Los primitos pervertidos
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Lo cierto, es que su figura delgada y esbelta, y su aire de inocente elegancia, permiten a todos sus atributos brillar por sí mismos, despertando furtivamente los deseos de quienes tenemos el gusto de mirarla en sus showcam privados. Es mi prima, y por cierto que la confianza ciega que tenemos ya desde hace varios años, ha hecho posible mi rol de manager en sus presentaciones eróticas virtuales; lo interesante, ha sido traspasar los límites de una pantalla. Y este relato, es fruto del momento en que hicimos realidad aquella divertida y morbosa fantasía incestuosa.
Habían pasado varios meses desde la última vez que nos encontramos. Yo vivo en una ciudad relativamente alejada de la suya, y dado el carácter reservado de ambos, solemos comunicarnos esencialmente vía internet, conversaciones que se extienden por largas horas y han liberado los secretos que a cada uno pudieran avergonzar.
– El show del viernes pasado estuvo genial, ¡no pensé que te atreverías todavía con el vibrador más grande!
– Jajaja primo, ¡no me creíste! Te dije que lo intentaría al menos, y después de todo no fue tan difícil, pensé que sería peor.
– Mmmm pero te dolió, eso se notó… fue perfecto.
– Sí, al principio estaba estrecho, me costó dilatar bien porque me llegaban mensajes a cada rato al celular y eso me inquietaba, me ponía nerviosa… después lo apagué y me pude concentrar.
Salió bien, el tipo quedó feliz con el show.
– De seguro. Yo también, estaba expectante, me toqué desde el principio.
– Jaja cochino. ¡Ya te dije que sin enamorarte!
– Jajaja descuida. No necesito enamorarme para hacer maldades.
Era ya buen tiempo que llevábamos en esto, ella ganaba su merecido dinero y podía complacer a su pololo con buenas atenciones, en tanto para mí era un privilegio presenciar cada uno de sus show, y más aún tener oportunidad de comentarlos después con ella. Lo curioso, y de lo que francamente me acababa de dar cuenta, era de que no nos veíamos en persona desde antes de empezar con todo esto. Era distinto, era raro y hasta un poco incómodo mirarla a los ojos después de todo lo que la había visto hacer. Era buena, muy buena en lo que hacía cada fin de semana frente a la cámara, y ante eso era imposible poder cerrar los ojos.
– ¿A qué hora tienes que regresar hoy?
– No sé primo, no tengo una hora en especial. Mi pololo hoy tiene que trabajar, y no tengo ganas de volver temprano.
– Tampoco yo, está bueno el clima aquí y quiero aprovecharlo… ¿vamos por unas pizzas? Yo invito
– ¡Genial! qué rico.
Sería injusto decir que aquella invitación tenía malas intenciones, pues al sugerirla de verdad estaba pensando acortar la noche con buena conversación y anécdotas siempre entretenidas de compartir, aun a esas alturas era difícil pensar en algo más. Sin embargo, con el paso de los minutos, para lo cual entraré en los detalles acerca de cómo ella iba vestida, comenzaron a surgir ideas en mi cabeza… una polera negra de encaje, hacía resaltar su delgada figura y prominentes pechos que ya he mencionado; jeans ajustados, me demostraban que sus nalgas efectivamente eran más grandes, bien formadas, y una tentación para cualquiera. La miré a los ojos, y pregunté:
– A decir verdad, en lo profundo de tus deseos… ¿qué es lo que más te gusta de hacer los show?
– Complicado. Es difícil de explicar, desde que comencé a valorar mi cuerpo y cobrar por ello, me surgen nuevas necesidades. Nuevos deseos.
– ¿Qué quieres decir?
– Mira, no es tan complicado. Antes pensaba que era linda, pero no disfrutaba de ello, ¿me entiendes? Desde que veo tipos boquiabiertos pagando por pajearse frente a mí, siento placer en ver a un hombre excitado: si en ese momento ese hombre estuviera frente a mí, sería capaz de hacer lo que me pidiera. Prácticamente cualquier cosa.
– Pero prima, quieres decir que…
– No, no, primo, no te confundas. Ser prostituta no está entre mis opciones: no pienso que esté mal, pero no es algo que vaya conmigo ni mi personalidad. Es fantasía, es morbo y es deseo, el sólo hecho de saber cuán rico me cogería ese macho excitado, pero que no puede hacerlo por el simple hecho de que se encuentra sufriendo del otro lado de la pantalla, ¿comprendes?
– Totalmente. Y créeme que es triste.
– Jajaja por qué triste, ¡yo lo paso genial!
– Triste es, ponte en el lugar de ellos jajajaja.
– Ah, claro jajajaja. Pero son pajeros acostumbrados, de seguro me olvidan apenas acaban.
– Sí, puede ser.
– ¿Cómo es en tu caso? Ya me has dicho que muchas veces te pajeas también en los show, al menos cuando andas más caliente. ¿Qué sientes al acabar?
La conversación cambió de tono más rápido de lo previsto. Si bien lo de los show era prácticamente tema obligado para nosotros, noté que llevábamos cerca de media hora hablando en torno a ello, entrando cada vez en mayor profundidad de los detalles y por sobretodo sensaciones íntimas al respecto, a diferencia de otras ocasiones en que la conversación era más superficial.
– Para mí, como te digo es un espectáculo, aunque ya haya visto varios de tus show, sigo disfrutándolos como si fuera el primero.
– Háblame claro primo. Me gustaría saber qué es lo que más te gusta.
Comencé a inquietarme, me recorrió el cuerpo una extraña sensación de vértigo y energía sexual, al notar cómo me miraba, fijo, como queriendo romper lo establecido.
– Me gustan tus tetas, ¡tú sabes!
– Jajaja cuéntame algo nuevo. No te pregunto por mi cuerpo. Quiero saber qué es lo mejor de mí como mujer, como mujer sensual. Si te entusiasma tanto verme cada vez, algo debe de haber, ¿no?
– Tú lo has dicho, claro que lo hay. Podría decir que lo más interesante es ver cuánto has crecido. No eres inocente, no te creería nada de eso… pero tu mirada lo sigue siendo, y esa confusión que generas al portarte mal con tu misma mirada tierna, resulta demasiado estimulante.
– Mmmm… ¿entonces una de las cosas que hago bien, por ejemplo, es chuparla mirando tierna a los ojos?
– ¡Hey! Ajajaja sí, me encanta cuando miras a la cámara con el dildo en la boca… se te ve muy real.
Por lo que sabía de ella, siempre fue buena para el oral. Solía desearlo todo el tiempo, según me contaba.
– Me encanta. Es frustrante sí, que no sea uno real en ese momento de calentura, deberían inventar dildos que lancen semen jajaja.
– Jajaja para qué… una mujer guapa como tú, puede hacerlo con quien quiera. Un hombre difícilmente se negará a esa propuesta.
En ese instante, deseé por primera vez, con todas mis fuerzas, sentir una buena mamada de su parte. Y sus ojos me decían, de alguna manera, que algo similar estaba ocurriéndole a ella. Caminamos, estábamos satisfechos y necesitábamos relajar un poco la tensión. El cómodo césped del parque nos detuvo, y en una cálida noche de verano, parecía un buen lugar para continuar la conversación.
– Recuerdo la primera vez que te vi. Justamente, lo que hiciste en ese primer show fue chupar muy bien tus dedos y después un buen juguete.
– Sí, no quería mostrarme todavía, era difícil en ese momento. Pero como te he dicho otras veces, hacer una mamada me resultó siempre más cómodo, algo que hago prácticamente con naturalidad.
– Prima, y a decir verdad, ¿desde cuándo no haces una mamada verdadera, a alguien más que a tu pololo?
– Difícil pregunta, es harto tiempo.
Yo ya estaba decidido a lograr que me la pudiera mamar en ese momento, aunque no sabía bien cómo pedírselo, ni si acaso ella llegaría a acceder. Ella es por sobretodo una chica de principios, y aun conociéndola muy bien, me era difícil manejar sus pulsiones.
– ¿Recuerdas también la primera vez que yo te vi a ti?
– Cómo, no entiendo… ¿tú verme a mí?
– Te he visto en foto, no te acuerdas…
– Ah, claro, claro… jajaja pero eso es diferente, es sólo una vieja foto de perfil de mi pene, no es mucho lo que has podido ver.
– Sinceramente, es una buena foto. Ojalá la tuvieras en grande para poder enviármela… no sé, por simple curiosidad.
Mientras decía esto último, me percaté de su mirada fija en mi paquete, como queriendo poder mirar a través de mi pantalón. Atiné a sonreír, y sacar con aire misterioso mi teléfono celular…
– Quizás por aquí tenga alguna de esas fotos…
– ¿Actuales?
– Mmm puede ser… déjame revisar…
Nada de eso, sinceramente ganaba tiempo tratando de pensar cómo salir de ésta. Y al levantar la vista y encontrarme con la suya, supe que esto se estaba poniendo más que interesante.
– Olvida la foto, ¿déjame hacer algo?
– ¿Qué dices?
– Ay qué tiene de malo jajaja permiso…
Y de pronto vi su mano acariciar mi paquete, como queriendo encontrar algo, con una mirada de curiosidad que yo en su rostro nunca había conocido.
– Mmm sí, buen tamaño por lo que me imaginaba, es un bulto grande para estar en reposo.
Pues ni tan en reposo a esas alturas, me excitaba en gran medida su mano palpando y jugueteando en mi entrepierna, y fue lo que definitivamente nos llevó a darle rienda suelta a nuestros deseos.
– Hace tanto no me hacen una buena paja, sabes… fíjate, como en un instante lo has hecho crecer jajaja… ¿quieres seguir?
– Mmmm
Yo conducía nervioso, era de noche por una avenida principal, recibiendo sus caricias en mi pene erecto mientras conversábamos de la vida.
– ¡Me relaja tanto esto!
– Uf no puedo decir lo mismo –dije- estallando en carcajada los dos
– Ya trata de relajarte, en serio, no pasa nada y lo vamos a pasar bien, ¿no fue ese el trato?
– Toda la razón, sólo dame tiempo de acostumbrarme jejeje
El motel era bastante decente, quisimos darnos un buen gusto. La cama amplia, unas sábanas impecables y un ambiente de sutil erotismo, eran un lugar perfecto para sentirnos a gusto con nuestro secreto. El trato había sido evitar en lo posible los besos, de alguna manera nos parecía chocante y fuera de lugar respecto del morbo que nos unía en ese momento, de modo que sin preámbulos comenzamos a desvertirnos con avidez, tocarnos con deseo y a subir la intensidad del momento, entre sonrisas cómplices que parecían divertirse en el abismo de lo prohibido.
– Veamos si te gusta cómo lo hago, me dijo, mirándome con calentura
Sus labios experimentados tenían un buen ritmo, sabía presionar y soltar a la perfección para darme ricas sensaciones en mi pene con sus mamadas, donde se me escapó más de algún suspiro de placer, mientras la guiaba sujetándole la cabeza.
– Mmmmmm qué bien lo haces, sigue, sigue, cométela entera…
Mientras tanto ella seguía mamando con entusiasmo, haciendo sonidos muy ricos con su boca en mi pene, alternando entre mamadas profundas, y su lengua pasando con energía por mi pene y por mis bolas… de pronto sentí que era mi turno, y luego de golpear su cara con mi pene erecto, me dispuse a recostarla boca arriba, y comencé a lamer sus ricos pechos, de afuera hacia adentro, notando cómo le gustaba y comenzaba a abrir las piernas, poniéndose cómoda y dándome lugar a hacerle lo que quisiera.
– Mmmmm, ¿estás seguro que quieres hacerlo? -me dijo- yo me muero de ganas
– Me dará mucho gusto follarte -le dije-, se nota que eres una mina muy caliente
Y decidimos hacerlo en la pose que a ella más le gustaba, como yo ya lo sabía: estar en cuatro patas como una perra, le resultaba increíblemente estimulante… y al mismo tiempo para mí, me sobrevino una erección feroz poder verla frente a mí con el culo empinado, enseñándome su vagina húmeda y deseosa, hacia la cual me aproximé sin pensarlo dos veces, dejando deslizar la punta de mi pene entre su vulva, al mismo tiempo que alcanzaba a acariciar sus tetas. Bastó con una estocada firme y decidida, y ya pude comenzar a follarla como a ella más le gustaba, duro y constante, haciendo rebotar mis bolas contra sus nalgas, en un sonido que a ambos parecía divertirnos y animarnos a seguir.
– ¿Te gusta zorrita?- me animé a preguntar, arriesgando recibir una mala cara o algún reclamo de su parte, sin embargo, noté que las palabrotas también eran parte del morbo para ella, y no dudé en continuar…
– Te encanta que te culee, ¿no es cierto putita? uff ya veo que es cierto cuánto te ha crecido este culo, y no quiero que pase esta noche sin poder hacerlo mío.
Luego de algunos minutos de follar su vagina, al salirme me dio otra buena mamada; decía que le gustaba sentir el sabor de sí misma en su boca… en ese instante, ya perdido en la excitación y el morbo de la escena, aproveché de mirarla a los ojos y preguntar:
– ¿Me lo vas a dar esta noche?- me miró tímida, sonriendo, pero de alguna manera yo comprendía que todo estaba permitido, lo dijéramos o no. Y no me equivocaba, pues ella misma me indicó que buscara entre sus cosas en la cartera: y fue una gran sorpresa, encontrarme con su vibrador en ese momento. Después de todo, quizás ella lo tenía planeado, o tal vez mera coincidencia… olvidé preguntarlo, lo importante es que ambos hablábamos a esas alturas el mismo idioma, y comprendí de inmediato sus intenciones.
Esta vez ella levantó las piernas, dándome lugar a pasar mi lengua sin límites, desde su vagina hasta su culo, haciéndola vibrar en repetidas ocasiones, hasta el punto en que me hizo sentir que estaba lista para cualquier cosa… fue cuando tomé su vibrador y lo introducí con facilidad en su vagina, poniéndolo a funcionar en máxima intensidad, mientras que mi pene se empezaba a adentrar en su delicioso culo, abriéndose paso lentamente y con dificultad, dados sus movimientos descontrolados de placer por la doble penetración que estaba empezando a experimentar. Gimió, muchas veces y me rogó, que no me detuviera… estuve adentro por fin, extasiado también, en una sensación exquisita y antes nunca conocida, penetrando su culo con profundidad y violencia en las estocadas, que ella parecía agradecer en cada cruce de miradas.
Estuve dándole con todas mis fuerzas, observando su rostro de placer y plenitud… según conocía a ella le gustaba, cuando estuve a punto de estallar, me acomodé para dejar caer todo el semen sobre su rostro, observando el espectáculo en que pasaba su lengua para tragarlo, y sus manos para esparcirlo por el resto de su cara… para luego acabar rendidos, tendidos sobre la cama, preguntándonos y mirándonos algo asustados todavía: ¿qué mierda, qué mierda acabamos de hacer?
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