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Incestos en Familia

Lecciones de Belén Capítulo 7: Cómo decir Adiós

“ Si conocieras el tiempo tan bien como yo, no hablarías de perderlo, ….”.
Los días habían pasado fugazmente, y el colegio había terminado, Belén se había ido a otra cuidad pues para el nuevo curso le había salido una plaza de maestra de infantil en una escuela, mi madre contrató a una vecina para cuidarnos, yo miraba disimuladamente como aquella mujer que vestía siempre de negro, tenía encima de sus labios un fino bigote negro como si fuese el de un adolescente, sus manos arrugadas y huesudas tenían unas uñas amarillentas que parecían que se le iban caer, en cierto modo me recordaba a la ancianita que le regala la manzana envenenada a «Blancanieves» pensaba mientras veía como ella leía una revista de cotilleo con interés.

Silvia y yo habíamos tenido encuentros aleatorios durante esos meses, nunca sabíamos como o porque pasábamos de jugar, a tocarnos de otra manera, imaginaba que a veces la sombra tenía que salir alimentarse, como el depredador que duerme de día pero cuando llega la noche tiene que ir cazar, hasta teníamos una frase como si fuese una clave para decirnos que queríamos algo más, en realidad era un tontería que comenzó una tarde de fin de semana cuando mi madre estaba cansada y nos envío a dormir la siesta, habíamos estado viendo los dibujos de Alicia en el país de las Maravillas mientras comíamos, nos acostamos en nuestras camas aun que realmente no teníamos ganas, al poco tiempo como no parábamos de hablar imaginando que estábamos dentro de aquel mundo que acabábamos de ver, mi madre nos dijo asomando su cabeza por el hueco de la puerta

– Intentar dormir un rato, Silvia tu eres la mayor por favor, estoy muy cansada y necesito descansar un rato, Dijo mientras cerraba la puerta para que al menos amortiguase nuestras voces

Nos quedamos mudos mientras oíamos como cerraba también la puerta de su habitación y se acostaba en su cama, estuvimos mirándonos en silencio a los ojos durante un buen rato, hasta que mi prima se bajo de su cama y se acercó, su aliento golpeó en mi cara y me dijo al oído muy muy bajo

– Es la hora del té caballero… intentando poner la voz del conejito blanco mientras imitaba saludarme como si tuviese en la cabeza un sombrero de copa.

Unas tímidas risas resonaron mientras nos tapábamos la boca mutuamente, Silvia giró lentamente su cabeza mientras mi mano se deslizó por sus labios, notaba en mis yemas la humedad y la suavidad de la comisura de estos , hasta que mis dedos se introdujeron en su boca los cuales comenzó a chupar como cuando lo hacía con mi pene, subió por mi brazo besando cada parte hasta mi cuello, sentándose muy despacio en la cama junto a mi, comenzamos a besarnos intentado no hacer ruido, normalmente cuando surgía en las noches en que necesitamos aliviarnos por alguna razón, con la complicidad de la oscuridad tirábamos las almohadas al suelo donde nos tumbamos en el frio suelo, para que no nos oyese mi madre pues nuestras camas hacían ruido por más despacio que intentásemos movernos, en el silencio y la complicidad que sólo la noche te puede dar, como una guardiana que esconde aquello que no quieres que la luz revelase, apretábamos los dientes para no jadear o intentábamos gemir muy bajito al oído del otro casi de forma inaudible, pero cuando ya no podíamos más, mordíamos las almohadas exhalando nuestros alientos hacia su interior para que amortiguase nuestros ruidos como el silenciador de una pistola anula el ruido de un disparo.

Silvia comenzó a masturbarme mientras se quitaba las bragas, entonces se giró abriendo sus piernas entre mi cabeza mientras continuaba chupando mi pene, notaba como entraba y salía de su boca, como se recreaba con la cabeza del mismo, yo mordía la almohada como otras veces intentado no gemir, abrí los ojos, para ver como uno de sus dedos acariciaban su clítoris, su dulce y húmeda raja se abría ante mi, la cual quedaba casi a la altura de mi boca, decidí amortiguar mis gemidos entre los labios de aquella abertura que me reclamaba, llegamos al unísono dejando que nuestros orgasmos se desvanecieran mientras apretábamos fuertemente nuestros labios contra el sexo del otro como si fuese un agujero negro que traga la materia a su alrededor, nos quedamos dormidos de lateral en aquella posición invertida,… cuando desperté Silvia estaba en el sofá bebiendo zumo y viendo la tele, y yo llevaba puesto mi pijama, mi madre me acercó otro zumo de naranja

– Vamos dormilón que casi es la hora de cenar.. me dijo mientras se reía

Miré de nuevo mi reloj que apenas entendía en realidad me gustaba porque en el salía “Batman” mi madre me lo había regalado por mi cumpleaños, mis ojos seguía el paisaje cambiante imaginando que yo corría y saltaba por ellos campos como si fuera “Mario Bros” recorriendo aquel mundo a toda velocidad, los recuerdos se mezclaban en mi mente mientras la carreta parecía abrir las montañas como si las hubiesen cortado con un cuchillo de sierra, llevábamos algo más de 8 horas de camino cuando en la lejanía tímidamente aparecía la cuidad, la casa de mi tía Elena estaba en las afueras, Silvia estaba en el asiento delante ocupándose de la radio mientras mi madre bostezaba cansada,

– Ya casi estamos dijo mi madre sin dejar de mirar el camino

Miré las maletas de Silvia en la parte de atrás de nuestro coche imaginando como toda una vida pudiese entrar en apenas tres, la cuidad se hacía cada vez mas grande en el horizonte, mi estomago se encogía pues sabía que íbamos a pasar el fin de semana allí pero luego llegaría el momento en que me tendría que separar de mi prima como los hermanos que se despiden pues uno de ellos tiene que ir al frente, la guerra no espera imaginaba que decía un general de pelo canoso mientras escupía tabaco de mascar, lo peor no era la separación en sí sino no saber a ciencia cierta si volverás a verlo.

La casa estaba en el final de una calle sin salida con pequeños arboles a su alrededor, casi todas las casas eran iguales, niños jugaban con bicicletas y globos de agua pues hacía mucho calor. Mi tía Elena estaba en la puerta esperando ansiosa, Silvia se bajó del coche casi en marcha y abrazó a su madre como si quisiera recuperar el tiempo que le pertenecía por derecho de nacimiento, reclamaba su trozo de madre perdido, parecía no quererla soltar, la casa tenía cuatro dormitorios, el salón y la cocina era todo una misma habitación dando sensación de amplitud, el baño tenía una gran bañera blanca adornada con unas cortinas semitransparentes con margaritas amarillas y un pequeño jardín sesmidescuidado donde alguien había empezado ordenar las macetas en un lateral a parecía en la parte de atrás.

Esa noche dormimos cada uno en una habitación la mía era la mas pequeña pues era estrecha y alargada, en la que apenas entraba una cama y una mesita de noche, pero no había sitio para un armario, la de mi prima Silvia casi era una habitación tan grande como la de mi madre en nuestra casa, el baño grande separaba nuestras habitaciones de las otras que daban al otro lado de la casa las cuales tenían unos pequeños balcones blancos por los que podías ver las casas de enfrente y los coches en la rampa de las casas. Por la mañana nos juntamos en casa de una familia que se habían hecho muy amigos de mi tia donde habían organizado una especie de barbacoa de bienvenida o esa era lo que se querían creer para azuzar el carbón, comer carne a la brasa y beber cerveza con la excusa del calor del verano, mientras los adultos reían y bebían, nuestras madres nos dieron permiso para jugar con los demás niños que alborotaban por la calle, estaba atardeciendo cuando mi tía salió para verificar como estábamos, o al menos para hacer el recuento de las extremidades que aún portábamos en nuestros cuerpos, habíamos estado jugando con mangueras y globos de agua por lo que nuestras ropas ya no podían absorber más agua, hasta nuestro labios parecía amoratados de la humedad, mi tía se agachó

– Silvia, ya sé que te lo estas pasando muy bien, empieza a anochecer y no quiero que os resfrieis, toma las llaves e ir a casa a secaros, poneros ropa limpia, ayuda a tu primo a cambiarse ehhh, vamos a cenar tan bien en casa de Pedro, no pierdas las llaves…. venga, procurar no mojar todo vale….

Silvia me agarró de la mano como si arrastrase un perrito que no quiere andar y me condujo con grandes zancadas a casa, abrió la puerta y nos dirigimos al baño, comenzó a quitarme mi ropa mientras el agua salía chorreando de esta, ella tambien comenzó a desnudarse, se giró y cerró la puerta del baño, echó el cerrojo que tenía este por dentro, entonces se acercó a mi cuerpo tembloroso y me abrazó, podía sentir como su corazón saltaba, junto al mio, su pelo mojado caía por mi espalda desnuda resbalando por esta, cerré los ojos intentado aspirar su aroma, unas lagrimas comenzaron a caer por mis hombros, rodeando mi cuello recorriendo mi pecho en dirección al suelo,

– ¿Pero….? prima le dije

– Ay pequeñajo, te voy a echar mucho de menos, me contesto mientras se secaba los ojos,

-yo también a ti, pero ya veras bajaremos muchos fines de semana y estaremos juntos le repliqué

– espero que así sea caballero, pero ahora…. Dijo Silvia mirando la manecillas de mi reloj de Batman …. es la hora del té… añadió poniendo de nuevo la voz de aquel conejito blanco mientras comenzaba a acariciarme

Comenzamos a besarnos tan dulcemente que parecía las que las alas de una mariposa revoloteasen entre nosotros acariciando nuestros labios, mis manos recorrían su cuerpo desnudo como si pudiesen grabar recuerdos en las yemas de mis dedos , quería cincelar en el tacto de mi piel cada rincón que acariciaba para no olvidarlo jamás, me cogió suavemente de la mano entrelazando nuestros dedos, y me condujo lentamente entre besos a la bañera, abrió la ducha mezclando el agua para dejarla templada, observaba como las gotas bajan por su cuerpo hasta quedar suspendidas de sus pequeños pezones marrones como si fuesen dos maravillosas cerezas que cuelga de un árbol bajo la lluvia, mis manos prosiguieron abrazando y acariciando ese cuerpo al mismo tiempo que ella me acariciaba y repartía el agua caliente entre nuestro, notaba sus caricias como si fuese la primera vez que me tocaban, sus dedos y sus manos que ya habían recorrido mi cuerpo en tantas otras veces esta vez parecían diferentes, aquello era distinto de lo que había sentido antes, no en sí la sensación del tacto o de la caricia, no era tan si quiera el estremecimiento que sentía cuando pasaba sus yemas por mi pecho como si lo estuviese dibujando pacientemente, era algo más profundo, era el ritmo de su corazón el cual lo sentía junto al mío, la forma en la que sus caricias recorrían mi piel mientras el agua templaba se escurría por nuestros cuerpos, nos besamos dejando que nuestras lenguas bailasen suavemente casi sin querer tocarse, tomo mis manos y me llevó junto a ella, mientras se tumbaba, quedando mi cuerpo encima el suyo, y sin dejarme de abrazar abrió sus piernas para permitirme que la penetrase, mi pene se deslizó hasta su entrada sin tener que conducirlo hasta allí como la confianza que daba el conocerse, de ya haber estado antes dentro de ella.

Notaba como este se abría paso en su vagina con la misma dulzura con la que se posa un diente de león el suelo tras un pequeño soplido, el agua se comenzaba a acumular debajo nuestra haciendo que cada vez que movía mis caderas unas pequeñas olas subiesen entre nuestros sexos, incluso podía notar cuando introducía del todo mi miembro en ella mientras su aliento caliente rebotaba en mis mejillas, su cara estaba sonrojada, sus labios se abrían lentamente mientras jadeaba, pequeños charcos se quedaba atrapados entre nuestra piel, estos golpeaban y se comprimían contra su clítoris al mismo ritmo que yo movía mi pelvis, Silvia me agarraba la cara mientras gemía en mi oído mirando fijamente a mis ojos,

– por fin libres sin tenernos que reprimir, me dijo susurrándome dulcemente

Su aliento entrecortado era mucho más fuerte que aquellas noches, dejándome disfrutar plenamente de su placer, de su respiración ardiente en mi cuello, de vez en cuando intentábamos encajar de alguna forma para volvernos a besar, notaba como sus manos me decía sin palabras que no íbamos a abandonar aquella postura que siguiese encima suya moviéndome al unisono con ella, y entonces mientras el placer se mezclaba con gemidos y besos, comenzamos a temblar, nuestros sexos al unísono palpitaban, nuevas olas de agua templada se estrellaban entre nuestros cuerpos, las lagrimas brotaban de nuevo de los ojos de Silvia, mientras su espalda se arqueaba y volvía a caer lentamente en el agua posé mi cabeza entre aquellos pequeños pezones erectos, nos quedamos abrazados, mientras el agua aún caliente se escurría entre nosotros, noté como me acariciaba el pelo lentamente, y con el otro brazo me agarraba empujándome hacia ella

-quedate dentro de mi, así seras mio, solamente mio, Daniel … nada nos separá, no quiero que me dejes sola conejito.. me dijo temblorosa

ahora entendía una diferencia que nadie me había explicado, no se trataba de la postura, ni si quiera del placer, lo entendía aunque no correspondiese con mi edad, ahora sabía la diferencia entre el sexo y aquello…, ahora estaba seguro…. habíamos hecho el amor….

Continuará…….

3564 Lecturas/2 febrero, 2021/0 Comentarios/por loko22
Etiquetas: amigos, colegio, hermanos, mayor, sexo
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