Magdalena – Cuarta Parte y Final.
La tomé en andas y coloqué su tierno chochito sobre mi rostro, nos enredamos en una furiosa batalla de lamidas y chupadas a nuestros sexos..
El beso de mi hija me llevó a una nueva dimensión, ya no estaba besando a una pequeña adolescente, mis labios estaban unidos firmemente a los labios de una mujer que se estrechaba a mí con la pasión de una amante. Se movía y restregaba contra mi cuerpo, sentía como sus pezones se enredaban en los vellos de mi pecho, frotaba su cuerpo contra el mío con completo abandono, la lujuria y la calentura iban in crescendo y se apoderaban de ella.
Recosté a mi hija boca abajo y puse dos almohadas bajo sus caderas, de esta forma su trasero quedó elevado y a la altura justa para mí. Besé y lamí sus nalgas, después metí dos dedos en su panocha, Magdalena gruñó en voz baja y levantó aún más su culito, comencé a follar su coño enérgicamente hasta que la escuché decir:
—¡Hmmmmm!, papi … ¡Oooohhhh! … ¡Ahora, papá! … ¡Quiero tu pija, papi! … ¡Ponlo dentro! … ¡Tienes que joderme! … ¡Ooohhh, papi, fóllame! …
Me arrodillé entre sus piernas, atraje sus caderas hacia mí y luego sumergí mí verga en su encharcada vagina. Acaricié una docena de veces su chochito y ella comenzó a gemir en un masivo y terrorífico orgasmo, me resultaba difícil mantenerla quieta, todo su cuerpo temblaba, su coño rezumaba fluidos, mordía una almohada y azotaba su cabeza en la cama tirando del edredón con ambas manos. Cómo pude me mantuve dentro de ella, miré su espalda esbelta y brillante de sudor, su estrecha cintura, sus nalgas que tiritaban como gelatina. La vista era impresionante, su orgasmo era maravilloso, empujé con fuerza dentro de ella y comencé a convulsionar en mi propio orgasmo.
—Tiene, Magda … hasta el fondo te lo meto todo … que hermoso pedazo de coño que tienes, hija … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Aaaahhhh! …
La embestí con fuerza susurrando cerca de su oído. Sus calambres y temblores se prolongaron sus gemidos aumentaron con esos vagidos característicos en ella, ligeros sollozos y otra serie de espasmos orgásmicos la estremecieron de pie a cabeza.
Me separé lentamente de ella, me preocupé pues no sabía si estaba desmayada o aletargada por su potente orgasmo, pero yacía con los ojos cerrados y su cuerpo inanimado, pero escuchaba su jadeante respirar, aspiraba aire fresco y una soñadora sonrisa se dibujaba en su rostro. Podría haberme sentido pervertido e infiel por estar engañando a mi esposa, o criminal degenerado por estar follando a mi hija, pero debo reconocer que no sentí ningún tipo de remordimiento. Me sentí joven, como si fuera adolescente otra vez y me estuviera tirando a la más linda del colegio. Solo que una voz de alarma se estaba encendiendo dentro de mi y sabía que debía moderar esto. Debíamos tener cuidado de no involucrarnos tanto como para correr el riesgo de ser atrapados. Decidí, mientras la observaba como se recuperaba con ojos ensoñadores, que esto continuaría hasta que ella estuviera dispuesta, entonces se me salió en un susurro.
—Tenemos que parar …
Magdalena abrió los ojos y me miró pensativa.
—Sí, papi … no debemos hacerlo demasiado seguido … ¿Qué pasaría si mamá llega a enterarse? … ¿o que el enano se de cuenta y vaya con el cuento a mamá? …
—No quiero ni pensarlo … tendríamos un problema terrible …
—Sí, papi … sería un problema mastodóntico …
Me dijo ella abriendo las palmas de sus manos y colocándolas cerca de mi pija, a la vez que sonreía cachondamente. Miré su coño goteando semen.
—Bueno … creo que debemos encontrarte un novio … para empezar te conseguiré algunos condones y te enseñare como se usan …
—¿Por qué? … ¡Para qué? …
—Cariño … yo no puedo embarazarte, pero cualquier otro idiota puede hacerlo … es necesario que aprendas a cuidarte …
—Bueno … no sería natural que eso sucediese …
Me dijo cándidamente mi pequeña Magdalena, debido a su inexperiencia no dimensionaba las consecuencias de un embarazo no deseado.
—Mi niña … mañana ese tal Eduardo. te tocará toda y te sentirás con ganas de follar con él … basta que él te penetre una sola vez para que deje un regalito dentro de ti … en nueve meses lo tendrás en tus brazos y te encontrarás con un hijo … muy probable que tú Romeo desaparezca en una desconocida dimensión y solo nos tendrás a nosotros … siempre podrás contar con nuestro apoyo … pero olvídate de que tendrás un padre para tú hijo … eso sucede todos los días … los muchachos no se hacen responsables y abandonan a las chicas …
—Pero mi Eduardo nunca haría algo así, papi …
—Realmente espero que no … pero es mejor si te cuidas … tendremos una sesión donde te mostraré como usar un preservativo …
—¿Cuándo, papi? …
—Cuando tú mami no esté y tengamos la casa para nosotros …
—Quiero aprender, papi … quiero aprender de ti …
Me dijo acariciando mi verga y se acuclilló a mi lado, sus tetas lucían demasiado deliciosas como para no tocarlas, pellizqué el pezón que tenía más cerca y ella cubrió su pecho sonriendo tímidamente, aferró mi pene que comenzaba a despertarse y mientras me pajeaba dulcemente, me preguntó:
—Papi … ¿Me mostrarás solo como usarlos? … ¿No crees que sería necesario probar la resistencia? … eventualmente podrían romperse, ¿no? …
—Es verdad … lo haremos … haremos todas las pruebas que sean necesarias … todas las veces que sea necesario …
Me miró sonriendo e inclinándose a besar mí pija bastante endurecida, exclamó.
—¡Bravo!, papi … eres mi mentor … mi mejor maestro …
Y se tragó mi pija hasta la mitad en primera instancia, y luego hasta cuando sus labios tocaron mi pelvis, metió su mano por debajo y aferró dulcemente mis bolas, succionando mi verga con total abandono. Mi pene vibraba con cada chupada de mi hija, ella luego se acercó a mi cara, puso ambas manos en mis mejillas y con una cachonda mirada me preguntó:
—¿Puedes volver a follar? …
Mi libido había aumentado mucho desde que comencé a follar con mi hija, como si me hubiera rejuvenecido, estaba complacido de que mi polla reaccionara rápidamente en cada circunstancia, me enderecé en la cama y tire de ella por las piernas, entre risas y pataditas, logré meterla nuevamente boca abajo y sus hermosas nalgas me hicieron lanzar un suspiro de admiración, era como un rito, una ofrenda erótica al Dios del amor, Eros. Me sentí como monje de una civilización perdida pronto a inmolarme junto a ella en esta ceremonia sagrada en honor a esta deidad. Ese culito prieto, redondo, firme, suave, cálido, todos los apelativos para describir los bellos glúteos de mi hija no eran suficientes a precisar en palabras la maravilla de ellos. Suavemente me coloqué sobre ella y separé sus muslos y mi erección se estacionó entre esas maravillosas nalgas, admiré su espalda tersa y afelpada como piel de durazno, su trasero se levantó levemente y mi verga se encajonó en esa templada y empapada cuevita estrecha, comencé a bombearla lentamente. Quizás abusábamos de nuestros cuerpos, pero había pasión y disfrutábamos plácidamente nuestra nueva sesión de sexo.
Estaba gozando, dando los últimos embistes al coño de Magdalena, ella lo disfrutaba con lánguidos y cachondos gemidos acompañando mis cadenciosas y profundas penetraciones, le dije al oído:
—Hija … estoy a punto de correrme …
Ella se alborotó un poco y mí verga resbaló fuere de su panocha, se giró y abrió bien sus piernas.
—Quiero sentirlo y quiero mirarte cuando te corras, papi … me gusta así …
Luego se acomodó bajo de mí y tomando suavemente mi verga, la hizo deslizar dentro de ella mirándome con ojos apasionados, la bombeé unas cuantas veces arrancándole algunos chillidos y vagidos de nenita, sus ojos eran dos centellas luminosas, todavía tenía dos dedos aprisionando mi polla, se chupó su labio inferior cerrando sus ojos por un instante, entonces no pude resistir más y enterré mi verga en la profunda humedad de su chocho juvenil, su sonrisa se hizo amplia y mordió mi brazo. Fue suficiente para mí, di unas feroces embestidas a ese coño caliente y sentí las olas de semen pasando entre los apretados dedos de mi hija y convulsioné, con pulsantes chorros de esperma dentro de ella. Magdalena se aferró a mis hombros y enterró sus uñas gimiendo y haciéndome sentir el roce de sus pezones en mis pectorales, sus potentes y jóvenes músculos vaginales ordeñaban cada gota de mi semen. Sus labios estaban apretados contra mi piel mientras mugía y gruñía. Se detuvo y se acercó a besar mis labios.
—¡Uhmmmmm!, te amo, papá …
Esta vez escuché su declaración y ya no sonaba como el de una mujer a un hombre, sino como una hija a su padre. Suavemente se separó de mí y se sentó en la cama, luego puso sus deditos alrededor de mi verga, con dos de sus dedos estiro mi prepucio y lo soltó descuidadamente, después casualmente la escuché diciéndome:
—Creo que deberíamos vestirnos antes de encontrarnos con el mastodonte de problema …
Justo antes de salir de su habitación, ella me detuvo poniendo su mano en mi brazo.
—Papi … ¿crees que debería afeitarme ahí abajo? …
—¿¿Cómo?? … si casi no tienes pelitos ahí …
¡Maldita sea! Esta chica acababa de despertar un renovado ejército de hormonas directamente a mi pija que comenzó a levantarse otra vez, afortunadamente agregó.
—Pero no ahora, papi … la próxima vez que estemos solos …
Miré su coño y me parecía inmensamente hermoso con esos vellitos sutiles casi invisibles, pero salí de su habitación pensando en esa próxima vez.
Hacía muchísimo tiempo que no compraba condones, por eso entré a la farmacia con cierta aprensión. Quedé asombrado cuando me enfrenté a la infinidad de condones que había. Había de todos los tamaños, algunos de diferentes colores y créanlo o no, había hasta algunos con sabor a frutillas y bananas ¿¿Qué demonios?? La elección no fue fácil, así que me fui por lo más simple, unos lubricados color piel. Dos cajas de diez. En el mostrador, la atractiva morena me dio una significativa mirada:
—Una noche muy caliente, ¿Eh? …
Estaba siendo coqueta conmigo, le devolví la sonrisa mirando su profundo escote y enigmáticos ojos azules.
—Podría serlo mucho más con una chica adecuada, que se asemeje a ti …
Me sonrió y mientras me alejaba, ella dijo:
—Entonces … suerte y diviértete … Campeón …
Miré su mano y vi su anillo, entonces me di cuenta de que yo también llevaba el mío.
—Mami, quiero ir a casa de Gabriela esta noche, Maritza y yo nos reuniremos con ella allí … ¿Puedes llevarnos? … la mamá de Maritza no puede, tiene su auto en el taller …
—No puedo, tengo que llevar a tu hermano a la casa de tu tía, es el cumpleaños de tu primo Fabian y él quiere asistir … pregúntale a tú papá … él no viene con nosotros, ya que nos quedaremos a dormir allí … no sé si tenga algún plan …
—Está bien se lo preguntaré …
Me encontraba solo en mi cuarto-oficina. Magdalena entró y se acercó por detrás, puso sus manos sobre mis hombros y se inclinó para susurrar en mi oído:
—Mamá y el enano se quedarán afuera esta noche … tendremos la casa para nosotros dos solos …
Me besó el lóbulo de la oreja y la acarició con su lengua. Giré mi silla y la enfrenté.
—Lo sé … ¿Se te ocurre que podríamos hacer alguna cosa? …
—Mis vellos púbicos siguen creciendo, papi …
—¡Oh!, ya veo … Y yo he comprado condones, ¿Lo sabes? …
—Entonces podríamos tener una noche didáctica y educativa, ¿Te parece? …
—Muy bien, hija … pero iremos a servirnos algo y luego regresaremos a casa …
—Avisaré a mis amigas que no iré …
Magdalena y yo salimos de casa un poco antes que mi mujer, nos fuimos al Nuria a servirnos unos dulces y luego ella pidió un cucurucho de helado con crema. Mientras hablábamos, su helado comenzó a derretirse y a chorrear por el costado mojando sus dedos. Magdalena lo miró, volvió su mirada hacia mí y me hizo ver su lengua, la sacó la movió y lentamente comenzó a lamer la crema derretida, se tomó su tiempo, pasaba lascivamente de abajo arriba y de arriba abajo, sin dejar de mirarme, hasta que dejo limpio el cono. Mi pene estaba tan duro que podría haber levantado la mesa. La miré con mis ojos brillantes, necesitaba sacarla de ahí antes de saltar sobre ella y violarla ahí delante a todos. Deje algo de dinero en la mesa y tome su mano para irnos. Una vez en el auto ella me preguntó:
—¿Y ahora qué? …
—¿Necesitas todavía una buena afeitada de tú coño? …
Se giró en el asiento, me miró pensativa y luego sin dudarlo, me dijo:
—Sí, papi … vámonos a casa … podríamos hacer eso …
El viaje a casa fue tranquilo y agradable. Conduje sin prisa por calles con poco flujo de tránsito. Mi hija operaba su celular revisando sus mensajes, no conversábamos casi nada entre nosotros. Ambos sabíamos lo que vendría, no necesitábamos juegos superfluos ni tímidas sugerencias. Me detuve a un semáforo y cuando me dieron el verde aceleré y Magdalena exclamó riéndose:
—¡Oh!, guau …
—¿Qué pasa, hija? …
—Maritza me acaba de enviar un mensaje de texto y me dijo … ¡Lo hice! …
—¿Hizo qué? …
—Leroy la penetró hasta el fondo … dijo que lo haría … y lo hizo … antes no se había atrevido por estar muy nerviosa … pero ahora dice que finalmente lo ha hecho …
—¿Leroy? … ¿Ella tiene novio? …
Magdalena mi miró y se rio.
—¡No! … ella compró un consolador negro y le dio un nombre de negro … Leroy es su dildo negro … a ella le llaman mucho la atención los negros … le encanta ver videos de muchachos negros …
Me lo dijo tan animadamente que no pude evitar de preguntarle:
—¿Y a ti? … ¿Te llaman la atención los chicos de color? …
Se rio un poco indecisa y no me dio una respuesta directa, jocosamente me dijo:
—¡Umh! … en este momento para mi me interesa un solo amante … un hombre maduro … un poco pervertido y casado …
Pensando a la bella amiga de mi hija, Maritza, lleve la conversación a ella.
—¿Y ella hizo todo en solitario? …
Me volvió a dar esa sonrisa coqueta y con ojos chispeantes me respondió:
—Ella no tiene un papá que la ayude …
Me imaginé a Maritza desnuda frente al computador solazándose con su consolador negro y casi me ofrecí como padre voluntario por estar un par de horas con ella, pero con prudencia le dije:
—¿Ella sabe de ti? …
—Sí … pero no todo … recuerda que lo nuestro es secreto …
Me quedé pensativo y no continuamos la conversación, pero en mi mente volvían una y otra vez las imágenes de Magdalena jugando con su consolador frente al computador e imaginaba que Maritza haría lo mismo en la soledad de su dormitorio. Una ves más un escalofrió recorrió mi cuerpo y volvieron las cosquillas a mis bolas. Imaginé de estar enseñando a Maritza a usar correctamente su consolador negro. ¡Uhmm! Interesantes pensamientos.
Llegamos a casa sin mayores contratiempos, ella se acercó y me dijo:
—Papi … iré a preparar la bañera con agua tibia …
—Asegúrate de que esté la maquinilla rosada que usa tú madre … y saca la espuma de barba que uso yo …
Fui a la cocina ya que necesitaba beber algo y luego me dirigí al baño, se sentía ya el ruido del agua llenando la vasca y Magdalena ya tenía la espuma de barba y la afeitadora de mi esposa.
—¿Te sientes lista para esto? …
Le pregunté mientras ella estaba inclinada con una mano dentro de la vasca probando la temperatura del agua, se giró, me sonrió y asintió con la cabeza, la tomé de la mano y la atraje hacia mí, me senté en la orilla de la vasca y metí mi mano bajo su falda, haciendo de lado sus bragas y tocando su suave piel, entonces tiré de sus bragas y las hice descender por sus muslos y piernas, ella levantó una pierna primero cuando estaban a la altura de sus tobillos y luego la otra para facilitarme el sacárselas.
Levanté su falda y observé la maravillosa panocha de mi hija con su suave pelusa creciendo alrededor de sus labios hinchados y húmedos, acaricié su chocho con las yemas de mis dedos e introduje suavemente mi dedo medio a rozar su clítoris, Magdalena instintivamente movió sus caderas y me paso su brazo alrededor de mi cuello, mientras al mismo tiempo lanzaba un acallado gemido, su cara estaba enrojecida, no entendí que cosa la podía avergonzar después de todo lo que habíamos hecho.
—Siéntate y abre tus piernas, tesoro …
Magdalena retrocedió un paso y luego se sentó en la tapa del inodoro separando sus piernas ampliamente, la falda cubría todavía su desnudez, así que la levanté para exponer su chochito con esa incipiente pelusilla. Aún cuando la había follado ya varias veces, tenerla allí semidesnuda y a punto de afeitar su conchita, me pareció algo tan especial e íntimo. Me pareció sublime arrodillarme a mirar la maravilla de su cuerpo juvenil, el vello púbico que se esparcía sobre y alrededor de su hendedura vaginal no era espeso, pero comenzaba a ocultar su rajita. La miré a los ojos, Magdalena me devolvió la mirada con determinación y dijo:
—Papi … estoy lista …
No me pude resistir y besé su pelvis con ternura, luego me llené la palma de la mano con espuma de afeitar y la esparcí sobre su pubis y entre sus piernas. Con las yemas de dos dedos alisé suavemente la crema sobre su triangulo peloso. Magdalena movía nerviosamente sus piernas.
—Deja de moverte, cariño … quédate quieta …
Tomé la maquinilla afeitadora y apoyé las lamas sobre su monte de venus y comencé a raer sus delgados vellos, su piel blanquísima apareció en surcos mientras rasuraba su pelusa, no me costó mucho rapar la piel de su pubis, pero luego tuve que ser más cuidadoso afeitando los labios de su vagina, no podía evitar el contacto con su labia vaginal y su delicado clítoris, haciendo que ella se contorsionase cada vez que la yema de uno de mis dedos se enfilaba en su apertura vaginal. Tomé una toalla húmeda y limpié la superficie rasurada, pasé la maquinilla al interno de sus muslos y acuciosamente rapé su panocha por entero, luego la hice ponerse en pie y girarse, empujé su espalda para que se inclinara levemente y le pedí que levantara una de sus piernas, observé detenidamente su culo, su redondo, estriado y engurruñado orificio anal estaba siendo invadido por vellitos sutiles, Magdalena inquieta se giró a preguntarme:
—¿Me estas mirando el culo, papi? …
—Sí … porque debes saber que también aquí crece una pelusilla … tu madre me pide ayuda a mí para afeitarse esta parte …
—¿Mi mami se afeita el culo, papi? …
—Así es … es una cosa de aspecto … ella dice sentirse y verse mejor sin vellos en esa parte …
—¿Y a ti te gusta verla sin pelos? …
—Ciertamente es más agradable besar y lamer un culo lampiño, hija …
—¿¿Y tú le besas el culo a mamá, papi?? …
—No solo … también le follo su estrecho trasero …
—¡Oh! … ¡No lo puedo creer! …
—Algún día también tú lo harás, hija … es el sueño de muchos hombres …
—¿Podrías tú enseñarme a hacerlo, papi? …
—Primero debes aprender muchas otras cosas … después debes desearlo … quizás tendremos también tiempo para eso en otra ocasión …
—¿Crees que podría experimentar con mi juguetito, papi? …
—Sería muy recomendable, hija … pero no olvides usar un lubricante para ello …
—Lo recordaré, papi …
En la posición en que estaba, su coño se había abierto y yo podía ver sus dos orificios invitantes, también el ojo ciclope de mi verga disfrutaba de tan magna visión poniéndose duro como el acero, latía y pulsaba en anticipación y ya me sentía la delicia de penetrar su ajustado chocho. Rasuré todo lo que me permitió esa posición, pero era incomodo para hacer el resto, así que la hice cambiar de pierna y continue afeitándola y admirando el bellísimo coño de ella. Cada vez que mis dedos rozaban su clítoris, las piernas de Magdalena tiritaban y ella gemía. Finalmente limpie todos los restos de espuma y pase mi mano por la lampiña conchita de mi hija, habíamos concluido la tarea.
Cuando terminé de limpiar todo, estaba lo suficiente caliente como para comenzar a besar su estrecho ano y penetrar su pequeño coño desde atrás, Magdalena empujo su trasero y movió sus nalgas sicalípticamente mientras gemía, lamí toda la superficie de su piel, no solo disfrutándolo, sino inspeccionando de que no haya quedado ningún vello inoportuno. Ella me dejo jugar con sus orificios y parecía disfrutar de las caricias de mí lengua, me levanté y me saqué los pantalones pues tenía una erección que me dolía la presión de la tela en mi glande enfurecido. Magdalena bajó su mirada a mi pene y lo tomó en sus manos, luego deslizó su mano sobre su piel lisa recién afeitada:
—Se siente suavecito, papi … tengo cómo un poco de frio … ¿Esto me hace más sexy? … ¿Te gusta, papi? …
Magdalena se apoyó en el tocador y levantó su trasero hasta quedar sentada, luego abrió sus piernas, me acerqué a ella y caí de rodillas, casi a venerar su panocha rapada. Besé su coño pelado y lamí desde su culo hasta su clítoris, la sentí estremecerse. Todavía tenía sabor a crema de afeitar, le quité su blusa y sostén dejándola desnuda completamente, luego me quité la camisa y la tiré para meternos en la vasca de agua tibia. Me senté en el fondo y la tiré para sentarla sobre mis muslos, ella se giró y montó mis piernas y sintió mi verga en su vientre, sin decir palabra alguna se hizo más adelante, tomó mi endurecida pija y se empaló cerrando sus ojos y gimiendo. Empujé hacia arriba y ella exhalo una bocanada de aire con un leve chillido, comencé a follarla, se hizo hacia adelante para besar mi cuello y estrecharse a mi con sus tetitas presionando mi pecho, me abrazó y no ceso de gemir. La hice levantarse, girarse y luego la senté en mi pija, después la tiré sobre mi pecho para poder amasar sus tetitas y jugar con sus turgentes pezones. Usando sus senos y caderas, la follé sin descanso, teniéndola muy estrecha a mí. Pasé mi mano por su vientre y jugué con su erguido clítoris, Magdalena comenzó a gruñir y a sacudir su cabeza, estiro sus piernas hacia adelante y cargó el peso de su cuerpo sobre mi pene, luego la escuche jadear con fuerza y lanzar sus vagidos en forma de sollozos y grititos de bebita al tiempo que decía:
—¡Oh!, mi Dios … ¡Hummmmm! … ¡Diosito santo! … ¡Aaaahhhh! … ¡Aaahhh! … ¡Hummmmm! …
Su cuerpo entero temblaba mientras se corría.
Se giro para intentar besarme, rocé sus labios y besé su cuello. Magdalena se levantó y estiro su mano invitándome a levantarme, cuando estuve de pie ella volvió a estrecharse a mí. Luego graciosamente salió de la vasca y me tiró con ella, nos fuimos directamente a su dormitorio, una vez allí, me hizo ver sin medios términos lo caliente que estaba. Sin una pizca de vacilación, se arrodilló y olisqueó mi erecta pija. Mi hija se dedicó a chuparme la polla acuciosamente por varios minutos, me estaba llevando al mismo nivel de lujuria y cachondez que ella sentía. Luego saltó sobre la cama y abrió sus piernas para mí y me permitió follarla en varias posiciones, tuvo una serie de orgasmos cuando la follaba moviendo sus caderas, ella colapsó sobre mi pecho y nos quedamos en esa posición hasta recuperar el aliento. Tan pronto como se sintió en forma para continuar, se montó a horcajadas sobre mi rostro y me pidió que le comiera el coño rapado.
No me hice repetir la orden, chupé su coño bañado y calvo con olor a crema de afeitar, la hice rodar sobre su espalda y la besé con pasión, Magdalena me devolvió el beso fervorosamente, nos tocamos, acariciamos, mimamos y besuqueamos por largo rato y nuestra excitación iba en aumento. Cuando mi hija gemía y restregaba su cuerpo lujuriosamente contra el mío, me posicioné entre sus piernas y empujé mi pene en su caliente y afelpada panochita, nos apareamos como si nuestro objetivo primario fuera embarazarla. Magdalena salvaje y caliente como su madre, exigía satisfacerse, a ratos me parecía estar en la cama con mi mujer, mi hija se mostraba sin remilgos, como una mujer madura completamente caliente y dispuesta a participar en el juego de follar. Ella estaba boca abajo, yo sobre ella aprisionándola con una mano que desplazaba a su bajo vientre a tocar su rapado chocho y sentía mi robusto pene presionando dentro de ella, pude darme cuenta lo pequeñita que era, sintiendo mi propio pene a través de su estómago. Escuche a Magdalena acentuar sus gemidos, arqueo su espalda para permitir a mi verga llegar más profundo dentro de ella y luego gimiendo me pidió:
—¡Ya!, papi … córrete dentro de mí … dámelo, papi …
Me maravillé positivamente al ver a mi hija tan empoderada pidiendo y exigiéndome de satisfacer sus deseos, se estaba transformando en una mujer hecha y derecha que sabía lo que quería y no mostraba reparos en exigirlo. Después de esta acalorada sesión de sexo, nos vestimos y volvimos a nuestros roles de padre e hija, unos castos besitos en la mejilla y la dejé vestida con su pijama.
Pasaron varios días y manteníamos las apariencias en casa, mis hijos seguían de vacaciones, mi mujer en su trabajo y yo en el mío. Mi mujer nos dio otra oportunidad cuando tuvo que asistir a un evento femenino y regresaría tarde en la noche. Me encontraba viendo la Tv, Magdalena vino a sentarse en el diván mientras se servía un bocadillo y bebía un vaso de leche. Estaba vestida con su pijama, me recordé de su amiga Maritza y le pregunté:
—Dime una cosa, cariño … ¿Maritza perdió su virginidad con su juguetito o ha ido por el de verdad? …
—De verdad no lo sé, papi … ¿Por qué? …
—Bueno … pensaba en que si yo te ayude a ti … bien podría ayudarla a ella …
Los ojos de Magdalena se abrieron a desmesuradamente, no pude interpretar que significaba eso, se quedó mirándome en silencio, había una mueca de sonrisa en su rostro, pero no dijo nada, sin decir una palabra se levantó y se fue a la cocina y no volvió. Me levanté y fui a buscar una caja de condones, no había tenido oportunidad de enseñarle sobre su uso, luego me fui a su cuarto.
Magdalena estaba sobre su cama con esos anchos pantaloncitos cortos de su pijama que se le arremangaban en sus muslos dejando ver su tersa piel, su escotada y amplia remera no permitía ver nada de sus encantos en la parte superior, tenía su portátil sobre su vientre y miraba algunos videos musicales. Me miró inquisitivamente. Me senté a su lado y le mostré la caja de preservativos.
—Cariño … quizás podríamos intentar algo con estos …
Me miró cazurramente, estiró su mano y paso sus dedos sobre la forma de mi polla que comenzaba a ganar sustancia.
—¿No deberías estar más durito para probar a meter uno de esos? …
La forma en que me miraba y sus dedos que se movían al largo de mi verga, me hizo sentir que ella estaba dispuesta, también me mostró lo libre que se estaba volviendo en lo referente a lo sexual.
—Bueno … creo que ya se está metiendo en la condición apropiada para eso …
—Quítate los pantalones, papi … yo me encargaré de ponerlo a punto …
Dejo el computador sobre la mesita de noche, yo me levanté e hice lo que me pidió, luego volví a sentarme sobre su cama, Magdalena se arrodilló a mi lado y comenzó a magrear mi verga semi erecta, prontamente logró tenerme tieso como palo, entonces ella se despojó de su pijama y quedó desnuda de la cintura para abajo al igual que yo. Tomó mi mano y mientras acariciaba mi pene, guio mi mano a la hendedura de su cálida y húmeda vagina, se inclinó hacia mí y no pude evitar de tomarla para besarla con deseos y lujuria, cuando nos separamos luego de toquetearnos y besarnos extensamente, sus ojitos brillaban y sus mejillas estaba ligeramente sonrojadas.
Continuó a manosear hábilmente mi pija, muy pronto mi amoratado glande relucía con la saliva de ella, sus deditos acariciaban mí vientre y mis muslos. La tomé en andas y coloqué su tierno chochito sobre mi rostro, nos enredamos en una furiosa batalla de lamidas y chupadas a nuestros sexos. Luego decidí que era hora de enseñarle sobre los preservativos. Me eché hacia atrás y ella quedó arrodillada a mi lado, luego monto a horcajadas mis piernas, era una posición ideal para nuestra tarea. Alcancé la caja de condones y extraje uno de ellos.
—¡Ves! … esto es un condón … se coloca en el pene del chico antes de follar … es lo más aconsejable … no permitas ser penetrada sin que él se haya puesto esta protección … algunos chicos prometen ponérselos luego y nunca lo hacen … sin importar si tú lo quieres o no … nunca se retirarán y se correrán en tu concha …
Extendí mi mano y le pasé el látex dentro de su envoltorio de plástico, ella lo miró entretenida y curiosa.
—¿Y cómo podría hacer que el chico se detenga o retire antes de correrse? …
—Si tienes suerte, cuando él está casi por correrse … podría agitarse y ponerse tenso … podría gemir y gruñir mucho … podría follarte más fuerte diciéndote lo hermosa que eres … incluso podría decirte cuanto te ama …
—¡Oh!, papi …
—¡Sí! … debes tener cuidado si uno de ellos te dice eso … un chico que dice eso solo cuando su polla está caldeada por tu panochita estrecha, solo quiere una cosa de ti … correrse en lo más profundo de tu conchita y embarazarte …
—¡Oh!, papi …
—¡Sí! … algunas chicas se dejarán embelesar por esas palabras y dejarán que él bastardo haga cualquier cosa …
La vi cómo extraía con cierta dificultad el condón de su envoltorio, lo miró estudiándolo cuidadosamente y trató de desenrollarlo.
—¡No! … ¡Espera! … no debes desenrollarlo … la forma correcta es deslizarlo sobre el glande, para luego desenrollarlo hacia abajo hasta que lo cubra totalmente … ahora te mostraré …
Puse el látex en la cabeza de mi erección y poco a poco lo fui empujando hacia abajo, Magdalena mantuvo sus deditos acompañando mis movimientos y luego aferró mí verga con su mano sonriéndome en forma impúdica y calentorra.
—Está resbaladiza … se ve brillosito y caliente … parece más flaco … apretado … ¿Te duele? …
—No, no me duele nada … casi no lo siento … se hacen lubricados para disminuir la fricción … hasta puede ser más agradable para ti …
Magdalena me miró aprensiva y algo escéptica, se hizo más adelante y comenzó a rozar su hendedura vaginal con mi verga forrada por el condón, sus ojos brillaban y se mordió su labio inferior cuando me dijo:
—Papi … entonces muéstrame cómo funcionan estas cosas …
Tomé sus caderas y la posicioné sobre mi verga, ella entendió todo y con su propio peso se empaló en mi ariete protegido. Comencé a follarla lentamente haciéndola gemir, chupé sus tetitas y tironeé de sus túrgidos pezones, ella empujaba sus pechitos sobre mi boca y gemía, fue ahí que comencé s follarla sin restricciones con mi pija encapuchada.
Magdalena jadeaba y boqueaba respirando cortito con chillidos y rasguños a mis brazos mientras se estremecía sufriendo mis embistes feroces a su estrecho coño. Mis bolas hervían como en un calderón, el semen caliente burbujeaba pronto a erupcionar al igual que la lava de un volcán. Ella sintió escurrir en su chocho un primer chorro de esperma, no pude contenerme más y solté todo lo que tenía dentro, la apreté contra mí y follé su coño salvajemente corriéndome abundantemente en ella. Magdalena tembló, gorjeó, gruño, gimió y chilló sintiendo mis embates hacia arriba y las paredes de su vagina presionando mi pija envuelta en el látex del condón, se corrió junto a mí y colapsó dejando caer sobre mis pectorales.
Mi hija se desplomó a mi costado, ambos estábamos sudados. La dejé que se recuperara, a la vez que yo trataba de volver a respirar en modo normal, ella se volteó a mirarme, estiró su mano y aferró mi verga envuelta en el preservativo, tocó la bolsita llena de semen y dijo:
—Eso no se sintió tan diferente …
—Que bueno … me alegro de que lo pienses así …
—¿Por qué, papi? …
—Pues, porque si no usas protección al momento de follar … puedes correr el riesgo de terminar con un bebé … no creo estar preparado para que me conviertas en abuelo …
Mi niña lanzó una carcajada sarcástica y comentó:
—Pierde cuidado, papi … me aseguraré de que cualquier pija que se infiltre entre mis piernas, tenga uno de estos plásticos …
Su comentario de carácter maduro y adulto me dejó tranquilo, la lección había sido aprendida, me saqué el condón y me fui a botarlo en el inodoro. Cuando volví Magdalena se había puesto su amplia remera, me dejo sentar en su cama y luego ella se sentó en mis piernas echándome sus brazos al cuello.
—Te amo, papi … comenzaré a salir con Eduardo, ya son cuatro las veces que me ha invitado a salir …
Quería asegurarme que Magdalena no se había convertido en una puta caliente, así que le pregunté:
—¿Vas a follar con él? … ¿Quieres algunos de los condones que compré? …
Se enderezó un poco irritada y me miró directamente a los ojos.
—¡Pero, papi! … ¡Ya te dije! … no voy a saltar bajo las sabanas con nadie … no quiero hacerme de una mala reputación … he escuchado que algunas chicas follan con todos … no seré una de ellas …
Me sorprendí, la estreché a mí y solo asentí en silencio. Magdalena me sonrió acurrucándose en mis brazos.
—Bueno … pues si llega el momento … puedes quedarte con los condones que compré …
Ella se revolvió abrazada a mí, sus ojitos brillaron y me besó suavemente.
—No todos … usemos uno más …
Se movió para sentarse a horcajadas sore mi regazo y como de la cintura para abajo estábamos desnudos, muy luego su suave coño comenzó a presionar mi verga que inició a reaccionar y a erigirse en un monolito de venas azules y carne caliente. Magdalena movió su trasero y el roce de su chocho me inundo de lujuria otra vez. Nos besamos, toqueteamos y acariciamos mientras mi pija se llenaba completamente y forzaba los hinchados labios vaginales de mi hija. Arremangué la remera de Magdalena sobre su cabeza y se la quité, volviendo a tenerla toda desnuda ante mí, cuando comencé a comerme los abultados pezones de sus tetitas, ella abrió más sus piernas y restregó su coño a lo largo de mi polla, sintiéndola con la suficiente dureza, Magdalena me pidió otro condón, estiré mi mano y saqué uno desde una de las cajas y se lo puse en la palma de la mano. Hábilmente Magdalena se los llevo a la bica y rasgó el envoltorio con sus dientes, luego lo presentó sobre mi verga haciéndolo deslizar hasta la base de mi verga con destreza asombrosa. Me aseguré de que estuviera puesto correctamente y la atraje de sus caderas, se montó en mi regazo y se empaló ella misma una vez más. Follamos sin descanso hasta satisfacernos mutuamente, mi hija había aprendido la lección.
Un par de días más tarde, justo a la hora de irnos a dormir, Magdalena me atrapó en la cocina, mi esposa veía televisión con nuestro hijo.
—¿Sabes, papi? … los condones tienen también otros beneficios …
—¿Cómo así, hija? …
—Bueno … ya no ensuciaras mis bragas …
Después se empinó en puna de pies, metió un condón en el bolsillo de mi camisa y me susurró al oído:
—Tampoco ensuciarás las sábanas … si una de estas noches mientras mamá duerme … vienes y me destrozas mi coño con tu pija encapuchada … te amo, papi … Buenas noches …
Bueno, basta decir que mi hija aprendió todo lo que le enseñé y efectivamente, un par de noches más tarde, furtivamente me desplacé a su cuarto y la follé mientras dormía, bueno cuando la penetré todavía dormía y se corrió semi adormecida, muy similar a su madre que dormía plácidamente en la otra habitación.
FIN
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Me gustó, por momentos repetitivo y perdía lo sexual, pero por otros me moje con solo imaginarte