nataly llegaban hasta mi con tal claridad que podría decirse que aquello lo estaba viviendo en tercera dimensión.
Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y de nuevo pude sentir aquella sensación.
El corazón me latía tan aprisa que por un instante pensé que me delataría, una calentura extraña comenzó a bajarme por el estómago hasta irse a alojar justo al pegue de la verga.
Mi polla se había vuelto a poner grande y gruesa, tanto que el short que vestía no podía detener aquella carpa de circo que se formaba debajo.
Con gran cuidado libere aquel manojo de venas y carne, me saque la polla y al son de los gemidos empecé a subir y bajarme el cuero.
Empecé a pajearme, despacio.
Sin dejar de ver, sin perder detalle.
Sin prisa, como si también yo quisiera gozar aquella mamada.
Sentir aquella boca pequeña, esa lengua traviesa haciendo círculos sobre el glande, luego tragar hasta sentir arcadas y toser con los ojos enrojecidos.
Como si en verdad pudiera sentirlo, eleve los ojos al techo.
Era una rica chupada la que nos daba Nataly.
Los minutos pasaron y pude ver como papá le quitó a su pequeña aquello que parecía volverla loca.
Se besaron apasionadamente, apretándome uno contra el otro como si quisieran fundirse en uno solo.
Le metió los dedos bajo los tirantes de su vestido y halándolos hacía un lado los soltó hasta que aquella prenda cayó al suelo dejando ver aquel cuerpo únicamente en aquella tanga cachetera.
Sus pechos pequeños fueron ahora el blanco de mi padre.
Se los beso primero, luego engullo sus pezones para luego mordisquearlos haciendo que Nataly brincara como si aquello le provocará sensaciones que no pudiera controlar Mmmm Mmmmm Mmmmmm – gemía.
Abrazados aún, empezaron a caminar hasta llegar a la cama, esa donde papá dormía con mamá y por lógica follaba con ella.
Esa misma cama donde una vez mi madre y yo habíamos caído en pecado regalándome una de las mejores cogidas que a mis 17 había vivido.
Desde mi escondite pude ver como Nataly fue desvestida por completo dejando ver aquel chocho cubierto de pelos.
Se parecía a su madre aunque para mi gusto Doña Vicky tenía más carne, más culo, tetas más grandes Y mejores piernas.
Nataly tenía bonito cuerpo, su 150 de estatura estaba bien proporcionado.
Papá iba a comerse a una pollita que muchos de aquella vecindad anhelaban.
Lo vi colocar a Nataly al borde de la cama para luego él meterse entre sus piernas y levantándoselas todo lo que pudo empezó a chuparle aquel chocho rojo y viscoso por los líquidos que parecía estar destilando.
Él estaba en cuclillas y no pasaba desapercibido para mi su garrote balanceándose hasta casi tocar el suelo.
Por un instante sentí celos, ese chochito podría haber sido yo el que lo gozara antes y ahora esa verga de 20 cm estaba por ganarme el mandado.
No era mi tipo -pensé acelerando mi paja, apretándome el pene.
A manera de despecho una vez más pensé en aquellas chicas por las que antes me estaba masturbando.
Otra vez imagine que era a Maritza, mi novia a la que penetraba mientras la morena del culo grande esperaba su turno.
Los gemidos de Nataly eran ahora más intensos, la lengua de papá parecía que la volvía loca.
Una y otra vez su cabecita se movía de lado a lado como si dijera que no, aunque por la forma como se apretaba los labios parecía decir si.
Sus cuerpo moviéndose, arqueaba la espalda.
Sus piernas cerrándose como ventanas de cantina del medio oeste, apretando por momentos la cabeza de papá que parecía el más goloso de los mortales chupando aquella panocha joven para él.
Era claro que si excitar a su hembra era su objetivo lo había logrado, la tenía loca de deseo, tanto que al sentir que papá paró de mamarle el gallo abrió los ojos y sonriendo con lujuria le dijo que la cogiera ya.
Que ya no aguantaba.
¡Quiero que me rompas el chocho papucho!, ¡quiero sentirte adentro!, ¡quiero que me eches tu leche en mis tripas!
No lo habría dicho de mejor manera.
Sin ser mi tipo yo mismo hubiese querido ir a follarmela, quizá mi pene no midiera 20 y no fuera tan grueso como el de papá pero de que podia satisfacer aquel chocho hambriento podía.
Por primera vez se me antojó cogerme a Nataly.
Darle como a su madre, que importaba si tenía que compartirla con mi padre.
Quien por cierto ya se había puesto entre sus piernas, pero que parecía buscar una mejor forma de follarla.
La había halado hasta dejarla con el culo al borde, el había subido un pie sobre la cama y mantenía el otro en suelo.
Con sus dos manos le sostenía el pegue de las piernas quedando en una especie de tijera.
El chochito de Nataly había quedado indefenso, a merced de aquel pollón que ya merodeaba cerca.
Mi padre había logrado quedar en la posición perfecta, iba a hacer la posición del petrolero (luego supe que así se llamaba).
La cabeza de su polla jugó un tanto entre los delgados labios vaginales de aquella chiquilla y bajando uno a uno le fue enterrando hasta el último centímetro de aquella verga que desde mi posición se le miraba como de burro.
Por lo que había escuchado decir a Nataly al principio, le encantaba sentir aquella polla dentro.
Un eterno uuuuufff papi.
Ahhhh que rico – se le escapó de la garganta.
Una y otra vez papá hacía aquella especie de sentadillas hundiéndole en cada bajada todo lo largo del pene.
El rostro de los dos decía cuanto lo estaban gozando, al igual que yo.
Porque tras aquella puerta no dejaba de masturbarme.
Mi short yacía en mis talones, me había levantado la camiseta, con una mano haciéndome un paja, con la otra tocándome los pezones, apretándomelos.
Fantaseando que era yo quien tenía sexo, quizá no con Nataly, porque en mi excitación no importaba quien fuera.
Bien podría ser ella, Maritza mi novia de la escuela o Gloria la chica que decía que era su príncipe azul.
Con esos pensamientos me corrí en sendos chorros de leche espesa que eche sobre la puerta que me cubría.
Ellos habían cambiado de posición, ahora Nataly era cogida de perrito.
Mi padre la penetraba con tal fuerza que a cada embestida la hacía enterrar la cabeza entre el colchón.
Sudorosos, bufando como si el aire no les fuera suficiente.
Ella no había dejado de pujar, escandalosa como si no pudiera contener las emociones que sentía.
Quizá incluso era ahora cuando papá se percató que habían dejado la puerta abierta.
No hagas tanto ruido bebe – le escuche decir mientras miraba hacía hacia afuera haciéndome sentir aquel sentimiento de miedo a ser descubierto.
De seguro les ganó el momento, les ganó la excitación y el deseo de satisfacerse porque otra vez cambiaron de pose.
Ahora fue ella quien se subió sobre papá y sin perder el tiempo tomo aquella verga que parecía enloquecerla y poniéndosela en la entrada se sentó de una vez en ella hasta dejar tan sólo aquel par de bolas afuera.
Lo cabalgo con ansias, levantándose en cada sentada hasta que sólo le quedaba la cabeza fuera y luego se dejaba caer de golpe.
Los dos con los ojos cerrados, entre gemidos de placer parecieron llegar a un orgasmo de película porno.
Talvez así lo tenían planeado o así lo hacían siempre, ella se bajo presurosa de su macho y se sentó al borde de la cama.
Mi padre de paro enfrente y con su mano terminó la tarea.
Un gran chorro de leche fue a parar entre la boca y la nariz de Nataly, luego uno más que cayó en su barbilla seguido de otros tantos que le bañaron gran parte del rostro.
Mi padre parecía como si en aquella acabada se le fuera toda la vitalidad, un sonoro quejido lleno la habitación.
Que rico bebe – le dijo.
Que rico coges – agrego.
Supe que era el momento de salir de donde estaba, papá estaba de espaldas a mi y Nataly tenía tanta semen en su cara que difícilmente podría verme.
Tan rápido como pude deje atrás la puerta y en una milésima de segundo estaba afuera no sin antes voltear para cerciorarme de que no me habían visto.
Al parecer no fui lo suficiente veloz porque pude ver los ojos de Nataly mirándome fijamente, viendo como el hijo del hombre que la acababa de coger salía de un lugar en donde evidentemente lo había visto todo.
– Que pasó – escuche preguntar a papá.
– Nada – dijo ella.
Es que no cerraste la puerta y pueden vernos.
– Pero tú no dejaste bebe.
No pude escuchar más.
Me fui a mi cuarto.
Debía ordenar mis ideas, descubrir otra infidelidad de mi parte no era cosa de todos los días.
¿Lo sabrá Doña Vicky? ¿Se cogerá a las o habrá terminado con la madre y me dejaría el camino libre? Eran preguntas sin respuesta.
¿A quién más se cogerá papá en aquella vecindad? Esto definitivamente debería investigarlo – pensé.
Por la noche Nataly coincidió conmigo en la entrada.
De hecho esperaba que su mama saliera y que como otras veces nos fuéramos a coger al terreno donde estaba el manantial de agua, donde lo habíamos hecho la primera vez.
– Hola – dijo.
– Hola
– Se a que me viste con tu papá….
– ¿Yo? ¿Cuándo?
– No te hagas – dijo para luego agregar.
Si quieres tu y yo podemos hacer lo que viste.
Todo – dijo arrastrando la palabra.
Todo lo que se te antoje.
– No – dije a secas.
Quizá estaba celoso.
No sabría decirlo con certeza, pero di la vuelta y me fui dejándola con la palabra en la boca.
Me fui a la entrada de donde sabía que posiblemente llegaría aquella mujer de papá a quien también yo le daba verga.
Seguiré contando….
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