Los viajes de mi marido
Cuando se viaja, a veces se descubren lugares inimaginables, que parecen más bien, haber salido de un sueño o de épocas pasadas con otras mentalidades y culturas……
Esto es algo que le pasó a mi marido hace años, antes de casarse conmigo, cuando tenía un trabajo en el que viajaba mucho y tenía que ir por los pueblos, hospedándose en pensiones y hostales baratos, porque solían ser lugares apartados de las grandes ciudades, pero con mucho paso de viajantes y camioneros, por lo que habían adaptado sus negocios a esas necesidades, como que en aquellos parajes hubiera algún que otro Club de carretera en los que tener un rato de diversión durante esos largos viajes de otras épocas.
Mi marido había ido en alguna ocasión a esos clubs, porque era joven y aprovechaba para desahogarse con alguna que le gustara, aunque no le atraía excesivamente ese ambiente de prostitución degradada.
En uno de esos viajes a una zona remota, tuvo ocasión de hospedaste en un Hostal que le recomendaron. Lo atendía una señora viuda con sus tres hijas de 16, 13 y 11 años, que a pesar de su edad, también ayudaban a su madre en esas labores, para hacer las camas y limpiar las habitaciones.
Normalmente era la mayor la que entraba en su habitación para arreglársela cada mañana, mostrándose muy simpática con mi marido, que me decía que siempre se le insinuaba, haciéndole caer que si por la noche tenía frío o se sentía solito, avisara a su mamá para que la mandara con él, por un suplemento diario. Tanto insistía la niña, y también su madre, que una vez le pidió que se la enviara porque era una chica guapa y con buen cuerpo, y mi marido nunca había estado con una chica tan joven, por lo que le ganó el morbo de la situación y cayó en esa tentación.
Al llegar la noche, la chica apareció en su habitación con un camisón casi transparente, que realzaba su cuerpo moreno de preciosos pechos y largas piernas torneadas, que ante la mirada asombrada de mi marido, sin decir nada, se metió en su cama, pegando su cuerpo al de él, dejando que las manos de mi marido palparan sus juveniles carnes.
La chica empezó a dar muestras de su excitación y no tuvo ningún remilgo en ponerse a hacerle un oral exquisito a mi sorprendido marido, por la experiencia y habilidad de aquella chiquilla manejando su lengua con maestría, aunque no la dejó que continuara porque acabaría corriéndose antes de lo deseado.
Pero ella seguía parecer querer llevar la iniciativa, moviéndose en la cama para ponerse en la posición que más podía provocarle para ser follada como a él más le gustara, ofreciéndose primero en cuatro patas para ser penetrada, tanto vaginalmente como analmente, a lo que tampoco puso pegas, por lo que mi marido repartió sus corridas entre su coño y culo.
Luego continuaron con otras posturas para culminar con una larga sesión de sexo con la chiquilla, en la que le dejó exhausto. Ella se quedó a dormir con él, pero se levantó temprano, antes de que mi marido se despertara, recordando esa noche como muy especial y con una dulce compañía.
Al día siguiente, la dueña del Hostal le preguntó:
—¿Que tal ha pasado la noche?
—Genial, muy bien. Le agradezco la sugerencia que me hizo.
—Me alegro. Le pasaré el suplemento de la noche junto con la factura —con una mirada cómplice.
Otro día apareció para arreglar la habitación, la hija de 13 y después de lo que había pasado con su hermana mayor, mi marido le preguntó:
—¿Tú también atiendes a los clientes como tu hermana?
—Si le complace mi cuerpo y mi mamá me envía con usted, yo también puedo quedarme a dormir o lo que quiera, pero casi todos prefieren a mi mamá o a mi hermana mayor, porque todavía estoy chica, me dicen.
Y mi marido le dijo:
—Tú también eres muy guapa y no creo que seas tan pequeña para complacer a un hombre. A ver, déjame verte desnuda para ver como estás.
La niña se quitó la ropa sin oposición, permitiendo que mi marido se recreara con su cuerpo desnudo, al que no pudo evitar la tentación de acariciar con sus manos, hasta que le dijo:
—¡Mmmm!, pero si estás muy rica…. ¿Sabes….? Los que no te eligen a ti, ellos se lo pierden. Le voy a preguntar a tu mamá si puedes venir esta noche conmigo.
—Gracias señor. Yo también sé hacer muchas cosas y me la dejo meter por el culo también.
A mi marido le hizo gracia la inocencia y desenvoltura a la vez, que tenía esa niña, y le preguntó:
—¿Has estado con muchos clientes ya?
—No, con un señor del pueblo, amigo de mi mamá, y con otro que vino un día, pero como mi hermana estaba ocupada, me pidió a mí.
—¡Ah!, genial, ¿y te lo pasaste bien?
—Sí, muy bien, me encanta el sexo.
—Está bien, cariño, te espero esta noche.
Después de pedirle el permiso a su madre, la niña apareció puntualmente en su habitación después de la cena, donde mi marido la esperaba ya ansioso por disfrutar todo lo que le ofrecía ese lugar.
La cría tenía esa belleza cautivadora, con rasgos más finos que su hermana mayor, por ser más jovencita también. Tenía el pelo castaño ondulado, de ojos más claros que su hermana y piel más blanca, aunque con pechos generosos para su edad y un pubis cubierto por unos finos vellos que habían empezado a salirle.
Efectivamente, parecía tener menos experiencia que su hermana mayor, aunque le confesó a mi marido que ella le había enseñado algunas cosas para chuparla mejor, lo que aprendió pronto porque decía que era más caliente que ella, arrancando nuevamente la sonrisa de mi marido.
A mi marido le gustó mucho esa inocencia e ingenuidad que mostraba y como le permitía disfrutar de su cuerpo de una forma lenta y pausada, dejándose hacer durante las caricias que le dedicaba, llegando incluso a gemir levemente, lo que encendió más a mi marido, al darse cuenta, de que efectivamente, esa niña era tan caliente como decía.
Eso hizo que pudiera disfrutarla especialmente, porque aunque recordaba de joven haber tenido sexo con alguna chica de 16 años, nunca había estado con una de menor edad, así que dejó que ella le chupara la polla de una forma deliciosa, aunque a veces le hiciera sentir sus dientes, por lo que ella se disculpaba, pero mi marido quiso continuar incapaz de sacársela de esa boca hasta correrse en ella, sin que a la cría pareciera desagradarle tener todo ese semen en su boca, que incluso se llegó a tragar lo que pudo.
Después de eso, mi marido quiso deleitarse lamiendo esa vagina tan dulce hasta que se decidió a penetrarla, lo que le hizo sentir en el paraíso al notar como se deslizaba su pene en el interior de su caliente coño, haciendo que ella gimiera cada vez más fuerte, hasta el punto en el que él no pudiera retener más la corrida a pesar de sus esfuerzos porque durara el mayor tiempo posible esa sensación tan placentera.
La cría también había conseguido correrse y deseosa de complacer a mi marido de una forma total, le ofreció su culo para que la follara:
—¿No quieres metérmela por el culo?
La naturalidad con la que hablaba desarmaba a mi marido, que también deseaba complacerla en todo lo posible, porque más que ser una especie de prostituta haciendo su trabajo, su actitud se parecía más al de una hija deseosa de satisfacer a su papá, y le dijo:
—Claro que me gustaría, cariño, déjame recuperarme un poco y que se me ponga dura otra vez.
—Yo te la pongo enseguida —le dijo ella, tan resulta como siempre—. Te la chupo y se te pone dura enseguida.
—Jaja… Tú sabes mucho ya, me parece a mí —le dijo mi marido, riéndose.
A niña se lanzó a por la polla de mi marido y efectivamente, en un momento estuvo lista de nuevo para follar el tierno ano de esa cría que le prometía intensos placeres como nunca había tenido hasta ese momento.
Después de estar lubricándolo convenientemente, empezó a meter su polla en él, con una pequeña resistencia al principio, que hizo que ella se quejara, pero a la vez, le animó a continuar con la penetración.
Agarrando fuerte sus caderas, una vez dentro de su culo, mi marido empezó a follarla rítmicamente hasta echar dentro de ella una cantidad de semen que creía que ya no tenía y que sobresalía al exterior al sacar su polla.
Después de quedar satisfechos los dos, la niña también se quedó dormida en su cama, pasando la noche abrazada a él, hasta que él se despertó y vio que ya no estaba, habiéndose marchado temprano, al igual que había hecho su hermana mayor.
Se levantó para darse una ducha y cuando salió se encontró a la más pequeña en la habitación, que le dijo que sus hermanas estaban ocupadas y que la habían mandado a ella para arreglar la habitación. Como mi marido estaba desnudo, ella se le quedó mirando y del puro morbo de que ella lo viera, tuvo una erección, y al ver la cara de la niña, le preguntó:
—¿Has visto más como esta?
Ella contestó con rubor:
—Tan grandes no.
—¿Quieres tocarla?
—Bueno…, ¡uuufff! Está dura —dijo mientras movía su mano sobre la polla de mi marido, que le preguntó.
—¿Te gusta?
—Sí, mis hermanas me dicen que están muy ricas.
—Jaja, sí, ciertamente a tus hermanas les gustan mucho…. ¿A ti no te dejan todavía estar con los señores?
—No, mi mamá no me deja.
—Vaya, que pena. A mí me gustaría —le dijo mi marido.
La más pequeña era diferente sus hermanas, porque aunque tenía la piel tan blanca como ellas, incluso sonrosada, sus rasgos eran diferentes y su cuerpo más gordito, haciendo sospechar a mi marido que podría ser de un padre distinto al de sus hermanas, debido a la promiscuidad de su madre, pero él quiso disfrutarla igualmente y mientras ella se entretenía con su polla, él se puso a acariciar esa piel tan suave, el culo y entre las piernas que ella abría para dejarle pasar el dedo por la rajita que cada vez estaba más húmeda, y que se deshacía como mantequilla entre sus dedos.
Cuando la tumbó en la cama, a él le pareció que esa cría no parecía asustarse ni sorprenderse mucho de lo que estaban haciendo, pero en ese momento no estaba para adivinanzas y abriéndole las piernas se puso a chuparle la vagina como si fuera el mejor manjar, embriagándose con esa mezcla de sensaciones que enturbiaban su mente provocadas por el morbo de estar lamiendo ese coñito sin un solo pelo, provocando las contracciones y gemidos de la niña que le pusieron más cachondo todavía, hasta que finalmente le puso la verga en la entrada de la vagina, aunque sin atreverse a apretar mucho, por lo que ella le dijo:
—Empuje señor, que ya me la han metido por ahí…. ¡Así!, ya me entra, ¡aaayyy!, que rico me lo hace…… —decía entusiasmada, cuando mi marido empezó a follarla.
La calentura de la niña hizo que ella confesara que no era virgen ya, y que obviamente había estado con más hombres, aunque en un principio, lo negara, suponiendo mi marido que por indicación de su madre.
No obstante, a mi marido no le importó y esas palabras hicieron que él se excitara aún más y que apretara con fuerza hasta metérsela toda, mientras ella se movía buscándose el gusto, a la vez que continuaba hablándole:
—Me gusta mucho, ¡ay! —decía, entre gemidos de placer.
(—Menuda puta está hecha esta cría ya —pensó mi marido, sin creerse todavía la picardía que tenían las tres hermanas, a pesar de sus apariencias).
Todo eso excitó sobremanera a mi marido, que no pudo resistirse a correrse dentro de esa pequeña vagina, aunque al parecer ya usada por otros, quizás por ese amigo de su madre, que las había estrenado a todas.
Cuando se la sacó, se quedó tumbado en la cama, agotado, casi sin poder moverse, mientras la niña se lavaba con prisa, se vistió y salió de la habitación corriendo.
Al poco rato llamaron a la puerta de su habitación y vio que era la dueña del Hostal, que le dijo:
—Ya me he enterado que ha estado con la más pequeña sin mi permiso, así que tendrá que pagar más dinero porque ella era todavía virgen y la tenía reservada para un señor que venía el mes que viene
Mi marido se dio cuenta del chantaje que querían hacerle y por no discutir y no meterse en líos, aceptó pagar lo que le pidió, pero con la condición de que se la dejara la noche entera, ya que esa era su última noche allí.
Después de estar negociando con ella, al final la señora aceptó, reconociendo su engaño, por lo que pudo tenerla durante dos horas, con tiempo suficiente para disfrutar totalmente de ella, dándose cuenta de lo especial que era estar con una cría de esa edad, con unos pechitos apenas en punta y su cuerpo delgadito, pero con la capacidad de poder meterse una buena polla entre sus piernas y gozarla como cualquier mujer.
Él sabía que debía de tratarla con más delicadeza que a sus hermanas, pero era difícil contenerse ante la predisposición de la niña a ser gozada de una manera total, incluso por su culo, del que tampoco era virgen, y después de correrse varias veces con ella, pudo hablar más tranquilamente con la cría de lo que había pasado.
—¿Así que esto ya se lo habéis hecho a más clientes, no?
—Sí, lo siento. Fue mi madre la que me envió a la habitación, porque vio que le gustaban las niñas, al haber estado antes con mis hermanas. Ella sabe que por mi pagan más dinero, porque piensan que todavía soy virgen y como soy tan estrechita, puedo pasar por ello.
—La verdad es que cuesta trabajo metértela y pensar que ya follas de esta manera. Además, tú sabes muy bien hacerte la inocente y engañas a cualquiera, pero se nota que ya has hecho esto muchas veces, porque otras se quedarían quietas esperando a que se lo hicieran todo.
—Es que usted me lo hace muy rico, es con el que más me ha gustado y yo cuando me case quiero que sea con alguien que me lo haga así.
Sacando una sonrisa a mi marido, le dijo:
—Eres muy jovencita todavía para que pienses en eso. Ya tendrás tiempo y experiencias con muchos hombres para que puedas elegir bien, antes de casarte.
Era el último día de estancia de mi marido en ese Hostal y le dio mucha pena tener que marcharse, pero antes de volver a casa, tenía que verse con un cliente con el que tenía una venta, que le preguntó:
—¿Estuviste durmiendo en el Hostal de Rosa, no?
—Sí, ¿por qué lo preguntas?
—Es famoso en la comarca, ya te habrás dado cuenta por qué.
—Si, jaja, ya sé por dónde vas, pero yo no sabía nada de eso cuando fui allí.
—No te preocupes hombre, que en este pueblo, todos nos pasamos alguna vez por allí sin que lo sepan nuestras mujeres.
—Ya entiendo. La verdad es que tiene unas hijas deliciosas, las tres son maravillosas.
—¿La pequeña también ha empezado? —le preguntó, interesado.
—Sí, y la madre anda vendiendo su virginidad a todos los que van por allí.
—Jajaja, que lista es Rosa, siempre supo hacer negocios, desde que ella misma empezó a sacar partido de su cuerpo, hace bastantes años.
—¿Empezó de jovencita también?
—Sí, su padre empezó a joderla bastante pronto y ella pensaría que podía sacarse dinero con ello si se la dejaba meter por otros hombres, así que empezó a trabajar en una barra americana que había en el pueblo, con 14 años. Eran otros tiempos, claro, y esas cosas no se miraban tanto, y más en estas comarcas tan alejadas de todo.
—Ya veo, supongo que no sería la única de esa edad que lo hacía.
—Que va, allí mismo podías follarte a otras niñas, que vendían sus padres o que eran huérfanas y nadie se hacía cargo de ellas, a las que muchos iban a montar sin ningún reparo, si no podían hacerlo en casa, jaja. Esas cosas se veían con normalidad en esos tiempos. Luego Rosa se lió con uno con dinero, que le puso ese Hostal y ella se dio cuenta del negocio que había, así que cuando se quedó embarazada y tuvo a las tres niñas, no le importó ponerlas a trabajar a ellas también.
—Pues vaya como trabajan las crías. Deben de haber salido a la madre, desde luego. Hasta la pequeña se desenvuelve con una soltura que no te puedes ni creer.
—¡Bufff!, que maravilla. Tendré que pasarme por allí, a ver qué tal la pequeña.
—Es tremenda, ya lo verás. Yo nunca creí que una criaja así pudiera darte tanto placer.
—¡Madre mía!, si hasta hace poco andaba jugando con mi hija en la calle y ahora ya está dejándosela meter. Que rico coño debe tener ya…..
—¿Tú tienes una hija también?
—Sí, ya te digo, de la edad de la pequeña de Rosa, y bueno, ya sé lo que estás pensando, pero no me la follo todavía, jaja.
—Yo no insinuaba nada, hombre. Solo me daba curiosidad que por lo que me contabas de las costumbres de aquí….
—Claro, hombre, tranquilo. De momento me caliento con ella, le meto el dedo, y hasta la he puesto a chupar…., pero nada más, ¡eh!, porque a su madre no le gusta que la emputezca.
—Así que su madre está al tanto de todo, también…
—Bueno, de algo, porque ya sabe como somos aquí. Si a ella misma le paso, ¿que va a decirme?
—O sea, que al final vas a acabar follándote a tu hija….
—¿Tú que crees?, jaja… En su debido momento…. La mayoría lo hacen, no te creas….
—Ya, entiendo. Curioso lugar éste, tendré que volver……
Mi marido, ya en el viaje de vuelta, no podía dejar de pensar en todo lo que había pasado y como estaba anocheciendo, le llamaron la atención las luces de un club de carretera, así que decidió pararse a descansar un rato.
Al entrar se dio cuenta de que el ambiente estaba muy animado con muchos clientes y un montón de chicas de todas clases, rubias morenas, negras, todas ellas espectaculares, que se exhibían entre los clientes. A él se le acercaron unas cuantas, para que las invitara a una copa o para pasar al reservado, pero como no acababa de decidirse por ninguna, el encargado se le acercó a preguntarle:
—¿No le gusta ninguna de las chicas?
—Si que me gustan, pero yo las prefiero más jovencitas.
—¡Aja! No hace falta que me diga más. Viene del Hostal de Rosa, ¿no? —repitiéndose la misma pregunta, para su sorpresa—. Venga conmigo al piso de abajo, que tenemos otros tipo de material más de su gusto.
—¡Ah! Estupendo. Este lugar está lleno de sorpresas….
Mi marido le siguió, bajando por unas escaleras a otra estancia, donde había unos pocos clientes con un grupo de chicas realmente más jóvenes que las que estaban arriba, más del estilo de las hijas de Rosa, y se fijó en una que bailaba en tanga alrededor de una barra de las que se usan para stripteases, quedándose mirando como hipnotizado por su belleza y la forma de moverse.
Por lo que le dijo el encargado:
—Me parece que estas sí que le gustan más, ¿no?
—Si, jajaja, son preciosas. ¿Y cómo es que las tienen aquí?
—Suelen traérmelas sus propias familias. Son de la zona de la montaña. Tienen muchos hijos y como necesitan dinero, las traen aquí a trabajar, después de que en su casa a la mayoría ya se las hayan follado todos, ya me entiende, allí no tienen otra diversión….. Muchas de ellas son tan expertas como las que están arriba, pero las tenemos aquí para no tener problemas con las autoridades, sólo para clientes que saben apreciarlas.
—Ya entiendo. Seguro que vienen muchos para estar con ellas.
—Sí, muchos vienen de lejos, porque les llega la fama de la zona y de las costumbres de aquí, y casi todos repiten.
—No me extraña, es que viéndolas le dan a uno ganas de comérselas a todas.
—Pues nada, ya sabe. Aquí puede estar con una o elegir varias para estar con ellas en el reservado.
—Qué bueno. Será una experiencia nueva para mí. Me iré con la del tanga rojo, con esa que tiene esas tetas tan tremendas ya y con aquella otra, que me encanta su culito.
—Perfecto, Vaya a ese reservado de la derecha.
Entró con las tres al reservado, y ya dentro, ellas se mostraron divertidas y relajadas, y aparentando una experiencia impropia de su edad, le dijeron:
—Desnúdate, que te vamos a comer la polla entre las tres.
Luego de estar alternándose las tres niñas en la mamada de su polla, una de ellas se dedicó a darle besos en la boca, ofreciéndole su tierna lengua, mientras él tocaba sus coñitos con los dedos, introduciéndoselos ligeramente masturbándolas, lo que hizo que se humedecieran rápidamente.
Cuando llegó el momento de follarlas,, las tres se tumbaron en la cama con las piernas abiertas para que fuera penetrándolas una tras otra, lo que hizo hasta que acabó corriéndose en una de ellas sin poder aguantar más, pero estaba tan excitado que pudo repetir con cada una de las tres.
Mi marido me contó que ese fue el momento más increíble de su vida, con las tres crías dándole placer y su corazón latiendo desbocado, así que cuando tuvo que pagar la cuenta, la pagó encantado, aunque le pareciera un poco alta, comparándolo con lo que había pagado en el Hostal de Rosa, por lo que el Encargado le dijo:
—Este servicio no lo va a encontrar en ningún otro lugar y creo que hasta ya está pensando en volver en cuanto pueda.
—Sí, desde luego, como lo sabe…. Mi estancia en esta comarca ha sido como si hubiera estado en otro mundo, se me ha pasado el tiempo rapidísimo y me voy con la sensación de haber estado viviendo un sueño.
Por suerte, las obligaciones laborales de mi marido, le hicieron volver a ese lugar, volviendo a hospedarse en el Hostal de Rosa, con la oportunidad de volver a revivir su primera estancia y de experimentar nuevas aventuras que hicieron que durante un tiempo su mente se trastocara y solo pensara en volver a ese paraíso descubierto.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!