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Incestos en Familia, Orgias, Sexo con Madur@s

Madres con hijos

No solo los papás meten a sus hijas en la cama. Muchas madres hacen lo mismo con sus hijos sin que sea tan comentado o criticado, pero la vida se empeña en mostrarnos lo que es el sexo en toda su realidad, lo asumamos o no..

Hace unos días me ha pasado algo que no he podido evitar contároslo, a través de este relato.

Era un sábado por la mañana y tuve que bajar a la casa de una vecina para llevarle una carta que habían metido en mi buzón confundida. Ella tiene dos hijos, de 13 y 11 años y como no tenían colegio estaban con el pijama todavía, pero sólo con el pantalón puesto, según los ví al pasar a su casa. Estaban jugando a las peleas y en un momento determinado se tiraron uno al otro del pantalón del pijama hacia abajo, quedándose los dos con todo al aire, por lo que mi mirada se fijó en ellos y pude ver como los dos estaban bien empalmados, lo que me llamó la atención, pero supongo que estarían excitados por el roce de sus cuerpos durante la pelea.

Esa imagen fue perturbadora para mí, porque como el pequeño no tenía pelitos todavía, se le veía todo con claridad, como su pene subía y bajaba por el movimiento, lo mismo que le pasaba al mayor, pero la tenía más grande y ya con pelo alrededor, por lo que al parecer, a su hermano pequeño le hacía gracia y se burlaba de él, diciéndole:

—Jaja, cuantos pelos tienes……

El mayor, un poco avergonzado, se lanzó sobre él y puso su polla al lado de la de su hermano, y le dijo:

—La mía es más grande, jaja.

—Porque eres mayor —le contestaba su hermano, resignado.

Yo estaba como hipnotizada mirándoles desnudos con sus pollitas al aire, a la vez que empezaba a sentir una mayor humedad en mi vagina, por lo que su madre, al darse cuenta de mi turbación, les dijo:

—Venga niños, dejarlo ya y vestiros, que está la vecina delante.

Y luego, intentó justificarse conmigo.

—Ya los ves, todo el día así, con el pito tieso los dos.

—No te preocupes por mí, no pasa nada, son niños, a su edad será normal.

Pero sorprendida un poco con su comentario, le pregunté:

—¿Es que siempre están así?

—Sí, amiga, están en una edad muy tonta, con cualquier cosa ya se les levanta. Y en cuanto me ven a mi medio desnuda, ya se les pone dura al instante.

—Bueno, mujer, es normal, si te ven desnuda…..

—Ya chica, pero es que a veces se ponen a tocarme y todo.

—¿Y tú les dejas?

—A veces se ponen muy pesados, y tengo que dejarles tocarme el culo y las tetas, pero otras veces me piden que juegue con ellos a las peleas y ahí ya se aprovechan bien, agarrándome entre los dos y me quitan hasta las bragas.

—¡Ah!, ya entiendo, ¡madre mía!, pero es que tienes que darte cuenta de que ya no son tan niños. Van siendo mayores y se pondrán algo alterados con eso.

—Sí, y tanto, y ya van teniendo una buena herramienta, como has visto, jaja.

—Ya me he fijado, sobre todo el mayor, pero como yo solo tengo una niña en casa, no sabía lo que era tener chicos también, y ver como se hacen mayores.

—Pues ya ves, creciendo como todos, pero con eso delante todos los días apuntándome, jaja.

—¿Y a ellos no les importa que les veas así?

—No, si los llevo viendo así toda la vida, como les va a importar. Bueno, el mayor fue pasando por momentos de algo de vergüenza, cuando empezaron a salirle los pelitos.

—Sí, me imagino, pero es que además la tiene preciosa, la verdad que está muy rica, …… pero ¿qué estoy diciendo?, perdona, amiga, se me fue un poco la cabeza.

—Jaja, no te preocupes, si a mí me pasa lo mismo y soy su madre.

—Ya, es que no sé cómo te aguantas, teniéndolos ahí, tan cerca para echarles mano.

—No te creas, alguna vez no me aguanto y si que les he echado mano……

—¡Ah!, no me digas…. Bueno, no te preocupes por decírmelo, supongo que será normal. Verás, yo tengo más amigas que tienen hijos también y me cuentan los que les pasa con ellos, que es parecido a lo tuyo.

—Sí, yo también tengo y a veces hablamos de estas cosas entre nosotras.

—Claro, supongo. Yo no tengo hijos varones, pero con mi hija pasa igual con su padre.

—¡Ay, los papás!, se vuelven locos por las niñas, jaja. El mío siempre se está quejando de haber tenido dos niños. Echa mucho de menos no haber tenido una cría también. Los niños son más brutotes y menos cariñosos que las niñas, y el trato con ellos es diferente, pero las crías se ponen muy mimosas con los papás y les sacan lo que quieren…..

—Es que disfrutan mucho con ellas; además, las niñas son más pícaras y cariñosas y a ellos les tienen embobados. La mía hace lo que le da la gana con su padre.

—Supongo que la tendrá muy mimada y como ellas son muy listas, se dejan querer, ya me entiendes…. ¿no?

—Sí, creo que ya me imagino por donde vas, que se dejan acariciar y esas cosas, quieres decir…. ¿no?

—Claro, yo lo sé por mi sobrina también, que tiene a su padre igual, pero es que ella se deja sobar por todos los lados por él y no sé cómo mi cuñada lo consiente, porque yo a veces veo como tiene unos buenos calentones con la cría.

—¿Y qué va a hacer? Le pasará como a mí, supongo, que prefiero mirar para otro lado.

—Igual, claro. Como me hubiera pasado a mí si hubiera tenido una niña también. Me lo dice mi cuñada también.

—Pero tú tienes dos nenes y disfrutas de ellos, aunque no sé si tu marido estará enterado de los juegos que te traes con los críos.

—No, él trabaja mucho y siempre llega tarde a casa, así que yo soy la que estoy todo el día con ellos.

—Mejor así. Bueno, amiga, tengo que marcharme, ya seguiremos hablando de estas cosas, jaja.

—Sí, claro. Me parece que te has puesto un poco cachonda con todo esto, jaja.

Yo no le dije nada, un poco avergonzada, pero mi mirada y mi gesto cómplice lo decía todo.

Como a mí no se me quitaba de la cabeza la imagen de los hijos de mí vecina, jugando allí desnudos, dos días después con una disculpa tonta volví a ir a su casa a la hora de la cena y llegué justo cuando estaba acabando de bañar al pequeño:

—¡Hola!, pasa. Espera un momento que estoy con el crío en el baño, ya estoy acabando.

Cómo tardaba en salir, fui yo al baño y vi cómo le estaba secando con la toalla, pero el crío estaba otra vez empalmado y me quedé mirando, por lo que ella se dio cuenta y me dijo:

—Fíjate que hermosa la tiene, este va a ganar al mayor, jaja.

—Sí, ya lo veo. ¡Oye!, ¿tú les haces algo especial para que descapullen bien? Es que alguna amiga me lo dijo, que tenía que hacérselo a los suyos.

—Sí, claro, eso nos lo dice la pediatra. Cuando les bañamos hay que echarles la piel para atrás cuando la tienen durita para que se estire la piel. Así se acostumbran y les sale bien el glande sin que les moleste.

—Supongo que todas las mamás se lo harán, si tienen problema con eso.

Y mientras hablábamos de eso, empezó a hacérselo a su hijo delante de mí, lo que me sorprendió, porque estuvo un rato echándole la piel atrás y adelante, hasta que me dijo, como presumiendo de su hijo:

—Ves, así hay que hacerlo. Mira que grande se le pone, a éste se le baja toda la piel hacia atrás muy bien, mira qué maravilla…… Al mayor me costaba más que le bajara y tenía que echarle crema.

—Es casi como si le hicieras una paja, no me extraña que se le ponga así y que él esté encantado con eso.

—Claro, si hasta me lo pide el muy pillo, si me olvido de hacérselo.

La verdad es que se veía deliciosa, con ese tono rojizo y brillante contrastando con su piel blanca, y como no pude contenerme en mi entusiasmo y calentura al verle, le dije:

—¡Uuuufff!, madre mía, que cosa más rica. Yo no me aguantaría y me la metería toda en la boca. ¡Vaya!, perdona otra vez, es que viéndole así no sé ni lo que digo.

Mi vecina se quedó callada, pero al decir yo esto, el crío se quedó mirando a su madre con una sonrisa, como diciéndole —si eso es lo que me haces tú a mí—, y ella no tuvo más remedio que reconocerlo:

—No pasa nada. Te entiendo perfectamente. Aunque no lo dijeras, ya sé que lo estarías pensando, jaja. La verdad es que yo alguna vez si se lo he hecho, no sé qué pensarás de mí, pero tú lo has dicho, es que no te puedes aguantar las ganas que te dan al verlo.

—Claro, ¿Que voy a pensar, mujer?, a ver si te crees que eres la única. Yo si tuviera uno así en casa, sería la primera que se lo haría, aunque nos de vergüenza reconocerlo.

—Es que tú eres muy comprensiva y abierta y se nota que entiendes estas cosas.

—Mira, yo soy una madre, como las demás y sé lo que pasa en las casas con los niños.

—Gracias, amiga, por tu comprensión. Oye, si quieres te dejo que se la pruebes, seguro que tienes ganas.

—¡Uummmh!, pues sí. No me atrevía a pedírtelo, pero ya que me lo dices, no voy a despreciarlo, jaja.

Y mirando a su hijo, me acerqué a él para metérmela en la boca y chupar esa maravilla. En cuanto notó mi lengua lamiéndole, noté como se le aceleraba la respiración, se estremecía su cuerpo y palpitaba su pene en mi boca, mientras empezaba a notar el sabor del líquido que le iba saliendo, que yo saboreaba extasiada, hasta que el crío gimió muy fuerte y se quedo agarrado a mi cabeza para no caerse, porque había tenido un buen orgasmo, a pesar de no poder correrse como uno más adulto.

Al verlo, su madre me dijo:

—¡Guau! Le has dado un buen gustazo. Eres la primera que se lo hace aparte de mí y le ha excitado especialmente. Casi se me desmaya, el pobre.

Yo también me había excitado mucho chupándosela y me hubiera gustado seguir, pero teniendo en cuenta la edad del crío, y para no abusar demasiado de la generosidad de su madre, creí prudente dejarlo así y quizás en otra ocasión pudiera más.

Su madre, también un poco turbada por todo eso, me aclaró:

—A este todavía no le sale semen, pero al mayor sí.

—¡Que rico….! Todavía se lo harás al mayor, claro.

—Sí, empecé así también con él y ahora quiere que siga haciéndoselo.

—Claro, y él tan contento de que su madre le saque la leche.

—Es que es un vicio. A veces se ponen los dos a meterme la polla en la boca, y no veas como me pongo, cachonda perdida con ganas de ya sabes…….

—No me extraña, jaja. ¿Y como te arreglas sin tu marido en casa?

—Pues verás, te cuento……

Supongo que ella se vio en la necesidad de justificarse conmigo, por todo lo que me estaba contando que hacía con sus hijos y seguimos hablando del tema, algo que a mí me encantaba, porque se notaba que ella también lo disfrutaba y nos poníamos cachondas las dos como dos adolescentes:

—No sé por qué me dio por esto. Será porque mi marido nunca está en casa y le echo de menos. Casi siempre por la noche llega tardísimo y yo esperándole en la cama con una calentura que no me aguanto, por lo que me empiezan a pasar por la cabeza ideas raras y tengo la necesidad de desahogarme para poder dormirme.

—Es normal, a todas nos pasa, si no tenemos un hombre al lado, nos tenemos que meter cualquier cosa para calmarnos. Acuérdate de cuando éramos unas crías que no teníamos novio ni nada, que nos metíamos lo primero que encontrábamos.

—Sí, es verdad, pero llegar hasta dejar que te la meta tu propio hijo, es muy fuerte. Eso ya es mucho vicio, pero así es como me las arreglo.

—¡Ah!, vaya, así que estás metiendo al mayor en la cama hasta que llega tu marido.

—Sí, en realidad a los dos. Como dormía sola muchas noches, se acostumbraron a estar en la cama conmigo hasta que llegaba su padre.

—¡Ay, amiga!, me parece que tú te lo pasas genial sin tu marido, pero bueno, tampoco es tan extraño ¡eh!

—Eso de que no es extraño, no sé….. Estas cosas no sé si las harán muchas.

—¡Buff!, si tú supieras….., muchas más de las que piensas —le dije yo, convencida.

—¿Es que tus amigas también te han contado…..?

—Pues sí, alguna me lo confesó también, por eso te lo digo. Ellas me decían que era algo muy vicioso y morboso y que una vez que empiezas…..

—Tienen razón, me dejas más tranquila, pero a mí eso no me lo había contado ninguna.

Pero yo también tenía que contarle mis secretos…..:

—Yo también tengo que confesarte algo. Tú sabes que tengo un sobrino, que vino alguna vez a casa.

—¡Ah, sí!, un nene muy guapo, un poco mayor que los míos, ¿no?

—Sí, pues yo con él también tuve de todo; primero en su casa, porque con su madre ya lo hacía y me lo permitió a mí también. Y cuando venía aquí con nosotros, también aprovechábamos.

—Me dejas sorprendida, no sabía que hubiera tantas mujeres que se atrevieran a esto.

—Sí que hay, tanto como los hombres, lo que pasa es que se nos nota menos, somos más discretas y a nosotras se nos toleran más estas cosas.

—Sí, eso es verdad, en realidad somos igual o más calientes que los hombres, pero en ellos está peor visto esto el que se acuesten con las nenas.

—Mira, te voy a contar una cosa. Yo tengo un grupo de amigas que tienen hijos, y de vez en cuando se reúnen en un piso ellas solas con los nenes y ya puedes imaginarte lo que hay allí.

—¿Qué me dices….? Bueno, la verdad es que había oído algo por el barrio, pero no me lo creía mucho. Suponía que serían fantasías de las cotillas del parque, que siempre hablan de más.

—Sí, es cierto. A mí, aunque no tengo niños, me han invitado una vez y está genial, nunca había disfrutado tanto. Y si tú quieres, puedes ir también con los tuyos, a ellas les encantará.

—¡Uuufff!, no sé qué decirte, no sé si eso sería llegar demasiado lejos. Ya tengo mala conciencia sólo por lo que hago yo y si ahora encima voy a ese sitio, no sé qué va a pasar.

—No va a pasar nada. Mis amigas son muy discretas y sus hijos van encantados a esas reuniones. A los tuyos también les gustará, ya verás.

—Es que si son del barrio también; me conocerán y me muero de vergüenza si me ven allí.

—Sí, algunas llevan a sus hijos al mismo cole que los nuestros y os conoceréis, pero no te preocupes por eso, porque ellas estarán igual contigo y a ninguna le interesa dar que hablar.

—Bueno, me lo pensaré. Tendré que contárselo a los críos, a ver que dicen.

—Muy bien, amiga, ya me dirás y cuando haya otra reunión, os llevo allí.

Cuando volví a coincidir con la vecina, después de saludarnos y aprovechando un momento en que nos quedamos solas, ella me preguntó por lo del piso, que cuando sería la próxima reunión, que se había decidido ya y sus hijos le habían dicho que también querían ir, a lo que añadió:

—El otro día, en el parque, unas madres estaban hablando de eso precisamente y yo haciéndome la loca, como que no sabía nada.

—¿Qué decían?

—Pues eso, lo que me contaste, que una de ellas oyó a su hijo hablar con los amigos y uno de ellos les decía que él había follado con señoras mayores en un piso al que le había llevado su madre. Y las demás, la escuchaban todas escandalizadas preguntándose que como podía ser eso posible y que si le había preguntado a su hijo luego por ese tema, pero ella les decía que su hijo no quiso contarle nada, que era una cotilla y que no se metiera en sus conversaciones.

—Jaja, hizo bien su hijo, pero tendrían que tener más cuidado con lo que hablan entre ellos.

—Es el miedo que tengo yo, que los chicos hablen y la gente acabe enterándose.

—Mira, tú deja que hablen, no te preocupes tanto. Precisamente creo que este sábado se van a reunir y a la que me lo dijo, la comenté que a lo mejor llevaba a una amiga con sus dos hijos y me dijo que perfecto, que cuantos más se junten, se pasará mejor, así que me dijo que te llevara sin ningún problema. Además, va a venir mi sobrino también con nosotras, porque me llamó su madre para enviármelo el fin de semana.

—¡Ah, qué bien! estupendo, ya me pongo nerviosa y todo solo de pensarlo. Bueno, pues tú me lo confirmas, porque a ver que le digo yo a mí marido.

—Tú dile que les llevas a un cumpleaños y que van a estar toda la tarde fuera y ya está.

—Sí eso haré, así no estará pendiente de mí.

Cuando llegó el día esperado, allí llevé a mi amiga con sus dos hijos y mi sobrino. Al llegar le presenté a mi amiga Ana, que estaba con sus dos hijos también, a otra más mayor que no conocía, que iba con su hijo de 17 años ya, y que era el mayor de todos; del que me dijeron que la última vez las había vuelto locas a todas, porque estaba muy bien dotado y aguantaba lo que fuera necesario para poder estar con las que querían montárselo.

Había otras madres también, pero mi vecina se llevó la sorpresa de encontrarse allí a la madre de un compañero de cole de su hijo mayor, que había ido con su hijo también y yo creo que las dos estaban igual de cortadas por haberse visto allí, pero intentaron disimular como pudieron, cuando hablaron entre ellas, y la otra madre le dijo:

—Esta es la segunda vez que vengo. La vez anterior me encantó y mi hijo siempre me estaba preguntando que cuando volvíamos.

Y mi vecina le contestó:

—Pues yo estoy nerviosísima, es la primera vez que vengo y no sé qué va a pasar.

—¡Bah!, tranquila mujer, al principio estamos todas igual. Una cosa es estar con ellos en casa y otra encontrarse aquí con todo el mundo, pero ya verás cómo nos animamos y nos lo pasamos muy bien. Además Mayte, la que organiza todo esto, es muy maja y nos lo pone muy fácil a todas porque tiene mucha mano con los críos, que están entusiasmados con todo esto.

—A ver, espero que sí. ¿Y esto cuando empieza? Porque es que yo no sé ni que hacer, ni dónde ponerme.

—No te preocupes, ahora al principio van a organizar algún juego con los críos para que nos relajemos y nos vayamos juntando con ellos, pero la que quiera ya puede empezar por su cuenta.

—Es que me da muchísima vergüenza, no sé ni por dónde empezar.

—¿Qué te parece si empiezas con el mío? ¿Tú hijo no te ha contado que se han hecho pajas entre ellos cuando están en el vestuario del cole?

—Noo, ¿qué me estás diciendo? No sabía nada. Solo sabía que los míos alguna vez se la hicieron entre ellos, no sé si jugando, o porque el mayor enseñó al pequeño.

—Si duermen juntos, normal. Además, el mío me ha dicho que tu hijo mayor tiene una buena polla ya y que se hacen unas buenas mamadas.

—¡Madre mía!, qué situación, aquí no gana una para sorpresas. ¿Qué pasa, que se gustan entre ellos?

—No, mujer, lo hacen por vicio. El mío no cambia mi coño por ninguna polla, jaja.

—¡Ah!, ya entiendo, bueno, hacen bien si les gusta hacerse eso para darse gusto.

Es que tener una polla en la mano, yo creo que les gusta a todos y ahora muchos chicos se lo hacen entre ellos, igual que nosotras.

—Ya veo, yo sabía que el mío algo había hecho con alguna niña, pero con chicos no, jaja.

—Mira, la señora mayor ya le está metiendo mano a mi hijo. ¿Tú por cual te decides?

—No sé todavía, estoy paralizada. Necesito tomarme algo, a ver si me suelto.

Mientras mi vecina se tomaba la copa que le había ofrecido Mayte, mi amiga Ana se acercó a ella, para comentarle:

—Tu hijo el pequeño es el más jovencito de los que hay aquí, parece un poco asustado con todo esto.

—Sí, pobre, a lo mejor no tenía que haberle traído, no echa ni semen todavía.

—Da igual, hiciste bien en traerlo, a mí me encantaba chupársela a los míos a esa edad, les sale una agüilla que está riquísima.

—Sí, a mí me encanta también su sabor. Si quieres te dejo al crío para que lo pruebes, jaja.

—¡Ah!, sí, claro que sí, gracias amiga, ya le había echado el ojo desde el principio. Ven aquí, cariño, mira, ¿te gustan mis tetas? —le preguntó al pequeño.

Y allí se quedaron entretenidos el hijo pequeño de mi vecina con mi amiga Ana, mientras su madre empezaba a masturbar al mayor de Ana, que se había acercado con su madre, ya más relajada al ver como se iba calentando el ambiente, por lo que no tardó en empezar a mamársela también, mientras otro de los chavales le tocaba las tetas por detrás y ella se abría de piernas para que otro le metiera la mano en el coño.

La señora más mayor que estaba en la reunión, se acercó a mí y empezó a contarme su vida:

—¡Ay! Cuanto echo de menos cuando el mío tenía estas edades… Me quedé viuda muy pronto y para hacernos compañía, dejé que el crío durmiera conmigo, pero pronto me di cuenta de mis necesidades en la cama, y como no me apetecía conocer a ningún hombre, empecé a desahogarme con él.

—Como tantas otras en su situación. No tiene que justificarse por eso.

—Pero es que me con vertí en una viciosa. Como no tenía que dar explicaciones a nadie, empecé a chupársela cuando todavía no le salía nada. Mi hijo gritaba de gusto, pero como seguía teniéndola dura, yo seguía haciéndoselo sin poder parar. Casi le mato con tantas veces que le hacía llegar al clímax, jaja, pero cuando fue creciendo y ya podía joderme bien, eso ya fue la gloria bendita. No salíamos de la cama.

—Bueno, al menos tuvo unos años muy felices, y ahora puede recordarlos aquí un poco con todo esto.

—Pues sí, aquí seguiré viniendo mientras tenga fuerzas.

Mientras los hijos de mi vecina terminaban con las madres con las que estaban, yo no quería perder el tiempo y aproveché para tener una buena follada con el mayor de los chicos, que era como un ángel dando placer a una mujer y cuando terminó de correrse dentro de mí, aproveché para estar con el mayor de mi vecina que ya se había quedado libre, para chupar esa hermosa polla que tanto me atraía.

Cuando miré alrededor, mi vecina estaba también con el de 17 años y con otro más joven haciendo un trío con ellos, ya totalmente desatada y disfrutando sin importarle nada.

Así, las madres iban entrelazándose con los hijos de las demás en múltiples posturas y posiciones, que iban alternando en una orgía de todos con todos, en la que todo valía.

Al final, cuando los chicos ya estaban agotados y no daban más de sí, dimos por terminada la reunión, pero con la promesa de volver a juntarnos otro día.

81 Lecturas/4 septiembre, 2025/0 Comentarios/por Veronicca
Etiquetas: amigos, colegio, cumpleaños, hermano, madre, mayor, mayores, sexo
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