LAS MUJERES DE PAPA 4
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Hansolcer.
Era nuestro polvo de cada noche, y aclaró de cada noche porque durante el día era casi religión coger antes de irnos a la escuela o quizá al despertar.
No teníamos hora ni lugar, para mis hermanos y yo el sexo era sólo una necesidad que debíamos satisfacer.
Mi hermana Beatriz dormía en una de las dos camas que había en el cuarto, debía estar despierta talvez escuchándonos y porque no, hasta dándose dedo.
Lo intuía porque había sido con ella con quien comenzamos nuestra historia de sexo en la familia.
Cinco años habían pasado desde esa vez que me regaló su virginidad, ella 11 y yo 12.
No pares había dicho.
Yo encima de ella entre sus piernas, desnudos.
Sexo inocente, de hermanos.
No podría precisar en que momento hizo su aparición el morbo, el deseo, la pasión.
Porque al principio follabanos por mero instinto.
Aunque no por ello dejábamos de disfrutarlo, porque mi hermanita se transformaba al momento de tener sexo.
Podía recordar su inocente rostro dándome una mamada o cuando cogíamos de cucarachita, le encantaba sentirla hasta adentro me decía siempre.
Su vulva era estrecha acorde a su pequeño cuerpo, pero siempre se las arreglo para hacerle espacio a mi pene desproporcionado para mi edad según había podido constatar con otros chicos de mi edad.
A los 12 ya me medía más de 13 cm y era grueso como una señal de OK hecha con la mi mano que también siempre fueron grandes.
Ahora me medía 17 cm desde el pegué superior, ya que por debajo sentía que sobrepasaba los 20 pero sabía que eso no se lo podía meter a Lily quien piernas al hombro pujaba sintiéndome llegar al fondo de su vagina.
Ella abajo yo arriba, su cuerpo sudado, moreno como si no fuésemos hermanos de sangre.
Yo estirado a todo lo que mis piernas podían extenderse.
Me sostenía con la punta de los dedos de mis pies y como si estuviera haciendo flexiones de pecho una y otra vez bajaba hasta enterrarle todo mi garrote a aquel chochito goloso, caliente, de labios gruesos y apenas cubierto de vello vaginal.
Lily apenas tenía 12, hacia más de 2 que se había hecho cómplice de nuestros juegos sexuales, muy desarrollada para su edad, caderas bien delineadas, pechos aún nacientes.
Al igual que a Beatriz le encantaba la verga, le gustaba sentirla hasta adentro.
Más más más dame más decía una y otra vez talvez consciente de que en aquel cuarto el pudor no existía.
Era hasta hace unos meses que Beatriz había tomado aquella actitud de no ser parte de nuestros juegos, pero aquellos gemidos debían de tenerla caliente.
Talvez por eso mi empeño en hacer gritar de gusto a Lily, era según yo una provocación a su gusto por el sexo.
Que se calentara, que terminará masturbándose bajo las sábanas, que deseará ser ella la que estuviera comiéndose mi gruesa y dura polla.
Casi podía imaginármela apartándose el calzoncito por un lado, ahora debería de estarse masajeándose el clítoris una y otra vez, sus labios apartándose uno contra el otro, sus ojos cerrados sintiendo como le entra mi polla hasta el fondo.
Su cuerpo debe estar caliente, la respiración acelerada, el corazón latiéndole a 300 por minuto, adivino que está por quitarse esa colcha de encima y sin reparo alguno ahora se masturbara esperando que después de Lily mi verga vaya a satisfacerla como otras tantas veces lo ha hecho.
Tener 17 años es maravilloso, una a la vez o con las dos al mismo tiempo.
Así hemos vivido nuestro sexo desde que vivimos en esta vecindad, aunque tenemos a nuestro otro hermano, mejor que Beatriz y quien ahora duerme sobre un colchón a lado de su cama.
El cansancio lo hizo quedarse dormido, sino seguro estaría conmigo en aquello que tanto nos gustaba.
Éramos cuatro hermanos precoces que papá tuvo bien que durmiéramos juntos cuando llegamos a vivir a aquella vecindad, porque no cabíamos todos en un solo “apartamento”.
Nadie imaginaria que Lily follaba como lo hacía, con la verga adentro gozaba como cualquiera hembra excitada porque le estén dando sexo duro.
Gemía satisfecha, sus manos arañando mi espalda, su vulva hirviendo derramando líquidos por el borde de sus labios vaginales, su respiración agitada, sonidos intangibles escapándosele de la boca, era evidente que estaba al borde del mismísimo orgasmo.
Estábamos a oscuras, pero acostumbrados a ello podíamos ver más allá de nuestros ojos.
El bulto de mi hermana en su cama seguía ahí, apostaría cualquier cosa que no me equivocaba.
Sabía que su chocho debería estar siendo consolado por ella misma.
Como para echarle más leña al fuego, quise cambiar de posición.
Ahora Lily de colocó de rodillas sobre la cama, a cuatro, yo atrás me agarré a su bien formado trasero y poniéndole mi polla en la entrada de su vulva se la empuje de una vez hasta escuchar aquel prolongado gemido que yo había querido provocar.
Quería que Beatriz tuviera más motivos para masturbarse.
Se giró en dirección a nosotros, cubierta siempre por la colcha.
Un leve gemido llegó hasta mi y supe que mi intención había tenido eco.
Seguí culeando a Lily como pocas lo había hecho, fuerte.
Nuestros cuerpos chocaban dejando escuchar el tan conocido sonido de dos amantes follando.
La cama nos acompañaba con sus ruidos en aquella melodía de sexo, los resortes metálicos rechinaban una y otra vez.
Mi pequeña hermana de 12 había enterrado su cabecita sobre el colchón entregándose totalmente, sin reservas.
Mi pene la taladraba una y otra vez sin misericordia alguna.
Sendos pujidos presagiaban que está a punto de acabar.
Llevábamos más de 30 minutos follando, algo que últimamente se había hecho costumbre.
Quizá el hecho de echar más de un polvo al día hacia que me tardará más de lo normal, mi verga está dura como un mazo, adormitada como insensible.
Un dolor de había ido a alojar en mi parte baja, mis huevos colgando entre corrientes de energía, sentía una ganas exageradas de eyacular pero no podía.
Un ligero temblor se había apoderado de mis piernas, mi corazón latía intermitentemente.
Supe que debía concentrarme, que debía acabar.
Con los ojos cerrados empecé a fantasear que era a Beatriz a quien me cogía.
Su cuerpo flaco moviéndose en forma de remolino, su vulva jugosa mordisqueando mi pene, apretándolo como si me ordeñara.
Su vagina dándome la bienvenida, recibiendo mis más de 17 cm, sus manos acariciando mis espalda, su boca susurrándome al oído cuán rico sentía.
Incluso pude escuchar sus gemidos, su aroma llenando la habitación.
Tenía empalada a Lily pero mi mente se cogía a mi otra hermana, mis manos sostenían las caderas de la menor pero yo sentía que tenía hasta el tope a Bea, mi flaca hermanita a la que hacia más de 5 años me había halado hacia si cuando yo miedoso quise quitarle la verga del chocho cuando la sentí excitada.
Hoy quería follarla, que importaba que sólo fuese mi imaginación y ella estuviera a escasos metros talvez masturbándose.
Los gemidos de placer de Lily habían pasado a intensos pujidos, yo igual jadeaba.
Me faltaba el aire, la culeaba mas fuerte, la cama parecía haber perdido el ritmo y ahora rechinaba como si viviéramos un terremoto.
Sabía que iba acabar y sin avisarle a mi hermana se la saque para luego tirarme de espaldas en la cama y ahora fuese ella quien me cabalgara.
Todo fue tan rápido, tan preciso y ahí estaba Lily acomodándose la polla entre los labios vaginales y de una se sentó hasta casi caer sentada sobre mi.
Mis manos la rodearon por la cintura, quería marcarle el ritmo.
Ella bajaba y yo empujaba hacia arriba pudiendo sentir como la cabeza de mi verga le llegaba hasta lo más profundo, sus paredes vaginales estaban calientes y rasposas.
No había más niños ahora, follabanos como lo harían los más degenerados amantes, el culo de Lily bajando y subiendo, mi polla enterrándose una y otra vez.
Mi flaco cuerpo estaba al borde del colapso, mi mente sólo deseaba acabar.
Que me importaba que pudiera ver como Beatriz se quitaba de una vez la colcha y sin reserva alguna se masturbara viendo nuestras siluetas en la oscuridad.
Quedó con las piernas tan abiertas como pudo, no podía ver su mano pero imaginaba que se estregaba fuertemente el chocho, quizá incluso se metiera los dedos, talvez uno o quizá todos porque era tragona.
Todos gemíamos, Lily de sobremanera.
Yo abajo resoplando y empujándosela lo más que podía.
Beatriz no dejaba de emitir aquel aaaaahhh ahhhh ahhhh ahhhh quizá deseando la polla que se comía su hermana.
Todo pareció no importarnos, abrazado a Lily le di la última embestida y pude sentir su vulva descargándose, mi verga convulsionando para luego empezar a botar chorro tras chorro dentro de ella, quien se dejó caer sobre mi pecho mientras me apretaba como si me quisiera agradecer algo.
Su culo ahora se movía lentamente de lado como si con ello degustara por última vez lo que acaba de comerse.
Beatriz también había acabado, respiraba cansada ya sin ocultar lo que hacia.
Los tres guardábamos silencio, siendo ahora cuando pudimos escuchar al otro lado de la pared.
YA DEJEN DE ESTAR COGIENDO CALENTONES.
Serían media noche, las 12 talvez.
Afuera en el patio de la vecindad se escuchaban voces.
Era gente caminando, entre el murmullo de podía distinguir a mi padre, tratando de calmar a las otras personas que por el tono de voz debía ser la vecina de a lado.
– Es mi sobrino – decía papá.
Vino ya noche y se quedo en el cuarto de los chamacos, anda con su novia, de seguro están haciendo sus cosas.
– Pero que irresponsable – hablaba la señora que al parecer llevaba la voz cantante.
– Te dije – se escucho decir a mi padre como si se dirigiera a mamá.
Mejor que Mario (así se llama un sobrino de papá a quien le achacaban la culpa del ruido de los supuestos cogelones) y su novia duerman en el cuarto.
Beatriz puede dormir contigo junto con Lily, los chamacos que duerman en el colchón en el corredor.
Mamá no hablo nada.
Talvez la mentira de papá le pareciera correcta, todo y fuera para el bien de la familia.
– Hace más de una hora que están ruido y ruido – volvió a hablar la vecina.
– Son jóvenes Doña Caro – hablo otra vez papá.
– Pero que irresponsables.
Como se van a poner a hacer sus cochinadas estando los niños ahí.
– Así es la juventud de hoy – dijo papá.
– Pero hay que respetar…
Quizá continuaría hablando, pero mi padre todo la puerta que daba al corredor.
El mismo había cerrado aquella parte porque los cuartos eran uno con un pequeño corredor al frente.
Papá había cerrado con tablas, dejando aquel espacio como un segundo cuarto.
– ¡Mario! ¡Mario! – dijo como si en realidad de dirigiera al supuesto primo que estaba dentro.
Todo había sido tan rápido, que Lily y yo seguíamos desnudos.
Beatriz sentada sobre la cama, ella no se había desvestido o al menos eso creíamos.
Sin vernos podíamos saber que todos estábamos llenos de incertidumbre, de miedo.
Porque si bien en otras ocasiones nos habían descubierto, está vez era diferente.
Esta vez estaba en juego lo que se diría de la familia, seríamos la vergüenza de aquella vecindad de mala muerte.
– ¡Mario¡ – se volvió a escuchar afuera.
Esta vez papá alzó la voz poniendo autoridad en su tono.
Quizá fui el único que reaccionó.
Me puse unos short de fútbol que encontré a la mano y salí a abrir la puerta.
Nomas corrí el clavo que servía de seguro y pude saber que toda las miradas estarían sobre mi.
– Están despiertas tus hermanas – pregunto papá.
– Si
Mamá me miraba como si conociera toda la verdad, algo que yo consideraba nuestro más grande secreto.
Papá entró al corredor y a modo de escudo se colocó de tal forma que la vecina y otras 2 señoras que también vivían en la vecindad no pudieran ver hacia adentro.
– ¡Mario¡ – dijo como si en realidad se dirigiera a alguien.
Respeta, si vas a hacer tus cosas hazlo cuando estés sólo.
Ya despertaste a toda la vecindad por tu calentura.
– Si, no se vale – cuchicheo la metiche vecina.
– Los chamacos van a dormir afuera, tu quédate en el cuarto va.
Papá resultó ser in buen actor.
Las aguas parecían calmarse, la buena señora parecía tranquilizarla en que mi padre haya intervenido.
Mi madre junto a ella nada más miraba, de cuando en vez podía ver observándome.
Ella sabía que el que estaba follando era yo, quizás ignoraban a quien.
Porque podía ser a Beatriz, a Lily o a mi hermano de 14 a quien ella me había aconsejado no hacerlo.
No me parece correcto – había dicho esa vez que nos descubrió y ella misma había tenido sexo conmigo.
– Ve a dormir – dijo papá dirigiéndose a mamá.
Me voy a quedar a cuidar a los chicos.
Mi madre lo miro y aunque al principio pareció no gustarle del todo la idea, quizá el hecho de tener a aquella molesta vecina la hizo reconsiderar.
– Cualquier cosa me llama – dijo mientras hablaba con Doña Caro intentando de una vez por fin a aquella extraña y confusa situación.
Vaya a descansar – decía.
Ya mi esposo se encargó de todo.
Gracias, buenas noches.
Papá cerró la puerta tras de si y se dirigió al cuarto donde yacían mis hermanos.
Encendió la luz, Beatriz seguía sentada en la cama, mi hermano dormitaba sobre el colchón donde había estado durmiendo y lo habían despertado.
Lily bajo las sábanas en la misma cama donde minutos antes había estado follando conmigo, quizá aún desnuda.
– Así que este no es dormitorio sino cogedero de mocosos – dijo papá visiblemente molesto.
Todos , mis hermanos y yo guardamos silencio.
– ¡Aja! Los niños en lugar de estar durmiendo están como conejos dándose la grande y despertando a la gente cogiendo.
Otra vez ninguno de nosotros habló.
– Beatriz.
Toma la colchoneta y que tu hermano duerma en la cama – dijo señalando a nuestro hermanito.
Beatriz obedeció sin rechistar.
– Tú – dijo dirigiéndose a mi.
Eres un hombrecito ya, bien puedes buscar pasto fuera de la hacienda.
Otra vez todos en silencio.
– Beatriz dormirá afuera.
Bien dice el dicho que en ARCA ABIERTA HASTA EL JUSTO PECA – filósofo.
Cerrar la puerta fue un gran alivio.
Al parecer papá creyó que quien follaba conmigo era Beatriz, cobardía o no ninguno lo contradijo, igual ella era una pecadora como nosotros si el incesto fuera un pecado.
La actitud de papá tampoco ameritaba el sacrificio de nadie, además pude intuir que él tenía otras intenciones y así sucedió.
Una hora más tarde, minutos más minutos menos, pude escuchar afuera en el corredor voces apagadas.
De inmediato supe que Beatriz y mi padre hacían aquello que hasta ahora sólo yo sabía, eso que los descubrí haciendo semanas atrás.
Mi papá se comía a su hija, yo los había visto y suponía que era debido a ello la negativa de Beatriz a follar con nosotros.
– Te gusta bebe – decía papá.
Te gusta la lengua de tu papito.
– Si – se escuchaba hablar a mi hermana.
– No quiero que este pancito sea de nadie más me oyó.
Es sólo mío amor, sólo mío.
Un lengüetazo sonoro lleno el corredor.
Yo seguía en la cama, junto a Lily aunque en principio me acosté con mi hermano quien otra vez dormía.
Lily se incorporó y haciendo el más mínimo ruido nos pusimos de pie.
Ella continuaba desnudad, yo únicamente en el short que me puse anteriormente.
Caminamos despacio hasta llegar a la puerta, de madera y con hendiduras que nos hubiesen permitido ver al otro lado sino hubiese estado apagada la luz.
Quizá ambos lo deseamos, porque en esa momento se iluminó el corredor dejando ver a mi padre y su flaco cuerpo viniendo hacia donde yacía mi hermana.
Había prendido el foco, Los dos desnudos, aún en la oscuridad pude saber que Lily se impresionó con la verga de papá.
Larga, negra, gruesa.
Yo lo había visto antes mientras follaba a mas de alguna mujer, a Doña Vicky y a su hija, a la vecina mujer del panadero y otras más, incluso lo había visto follar a Beatriz.
Está no sería la primera vez.
La cogida fue todo un ritual, Beatriz mamándole todo el ancho del pene, los huevos.
Luego el haciéndole un oral que estoy seguro la hizo acabar, para finalizar la penetró, primero ella lo cabalgo hasta ensartarse sus 20 cm.
Quizá supo que detrás de aquella puerta alguien lo observaba, porque con toda intención lo vi apoyarla sobre ella, él se colocó detrás y así a cuatro la cogió a un a riesgo que otra vez se despertará la vecina.
La follo sin piedad, fuertes embestidas que hacían que Beatriz cayera sobre La puerta.
– Ten putita – le decía.
Esta pancito se lo come papá nada más, nadie más.
Toma tu verga cariño, cómetela toda.
¿Te gusta mi amor?
– Siii siii ummm ummm
No se quien se calentó primero, Lily o yo.
Lo cierto es que ella se agachó hasta quedar en cuclillas y tomando mi polla parada empezó a chupármela, lo hacía diestramente.
Lamia y chupaba, acariciaba mis huevos, aún en la oscuridad pude saber que se acariciaba el chocho.
Papá había incrementado sus embestidas y jadeaba sin parar, Beatriz pujaba sobre la puerta.
Fue cuestión de metidas y acabaron.
Otra vez están teniendo sexo – se escuchó decir en la habitación de al lado.
Déjelos mamá habló quien adivine debía ser María la hija de la vecina metiche.
Pude ver a Beatriz limpiando la verga con su lengua, recogió en su boca todo rastro de semen.
Papá pareció disfrutarlo tanto como la follada misma.
La beso y se puso sus ropas, Lily seguía mamándomela, fue en ese momento cuando tocaron a la puerta que daba al patio.
Era mamá, preguntando si todo estaba bien.
Mi padre abrió la puerta y pude ver esa mirada que yo sabía que significaba.
Observaba a Beatriz
– ¿Estas bien Bea?
– Si mamá
– Se va a quedar aquí – dijo ahora dirigiéndose a papá.
– No.
Ya me iba.
Estando los dos fuera fue ella la que otra vez hablo.
– Cierra la puerta amor, mañana hablamos.
Si no hubiera tenido a Lily pegada a mi verga quizá me hubiera sentado a pensar en aquello que había visto.
Era claro que mamá no era ignorante a lo que papá y Beatriz habían hecho.
A mi hermana pareció no importarle porque cuando que ahora no podían escucharnos me tomo por la verga y me llevo hasta la cama.
Quería un segundo polvo, sólo que está vez bajamos el colchón y lo tiramos al suelo lo más lejos de la pared de la vecina.
Nos desnudamos y ahora si dimos tienda suelta a nuestra calentura.
La encantaba la verga a Lily y a mi follarmela.
Seguiré contando….
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