Los recuerdos de mi abuela
Yo era el más chico de los nietos, y lo que supuse en ese momento un castigo, fue algo increíblemente bueno.
Cuando yo tenía 13 años, murió mi abuelo, y como era el más chico de los nietos, mi madre me dijo que iba a tener que ir a dormir con la abuela un tiempito para que no esté sola.
A mí la idea me cayó como la mierda.
Ella siempre se ponía un camisón blanco, enorme, yo no se como podía dormir con eso.
A partir de ahí, mi abuela me mimaba más que a los otros nietos, aunque eso a mi no me convencía.
El tiempito que me dijo mi vieja, se extendía cada vez más.
Había cumplido 14 años y seguía durmiendo con ella.
Yo extrañaba mi casa, mi cama, ella hacía todo lo posible para que me sienta muy cómodo, pero yo quería irme a mi casa.
Mi abuela siempre se cambió en el baño, nunca lo había echo delante mío.
«Abuela, como podes dormir cómoda con ese semejante camisón?», le dije cuando se estaba acostando a mi lado.
«Es por respeto a vos, no se si te va a gustar que me cambie delante tuyo?», me dijo, y se acostó.
«A mi me da lo mismo, yo siempre ando en calzoncillos delante tuyo y no me da vergüenza», le dije.
«Bueno, a partir de mañana me cambio acá», me dijo.
«Y te puedo mirar?», le pregunté con una sonrisa pícara.
«Y que vas a ver, una vieja desnuda?», me dijo riendo, »y a saber lo que haz de soñar, que muchas veces me despierto y estas duro», me dijo con una sonrisa más pícara todavía.
«Como duro?, no te entiendo», dije sin saber lo que me quería decir.
«Con esto bien duro y parado», me dijo riendo y agarrando mi pija.
Yo di un respingo de sorpresa sintiendo la mano de mi abuela agarrando mi pija, que casi al momento se puso dura.
«Vez como se te pone dura enseguida?», me dijo sin dejar de pasar su mano por mi pija que estaba dura.
«Sacate el calzoncillo, que vamos a hacer algo, pero que esto quede entre vos y yo», me dijo soltando mi pija y vi que levantaba su cadera moviéndose para los costados.
Yo intrigado me saqué el calzoncillo.
«Veni, subí encima mío», me dijo ayudándome a subir sobre ella y note que su camisón estaba casi en su barriga y estaba de piernas abiertas, siento que con su mano la acomoda entre sus piernas, sentí unos pelos que rozaban la cabeza de mi pija, «empuja», me dijo, y cuando empujó siento que entraba en su concha, «empuja más, metela toda», me dijo gimiendo cuando yo empuje y sentí como entraba toda mi pija en su concha, escuché su gemido de placer, sentí como abrió más sus piernas y enseguida las envolvió en mi cintura.
«Abuela», exclame sorprendido, «shhhhh, ahora cogeme despacito, yo te enseño como moverte», me dijo y sin decir nada, empezó a mover sus caderas y agarrando mi cintura con sus manos me hacía mover a mí.
Yo estaba en el cielo cogiendo a mi abuela.
«Si te gusta, me vas a coger todas las noches», me dijo en voz baja sin dejar de moverse y de moverme a mi.
«Me encanta cogerte abuela», le dije sintiendo el calor de su concha en mi pija.
Hasta que por mi falta de experiencia me acabé enseguida dentro de su concha.
Mi abuela gemia sintiendo como me acababa dentro de ella, «que rica leche calentita me estás dando», me dijo gimiendo con los ojos cerrados mientras yo terminaba de acabarme.
Enseguida me hizo bajar de encima de ella, y tirando las cobijas a los pies de la cama, me acostó boca arriba y casi grito de placer cuando mi abuela me empezó a chupar la pija.
Estaba en cuatro patas chupando y yo veía como le caía la leche de su peluda concha.
Mi pija se puso dura de nuevo, y la abuela se sacó el camisón, quedando con el corpiño y se subió ella ahora sobre mi, volviendo a meter mi pija en su concha y moviéndose en círculos, sacándose el corpiño quedando con sus tetas al aire.
Sin dejar de moverse me agarra las menos y las lleva a sus tetas, haciendo que las apriete, las acaricie, eran dos tetas viejas, pero para mi eran las más hermosas que había visto.
Estaba con sus ojos cerrados, tirando su cabeza para atrás, no paraba de gemir ni de moverse, «no pares, no pares que ya llego», decía sin dejar de gemir, moviéndose cada vez más rápido, gimiendo cada vez más fuerte, hasta que da un grito y se queda quieta sobre mí, sentía como me apretaba la pija con los músculos de su cancha, apretaba fuerte sus ojos, mordia sus labios, hasta la respiración se le había cortado.
Sentía que su concha estaba más caliente, «haaaaaa, haaaaaaaaaaaa, que bien me cogiste», dijo cayendo sobre mí.
«Cuanto necesitaba esto», me dijo bajando de encima mío, y agarrando mi pija con su mano, se la volvió a meter en la boca, haciendo que retuerza mi cuerpo de placer al sentir como me volvía a chupar la pija hasta que me acabé en su boca.
Esa noche dormimos desnudos los dos.
Yo dormí casi hasta el medio día.
La abuela y yo nos mirábamos con complicidad, a partir de esa noche, cogíamos hasta dos veces por noche.
Sentir como la abuela me chupaba la pija hasta hacer que me acabe en su boca, era lo más para mi, hasta que una noche la abuela se metió al baño y demoró más de la cuenta, ya estaba desnudo esperándola en la cama, hasta que la veo entrar en el cuarto, desnuda, sus viejas tetas caídas, su concha peluda, su cuerpo delgado, para muchos sería una mujer incogible, pero para mí era la mujer más atractiva del mundo.
Se sentó al costado de la cama, a mi lado, «quiero pedirte algo especial», me dijo pasando su mano por mi pecho y bajando hasta mi pija.
Yo la miré intrigado, «que pasa abuela?», le pregunté preocupado.
«Quiero que me la metas por la cola, quiero que me cojas por atrás», me dijo bajando su cabeza y metiendo mi pija en su boca.
«Si abuela, no pasa nada, pero enseñame», le dije acariciando su cabeza mientras me la chupaba.
«No te preocupes que no te voy a ensuciar, ya me hice un edema», me dijo mientras se ponía en cuatro patas al borde de la cama abriendo sus arrugadas nalgas, dejando que le vea su ojete arrugado también, me llamó la atención lo brillante que estaba, y me dijo que ya se había pasado vaselina para lubricarlo.
Me dijo que me ponga detrás de ella y yo le abra sus nalgas, con una mano se apoyó sobre la cama y la otra la pasó por entre sus pierna, agarrando mi pija y ella la acomodó contra su ojete, la sentía respirar entre nerviosa y excitada, «empuja despacio hasta que empiece a entrar», me dijo dando un quejido cuando di el primer empujón, «despacio», me dijo sin soltar mi pija con su mano.
«Haaaa», volvió a gemir cuando empuje de nuevo y sentí como la cabeza de mi pija le entró en la cola.
Yo seguía abriendo sus nalgas, pero no me movía.
Me dijo que siga, y volví a empujar, sentí como se abría su ojete y entraba mi pija.
«Así, me la vas metiendo bien», dijo soltando mi pija que yo veía como estaba metida en su cola hasta la mitad.
Poco a poco veía como le entraba en la cola a mi abuela, hasta que quedamos pegados los dos, sus nalgas estaban pegadas a mi, como le seguía abriendo sus nalgas, veía como la tenía toda adentro.
«Ya está toda dentro, ahora muévete despacio, sacala un poco y vuelve a meterla, así despacio, hasta que se me abra bien el ano», me dijo entre gemidos.
Yo le cogía la cola como ella me decía.
El morbo que me daba ver entrar y salir mi pija del ojete de mi abuela era tremendo.
Me dijo que me quede quieto y se empezó a mover ella.
Se movía para adelante y para atrás, la pija entraba y salia de su ojete.
«Te gusta?», me preguntó mi abuela sin dejar de moverse, «me encanta cogerte la cola», le dije viendo como mi pija entraba y salía de su cola, lo abierto de su ano, sus gemidos, sus movimientos cada vez más rápidos, yo estaba alucinado.
Hasta que le apreté sus nalgas, sentí que se me aflojaban las piernas y cuando empecé a gritar que me estaba acabando, mi abuela se pegó bien a mi haciendo que mi pija le entre toda en su cola y se quedó quieta dejando que me acabe bien adentro suyo, dejando que le llene bien la cola de leche.
Yo temblaba, sentía que mis piernas me fallaban.
«Ahora sacala despacio para que veas como me dejaste el ano», me dijo abriendo ella sus nalgas mientras yo se la sacaba despacio como ella me dijo.
«Abuela», exclame cuando le vi el ojete, abierto, redondo, vi como pujaba y salía la leche.
Estaba maravillado de lo que estaba viendo.
«Te gusta?, así quiero que me lo dejes todos los días, quiero que me cojas la cola todos los días», me dijo de pie y veía como se le escurria la leche por sus piernas.
«Me duele la cola, pero como me gusta que me duela», me dijo mi abuela mientras nos llevábamos.
Ya no sólo cogiamos todas las noches con la abuela, antes de levantarnos también cogemos, y si el día está lluvioso, frío o que pase cualquier cosa que no me deje salir a jugar a la calle, cogemos a la tarde también y la mayoría de las veces es por la boca o por su cola, casi no cogemos por la concha, y no porque yo no quiera, mi abuela me la pide por atrás, dice que le encanta sentir su ano bien abierto.
ERES UN NIETO AFORTUNADO, QUE EXCITANTEEEEEEE, SALUDOSSSSS