Los senos de mamá.
—¡Diablos! … ¡Qué manera de tener semen tu pija! … sí parece qué tenías muchas ganas ….
Hay recuerdos que son inolvidables. Mi hermano Antonio ahora tiene siete años, pero recuerdo cómo si hubiera sido ayer, cuando todavía cursaba el primero medio, mi padre y mi madre me anunciaron que iba a tener un hermanito. Yo de hacía poco había cumplido los catorce y sabía que mis padres querían otro hijo. Habían tratado de todo por varios años y no lo habían logrado. Hasta ahora que mi madre estaba otra vez en cinta. Para mí no fue una tremenda noticia, pero no tenía la menor idea que esa sorpresiva gravidez iba a cambiar toda mi vida.
En los meses que siguieron fui testigo de los cambios que iba sufriendo mi madre, sus nauseas en la mañana, su cansancio repentino, sus frecuentes idas al baño; pero lo que más me llamaba la atención, era que su panza iba creciendo y al mismo tiempo sus senos se hacían cada día más grandes. Mi madre es una hermosa mujer, ya sus senos eran de una medida abundantes, si no me equivoco eran 36DD y por los que podía ver, habían crecido a unas enormes 40DD y al parecer continuaban a crecer.
Mamá no era tan tetona, pero la maternidad la estaba convirtiendo en una mujer de senos prósperos. Mi pasatiempo favorito comenzó a ser el escudriñar sus tetas cuando ella no me estaba mirando. Sus turgentes pezones amenazaban con romper sus vestidos, normalmente me quedaba a hacerle compañía por las tardes cuando ella se preparaba para irse a la cama. Después llegó el verano.
Mamá giraba siempre con menos ropa, vestidos delgados y con géneros semi transparentes. En vez de salir con mis amigos, prefería quedarme en casa con la excusa de ayudarla y de pasadita de ver sus voluptuosas formas de mujer embarazada. Ya me resultaba imposible negarlo a mi mismo; la visión de sus senos hinchados y llenos de leche me disturbaban. Me excitaban. Así fue cómo comencé a pajearme hasta cuatro veces al día pensando en esas tetas enormes, hinchadas y mórbidas que invitaban a ser lamidas y chupadas, soñaba con meterle mi pija en medio y sobajeárselas hasta correrme a ríos de esperma.
Comenzando en la mañana al desayuno, me parecía sufrir una dulce tortura por parte de ella. Buscaba todos los modos posibles para no mirárselas, pero era imposible, estaban allí a mi lado, de frente, a mis espaldas ¡¡Dios mío!! Un mar de tetas me perseguía. Las tetas de mamá. Mis ojos estaban siempre apuntando en esa dirección y altura, fue tanto, que mi madre terminó por darse cuenta de que mi pasatiempo favorito era observar sus mamelas gigantescas.
Uno de esos días mientras trataba de beber mi café con leche y mordisquear alguno bizcochos con la punta de mis dientes, pensando fuera uno de esos pezones deliciosos y apetitosos de mamá, ella me dijo en son de broma:
—Mauro … ¿Has visto que madre tetona que tienes? …
Me quedé silente con mis ojos fijos de la hendidura que formaban sus senos amenazando de escapar de su blusa, mi pija entiesada al máximo casi escupe una carga de semen en forma espontánea, hablando seriamente, sus tetas eran una locura formidable. Moví la cabeza y me levanté al baño tratando de ocultar mi erección, me masturbé y me corrí en dos segundos, pensé que con este alivio había resuelto la situación, pero me equivocaba, no sirvió de nada, porqué cuando volví a la cocina, esas tetas estaban todavía allí.
Mamá me miró con una sonrisa maliciosa y traviesa, sus ojos apuntaban a mis shorts de nuevo abultados.
—Asumo que has ido a descargarte, ¿verdad? …
¡Demonios! A una madre no se le puede ocultar nada, pensé. No se cómo, pero ella había entendido todo. Sabía todo de mí y por supuesto sabía lo que había ido a hacer en el baño. Avergonzado me fui a mi cuarto, pero ella me siguió y me encontró tumbado en mi cama apesadumbrado, se sentó a mi lado.
—Mauro, hijo … perdóname si te hice avergonzar … no era esa mi intención … entiendo que eres un muchacho joven y lleno de energías … no quisiera por nada al mundo que te sintieras humillado o avergonzado por algo que yo haya dicho … te amo mucho, hijo … y te amaré siempre al igual que a tu hermanito que viene en camino …
Mi madre era una mujer excepcional, yo ya sabía de su amor hacia mí. Pero ¿qué le podía decir? No podía confesarle que sus tetas “nuevas”, me tenían vuelto loco. Que eran la fuente principal de mis pajas y últimamente mi única inspiración/obsesión.
—¡Ay, mamita! … no sé cómo explicarlo … no sé … eres mi madre …
Traté de balbucear algo, pero ella me interrumpió:
—Hijo … soy una mujer grande … créeme … te entiendo … eres un adolescente que salpica energías por todos sus poros … tus hormonas revolotean por los cielos … no debes sentirte en culpa … es normal que te suceda eso … es lo natural … de seguro tu cuerpo lo siente …
—¿No te disturba que me haga pajas por tus tetas?
Repentinamente se me escapo y con exiguo coraje se lo dije, pero inmediatamente me arrepentí y mis mejillas se llenaron de un rojizo llamativo. Mamá me miró con una ternura infinita y acarició mis mejillas ruborizadas:
—¡Ay! Tesoro, mío … ustedes los hombres tienen impulsos muy fuertes y que no pueden controlar … es una reacción física del todo normal y natural … no es una cosa pecaminosa … yo sé que tu me respetas … eres un hijo dulce y cariñoso … por supuesto que no te puedo culpar por tus fantasías de adolescente … he notado que mis senos te atormentan y lo siento mucho … ¿Qué cosa podría hacer para aliviar tu sufrimiento? …
La miré intensamente con mis ojos achinados y en un impulso incontenible, le dije:
—Muéstramelas …
Mamá mantuvo sus ojos en los míos, se enderezó siempre sentada en mi cama y desabotonó su blusa, luego con cierto esfuerzo sus manos fueron a su espalda y vi como su sujetador cedía y se venía un poco hacia adelante con sus pesadas tetas, luego levantó las copas de sus sostén y dos melones gigantescos cayeron libremente meciéndose por su propio peso ante mis ojos estupefactos. Estaba contemplando esa belleza sublime por primera vez, mamá me sonreía divertida.
—¿Las has tocado alguna vez? …
Mamá me tomó la mano y la apoyo en su cálida y delicada teta derecha mientras me miraba tiernamente. Rocé su duro pezón y lo hice deslizar entre mis dedos, luego apreté sus esponjosas carnes. Cómo en un trance hipnótico mi mano libre se fue sobre su teta izquierda e hice lo mismo que estaba haciendo a su otra mamela.
Tenía mis dos manos magreando los hinchados senos de mamá y sobajeaba sus endurecidos pezones, sus areolas parecían crecer. Bajo mis shorts se estaba desarrollando una erección casi dolorosa y ella se dio cuenta inmediatamente. Un poco avergonzado traté de cubrir el bulto en mis shorts, solté sus senos apesadumbrado, pero ella me bloqueó con sus manos y volvió a apoyar mis manos en sus tetas, luego sus manos volaron a mis shorts y los bajaron velozmente dejando mi pija dura como el granito totalmente expuesta, sus ojos brillaban de una manera deliciosa y su boca estaba ligeramente entreabierta, como si su respiración se hubiera hecho más afanosa.
—Continúa … no te detengas …
Me dijo con una voz casi temblorosa. Sus manos envolvieron mi pija dura como un diamante y comenzaron a moverse dinámicamente arriba y abajo, luego una de sus manos envolvió mis cojones y de mi glande húmedo comenzaron a aflorar algunas gotitas nacaradas. De seguro no iba a durar mucho y ella lo sabía perfectamente.
Por eso, ella se inclinó arrodillándose delante de mí y puso mi polla palpitante en medio a sus mórbidos y deliciosos senos. En pocos segundos disparé mi primer chorro potentísimo que la golpeo en su barbilla, luego vinieron muchos más que comenzaron a bañar su cuello y toda la extensa superficie de sus tetas.
Mi sueño se había hecho realidad gracias a mamá. ¿Qué iba a suceder de ahora en adelante? ¿Cómo íbamos a regresar a la cotidianidad de mamá-hijo? No tenía valor ni siquiera para mirarla a los ojos mientras trataba de normalizar mi respiración. Pero una vez más ella tenía la solución apropiada. Sé levantó con mis shorts en la mano y limpió sus pechos lo mejor que pudo, luego se volvió hacia mí:
—¡Diablos! … ¡Qué manera de tener semen tu pija! … sí parece qué tenías muchas ganas …
Acomodó sus senos en su sostén, abotonó su blusa y luego se sentó a mi lado y apretó mi mano:
—¿Ves? … no es nada del otro mundo … es una cosa natural … prométeme que cuando lo necesitarás, me lo dirás …
La miré y asentí con mi cabeza. Solo entonces ella se inclinó y me dio un maternal beso en la mejilla, se levantó y camino hacia la puerta de salida dejándome emocionado por la experiencia, había sido una mañana de no olvidar jamás ….
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Muy buena historia, ojalá haya continuación.
A la espera de la continuación
Pasen link de la segunda parte si es que allá.