LAS MUJERES DE PAPA 4.1
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Hansolcer.
Sudorosos después de aquel polvo de media noche, Lily y yo nos quedamos dormidos uno a la par del otro en aquella cama que por años había sido cómplice de los juegos de sexo con mis hermanos.
Beatriz se quedó afuera, por primera vez no dormimos todos en la misma habitación.
Quizá el cansancio no nos dio tiempo a pensar lo habíamos vivido aquella noche.
Algo era claro, ahora no era el único que sabía de los pecados de papá y ella.
También lo sabía Lily, quien al parecer no era ajena al hecho porque la había sentido excitada cuando habíamos cogido.
Mamá, por la expresión de su rostro también pareció darse cuenta.
Al día siguiente, nuestra madre llego como siempre a despertarnos.
Como todas la veces se encargó de supervisar que Beatriz y nuestro hermano se prepararán para irse a la escuela.
Juntos con Isabel la más chica se fueron como si nada hubiera pasado, Lily yo nos quedamos como cada día, cuidábamos la casa, hacíamos tareas y cogíamos.
Bendita rutina que no íbamos a romper por algo que pareció no haber sucedido.
Al medio día Beatriz no regreso, se había ido a la biblioteca a hacer un trabajo ex aula, nuestros otros hermanos nos encontraron a Lily y a mi en plena acción.
Desnudos, ella abajo con sus piernas rodeándome la cintura mientras yo le dejaba ir una y otra vez hasta el último centímetro de polla.
Follabanos por tercera ocasión esa mañana, mi hermanita al parecer seguía siendo víctima de una excitación que yo sospechaba se debía al hecho de recordar a nuestro padre teniendo sexo con su Beatriz.
Quizá Lily no lo había planeado de aquélla manera, pero yo si había querido que Beatriz nos encontrará, en mi mente seguía con mi juego de buscar la forma de calentarla y que de una vez volviera a follar conmigo.
Como otras veces, mi hermano e Isabel se nos unieron.
Aseguraron la puerta por dentro y ahí estábamos los cuatro desnudos.
Mi hermano dejo que Isabel le chupara el pito, nuestra hermanita aunque sólo tenía 10 era ya una mamadora en potencia.
Parecía gozar chupando aquel pene que en su pequeña boca se veía más grande de lo que era.
Esos 13 ó 14 centímetros quizá estuvieran predestinados a que en un futuro no muy lejano le desfloraran el chocho.
Mi hermano suspiraba sosteniendo la cabecita de aquella pequeña, mirar a sus 2 hermanos coger y tener pegada al pito a la más pequeña de familia debía tenerlo en la gloria.
Gemíamos todos, Lily abajo mío tragando mi tranca, yo encima casi falto de aire respirando agitado, mi hermano con los ojos entre cerrados sintiendo la boca de Isabel saborear su pene y está desnuda con su cuerpo de niña talvez deseando pinga en su vulvita.
Era medio día y a esta hora no debíamos preocuparnos por la vecina de al lado, esa que anoche había ido con el chisme a nuestros papás de que había escuchado ruidos de sexo en nuestra habitación.
Ahora estábamos solos y cada uno podía expresar lo que sentía.
Lily gemía de una manera descontrolada mientras su cuerpo se movía contra el mío como buscando una mayor penetración, balbuceaba una y otra vez que la
quería toda, que la sentía rica.
Que rica, que rica que la tienes, que rica.
Dámela toda, la quiero toda, la quiero hasta adentro – me pedía.
Sus deseos y el ego varonil por satisfacer a una hembra me hacían culearla con toda las ganas, duro.
Mi pene entraba en aquella vagina sintiendo el mejor de los placeres, podía sentir su calentura interior, sus paredes estrechas abriéndome paso, podía sentir mis huevos balanceándose como campana intentando seguir el ritmo con que follabanos.
La cama crujía bajo nosotros, todo en aquel cuarto delataba sexo.
Incluso el aire se había contaminado por nuestros instintos de lujuria.
Un intenso gemido de mi hermano me hizo girar la cabeza hacia donde estaba, había llegado al límite.
Se estaba pajeando frente a la cara de Isabel, su mano bajaba tan rápido como su cuerpo le permitía, nuestra precoz hermanita con su pequeña boca frente a él esperando.
Le gustaba la leche, la recibía como si del mejor manjar se tratará.
La saboreaba con su lengua, la tomaba de su cara con los dedos y se la llevaba a los labios.
Nadie creería que aquella niña sin tetas era adicta al semen, quizá ni ella misma si tuviera que verse en un espejo.
Los espasmos vaginales de Lily me hicieron saber que había llegado a su orgasmo, una idea concebida en segundos me hizo cambiar el ritmo de aquella historia de sexo.
Mi hermano estaba acabando y nuestra hermana también.
Decidí que podían terminar juntos.
Quieres echarle la leche a Lily – pregunté.
Me miro.
Había abierto los ojos aunque su mano seguía subiendo y bajando sobre su pene, mi hermana también me miraba aunque yo seguía culeándola.
Ella tampoco dejó de moverse.
Quizá los tres coincidíamos en que aquello era demasiado excitante como para romper el hilo.
Los ojos de aprobación de Lily me decidieron, le saque la polla y me baje de la cama dejándole espacio a mi hermano.
Fueron segundos y ahí estábamos.
Mi hermanita de tan sólo 12 recibiendo entre sus piernas a su otro hermano de tan sólo 2 años mayor que ella.
Los vi acomodarse, el colocándole la verga en la entrada de su puchita y sin mayor preámbulo de la dejo ir hasta adentro.
Ella colocó sus manos sobre las caderas de él como si quisiera halarlo contra si, como si quisiera tenerlo todo adentro de ella.
Al parecer aquellos segundos que hablamos parado en hacer el cambio no habían afectado en nada el tren de excitación en ellos, Lily había vuelto ser la misma.
Se movía ricamente buscando que cada embestida pudiera cazar el pene que le estaban dando, mi hermano culeandola sabroso, con fuerza.
Evidentemente lo estaban disfrutando.
Todo aquello había ocurrido en segundos.
Yo me había sentado a la orilla de la cama donde antes había estado mi hermano con Isabel, quien por la expresión de su carita de niña talvez era la que no sabía que seguía.
Estaba desnuda, su puchita apenas y dejaba escapar aquella pepita que yo sabía le gustaba le acariciaran, que se la mordieran, que se la chuparan y porque no hasta que se la aplastaran con la verga.
Era todo cuanto le habíamos hecho hasta ese día, pero los pensamientos que hoy cruzaban por mi mente era por una vez desflorarle su capullo.
Sin más y olvidando talvez por un instantes a mis escandalosos hermanos me recosté mientras con mis ojos le hice señas a Isabel para que me la chupara.
No era ignorante del sexo, con carita de picardía se acercó a aquel pene que frente a su cara se veía monstruoso, grueso para su boca y manos.
Apenas y podía rodearlo con los dedos, pero lo tomo del tronco para llevarlo hasta su boca y sacando la lengua saboreo todo el glande, despacio.
Sus ojos me miraban como preguntando si lo estaba haciendo bien, mi mano sobre su cabeza le dijo que si.
Suavemente la empujo hacia abajo como diciendo “sigue mamando” y ella acató dócilmente.
Con los ojos cerrados disfruté aquella boquita mamando mi pene, tratando incluso de obviar los gemidos de mi hermano con Lily.
Ahhh ahhhh ahhhh ahhhh Que rico que rico, ummm mmmmm decía.
Isabel me había vuelto a excitar igual o más que antes, mi mano ahora se había deslizado hasta sus caderas, mis dedos se habían ido a buscar su puchita y ya rosaban sus labios vaginales y aquella pepa parada.
De arriba abajo movía mi dedo medio, Isabel no era ajena a la caricia y a conveniencia habría más las piernas dejándome mayor libertad de movimiento.
Otra vez aquel pensamiento, el ruido de mis hermanos follando, el olor a sexo, Isabel misma mamándome ricamente la verga.
Todo se confabulaba para que mi cerebro una vez más me hiciera sentir el deseo de desflorar a Isabel.
Suavemente la aparte de mi polla y la empuje sobre la cama, dejándola frente a mi, las piernas abiertas.
Mirándome como si también su cerebro le dijera que ya era hora.
Verme llegar hacia su chocho la hizo cerrar los ojos, mi nariz pudo oler aquel chochito a niña, de sabor que sólo quienes hemos chupado podemos saber a que sabe, rico, excitante.
Mi lengua le recorría toda la rajita, su pepa parada, entre los labios vaginales.
Isabel no aportaba sus manos de mi cabeza, sus dedos entrelazados a mis cabellos halándolos como si con ello quisiera decirme cuan rico sentía.
Los pujidos de mi hermano y Lily habían pasado a segundo plano.
Isabel no dudo un segundo cuando le dije que se subiera sobre mi.
Acostado boca arriba prepare mis 17 centímetros, me hice una pequeña paja y espera hasta que ella quedó a horcadas sobre mi, con una mano le puse la cabeza del pene en su entrada y jugué entre sus labios vaginales, mi hermanita había cerrado los ojos quizás esperando lo que parecía inevitable.
Un segundo de cordura me hizo desistir, me doble la polla hasta dejarla sobre mi pelvis y ombligo, en esa posición hice que Isabel se sentara quedando su raja con mi salchicha entre sus labios vaginales.
Mis manos se apoyaron en sus caderas y la empecé a mover de arriba abajo haciendo que cada movimiento me diera placer a mi y a ella.
Podía sentir su chocho mojarse con cada subida, ella continuaba con sus ojos cerrados, largos gemidos se la escapaban de su garganta, tanto que nuestros vecinos de sexo pararon lo que hacían.
Fue un momento, la excitación les ganó y siguieron follando, todos gozábamos.
Mi hermano de 14 dándole pene a Lily mientras está no paraba de decirle cuanto le gustaba su verga, tal como me decía a mi minutos antes.
Yo sintiendo la raja de Isabel mojarse con cada roce en su vulvita mientras ella no dejaba de gemir.
Aquel cuarto de vecindad era por ahora el reino del sexo entre familia.
Fueron minutos eternos, mi hermana Lily fue la primera en mostrar síntomas de un prolongado orgasmo, se contorsionaba bajo mi hermano mientras casi gritaba que estaba acabando.
Métela métela hasta adentro, aaaaaay aaaaaay, que rico, que rico.
Mi hermano la culeaba como perro, rápido.
Su culo subía una y otra vez, lo vi empujar con fuerte, una, dos veces, tres.
También acabó, dentro de Lily.
Isabel no paraba de moverse, ahora lo hacía sola, podía sentir que ella alargaba el movimiento como si quisiera sentir desde el tronco hasta la cabeza, lo hacía haciendo fuerza, apretándose tanto como podía, los líquidos de panochita ahora eran viscosos y más abundantes.
Mi verga empezó a hincharse, una sensación de electricidad empezó a formarse en mi parte baja, sabía que iba acabar.
Puse mis manos en las caderas de Isabel y ahora fui yo quien la hizo acelerar los movimientos.
Esto debió gustarle, porque apoyando sus manos en mis hombros los utilizó para poder subir y bajar más rápido, gemía, gemíamos, ella y yo con los ojos cerrados, era tan rico lo que sentía que ahora si podría correrme.
Sentí el semen fluyendo por mis huevos y como Isabel en aquel preciso instante me dejo caer aquel líquido caliente que se derramo sobre mi pene hinchado.
Fue el acabose, la empuje sobre todo mi rabo y acabe como caballo.
Uno tras otro salió chorro tras chorro, empapándome toda la parte del estómago y hasta las tetillas.
Isabel y yo terminamos empapados, pero seguíamos uno sobre el otro.
Ella recostada sobre mi, su cuerpo relajado, mis piernas me temblaban.
En la otra cama Lily se había apartado de mi hermano y con la boca le limpiaba aquellos 13 ó 14 centímetros que la habían hecho llegar al orgasmo.
Desnudos aún escuchamos cuando tocaron la puerta.
– ¡Beatriz! ¡Beatriz! – gritaban mientras golpeaban aquella vieja puerta de madera.
– Ya va – contesté temeroso por no saber quien y porque llegaban a esta hora del día.
Mis hermanos y yo intentamos poner en orden todo, nosotros mismos nos cambiamos o nos pusimos lo que teníamos al alcance.
Las colchas llenas de semen las pusimos en una caja que ocupábamos para guardar cualquier cosa.
– Apresúrense chamacos – volvió a hablar aquella voz que ahora sonaba como de alguien que nos conociera.
– Ya va.
Lily se esta cambiando para ir a la escuela.
Fue la única excusa que se me ocurrió.
Era verdad que Lily y yo deberíamos estar preparándonos, estudiábamos por la tarde.
Pero ni siquiera nos hablamos bañado, si no me equivocaba serían las 12:30 y teníamos escasa media hora para irnos.
Isabel se había puesto un vestido cualquiera, mi hermano el uniforme que apenas se quito cuando llego.
Lily una camiseta cualquiera y short, igual yo.
Me puse unos short deportivos nada más y abrí.
Afuera estaba mi hermanastra Rosa, esa que hace algunos años atrás llego a nuestra casa para quedarse.
Esa inocente campesina que me llevaba 4 años y que un día me descubrió teniendo sexo con Beatriz y paso a formar parte de las mujeres de mi familia con las cuales tenía sexo.
Llegaba después de 2 años de ausencia, maleta en mano.
Un día se fue a trabajar a otra ciudad y no volvimos a verla.
Mamá nos contaba que le iba bien, que siempre le hablaba de lo bien que la había pasado con nosotros.
Tenía 22 ahora y aunque seguía teniendo aquel rostro de bobalicona su cuerpo si era otro.
175 de estatura, cintura definida, ancha de caderas y aquellas piernas gruesas como las de mi madre.
Las ratas igual enormes.
– Hola – dijo.
– Hola
– Y Beatriz – pregunto como si en su imaginación no cupiese otra idea mas de que no le abríamos, porque ella y yo estuviéramos follando.
– No está
– ¿No está? – dijo asomándose en el hueco de la puerta.
Supe que al estar tan cerca de mi, ella sintió el olor a sexo a mi cuerpo.
El semen que había caído sobre mi estómago me delataba.
Rosa me miro de arriba abajo.
Ya no era el chiquillo de 13 que encontró cogiéndose a su hermana y que ella tuvo a bien compartir.
– ¿Y con quien está, si se puede saber? – dijo.
Iba a responder, pero en eso salió Lily como si tuviera prisa, algo que si era cierto.
Paso de largo no sin dejar de saludar con un HOLA ROSA.
Se fue directo al baño, le expliqué que estábamos atrasados.
Hola Rosa saludo mi hermano desde adentro, también Isabel asomó a la puerta e igual saludo.
– Hola – dijo un tanto confusa.
Quizá su sentido del olfato le estuviera jugando una broma.
– ¿Tiene las llaves del cuarto de mamá?
– Si
Y como si también tuviera prisa, lo cual era verdad.
Le pedí a mi hermano que se las entregara, me fui al otro baño improvisado que papá había construido en el patio y me metí a asearme.
Definitivamente olía a sexo.
Cuando salí me cambié rápido y junto con Lily nos fuimos ala escuela dejando a Rosa en la casa talvez intentando descifrar el porque su hermanastro olía a sexo y con quien ella suponía debía hacerlo no estaba.
Por el camino le sugerí a Lily no decir nada a Rosa.
– ¿Se va a quedar? – me preguntó.
– No se
Un pensamiento de lujuria hizo que mi verga de moviera bajo los pantalones.
Pensé en Rosa, en lo rico que follaba.
Su enorme chocho gordo y tragón había sido más de una vez uno de los tantos desagues a mi calentura.
Habíamos llegado a la escuela, llegamos al límite de cuando cerraban.
Me acerqué a Lily para recomendarle que me esperara a la salida.
– Me duele la panocha – me dijo en voz baja.
Le sonreí.
– Golosa – le dije.
Cada quien se fue a su aula.
Era viernes, último día de clases de la semana.
Una vez más recordé a Rosa y otra vez mi polla hizo acto de presencia.
¿Se quedará? Era obvio.
Por un no se que giré mi cabeza hacía atrás, la morena que decía estar enamorada de mi me miraba mientras abría las piernas dejándome ver esa tanga blanca casi mordida por sus gruesos labios vaginales.
La Profesora se dio cuenta y talvez hasta de mi polla semi erecta.
– Jóvenes pongan atención.
No se distraigan, señoritas cierren la bisagra (en clara alusión a mi enamorada).
Usted – dijo casi en mis oídos, tranquilice a su amigo.
Para todo hay tiempo.
Si que lo había.
Siguiendo el Consejo deje que siguiera su marcha.
Ya en la noche sabría que me deparaba el destino con mi hermanastra la del chocho gordo que hacía más de dos años que no probaba.
Seguir e contando.
….
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