LOS CELOS DE MI MARIDO ME LANZARON A LOS BRAZOS DE MI NIÑO
Los celos de mi marido son insoportables. .
-El provoco esto- pensaba mientras mis caderas subían y bajan frenéticamente rebotando en su joven entrepierna.
-Ya, ya viene, mami, ya – espeto con su voz tierna.
-No me dejo otra salida- el pensamiento inunda mi cabeza y mi espalda se arquea bruscamente mientras recibo la carga lechosa de ese tremendo pináculo de carne.
Descabalgo esa enorme polla y desfallezco en la cama empapada en sudor. El placer y la culpa recorren todo mi cuerpo.
-Es tu culpa que ahora mi hijo sea mi amante, esposo mío, es tu culpa- pienso para espantar la culpa que siento. -Es tu culpa-
No se cómo es que mi marido se convirtió en un celoso patológico. Cuando nos conocimos no era así. En ese tiempo yo estudiaba en el último año del secundario en las mañanas y en las tardes apoyaba a mi tía en su restaurante en las tardes. Allí es que lo conocí, oh más bien el me conoció, porque él fue quien se fijó en mí. Siempre llamaba la atención, de gran porte y buen vestir, se notaba ni bien lo veías que le sobraba el dinero. Pero eso a mí no me importaba, talvez por eso ni me percate de su presencia, y talvez por eso se obsesiono tanto conmigo.
A pesar de la diferencia de edad, me llevaba 14 años. Nos casamos un viernes. En una boda preparada a la volada porque ya se me empezaba a notar la panza.
A los meses nació mi niño, mi tesoro, mi razón de vivir. Martincito, un niño robusto, sanito, lleno de vida. A pesar de ser muy joven, tan solo dieciséis años, sentía que un gran amor hacia mi hijito, caso contrario a su padre, que nunca le mostro mucho afecto. A veces me pregunto si el sabía que en realidad no era su hijo, que solo me acoste y luego case con él para evitar la deshonra de ser una madre adolescente soltera y pobre. No sé, tal vez lo presentía y por eso nunca lo quiso como se debe querer a un hijo.
Creo que sus celos se volvieron así porque sabe que no lo ame ni lo amo. Lo respeté mucho tiempo eh hice lo posible por hacerlo feliz. Nunca puse peros a su deseo carnal. Todo lo que quiso lo hice, incluso cuando no tenía ganas lo obtuvo. Por ese lado no se puede quejar, pero no lo ame. Era bueno para los negocios y no lo hacía mal en la cama, pero así no funciona el amor, no es un premio por esforzase, se da o no se da, punto.
Nuestra vida era muy acomodada, era bueno para los negocios y nunca nos faltó, es más, siempre nos sobro. Por eso siempre estuve y estaré agradecida. Nuestros problemas sin embargo fueron otros. Tras doce años de un matrimonio relativamente feliz, empezaron los problemas. Sabía que el me engaña a cada oportunidad que tenía y no me importaba. Mientras proveyera yo era feliz cuidando a mi retoño. Pero tras tantos años de casados empezó a celarme más de lo acostumbrado. Yo no era de vestirme de manera provocadora, al contrario, era muy recatada. Pero poco podía hacer para esconder mis formas. Poseía unos turgentes y enormes pechos, una cintura angosta y un gran culo respingón y carnoso. A pesar de llevar vestidos largos, mi cuerpo siempre resaltaba. Los hombres no podían evitar mirarme, y eso carcomía el alma de mi esposo. Últimamente me hacía pleito solo por salir a la calle. Me obligo a renunciar a mi trabajo de maestra y redujo mi círculo de amigos a solo mujeres. Contrato un par de guardaespaldas para que estuvieran conmigo todo el tiempo, a pesar que vivíamos en una de las ciudades más seguras del planeta. Ah, y se aseguró que estos fueran súper maricas, para evitar cualquier problema conmigo.
Así estuvo dos años más. Catorce años cumplimos y la vida se me estaba haciendo un calvario. Tuve que suplicarle que me dejara dar clases online, y solo acepto cuando amenace con matarme. Ya ni siquiera sabía porque me celaba. Hace un año que ni me tocaba, no paraba en la casa, y sabía que tenía unas amantes mucho más jóvenes que yo. Estaba desesperada, necesitaba un hombre, a pesar de no querer a mi marido el siempre cumplía en el sexo, siempre fue muy fogoso y sabía lo que hacía.
El desespero puede llevar a pesar en caminos que en situaciones normales ni siquiera pensarías.
Mientras dictaba una de mis clases online a niños del secundario. Note que mi marcador dejo de pintar. Sin poder encontrar uno en el aula improvisada que monté en el estudio, corrí rápido al cuarto de mi hijo porque quedaba más cerca del estudio. Sin avisar abrí la puerta intempestivamente. Gran fue mi sorpresa al ver tamaño espectáculo. Mi querido niño estaba apretujando su miembro, y que miembro. Nunca había visto uno tan grande y grueso, y no creía posible que alguien de su edad lo tenga ya tan monstruoso.
-Que no tocas, mama- Grito. Su grito me saco del trance en el que estaba y cerré la puerta de súbito.
-Perdón- exclame mientras corría hacia mi cuarto por un marcador.
Ni bien volví al aula olvidé el incidente con el transcurrir de la clase. No lo recordaría hasta la noche cuando me estaba masturbando. Como era de costumbre, cogí el dildo que mi mejor amiga me hizo el favor de comprar. Mi marido en su locura también me había prohibido comprar cualquier juguete sexual. -Una señora que se respete no usa esas cosas- decía. Desgraciado, bien que él se cogía todo lo que podía, pero yo ni me podía masturbar con un objeto inerte.
Menos mal tenia buena amigas. Como casi todas las noches. Saque la polla de silicona de su escondite. La puse a vibrar y empecé la faena. Al poco de iniciar, mientras me apretujaba un pezón y penetraba mi vagina con mi amante a pilas. Vino a mi mente el incidente que tuve con mi hijo en la tarde. En mi mente las imágenes de mi hijo sobando su miembro se repetían una y otra vez. Podía recordar de manera perfecta el tamaño de su glande, hermoso, cabezón y rosado. -Como un muchacho puede tenerlo tan grande? – Me preguntaba mientras me masturbaba frenéticamente. Al poco tiempo explotaba del placer, mis jugos vaginales empaparon las sabanas y un grito ahogado inundo la habitación. Fue la mejor corrida que tuve en meses. Yo no sabía en ese momento, pero esa sería la primera de muchas corridas que tendría gracias al miembro de mi hijo.
Al día siguiente no quería ni pensar en lo que había pasado anoche, sentía una gran vergüenza. ¿Cómo era posible que una madre se haya masturbado pensando en su hijo? La culpa me carcomía por dentro.
La escena durante el desayuno fue muy tensa. Más allá del saludo no tuve intercambio de palabras con mi hijo. Después de un tiempo, y sabiendo que yo era la adulta. Tomé coraje y empecé a hablar
-Tu sabes, hijo. Esas cosas son normales a tu edad-
-Qué cosas? –
-Lo que hacías ayer en tu cuarto–
-Mama-
-Ya se, ya se. Esas son tus cosas. Solo procura cerrar la puerta antes-
-Tendré que cerrar ahora con llave siempre, ya que tú nunca tocas al entrar-
-No seas mentiroso, no es nunca, solo fue esa vez-
-Bueno, igual voy a cerrar, para que no husmees mi cuarto- Ambos nos reímos con su comentario.
La risa borro el ambiente tenso y todo volvió a la normalidad, hablamos de lo que siempre hablamos, como iba en el colegio, mis clases, etc etc. Lo único que note era que me miraba de más el pecho. A pesar de que mi pijama no era para nada reveladora, mis frondosos senos y mis redondos pezones no podían evitar dibujar una silueta en la tela. Desde que hace un año que empezó la pubertad empecé a notar que me miraba «más de la cuenta», supuse dado que estudiaba en un colegio para hombres y su contacto con las mujeres se limitaba a mí y en las vacaciones a mi hermana y sus hijas. Por lo tanto no podía evitar fijar su mirada en las curvas de su madre. No le di importancia, pensé que era algo de la edad, que se le pasaría con el tiempo. Bueno, esa vez en el desayuno sus miradas hacia mi pecho fueron casi el triple de lo normal. No pude evitar sentirme halagada. -Como te vas a sentir halagada, es tu hijo- Pensaba mientras daba mis clases. Mi mente era un alboroto.
Durante la noche, intente masturbarme sin pensar en mi hijo, en su miembro, pero era inútil. No me excitaba, no lubricaba como debía. Derrotada, no tuve otra alternativa que pensar en la polla de mi hijo. Imaginaba como se vería desnudo con tremendo pene, siendo el bien delgado. Imaginaba como se vería ese gran rabo rebotando mientras el se movia, saltaba, empujaba. Pensaba todo esto y mi vagina se empapaba, mi jadeo aumentaba y mi brazo aumentaba el ritmo de las penetradas. Imaginaba como se sentiría cogerla con una mano, con las dos. Como seria sentirla palpitar. Como seria metérmela a la bo… Apenas tuve ese pensamiento chorros y chorros saltaron de mi vagina, me había venido de una manera brutal. -Dios, esto está muy mal, no puedo tener pensar en esto- Fue mi último pensamiento antes de caer dormida.
Al día siguiente mi congoja no me abandonaba.
-Te pasa algo, mami. Apenas haz comido- Pregunto mi hijo preocupado.
-No es nada hijo, es solo que tu padre viene hoy y eso me tiene inquieta- Menti.
-No quieres que venga? –
-Como dices eso, claro que quiero que venga, es mi esposo, tu padre. ¿De dónde sacas eso? –
-De mis ojos, he visto que últimamente no se llevan bien-
-No nos llevamos bien últimamente, en eso tienes razón. Pero aun así somos un matrimonio-
-Bueno-
-No te preocupes, hijo. Tu padre y yo resolveremos este problema. Bueno, cambiando de tema, ya me di cuenta que ahora si cierras tu puerta, eh. El otro día quise entrar y estaba cerrado
-Mama, que haces que haces queriendo entrar a mi cuarto sin avisar? –
-Ja jajá, Ay, hijo. Es la fuerza de la costumbre-
-Que costumbre ni nada. toca, quien te ha educado? – Estallamos en risa. Sus comentarios altaneros hacia mí me hacían mucha gracia, y a el también.
– ¿Por cierto, te has visto el punto negro que tienes en tu cosita? – Le pregunte en forma jocosa
-Queeee. ¿Cuál punto negro? – El tono juguetón que mi hijo tenía en la mesa cambio rápidamente a uno de preocupación.
-Calma, seguro es nada. Solo que el otro día que entre note que tenías un punto negro en tu cuestión-
-Pero cual punto negro, Mama. Corta ya la broma, que no me gusta- Exclamo en un tono preocupado y casi sollozando.
-Pero cálmate, que no es broma. ¿Nunca lo habías notado? –
-Que no, que nunca había visto nada-
-Ya. A ver bájate los pantalones que te muestro-
-Como me voy a bajar los pantalones. Aquí en la sala, enfrente tuyo. Estas loca? –
-Jovencito, ya no me está gustando tu tono. Yo soy tu madre, te he cambiado los pañales. No hay secreto que puedas guardarme. Vamos, necesito saber si es algo que requiera ir al médico. Rápido, bájate los pantalones- Dije en tono autoritario.
-Está bien- Replico con resignación. A continuación, se levantó y desabrocho el botón del pantalón. quitándose el pantalón se podía notar el gran bulto debajo del bóxer. Bulto que empezaba a crecer.
-Vamos, que el bóxer también- Lo apresure, no pudiendo evitar notar mi entusiasmo. No lo podía negar. Quería ver la polla de mi hijo. No se cómo llego lo del punto a mi cabeza, y no supe que quería al mencionar lo del punto en su pene. Lo que, si sabía ahora es que quería verle la polla, no importaba como fuera
-Ya está- exclamo, al dejarse los boxers abajo y con el mástil a media asta. Vaya que era enorme, calculaba mentalmente sus dimensiones. 20 cm de largo y grosor 10 cm en flácido? ¿Cómo sería completamente erecto? Imaginaba todo esto sin poder evitar mojarme. Estuve así unos instantes hasta que mi hijo hablo
-Y donde está el punto mama. Yo no veo nada-
-Pues allí, allí arriba-
Arriba donde, no veo, que me estas vacilando-
-Aquí mira- Me le acerque, cogí su pene con mi mano y jale para abajo. Su glande quedo al descubierto en todo su esplendor, su pene creció mucho más. Pude sentirlo agrandarse en mi mano, estaba ya completamente empapada.
-Mamm- Balbuceaba mi hijo-
Estaba ensimismada, embelesada por esa hermosa enorme polla rosada.
-Un punto- balbuceo de nuevo mi hijo. Se había dado cuenta, tenía un punto negro en la parte trasera del glande. Al tener sus ojos en la parte delantera nunca lo noto.
De pronto, un pensamiento completamente irracional recorrió mi cabeza, tan irracional como irrefrenable. Quería chuparle la polla a mi hijo, allí mismo.
Me dispuse a chupar ese gran trozo de carne. No me importaba nada. Baje mi cabeza y antes de metérmela en la boca levante la mirada y pude ver la cara de mi hijo, comprendí entonces la magnitud de lo que iba a hacer. Tenía agarrada la polla de mi hijo con una mano y mi cabeza estaba a unos cinco centímetros de esta. ¿Cómo había llegado a este punto? Allí estaba yo estupefacta teniendo en mi mano el pene de mi hijo erecto a mas no poder y mi cabeza tan cerca de esta que podía olerla. Y en eso sucedió lo peor que pudo haber pasado en ese momento.
A lo lejos se escucha como la puerta de la cochera se abre. Mi esposo, el padre de mi hijo, había llegado de su viaje.
Continuara….
Excelente relato espero la segunda parte, ojala hayan follado
Increíble tu relato. Crea mucho morbo. Espero la segunda parte
Excelente relato pensé que terminaría en lo que decías al principio pero bueno lo dejaste en suspenso, espero pronto la continuación, saludos
ESPERO LA SEGUNDA PARTE, bien relatado #alfredochapelco
Noooooooo !! Como pudo haber llegado el padre si estabas a punto de chupar esa verga , espero que en la próxima entrega logres follar con el , felicitaciones por tu relato , escribes delicioso .
Segunda parte por favor está muy rico