Los demonios de Yahir, Cuentos de media noche II "La despedida"
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Diosdelagua.
Eduardo se fue, no puedo decir nada más y tampoco hay mucho que decir.
Ayer desperté de golpe con los ojos hinchados pero al mismo tiempo deseando que todo esto fuera un sueño, no quiero denotar dramatismo ni mucho menos sonar como alguien quien cuya felicidad depende de un tercero pero creo que hasta este punto ya es inevitable.
Pasamos un día maravilloso, mis catorce años celebrándolo con un paseo y tres películas en el cine además de compartir nuestro deseo el uno por el otro hasta casi el cansancio.
La tarde previa hicimos el amor en la sala y terminamos en la cocina y la noche de mi cumpleaños me hizo suyo con esa rudeza que tanto disfrutaba, solo para confirmar que si un día no lo tuviera iba a comenzar a morir.
Ha llegado el punto en que ya no pienso en nadie más, no puedo ni atreverme a imaginarme en los brazos de otra persona, no quiero conocer chicas, tampoco otros chicos, solo quiero que Eduardo regrese entrando por la puerta principal y me abrace diciéndome que ha cambiado de opinión, que me quiere y que vamos a estar juntos para siempre.
Mamá me vino a despertar esta mañana, tocó la puerta un par de veces y con su voz dulce dijo que el desayuno estaba listo, eran las 12:30 pm y por lo regular yo despierto a las 10, llevo fingiendo un tiempo ante mis padres que no me importa la ausencia de Eduardo, que ni siquiera me he dado cuenta pero como padres pueden darse cuenta de lo triste de mi mirada, de las veces en que me acuesto temprano, que me levanto tarde, los dulces que he dejado de comer y los suspiros de que llevan una parte de mi alma cada treinta segundos.
— Yahir, Roger está aquí, quiere saber si vas a ir con el resto de los chicos al partido de hoy— Dijo mi madre con su voz dulce, yo me encontraba envuelto en las sabanas y abrazando una playera negra que le robé a Eduardo de su maleta sin que se diera cuenta, me había acostado estrujándola y respirando su aroma y mientras intentaba no llorar otra vez le respondí con la voz más tranquila que encontré— No.
Tengo mucha tarea que hacer y creo que Sam vendrá hoy mamá, diles que los veré el lunes en la escuela— Mi madre no objetó nada, solo salió mientras cerraba la puerta con lentitud.
Mi relación con Samanta estaba peor que nunca, ya casi no hablábamos, no nos veíamos, no nos besábamos, no compartíamos nada, era como si de pronto nos hubiésemos convertido en dos completos extraños que se dicen novios para cubrir su disponibilidad ante terceros y era más que una mentira que ese día iba a ir a mi casa.
Mis padres se salieron como cada fin de semana y esta vez yo no los acompañé con la excusa de la tarea y cuando estuve solo en mi cuarto a solas, cerré mis ojos para recordar ese día del que ya habían transcurrido un mes.
Cuando Eduardo cruzó la puerta y se fue, me quedé un rato más en el suelo tratando de mentirme, de decirme que solo serían unos meses, que no debía exagerar tanto, después de todo para navidad solo faltarían unos meses y yo podría ir a visitarlo a Monterrey cuantas veces quisiera, sí, no era tan grave, solo era cuestión de esperar.
Me levanté tratando de no llorar pero las lágrimas se me escapaban inconscientemente.
Fui directo al baño y abrí la regadera porque el dolor de cabeza me estaba matando, era como si dos paredes la prensaran y yo no pudiese ni gritar para sentirme mejor.
El agua fría cayó sobre mi mientras estaba en el suelo reflexionando sobre lo sucedido, sobre qué haría esa noche cuando no lo tuviera para abrazarme.
Es cierto, parecía que una parte de mí se había escapado, pero tenía que ser fuerte para afrontarlo, por la noche llamaría a Eduardo con la excusa de preguntarle por su viaje, así que debía estar en calma, ya es anoche escucharía su voz.
“Estás llamando al teléfono de Eduardo, por el momento no puedo contestar pero si me dejas un mensaje me comunicaré a la brevedad” Fue lo único que pude escuchar de su voz, era mi quinto intento ¿Qué estaría pasando? Probablemente no respondía porque estaba ocupado pasando tiempo con mis tíos, después de no estar con ellos por tanto tiempo, era algo normal.
Intenté el lunes por la noche, el martes en la mañana y el miércoles por la tarde pero Eduardo no respondía, estaba comenzando a desesperarme y a molestarme ¿Acaso no quería hablar conmigo? Apenas unos días y yo moría por escuchar su voz ¿Acaso había hecho algo que lo molestara? ¿No me extrañaba al menos un poco para querer saber de mí? Y es que todavía puedo recordar sus palabras la noche en que me dijo que debía irse y también las del día de su partida
— Si estuviera en mis manos me quedaría contigo para siempre Yahir, lo sabes, pero tú tienes toda la vida por delante al igual que yo, no puedes atarte a un sentimiento.
No será la primera vez que te enamores, conocerás a otras personas y te olvidarás de mí pero yo siempre estaré para ti aunque este lejos, siempre pensare en ti y siempre sabré que te llevo en mi corazón pero debes aceptar como son las cosas— Eduardo estaba de pie junto a mí mientras mi corazón se rompía y los pedazos los pisoteaba.
— No, Lalo, no, no me dejes, no te vayas nunca— Dije apretando los dientes y abrazándolo más fuerte, era uno de los dolores más fuertes que he sentido en toda mi vida, perder a una persona es horrible pero sobre todo perder a la personas que más amas es el dolor más grande y no era justo que yo con 14 años haya pasado por eso.
Los chicos de esa edad solo se preocupan por la escuela o sus amigos pero yo debía preocuparme por el amor que sentía por mi primo, por otro hombre, por un miembro de mi familia y por alguien que era 10 años mayor que yo
— ¡Mírame!— Gritó Eduardo lo suficientemente fuerte para calmar mi llanto— No habrá nadie en mi vida que pueda ocupar tu lugar, no habrá día en que no piense en lo mucho que te quiero, pero así es enano, a veces los caminos se separan para después volverse a juntar, no te voy a olvidar y dedicare mi vida a que estés bien aun a kilómetros de distancia pero debes aceptar la realidad, debes aceptar que tengo que irme y que debemos separarnos, tu crecerás, te enamoraras de muchas chicas o de otros chicos eso no importa pero sobre todo serás feliz sin mí, es un dolor que terminaras olvidando— Decía Eduardo como si estuviera tratando de decirme que nunca más nos volveríamos a ver.
— ¿Y crees que eso me hace sentir mejor? ¿Crees que con eso voy a tranquilizarme? Entiende Eduardo yo te amo ¡Te amo! Eso es algo que no puedo cambiar, es algo que no sé de dónde salió, no sé porque siento esto pero es la realidad aunque tú no quieras creerla, eres mi todo, Lalo ¡Mi todo! Todo el maldito día solo estoy pensando en ti, mis libretas están llenas de tus iniciales, te he escrito mil y un tonterías y te he dedicado sin fin de canciones, me he entregado a ti tantas veces que ya no pienso en nadie más, y todo para que al final terminaste rompiéndome el corazón, no puedo entenderlo, dijiste que me querías, que me protegerías de todo y de todos y eres precisamente la persona que más me ha lastimado hasta ahora.
— No quiero causarte este dolor, me duele tanto verte llorar, ver tu carita llena de lágrimas y con el ceño fruncido, eres de las personas que deberían sonreír siempre Yahir, sin embargo soy yo el imbécil que te hace llorar, no sabes cuánto me odio por esto, Ódiame si quieres, Estoy de acuerdo con eso pero no sufras, Tu eres quien menos se merece sufrir, Jamás me perdonare por haberte besado, por haberte echo mío, por haberte echo sentir en las nubes, porque al final termine por hacer sufrir, Perdóname Yair, Perdóname…
Yo no paraba de llorar ni de sentirme mal, quería morirme, quería gritar hasta quedarme sin voz, quería tomar un cuchillo y sacarme el corazón del pecho porque el dolor era insoportable, como si se rompiera en miles de pedazos dentro de mi pecho.
Eduardo estaba junto a mí, estábamos cubiertos por las sabanas y desnudos, hace apenas unos minutos habíamos hecho el amor de esa forma que tanto me gustaba, pero ese fue tal vez nuestro último encuentro.
Mis lágrimas caían al suelo y mis rodillas se lastimaban mientras le suplicaba que no me abandonara, que me quisiera al menos un poco de lo mucho que yo lo quería, que fuera mi todo, que no destrozara mi vida y que al menos me dijese que me amaba, que me amaba como tanto lo amaba yo a él.
— Por favor no te vayas Eduardo, No sé qué voy hacer sin ti, me voy a morir si te vas, entiende que te necesito aquí, conmigo ¿Qué voy hacer cuando me levante en las mañanas y no estés? ¿Cuándo este lloviendo y no tenga a quien abrazar? ¿Cuándo mis compañeros me molesten y no tenga a nadie para consolarme? ¿Cuándo me sienta solo y sin un verdadero amigo? ¿Cuándo necesite escuchar tu voz en la oscuridad diciendo que me quieres? ¿Qué voy hacer dime?— Le pregunte una y otra vez mientras lloraba, él puso su mano en su nariz pues había comenzado a llorar también, a el dolor de perderlo se sumaba el dolor de verlo llorar, sus ojos eran tan hermosos que no debían ser empañados por lágrimas, de pronto sin decir nada más me levanto y me tomo en sus brazos, me abrazo como siempre lo hacía, en mis oídos escuchaba como lloraba y yo hacía lo mismo, mis brazos rodeaban su espalda mientras estábamos en medio de mi habitación y nos consolábamos por el dolor que sentíamos.
Le pedí que se fuera, que me dejara en paz, necesitaba dejar de verlo porque su semblante me asfixiaba, me recordaba que pronto lo iba a perder, así que lo corrí de mi habitación para terminar de llorar mis penas, mis tristezas y para que al otro día pasáramos el día más maravilloso para terminar haciendo el amor por última vez.
El destino estaba jugando conmigo pero debía olvidar que día era, debía olvidar la hora y el lugar y entregarme a mi primo una vez más.
Me acerque a sus labios los cuales comencé a besar lentamente, sintiendo cada parte de estos, como recorrían cada centímetro de los míos y como me hacían olvidarme de todo.
Poco a poco Eduardo me fue quitando toda mi ropa y no fue difícil pues solo llevaba un pequeño short y una playera holgada, yo comencé a besar su cuello, respirando su aroma a canela, estaba seguro que no volvería a tomar otro te u otro café porque siempre el aroma a canela me recordaría a mi primo.
Era su esencia, su aroma natural, con mis manos tocaba su rostro tan masculino mientras admiraba cada uno de sus rasgos, sus mejillas eran planas y tenían un color casi dorado, su lengua entraba en mi boca y recorría el camino que marca mi lengua y mis dientes, al soltar su cara le toque su espalda sintiendo toda su fuerza, presionando mis manos en su sobre la tela para sentir todo su calor y quitarle su playera, él se levantó un poco para que esta pudiese salir y me encontré otra vez frente a su hermoso cuerpo, frente a ese diseñado por ángeles, con su perfecto abdomen que era una delicia, con su enorme pecho como el de un guerrero y con sus brazos que eran mi escudo.
Le extendí mis brazos para que me tomara en los suyos, mi corazón hacia ese pum pum que iba a ritmo con nuestros besos y que terminaban por ensordecerme solo para concentrarme en sus labios.
Me gustaba tocar su cabello mientras él me daba pequeñas mordidas en el cuello, casi siempre tenía moretones en esa parte porque a él le encantaba morderme así que debía inventar sin número de excusas tontas o usar cuello de tortuga, de pronto comenzó a quitarse su pantalón y su ropa interior pero antes saco su billetera, Saco un pequeño paquetito negro el cual me mostró.
— Esto es un condón, Supongo que te hablaran de él más adelante, quiero que cada vez que decidas estar con alguien, no importa si es hombre o mujer, siempre lo uses porque te protegerá de alguna enfermedad, yo no lo usé contigo porque sé que no tienes nada y yo no tengo nada, pero allá afuera hay personas a las que no conoces, que querrán hacerlo contigo, será tu decisión si quieres estar con alguien más pero quiero pedirte que siempre te cuides porque no soportaría que algo te pasara— Yo solo asentí a su indicación, él se puso el condón en su pene, me explico que era especial porque se calentaba, era placentero y seguro, Eduardo abrió un poco mis piernas pero no tanto como para lastimarme iba a ser muy tierno y cuidadoso, puso su miembro en las puertas de mi ano y comenzó a empujar.
Yo suspire y apreté mi colchón por lo que estaba sintiendo, al parecer nunca me iba acostumbrar a tener un miembro dentro de mí porque siempre parecía mi primera vez, siempre sentía esa presión cuando Eduardo me penetraba, sentía esa electricidad en mi cuerpo que me inundaba desde la cabeza hasta los pies haciéndome querer gritar.
Una vez adentro se quedó quieto para poder verme necesitaba levantarse un poco por la diferencia de estaturas, me mordía los labios al sentir eso entre mis piernas, otra vez iba a ser de Eduardo, una vez más me iba a entregar a él.
Alcé mis manos para poder tocar sus pectorales, eran tan definidos y fuertes que ya eran mi almohada, sin decir nada comenzó a moverse un poco hacia el frente, el placer volvió a inundarme, seguía con un ritmo lento haciéndome suspirar y decir su nombre casi susurrando, Cerré mis ojos por la sensación en mi colita.
Ese plástico que Lalo se había puesto comenzaba hacerme cosquillas por dentro haciéndome temblar, él con sus manos tomo mis piernas y las jalo hacia el haciendo más profunda la penetración, ambos cerrábamos nuestros ojos para simplemente demostrar lo que sentíamos en gemidos y en suspiros, puse mis manos a los costados y el las tomo para después besarme en los labios, poco a poco fue aumentando sus envestidas pero sin llegar a ser salvaje.
El plástico comenzó a calentarse y a darme un hormigueo desde adentro, Lalo solo decía mi nombre y yo el suyo mientras pegábamos nuestros cuerpos, después de unos minutos saco su miembro de entre mis piernas sin hablar, de pronto de sentó en el espaldar de la cama y me indico que me sentara como la primera vez que lo hicimos en mi habitación en plena oscuridad, me tomo de las manos y yo me senté en su barra, volví a gemir mientras su pene se habría paso en mi ano causándome esa presión que tanto me gustaba que había dejado de lastimarme para convertirse en mi adicción, poco a poco me fui moviendo mientras hundía mi cara en su pecho, dándole pequeñas mordidas y a veces respirando cerca de su nuca.
— Podría hacerte mío hasta que ya no quede más de ti o hasta morir, Pero moriría haciéndote feliz— Dijo Lalo mirándome a los ojos haciéndome soltar una lagrima
— Y yo podría hacer esto todo los días de mi vida, aunque no volviera caminar nunca— Respondí mientras lo volví a besar, me movía lentamente en su pene aumentando la electricidad en mi interior, él estaba llegando justo a mi punto G porque estaba peor que nunca, esa lentitud era terriblemente placentera mientras mis suspiros me hacían sudar frio y me moría por comerme a Eduardo a mordidas, tal vez era su musculoso cuerpo o sus ojos verdes pero él era toda una adicción y lo tuve para mi muchos meses, meses gloriosos donde sus mordidas quedaron marcadas en mi piel al igual que sus caricias, Pero sobre todo yo estaba marcado por el, Siempre seria de su pertenencia.
En ese momento Eduardo comenzaba a suspirar y a gemir para anunciar su venida, comencé a masturbarme para terminar la mismo tiempo que él, mi cuerpo temblaba al escuchar los gruñidos de mi primo como de costumbre, en el pecho se hizo presente ese cosquilleo mientras eyaculaba sobre el abdomen de mi primo y el terminaba en mi pero dentro del condón.
Lo bese una y otra vez hasta casi quedarme sin aire, me dolían las mejillas de tanto besarlo pero no quería parar, él solo recorría sus manos sobre mi cuerpo mientras escuchábamos como las manecillas del reloj hacían ese sonido indicando que los segundos avanzaban, se podría decir que esa vez fue cuando hice el amor con Eduardo de la manera más perfecta.
Eduardo me dio un regalo muy especial, una fotografía que nos habíamos tomado el día previo a mi cumpleaños, tenía un marco color plateado muy hermoso, dijo que él se quedaría con una y esa era para mí, para que cuando lo extrañara mirara esa foto y me sintiera mejor.
— Te voy a extrañar mucho Lalo, nunca me olvides que yo nunca te olvidaré, te amo.
— Le dije mientras lloraba y me pegaba a uno de sus costados, él se agacho para abrazarme y escuche que él también estaba llorando “ Ya no llores enano, no es para tanto, vendré en navidad y el próximo verano además sabes que jamás te olvidare, pórtate bien y crece libremente, no llores por mí y siempre sonríe porque así me haces saber que estas bien, yo voy a estar en tu corazón siempre que me necesites, no es adiós sino hasta luego” Esas fueron las últimas palabras que me dijo, después sonó la bocina de la camioneta de mis padres apresurando a mi primo, me dio un beso en la mejilla mientras yo apretaba mis manos que tocaban su espalda, me despegué de él y sentí un calor en mis brazos como si me hubieran arrancado los huesos.
Simplemente el salió lentamente, cerró la puerta mientras movía su mano de un lado a otro para despedirse, me dejó allí en la puerta de la casa mientras escuchaba como entraba en la camioneta, me fui a la sala donde por la ventana de esta observe como la camioneta de mis padres se alejaba con la persona que más amaba dentro.
Busqué ese estúpido vehículo hasta que se perdió en el camino, me dolía el corazón pues había sido destruido por las circunstancias.
Me senté en el suelo de la sala mientras el reloj se reía de mi diciendo que no pude hacer nada para detener el tiempo ni para detener a mi primo, allí en el suelo me senté a llorar hasta que mis ojos no pudieron más diciendo que algún día él regresaría, algún día Eduardo iba a regresar.
Pero él no lo hizo nunca, nunca más volvió…
Pasaron los días y pronto las llamadas diarias se convirtieron en una de cada tres días, luego solo de fines de semana, con la esperanza de que el trabajo o cualquier cosa que él estuviese haciendo lo tuviese libre los sábados o domingos, pero no, pronto lo llamé solo en ocasiones especiales y luego ya ni siquiera lo hice y todo fue a que una tarde levanté el teléfono para escuchar una conversación de mi padre por diversión, porque como adolescente eso hacía, pero creo que no debí hacerlo.
— Pues ya lo sabes sobrino, así es la vida de los adultos y te felicito por haber conseguido ese trabajo, ahora de donde estás para arriba, solo eso— Dijo mi padre felicitando a mi primo— Muchas gracias tío, gracias por haberme ayudado todo ese tiempo, estoy muy emocionado y voy a trabajar duro para ser un gran abogado como lo son mi padre y tú— Era la voz de Eduardo, se escuchaba tan jovial, tan limpia, tan apacible como siempre, mi corazón comenzó a retumbar en mi pecho con aceleración, solo tenía que pedir a mi padre que me diera el teléfono.
Pero.
— Te pasaría a tu tía pero no está, solo está Yahir en su habitación ¿Quieres hablar con él? Estoy seguro que se emocionara por ti, aunque es joven y no entiende mucho de eso le dará gusto saber de ti— No.
Tío, no será necesario, ya he hablado con él todos estos días, a veces me llama y pasamos horas hablando al respecto, le contaré en cuando me vuelva a llamar, solo quiero decirte una cosa como familia— Sentí un vacío en la garganta y una sensación como si mi tráquea se contorsionara para impedirme decir una sola palabra— Yahir es un niño muy especial, demasiado diría yo, no le haría mal pasar más tiempo con los niños de su edad, no es un problema para mí, no quiero que me mal entiendas, yo lo quiero mucho pero después de todo él es un niño y yo soy un hombre por lo que no tenemos muchas cosas amenas ya y no quiero que se desilusione de mí al darse cuenta de que su mundo joven no me llama la atención en lo absoluto, por eso quiero pedirte que cuando hablemos tú y yo no le menciones que te he llamado por favor, es parte de su crecimiento y tiene que aprender a ser independiente y crecer, no puede ser un niño especial por siempre.
Las palabras de Eduardo fueron como lanzas que se me quedaron clavadas en el pecho, entonces con mucha tranquilidad colgué el teléfono y me fui a mi cuarto sin que mi padre me viera y una vez en mi habitación cerré la puerta con seguro para que nadie entrara a molestarme.
Los rayos de la luna iluminaban mi habitación de esa manera que parecía ser tan romántica pero que para mí era más bien fúnebre, entonces puse mi cara en la almohada y comencé a llorar como cada noche pero esta vez era diferente porque hice una promesa, si algún día volvía a estar con Eduardo, iba a reclamarle por esto, de alguna u otra manera pero debía darme una explicación al respecto y de pronto esa imagen de súper héroe y de mejor amigo se desvaneció por un instante para darle paso solo al recuerdo, solo a eso, al recuerdo.
Tomé mi teléfono y comencé a escribirle a Samanta “Necesito verte, por favor, te veo donde siempre” Me levanté y me cambié lo más pronto posible, mientras me ponía mi sudadera recibí un mensaje de confirmación de parte de mi “novia” y entonces me las ingenié para bajar por el árbol que daba a mi ventana y así comenzar con las múltiples escapadas para paseos nocturnos.
Cuando llegué a la banca del parque en la que siempre me vía con Samanta, la vi desde lo lejos, estaba de espaldas esperándome, eran las 11:45 pm, me acerqué por detrás y toqué su rostro y en cuanto me vio me sonrió de esa manera que yo tanto quería— Yahir.
Tus ojos, están hinchados ¿Qué pasa?— Me preguntó con preocupación, entonces yo hice una mueca y la abracé mientras ella me estrujaba sintiendo el dolor en mi ser.
Me hizo recostarme en sus piernas y me acariciaba el cabello mientras me decía “Ya, ya, yo estoy contigo, todo estará bien.
“y yo sentía que mi corazón terminaba de derrumbarse allí en el frio de la noche.
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