Los «toques prohibidos»
Una de esas hisotrias de las que todos saben, pero pocos tienen el privilegio de poder participar de ello..
Muchas veces hemos oído historias sobre esas fiestas sexuales a las que asisten miembros de la alta sociedad y gente poderosa, con unos “gustos” que su posición les permite satisfacer.
Entre esas perversiones, lógicamente están las jovencitas y nenas de todas edades que sus “proveedores” sean capaces de conseguir, para lo cual hace falta una organización con ramificaciones en todos los extractos de la sociedad y con complicidades conseguidas con intereses comunes o con ese dinero que abre todas las puertas y quebranta voluntades.
Esto sabemos que no es algo nuevo de los tiempos en los que vivimos, sino que es tan antiguo como la Humanidad, porque el sexo siempre ha sido uno de los motores de la sociedad y los gustos o deseos sexuales, en otros contextos quizás, pero que en el fondo poco han cambiado desde entonces igualmente.
Cuando se llega a cierta edad y a un nivel de Poder que te hace impune, es lógico aspirar a satisfacer esos “gustos prohibidos”, que en circunstancias normales serían poco accesibles y conllevarían un riesgo.
Este era el caso del Sr. Augusto, con una mansión en uno de los barrios ricos de una cierta capital hispanoamericana, aunque podría ser cualquiera, en la que solía celebrar fiestas para sus amigos e invitados ilustres de la alta sociedad que ya podéis suponer, a los que agasajaba para conseguir esos favores o facilitar esos negocios que fortalecerían su fortuna y su Poder.
Para que esto sea posible, hay un entramado de gente que trabaja para estos grandes señores, desde sus hombres de máxima confianza hasta infiltrados en los lugares estratégicos necesarios que permitan convertir en órdenes los deseos del Sr. Augusto y los de otros parecidos de su posición.
Del mismo modo que a veces se pueden oír rumores sobre estas fiestas sexuales y otras muchas ocasiones, conocer hechos escabrosos que de vez en cuando saltan a los medios de comunicación, pocos quizás puedan llegar a entrelazar unos con otros, estableciendo la real relación entre ellos.
Esto fue lo que le sucedió a mi amiga Zoraida, cuando trasladaron a su marido a un barrio humilde de esa ciudad y tuvo que llevar a su hija al Colegio más cercano, en el que sucedían ciertas cosas que la empezaron a llamar la atención.
Allí fue donde su hija y ella misma empezaron a oír esa expresión de los “toques prohibidos” en la boca de sus compañeras y de otras madres que comentaban como algunos maestros “acariciaban” a sus hijas con la aparente complicidad de al menos, alguna de las madres, por lo que mi amiga, extrañada, empezó a preguntar como permitían que sucedieran esas cosas:
—Mira, el Maestro cuando está a solas con ellas, les mete la mano entre las piernas y les acaricia la rajita, y así ve la posible disponibilidad de las niñas para que se las lleven a las fiestas del barrio alto.
—¿Qué fiestas son esas? ¿Por qué tienen que llevarse a las niñas allí?
—Pues para que va a ser, para que los señores ricos se den el capricho de tener sexo con ellas y follarlas si les apetece.
—¡Qué horror! ¿Cómo podéis estar diciéndome estas cosas y quedaros tan tranquilas?
—Porque les dan dinerito, amiga. Aquí todos ganamos, esos señores que las pueden tener, el Maestro, que recibe su parte, nosotras, las niñas, los que las trasladan…., todos.
—No me lo puedo creer. Eso es prostituir a las niñas. ¿Y nadie hace nada para evitar eso?
—No, porque ellos son los que mandan y si encima, escogen a nuestras hijas, somos afortunadas.
—¿Entonces es que vosotras decís a vuestras hijas que se dejen tocar por el Maestro porque queréis que vayan a esas fiestas?
—A ver, no se lo decimos así. Aquí en el barrio, cuando están en la calle, ya las están tocando muchas veces los chicos mayores u otros hombres a los que les gustan las niñas y ahí ya ves como unas salen más putas que otras, porque se dejan más y ya empiezan a hacer de todo de bien chiquitas, porque hay muchas a las que les gusta y sus amigos o los hombres mayores se dan cuenta y van más a por ellas. Y luego, en el Colegio, el Maestro va viéndolo también y las va seleccionando para cuando se las pidan.
—¿Y el Maestro sólo con tocarlas ya lo sabe?
—¡Ay, amiga! Qué inocente eres. Claro que no. Él hace de todo con ellas según se van dejando hasta acabar follándolas.
—Pues la mía no se va a dejar tocar.
—Si no quiere, no la van a obligar, a no ser que la vean y se encaprichen de ella.
—Espero que no, porque no me parecen nada bien estas cosas.
—Porque eres nueva en el barrio, pero ya te irás acostumbrando.
En los días siguientes, la hija de Zoraida le fue contando a su madre, como el Maestro, les tocaba el culo a algunas niñas en clase o las sentaba en sus rodillas para meterlas mano mientras ellas se dejaban. Y como durante el recreo, vio al Maestro como follaba con dos niñas tumbadas encima de la mesa.
Mi amiga estaba muy asustada con todo lo que estaba pasando en ese Colegio y casi ni se atrevía a contárselo a su marido, demasiado atareado con su trabajo de Médico, pero él mismo fue el que acabó contándole a ella los casos que estaba tratando en la consulta, que le estaban llamando mucho la atención:
—Me están llevando a muchas niñas con lesiones en la vagina y en el ano, porque las penetran demasiado pronto y tengo que estar curándolas.
—¡Qué horror! Pobres crías; algo me han contado a mí también. En este barrio hay unas costumbres un poco especiales. Tenemos que vigilar a nuestra hija, para que no le pase nada malo.
—Sí, cariño, lo que pasa es que me llama la atención que sus madres lo vean como algo normal eso, aunque claro, supongo que estarán acostumbradas ya y a ellas mismas seguro que les habrá pasado eso también, porque a veces les pregunto cómo pudo pasar eso y me dicen que no pueden controlar a sus hijas, que están todo el día en la calle y que por las noches comparten el colchón con sus hermanos o algún familiar que se las lleva con él.
—Claro, así es normal que les pasen esas cosas, con esta forma de vivir que tienen. Tienen muchos hijos y duermen todos juntos. Algunas madres lo hablan con toda normalidad como duermen en la misma cama que sus tíos o primos mayores, o que ellos durante la noche se las llevan a su cama.
—Lo sé. Y a veces es el propio padre el que las hace eso. Tenemos que acostumbrarnos a su forma de vida. Es un barrio pobre con muchas necesidades y poca cultura.
Un día que Zoraida estaba esperando a su hija a la puerta del Colegio, vio que llegaba un chico joven que le entrega un sobre a una de las madres que estaban allí y luego se puso a hablar con uno de los Maestros, pudiendo escucharles:
—Tengo que llevarme a 4 de Secundaria y otras 4 de Primaria.
—Vaya, ¿4 de Primaria esta vez?
—Sí, el Sr. Augusto debe tener que contentar a alguno muy vicioso esta tarde. Y me dijo también que procurara que alguna de ellas fuera virgen.
—Creo que al menos una te puedo conseguir, pero tengo que hablar con su mamá.
—Está bien. Paso a recogerlas a las 5 h.
Al final resultó que una de las niñas elegidas era amiga de la hija de Zoraida y cuando pasaron a buscarlas estaba con ella y no sé si por error o porque la niña no dijo nada, se la llevaron a ella también con el grupito en dirección a la casa del Sr. Augusto.
Una vez allí, las llevaron a una habitación y les dijeron que se pusieran una ropa bastante sexy que tenían dispuesta para ellas y que realzaba sus encantos, mientras afuera el Sr. Augusto le comentaba al empleado:
—Se me olvidó decirte que me consiguieras algún crío también, porque hoy viene la Jueza y ya sabes cómo le encantan los nenes para pasar un rato rico.
—No hay problema señor, esos los consigo fácil. Voy a buscarlos y se los traigo en un momento.
Cuando las niñas se cambiaron de ropa las hicieron pasar a una sala en la que unos hombres estaban en unos sofás tomándose unas copas, entre los que se encontraba también la Jueza, que debía ser habitual en esas reuniones, y al ver a las niñas comentaron:
—Qué lindas nenas, Augusto. Tú siempre nos ofreces un material exquisito.
—Sí, desde luego, es mucho mejor venir aquí, que no andar buscándolas por la calle para subirlas al auto, que puede ser más riesgoso, aunque muchas veces no puedo aguantarme las ganas de hacerlo —iban comentando entre ellos.
Las niñas, después de exhibirse ante los presentes, iban dejándose desnudar por los invitados del Sr. Augusto, mientras se deleitaban de la belleza de sus cuerpos, tocando esas zonas prohibidas que cualquier otra niña no se dejaría tocar, pero éstas ya estaban bien adiestradas para saber cómo comportarse en una situación así.
—Esta morenita me encanta, ven aquí preciosa, a ver que tetitas tienes….. ¡Mmmm!, qué maravilla, están para comérselas —decía uno de ellos, con sus ojos inflamados de deseo.
Los otros se iban repartiendo a las crías empezando a manosearlas, pasándolas el dedo por la rajita, entre ellas a la hija de mi amiga, que estaba un poco asustada viendo todo eso, y aunque al principio trató de resistirse a los toqueteos que le hacían, acabó por dejarse hacer llevada por la curiosidad y por no quedar mal con las otras amigas a las que se veía contentas en esa situación.
Su sorpresa aumentó, cuando vio como ellas se ponían a chupar los penes de los señores, algo que ella lógicamente no estaba acostumbrada a ver, por lo que hizo un comentario que llamó la atención de uno de los amigos del Sr. Augusto, que dijo:
—¡Ay, Augusto! Hoy me has conseguido a la virgencita. Ya la voy a estrenar.
—Pero disfrútala primero un poco, hombre, que está la nena asustada. Métela el vicio antes para que esté más deseosa.
—Sí, ya se ve que no tiene experiencia, ni siquiera sabe tenerla en la boca, pero de aquí va a salir tan putita como sus amigas.
—Como ésta, que tiene menos edad y fíjate como le entra toda la polla.
—Se ve que a esa llevan tiempo metiéndosela.
—No me extraña, porque está muy rica la cría. Y como se mueve la condenada, me va a hacer correr enseguida.
Los otros invitados del Sr. Augusto, quizás más acostumbrados a estas situaciones por haber participado en más ocasiones en este tipo de fiestas, no mostraban más ansiedad ni impaciencia que la necesaria producida por la excitación del momento, y se dedicaban a acariciar cada centímetro de piel de las nenas más pequeñas que les ofrecían, a saborear sus bocas y abrirles las piernas para deleitarse con esas tiernas vaginas que sus lenguas irían abriendo poco a poco sacando todo el néctar de su interior.
Los que no podían aguantarse más, no tardaron mucho tampoco en echarles sus primeras corridas en la boca o en el coño, pero estaban dispuestos a continuar, para aprovechar al máximo la ocasión que se les presentaba, pasándose las crías unos a otros para disfrutarlas a todas, aunque el que estaba con la hija de Zoraida, se centraba totalmente en ella, lamiéndole el chochito y preparándola para que su primera penetración fuera lo más placentera posible, mientras le decían los demás:
—Mira como gime y abre las piernas la zorrita, y eso que no quería. Cuando acabes con ella me la pasas a mí.
—Es normal porque es virgen todavía y no ha probado la verga. En cuanto se la metas, será como las demás.
—Creo que ya la tienes a punto, está toda empapada y con el coño bien abierto. Qué delicia, es de las mejores que han traído hoy.
El pene fue entrando poco a poco en la vagina de la hija de Zoraida, cuyo cuerpo se contraía según iba entrando más profundamente hasta romper su himen, momento en el cual, el placer empezó a vencer al dolor que había sentido hasta ese momento, demostrándolo con sus gemidos acompasados a las entradas y salidas del pene en su interior, sorprendiendo a todos sus palabras:
—¡Ay, que rico! ¡Ay, qué rico!
El amigo del Sr. Augusto disfrutaba de ser el primero en entrar en ese coño caliente y estrecho y esas sensaciones acabaron por hacerle eyacular en su interior, mientras la nena disfrutaba de ese primer orgasmo que la hacía mujer y a partir del cual, nada volvería a ser igual para ella.
Mientras tanto a la Jueza ya la habían traído dos chavales, uno mayor que otro y se entretenía con ellos chupándoles la polla alternativamente haciéndoles correrse, disfrutando perversamente de su dominio sobre ellos, pero aunque finalmente ella dejó que los chicos se tumbaran sobre ella para follarla, pronto recuperó el control, poniéndose ella encima marcando el ritmo de la follada, ofreciendo una imagen de lo más morboso a los asistentes que veían a una mujer madura, con sus grandes tetas balanceándose, encima de un chaval convertido en un juguete para ella.
Si el Sr. Augusto y sus amigos habían permitido que esta mujer participara de sus fiestas, aparte de por el interés que tenían en halagarla, era porque era una auténtica viciosa y morbosa que disfrutaba de los dos sexos y no le hacía ascos a tener alguna nena a su lado, divirtiéndose como les provocaba orgasmos con sus expertos dedos y lengua, indicando luego a unos de los chicos que se pusiera encima de una de las crías para follarla, que era algo que la excitaba especialmente, al igual que a los demás invitados a la fiesta.
En todo ese tiempo, un empleado del Sr. Augusto, no había parado de hacer fotos y vídeos de una forma discreta, primero de las niñas con las ropas que se pusieron y luego de sus encuentros sexuales con los invitados a la fiesta, con todo lujo de detalles de sus zonas más íntimas, quizás como garantía del anfitrión de obtener esos “favores”, por un lado y luego para aprovechar el negocio de hacer llegar ese material a quien sabría pagarlo muy bien, aunque se suponen que manteniendo el anonimato de sus participantes para que nadie saliera perjudicado, ya que el propio Sr. Augusto era un participante más de esas orgías..
Mi amiga Zoraida estaba preocupada por la tardanza de su hija en llegar a casa y fue hasta la casa de la madre de su amiga, para ver si estaba allí, que al verla tan nerviosa intentó tranquilizarla:
—Se la llevaron con mi hija a esa fiesta, pero no te preocupes, que estará bien y las traerán ahora en la noche.
—¿Pero cómo no me voy a preocupar? Si ahora mismo se la estarán follando todos esos desalmados. ¿Cómo permitiste que se la llevaran? Tengo que llamar a la Policía.
—No la llames porque no te van a hacer caso.
—¿Cómo qué no?
—La Policía está pagada por ellos. No van a hacer nada contra su amo.
—No me lo puedo creer, cómo os tomáis todo esto con tanta normalidad. Mi hija no sabe nada de sexo.
—¿Es que tú marido no la ha iniciado?
—¿Qué cosas dices? ¿Cómo la va a iniciar?
—Bueno, es que aquí es una tradición eso. A mí me pasó también y creo que se hace desde siempre en muchas familias. Me parece que hay muchas cosas que no sabes. Mira, aquí muchos papás empiezan a tocar a sus hijas desde pequeñas, haciéndoles esos “toques prohibidos” de los que habrás oído hablar.
—Sí, como los que las hacen en la escuela los maestros.
—Pues en las casas también pasa, amiga. En realidad pasa primero en casa y luego, siguen en la escuela. Así las niñas aprenden a tener orgasmos, están más relajadas y duermen mucho mejor, siendo más felices y disfrutando mucho más, luego con sus parejas.
—Curiosa educación la que les dais aquí, aunque tal como lo cuentas, parece que todo es maravilloso, pero no acabo de entender cómo dejáis que unos viejos pervertidos hagan todo lo que quieran con ellas.
—Ya te dije que cada uno tenemos nuestro lugar. Nosotros somos familias humildes, que tenemos que sacar el dinero de donde sea para vivir mejor. Nuestras hijas son nuestro mayor tesoro y los hombres mayores siempre las van a estar buscando, así que mejor que estén en un lugar como el que han ido, donde las van a tratar muy bien y encima se van a ganar un buen dinerito. Mira, ahí llegan ya.
La hija de la amiga de Zoraida llegaba sonriente y contenta, mientras su hija, al verla, se puso muy seria pensando que le iba a echar la bronca y a castigar por haber ido a esa fiesta, pero al verla sana y salva, la abrazó aliviada y supongo que a causa de los nervios, le pregunto:
—¿Te lo has pasado bien? —Recapacitando al instante…..— ¿Pero que estoy diciendo? ¿Qué te han hecho? ¿Estás bien?
Contestandole su hija, un poco desconcertada:
—Sí, estoy bien, me gustó mucho.
Lo que provocó las risas de la otra madre:
— Jajaja, ves lo que te decía antes…….
—Esto es una locura, ya no sé ni qué pensar. ¿Qué le voy a decir a tu padre? Está preocupado también.
Al llegar a casa, las esperaba su marido y tuvo que decirle que a su hija se la habían llevado a una de las fiestas del barrio alto y entonces él comprendió lo que había pasado, preguntándole si estaba bien y que se fuera a descansar.
Zoraida miró extrañada a su marido preguntándose cómo se había tomado eso de forma tan tranquila, por lo que quiso que le explicara:
—Mira, el otro día, unos hombres del Sr. Augusto vinieron a la consulta para invitarme a una de esas fiestas.
—¿Y por qué te invitaron a ti? ¿Fuiste?
—Porque sabían que yo estaba tratando a muchas niñas de las que llevaban a esas fiestas y en pago a mi discreción por no denunciar lo que estaba pasando, me querían recompensar.
—¿Y fuiste allí? No me lo puedo creer. Así que te dejaste comprar para poder follarte a crías de la edad de tu hija.
—Sí, lo siento mucho. Pero pude comprobar como tratan a las niñas allí y por eso sé que nuestra hija se lo pasó bien.
—Claro, como tú, que te lo pasarías genial follándote a las compañeras del cole de tu hija. Debieron dejarte bien seco, porque a mí últimamente me tienes abandonada y me dices que es por el exceso de trabajo, jaja. No me esperaba esto de ti. A mí no me vuelves a tocar, así que ya te puedes ir a dormir al cuarto de tu hija, ya que tanto te gustan las de su edad.
—Pero Zoraida, no te pongas así. Tienes que entenderlo. Aquí, o entras en su juego o estás muerto —le dijo compungido su marido.
—Claro que lo entiendo, pero yo también quiero entrar en ese juego, así que a ver cuándo me traes a algún chavalín para follármelo también.
—Bueno, mujer. Ya tendrás oportunidad, no me voy a oponer. Tenemos que adaptarnos a la forma de vida que tienen aquí. Al final hasta te va a gustar a ti también.
Zoraida estaba muy enfadada y esa noche no dejó a su marido dormir con ella, por lo que tuvo que irse al cuarto de su hija, así que ya podéis suponer como pasaron la noche. Los dos estaban bastante encendidos y esa fue la primera vez que folló con ella, algo impensable hasta hace poco para él.
Aunque la niña todavía estaba dilatada de la sesión de sexo que había tenido esa tarde, no supuso un problema para su padre que pudo meterle la polla sin muchos miramientos, disfrutando los dos de algo que ni se imaginaban que pudiera pasar tan solo unos días antes.
Superada por las circunstancias del momento, Zoraida acababa de entregar a su hija a su padre, incapaz de comprender lo que significa para un padre tener a su hija abierta de piernas dispuesta a hacerle disfrutar de algo que pocos llegan a alcanzar y lo que significa para una hija tener el pene de su padre dentro de ella y consumar esa unión de cuerpos que la naturaleza dejó sin completar.
Al día siguiente Zoraida y su familia se dieron cuenta de que todo había cambiado en esa casa y nada volvería a ser igual. Al final habían sido corrompidos como los demás, contagiados por el entorno.
Los siguientes días, Zoraida estaba como ausente, como resignada a una situación para la que no estaba preparada. Las demás madres trataban de reanimarla, de que asumiera esa realidad que a ella le parecía tan surrealista, cuando le preguntaban:
—¿Tú marido le ha metido ya la polla a tu hija?
—Como no se la va a meter si ahora duermen juntos. —Contestaba como si ella misma no acabara de creerse lo que estaba diciendo.
—Bueno, tú misma le dijiste al padre que fuera a dormir con la niña.
—Es verdad, ni lo pensé en ese momento de lo enfadada que estaba con él.
Pese a todo, ella se iba integrando en las conversaciones de las demás madres, a veces consolándose entre ellas y otras, justificándose por la actitud que tenían ante las circunstancias que vivían, como cuando una de ellas, le comentó a las demás:
—En mi caso, venía el hermano de mi marido a casa y empezó a tocar a la cría. Yo ni me daba cuenta, pero él poco a poco le estaba metiendo el vicio y se dejaba hacer de todo. Un día me pidió permiso para llevársela a dar un paseo a no sé dónde, pero acabó llevándosela a un lugar para que unos hombres disfrutaran de ella, a cambio de dinero, claro, de lo que me acabé enterando porque me lo contó la cría. Mi cuñado no apareció más por casa, porque si lo agarro lo mato.
—Seguro que el Maestro se dio cuenta de eso y acabó seleccionándola para putear en las fiestas.
—Sí, claro, a ver quién la iba a parar ahora, después de probar eso. Así que ahora estoy más tranquila sabiendo que está bien cuidada.
—Puede que tengáis razón, pero me cuesta aceptarlo —les decía mi amiga.
—Mira, Zoraida, ya que te estás integrando en nuestro grupo. ¿A ti no te gustaría darte el capricho de disfrutar de unos chavalitos?
—Claro, ahora que mi marido no me hace caso, ya tengo su permiso.
—Qué bueno, porque nosotras sabemos de una casa donde atienden a mujeres.
—¿Qué tipo de lugar es ese?
—Pues como los que van los hombres, pero para mujeres, con chicos a su disposición.
—No sabía que existiera eso.
—Todo existe, amiga. Cuando hay una necesidad, siempre hay una forma de satisfacerla, pero ahí solo van señoras ricas que pueden pagarlo y que necesitan discreción, así que nosotras tenemos que arreglarnos de otras maneras.
—¿Qué maneras?
—Las que tenemos hijos ya lo puedes suponer, también les hacemos esos “toques prohibidos” de los que has oído hablar. Si nos apetece, se la ponemos durita y nadie nos quita de darles alguna chupadita y ya si te calientas mucho, les dejas que te monten. Y ellos cuanto más les permitas, más encantados están ellos.
—Eso ya me lo había imaginado, he conocido casos en todos los lados, pero las que no los tenemos…….
—Siempre se tienen sobrinos o vecinas con chicos varones con los que te puedes dar el gusto y las que no, con el de alguna amiga generosa. Cada una lo hace como puede.
—A mí nunca se me pasó por la cabeza liarme con un chavalito, pero con lo que me está pasando aquí y lo que me contáis, ya me entra la curiosidad y las ganas.
—Claro, amiga, entre nosotras tenemos que ayudarnos, ya que los hombres van a la suya. Cuando nos pasamos un tiempo de casadas, se cansan de nosotras y nos tienen abandonadas, como te pasará a ti ahora. Por eso, a veces nos reunimos en algún lugar con nuestros hijos y nos damos nuestra fiesta particular, aparte de que otras lo hagan por su cuenta, que es lo más normal, porque tenemos que ser más discretas que los hombres, al ser nuestros vicios menos aceptados que los de ellos.
—Bueno, pues si me invitáis, iré encantada.
Pocos días después, avisaron a Zoraida con la excusa de que iban a celebrar el cumpleaños de uno de los niños. Su mamá lo celebraba en su casa, habiendo invitado a tres amigos de él, todos ellos en esas edades adolescentes o incluso sin haber llegado a ella, como el hermano pequeño de uno de ellos que también les acompañaba, juntándose allí todas las madres con mi amiga, a la que explicaron que en ese barrio eran todos muy solidarios entre ellos y que aceptaban a toda la gente venida de fuera que se quisiera integrar en su forma de vida.
Zoraida lo comprendió como un buen gesto de generosidad el haberla invitado, sin que ella tuviera hijos que la acompañaran, sobre todo sabiendo cómo se iba a desarrollar esa fiesta.
Al principio, los niños lo celebraban entre ellos, con los dulces que les habían preparado, mientras las mamás charlaban entre ellas de sus cosas, bebiendo unos licores, hasta que empezaron lo que podríamos decir los juegos de picardía entre todos, que se acabaron convirtiendo en el mejor regalo de cumpleaños.
Una de las madres tuvo que enseñar las tetas a petición de uno de los niños y todos miraban expectantes como se las descubría, dejando que sus manos las sobaran un rato.
Otra de ellas, se bajó las bragas y sentada en el sofá flexionó sus piernas dejando a la vista su coño en todo su esplendor, abriéndoselo con los dedos haciendo las delicias de los chavales, que se relamían esperando poner la boca entre sus piernas para saborear esos labios que se abrían mojados, a la que siguieron las demás y así fueron acabando todas prácticamente por desnudarse, incluida Zoraida, que dejándose llevar por el morbo de la situación, acabó totalmente entregada a los manoseos de los chavales, ya que mientras unos hacía lo que querían con su coño, los otros se entretenían en sus tetas, tocándolas, besándolas y mordiendo sus pezones, llevando a la locura a mi amiga.
Otras de las madres, les habían bajado el pantalón a los chicos, dejando al descubierto el pene totalmente erecto, entreteniéndose en masturbarlos, mientras una de ellas se lo enseñaba a Zoraida, descubriéndole el glande y diciéndole:
—Fíjate que caramelito, no me digas que no estarías una hora con él en la boca, sacándole toda la lechita.
A Zoraida debió de parecerle irresistible ese ofrecimiento, porque inmediatamente se lo metió en la boca, saboreándolo sin descanso hasta que efectivamente, el chico no tardó en correrse, lo que pareció volver más loca todavía a mi amiga, que sin tregua, quería chuparse todas las pollas que tuviera a su alcance, pero uno de los chicos ya estaba entre sus piernas dispuesto a metérsela y cuando ella la sintió dentro, ya se entregó a la follada que estaba disfrutando arrancándole un orgasmo tras otro.
Cuando los chicos fueron dejando todo su semen dentro de Zoraida y ella pudo recuperarse un poco, vio como toda su piel estaba llena de las corridas de los chicos y como a su alrededor se entremezclaban los cuerpos de mujeres maduras con los de los chicos en una orgía que mi amiga nunca se imaginó que pudiera presenciar alguna vez y menos, intervenir en ella.
De pronto, un poco confundida todavía por lo que había vivido, se dio cuenta como el más pequeño la miraba sonriente y ella le preguntó:
—¿Tú también me has echado la corrida?
A lo que contestó su madre:
—No, pobre, todavía no le sale nada, pero es la primera vez que le dejamos participar en algo así, y está feliz porque tú le has gustado especialmente.
—Vaya, jaja,. ¿Y eso por qué?
—Por los pechos tan grande que tienes, que se lo pasó en grande con ellos.
—Qué ricura, me lo llevaría a casa.
—Por mí puedes llevártelo algún día, no me importa y él estaría encantado.
—Jaja, muchas gracias. No me puedo creer todo esto que me está pasando.
Zoraida se llevó algún día al chaval a su casa, disfrutando de ese momento del cambio que se iba produciendo en él por el crecimiento, lo que hizo que naciera entre ellos un cariño especial, que dura todavía hoy, aunque también siguió participando en otros encuentros de este tipo que se organizaron entre las madres, a los que siempre estaba invitada, acabando por integrarse completamente en las costumbres del lugar a pesar de sus reticencias iniciales.
En su casa, al igual que en otras muchas de ese barrio, se daba esa situación atípica de que por las noches, era su marido el que compartía cama con su hija, mientras ella tenía en la suya al hijo de su amiga o algún otro con el que le apetecía estar, uniéndose a esa solidaridad comunal tan típica de ese lugar.
Como siempre tus relatos son excelentes mi incestuosa amiga. Un gran abrazo y por favor, no te demores en publicar uno nuevo.
Mucha felicidades.
Otro relato soberbio.
excelente, muy bien narrado, me hubiera dado mas morbo que contarás las edades, pero está genial, espero mas relatos tuyos
Me encantan tus relatos eres la reina del incesto