Las reuniones de fin de semana
Hace tres años que convivo con mi nueva pareja, ella ha tenido dos matrimonios anteriores, de los cuales solo del segundo ah tenido siete hijos, cinco mujeres y dos varones. Solemos pasar algún día del los fines de semana en casa de algunos de ellos. De esto trata la historia .
Mara, mi nueva pareja a la que conocí hace cinco años y que convivimos desde hace tres, tiene un familia bastante numerosa. Ambos somos ya adultos, ella tiene 61 años y yo 63.
Los fines de semana solemos pasar un día en casa de alguno de hijos. Y en esas reuniones son invitados todos los hermanos con sus respectivos hijos e hijas.
Hace tres semana atrás estábamos en casa de Lucila, una de las hijas de mi pareja, que a su vez tiene cuatro hijos, Olivia tiene quince años y está embazada de casi ocho meses, el chico que es el padre la niña que va a tener en breve, cuando se enteró de la situación desapareció de los lugares que solía frecuentar y no la vio nunca más a ella.
Ese domingo, estábamos en el patio tomando unos mates y comiendo unas tortas, cuando Olivia se acercó a mí para preguntarme como me iba en el trabajo, y terminamos hablando de su embarazo, yo le pregunté si la pequeña pateaba y ella me contestó que sí.
Puedo tocar para ver cómo patea, le pregunté.
Sí, me respondió.
Yo comencé a tocarle la panza, pero no tuve éxito. Le dije que no pateaba, que tal vez estuviera dormida. Ella me respondió que la tocara toda a la panza hasta encontrar la patada de la niña. Por supuesto, eso fue lo que hice, comencé a recorrer lentamente su vientre con mi mano y llegué hasta casi tocarle las tetas, y luego lentamente bajé llegando hasta donde nacen los pelos de la concha, todo muy despacio, ella no dijo nada. Seguí con mi juego un ratito más, no podía tampoco dejar que el resto de los contertulios se diera cuenta que estaba franeleando a Olivia. La cosa pasó, sin más.
Pero este fin de semana con mi pareja fuimos a la casa de su otra hija; Emilia, con quien tengo una gran relación, ella tiene dos hijos, una es Mia una joven niña muy bella de 11 años, con quien tengo una vinculación muy cercana, al igual que con su hermano Pedro, a quien llevo a jugar al fútbol al club dos veces a la semana.
Casi todos nos encontrábamos en el patio, el sábado por la tarde, Mia vino hacia mi y se sentó en mi falda, cosa que hace habitualmente, y yo comencé a hacerle cosquillas y de paso aprovecho y le toco las tetitas y si se puede, el culo, las piernas y en dos ocasiones llegué muy subrepticia y rápidamente hasta su entrepierna. No es este el caso pero si pude tocarle las tetas y rozarle varias veces el culo. En una ocasión Mara, sentada a unos dos metros de donde estábamos con la pequeña, me miró y me sonrió, yo le devolví la sonrisa y dejé de jugar con Mia. No tenía ninguna intención de tener problemas con mi pareja.
Ya a la noche, en casa, estábamos viendo televisión y Mara me dice a bocajarro:
-Qué le hiciste a mi nieta.
-Nada, no le hice nada. No te entiendo, le respondí.
-Dani, me dijo, decime que le hiciste.
-Nada, mi amor, no le hice nada.
-En un momento yo te sonreí…
-Si, le dije, y yo te devolví la sonrisa.
-A ver, me dice, cuando Mia estaba sentada en tu falda qué le hiciste.
-Cosquillas, respondí.
-¿Nada más?
-Bueno, contesté, la toqué un poco.
-Ah, bueno y qué le tocaste.
-Las tetas y el culo, pero muy por arriba, le dije. y repliqué: ¿Porqué, está mal?
-Para nada, mi amor, me encanta que te gusten las mujeres de mi familia.
-Creí que no te iba a gustar.
-Como no, me gusta y mucho.
-Bueno, dije con vos suave y le di un beso de lengua.
Esa noche hicimos el amor y no se habló más del tema, hasta este viernes, cuando yo estaba sentado en el comedor de casa mirando televisión y aparece Mara, se queda parada en la puerta y me dice:
-Tengo una sorpresa para vos….
¿Sí? dije casi azorado. ¿Cuál?, pregunté.
Sale de casa al palier y vuelve a entrar con Mia.
-Esta es la sorpresa…. ¿te gusta?
-Claro, mucho y vos sobre todo, amor, le dije con lascivia.
Ya estaba imaginado el momento en que estuviéramos con Mia, mi mujer y yo en pleno juegos sexuales. Lo que no me imaginaba era como íbamos a llegar a esa instancia. No podía descifrar la mente de mi mujer.
Mara me dijo, cuando ya caía la tarde, que Mia tenía que ducharse y que ella lo iba a hacer con la niña, ambas, juntas desnudas en el baño, ese pensamiento me volvió loco. Bueno, me dije, esto se pone al rojo vivo, pero como voy a entrar yo en esto, me preguntaba con ansiedad y con la pija casi erecta.
Mi mujer me llama y me dice que le alcance el toallón porque se lo había olvidado en la habitación. Fui rápidamente a buscarlo y lo llevé hasta el baño, abrí la puerta y estaban las dos ninfas en bolas, un verdadero encanto, mi pija ya no aguantaba más dentro del pantalón. Mara me dijo que fuéramos a la habitación así ellas terminaban de secarse, las acompañé, mi mujer me dio el toallón y me dijo:
-Ayuda a Mia a secarse, Dani,
-Claro, respondí.
Y comencé a sacar a Mia, la sequé muy bien, por todas partes, luego dejé el toallón y le puse comencé a estregarle con tres dedos la concha, mientras en ocasiones el dedo medio so lo introducía un poco en su dulce vagina, hasta que comenzó a mojar y a respirar profundo y luego a jadear, En ese momento mi mujer se acercó la volteó de espaldas sobre la cama y comenzó a chuparle la concha, su nieta estaba casi volando y ella seguía lamiendo la concha, y colocando su lengua adentro y con una fuerza inusitada. A ese momento yo ya me encontraba en bolas y me estaba tocando la pija que tenía muy dura y le salía un líquido transparente con mucha asiduidad. Me puse de rodillas detrás de mi esposa y le introduje la verga en la concha que tenía súper mojada la muy puta, mientras seguía chupándole la concha a su nieta. Mia jadeaba como una loca, mientras yo me tenté con el agujero del culo de Mara, y se la metí de una, le entró fácilmente, la seguía cogiendo por el orto mientra ella dio vuelta a Mia, boca abajo en la cama, y comenzó a chuparle agujero del culo a la pequeña.
Estaba asombrado por lo que veía, nunca pensé que mi mujer gustara de otras mujer y mucho menos de su nieta. En un momento me sacó la verga de su culo, se paró y me dijo:
-Quiero ver como le chupás la concha a mi nieta,
Por supuesto que asentí sin dudar, y comencé a chupar esa concha joven e inexperta. Y luego lamí el agujero de su culo y mi mujer le dijo a Mia que me chupara la pija y comenzaron a chuparme una de cada lado. Yo estaba muy caliente, nunca imaginé que pudiera vivir una experiencia sexual de tal índole. Todo era un bello contraste, las tetas pequeñas de Mia y la tetas de una mujer, de mi pareja, el pequeño culo de la nena y el hermoso culo grande de Mara, la concha pelada de Mia y la concha peluda de mi esposa, me excitaban a más no poder.
En momento acosté a Mia y le introduje la pija en la concha, gritó un poco pero estaba muy mojada y todo siguió por los carriles normales, Mia gozaba mucho, mientras Mara en una banqueta con las piernas abierta se metía dos dedos en su concha y acariciaba su clítoris. Hasta que acabó varias veces como un verdadera perra en celo, se retorcía en la banqueta la muy puta, pero no dejaba de mirar como yo entraba y salía con mi verga dura en la concha de su nieta, cuando la quise coger por el culo, Mara me dijo que, por ahora no, si más adelante.
Y me conminó a que dejara de coger la su nieta y les acabara en la cara a ambas, para lo cual se arrodillaron delante mio y yo comencé a hacerme una paja, no tuve mucho que trabajar, ya que la leche salió muy rápidamente y cayó sobre los rostros de ambas.
Eran casi las diez de la noche, hora de cenar, comenzamos los preparativos para ello. Mara y yo tendríamos mucho de qué hablar esa noche. Yo estaba lleno de preguntas y necesitaba respuestas.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!