Las tazas con mamá, la nena con papá.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Arya22.
Hola, esto ocurrió cuando tenía 14 años, soy una chica de altura media, soy delgada, tengo el pelo negro (y en ese momento tenía mechas violetas), mi piel es muy blanca y me considero una chica linda.
Primero que nada, tengo qe contarles que mi madre había hecho colocar sobre la mesada de la cocina una serie de estanterías especiales para un juego de tazas antiguas que heredó y eran su mayor orgullo.
Cierto día de verano, y como hacía muchísimo calor, me desperté muy temprano y me dirigí a la ducha. Sospechando que no habría nadie por la hora y porque era sábado, abrí la puerta del baño y me encontré con una imagen que nunca borré de mi mente: mi padre saliendo de la bañera, secandose la cara, totalmente desnudo. Era la primera vez que veía un pene en vivo y en directo, y la verdad, me gustó verlo, pero me asusté mucho cuando mi papá bajó la toalla que tenía sobre su rostro (y le impedía verme) y me miró directo a los ojos y se cubrió sus partes privadas con la toalla en la mano derecha, mientras me decía amablemente que cerrara la puerta, que el ya terminaba y me dejaría el baño.
Confieso que nunca había visto una postal más sexy: mi padre, a pesar de sus 46 años, tenía unos músculos envidiables, y debajo de abdomen se marcaba como una gran flecha apuntando a su pene. Todo esto, sumado a que estaba totalmente cubierto con pequeñas gotitas de agua y que su brazo sostenía una blanca toalla diminuta que apenas le cubría sus partes, lo hacían explosivo para una adolescente totalmente hormonal.
Continuando el relato, al cerrar la puerta yo quedé totalmente en shock y no sabía que hacer, así que corrí a mi cuarto y no salí por un buen rato. Al cabo de media hora, me estaba muriendo de calor, así que fui al baño deseando no cruzar a mi padre y llena de sentimientos encontrados.
No me lo encontré, así que respiré aliviada y entré a la ducha. El agua fría despejó mi mente y me ayudó a no darle importancia al hecho: seguramente no era la primera chica que veía desnudo a su padre. Sali de la bañera y me sentí una idiota porque con el revuelo de mi mente, no había traído un cambio de ropa interior, así que me puse la bata directamente.
Al terminar me fui directo a la cocina para desayunar, seguramente me iba a cruzar con mi papá, pero ya estaba bastante más tranquila. Pero para mi sorpresa, él no estaba ahí.
Dispuesta a prepararme un té helado, quise alcanzar la caja de té que estaba sobre la alacena, con tanta mala suerte que al apoyar mi mano sobre la estantería que les conté de mi mamá, ésta tembló y, no se como, alcancé a sostenerla antes de que se cayera hacia un costado, pero lamentablemente una taza cayó al piso y se hizo añicos.
Yo estaba aterrada, no podía soltar eso (mi mamá iba a castigarme hasta la mayoría de edad, mas o menos!); fue entonces cuando, alertado por el sonido de la taza quebrada, entró mi padre a la cocina y me preguntó que había pasado. Le expliqué y le rogué que me ayudara, aunque por mi posición no podía mirarlo a los ojos (yo estaba con ambas manos casi contra la pared, sosteniendo esa madera y apoyandome sobre la mesada, lo que provocaba que tuviera mi cola muy parada.
Mi papá se acercó a mi y contempló la situación.
– ¿Podes sostenerla? ¿Es muy pesada?
– No, pa, no es pesada, ¡pero si se me cae, mamá me mata!
Fue entonces cuando se acercó tanto por detrás de mí que pude sentir su cintura detrás de mi cola (¿Me estaba apoyando?). Acarició mis brazos hasta llegar a mis manos y me dijo al oido que lo sostuviese con fuerza. Volvió a acariciarme los brazos pero esta vez en sentido contrario, bajó por mis hombros y llegó a mis tetas.
Yo me sobresalté pero el me dijo:
– si te moves se puede caer la estantería, tranquila, ¿Sí?
Yo estaba aterrada, jamás mi papá me había tocado de esa manera, siempre fue un hombre educado, incluso algo distante.
– espera acá que voy a buscar unas herramientas.
– no, espera! ¡Primero baja estas tazas!
Pero él ya se había ido. No podía creer que en vez de bajar el juego de tazas, me haya dejado sosteniendo eso y encima en esa posición.
No tardó nada en volver, colocó su caja de herramientas sobre el horno y me dijo "Listo", aunque yo sentí más grave su voz.
Se colocó otra vez detras mio y dejó un par de tarugos sobre la mesada. Con la mano derecha me hizo ver uno con detenimiento mientras con la izquierda me acariciaba la cintura, hasta que escuché como se bajaba el cierre del jean.
No podía negar que me gustaba lo que estaba pasando, pero tambien me daba pánico.
Levantó mi bata y me repitió que sostuviera fuerte. Fue ahí cuando colocó su pene totalmente erecto entre mis piernas. Tenía su verga tan dura que podía sentirle la punta sobre mi clitoris.
Fue la experiencia más alucinante: el se movía mientras colocaba los tarugos y con su pito me tocaba. Sentía que iba a explotar.
Aun hoy, al recordarlo, me excito muchísimo.
Cada tarugo que colocaba lo hacía más lento, y cada movimiento más rápido. Era obvio que tenía el camino despejado, porque mi humedad iba en aumento. Estaba tan a mil yo, que sólo quería soltar la madera y dejar que mi papá me haga suya.
– Papiii -susurré, a punto de estallar.
Le faltaba sólo un tarugo cuando me abrió la bata y masajeo salvajemente mis tetas. Pellizcaba delicadamente mis pezones y me mordia el cuello.
Deje libre una de mis manos y acaricié la cabeza de su pene. Él gimio, entonces yo apreté la punta contra mi clitoris para masturbarme mejor.
– José Luis, ¿Donde estas, amor? (era mi mamá llamandolo desde la cocina)
Nos asustamos tanto que casi dejamos caer todo (la verdad, no se como no se había caído ya!)
Papá me cerro la bata y su jeans, y me acomodó el pelo justo antes de que mi madre entrara.
– ¡Casi se cayó esto! ¡Estos albañiles no saben hacer nada! Si no fuera por tu hija, no tendrías más tus hermosas tazas, amor…
[CONTINUARÁ… ]
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