Libertad Condicional
Prisión Preventiva .
La Visita
El sábado me levanté temprano, me duché me vestí como me indicaron.
No podía usar faldas, tenía que ir con pantalones.
Fotocopias y sólo el carné de identidad.
Tomé desayuno y la dije mi mamá que iba a ver en qué situación estaba mi hermano.
No quise decirle que iba a visitarlo hasta no saber como era el sistema.
Después de hacer una fila como una hora, logré entrar, entregué las fotocopias y el carné. Me pasaron a una sala en donde una tipa me tocó por todos lados, sin ningún pudor.
Ella estará acostumbrada a hacerlo con todas las mujeres que van de visita a la cárcel, pero yo no estoy acostumbrada al manoseo.
Pobre tipa, pensé, tiene que hacer lo mismo con todas las mujeres que entran a la visita. No sé si podría hacer ése trabajo.
Después me hicieron pasar a un galpón, como un gimnasio o un casino, lleno de mesitas.
Me senté en una y esperé. Por una puerta entraban los detenidos y yo estaba pendiente de ella. Hasta que por fin entró mi hermano. Me pare y le hice señas. Vino hacia mí y nos abrazamos sin decirnos nada, sólo abrazados largo rato. Incluso lo encontré demasiado largo.
– Siéntate – le dije indicándole una silla. Nos sentamos y me tomó las manos.
– Gracias por venir, ya estaba perdiendo las esperanzas de verlas – dijo emocionado.
– Y mi mamá, cómo está, porqué no vino? –
– Está bien, no quise traerla sin saber como era el sistema, pero la próxima visita la traigo –
– Y tú cómo estás? – le pregunté
– Imagínate, primero incomunicado y ahora en una celda para 4 y somos 6 –
– Y la Susy no vino? –
– No, porque para entrar hay que tener más de 18, y yo tengo 17, así que ella me prestó su carné para que yo pudiera venir –
– Ah, entiendo, que bueno –
Era una verdad a medias, era cierto lo del carné, pero era mentira lo de su mamá enferma, no se la creí.
– Bueno, cuéntame, cómo llegaste aquí y qué puedo hacer para ayudarte –
Entonces comenzó a contarme una larga historia que no alcanzó a terminar dentro del tiempo de la visita.
– Te lo advertí. Te dije que la Susy me daba mala espina – le dije mientras nos abrazábamos otra vez.
Salió por la misma puerta y las visitas salimos por otra.
En la casa le conté a mi mamá. Le dije que estaba bien, que estaba en prisión Preventiva mientras dura la investigación, que el juez determinó 90 días. Tres meses.
Mi mamá se puso a llorar y la consolé diciéndole que el próximo sábado iríamos juntas.
En la semana fui a clases todos los días, pero a la Susana no la vi ningún día.
Una tarde fui a su casa, salió la mamá, le pregunté por ella.
– Tuvo que ir a cuidar a un tía que está muy enferma –
– No sabe cuando va a volver? –
– No, no sé, uno nunca sabe cuando se va a mejorar. Pero cuando la tía esté bien va a volver –
Me despedí de ella y de la Susana. Se sumergió, seguramente alguien le dijo que lo hiciera para no tener que declarar. Podría comprometer a alguien importante, no mi hermano, él no es importante.
El sábado siguiente fui con mi mamá a la visita de mi hermano.
Estaba feliz, abrazó a mi mamá y le pidió perdón. Me dio pena por él, se notaba que no la estaba pasando bien.
Después me abrazó a mí, casi me hizo llorar, también me pidió perdón y que me quería mucho.
– Viste lo que pasa por meterse en huevadas que no te corresponde ? –
– Si hermanita, no te hice caso, perdóname –
Nos sentamos los tres, mi mamá le preguntó qué necesitaba. Una lista de cosas, ropa y zapatillas principalmente, galletas, frutas y lo que se pudiera.
Me preguntó por Susana, le dije que estaba bien, pero ella no podía venir si venía yo.
– Dile que pedí visita conyugal para el próximo domingo, voy a estar la esperando – me dijo al oído cuando nos abrazamos en la despedida.
Tuve que averiguar qué significaba la visita conyugal. Era los domingos, dos horas, de 10 a 12. La visita tenía que llevar exámenes de sangre y sábanas.
Esa misma tarde fui a la casa de Susana, hablé con la mamá. No había vuelto ni pensaba regresar. Si declaraba a favor de mi hermano, iba a perjudicar a otro y corría peligro, pensé.
Y qué voy a hacer ahora? No puedo dejarlo esperando, pero cómo le aviso, y qué le digo. Voy a tener que ir yo y decirle toda la verdad de lo que pasa con la Susana.
El lunes fui a tomarme los exámenes que me entregaron el miércoles. Los piden para ver que la visita no tenga sida.
En la visita del sábado no puede contarle nada porque estaba mi mamá.
– Le dijiste lo de la visita de mañana a la Susana? – me preguntó ansioso.
– Sí, sí le dije – le mentí descaradamente, no podía hacer otra cosa.
La Visita Conyugal
De nuevo estaba haciendo la fila, una larga fila de mujeres que estaban esperando entrar para tener sexo con sus parejas.
Si una pareja mía estuviera preso, no vendría a hacer esta fila para tener sexo. Hay que tener un poco de dignidad y respeto por una misma.
Me llegó el turno, entregué los exámenes y el carné. En la sala registraron entera, con los pantalones abajo. Si el otro registro era manoseo, imagínense este, donde los dedos se metían por todos lados. La mochila tenía las sábanas y una almohada.
Me hicieron pasar a un cuarto, no se como llamarlo, había una cama que más parecía camilla y una mesita.
Mi hermano estaba sentado en la cama y se sorprendió al verme entrar. Nos abrazamos y le dije que le iba a explicar.
Nos sentamos en la cama y le conté todo, desde un principio, desde que conocí a la Susana.
Se quedó callado sin decir una palabra. Después me miró a los ojos y me dijo:
– Déjame verte –
Me sorprendió porque me estaba viendo.
– Déjame verte – insistió acariciando mis pechos.
– Oye, vine a verte y a decirte lo de Susana, no vine a coger contigo –
– Por favor, déjame verte –
No sería la primera ves que me veía los pechos, pero las otras veces habían sido en forma » casual «, no así tan directo. Lo miré a los ojos y me dio pena, un mes encerrado sin ver a una mujer, me dije. Me saqué la polera dejando mis pechos al aire. Él estaba realmente emocionado.
– Puedo tocarte? – me preguntó.
Le dije que sí, y me los comenzó a acariciar suavemente. Cerré los ojos y dejé que lo hiciera. Después sentí me me los chupaba, pensé detenerlo, pero después pensé que era mi hermano, que se de un gusto, me dije. Sus manos comenzaron a recorrer mi cuerpo y como no soy de fierro, comencé a excitarme.
– Espera, somos hermanos, no podemos tener sexo – le dije porque íbamos directo a éso.
Se bajó los pantalones y dejó al descubierto su enorme miembro, enorme para mí, porque la última ves que se lo vi no lo tenía tan grande.
– Tómamelo – dijo como una súplica.
Se lo tomé y comencé a moverselo, ahora me fijaba en todos sus detalles, estaba caliente, estaba duro pero era suave. Una gota cristalina apareció en la punta. Parado frente a mi se afirmaba con una mano en mi hombro.
– Te gusta? – le pregunté mirándolo a los ojos.
Con los labios apretados daba empujones contra mí mano. La gotita cristalina era muy suave. La segunda gota que salió, la recogí con mi lengua y la pasé contra mi paladar. Mis amigas decían que era rico chuparlo, nunca antes lo había hecho, así que lo metí en mi boca y se lo chupé, y volví a chupármelo una y otra vez.
– Espera – dijo sacándose la ropa y quedando totalmente desnudo.
Ya, así están las cosas, ahora hay que seguir, pensé mientras me desnudaba. Él me ayudó con las zapatillas y con los pantalones.
– Espera – le dije, y sacando las sábanas y la almohada hicimos la cama. Me acosté de espaldas con las piernas abiertas. El se puso de rodillas entre medio, levanté las piernas y me puse en posición.
Me penetró lentamente mirándome a los ojos. Yo lo miraba mordiendo mis labios para no gritar. Finalmente abrí la boca y dejé escapar un quejido largo y suave.
– Te amo – me dijo mirándome fijamente. Luego me besó en la boca.
– Siempre tuve el sueño de estar así contigo algún día, aunque fuera una única vez – haciéndome cariño en la cara con una mano.
– Yo también tenía el mismo sueño, pero cómo te lo iba a decir? Me daba vergüenza, pero muchas veces me toqué pensando en ti.
– Tenias que habérmelo dicho –
Entraba a fondo y salía, volvía a entrar y volvía a salir, cada vez era una delicia.
– Yo sólo tenía 11 años y tú 15. Era mucha la diferencia, yo era una cabra chica –
– Yo te amaba de chica, no te diste cuenta? –
Tuve un orgasmo prolongado y agitado como tormenta en el mar. Después todo fue calma, ahora flotaba sobre el agua y una cosquilla me daba risa.
El también se reía despacito. Después terminamos riendo a carcajadas. Era mi primer orgasmo y había sido fabuloso.
– Que rico que sea yo el que te haya regalado tu primer orgasmo –
– Si, que rico. Nunca pensé que sería tan rico. Habríamos cogido de los 11 –
– O de los 10, a esa edad ya estabas rica –
– Me hubieras cogido a los 10 ? –
Él todavía estaba dentro y está conversacion subía mi temperatura.
– Quieres tener otro orgasmo? –
– Si, quiero – dije cruzando mis piernas por su espalda apretándolo contra mí.
Y volvimos al mar, ese mar bravío que nos subía y nos bajaba, que nos azotaba de u lado al otro, finalmente los truenos y los rayos cesaron, y volvió la calma, la risa y el relajo. Mis brazos y mis piernas parecían de goma.
La conversación siguió en el mismo tono y mar a ratos bravío y a ratos calmo.
– Ya! Se acabó la visita! – se escuchó decir a una mujer.
Nos separamos y con la misma sábana me limpié, por todos lados, me sequé las piernas hasta los tobillos. Eché todo a la mochila. Nos abrazamos y nos besamos como enamorados.
– Hasta el domingo – le dije.
– Hasta el domingo, amor –
Salí de la cárcel y comencé a ordenar mis pensamientos. Mientras caminaba me decía que no estaba bien coger con el hermano.
Pensaba en cómo lo había pasado y me reía sola. Qué importa lo que piensen los demás. Es mi hermano y me necesita. Lo amo y eso es suficiente. Estaba buscando escusas para justificar el incesto.
Llegué a la casa a darme una ducha, ahí me di cuenta de que tenía delicado mi ano. No me di cuenta en el momento que me cogia, estaba rico y era lo que importaba.
Me pude ropa ligera, una remera suelta y una falda sin ropa interior. No quería que nada me rozara.
Mi mamá tenía listo el almuerzo, así que almorcé y me acosté lea dormir siesta.
Doblé mis rodillas y con la falda por la cintura comencé a palpar mi vulva y mi ano. Sólo mi ano estaba algo delicado, mi clitoris lo sentía duro y húmedo.
Abrí los ojos porque sentí una presencia. Era mi papá parado al lado de la cama.
Saqué mi mano cerré mis piernas, las estiré y ma bajé la falda.
– Papá, yo…-
– Está bien hija, es normal, todos lo hacemos – dijo sentándose en mi cama y acariciando mi pierna.
- Está bien, o no sé qué tan bien es tener sexo con mi hermano, pero con mi papá? Pensé mientras miraba su erección en el pantalón.
como se dice, una cosa lleva a la otra!En serio,